EN LA TENTACIÓN

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¿Cuánto tiempo había pasado desde su aniversario, desde que la lámpara apareció como un as importante en su desreciable vida? Jungkook no podría decirlo con precisión, el tiempo se le había pasado lento como un caracol, y a la vez tan rápido como si ese caracol estuviera montado en una patineta. Calculaba unos cuatro meses desde entonces. Jungkook se negaba a recapitular los sucesos importantes de su vida hasta el momento.

Le resultaba más espeluznante que una bendición. Por ello, no había vuelto a pedir otro deseo desde que consiguió su ascenso.

Le enfada el repentino timbre que le interrumpe, una tarde de sábado en casa. Desde la entrada puede ver un par de sombras esperando él, no tiene de otra mas que resignarse y levantarse a recibir a quien quiera que sea. Cualquier rastro de molestia se evapora al visualizar al primo Kim y su amigo, que tan desaparecidos andaban últimamente.

—¿Por qué siempre que venimos nos recibe uno o el otro? Ya no los dos juntos —protestó Jung cuando se instalaron en el living room, con botellas de soju y comida callejera en la mesita. Era broma, en realidad no se esperaba tanto silencio en el hogar de la pareja, por lo que su voz sale con genuina confusión después—. ¿Dónde está Taehyungie?

—En la mudanza, está asegurándose de que todo vaya en orden durante el traslado de una galería a otra —respondió Jungkook con modorra, echándose en el sofá individual.

Le picabaan los ojos por tantas horas frente a la computadora y el estómago le mataba de hambre, agradecía que los chicos hubieran llegado en el momento indicado. Le hacía falta un descanso.

—¿Ya está llenando la nueva galería? —preguntó Namjoon, dándole un vistazo preocupado a su roomie, aprovechando que el menor se distraía con las vistas del techo. Hoseok coincidía en su preocupación—. Creí que ibas a ayudarle.

—No me hagas sentir mal, hyung —lloriqueó el azabache, llevandose las manos a la cara—. Me moría por ir, pero desde que soy el jefe de edición estoy enfermo de trabajo, incluso tengo que traerlo para terminarlo en casa. Llevo horas sentado frente a la computadora, ni siquiera he almorzado.

—Kook, si crees que el trabajo es demasiado y ya no te hace feliz, ¿por qué no renuncias? Eres joven y tienes mucho talento, conseguirás otro de inmediato.

—Porque esto es lo que quería —murmuró Jungkook detrás de sus manos.

—Nuestro inconsciente evoluciona constantemente, por ende nuestras aspiraciones también cambian. Hobi hyung tiene razón, Jungkook, no te sería difícil conseguir otro trabajo donde estés más cómodo.

El azabache los sorprendió cuando se incorpora de golpe en el sofá, apoyando los codos en las rodillas y la mirada decidida, pero a la vez llena de intriga, directa a la mesita ocupada de comida que ninguno había tocado hasta el momento. Se mordisqueó los labios, indeciso entre externar aquello que le perjudicaba la consciencia o seguirlo reteniendo. Quería hacerlo, pero no quiere quedar como un loco frente a seres tan prudentes como ellos. Tan concentrado en su mente estaba, que ni siquiera se dio cuenta de que ambos chicos lo miraban inquisitivos, como esperando pacientemente a que les dijera lo que, evidentemente, trataba de decir.

—Es sólo que... Esto es lo que se supone que quiero, yo lo pedí. Las cosas han cambiado a mi favor según lo que he deseado, pero por algún motivo no me encuentro satisfecho en absoluto —divagó en voz alta, ajeno a las miradas doblemente preocupadas que intercambian los mayores—. No se siente como algo bueno. ¿Se trata del karma, acaso?

—Jungkook, es mejor que comamos ahora. Y que después duermas un rato, ya estás delirando —dijo Namjoon, preocupado por la posible falta de cordura del menor. Hizo una seña a Hoseok para que le ayudara a destapar la comida, con la intención de que el olor despertara el apetito aparentemente inexistente del azabache, pero éste se puso de pie de un salto.

—No estoy delirando, yo tampoco quería creerlo hasta que las coincidencias surgieron con cada vez menos explicaciones. Esperen aquí.

A pesar de su hambre, se obligó a ignorar la comida y a los confundidos hombres para ir y volver con rapidez de la recámara, de donde regresa con el cubo de microcosmos en brazos. La colocó en medio de la mesita ratona, casi tirando las bebidas que Jung atrapó ágilmente.

—¡Con cuidado, Kook!

—¿Qué es eso? —inquirió el primo Kim, ignorando el posible desastre que podía haber causado.

—Una lámpara de los deseos, Taehyung me la dio en nuestro aniversario. Y sé que suena absurdo, pero ha cumplido los deseos que le pedí.

Para probarlo, Jungkook les contó con lujo de detalles las supuestas coincidencias vividas hasta ahora: el accidente de Joohyun, quien ya no mantenía contacto con Taehyung; la llamada de su padre el día siguiente, a quien seguía visitando regularmente y siempre era bien recibido; el repentino triunfo de su novio, su propio ascenso... No había forma de negar que resultaba intrigante la naturaleza de cada suceso. Hoseok, quien era el más supersticioso de los dos invitados, vigilaba de cerca el cubo escuchando atentamente lo que el menor les narraba. Era sorprendente que un objeto inanimado tan impresionante, tuviera tan preocupado a su menor.

—¿Qué dicen los símbolos? —le preguntó cuando termina su historia. A su costado, Namjoon se mantuvo con una mano sujetándose el mentón.

—No lo sé, es chino antigüo, ya nadie lo usa en la actualidad... Voy a comer, me muero de hambre —avisó antes de llevar una porción de la bandeja a su boca. Continuó hablando sin terminar de masticar propiamente, incapaz de detener el flujo de ideas ahora que lo había liberado—. Una vez intenté traducirlo tomando una foto, pero no hay resultados disponibles.

—¿Por qué no vas con alguien de tu familia? Si son de descendencia china, es probable que los más mayores sepan un poco.

—Debería ir a la tumba de mi tatarabuelo en ese caso. Mi abuelo no tiene nada qué hacer con eso... —y justo en ese momento, llegó a él una respuesta tan obvia que casi tuvo ganas de golpearse por no pensarlo antes—. Tonto Kookie, claro que conoces a alguien. ¡Namjoonie hyung!, no sé qué haría sin tu asombroso y sexy cerebro.

—Aigo...

Por la noche, decidió no contarle a Taehyung sobre sus planes todavía. No deseaba perturbarlo como él mismo lo estaba. Prefirió acurrucarse en sus brazos y besarle la línea de la mandíbula que tanto le gustaba, hasta descender por su cuello y dibujarle besos en las clavículas.

