EL PLACER DE CAER


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¿Cuánto se han empeñado los mayores,
en advertirnos que nada es 
gratis en esta vida?



A pesar de encontrarse en un lugar repleto de colores, con música alta y alocada desde los altavoces y un potente, casi desagradable, olor a pintura fresca, Jungkook se encuentra distraído, lejano a la situación. Su cuerpo reside en el lugar, mas su mente lleva divagando desde hace varios minutos en lo que respecta a su memoria, eternos en su carente conciencia.

No son recuerdos buenos. Quizá se trate de este día en especial, pero las palabras hirientes de su madre impactan más en su memoria, la mirada traicionada de su padre le parece más afectada en su distorsionada mente. Todavía recuerda las largas noches en vela en las que lloraba en secreto, cuestionando al cielo si en verdad estaba haciendo algo tan terrible para merecer tanto desprecio.

Fue una época terrible, física y mentalmente desgastante; yendo de hotel en hotel en busca del más económico, sobreviviendo a base de comida instantáneo por varias semanas, ofreciendo sus servicios a las diferentes empresas a la vista, con la desesperada esperanza de ser contratado.

Han pasado casi siete años desde entonces, y con su eterna esperanza al cambio consiguieron instalarse en la actualidad. Años después de haber sido echados de sus casas sin la mínima misericordia, Jungkook y Taehyung son una pareja funcional alojada en un vecindario pequeño y con respectivos trabajos. Aunque lograron mejorar su modo de vida, todavía siguen luchando contra la discriminación constante en la sociedad, por el único motivo de amarse. Como si fuera un pecado.

—Kookie —una voz profunda le llamó desde la distancia. Jungkook tardó unos segundos en despabilarse y enfocar su visión sobre aquel ser tan elegante que le sonríe con adoración. Es Taehyung, con todo su vuelto envuelto plástico protector, quien ha venido a rescatarlo de sus caóticos pensamientos—. ¿Qué estás haciendo, cariño?

Jungkook se miró a sí mismo, cargaba en las manos un pobre pincel sumergido en el bote de pintura roja, y un cuadro de óleo con unos cuantos garabatos de colores. Maldijo, apenado por su descuido, y se levantó de su lugar para enjuagar el pincel rojo en el fregadero. Taehyung lo siguió a una distancia prudente para no mancharlo de la pintura embarrada en su cubierta de plástico.

—Lo siento, estaba pintando hasta que me distraje pensando —admitió avergonzado, abriendo el grifo de agua fría y sumergiendo el pincel dentro del chorro.

—¿En qué pensabas?

Jungkook negó, mientras observaba la pintura mezclada con agua caer sobre la coladera del fregadero.

—No tiene caso mencionarlo.

Taehyung besó su mejilla con cariño, y se quitó un guante para hacerle mimos en el cabello azabache, tan suave como su propio corazón. Su otra mano fue igual de delicada cuando buscó su mentón para obligarlo a verlo. No hubo necesidad de palabras de consuelo cuando sus ojos conectaron. Taehyung atrapó la mano de Jungkook en las suyas y se encargó de cerrar el grifo antes de arrastrarlo hacia una esquina, donde guardaban sus objetos personales en pequeños casilleros, y le pidió que alzara los brazos para cubrirlo con un plástico protección parecido al suyo. Le protegió la cabeza también, asegurándose de que ni un sólo cabello puediera llenarse de pintura.

—¿Qué planeas? —cuestionó Jungkook, intrigado por la sonrisa maliciosa en el rostro de su novio.

—Ayúdame a pintar.

—¿Yo?

—Sí, como en los viejos tiempos.

Taehyung lo guió frente a la pared que sostenía su obra, salpicada de colores vívidos y fosforescentes, y le entregó a Jungkook una brocha mucho más grande que el pincel que traía hace un momento.

—Yo te ayudaba en tus óleos pequeños, hyung —murmuró Jungkook, sintiéndose intimidado ante el alto lienzo—, nunca en un mural.

—Es lo mismo, sólo que un poquito más grande.

Era mucho más que poquito, ambos lo sabían. Pero Jungkook no tenía corazón para negarle algo a esos ojos.

Ninguno de los dos se dio cuenta de las pisadas discretas de una tercera persona, hasta que estuvo a un costado de Taehyung sosteniendo su brazo.

—TaeTae, ¿también puedo ayudar? —preguntó con voz melosa.

Ugh, ahí estaba la única razón por la que a Jungkook le desagrada el trabajo de su novio. Bae Joohyun, la amiga de la infancia de Taehyung, ella fue la que le rogó al peliazul una oportunidad de aprender del arte cuando se enteró que había adquirido su pequeña galería. Jungkook estaba seguro de que ella buscaba algo con su chico, mucho más allá de la amistad que le ofrecía. Por desgracia, Taehyung era demasiado ingenuo para notarlo.

—Lo siento, noona, me gustaría que fuese algo de pareja...

Por fortuna, también demasiado astuto para dejarla entrometerse.

—Oh... claro, porque es su aniversario —ella sonrió queriendo esconder su vergüenza, porque raramente Taehyung le daba un no tan rotundo. Antes de retirarse, le dedico a Jungkook una mirada neutra, que él no supo cómo interpretar.

Aunque no le prestó atención, porque se encargó de atrapar la cintura del peliazul apenas la mujer se dio la vuelta, murmurando un "buen chico" cerca de su oído que le puso inevitablemente nervioso. Taehyung lo apartó de su lado fingiendo enfado, exigiéndole que se pusiera a pintar. Así pasaron el resto de la tarde, Taehyung guiando al artista novato en la obra, tonteando y coqueteando como bobos adolescentes, y no es hasta que Joonhyun avisó que estaba por marcharse, que se dan cuenta de las horas transcurridas.

Tae se despidió de la mujer mientras se despojaban de los plásticos protectores, sintiéndose joviales. Una vez que se quedaron solos, Jungkook ayudó al artista a recoger su estropicio y apagar la música del altavoz portátil.

—¿Tienes hambre? —inquirió Jungkook, estirando las piernas y los brazos para desentumecerlos. Taehyung se arrimó al fregadero con la caja de útiles para enjuagarlos.

—No. Ni siquiera sentí el tiempo pasar.

Conteniendo una sonrisa traviesa, Jungkook se acercó a su compañero para estrecharlo por la espalda. Entierró su nariz entre el aroma a fresas de su cabello azul, acariciando su abdomen tibio por debajo de la camiseta ancha.

Taehyung se dejó llevar por sus sugestivas caricias y los besos en la nuca, cerrando a tientas el grifo del agua. Se debilidad siempre fueron los labios de Jungkook sobre su piel. Cuando estuvo a punto de darse la vuelta para besarle, la puerta de la entrada se abrió con un estruendo, mostrando a Joohyun nuevamente en el edificio.

—Lo siento, olvidé mi bolso —ella rió, ajena a la vergüenza en los rostros de ambos hombres. Cruzó la estancia con rapidez hasta la esquina de los casilleros, donde guardaba la dichosa bolsa de cuero.

Antes de retirarse del edificio nuevamente se acercó a ellos, dirigiéndose específicamente a Taehyung. Fue rápida cuando se puso de puntillas y plantó un beso intruso en su mejilla, tan rápida que Jungkook ni siquiera tuvo tiempo de gruñirle en advertencia.

—Nos vemos mañana, TaeTae. Vete con cuidado.

Sólo TaeTae. Jamás saludaba o se despedía de Jungkook, ni siquiera estando justo al lado del peliazul. Eso siempre lo ponía de malas.

—Me molesta que se te acerque tanto —externó Jungkook cuando ella se fue. Taehyung le contempló con cariño—. Le gusta andar acaparando tu atención, y no trata de disimularlo ni cuando yo estoy aquí.

—Kook, no debes preocuparte por ella —puchereó Taehyung, acercándose para vestir los brazos contrarios al rededor de su cuerpo—, ella es mi amiga y la aprecio, pero jamás se acercaría al puesto que tú ocupas en mi vida... Además, ella también nos ayudó cuando nuestra propia familia nos apartó.

Jungkook aceptó abrazarlo, pero lo acercó más a su anatomía hasta descansar su mentón sobre su cabello de fresas. Odiaba tener que admitirlo, pero de los pocos defectos que tiene su chico no entraba el ser un mentiroso; Joohyun había sido de gran ayuda en esa época en la que no tenían nada. De hecho, gracias a ella es que ahora poseían un techo en al cual llamar hogar, que resultaba ser el mismo después de cinco años.

