Capítulo 10

Desperté en mi hermosa habitación sintiéndome fuera de la realidad, el reloj de mi móvil marcaba la diez de la mañana y yo no tenía ni mensajes, ni llamadas de Leo, cosa que me estaba pareciendo un poco extraña. Tumbada en la cama sin nada que hacer, pensé en que no había comprado nada para cocinar y no creía que de eso también se había encargado Leonardo.

Salí de la cama y cepillé mis dientes para bajar a la cocina. Una vez allí, abrí la nevera y comprobé que tenía absolutamente todo tipo de comida: Frutas, verduras, carne, pollo, tocino, huevos y lácteos; caminé hacia la despensa y, también conseguí paquetes de tallarines, arroz, cereal y otras cosas más, de verdad que Leonardo no podría ser más perfecto, único y maravilloso; pensó en todo.

«Sí, perfecto, pero tú solo buscabas esto y ya lo tienes»

Mi cuerpo se paralizó de pronto y con los ojos muy abiertos comencé a mirar a todas partes, mas no vi a nadie, intenté moverme, pero no pude, mi corazón comenzó a latir más rápido y volví a escuchar:

«Tú solo buscabas esto y ya lo tienes»

—No empieces y déjame en paz ¡Por favor! —sollocé sin poder evitarlo.

Aturdida y agobiada, por esa voz que atormentaba constantemente mi cabeza, me derrumbé sobre el suelo frío de mi cocina, mientras que seguía escuchando que me decía:

«Solo te importa el dinero, deja el sentimentalismo»

Cubrí mis oídos con las manos, al tiempo que le gritaba desesperada que parara de una vez por todas, aunque resulto inútil, seguía molestándome, consumiéndome, matizándome...

—¿Quién eres?, ¿por qué me atormentas? —grité.

«Tú sabes perfectamente quien soy»

—No, no lo sé y no quiero saberlo, solo te pido que te alejes de mi mente y que me dejes vivir tranquila —grité desorientada.

No supe cuánto tiempo permanecí en el suelo, tampoco, en qué momento dejé de escuchar la voz que me atormentaba; abrí los ojos despacio esperando nuevamente su voz, que, por suerte, no apareció, me levanté con cautela y sentí la migraña instalarse en mi cien, me apoyé en el mesón de la cocina intentando calmar mi cuerpo y una vez lo conseguí, me serví un vaso con agua.

Lugo de encontrarme más tranquila decidí comer un poco de cereal con leche y trozos de fresas, serví todo en un tazón y volví rápidamente a mi habitación. Estando allí, me fijé por primera vez en que no tenía un televisor, ¡qué aburrido!, volteé mi cara y entonces me di cuenta que tenía un panel con un botón rojo en la pared, lo presioné y al abrirse estaba un control remoto y otro botón, pero de color verde, saqué el control y presioné el botón verde brillante, acto seguido se descubrió la pared de en frente dejando ver un televisor pantalla plana muy grande. Era increíble, maravilloso todo lo que encontraba en la que ahora era: mi casa.

En cuanto terminé mi desayuno decidí llamar a Leo. El teléfono timbro muchas veces, estaba a punto de colgar cuando por fin contestó.

—Hola, amor, ¿todo bien contigo?

—Nena, ahora no puedo hablar, pasaré más tarde a verte.

Y sin más me colgó...

Algo con Leonardo me estaba pareciendo inusual, ¿por qué nunca llamaba?, ¿por qué jamás dormíamos juntos? No sé por qué, pero de pronto pensé en Joel y una tristeza se clavó en mi pecho creándome un dolor intenso; él no tenía dinero, pero sí que tenía amor de sobra para darme, sus besos y sus caricias no se comparan con los de Leo, Joel me besaba y me hacía el amor con ternura; Leo, en cambio, es apasionado y salvaje. Sinceramente, si Joel tuviese el dinero de Leonardo sería el hombre perfecto, porque me encantaría tenerlo aquí a mi lado y poder compartir este espacio con él.

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas como si de una niña se tratase. El sonido de mi móvil me hizo aterrizar y era Leonardo.

—¿Ya vienes, amor? —contesté tratando de que no se percate de mi llanto.

—No, nena, de verdad te pido disculpas, pero estoy ocupado con mi padre en un tema de la empresa y no creo poder desocuparme a tiempo, te paso a recoger mañana a las seis para llevarte a clases ¿De acuerdo?

