Capítulo 17

Pasaron un par de minutos y yo no tenía el valor de voltearme a ver nada, las chicas insistían en que me levantara y dejara la cobardía, pero yo tenía terror.

—¡Fabi, comenzó a formarse una pequeña línea! —gritó Michelle—. ¡Qué te levantes ya!

Me tomaron del brazo para ayudarme a levantar y darme ánimos, nos sujetamos de las manos como tres finalistas del Miss Universo y nos quedamos observando como la pequeña línea comenzó a formarse lentamente hasta estar completa, Michelle me miró y yo a ella. Con emoción nos abrazamos felices, pues una línea era negativa, me giré para abrazar a Carla, pero ella siguió sentada frente a la mesita observando.

—¿Qué pasa, acaso no estás feliz por mí?

La halé del brazo y la volteé hacia mí para que me mirase.

—No es eso, Fabi, es que... buen... lo que pas....

Carla no podía ni hablar, creo que no podía ni moverse y solo señaló hacia donde teníamos la prueba.

Michelle caminó rápido y al llegar se quedó mirando, luego me miró sin decir nada, mas con eso ya habían dicho todo, era lo que me imaginaba, estaba embarazada, ¿por qué a mí? Las rodillas me empezaron a temblar, las manos se me pusieron frías, quería caminar hasta allí para comprobarlo yo misma, pero no podía dar un paso, estaba como pegada al piso. Las chicas se acercaron, me abrazaron y poco después me ayudaron a caminar, cuando estuve frente a la mesa de noche pude visualizar yo misma las dos franjas fucsias que daban un resultado positivo. Las lágrimas comenzaron a caer, todo comenzó a darme vueltas y sentí como las chicas me sujetaron fuerte y me llevaron hasta mi cama.

—Tranquila, amiga, todo estará bien. —Me acarició la mano—. Estamos contigo en todo, ¿cierto, Carla?

—Sí, Fabi, buscaremos a ese canalla y tendrá que responder por ti y por tu hijo.

¡Leonardo! ¿Qué dirá Leonardo? Si él no quería saber de mí, mucho menos iba a querer un hijo.

—Él no va a responder por este niño —dije en llanto—, la primera regla para iniciar nuestra relación fue que no debía embarazarme y yo la acepté.

—La realidad es otra, Fabiola, él tendrá que asumir así tengamos que obligarlo.

Ambas me abrazaron en forma tranquilizadora, por lo menos, agradecía tenerlas a ellas, ya que mi madre no quería saber nada de mí, sería muy triste tener que pasar por esto yo sola, pero me sentía culpable porque mis amigas no estaban viviendo su vida por estar conmigo y no me parecía justo con ellas, puesto que yo sola me metí en ese paquete.

—Chicas, ya es tarde y deben irse, ustedes seguro tendrán cosas que hacer. —Me senté sobre mi cama y limpié mis lágrimas.

—Fabi, yo puedo quedarme esta noche, si quieres —dijo Michelle con cariño.

—Yo puedo llamar a casa, amiga, estoy segura que mamá no pondrá problemas —apoyó Carla acariciándome el cabello.

Quería que se quedaran porque estar sola haría que aumentara mi depresión, pero no, ya bastante habían hecho por mí, no debía ser tan egoísta, no con ellas.

—No, yo estaré bien. ¡Se los aseguro! —Me acerqué a ellas y las abracé con mucho cariño—. A demás, pediré una pizza familiar, una gaseosa y veré pelis, ¿qué puede estar mal así?

Las tres reímos y pude convencerlas de que se marcharan. Antes de salir llamamos juntas para pedir mi pizza y luego ellas se marcharon. Me senté en el sofá de la sala intentando asimilar todo lo que me estaba ocurriendo. Repasaba mentalmente la información y era increíble: Leonardo me dejó, mi madre no me quería ver por lo ocurrido con Joel, vi a Leo entrar a una casa con otra mujer, descubrí que estaba embarazada, todo en un mismo día, resultaba mucho para mí. Volví a llorar sin parar, aunque no quería llorar no podía evitar hacerlo, me sentía muy mal, estaba sola, tenía todo lo que siempre quise, pero no me sentía feliz. Ahora, embarazada y el padre de mi hijo, por alguna razón, ya no quería estar conmigo.

