Capítulo 15

—¡Fabi, despierta!

Sentía mi cuerpo balancearse débilmente, abrí de a poco los ojos y estaba en mi habitación con Leonardo, quien me colocaba alcohol en la punta de mi nariz.

—¿Qué sucedió? —pregunté intentando levantarme, pero él me lo impidió.

—Te desmayaste, Fabiola, voy a llamar al doctor Ponce para que te revise. —Se levantó, sacó su móvil y dio media vuelta para hacer la llamada.

—No —grité y él se giró mirándome confuso—, no es necesario, Leo, yo comí poco y ese ha de ser el motivo de mi debilidad.

Mentí, porque donde Leonardo llamara al doctor y confirmaran un embarazo delante de él, yo moriría. Confirmar mi embarazo era algo que debía hacer sola, bueno, en compañía de Michelle para tener un apoyo.

—Perdóname, Fabiola, tú no puedes amarme, no es justo contigo y por eso es mejor alejarme ahora. —Bajó la mirada y continuó sin mirarme—, todo lo que te he dado hasta ahora se queda contigo, en tu cuenta bancaria tienes dinero suficiente para cubrir tus gastos por mucho tiempo y te enviaré con Dominick el vehículo negro que tanto te gusta, ya lo he puesto a tu nombre.

—¡No quiero un vehículo, no quiero tu cochino dinero, Leonardo, yo te quiero a ti! ¿Por qué estás haciéndome esto, por qué? —Quería evitar llorar, aunque las lágrimas seguían amenazando con salir y en vista de que no recibía respuesta suya, respiré profundo para llenarme de valor y decir algo más—, pero si es lo que quieres, bien, ¡vete ya y déjame sola!

Lo contemplé alejarse tan decidido como siempre lo había sido en todo. No podía creerlo, me había enamorado de él y me estaba abandonando, eso nunca estuvo en mis planes, jamás, se suponía que debía estar feliz; tenía mi casa y dinero suficiente ¡Qué más podía pedir! Nada, pero, sin embargo, me sentía triste y vacía.

Me coloqué de lado abrazando mi almohada para hundirme en mi tristeza y soledad. Después de un rato llamé a Michelle para que se apresurara con la fulana prueba.

—Sí, amiga, en veinte minutos estoy allí —comentó al otro lado de la línea telefónica.

Colgué el teléfono y miré hacia arriba buscando explicación a la actitud de Leonardo, mas no la hallaba, por lo que decidí ducharme para tratar de aclarar mi mente que estaba a punto de explotar. El agua fría recorría mi cuerpo y, por primera vez, agua fría era lo que necesitaba. Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos en cuanto los recuerdos llegaron a mi memoria: como lo conocí aquella noche fría cuando me atropelló y como me hizo sentir cuando vi esos hermosos ojos azules que, para entonces, no significaban nada.

Salí de la ducha envuelta en melancolía y escuché sonar el timbre, no sabía cuánto tiempo había pasado dentro de la ducha, aunque asumí que debió ser mucho, porque solo esperaba a Michelle y ella tardaría en llegar. Bajé descalza con la bata de baño puesta para abrir la puerta a mi amiga.

—¡Sorpresa! —exclamó mostrando una pizza familiar y una botella de vino.

—Amiga, ¡gracias!

La abracé muy fuerte y entramos a casa.

—Fabi, tienes muy mala pinta, ponte algo cómodo, comamos, bebamos y, luego nos ocuparemos de lo demás.
Seguí su consejo y la dejé en la cocina sirviendo la pizza, mientras fui a ponerme algo más decente para poder bajar a deleitarme de una deliciosa pizza con mi gran amiga.

—Está deliciosa, Miche, eres la mejor amiga que se puede tener.

—Lo sé, lo sé —respondió entre risas.

—Leonardo me ha dejado, él solo vino a decirme adiós —dije de pronto.  Tenía que desahogarme o explotaría.

—¿Cómo es la cosa? —Soltó su copa de golpe y me miró fijamente—. ¿Te dijo por qué?

—No me lo dijo, le confesé que lo amo y sus palabras fueron: no debes enamorarte de mí.

Seguí contando a mi amiga como fue la despedida de Leo y a ella, al igual que a mí, le parecía extraña esa repentina decisión por parte de él si estábamos muy bien.

—Ahora sí, hay que seguirlo y averiguar qué es lo que le pasa a Leonardo y descubrir porque te ha abandonado de pronto.

—Si yo quie... El sonido del teléfono no me dejó terminar la oración, observé en la pantalla y era mi madre.

—Hola, mamá. ¿Cómo es…

—Eres una descarada, Fabiola, ¿cómo has podido? Yo no te eduqué de esa manera —gritó furiosa.
Eso era lo que me faltaba para culminar el grandioso día.

—Qué te ocurre, mamá, ¿por qué me gritas?, ¿qué hice ahora? —Cerré los ojos esperando su respuesta, no tenía idea del motivo de su enojo.

—¡Pobre Joel! vino a pedirme ayuda y me contó lo que le hiciste, estoy muy decepcionada, que sepas que, con esa actitud, Fabiola, no quiero saber nada de ti.

—Mami, primero escu... Mamá, ¡aló, mamá!
¡Me colgó! Increíble solo me faltaba quedarme sin madre.

—Joel es un estúpido, inmaduro y poco hombre —grité haciendo de mi mano un puño y cuando fui a darle a la pared Michelle se interpuso para detenerme.