—Sigo creyendo que fue para quedar bien contigo —gruñó el azabache, instándole al chico a seguirle el paso hacia la salida—. Pero no tiene caso discutir por eso, ¿cierto?

—Cierto. ¡Pero no nos vayamos todavía! Primero quiero enseñarte en lo que he estado trabajando.

Taehyung lo arrastró hacia la segunda habitación del recinto; más grande y con olor a yeso y arcilla en el aire. El área de escultura abstracta, donde había repisas y gabinetes repletos de artefactos viejos y cachivaches inútiles. Taehyung encendió la luz, descubriendo en medio del cuarto una extraña figura aparentemente sin forma.

—¡Ta-da! —exclamó Taehyung señalando la escultura del centro. Medía aproximadamente un metro y medio, sólo hacía falta caminar unos pasos para distinguir el material de arcilla blanca, reflejando un rostro de ojos cerrados siendo sostenido por una mano en la barbilla y otra en el cráneo—. ¿Qué te parece? La llamo "El agobio de cuidar", pero no es el nombre definitivo.

—Es precioso. Tus manos son mágicas sin duda, hyung.

Taehyung se sonrojó por el halago, demasiado motivado por continuar su explicación, que no cayó en el albureo.

—Mañana le daré los últimos retoques, planeo ponerla en venta en estos días.

—Así que tendré que venir a fotografiarla cuando esté lista, me parece un buen plan.

Dicho lo dicho, Jungkook atrajo nuevamente al artista a sus brazos. Se dirigieron al estacionamiento sin separarse, tras asegurarse de haber dejado bien cerrada la galería. Un nombre más apropiado sería simplemente "estudio", pero a Taehyung le parecía más atractivo el otro término.

Para cerrar la noche de su aniversario, llegaron a su sitio de Karaoke favorito, con la comida más exquisita que habían probado. Cantar es uno de sus pasatiempos favoritos en común, y ese uno de sus sitios favoritos para pasar el rato. Reservaron una de las salas libres y ordenaron una cena poco ligera; el hambre ya había hecho presencia en sus estómagos.

Las horas rentadas transcurrieron volando y es hasta entonces, cansados y contentos, que decidieronn volver a casa a descansar. No se olvidaron de llevar las sobras de la cena en una de las bandejas desechables.

Apenas pasaban de las ocho de la noche, pero a esa hora ya no había niños jugando en las calles. En general, el vecindario en el que vivían era bastante solitario y tranquilo, aunque aún se veían personas en los porches de las casas de vez en cuando. Como la señora Son, de la casa de al lado, una persona mayor que ha sido amable con ellos desde que se instaron en su nuevo hogar, indiferente a sus orientaciones sexuales.

Taehyung la saludó bajando pronto del auto para aproximarse a ella casi corriendo. Ella les sonrió con cariño desde su mecedora y acarició el cabello de Taehyung cuando éste se sentó en los escalones frente a ella

—¿Cómo estuvo su cita?

—La pasamos bien, fuimos a mi galería y pasamos horas en el karaoke —contó Tae en un tarareo.

—Suena divertido.

—¡Lo fue! Amo cuando Jungkookie pide el día libre para visitarme.

—Lo dices como si no pasara tanto tiempo contigo, amor —refunfuñó Jeon, acercándose a ellos después de estacionar el auto. Tomó la mano que le extendía su novio sin remilgos, acercándose a su posición—. Voy a verte todos los días al salir de la oficina.

—Sí, pero me gusta cuando no vas a trabajar.

Por lo general, y dada a su situación actual, se habían acostumbrado a evitar el contacto físico y meloso a menos de que estuvieran solos. Pero había algo alrededor de la viejecilla Son, que simplemente les trasmitía la confianza suficiente para expresarse amor por medio de gestos casuales. Por eso Jungkook no se contuvo de besar los nudillos de su chico frente a ella.

Un maullido débil atrajo su atención desde los arbustos, a lo que Taehyung se murió de ternura incluso antes de ver al gato. Jungkook lo cargó en brazos apenas lo notó arrimarse a sus talones, acercándolo a la altura de Taehyung para que también lo acariciara.

—Ahí estás, pequeñito —lo mimó Tae en las orejitas con voz tierna—. ¿Nos extrañaste hoy?

—Yo creo que nos extrañó —canturreó Jeon, meciendo al gato en sus brazos. Este se removía maullando de alegría entre sus brazos, mientras la señora Son los observaba sonriendo.

—Ese gato los adora tanto como ustedes a él, ¿por qué no decidieron adoptarlo?

—Nos encantaría, pero no pasamos tanto tiempo en casa como nos gustaría —suspiró el peliazul—. El pobre se quedaría sin compañía por largas horas, creemos que es mejor que se quede vagando en el barrio. No somos los únicos que le tienen cariño, después de todo. Pero lo seguiremos cuidando como un hijo. Kookie, saca las sobras.

—A la órden, jefe.

El menor obedeció, pasando al gato gris de rayas negras a los brazos de Tae para sacarse la mochila y, de ella, el envase desechable con las sobras de comida del sitio del karaoke. El gato sin nombre ronroneó alrededor de la pantorrilla de Taehyung una vez que lo depositó en el pasto, un agradecimiento silencioso antes de abalanzarse sobre el desechable.

Poco después, asegurándose de que el adorable gato estuviera descansando cómodamente en el montón de cobijas que designaron para él en una esquina del pórtico la casa, Jungkook se entretuvo revisando sus redes sociales durante el tiempo que Taehyung usó para terminar de arreglarse. Jungkook apenas se había colocado la pijama cuando su atención se centró en los posts de sus familiares, sentado en la esquina de la cama.

Esa misma tarde, mientras ellos dos estuvieron pintando en la galería, la familia Jeon se reunió sin ninguna razón en específico para presumir de un delicioso platillo casero en las historias de Instagram. Para Jungkook no podía dejar de pensar que la reunión fue tan solo dos semanas antes de que se cumplieran siete años del día que los padres Kim y Jeon descubrieron la relación entre sus hijos y los exiliaron de su entorno. Aunque probablemente la verdadera razón fue que faltaba poco para el cumpleaños de papá Jeon.

Unas manos suaves acariciando su espalda y nuca le desconectaron de sus pensamientos. Taehyung había entrado a la habitación sin que se diera cuenta y su ágil anatomía se acababa de instalar en el espacio disponible de su regazo, acurrucado entre su pecho. Al notar la mirada perdida de su novio, ni siquiera hizo falta que confirmara lo que veía en la pantalla del teléfono para que se lo retirara suavemente para arrojarlo a la cama.

—Ellos no nos extrañan, ¿cierto?

Eran pocas las veces que Jungkook mostraba debilidad frente a él, empeñado, por un papel que él mismo se impuso, a que sería siempre el que protejiera a Taehyung. Y lejos de molestarle o sentirse ansioso por esa vulnerabilidad visible, Taehyung se conmovió por dejar que lo consintiera.

—Amor... Estoy seguro de que lo hacen, pero son demasiado orgullosos para admitirlo —Taehyung besó sus labios, pero pronto recordó la tarea que quería hacer antes de encontrarse con Jungkook en la cama—. Oh, espera aquí, te tengo un último regalo de aniversario.

Él bajó corriendo de sus brazos y parte por la puerta de la recámara dejando a Jungkook riendo de ternura, desparramándose en la cama en espera a que su amor volviera a su encuentro.

—Sé que no eres fan de estas cosas —explicó cuando estuvo de regreso, cargando una caja de cartón del tamaño de una mochila escolar y un gesto tímido—, pero vi esto la última vez que fui a la casa de empeño y supe que tenía que ser para ti.

Jungkook destapó la caja depositada en la cama. En el interior había un cubo plateado con un lente de cristal en el centro, con símbolos chinos en los costados que resultaron indescifrables para él, aún siendo de ascendencia china y familiarizado con ese idioma desde infante.

—¿Sabes que dice? —murmuró Tae apegándose a su hombro. Jungkook le besó la mejilla aprovechando su cercanía, pero sacudió la cabeza en negación.

—No, está escrito en chino muy antigüo... Creo que dice algo sobre deseos.

—¡Exacto! La empleada dijo que es una lámpara de los deseos, le susurras lo que deseas pedir y te los concede. Al menos uno por día.