«Tú también te embarazaste para dañarlo todo, tú también eres una calamidad»

—¿Quién eres? ¡Déjame en paz! ¿Por qué me atormentas?

«No sé porque tuviste que embarazarte y dañarlo todo con esa mocosa insoportable»

Escuchaba una y otra vez...

Caí en el suelo y gateé hasta la mesa de centro de mi sala, donde me apoyé cubriendo mis oídos y hundiendo la cabeza en mis rodillas para ya no escuchar más. Era mi padre, estaba aquí, jamás se fue, no va a dejarme tranquila. El miedo me aterrorizó por unos minutos, me sentía en agobiada, mi pecho se contrajo, intenté respirar profundo, pero se me dificultaba y todo en mi interior vibraba.

—¡Déjame en paz, papá, te lo suplico!

No obtuve respuesta alguna, al contrario, el silencio fúnebre que me arropó, me dejó aun peor.

Pasó un largo tiempo y fue el sonido del timbre el que me hizo reaccionar, esperé un poco, corrí hacia la puerta, recogí el encargo y subí con todo muy rápido a mi habitación, realmente, no tenía apetito, solo había dicho que si para no dar lástima a las chicas y que se marcharan. Me cambié la ropa por un vestido de dormir de seda en color vinotinto, me metí entre las sabanas abrazando a mi almohada, mi única compañía. Las chicas me llamaron y aseguré estar superbién para no preocuparlas, así que quedaron en venir a medio día para comer algo juntas. Por otro lado, yo solo probé una porción de pizza, luego apagué todo, incluyendo mi móvil, para intentar dormir.

.

.

.

Poco antes de las once ya estaba en pie, me acerqué a la mesa donde aún estaba la prueba y la verdad es que no podía creerlo, la agarré junto con la bandeja y la tiré con rabia en el cesto de la basura, apoyé mis manos en la pared y me quedé observando el cesto de basura, coloqué una mano en vientre cerrando mis ojos e imaginando una vida con Leonardo y nuestro hijo, pero deseché rápido la idea para volver a la realidad. Encendí mi móvil donde tenía cuatro mensajes de Michelle y dos Carla, respondí a cada una que estaba bien y me fui a duchar.

No tenía ganas de arreglarme mucho, si anteriormente mi energía estaba por el suelo, ahora, mucho más que eso. Me sentía desmoralizada, le había fallado a la persona que más amaba, a la persona más importante del mundo y esa era yo misma, así que con el poco ánimo que me quedaba saqué de mi armario un conjunto de andar por casa de color azul y bajé a la cocina a tomar un vaso de leche, ya que no me apetecía nada más.

Anduve por mi casa como muerto en vida, es más, los muertos en el inframundo estarían mejor que yo, yo que daba vueltas pensando en qué hacer con el hecho de que estaba embarazada, ¿debía decírselo a Leo? Me resultaba confuso, pero, a pesar de toda la situación y de cómo me abandonó él debía saberlo y tal como decían las chicas tenía que apoyarme en esto; bueno, yo esperaba que lo hiciera, lo que no tenía claro sería en que momento decírselo, si esperar un poco hasta saber quién era esa mujer que lo acompañaba o decirlo ahora, ¿y si el hecho de un embarazo lo devolviera a mis brazos o será que me dejaba más sola? Verdaderamente, todo en mi cabeza estaba muy revuelto, quizás, la tristeza me estaba invadiendo de tal manera que no lograba ver las cosas con claridad.