—Kook, por favor, hoy quiero dormir —murmuró Tae en un hilo de voz, conteniéndose las lágrimas pero siendo demasiado astuto para hacerlo pasar como cansancio—. Fue un día duro, sólo abrázame hasta que me olvide de todo.

A Jungkook le resultó extraña su petición, mas no insistió y simplemente besó la mejilla. Taehyung se dio la media vuelta para apagar la lámpara de noche ubicada en su lado de la cama, la oscuridad se adueñó de la habitación de inmediato, pero no permitió que lo agobiara y esperó a que su novio le abrazara tal como solicitó. Sus brazos le aprisionaron y el par de piernas se enrroscaron en las contrarias.

—¿Por qué siento que estás poniendo distancia entre nosotros? —murmuró Jungkook, pero en ese silencio de la recámara sus bisbiseos surgieron con fuerza.

Taehyung temía esa pregunta, porque no podía expresar la respuesta. Sabía que no podía seguir ignorando el tema, pero esa noche prefirió fingir que si presionaba sus párpados con suficiente fuerza, los problemas desaparecerían.

—No es así, Jungkook. Vamos a dormir.

Pese a la angustia que le generaba estar separado de Taehyung un domingo, el único día de la semana que pasan unas pocas horas más juntos, además de mentir descaradamente, esa tarde Jungkook se disculpó con él y le aseguró que volvería para ayudarle en la galería apenas se desocupara. Después, Jungkook partió a casa de sus padres, donde esperaba tener algo de suerte. Su madre fue la primera en recibirla en la elegante propiedad, sujetándole la cara para besarle las mejillas.

—Oh, mi niño, estás de nuevo aquí. ¿Otra vez Taehyung no viene contigo?

—No, mamá, se está trasladando de galería, pero te manda saludos.

—Una lástima, debe estar tan estresado. Por favor, avísanos cuando inaugure la nueva galería para ir a visitarlo, me encantaría verlo pronto.

—Mamá, actúas como si no hubiera venido conmigo la semana pasada.

—Pero lo extraño, los había extrañado mucho a los dos. Ven por aquí, tu tía también está de visita.

Jungkook sonríe ameno, dejándose llevar por la mano que le sujeta en guía hasta la cocina.

—¿Cuál tía?

—Eso no se pregunta, Jungkookie.

Agradeció a cualquier fuerza superior que se encuentre gobernando el universo, porque quien estaba ahí sentada vestida tan elegante como su madre, era la tía Min. Por fortuna, su hijo también estaba de compañía. La persona que estaba por buscar.

—Yoongi-ah, mira quién está aquí —canturreó su madre mientras se acercaban a la isla de la cocina. El hombre de ojos gatunos le sonrió sin mostrar los dientes.

—Primo —saludó, y Jungkook correspondió de la misma forma antes de besar la mejilla de su tía.

El azabache tomó asiento a su lado y se esfuerzó por seguir el hilo de la conversación de la familia, pero apenas podía concentrarse por pensar en cómo sacaría el tema a la luz a su primo. Cómo podrá pedir su ayda.

—¿Dónde está tu novio? —preguntó el chico castaño cuando le aburrió la plática de las mujeres.

A Jungkook comienza a fastidiarle escuchar seguido esa pregunta, porque significa que tiene que admitir nuevamente en voz alta que ya no tienen tanto tiempo para estar juntos. Aquello le dolía, más que enojarle.

—Trabajando —se limitó a responder.

—Me alegra que le esté yendo bien. Escuché que el modelo Kim incluso le pidió un retrato.

—Lo hizo, mi amor es muy talentoso. Y Seokjin-ssi quedó encantado con su estilo, le fue de ayuda su gran influencia para que Taehyung creciera.

Yoongi asintió, quiso comentar que quizá Seokjin había querido ayudar al artista porque se especulaba que también era gay, pero no sabía si sería ese un comentario inoportuno, por lo que prefirió callar.

—¿Y a ti, hyung? —sonó un poco más desesperado de lo que pretendía, sin querer que pasara la oportunidad de hablarle—. ¿Cómo te ha ido?

—Soy maestro en una facultad —respondió, un poco tímido porque de repente la atención se volteara hacia él.

—Enseñas chino, ¿no es cierto? La última vez que nos vimos te querías especializar en el profesorado.

—Si, así es. Me sorprende un poco que lo recuerdes.

—Soy bueno memorizando. De hecho, recuerdo también que querías aprender sobre el chino antigüo...

—Si, lo conseguí, hace unos años asistí a un curso.

—¿Y te sirvió? —insistió, notando que sin querer se ha inclinado mucho hacia él, expectante—. Es decir, si te pidiera que tradujeras algo, ¿podrías hacerlo?

Yoongi frunció las cejas, más que confundido por la curiosa petición. Pero no tenía una razón clara para negarse, así que fue cuestión de tiempo para que ambos se instalaran frente a la cajuela abierta del coche de Jeon, donde tenía guardado el artefacto antigüo.

—Una lámpara de los deseos —adivinó Min en cuanto la ve. Jungkook asiente, pasándola cuidadosamente a las manos contrarias.

—Exacto, pero tiene grabados en chino que no comprendo.

—Bueno, en este lado habla sobre las reglas de los deseos, al parecer.

—¿Reglas? —repitió Jungkook, mirando curioso por encima del hombro de su primo a pesar de que no puediera entender las inscripciones.

—Si, "Extiende tus manos sobre mí; si me abandonas o pierdes, desharé todos tus deseos". Parece que tienes que mantenerla bien cuidada —su primo intentó bromear, pero Jeon se apresuró a señalar el resto del área donde aparecían los símbolos, preguntándole qué dice allí—. Uh, aquí dice... "Con cada deseo pedido, te retiraré algo importante".

—Algo... ¿importante? ¿Qué significa, hyung?

—No lo sé —respondió Yoongi despreocupado—, creo que es como un pago a cambio de conceder un deseo. Suena tétrico.

Lo era, sin duda. Jungkook no podía dejar de pensar en eso el resto de la tarde, al punto de que no se sintió capaz de quedarse en la soledad y decidió dirigirse al edificio donde se hospedaban el primo Kim y Hoseok. Ellos vivían juntos desde hace un par de años, con la excusa de reducir el pago de los servicios públicos al dividirlos entre los dos. Cuando Hoseok le abrió la puerta, la sonrisa de verlo se le desdibujó por el gesto preocupado de su dongsaeng.

—¿Cuántos deseos has pedido, Jungkook? —preguntó nuevamente Namjoon, mas que preocupado después de que les contó la traducción.