—Hm... en ese caso, me encantaría que mi chico me abrazara toda la noche...

—Tonto Kookie, no tienes que desperdiciar un deseo en algo que voy a cumplir sin que me lo pidas.

Jungkook sonrió, sosteniendo el cubo con manos precavidas, aún sin terminar de comprender su función. Es entonces que, notando su gesto confundido, Taehyung recuerdó que no le había enseñado la razón por la que la decidió como regalo para él. Retiró suavemente la lámpara de sus manos y se arrastró hasta la esquina contraria de la cama, donde quedaba el enchufe más cercano.

De la lente del cubo se iluminó una nebulosa de colores encantadores, simulando el vasto e infinito universo en la pared paralela. Jungkook quedó asombrado con la vista, su novio bien sabía cuánto adoraba el espacio. Pero más adora lo etéreo que lucía éste con las mismas luces reflejándose en sus mejillas.

—Es divino, ¿no lo crees, Kookie?

—Mas bien, lo veo —respondió, sin apartar la mirada de él y sus ojos destellantes.

Taehyung le miró con adoración, y sus ojos se perdieron en el otro por un rato, pareciendo agradeciéndole al cielo por haberlos unido y ayudarlos a sobrepasar los obstáculos que cruelmente se les impusieron por estar juntos. Kim es un año mayor que Jeon, pero debido a sus condiciones físicas los demás solían pensar lo contrario cuando estaban juntos. Mientras él es pequeño y sin mucha grasa corporal, Jungkook es amante de las pesas y de un innato porte intimidante.

Todos creían que terminarían siendo indomables rompecorazones, yendo de cama en cama y de chica en chica con la única intención de saciarse a sí mismos.

Nadie se habría imaginado nunca, en esa Surcorea prejuiciosa, que acabarían juntos.

De repente, todavía sentados en la misma posición sobre la cama, Jungkook descubrió una línea extraña en un lado del cubo, que seguía recorriendo con sus manos. Era una especie de tapa camuflada entre la textura de la lámpara.

—¿Qué es esta ranura?

Taehyung se acerca a mirar, apoyando su cabeza sobre el hombro musculoso del menor. El sueño ya empezaba a fastidiarle.

—Un compartimiento secreto. La empleada dijo que nunca pudieron abrirlo, pero parece que desprende otro tipo de luz.

—Bueno, no importa. Me gusta esta galaxia que refleja.

—Un microcosmos.

Taehyung sonrió cuando le devolvió la mirada, sabiendo que su sonrojo se perdía en las nebulosas ficticias de la habitación. Jungkook se arrastró hasta él para volver a besarlo para agradecer el regalo cerca de sus labios, y Taehyung insistió entonces que pidiera un deseo. A regañadientes, Jeon cerró los ojos y sujetando con una mano la lámpara y con otra la cintura de su chico, no interrumpió la primer idea que fluyó de su hilo de pensamientos:

"Que Joohyun deje de ser una arrastrada por Tae"

Fue muy tarde cuando se volvió consciente de lo deseado, pero no se retractó. En su propia mente, ¿quien se atrevería a juzgarlo?


A la mañana siguiente, Jungkook fue el primero en despertar. Tomaron un desayuno sencillo hecho en casa y salieron a las diez de la mañana. Para entonces, el gatito de rayas grises ya no estaba merodeando por la casa.

En la galería, se les hace extraño que la puerta de metal siguiera cerrada, pues Joohyun acostumbraba llegar antes que el mismo Taehyung todos los días. Esa mañana no fue así y, por ende, el interior de la galería estuvo silencioso. Jungkook no trabajaba los fines de semana, así que tenía libertad de ver a su novio trabajar nuevamente.

Esta vez Taehyung se adentró en el segundo cuarto de la galería; el área de esculturas. Ya había planeado dedicarse todo ese día a completar su escultura, y para no interrumpirlo, Jungkook volvió su atención al óleo en el que garabateaba la tarde anterior, antes de que su mente se volviera inestable. Pusieron música en los altavoces, y pasaron un buen rato coreando en voz baja, hasta que recibieron una llamada en la entrada principal.

Jungkook, que estaba más cercano a la puerta, se levantó a atender. De las escasas opciones que Jeon tenía en mente, lo que menos espera es que se tratara del par de hombres que le sonreían como si no se hubieran visto en años.

—¡Namjoon hyung, Hobi hyung! Que inesperada visita —exclamó Jungkook antes de darles un breve abrazo a cada uno, haciéndose a un lado para ensanchar el espacio en el umbral—. Pasen, Taehyung está adentro.

Se dieron cuenta de ello cuando el mencionado corrio hacia ellos para engancharlos en un abrazo violento, gritando sus nombres.

Kim Namjoon era el primo de sangre de Taehyung, mayor por un año. Él, junto a su mejor amigo Hoseok, fueron de los pilares más importantes en ese momento difícil de sus vidas, pues no les importó apartarse de la familia que le había dado la espalda a Jeon y Kim con tal de ayudarlos a levantarse. La ayuda fue mental y económica, Namjoon peleó contra su propia sangre con tal de enseñarles a volar.

Jungkook estaba seguro de que tanto apoyo provenía de un motivo que jamás podría ser revelado; culpa y remordimiento. Porque Namjoon sabía que él mismo debería ser tratado de la misma forma que ellos... A Jungkook le encantaría hablar de eso directamente, pero era concisciente, mejor que nadie, dee que era mejor esperar a que Namjoon dijera la primera palabra.

—¡Por qué tanto escándalo! No nos hemos visto por solo tres semanas —dijo el Kim mayor, quejumbroso pero sin despreciar las muestras de afecto físico de su primo.

—Tres semanas se dicen rápido pero transcurren lentas. Y más lento sin ustedes, hyungs.

—Perdona, Tae, la empresa nos tenía consumidos —rió Hoseok, dando un vistazo alrededor—. ¿No falta una persona más aquí?

—El demonio falta.

—¡Kookie! No le digas así a noona.

—Claro, Bae falta. Bueno, tendremos que comer sin ella —canturreó Namjoon, dejando caer la bolsa con el logo de comida china en una de las mesas vacías.

Así lo hacieron. Se pusieronn al día mientras almuerzaban con calma. Namjoon y Hoseok les contaron a gran escala el proyecto en el que los ha incluído la empresa donde trabajan, una de producciones musicales, bastante requerida. Taehyung les explicó con entusiasmo en qué consistía esa obra de arcilla que le tenía tan ilusionado. Contentos, hasta que el teléfono de Taehyung interrumpió la conversación, ganándose un abucheo de los chicos.

Taehyung les pidió silencio, y atendió la llamada sin levantarse de la mesa. Del otro lado reconoció vagamente la voz de Bae, pero no con la que convive casi a diario, sino de la señora Bae, la madre de su amiga.

Ella le relató con una voz comprimida y ahogada, que creyó conveniente avisarle que su hija había sufrido un accidente por la mañana. Ella recibió una llamada del hospital horas antes, para contarle que la menor de las Bae se encontraba en estado crítico de salud tras haber sido atropellada. Ahora mismo se encontraba en una clínica privada siendo evaluada por los mejores médicos que se le podían proporcionar, pero sólo se preveían malas noticias.

Al escuchar la historia, Taehyung no tardó en marchar a dicha clínica en el auto de la pareja, arrastrando consigo a su primo y respectivos acompañantes.

—El conductor que la arrolló ni siquiera se dignó a bajar del auto —contó impotente la señora Bae, mientras tratan de consolarla con palmaditas en la espalda. Sus otras dos hijas se encontraban en la cafetería del lugar, por lo que únicamente estaban ellos cuatro acompañándola en la solitaria sala de espera—. Fue otro civil que vio la escena quien llamó a una ambulancia. La operación dura unas cuatro o cinco horas, no estoy segura, pero los médicos dicen que es probable que tenga secuelas importantes aún después de la operación.

—Será mejor que vaya a acompañar a sus hijas, señora Bae. Nosotros esperaremos aquí y le avisaremos si la llaman —la tranquilizó Namjoon. Los demás, aún consternados por la situación, ocupaban el resto de las sillas vacías.

Se sentian culpables porque a ninguno le preocupó demasiado que la mujer no hubiera llegado a la galería esa mañana.