Por otro lado, estaba mi madre que no podía entenderla y, por lo visto ella a mí tampoco me entendería jamás, a pesar de eso la echaba mucho de menos, el no tenerla cerca fomentaba mi dolor y era más difícil recorrer el camino tortuoso que tenía por delante, sin duda, sabía que tenía que hablar con ella y arreglar la situación o por lo menos, intentarlo. Decidí llamarla, pero no contestó y en vista de que no tenía nada más que hacer seguí insistiendo, en algún momento se cansaría de ignorarme y me contestaría. No me equivoqué, así fue.

—Hola, Fabiola, ¿estás bien?

Sonaba preocupada, supongo que por mi insistencia.

—No, no estoy bien, mamá, me haces mucha falta. —Mi voz se cortó y comencé a llorar.

—Tú a mí también, hija, pero debes comprender que la vida no se vive de la manera en que tú lo haces.

—Lo sé, mamá, créeme que ya lo comprendí —dije entre lágrimas como una niña pequeña.

—Cuando quieras puedes venir, Fabiola, esta es tu casa.

—Gracias, mamá, te llamaré mañana.

Me sentó muy bien hablar con ella, sentir esa calidez en su voz me hizo ver aún más cuanta falta me hacía estar con ella, esperaba sentirme de mejor ánimo para ir a verla porque no creo que acepte venir aquí, conociéndola, se negará rotundamente, pero me alegra que me contestara la llamada, sentí un gran alivio al escuchar su voz y saber que en cierta forma podía contar con ella, puesto que no se negó a verme, lo difícil sería contarle de mi embarazo y de que Leo ya no estaba a mi lado, eso sin contar que me pedirá una explicación de lo ocurrido con Joel.

Como prometieron las chicas llegaron a medio a día con comida china ¿Qué haría yo sin mis amigas? Ellas eran lo mejor que me había quedado de toda esta locura, en ningún momento me habían abandonado y lo agradecida mucho, ya pensaría luego como recompensarlas por tanto que han hecho, pasamos un buen rato en la piscina y por ese momento olvidé un poco todo lo que me estaba sucediendo.

—Fabi, sé que es muy pronto y no quisiéramos agobiarte con el tema. —Michelle miró a Carla indicándole con la mirada que continuara ella.

—¿Qué has pensado hacer con el tema de tu embarazo? —Aclaró la garganta y dio un sorbo a su jugo—. Digo, ¿vas a decirle a Leonardo o vas a esperar a investigar un poco más?

No sabía que responder a mis amigas, notaba su preocupación y yo más que ellas lo estaba, pero no tenía nada claro, no tenía idea de que hacer o de cómo actuar ante esta situación, era obvio que yo quería saber más de Leonardo, me intrigaba esa mujer que puedo imaginar era su pareja, pero quería confirmarlo para luego hablar con él o ¿hablaría primero?, no lo sabía y así se lo hice saber a mis amigas que no sabía qué hacer ante la situación, ellas me recomendaron reunir toda la información posible, debido a que si yo hablaba en primer lugar él ya estaría más alerta, cosa que dificultaría más seguirlo y pensando de manera objetiva eso era muy cierto, así que acepté el consejo de mis amigas. En la universidad nos darían unos días libres por la culminación del bimestre, por lo que acordamos que esos días serían perfectos para ocuparnos de Leonardo, ya que no tendríamos nada más que hacer.

Los días pasaban y mi depresión crecía, no tenía el valor de ir a ver mi madre, pero en ocasiones la llamaba por teléfono. Yo estaba totalmente distraída y perdida, en colusión, mi vida era un completo desastre. Yo, la que por años planeé mi vida para que fuera perfecta y alejada de los errores de mis padres, aquí estaba en la nada. Tenía las cosas que siempre quise y siempre pensé que eso sería suficiente, que me haría feliz, pero cuanto me equivoqué, ahora estaba esperando un hijo, el padre no me quería y no me sentía preparada para ser madre, me hallaba dentro de una película de la cual quería salir y no podía. 

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