—Lástima, amor, tenía muchas ganas de verte, te espero mañana, resuelve tus asuntos y piénsame mucho.

Luego de hablar con él y saber que no vendría, decidí llamar a Michelle para no seguir sintiéndome tan sola y miserable.

—Amiga, ¿cómo fue tu primer despertar en tu fabulosa casa?

—De maravilla, me parece un sueño, amiga —grité al decirlo como una adolescente—. ¿Qué harás por la tarde?

—Eres la más afortunada, ¿lo sabias? Y estaré en casa terminando el informe de derecho romano, ¿si recuerdas que es para mañana?

—Lo había olvidado, pero lo tengo adelantado, si quieres vienes y acá lo discutimos y terminamos juntas, también tenemos que repasar la ronda de preguntas.

—¿Ir a tu casa?, me encantaría, Fabi. Aquí mi madre se pasea con su súper novio número tres, tan empalagosos y fastidiosos que deseo salir corriendo, nos vemos en una hora.

—Déjala disfrutar su amor

Ambas reímos y corté comunicación.

Recogí la bandeja del desayuno y llevé todo a la cocina, lo lavé y ordené un poco el desastre que dejamos el día anterior. Después de limpiar me sentí un poco acalorada así que me quité la ropa y fui a la piscina para refrescarme un poco. Dentro del agua, una sensación extraña se estacionó en gran parte de mi interior, atravesando cada partícula de mi ser; tenía lo que quería, pero aun así el vacío que llevaba dentro era impresionante. Nadé un poco y, luego salí para irme a mi habitación a darme una rápida ducha, me coloqué un pijama, pantuflas y recogí mi cabello en una dona, al cabo de unos minutos escuché el timbre y bajé para abrir.

—Pero si ya hasta pareces una millonaria de esas que vemos en revistas, Fabiola. —Michelle me estampó un beso en la mejilla.

—Eso espero ser algún día, tonta. —La halé de un brazo para que se apresurara y cerré la puerta.

Nos instalamos en el pequeño y hermoso escritorio de mi habitación con nuestras laptops para terminar nuestros informes de derecho romano, aclaramos ideas juntas e investigamos cien cosas acerca de una notaría, todo nos tomó alrededor de una hora, quizás más.

—Listo, al fin terminamos y muero de hambre, ¿qué hora es? —preguntó Michelle estirándose un poco.

—Yo también tengo muchísima hambre, amiga. —Observé la pantalla de mi móvil y vi en el, que eran las dos y treinta de la tarde—. Como no vamos a estar hambrientas si ya son las dos de la tarde, bajemos a cocinar algo —dije levantándome del escritorio.

Miramos todo lo que había en la cocina y nos decidimos por milanesa de pollo con ensalada cocida y tostadas, colocamos música y nos encargamos juntas del arte culinario.

—Ya está, todo se ve que nos quedó divino, en la despensa de la derecha están las bandejas, toma dos —indiqué.

Colocamos la comida en las bandejas y nos fuimos a almorzar a la sala.

—Fabi, no vas a contarme todo ese misterio con el hombre que te compró esta casa —interrogó Michelle en modo fantasmal sonando muy graciosa.

—Ya te lo contaré, amiga. Algún día lo haré.

¿Lo haría algún día?, ¿hablaría de él con alguien?, de verdad quería contarte todo a Michelle, pero había acordado con Leo no hablarlo con nadie y no sé si cruzar esa línea.

Michelle y yo almorzamos y pasamos la tarde viendo televisión, las horas pasaron muy rápido, cuando el reloj marcó las siete de la noche ella se despidió y se fue.

Subí para descansar, pero me invadieron los recuerdos, la soledad de mi habitación me estaba consumiendo y como si me manejaran con un control remoto agarré mi móvil y marqué el número de Joel. Lo dejé sonar un instante y cuando decidí colgar me contestaron...

—Diga. —Una voz femenina me habló al otro lado, me quedé muda, no pude decir absolutamente nada y colgué.

Joel estaba con alguien y eso no me agradó, ¿egoísmo?, quizás. No sabía que era lo que estaba sintiendo exactamente, de pronto mis ojos se achicaron, la respiración comenzó a fallarme y llorar sin parar fue mi única opción.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top