Habían intercambiado las posiciones en la charla de ayer; esta vez los roomies se encontraban de pie frente al sofá, y Jungkook interrogado sintiéndose diminuto en los cojines. La lámpara, cruel cómplice del momento, se encontraba en la mesa ratona del living room ajeno.

—Cuatro —murmuró al fin.

—Cuatro, bien, no son muchos —Namjoon intentó tranquilizarlo. Hoseok, en cambio, prefierió quedarse en silencio—. Ahora trata de hacer memoria, ¿qué cosas malas han pasado a raíz de cada deseo que pediste?

Hizo lo que le piden, a pesar de que le costaba mantener cerrados los ojos.

—El gato que Taehyung y yo cuidábamos dejó de ir a la casa —empezó a narrar Jungkook, temeroso—. Lo veo a veces por el vecindario, pero no ha vuelto a acercarse a nosotros desde que pedí el primer deseo. También... dejamos de tener el apoyo de la Señora So, que en paz descanse... Y creo que... por eso Taehyung y yo no tenemos tiempo para el otro.

Claro, ahora se da cuenta. Creía que se trataba de la única coincidencia real, sin embargo, al parecer que Taehyung pasara más tiempo en el trabajo, como un artista reconocido, era un arma de dos filos.

—¿Qué más? Falta una consecuencia —insistió Hoseok.

—Creo que es todo.

—Entonces todavía no ha cobrado el pago por el último deseo.

—O lo cobró —interrumpió Namjoon, sujetándose el mentón—, y todavía no te has dado cuenta.

Al otro lado de la ciudad, Taehyung daba las indicaciones a los hombres de la mudanza sobre la ubicación de cada uno de sus muebles. Era una tarea difícil, aunque no fuera él quien ejercía el trabajo físico, y en el fondo comenzaba a creer que fue una mala idea trasladarse. No obstante, el nuevo piso era lindo y él estaba contento de sólo imaginar el resultado final. Tan distraído estaba durante el corto descanso, sentado en el suelo solitario del segundo piso, que no visualizó que una figura distinguida se escabullía al interior de la construcción, hasta que lo tuvo frente a él.

—¿Qué haces aquí? —inquirió con poco ánimo, pese a que la sonrisa del otro fuera divina.

—¿No estás feliz de verme, Taehyung?

—Te dije que no hacía falta que habláramos de frente, puedes contactarme por teléfono o por E-Mail —repitió, incómodo pero sin la voluntad suficiente para verle a los ojos.

—¿Y dónde está el encanto en eso?

No quería comportarse grosero con él, mas no tuvo de otra cuando aquel rubio intentó sujetarle del brazo. De inmediato se puso a la defensiva, de pie a una distancia prudente de él.

—No me toques. Retírate, por favor.

—¿Por qué estás actuando así conmigo? Sólo quería venir a ver qué tal va la nueva galería.

—Seokjin, te lo dije... aquella vez. No estoy interesado en seguir teniendo contacto contigo. Lo que hicimos no debió pasar, estoy arrepentido y no quiero repetirlo.

—Dices eso y sin embargo, si estuvieras en mi lugar y vieras esa mirada que tienes ahora, entenderías porqué no soy capaz de alejarme. Me deseas, Taehyung.

—No lo hago. Si te veo con súplica, es porque quiero que te vayas.

Seokjin intentó acercarse, pero el mismo paso que dio, Taehyung le retrocedió. Con los brazos cruzados y los ojos llorosos, irguió su postura. Él sabía que quería poner distancia, pero no comprendía porqué su cuerpo actuaba con deseo, luchando por querer abalanzarse sobre el modelo; ser él quien esta vez tuviera la iniciativa del encuentro. Luchó con todas sus fuerzas por apartar esos deseos de su cabeza, no queriendo dañar más el corazón de su dulce Jungkookie.

—Si no te vas, hablaré en redes sociales —amenazó con voz clara, sin despegar su mirada de los ojos hechizantes de Seokjin—. Tengo la ventaja, todos saben que pasé días trabajando en tu casa. No creo que quieras que se confirmen los rumores a tu nombre.

Seokjin accedió a irse, a regañadientes y con el orgullo hundido.

—Puedes hacer lo que quieras, Taehyung —le dijo antes de bajar las escaleras—, pero quien se beneficia menos con eso a la luz, eres tú.


Jungkook decidió que lo mejor sería resguardar la lámpara. No quería deshacerse de ella, pues eso significaría perder sus deseos, además seguía siendo un regalo de su Taehyung y no quería ponerle triste por ello, así que la ocultó en un estante escondido encima del armario de la recámara. No se esperó escuchar tan temprano la puerta principal siendo azotada.

—¿Hyung? —habló Jungkook desde la habitación, acomodando en su sitio la silla del tocador que había usado para subir. Salió en su búsqueda, pero chocó con él en el umbral de la puerta de la recamara—. Oh. Cuidado, amor.

—Jungkook...

Taehyung lo abrazó sin darle tiempo de ver su rostro, sin embargo, había alcanzado a ver las lagrimas pegadas a sus mejillas. Le correspondió el abrazo, pese al susto que comenzaba a hacerse paso por su estómago, besándole la coronilla y acariciando su espalda.

—¿Qué pasó, hyung? ¿Estás bien? ¿Alguien te hizo daño?

—Estoy bien, Kook —balbuceó entre lloriqueos, aferrándose a los hombros de su novio—, pero hice algo muy feo.

No había querido hacerlo, prefería evitar el tema y al mismo Jungkook en lugar de admitir en voz alta lo que hizo aquella tarde en la que olvidó sus apellidos. Sin embargo, después de reencontrarse con Seokjin ese día, la culpa reprimida había surgido más fuerte que nunca y se dijo que no era justo ni para Jungkook ni para él mismo esconder algo tan importante.

Bañado en lágrimas le confesó que se había acostado con el modelo el último día que trabajó en su residencia. Y aunque a Jungkook lo invadió un fuerte sentimiento de derrota, lo único que pudo hacer fue seguir estrechando a su chico, porque conociendo como la palma de su propia mano al peliazul, sabía que él sería quien peor la estuviera pasando de los dos.

"No ha ocurrido, o todavía no te has dado cuenta": las palabras de Namjoon hicieron eco en su memoria. Las fechas coincidían con el cuarto deseo; ese fue el pago. Su fidelidad.

Esa noche se abrazaron más fuerte que nunca, rehusándose a la idea de perderse entre la incertidumbre de las colchas.