—¡Hey, no, Fabiola!, ¿qué te dijo tu madre?, ¿por qué te puso tan furiosa? —preguntó sentándome en el sofá y agarrándome las manos.

—¡Amiga, dejemos el vino! Trae la botella de whisky que está en el bar y dos vasos.

Si yo había planeado mi vida desde siempre, porque ahora todo se me estaba saliendo de las manos, me sentía muy frustrada y sin saber qué hacer. Michelle volvió con los tragos y me aconsejó dejar la prueba de embarazo para otro día, debido a que si llegaba a salir positiva serían muchas emociones juntas, y sí, ella tenía toda la razón.

—Debes tranquilizarte, todo va a salir bien —animó.

—No es fácil, amiga, yo he planificado
cada aspecto de mi vida y, te aseguro, que nada de esto estaba en mis planes, enamorarme tampoco era una opción.

—A veces, el amor suele ser tu peor enemigo.

—Para mí lo es, me odio a mí misma por caer en esta absurda y tonta trampa sentimental.

—No te martirices, Fabi, vamos a descubrir que ocurre y lo vamos a solucionar, no estás sola.

—Gracias, en este instante no sé qué haría sin ti.

—Salud, por nosotras. —Alzó su vaso.
—Por nuestra amistad: lo único bueno y seguro que tengo.
.
.
.

Mi alarma retumbó muy temprano y me levanté sin nada de ánimos, luego de darme una ducha para irme a la universidad, caí en cuenta de que ya no tenía trabajo, en realidad, no lo necesitaba podía estudiar tranquila hasta acabar mi carrera y ejercerla, pero tenía que distraerme en algo.

—Buenos días, señorita Fabiola —dijo Dominick interceptándome apenas abrí la puerta de mi casa.

—Dominick, ¿qué haces aquí? —dije sorprendida—. Vine a entregarle su auto, me ha enviado el señor Leonardo, tenga su llave.

—Leonardo pudo haber tenido la decencia de venir y darme la cara —contesté de mala gana.

—Yo solo cumplo ordenes, señorita. —Me entregó la llave.

Las tomé sin poder creer que Leonado me estuviese abandonando, miré el auto, luego las llaves y solo asentí con la cabeza a Dominick que me miró con pesar: debo darle lástima.

—Dentro están sus papeles, puede usarlo ahora mismo si lo desea. Me dedicó una sonrisa cordial y se marchó.

Sí, seguro que voy a usarlo, si no tenía ni idea de cómo encenderlo, nunca me preocupé en aprender, así que guardé las llaves en mi bolso y tomé un taxi a la universidad. De camino envié un texto a Michelle.

Voy en camino, nos vemos en la entrada de la facultad 
Cuando bajé del taxi divisé a Michelle y a Carla sentadas de espaldas en los bancos del corredor de la facultad.

—Hola, bellezas —saludé con zalamería. 

—Al salir de aquí comenzaremos a espiar a tu guapo millonario, ¿bien?, Carla irá con nosotras.

Michelle se puso de pie para darme un beso en la mejilla y Carla saludó con la mano desde su asiento.
Estaba muy agradecida con mi amiga, era la mejor y me estaba apoyando en todo sin juzgarme. Abrí mi bolso, saqué las llaves del coche y se las mostré a ambas; ellas se miraron y sonrieron al mismo tiempo como si ya lo supieran.

—Sí, chicas, son las llaves de mi auto, Leonardo ordenó que lo dejaran temprano en mi casa.

—Tenemos que verlo, ¿dónde lo estacionaste? —Carla empezó a mirar a todos lados.

Sabía que ambas se iban burlarían de mí al decirles, pero me tendría que aguantar.

—No sé conducir y no lo traje. —Tapé los ojos avergonzada.

—¡Oh, Dios mío! —dijeron y rieron al unísono.

—El fin de semana te enseñaremos —agregó Carla y Michelle asintió.
Entramos a nuestra clase, donde, realmente, no presté atención a nada, no me enteré de que hablaron en lo absoluto, por suerte, llevaba buenas calificaciones, porque de lo contrario, estaría perdida. Salí de allí a comer con las chicas y luego seguiríamos a Leo, no estaba segura de hacerlo, me daba terror ver algo que no me gustase, sentía muchísimos nervios.

Almorzamos en un sitio de comida italiana cerca de la oficina para poder estar atentas.

—Listo, Fabi, llamé a mi hermana y nos prestará su auto sin problema. —Aplaudió y me dio un cálido abrazo.

—Gracias, Carla. Gracias a las dos, estoy muy nerviosa, chicas, no sé si debamos hacer esto.

No tenía derecho, quién era yo para seguirlo.

—Si debes, Honey. —Golpeó sutilmente la mesa, alzó su mano y con sus dedos empezó a enumerar—. Primero, fuiste su pareja bastante tiempo; segundo, puede que estés embarazada y tercero, estás enamorada.

—¡Exacto! Y una mujer enamorada hace cualquier cosa —agregó Carla apoyando a Michelle.

Pasamos un rato más charlando, mientras llegaba la hermana de Carla. En cuanto llegó, le agradecimos y ella se fue con una amiga, nosotras nos subimos al auto y yo me situé en la parte trasera para no ser tan vista; esperamos mucho tiempo, pero tal y como supuse a las seis de la tarde Leo salió del edificio, subió en la parte de atrás del auto y Dominick comenzó a conducir.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top