Capítulo 13

Caminé descalza hacia el mini bar y me serví una copa de vino para pensar bien las cosas porque el recuerdo de la escena que visualicé en la entrada de ese bar me estaba perturbando. Joel estaba mal por mi culpa, bueno, más bien suya porque si él fuera un hombre con aspiraciones yo nunca hubiera pensando en abandonarlo, jamás, pero ahora que lo tengo todo, me hacía falta amor, ese amor que solo me proporcionaba Joel con su ternura, aunque con Leonardo me sentía importante, sexy, deseada, una diosa…

«De que te sirve el amor si no tienes dinero»

—¿De qué me sirve el amor si no tengo dinero?

Estaba muy confundida, extremadamente confundida...

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Mi día había sido completamente aburrido, en la universidad nada interesante, en la oficina Leonardo estaba muy ocupado en sus cosas y en vista de que yo solo pensaba en Joel, decidí buscarlo. No podía reprimir más las ganas que tenía de verlo, así que fui al bar de mala muerte del que me habló mi madre, mas no lo encontré allí, por lo que me dirigí a su piso y con determinación toqué a su puerta.

—Fabiola, ¿qué haces aquí? —preguntó sorprendido, era evidente que no me esperaba ni hoy, ni nunca—. Pasa, por favor.

Entré en aquella pieza y sentí tanta lástima. Qué diferencia a como yo estaba viviendo, pero vine a comprobar una sola cosa y no iba a perder el tiempo pensando estupideces.
Me acerqué a Joel y lo aventé contra la pared mirándolo fijamente, luego uní mis labios a los suyos y devoré su boca invadiéndola con mi lengua, toqué con devoción ese cuerpo que tanto añoraba. Deseaba que él me hiciera suya, o no, lo que de verdad quería, lo que anhelaba era hacerlo mío, así que me separé de él y con su atenta mirada me fui quitando la ropa hasta quedar completamente desnuda, él me miraba sin decir nada, se notaba el desconcierto en su rostro, di unos pasos para acercarme y ponerme de rodillas y sin apartar la mirada de la suya quité el botón de su pantalón, el cual bajé lentamente y, posteriormente, bajé también su bóxer dejando libre aquella increíble erección que deseaba y sin pensarlo lo introduje en mi boca saboreándolo y masajeándolo con mis manos, el me haló suavemente del cabello y me llevó de nuevo a sus labios, me levantó en sus brazos y caminó conmigo hasta su cama para dejarme en ella con delicadeza. Joel se colocó sobre mí y comenzó a hacerme el amor con dulzura, pero no era lo mismo, no sabía qué pasaba, lo que si sabía con seguridad era que no lo estaba disfrutando en lo absoluto, ¿por qué? No lo podía saber.

—Joel, debes disculparme, esto no puede ser y tengo que irme. —Me levanté, busqué mi ropa y comencé a vestirme a toda prisa, mientras me sentía la mujer más miserable y vacía del planeta entero.

No sabía qué rayos pasaba conmigo, pero no sentí lo mismo que antes, me gustó, sí, pero esperaba más, aunque no tenía certeza de que era más, ¿más sería Leo? Dios mío, me estaba enloqueciendo y Joel no lo merecía.

—¿Cómo que no puede ser? Mi amor, nos amamos, me lo acabas de demostrar. —Me tomó de la mano con intenciones de besarme, pero me aparté.

—No, Joel, yo solo quería saber si todavía sentía algo por ti, pero la verdad es que no, ya no es lo mismo, te ruego que me perdones.

—¿Qué te perdone? Estás jugando conmigo, Fabiola, ¿por qué me haces esto? ¡Explícame! —exigió con los ojos vidriosos.

No dije nada y continué vistiéndome para salir de allí.

—¡Perdóname, Joel!
Caminé hacia la puerta de salida y él se apresuró a detenerme para tomar mi mano.

—Ojalá puedas librarte de tus demonios algún día, Fabiola.

—¿Quién te dijo que yo quería librarme de ellos? No seas ridículo —contesté alzando una ceja y retirando bruscamente su mano de la mía.

Salí de allí confundida por la situación, no sabía qué hacer, me sentía miserable, estúpida, llena de enojo y desespero. Llegué a la avenida, caminé hacia donde estaban aparcados los taxis y me subí al primero que vi. De camino a casa llamé a Michelle y le pedí que se quedara conmigo esta noche, tenía que hablar con alguien urgente o moriría, no podía seguir guardándome todo esto que me estaba consumiendo, una vez quedé con mi amiga le timbre un par de veces a Leo y como era de esperarse no me contestó, así que no volví a llamarlo.