Pasaron dos días desde la terrible confesión, ambos poniendo de su parte para recuperar el poco tiempo que tenían libre. Jungkook no le había contado a Taehyung la realidad de la lámpara, se dijo que no hacía falta mientras estuviera escondida. Retomaron la rutina que había quedado olvidada con los meses; compartir el auto, desayunar juntos, pasar las últimas horas de sol en la galería y volver juntos a casa para dormir al mismo tiempo. Las sonrisas genuinas volvieron con los días, al igual que las pinturas coloridas de Taehyung y el buen humor de Jungkook en la oficina.

Las cosas volvieron a la normalidad por unos días, quizá siendo unas semanas, hasta que una tarde antes de terminar el turno laboral Jungkook sintió muchos cuchicheos a su espalda. Se atrevió a enfrentar a sus trabajadores, quienes le revelaron con pesar una dolorosa realidad.

Al llegar a la galería de Taehyung, la nueva, se encontró con él llorando en el baño mientras los albañiles que se encargaban de las reformas del primer piso le gritaban vulgaridades. Hizo su mejor intento por lucir intimidante para aquellos cientos de hombres en forma y los echó de la galería, cerrando con la puerta metálica. Una vez que el sitio era seguro, volvió al baño y tocó dos veces la puerta, anunciando su nombre.

El peliazul se escurrió en sus brazos apenas abrió la puerta, y a Jungkook se le quebró el corazón al escucharlo lloriquear en su oído.

—Fue él, Kook —balbuceó sin preocuparse de pronunciar bien las palabras; sabía que el azabache le entendería—. Sé que fue él quien filtró las fotografías. Es un idiota, ni siquiera le importó salir perjudicado él también. Lo odio, lo odio.

Jungkook no encontró palabras para reducir su desconsuelo, simplemente se dedicó a sujetarle fuerte sentados en el suelo empolvado. Pero la expresión de Taehyung no salió de su memoria. Estaba aterrado, enojado con la vida. Jungkook le confiscó su celular en el auto, asegurándose de que no entrara al caos que habría en redes sociales, que no viera los comentarios desgarradores por algo que no había sido su culpa. Y sobretodo, que no volviera a encontrarse con el video íntimo grabado desde las cámaras de seguridad de la residencia de Seokjin.

Él se había manifestado en redes sociales diciendo que le habían hackeado las cámaras —cosa que no tenía mínimo sentido—, y aprovechando para confesar lo que ya se venía suponiendo el público desde hace tiempo; era un orgulloso gay hecho y derecho. Él había recibido la mejor parte de la polémica, cientos de fans en internet felicitándolo por su valor de destaparse en esa sociedad prejuiciosa a la que pertenecía. En cambio, a Taehyung lo atacaron miles de anónimos en los posts de sus obras acusándolo de infiel.

Se había llevado la peor parte. Para alguien tan sentimental como Taehyung, aquello era devastador.

Aquella noche, después de que Jungkook arrulló a Taehyung hasta dejarlo dormido, se levantó a tientas de la cama bajo la luz de su lámpara de noche. Había reconsiderado todas las posibles consecuencias que recibiría por un posible deseo, y llegó a la conclusión de que cualquier cosa valdría la pena por su dulce novio, que no merecía un precio tan caro. Aunque dudó en las dos opciones que tenía; que todos olvidaran el maldito video, o hacerle pagar a Seokjin.

Las palabras que Taehyung dijo más temprano saltaron sobre su tímpano. Él lo odiaba... Jungkook se dijo que él mismo podría cuidar de Tae, por lo que eligió el camino de la venganza.

"Deseo que Seokjin pierda su belleza".

Porque sin belleza, no sería nadie.

A la mañana siguiente, Taehyung se despidió de Jungkook en el porche de la casa cuando se tuvo que ir a trabajar. No tenía ánimos de ir a la galería, mucho menos de buscar nuevos albañiles para terminar las reformaciones del piso. Hizo algunas actividades que lo mantuvieran relajado: pintó dibujitos en las playeras de Jungkook, puso sus disco de vinillo en el tocadiscos y bailó con la música, se comió todo el pote del helado de galleta de la nevera, pero nada podía quitarle la ansiedad de buscar su celular entre las pertenencias de Jungkook. No pudo evitarlo, aunque estuviera bien consciente de lo que encontraría ahí. Tardó un poco, pero finalmente lo encontró en el segundo cajón de la mesita de noche, en medio de una pieza de su ropa interior. A Taehyung le causó ternura, como si creyera que no se atrevería a buscar ahí.

Las Trending Topics del día le alarmaron de inmediato; ahí anunciaban que el mismo modelo que ayer le había hecho llorar, hoy se encontraba en la mejor clínica de la ciudad después de sufrir quemaduras de segundo grado en el incendio de su residencia, ocurrido esa madrugada. Las noticias avisaban que estaba con vida, pero sus quemaduras tuvieron más importancia en el rostro. Ni siquiera le importó que su nombre tuviera tan poca relevancia ese día; no quería eso para él, aunque hubiese sido tan cruel.

Una luz fosforescente le sobresaltó en cierto momento; la lámpara de Jungkook ubicada en el buró de Jungkook desplegaba una luz distinta a la que había visto antes. Pero más extraño aún, él no la había encendido. Se acercó para inspeccionarla de cerca, descubriendo que las extrañas conselaciones de colores rojizos provenían de aquella rendija que nadie pudo abrir antes.

Alzanzó a ver una notita enrrollada atascada cerca del proyector, por lo que se apresuró a tomarla antes de que volviera a cerrarse.

Taehyung desplegó el papel amarillento para leer el interior, y justo entonces la luz rojiza se apagó. Él vio, con expresión confundida, como la rendija se deslizó para proteger el cañón por sí sola. No le prestó mucha atención, creyendo que se trataría de alguna extraña programación la que le permitía abrirse e iluminar de carmín la habitación, en su lugar le dispuso sus ojos a la escritura poco legible.

A quien corresponda:
Cuidado con lo que deseas. Yo no lo hice y ahora estoy en la ruina.

P.J., 2018

Taehyung no comprendió a lo que se refería ese tal P.J., pero presentía que no era nada bueno. A la vuelta de la misma nota, encuentra una dirección que no tardó en escribir en el buscador del teléfono, parecía una casa común y corriente, pero después de mirarla por un rato tuvo la sensación de reconocerla vagamente. No obstante, se convenció a sí mismo de que no era nada.

Menos de dos horas después, mientras seguía atento a la situación en redes sociales, escuchó ruido en la entrada principal. Guardó el teléfono de nuevo en su escondite, se pcalzó rápido las pantunflas y salió corriendo a recibir a Jungkook, que está de regreso mucho antes de lo esperado, con un rostro preocupante.

—¡Kookie! —quiso hablar con ánimo, pero no pudo con ese rostro sombrío de su novio—. ¿Qué ocurió? ¿Por qué estás tan pronto en casa?