Insconscientes del tiempo transcurrido, Jungkook se había encargado de rebajar la culpa en su pareja. Se abrazaban, con la distancia suficiente para pasar desapercibidos en la sala de espera. Cuando la señora Bae y sus hijas regresaron por el pequeño pasillo que dirigía a la cafetería, un doctor llamó su apellido.

—Jungkookie, sé que no te cae bien, pero me siento mal por ella. Creo que... si hubiéramos ido a buscarla a su casa, ella estaría bien ahora. Los cinco seguiríamos almorzando comida china y Namjoonie hyung nos daría un adelanto de la pista en la que están trabajando y...

—Oye, no hagas eso —lo interrumpió Jeon en cuanto lo sintió temblar.

Decidió mandar al diablo a todos, halándo a su chico del brazo, insistiéndole en que se sentara sobre su regazo. La duda persistió en el rostro de Taehyung varios segundos, pero realmente anhelaba un abrazo apropiado de su pareja en ese momento. Jungkook lo amoldó en sus brazos, permitiendo que se escondiera entre su cuello y su hombro izquierdo, y besó su cuero cabelludo con cariño. No pudo evitar cerrar los ojos, no deseando ver las reacciones del resto de personas ubicadas en la sala de espera.

—No busques culpables donde no los hay —continuó Jungkook, hablando cerca de su oído—. Hay un sólo responsable. A mí también me hubiera encantado ir a buscarla, pero no siempre podemos predecir las cosas que saldrán mal.

Jungkook no puede ver el rostro de su chico, sin embargo, lo conoce lo suficiente para apostar que estaría haciendo un lindo puchero con sus labios.

—Creí que la odiabas.

—Creo que es un demonio, amor... No por eso le deseo tragedias.

Tae lanzó una risita adorable, que Jungkook resiente en su propio pecho. Cuando Jeon abre los ojos, se encuentra con algunos pares de ojos que le miran con desagrado desde varias esquinas de la sala. Ambos se reacomodan en la silla, sin separarse, y ponen atención a lo que la madre repite del doctor.

—Ella está mejor. Gracias a la operación se mantiene estable, y despertará en unos diez minutos...

—¿Pero? —Una de sus hijas la iincita a continuar, suponiendo que a algo se debe su silencio.

—Pero su cerebelo fue afectado y... quedó parapléjica. Los doctores creen que será permanente.

—Disculpen —una tercera voz interrumpe el silencio establecido y los cuatro pares de ojos, exaltados, se dirigen hacia ella. Es la recepcionista que llega con el semblante y tono de voz neutros, aunque su expresión corporal implica inquietud—. Señores, temo decirles que se encuentran en un espacio público, con personas que ya están lo suficientemente disgustados. Les pido de parte de la clínica que no tengan este tipo de contacto dentro de nuestra instalación, o tendremos que pedirles que se marchen.

La pareja comprendió de inmediato. Pronto toda la sala de espera tenía su atención sobre ellos. Disgustados.

—Por favor, no haga un disturbio frente a los demás clientes, señor.

Jungkook se da cuenta de que, otra vez, no tendrá caso exigir igualdad, respeto, privacidad o lo que sea. Nada funcionaría en ese lugar. La familia Bae los mira como pidiendo disculpas, pero aún así sin intentar defenderlos. El primo Kim, en cambio, luce rojo de cólera. Jungkook intentó detenerlo, asegurarle que no hacía falta ponerse a discutir, pero Namjoon abrió la boca primero.

—No están haciendo nada malo, sólo esperamos noticias como el resto de los clientes.

—Lo sabemos, pero ninguno está haciendo algo para incomodar a los demás —prosigue la señorita.

—¡Sólo se están abrazando! —se le une Jung, frunciendo las cejas con indignción—. De hecho, creo que ellos están mas incómodos que cualquiera de los que están aquí.

Para entonces la pareja se había levantado de su sitio, aunque Jungkook continuaba aferrando a Taehyung por los hombros. Se negaba a soltarlo, un miedo irracional de perderlo apoderándose de él. Ese era el motivo por el que evitaban tener contacto meloso en público, frente a gente ajena a su círculo de confort... El mundo real no era tan comprensivo como sus allegados.

Un grito desgarrador gritó por ayuda desde el pasillo de habitaciones del hospital, y Taehyung reconoció esa voz hasta el punto de hacerle temblar. Era Joohyun, que había despertado antes de tiempo sin comprender porqué la mitad de su cuerpo se siente entumecido; la recepcionista se apresuró a volver a su escritorio. Y cuando creen que la escena incomoda terminó, siguieron los gritos de la misma sala de espera.

—¡Lárguense, maricas! —exigió uno de los señores, por mas que su acompañante intentara hacerle callar.

—¡Sí, que se vayan! A hacer sus cosas asquerosas a otro lado —le secundó una anciana.

Pronto le hacen coro los demás disgustados.

Y les duele. Por más que hayan pasado años sufriendo del mismo trato, de la misma discriminación, de las mismas palabras hirientes el dolor no se hace menos.

Terminan saliendo de la clínica con tal de dejar de escucharlos, escoltados por Namjoon y Hoseok. La pareja planeaba irse en los asientos delanteros del coche, pero finalmente el primo Kim les hizo recapacitar y cambiar el orden, no les quedó de otra mas que sujetarse como dos perdidos reencontrándose en el asiento trasero.

—Este no era el plan que tenía en mente para hoy —susurró Jung, inquieto de piloto. No se atrevía a mirarlos a través del espejo retrovisor. No soportaba ver sus expresiones vacías a la nada, acariciándose ocasionalmente los brazos contrarios. Prefiería buscar los ojos de Namjoon, que aunque se concentraban en la carretera, se dirigieron a Jung para comunicarse con los ojos.

—Chicos, ¿quieren volver a la galería? —preguntó Namjoon, echándole un vistazo a su reloj de mano par verificar que no fuera muy tarde. Apenas pasaban de las cuatro de la tarde—. Podríamos pedir algo de comer y hacer lo que ustedes quieran...

—Gracias, hyung, pero preferimos volver a casa —respondió Jungkook, tímido—. Perdonen que no podamos pasar tiempo con ustedes como quizá tenían planeado.

—No, no, está bien —se apresuró a negar Hoseok, sin querer hacerlos sentir culpables por querer un tiempo a solas para recuperarse.

Taehyung tenía una personalidad frágil como el cristal, y era fácil notar lo que cruzaba por su cabeza debido a lo transparente que era. Un excesivo sentimental que constantemente esperaba ver la mejor versión del mundo, y cuando esto no ocurría, se desmoronaba en desconsuelo.

Jungkook, en cambio, solía ser poco expresivo. Muy reservado tratándose de sentimientos, aunque eso de hecho era producto del manto de macho inquebrantable que él mismo se había colocado, decidido a reprimir sus emociones si con eso podía apoyar a su novio. La realidad era que también poseía una personalidad bastante frágil, puede que hasta un poquito más que Taehyung mismo.

Cuando sus super-yo se encontraban heridos, era difícil imaginar quien podía consolar a quién; eso se quedaba en la privacidad que las cuatro paredes de su hogar podía proveer.

En casa, después de preparar una comida casera, Jungkook se encontraba agazapado en el sofá grande del living room, ajeno a la televisión encendida para centrarse en el mundo de su móvil. Ese dia era el cumpleaños de su padre, y sus primos y tíos se encargaron de compartir en sus redes sociales las preparaciones para la fiesta que ofrecerían en la propiedad Jeon al anochecer.

Jungkook no podía decidir a qué se debía su molestia. ¿A verlos felices sin ellos, a que ninguno mostrara ni un deje de tristeza porque ellos no estaban ahí?, ¿o porque estaban disfrutando mientras ellos, al otro lado de la cuidad, sufrían una agonía similar a la que les hicieron pasar siete años atrás?

Sin apagar la televisión del living, el azabache se dirigió a zancadas a la recámara donde Taehyung yacía recostado leyendo un libro. Lucía adorable con las delgadas gafas entornando sus ojos. Él le sonrió precioso al ser cosciente de su presencia y extiendió una mano hacia él invitándolo a hacerle compañía en la cama. Antes de obedecerle, Jungkook se inclinó hacia su mesa de noche, donde había dejado adornando la lámpara de microcosmos.