El camino a casa se me hizo tortuoso, me sentía ansiosa y llegué a casa perturbada y llena de dudas, me duché, me vestí con unas prendas cómodas y esperé a Michelle que no tardó en llegar.

—¿Qué te pasa, Fabi? ¿Por qué me llamaste con tanta urgencia?

—Me estoy volviendo loca, amiga, hoy te contaré todo, absolutamente todo, sobre mi novio millonario y mi ex.

—¡Hasta que por fin! Algo grave debe haberte sucedido para que decidieras contármelo todo, siéntate que voy por dos copas.

«Ahora cómo empiezo a contar toda esta historia, como se lo digo sin que salga de aquí en una carrera y deje de ser mi amiga, pensé»

Cuando Michelle llegó con dos copas y una botella, prácticamente le arranqué una de las copas y di un trago a mi vino, lo necesitaba para iniciar. Comencé a relatar desde mi padre hasta el día del accidente, ese donde conocí a Leonardo y ella solo escuchaba con expresión de asombro como si se tratara de una película.

—Fabi, si tú querías a tu novio, ¿cómo te dejaste llevar así?, es obvio que te deslumbró el dinero, aunque ya existe algo más, ¿no es así?

—¡Exacto! Lo de Leonardo lo hice por dinero y desde hace semanas sentía que necesitaba a Joel, pero sucede que cuando estuve con él no sentí lo mismo de antes, yo, yo me...

No pude más y me fui en llanto, Michelle me sujetó y abrazó con fuerza para tranquilizarme y que yo pudiese continuar, respiré profundo y seguí.

—Amiga, hoy cuando estuve con Joel solo pensé en Leonardo, en la manera en la que estaba con él, en su forma de poseerme, Joel fue muy tradicional y no me gustó, no me sentí como una diosa: que es, justamente, lo que Leonardo me hace sentir, tampoco sentí esas mariposas en el estómago que años atrás sentía con Joel.

—Yo lo que veo es que te gusta mucho tu millonario y no te habías dado cuenta hasta hoy, de que no es el dinero, sino él, tú te estás enamorado de ese hombre, Fabiola.

¿Enamorándome de Leonardo?, ¿podría ser cierto? No, para nada, ¿o sí?

Le conté a Michelle de las ausencias de Leonardo, las reglas que me impuso en principio de la relación y, al igual que a mí, a ella también le pareció muy extraño.

—Fabi, lo que podemos hacer es seguirlo y así sabremos qué hay detrás de todo esto.

Sí, esa sería una solución, pero me causaba terror que pudiésemos descubrir algo que no me agradara, porque me gustara o no, la realidad era que yo no tenía derecho a exigirle nada, absolutamente nada ¡No a estas alturas!

—Me da miedo, Michelle —admití tapando mis ojos y llorando de nuevo.

—¿Miedo de qué, amiga? no tienes nada que perder, ¿o sí? Tú dices que no lo amas.

Al oír esa frase me quedé pensando nuevamente, ¿lo amaba? no lo sabía, pero me sentía muy extraña con esta situación y era muy diferente a como me sentía con Joel.

—¡Tengo una idea! —anunció de pronto haciéndome dar un salto de susto—. ¿Por qué no hablas con él, dile cómo te sientes y pregúntale el porqué de su actitud?

No sabía si era prudente hacer eso, si no lo pregunté al momento que me dijo sus exigencias, porque lo haría ahora.

«No lo arruines»

—Shuuu.

—¿Me estás chitando? —dijo una incrédula Michelle.
¿Cómo le digo que no era a ella? No podía, así que proseguí.

—Sí, amiga, bueno, no exactamente, es solo que estoy confundida, no sé si es prudente hacerlo, no tengo derecho —dije sollozando.

—Bueno, amiga. Tienes la solución, únicamente deberás pensarlo muy bien, ahora ven, pongamos un poco de música y sigamos tomando nuestro vino.

Life's like this, that's the way it is, because life's like this, that's the way it is…

Cantábamos a todo pulmón repitiendo a Avril laving muy borrachas hasta que nos dieron las cuatro de la mañana y por no haber más vino nos fuimos a dormir.

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