Él no le respondió, demasiado atónito para articular una simple palabra. Se dejó caer en el hombro de su amante y sollozó tal como Taehyung lo hizo el día anterior. Kim contuvo sus propias lágrimas, consciente de que para que Jungkook estuviera llorando tan desgarradoramente debía ser algo terrible. Ni siquiera el día que los echaron de casa lloró tan mal, como salido directamente de un filtro de su torturada alma.

Jungkook no le cuenta la noticia hasta que ya no puede ocultarla, dos días después. Esa mañana de sábado le pide a Taehyung que se vista de negro porque irán a un velorio. Taehyung se teme lo peor.

Aún así, no estaba preparado para ver a su familia en la funeraria; la misma familia con la que no había hablado hace años. Le causó más impresión ver a Hoseok hyung llorando en la primera fila de bancas, así supo lo que significaba aquello.

No se despegó de Jungkook en todo el día y lloró hasta que sus ojos no pudieron más. Se sentía abatido y el terrible dolor de cabeza ni siquiera se comparaba al que sentía en su corazón, de saber que su primo Namjoon había muerto dos días atrás.

—¿Qué estás haciendo aquí? —les gruñó Hoseok un rato después. Taehyung dudó que les hablara de esa forma tan déspota, pero ellos dos eran los únicos en esa esquina de la funeraria.

—¿Hobi hyung? —murmuró Tae con la voz más rasposa que se había escuchado nunca. Intentó ponerse de pie para estrecharlo, pero Jungkook apretó su cintura de forma que no pudo moverse ni un centímetro—. ¿Por qué... ?

—Te lo dije, Jungkook, sabía que no podíamos confiar en ti. ¡Mira donde estamos ahora! ¡Por tus estúpidos deseos!

A Taehyung se le paralizó cada músculo de su adolorido cuerpo, era la primera vez que su hyung hablaba con tanta rabia. Peor aún, dirigida hacia ellos, sus dongsaengs favoritos.

Él. Quien siempre se había encargado de defenderlos antes. Incluso de las mismas personas que estaban en la misma habitación que ellos en ese momento.

Lo cierto es que Taehyung nunca se había llevado bien con sus padres, él era el menor de tres hijos y la primera vez que ellos lo despreciaron fue cuando les dijo que quería ser artista. El hecho de ser gay fue la excusa perfecta para echarlo finalmente de casa, negándose a pagar una carrera que, según su sabiduría, simplemente le llevaría a la desgracia. Preferían tener un hijo menos que tener un hijo que vendiera pinturas en las calles. Por eso mismo, era más doloroso recibir desprecio de la persona que le había cuidado en sus peores momentos, como lo era su hobi hyung.

—No sabía que esto iba a pasar —escuchó decir a Jungkook, con los labios cerca de su rostro, con un hilo de voz.

—No me digas eso, Jungkook, porque te lo advertimos. Te lo dije, mierda que lo hice.

Y es que en realidad, sí lo había hecho.


—¿Por qué simplemente no te deshaces de ella? —le había preguntado Hoseok el mismo día que les contó que estaba aterrado por las consecuencias habidas a sus deseos.

—No puedo hacerlo, sé que es egoísta pero... mi vida ha mejorado gracias a ella.

—No, Jungkook, lo que es egoísta es que quieras seguirla conservando a pesar de que no sólo te haces daño a ti mismo, si no a las personas que quieres. ¿Y si los siguientes somos nosotros, como le sucedió a la Señora So?

Jungkook se sintió frustrado esa vez, pero sabía que no tenía fundamentos para discutir por un bien.

—Lo mejor es que la abandones.

—Si... lo haré.

—No lo harás, te conozco, mocoso —interfirió Namjoon antes de dejarlo ir—. Déjala aquí y nosotros la llevaremos lejos.

—¿Y como sé que ustedes no la usarán? —se exaltó de repente, sujetando con más fuerza la lámpara en sus brazos. Pero se sintió mal al ver los rostros sorprendidos de sus mayores. En el fondo sabía que no eran capaces de hacer algo así, y aún así no quería soltarla—. Yo lo haré, me desharé de ella. Confíen en mí.

—Jungkook, si algo nos llega a pasar a cualquiera de los dos —le advirtió Namjoon antes de que saliera de su apartamento—, te juro que no volveremos a dirigirte la palabra en lo que nos queda de vida.


Esa vez Jeon creyó que estaban exagerando, pero entonces ellos no habían vuelto a visitarlos en su casa ni en la nueva galería de Taehyung. Jungkook se abrazó al cuerpo de su novio, buscando algo de consuelo desesperado.

—¿Por qué le estás culpando? —saltó Taehyung en cuanto notó esto, exaltado a pesar de que fuera el amigo de su difunto primo a quien debía que enfrentar—. Dijeron que murió mientras tomaba una siesta, un paro cardiaco no puede controlarlo nadie.

Pero Jungkook sabía que eso no era verdad, y no era el único que se estaba echado la culpa.

—Te sorprendería conocer el hombre que te está abrazando ahora, Taehyung.

Eso fue lo último que les dijo. No volvió a acercarse a ellos el resto del día, y no volvería a hacerlo apartir de entonces. Se lo había jurado a Jungkook frente a Namjoon

Y aunque ni siquiera les había dirigido la mirada, ese simpático castaño que solía adorar, se había ganado un poquito de su odio por hacer sentir mal a su Jungkookie en un momento tan vulnerable.

Taehyung confiaba en él, sabía que su novio no tenía la habilidad de causar infartos a las personas. Era ilógico, Jung Hoseok simplemente buscaba alguien a quién culpar por la repentina muerte de su mejor amigo. Esa parte la entendía, por eso no se ganó su odio completo.

Aún así, hay una palabra que rondaba en su mente los días posteriores al velorio. Deseos.

El hecho de que esa misma palabra estuviera en la lámpara que se había encendido horas antes de la hora de muerte de Namjoon, le resultaba inquietante. Recostado en la cama, metió una mano en los bolsillos de su pantalón en busca de la notita amarillenta que había guardado en el baño. "PJ". Para su propia sorpresa, descubrió que le sonaba conocido. Volvió a insertar la dirección de la nota en el buscador del mapa de la ciudad y reflexionó un rato, pero no podía hacer más para distraerse. Era otro día entre semana que no quiso volver a la galería y no tenía algo más productivo que hacer por ahora. Quizá al menos ahí encontraría una respuesta a la pregunta todavía no formulada.