Quería seguir el juego. Así que cerró los ojos, alzando el cubo a la altura de su pecho, y se atrevió a pedir otro deseo:

"Que mi familia nos vuelva a extrañar"

Cuando volvió a abrir los ojos, descubrió a Taehyung mirándole con adoración. Volvió a dejar la lámpara sobre el mueble y finalmente se rrecostó junto al artista, halándole con suavidad por los hombros para que se recargue en él.

—¿Qué deseaste esta vez, Kookie? —le preguntó dejando su libro a un lado. Jungkook lanzó una risilla cómplice.

—Creo que si te dijera rompería el encanto de la confidencialidad, hyung.

Taehyung puchereó, pero no insistió y prefirió acomodarse mejor para abrazar el torso de su novio.

—¿Al menos se cumplió el deseo que pediste anoche?

Jungkook trató de no pensar en eso el resto del día porque le remordía la conciencia, pero ya no pudo ignorarle más cuando lo pidió su chico. Él no quería que algo tan terrible le ocurriera a Joohyun, tan sólo que hubiera renunciado a seguir yendo a la galería, o que al menos hubiera reducido sus tiempos con su novio. Jamás se atrevería a desearle el mal a alguien. La realidad es que estaba tan preocupado como Taehyung, esperando buenas noticias de parte de su madre.

—Algo así —se limitó a contestar, y besó a su novio para impedir que siga preguntando.

Se quedaron dormidos en poco tiempo, demasiado agotados para evitarlo. Horas después, los despertó una llamada entrante al celular de Jungkook. Taehyung se quejó entre murmullos, y Jungkook deseó ignorar el teléfono, pero el ruido lo molestó tanto que se resignó a contestar sin siquiera ver el número de contacto.

—¿Quién es y qué quiere?

—Jungkook, soy yo...

Esa voz aterciopelada fue suficiente para quitarle el sueño de golpe. Se incorporó de inmediato sobre el colchón con el corazón acelerado, palpitando en esperanza.

—¿Papá? —murmuró avergonzado de su voz tímido.

—Si, yo... Hijo, quería llamarte antes, pero no sabía si iría a molestarte.

—No, papá, no podría molestarme escuchar tu voz.

Para entonces, Taehyung también estaba despierto, atento a la llamada dejándole su respectivo espacio. Preocupado por lo que sea que puediera resultar esa llamada, dedicó unas caricias de consuelo en el brazo ancho de su novio.

—Me alegra escuchar eso entonces porque, Jungkook, sé que han pasado años desde la última vez que hablamos, pero me gustaría que vinieras a celebrar mi cumpleaños conmigo esta noche.

Y simplemente escuchar su nombre de los labios de su padre lo dejó aturdido, menos podía procesar el hecho de que quería verlo. Ese mismo día.

—¿Tu... cumpleaños?

—Así es, Jungkook. En casa, puedes venir con Taehyung también, es un buen chico, los extraño. Recuerdas donde está la casa de tus viejos padres, ¿no?

—Si, si, lo recuerdo —balbuceó aún en desconcierto—. Estaremos ahí en unas horas... papá. Gracias.

Taehyung tenía los ojos muy abiertos cuando Jungkook despegó el aparato de su mejilla. También detuvo las leves caricias en su brazo.

—Hyung, era papá.

—¿Quiere que... vayamos a verlo?

—Sí. Y dijo que... que nos extrañaba.

Pese al gran desconcierto sentido, Taehyung sonrió en absoluta felicidad.

—¿Lo ves? Te dije que sólo estaban siendo demasiado orgullosos.

Poco antes de salir de casa, se encontraron con la Señora Son meciéndose nuevamente en la mecedora de su porche, a quien se le iluminó el rostro al verlos tan radiantes.

—¿Qué es esto, niños? ¿Adónde están yendo tan encantadores? —les pregunta, soñadora.

—El papá de Kook nos quiere ver, señora Son —le explica Taehyung, dando vueltas cerca de la puerta copiloto del auto—. Es como un milagro, creíamos que ninguno querría volver a vernos de verdad, como lo perjuraron en su momento.

—Me alegra mucho que sus familiares al fin estén reconsiderando sus decisiones, aunque hayan tenido que pasar años de por medio. Chiquillos, ustedes no tienen nada de malo ni están haciendo mal en amarse. Me gustaría que lo tengan en claro.

—Gracias, noona. Usted siempre tan dulce con nosotros —Taehyung no se contuvo de acercarse a su silla para estrecharla en brazos, mientras ella ríe satisfecha. Jungkook, del otro lado del patio, sólo puedo unirse a sus contagiosas risas.

—Le traeremos postre, Señora So —dijo Jungkook antes de subirse al auto—. Y un poco más, para que les invite a sus hijos que mañana vienen a visitarla.

—Oh, ¡que encantadores! Los esperaré aquí afuera cuando vuelvan, si no se hace muy oscuro.

Al bajar del auto, en el estacionamiento de la propiedad Jeon, no pueden decidir quién de los dos está más nervioso. Desde los veintiún años no pisaban esa casa en la que hoy se estaría celebrando. Ninguno podían reducir su ansiedad, sabiendo el ambiente que les esperaba dentro.

Taehyung detuvo a Jungkook antes de avanzar, para arreglar los botones mal acomodados que tenía en su camisa negra. También lo ayudó a terminar de fajarse, y mientras tanto piensa en lo irónico que resulta para él que el resto de personas del exterior lo vieran como un imponente de primera, cuando la realidad era que, en muchas ocasiones, con él se comportaba como un auténtico bebé.

Cuando el trabajo de sus manos se detuvo, se echó un vistazo a su propia camiseta blanca y corbata bien elaborada antes de alzar la vista, sólo para encontrarse con los ojos resplandecientes del hombre de su vida. Jungkook le sujetó las manos antes de besarlas y hablar.

—¿Esta es la parte donde nos besamos, acumulamos la tensión sexual necesaria y regresamos a casa?

Si claro, un auténtico bebé.

Taehyung rodó los ojos y, sin soltar la mano de su pareja, lo obligó a caminar a la entrada de la casa.

Se instaló un corto silencio en el camino, con sus ojos corazones martillando con fuerza en sus pechos. Kim sabía que Jungkook sólo trataba de rebajar los nervios antes de entrar, pero igualmente le preocupaba su comportamiento.

—¿Por qué quieres irte sin siquiera haber entrado? —preguntó cauteloso.

—No es eso, es que... no sé si quiero rodearme de toda la gente que espera adentro, tan ajena a nosotros. Un reencuentro aquí se siente tan vacío.

—Para mí también, Kookie, pero para tu padre es importante su cumpleaños. Supongo que por eso se sentía tan nervioso de invitarte a su fiesta. No dejemos que el lugar nos arruine el reencuentro, ¿de acuerdo?

Jungkook asintió. Sabía que para Kim también era importante ese momento, pues aunque no se tratara de su familia, convivieron bastante antes de lo disgustante. Si ellos pudieron cambiar su parecer, les daba la esperanza de que en un tiempo, el resto de la sociedad coreana volviera a tratarlos como iguales.

—Te amo, Taehyung —suelta sin poder evitarlo. El peliazul suelta una risita tímida, dando un apretón cariñoso al doros de su manos con un pulgar frío.

—Y yo a ti, Kookie.

Las celebraciones en casa Jeon solían ser muy elegantes y fuera de su propio estilo, pues el señor Jeon era un hombre de negocios y pertenecía al mundo material que Jungkook, en su momento, fue lo único de lo que se alegró por dejar de formar parte. Y sin embargo ahí estaban ahora, sostenidos tímidamente del brazo vistiendo de traje, caminando entre personas presuntuosas para saludar a quien una vez fue despiadado con ellos.

Su padre, su madre y sus primos los recibieron con los brazos abiertos, alegando haberlos extraño mucho. Su mamá le sostuvo de la cara y le besó las mejillas, en una exigencia de que le contara de su vida más tarde. No hay miradas de repulsión ni hacia él, ni hacia Taehyung, y eso le quita un gran peso de sus saturados hombros.

Al final, la fiesta no fue tan mal, pudieron saludar a personajes con los que Jungkook convivió en la infancia, y aunque algunos de los invitados sí llegaron a posar sus ojos incómodos en ellos, no supuso un gran problema considerando que su familia, la razón por la que estaban ahí en primer lugar, los seguía tratando con el respeto y cariño. Taehyung se robó una gran porción de la mesa de dulces, para llevarle a la señora So, y también juntaron las sobras de la cena para el gatito. Cuando se retiraron, la familia se disculpó por no poder pasar tanto tiempo con ellos en la fiesta, pero que esperaban volver a invitarlos en otra ocasión para charlar con más comodidad. Fue como un sueño.