Poco antes de llegar a su destino, reconoció el camino gracias a unos árboles peculiares en forma de pinos. Ahí había vivido los primeros años de su infancia. Y cómo no recordar aquella casa que, a pesar de que se encontraba en peor estado y la capa de pintura azul se había practicado desprendido, seguía siendo el lugar donde se reunía con su primer amigo. La casa de los Park.

Cayó en cuenta entonces del significado de PJ... Las iniciales de Park Jimin.

A pesar de que en algún momento de la vida fueron cercanos, lo cierto que es que habían perdido completamente el contacto desde que Taehyung se mudó a un barrio en otra zona de la ciudad. Aún así, Taehyung de vez en cuando se encontraba con actualizaciones suyas en redes sociales, solía ser un chico bastante sociable que compartía siempre lo que hacía y pensaba. Su repentina ausencia en las redes resultó confuso, más aún cuando se extendió por meses sin que nadie supiera algo de él. Por boca de la ciudad se enteró de que su familia había muerto y vivía solo en la misma casa que ahora se levantaba imponente frente a él.

Con el paso de los año escuchó que Jimin se había vuelto un paranoico que no dejaba a nadie acercarse a su casa, sus vecinos llegaron a llamar varias veces a la policía porque atacaba a quien creía sospechoso con sus propias manos, la mayoría de las veces siendo simples caminantes. Hasta que una vez atacó a un policía y lo llevaron varios días a la comisaría, de donde ya no volvió, pero no porque lo hubieran encerrado, si no porque le diagnosticaron Trastorno de la Personalidad Esquizoide. Al estar toda su familia muerta y él ser considerado un peligro para la sociedad, lo metieron a un hospital psiquiatrico donde el gobierno se haría cargo de él.

Taehyung había enterrado todo eso en la profundidad de su memoria, para no sufrir por la decaída de alguien que alguna vez llamó mejor amigo. Sin embargo, recordaba la fecha aproximada en la que sucedió aquello.

2018, la misma fecha que aparecía en la lámpara.


—Taehyung-ssi, eres uno de nuestros clientes más frecuentes. Ya debes saber que, por desgracia, no tenemos política de devolución —dijo la empleada rubia apenas cruzó por la puerta tintineante. La reconoció de inmediato, ella le había vendido la lámpara que ahora señalaba con un lapicero desde la distancia.

—No quiero devolverla —resopló Taehyung perdiendo la paciencia, recargándose en el escritorio alto del mostrador—, sólo quiero saber de dónde vino. O qué es. ¿Me podrías decir quién vino a venderla aquí? Debería estar en los registros.

La muchacha le miró con curiosidad desde el otro lado del mostrador, siempre veía a Taehyung con un aura reluciente y una mirada preciosa. El último día que había venido se encontraba así. En ese momento, en cambio, se veía como si alguna fuerza externa le hubiera chupado la energía. Y esas ojeras debajo de los ojos lo hacieron ver mayor a su edad por primera vez.

—Lo lamento, no puedo ayudarte. Nosotros tampoco sabemos de dónde llegó.

Taehyung se incorporó de golpe, mirándola aturdido. —¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir que una mañana apreció afuera de la puerta.

—¿Y aún así la tomaron para venderla?

—Es que, bueno, se tenía una sospecha de quién había sido.

Taehyung le miró con ojos insistentes, rogando que compartiera con él lo que conocía. A pesar de que no debía hablar de ese tema con los clientes, ella no quería negarle algo al hombre que siempre le había paracido tan atractivo. Se mordisqueó los labios debajo del cubrebocas y dio un vistazo al resto de sus compañeros, que seguían ocupados con sus propios clientes sin prestarles atención.

—Te lo diré, pero no vuelvas a gritar —le adviertió, cuidando su tono de voz.

—No lo haré, gracias.

—Fue el jefe de la sucursal. Era un buen hombre, pero pasaba por varias dificultades personales.

—¿Por qué renunció?

—Se suicidó —expresó con pena, bajando un poco más el tono de su voz por reflejo—. Poco antes de hacerlo pasó por la tienda y dejó la lámpara aquí afuera. Sabemos esto porque el guardia nocturno dijo haber visto a alguien saliendo por la puerta y dejar algo en la entrada, pero no alcanzó a hablar con él. Fue un golpe duro para la tienda, muchos de los gerentes actuales lo conocían.

—Y él... ¿Pasó a la tienda antes de... eso? ¿Y aún así decidieron tomar la lámpara y ponerla en venta?

—Los gerentes tomaron la decisión. Dijeron que si había sido su última voluntad traerla, lo menos que podíamos hacer era cumplirla... Pero siento que no debí decirte nada de eso, ¿quieres devolverla ahora?

—¿Si digo que sí, me harás la devolución?

—No.

Aunque trató de tomar el asunto con gracia, Taehyung no pudo reír.

Cuando volvió a casa, dejó la lámpara en el buró donde la había encontrado por la mañana y se quedó contemplándola desde una distancia prudente. Con la información y las dos experiencias recolectadas, llegó a la conclusión de que esa lámpara causaba más mal que bien en aquellos que la conservaban, con la falsa ilusión de que te haría triunfar. Había dos extremos entre los tipos de dueños; los que se volvían posesivos con ella y luchaban con uñas y dientes para preservarla, como Jimin, y los que reflexionaban acerca de las consecuencias y buscaban deshacerse de todo rastro de ella, como el gerente de la casa de empeño.

Se preguntó de qué lado de la cuerda estaría tirando Jungkook.

Por fortuna no tuvo que pensar mucho en esa cuestión hasta que el susodicho llegó a su hogar, quien le saludó con esa preciosa sonrisa de conejito que Taehyung amaba y le besó los labios.

—¿Qué hiciste el día de hoy? —preguntó el azabache al hombre que seguía quieto sobre la cama, siguiéndole con la mirada. Jungkook presentía su inquietud, pero se empezó a desabotonar la camiseta frente al espejo, sabiendo que su novio hablaría cuando lo necesitase—. Espero que no te hayas acabado el helado otra vez. Si sigues así puede darte algo peligroso, hyung, deberías considerar salir a correr si planeas quedarte mucho tiempo en...

—¿Cuántos deseos pediste?

La interrupción le sorprendió por completo. Taehyung no quería soltar la pregunta de forma tan hostigante, pero le urgía pedir respuestas. Sus miradas se encontraron a través del espejo. Jungkook, con los dedos atrapados uno de los ojales de la camiseta, se dio cuenta tarde del cubo plateado sobre la cama.

—¿Cuánto sabes sobre eso?

—Supongo que lo suficiente para temer, Jungkook. ¿Cómo pudiste dejarme al margen de todo, creíste que nunca me daría cuenta? —su voz sonó herida y recriminante, pero aún así sin con la intención de ofender al azabache.

—No quería meterte en medio...

—¿No más de lo que ya hiciste?

Jungkook no pudo responder, se obliga a mantener la calma porque la única persona que podría consolarlo en ese momemnto, estaba manteniendo la distancia. Dentro de sí, sabía que ese momento no tardaría en llegar, por eso tampoco hizo mucho intento de explicarle a su novio la situación. Porque Taehyung, así como era alguien sentimental y bondadoso, era intuitivo y perspicaz, con una agudeza mental digna de admirar.

Y aunque su mirada era firme, Jungkook notó que sus escleróticas comienzaban a enrojecerse.

—¿Cuántos deseos pediste? —insistió.

—¿Me temerás si te digo?

—No, Jungkook —se puso de pie, aunque sus piernas tambalean antes de acercarse a él—. Sólo quiero saber cuánto de lo que ha pasado es por ti.

Por ti. Las dos palabras taladraron sus intensificados sentidos. Aún si los cálidos dedos de Taehyung sujetaban su rostro, no se sentía bien. Mas bien, le sumaron a su remordimiento.

—¿Me culpas? —se atrevió a preguntar con una línea fina de voz.

—No, mi amor. Creo que es culpa de los dos, después de todo yo la puse en tus manos. Ven aquí.

Jungkook se dejó abrazar por el hombre, sintiendo el corazón contrario palpitando con fuerza en su pecho.

—Cinco deseos.

—Tú pediste el accidente de Seokjin-ssi, ¿cierto? —Jungkook no encontró su voz para responder un simple "si", por lo que se limitó a asentir sobre sus hombros—. ¿Por eso murió Namjoon hyung?

El segundo asentimiento le estremeció. Entonces se propuso a ser fuerte por él antes de preguntarle toda la historia, que Jungkook le cuenta sin tapujos.

No pudo reclamarle por nada, ni siquiera por el accidente de Joohyun, el deseo más accidental que había pedido, y se quedaron abrazando en el borde de la cama, protegiéndose mutuamente de caer al abismo. Para cuando Jungkook terminó de contarle todo, Taehyung se puso de pie arrastrándolo consigo.

—¿Qué estás pensando? —inquirió Jeon, preocupado cuando Taehyung sujetó la lámpara en su antebrazo.

—Tenemos que destruirla.

—¿Qué? No, Tae. Estoy seguro de que eso retiraría todos los deseos, aunque "romper" no esté en las reglas.

SIlenció su protesta cuando Taehyung le sujetó la mano y se acercó a él hasta juntar sus frentes. Se sentía cálido y un poco más tranquilo con su cercanía.

—Jungkook, necesito que entiendas que no me importa perder todo lo que tengo, podría quedarme en quiebra si eso me garantiza tu seguridad. Ya hemos pasado por cosas peores, empezar de cero parece fácil si te tengo conmigo.

Quizá está muy poco en sí espués de tanto llorar y con el perfume varonil de Taehyung embriagando sus sentidos, porque acepta sin muchos miramientos.

Intentaron de todo, desde quemarla hasta pasarle el auto por encima. Los hijos del matrimonio homofóbico les observaban desde lejos como creyendo que así se comportaban los dementes.

—Mamá, ¿qué están haciendo los vecinos? —le preguntó la niña a su madre cuando salió a ver el escándalo.

—¿Qué les he dicho de estar afuera cuando ellos salen? Adentro, rápido.

Los niños abandonaron sus juguetes y entraron corriendo atravesando las escalerillas del porche, pasando a su madre. La señora también entra, vigilando desde la transparencia de las cortinas que la pareja no se volviera peligrosa.

—No tiene caso, es indestructible —resopló Jungkook luego de notar que golpearla con el bate de béisbol tampoco tenía resultado—. Y nos estamos ganando las miradas de toda la calle, deberíamos entrar.

Taehyung gruñó de rabia antes de patear el cubo, con la fuerza suficiente para acercarlo a la entrada de su casa. Le pregunta al cielo del atardecer qué debería hacer ahora, pero el viento no susurró ninguna respuesta. Se resignó a volver dentro sin resultados positivos, asegurándose de acorralar a Jungkook en el umbral de la cocina antes de dejarlo volver a la recámara.

—Se quedará aquí, escondida. Y te juro, Jungkook, que si te veo husmeando cerca para tomarla, me la llevaré lejos —le dijo, manteniendo contacto visual en cada palabra, hasta el punto de hacer retroceder a su novio azabache—. Ya te dije que no me importa si tengo que perder todo lo que conseguí por los deseos, lo único que evita que la bandone ahora mismo es saber que alguien más la encontrará en algún momento. Así que la dejaremos ahí hasta descubrir cómo romperla.

—Entendido —titubeó.

—Ahora, pásame un vaso con agua, por favor. Tengo seca la boca.

Decidieron que el sitio más oculto de la casa era aquel que Jungkook ya había usado antes; justo encima del ropero, en una curiosa trampilla de ventilación. La cerraron con tornillos y desadornilladores y se fueron a acostar, aunque ninguno pudiera dormir.


Los días transcurrieron relativamente bien a continuación, aunque había algo que inquietaba a Taehyung y eso era que Jungkook vigilaba con especial atención encima del ropero. No mencionó nada al respecto, pero empezó a contar las veces que lo hacía: Al despertar, mientras se vestían para salir de casa, cuando volvían y se desvestían, al salir de la ducha, recostado en la cama antes de dormir... Empezó a ser preocupante para su novio la cantidad de veces que sus pupilas se desviaban hacia esa zona en concreto.

Pese a eso, el tema de la lámpara y sus males causados no volvió a salir a flote entre ellos, se volvió una especie de pacto no hablado.

Sin embargo, sobrepasó la tolerancia de Taehyung una noche que, mientras Jungkook supuestamente leía un libro y él a su costado cocía el botón de una camisa a la que se le había desprendido, su novio se levantó de la cama con prisa, subiéndose encima de la silla del peinador para asomar su cabeza por encima del ropero. Taehyung le observó pasmado, hasta que lo visualizó exhalar de alivio y regresar la vista a él, sin bajarse de la silla.

—Sigue aquí —anunció como si fuera una gran noticia.

—¿Por qué no estaría? Nadie viene a casa y yo ni siquiera sabía que existía esa rendija hasta que tú la mencionaste.

Entonces Jungkook pareció reaccionar. Bajó de la silla, pero no la devolvió a su sitio, demasiado concentrado en gatear hacia Taehyung.

—Lo siento, no es muy intención buscarla todo el tiempo, ni siquiera pienso en ella. Pero de repente es como si tuviera que asegurarme de que está bien... Es frustrante.