Al volver a casa todavía no era muy tarde, según el reloj de Taehyung pasaban las nueve de la noche, pero aún así la viejecita So no se encontraba en el porche de su casa como les prometió. Decidieron no ir a buscarla, seguramente estaría dormida para estar bien descansada cuando llegaran sus hijos y nietos. Se quedaron en las escalerillas de su propio porche, todavía vistiendo los trajes grises a par. Jungkook no podía procesar aún lo que había sucedido ese día, se sentía dichoso sentado debajo de la luna; tenía el presentimiento de que su vida estaba a punto de mejorar.

—No aparece gatito —dijo Taehyung, sacándolo de su ensueño. Entonces volvió en sí, retomando atención a su panorama.

El gatito no estaba cerca, lo que era inusual porque solía merodear a su alrededor una vez que llegaban.

—Quizá se quedó en casa de alguien más, hyung. Dejemos la comida aquí en su bandeja y volvamos adentro.

Taehyung bostezó, recargándose en las rodillas de su novio.

—Aceptaré sólo porque tengo sueño.

Taehyung fingió estar demasiado consada para ponerse de pie, Jeon cayó en su juego y lo llevó cargando hasta su recámara.

Antes de quedarse dormido, Jungkook pasó varias horas incapaz de cerrar los párpados, demasiado inquieto con sus pensamientos.


—Ella es terca, estoy segura de que ya lo sabes... Está convencida de que si hace los ejercicios de rehabilitación, podrá volver a caminar, aunque el diagnóstico de los doctores tenga pocas esperanzas. No le importa si es en unos meses o en unos años, ella está dispuesta a no quedarse parapléjica.

La voz de la señora Bae se quebró a través del altavoz, pero no fue la estática lo que la hizo sonar mal, si no su preocupación de madre.

—¿Entonces ella... ?

—No quiere hablar con nadie, Taehyung-ssi, cree que van a burlarse de su condición.

—Pero yo jamás podría despreciarla, me conoce...

—Lo sé. Pero ella no está bien, sigue conmocionada por el accidente, los doctores dicen que puede pasar mucho tiempo antes de que se resigne.

Las palabras de la señora Bae martillaron en la consciencia de Jungkook. Técnicamente, Joohyun dejaría de buscar a Taehyung. Eso y lo que sucedió anoche, su padre llamándolo cuando han pasado años sin querer saber de ellos, le tenía tan pensativo que no se dio cuenta de que el día siguió transcurriendo con normalidad. Namjoon y Hoseok habían cumplido su palabra y se encontraban pintando una obra cualquiera mientras Taehyung se dedicaba tanto como podía a su escultura.

Esta vez no había música para bailar en los altavoces, si no música clásica. Mejoraba la concentración de Taehyung.

Y sí que le fue de ayuda, porque apenas unas horas después, salió aclamando la atención de todos. Había plásticos en todo el suelo y él mismo tenía la cara y el delantal embarrados de arcilla, pero la sonrisa intacta. Namjoon, Hoseok y, por supuesto, Jungkook fueron los primeras personas en el mundo en apreciar su recién terminada escultura. Su novio abrazó la cintura y le besó la sien sudada como recompensa, preguntando cuál será el nombre definitivo.

—La angustia de aferrarse.

—Me gusta —exclamó Namjoon, admirando de cerca los detalles hechos por su primo—. Creo que eso expresa la expresión del rostro, ¿verdad? Agobio y dolor por las manos que lo aprisionan, y desesperación en las manos que sujetan.

—¡Oh! Hay angustia por aferrarse en ambas partes —silbó Hoseok—. Woah, Taehyung. ¡Tienes mucho talento!

—Gracias —respondió tímido a los halagos—. Vamos a comer, ¿si? Después los dejaré verla otro poco.

A la pareja disfrutaba pasar tiempo con los chicos, ellos eran realmente encantadores y los comprendían como pocos lo hacían. Le contaron lo sucedido por la noche, y aunque ambos estuvieron sorprendidos, se alegraron por ellos. Alegría genuina. Más tarde Jungkook se dedicó a sacar buenas tomas de la escultura, con y sin el artista. Seguía el momento más difícil del trabajo; promocionar y vender. Taehyung se encargaba de subir la saturación y luces en las fotografías antes de subirlas a su Instagram comercial, esperando a que su novio le diera el visto bueno a cada una de ellas.

Llegaron a la casa de empeño en poco tiempo, reencontrándose con los chicos en el mostrador. A Tae se le iluminaron los ojos y salieron corriendo a enganchar su brazo en el de su primo. Debía ser algo de familia, pensó Jungkook, porque le resultaba cómico que ambos Kim adorasen tanto comprar antigüedades en las casas de empeño. A Jungkook le aburría esperar, pero aún así escuchó con atención cuando su pareja le contó sobre los objetos que le agradan. Hizo especial énfasis en una antigüa caja musical que Taehyung econtró encantadora. Salieron de ahí aproximadamente una hora después, con un par de bolsas en mano. Y se despidieron en el estacionamiento para ir cada quién a su casa, esperando verse el próximo fin de semana. Los chicos se aseguraron de decirle a Jeon y Kim que les llamaran en caso de que necesitaran cualquier cosa. Y dicho eso, subieron a sus respectivos vehículos.

Taehyung seguía entusiasmado, mientras terminaba de retocar las imágenes de su escultura antes de subirla. No obstante, aún tenía ojos para ver el bullicio en el patio vecino. Estaban los familiares de la señora So, como ya sabían que iban a estar, pero todos tenían gestos de desconsuelo. Jungkook estacionó, con un presentimiento extraño, justo frente a una patrulla.

—Disculpe oficial —habló Jungkook con la voz chiquita, le imponía ver tanto uniformado en su vecindario, frente a su casa. El susodicho volteó a verlos, y Jungkook notó sus cejas fruncidas en cuanto posó los ojos en la unión de sus brazos—. Vivimos en esta casa, ¿podríamos saber que está ocurriendo?

—¿Son vecinos de la señora So? —cuestionó indiferente, a lo que ambos asientieron de prisa—. Lamento comunicarles que se ha encontrado muerta hace unas horas.

—¿Qué? —murmuró Jeon de pura impresión, Taehyung soltó un jadeo mientras apachurraba un poco más el brazo de su novio—. Pero ¿cómo... ? ¿Qué... ?

—La encontraron sus hijas cuando llegaron a visitarla, estaba tirada en el suelo del baño. Se presume que se tropezó mientras llenaba la bañera, desde la noche anterior.

Taehyung no lo resistió mas, le hirió la insensibilidad con la que aquel policía les contaba tal tragedia, se echó a llorar escondiendo su cabeza llorosa en el hombro de su novio. Jungkook también quiso hacerlo, pero tantos años de desprecio le hicieron saber que, en su relación, al menos alguno de los dos debía lucer imperturbable frente a las adversidades impuestas, de lo contrario serían un blanco fácil para el resto.

Más allá de tristeza, les invadió un halo de conmoción por un tiempo. La muerte de la adorable viuda vecina les tomó completamente desprevenidos, pues tan sólo unas horas antes de su presunta muerte estaban conviviendo con ella con normalidad. Incluso se habían robado unos cuantos postres para ella esa noche. La señora So era una viejecilla sana, caminaba, veía y escuchaba tan bien como un adulto joven, por eso sus hijos exigieron a los forenses que descartaran hasta las mínimas señales de un ataque, pero no se encontró ningún indicio de violencia forzada ni en el cadáver ni en la escena del crimen.

El funeral se llevó a cabo dos días después, y la pareja asistió al velorio a dejar sus condolencias a la devastada familia, al igual que una última despedida al sarcófago. Taehyung lloró desconsolado por tres días, rehusándose a salir de casa, así tuviera que dejar la galería inhabilitada por un tiempo. Jungkook no tuvo tanta suerte, pues él no tenía un negocio propio, si no que trabajaba de empleado en una agencia de idols como fotógrafo y asistente de edición.

Para él seguía siendo un trabajo inimaginado, pero en absoluto se arrepentía de llegar hasta ahí. Aunque gran parte del crédito se lo llevaba el primo Kim, quien le había echado una mano enviando una recomendación personal en aquella empresa. Lo único que le desagradaba de su empleo era tener tan poca libertad creativa, en general. Cada vez que proponía una idea en el momento, pasaba cruelmente desapercibida por tratarse de un novato quien la decía. Aunque él hubiera notado unos cuantos pares de ojos curiosos frente a sus propuestas.

También tenía un jefe odioso, que varias veces le había despreciado desde que se enteró de que tenía una relación íntima con otro hombre. Jamás les había hecho algún mal a él o a Taehyung, y Jungkook sabía que, por más fuerte que tratase de ladrar, era inofensivo; mas la preocupación seguía latente. En el trabajo, el jefe de edición era una de las pocas personas que seguía teniendo los prejuicios intactos aún en la empresa, no como la mayoría que, demasiado ocupados en sus propios asuntos, le trataban como un novato más.


Once días después de la muerte de la señora So, un miércoles por la tarde, Jungkook volvió a su hogar encontrando montones de cajas en el patio vecino. Sus hijos se habían propuesto a vaciar la casa para llevar sus cosas a la caridad o sacarles algo de provecho en una venta de garage; había escuchado casualmente de alguno que uno de ellos se mudaría pronto, por eso aceleraban el proceso de dejarla como nueva. A Jungkook le parecía algo inaudito mudarte a la misma casa donde tu madre fue encontrada muerta, pero él no era nadie para juzgar.

Mientras cruzaba su propio patio para dirigirse a su umbral, descubrió que los hijos de la señora So, que hasta entonces estaban adentro, se habían acumulado en su porche para cuchichear. Jungkook presentía que hablaban de él, quizá también de Taehyung, no se molestó en saludarlas.

Apenas entrar a casa se encontró a su lindo Taehyung recostado a lo largo del sofá, atento a una transmisión en la TV; al escuchar la puerta él le sonrió precioso y estiró los brazos hacia él, invitándolo a que se echara a su par en los cojines del mueble. Los sentidos de Jungkook ni siquiera captaron de inmediato el agradable olor a comida casera saliendo de la cocina, simplemente dejó caer su mochila en el sofá pequeño y él se recostó casi encima de Taehyung, quien se apresuró a abrazarle el torso con un brazo y con la otra mano disponible hacerle mimos en el desordenado cabello, enredando sus piernas con las suyas.

—Hola, mi amor —murmuró Taehyung en su oído, con voz suave—. ¿Cómo te fue hoy?

—Odio a mi jefe.

A Jungkook le resultaba encantador llegar a casa para ser recibido de esa forma; le hacía olvidarse del resto del mundo.

—¿Qué hizo ese desgraciado ahora?

—Me sigue pasando sus pendientes —puchereó Jeon, sintiéndose reconfortado por los dulces dedos que masajean su cuero cabelludo con amor—. Soy su asistente, pero no por eso tengo que hacer su trabajo por él.

—¿Por qué no le cuentas esto a su superior? Eso no es justo.

—Porque sé que no hará nada, y mi jefe se pondrá molesto y me dará más trabajo en cuanto se entere.

Se quedaron en silencio un rato. Jungkook siente mucho silencio de pronto. Cuando alzó el mentón para ver a su novio, le encuentró una expresión pensativa, arrugando las cejas y mordiéndose apenitas los labios, pero sin dejar de masajear el cabello azabache.

—No te preocupes por eso, amor, yo me encargaré —canturreó Jungkook, barriendo los labios abultados de su chico con un dedo—. Por ahora ¿qué te parece si vamos a comer? Huele delicioso.

Terminaron en la mesa degustando la comida que, aunque fue preparada con unas dos ahoras de anticipación, con un recalentado simple recobró su delicia.

—No creí que fueras a cocinar, hyung. ¿Lo hiciste tú? —inquirió Jungkook metiéndose otra cucharada de comida a la boca. Taehyung asintió avergonzado.

—Bueno, no yo solo. Vino Hobi hyung a verme y él dio la idea de cocinar... Dijo que Namjoonie hyung no pudo acompañarlo, y él se quedó poco tiempo porque también tenía más trabajo, pero me hizo feliz que viniera.

Sonriente, Jungkook le tomó la mano por encima de la mesa. Él sabía mejor que nadie que su novio podía ser bastante sentimental en ocasiones que a los demás les cuesta comprender. No es que Taehyung fuera exagerado, si no que no era capaz de digerir las malas noticias con tanta facilidad.

—¿Has pensado en cuándo volverás a la galería? —preguntó Jungkook con delicadeza, acariciando el dorso de la suave mano de Taehyung con su pulgar. Él asintió, incapaz de alzar la mirada de su propio plato.

—Este tiempo en casa me hizo reflexionar, y es que en realidad no genero un ingreso tan confiable con la galería... Me esforcé por alcanzar el sueño ingenuo que tenía de niño, pero ni siquiera pensé en las posibilidades de triunfar.

—Cielo, tu trabajo no es un camino sencillo, pero no por eso debes dejar de luchar por él.

Taehyung sigue negando, cada vez con más seguridad. Y Jungkook teme, porque él adora a su talentoso artista.

—Tampoco se me hace justo que seas el único que se desviva en un trabajo de mierda. Me siento culpable porque, seguro ya lo presentías, pero si me decidí a abrir la galería fue porque me rehusaba a volver a unirme un ambiente tan desagradable como en mi último trabajo.

—El dinero no nos hace falta en casa, hyung. Y no me molesta ser el que trabaje más, te lo dije desde que abriste la galería.

—Sí, pero... sigo inseguro, Kookie. No te conté, pero comencé a buscar un trabajo en Internet. Creo que me agendé una entrevista el viernes en una tienda de diseños cercana.

—No lo necesitas.

—Ni siquiera yo sé lo que necesito.

El tono lastimero en el que dice aquello hirió a Jungkook. Más aún cuando Taehyung comenzó a llorar, otra vez. Él se apresuró a rodear la mesa y a estrecharlo contra sus brazos, sobándo su espalda y su cabello. Mas tarde insistiría en el tema, pero en ese momento se esmero en darle consuelo.

Más tarde, Jungkook se duchó en el baño de la recámara mientras observaba a su novio con la pijama puesta realizar su rutina de skincare. Le parecía adorable. Taehyung salió primero del baño. Cuando Jungkook se reencuentró con él en la habitación más grande, se echó a su lado en la cama. La lámparita de mesa de Taehyung es la única luz encendida por el momento.

—¿Sabes? Visité tu cuenta artística en Instagram y me di cuenta de que nunca subiste el post de tu última escultura —comentó Jungkook, acostado con la vista al techo oscuro.

—¿No lo hice? —cuestionó con voz pequeña, teñida de verdadera confusión.

—Nope. Deberías hacerlo, yo creo que se venderá.

Taehyung lo pensó un rato, y finalmente desbloqueó su teléfono para entrar a la app. Jungkook sonrió victorioso, lo que menos quería es que su dulce novio abandonara el lugar en el que era tan feliz.

Jungkook no pudo dormir. Sus pensamientos no disminuyeron ni siquiera cuando su novio lo abrazaba roncando tan cómodamente a su costado. No sabía porqué, pero volvió a rememorar los sucesos de la semana pasada; él hablando con sus padres, Joohyun siendo accidentada y negando el contacto con la sociedad... Parecen hechos demasiado grandes para ser simples coincidencias. Jungkook se preguntó si sería su culpa algo de lo que había ocurrido.

Esa lámpara, ¿también tendría algún secreto?

Después de mucho divagar, decidió que la única forma de confirmar o desmentir su teoría, era levantarse de la cama y pedir otro deseo al cubo.

Esta vez solicitó algo mucho más sano, aunque, sin saberlo, más caro:

"Deseo que el resto del mundo note el talento de Taehyung"

Aún con algo de inquietud, volvió a los brazos de su amante.

Esa misma madrugada, horas después de que Jungkook cayó dormido, la habitación se iluminó por primera vez con la luz oculta de la lámpara. Las nebulosas de distintos colores hicieron un espectáculo precioso por sus rostros, una lastima que ninguno se diera cuenta.

—¿Qué es esto? —la voz de Taehyung sonó profundamente confundida la mañana siguiente. Jungkook lo escuchó con ternura cuando entró a la cocina, donde él le estaba preparando una improvisada bandeja de lunch.