Taehyung cerró los ojos al escucharle, con un dolor impreciso en el pecho. Se puso de pie dejando la camiseta descuidada en la cama y tomó algo del último cajón de su mesa de noche. Arrastró a Jungkook con él, pidiéndole en silencio que se quedara ahí mientras él subía a la silla y volvía a tomar el cubo de microcosmos con ayuda del destornillador que guardaba.

—¿Qué haces? —cuestionó Jungkook. Taehyung le ignoró para tomarle del brazo y llevarlo con él fuera de la habitación—. ¿Adónde vamos?

—Lejos, no lo sé. Donde no podamos encontrarla, ya no me importa si alguien más se la queda.

—¿Por qué?

A pesar de sus protestas, siguió el paso apresurado de Taehyung hasta la puerta principal, que el peliazul intentó destrabar con manos temblorosas. Afuera, encotraron la lluvia ligera golpeteando sin mucha fuerza el techo del pórtico.

—Esto es lo que les hace —comentó Kim descuidadamente, pasándole uno de los abrigos del perchero y él mismo empezó a ponerse uno.

—No entiendo, Taehyung. Pero no hace falta tirarla, además está lloviendo, podemos resfriarnos...

—Esa desesperación tuya, Jungkook. ¿No lo ves? Es la puta lámpara.

Se quedan en silencio, con la lluvia suave de fondo. Jungkook lo entiende ahora, esa es la razón de la presunta ansiedad que incrementa con el pasar de los días.

—Quiere que te quedes con ella, te llama. Eso despierta esa inquietud en ti que he notado desde hace días. Tenemos que dejarla lejos antes de que te obligue a volver a usarla —Taehyung vuelve a tomar la mano del hombre, pero él continuó plantado en su mismo lugar, debajo del umbral—. ¿Jungkook? Vamos, por favor.

—No servirá de nada. "Hasta que alguien te reemplace, no te desharás de mí", eso dice la tercera inscripción... Yoongi hyung me lo tradujo ese mismo día, pero no quise mencionarlo a nadie porque es más inquietante que todo lo demás. Así que a menos que quieras regalársela a alguien más, me seguirá llamando.

—Lo haré entonces.

Jungkook sonríe melancólico, porque sabe que si hay algo que no podría hacer su talentoso novio, eso era ser egoísta.

—Los dos sabemos que no podrás hacerlo, amor. Lo única forma es... Destruirla, pero es imposible.

Taehyung juguetea con la textura rígida de la lámpara, demasiado pensativo para dejarse dominar por la tristeza. No por ahora. Una idea llega a su descuidada mente, no podría dársela a alguien más, pero podía hacer otra cosa.

Sin darle tiempo de analizar a Jungkook, Taehyung le tomó de los hombros y en un movimiento ágil les hizo intercambiar lugares en la casa, dejando a su novio fuera y sin llaves. Él dentro, con candado.

Jungkook le inquiere sin palabras a través del vidrio de la puerta, girándo la cerradura sin éxito de abrirla. La lluvia a su espalda aumentaba, pero iba en la misma dirección que él por lo que la estructura de la casa le protege de mojarse. Aún así, le preocupaba más lo que pueda pasar adentro, donde Taehyung le apreciaba con ternura sin inmutarse.

—Si tengo que renunciar a mi vida para garantizar que tú estés bien —habló sin mucha fuerza, y Jungkook sintió desfallecerse de histeria cuando lo vio cerrar los ojos—, así lo haré.

—¡No, Taehyung! Sé lo que quieres hacer, ¡no lo hagas!

Sin embargo, su novio podía llegar a ser incluso más terco que él, por lo que pidió su primer deseo después de transferirle la caja a alguien más; había decidido conservarla en lugar de Jungkook.

"Deseo que ésta lámpara pueda destuirse y nunca vuelva a encontrar a nadie".

El artilugio en sus manos se sintió más liviano, y Taehyung sonrió en consecuencia. Sus preocupaciones se disolvieron como agua de arroyo, pero mantuvo sus párpados apretados en espera de un súbito ataque que proviniera de cualquier lado. Un ataque que, evidentemente, nunca llegó.

—¡Taehyung! —siguió gritando Jungkook hasta que el cerrojo fue retirado y la cerrudura al fin logró gira. Aterrado, alzó la mirada y se encontró con su novio que, contrario a él, mantenía un gesto relajado—. ¿Qué hiciste?

—Pedí que se destruyera, mira esto —la dejó caer, y el cubo se desplomó en el suelo del pórtico como si fuera de papel y sus componentes no existieran. La imagen es tan irreal que Jungkook retrocede como si se tratase de lava que pudiera quemarle los pies—. No grites, tonto Kookie. Los vecinos pensarán que estamos dementes.

Taehyung se agazapó para rejuntar los pedazos grandes de la lámpara que tanto desastre traje, y Jungkook le ayudó juntando los pedazos pequeños. Las trizas del artefacto por un momento parecieron formar un microcosmos en el suelo. No obstante, Jeon no podía despegar su mirada del peliazul que sonreía como si acabara de ganar la lotería.

—¿Estás bien? —preguntó el azabache, temeroso.

—Estoy feliz.

Jungkook sonrio entonces, verificando que el posible peligro ha terminado. Le entregó los pedazos pequeños a petición de Taehyung, y luego lo vio correr por el patio hasta los botes de basura, tan eufórico que no le importó empaparse con la lluvia.

Taehyung depositó la maldita lámpara en el apartado de inorgánicos y aspiró el aire frío que trajo el agua consigo. Y Jungkook se sintió tan feliz como él, encaprichado con esa imagen de su novio entusiasmado como no lo había visto en meses. Quiso correr a él para besarlo bajo la lluvia, como en una de esas peliculas estadounideses llenas de clichés.

Sin embargo, la felicidad duró poco tras una reacción inesperada: una vena blanquecina del cielo se hizo paso hasta ellos, iluminando el panorama y estropeando el carisma del momento. Escuchó un grito entrecortado en el aire que provocó que Jungkook se detuviera en medio de la lluvia y cerrara los ojos.

Puede volver a abrirlos una vez que el flash se difumina. Pero desea no haberlo hecho.

Porque en medio de la calle, a unos metros de él, se encontró con el mismo hombre que hace tan solo unos segundos le sonreía como nunca... derrumbado en el suelo con una mancha de ceniza negra delineando su cuerpo. Había quedado como un mosquito después del mortal zapatazo.

El acompañante del rayo gritó en el cielo al mismo tiempo que Jungkook, ambos testigos de la cruel muerte del amante que intercambió su vida a cambio de otra.


Porque, te lo repito:

¿Cuánto se han empeñado los mayores, en advertirnos que nada es gratis en esta vida?


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