—¿Que es qué, hyung? —cuestionó Jungkook besándole la coronilla. Pese al gesto cariñoso, Taehyung no dejó de fruncir las cejas y le enseñó la pantalla de su móvil, donde destacan grandes cifras de números en las notificaciones de su Instagram. Jungkook entró en tanto desconcierto como Taehyung—. ¿Por qué... ?

—No lo sé, acabo de encenderlo ¡y me saltaron todas las notificaciones! Hay más sobre el post que subí anoche, pero todos los demás están llenos de comentarios también.

El entusiasmo embriaga a Jungkook momentáneamente, porque después cae en cuenta. El deseo que realizó anoche...

—¡Tengo muchas solicitudes para comprar mis cuadros! —exclamó Taehyung, comenzando a emocionarse—. ¡También de esculturas! No sé por qué me hice viral, pero tengo que aprovechar mis cinco minutos de fama.

—Si, hyunf —respondió Jungkook, estrechándolo por los hombros, feliz de ver a su chico tan feliz—. Aprovecha y vende todo.

Dada la repentina llamada de atención, Taehyung decidió asistir nuevamente a la galería esa tarde, después de haber sido abandonada por unos días. Así que retomaron la rutina que tenían entre semana, ya que tenían un único medio de transporte; a la galería, de ahí Jungkook partiría a su trabajo y, una vez finalizada su jornada laboral, pasaría a recoger a Taehyung a la galería para volver juntos a casa.

Taehyung continuó revisando, extasiado, sus interminables notificaciones en el asiento copiloto, y Jungkook cada vez mas inquieto con el volante en las manos. ¿La lámpara estaba cumpliendo realmente sus deseos?

Un gritillo quebró la ola de sus pensamientos; al parecer Taehyung había descubierto algo importante.

—¿Por qué gritas? —se preocupó el azabache.

—¡Mira esto! ¿Lo conoces, verdad?

—Amor, no puedo ver, estoy conduciendo.

—Claro, claro, perdona —Taehyung se reacomodó en su sitio y carraspeó para llamar la atención de su amante—. ¿Te suena el nombre Kim Seokjin?

—Es tu modelo favorito. ¿Va a colaborar con otra marca?

—No. Me envió un mensaje.

—¿Un mensaje? ¿Acaso quiere... ?

—¡Si! Está interesado en la mi última escultura, la que subí ayer.

—¿De verdad? Es... Increíble.

—Yo también estoy sin palabras.

Jungkook llega a su trabajo con un nudo extraño en el estómago, incapaz de razonar con claridad. ¿Cómo podía digerir que cargaba en sus manos el poder de cambiar el destino?

Ese día se la pasó pegado al teléfono, atento a Taehyung a la distancia. Aunque él casi no pudo contestarle, demasiado ocupado en empezar a empaquetar los pedidos recién adquiridos, a pesar de que Jungkook le aseguró que le ayudaría en cuanto terminara sus horas.

"No vas a creer quién llegó a la galería" Taehyung le mensajeó por la tarde. "Te diré cuando estés aquí". Jungkook moría por saberlo, pero sabía que debe contenerse hasta la hora de salida.

Por suerte el tiempo transcurrió rápido, quizá consumido por la ansiedad, pero sin notarlo ya se encontraba en el auto yendo a la galería Kim. Taehyung lo recibió con un efusivo abrazo y montones de cajas y papeles cubriendo toda la superficie del suelo.

—¡Kim Seokjin! ¡Lo conocí hoy! —exclamó acelerado—. ¡Quería ver la escultura con sus propios ojos! Quedó tan enamorado como yo de él cuando lo vi por primera vez en internet. ¡Es como un Dios griego en persona!

—¿Si? ¿Tan guapo es?

—Muchísimo. Pero su belleza no se le compara a la de mi Jungkookie.

Taehyung contó que Seokjin, distinguida personalidad en el mundo de la moda, había comprado ahí mismo la obra, todo en efectivo. A pesar de que Taehyung le ofreció un descuento exclusivo para él, se negó a aceptarlo e insistió pagar el precio completo. Eso conmovió a Taehyung. Se quedaron un rato charlando sobre moda y arte y entonces Seokjin soltó la bomba; le explicó que justamente la aparición de Taehyung apareció en el momento indicado, pues él estaba en busca de un artista extraordinario para decorar su nueva propiedad de Busan. Donde también ofrecería una pequeña fiesta privada a sus allegados, a la que no dudó en invitarlos.

—Dijo que quería presentar al artista de su obra —comentó Taehyung tímido, jugando con los brazos fuertes de su novio, apachurrados en el sofá de la galería—. Le insistí que no era necesario, pero dijo que entonces no saldría de aquí hasta que le asegurara mi asistencia. Así que supongo que ahí estaremos...

—Me aterra un poco, tanta gente de gala.

—Creo que sería lindo. Podríamos ir un rato, en una de esas la pasamos bien y nos quedamos hasta que termine.

—¿Quieres ir? ¿Qué día es?

—El próximo sábado... No es algo muy formal. Creo que Seokjin planea algo así como una inauguración del piso con su gente de confianza.

—Mhm... hablemos de eso después, por ahora podemos ir a casa.

Jungkook intentó levantarse del sillón, pero Taehyung le sujetó del brazo sin ser tosco. Le miró con pena sin levantarse.

—Sobre eso, quería decirte que no creo ir a casa. Tengo mucho trabajo aquí, me quedaré a dormir en la cama que tenemos en el otro cuarto, así no perderé tiempo en ir y venir.

—No hace falta que hagas eso, Taehyung. Puedo ayudarte cuando salga, no te sobrecargues de trabajo por ahora.

—Es importante, Kookie. Y no tengo corazón para pedirte que trasnoches conmigo sabiendo la rutina pesada que llevas en el agencia. Por favor, ve a casa y duerme bien.

Jungkook quiso discutirle y llevarlo con él a la cama, pero conocía la insufrible terquedad que podía llegar a tener su novio cuando lo consideraba prudente; como era el caso. A pesar de los reniegos e insistencias, Taehyung no debilitó su postura, por lo que Jungkook no pudo hacer algo más que pedirle que no durmiera demasiado tarde, y que se asegurara de cerrar bien la galería.

Jungkook durmió solo por primera vez en años, en una cama que nunca había notado demasiado grande.


—No lo dices en serio.

El resto de la semana pasó como agua, Jungkook ni siquiera tuvo tiempo de que la dichosa fiesta del modelo ya estaba a la vuelta de la esquina. Esa semana había transcurrido demasiado rápido para el bien de Jungkook.

—Este tipo de imprevistos suelen suceder, hyung. No es la primera vez que me toca trabajar un fin de semana.

—¿Pero tenías que aceptar? Este es un evento importante para mí.

Jungkook resopló exasperado, sintiéndose frustrado sin saber muy bien la razón. Taehyung fue el primero en bajar apenas estacionar el auto, dando un portazo que alertó a los nuevos vecinos del patio contiguo, Jungkook los escuchó cuchichear a sus espaldas mientras se encaminaba a la puerta de su casa; se detuvo en el umbral escondiendo su cuerpo para captar algo de lo que decían, aunque suiera que eso no le hacía ningún bien.

—¿Lo ves? Te dije que están peleando cada vez más seguido —dijo el esposo.

Eran una pareja heterosexual, prejuiciosa como la señora So nunca fue, padre de un par de niños que no pasaban de los diez años, eran preciosos y a Taehyung le causaban mucha ternura, pero Jungkook notó que nunca los dejaban estar en el patio cuando regresaban a casa de su jornada laboral.

—Lo suyo va contra lo natural, es evidente que no sería algo duradero —contestó la mujer—. Mira eso, ni siquiera que le regalara una auto nuevo le sirvió al peliazul para que se contentaran.

—Habla más bajo, pueden escucharte.

—¿Crees que les importa?

Sí lo hacía. Por desgracia, fingir indiferencia no les otorgaba el corazón de piedra que deseaban.

Casi arrastrando sus pies, Jungkook cerró la puerta con sigilo y al darse la media vuelta se encontró con Taehyung sentado en el sofá más largo, con la mirada aturdida en el suelo.

—Amor, sabes que no es tan fácil rechazar el trabajo cuando surgen estos inconvenientes —insistió Jungkook en voz bajita, tomando asiento a su costado para sujetarle las manos aunque Kim no le estuviera mirando—. Necesito que entiendas que no por eso te quiero menos. Sabes que lo que más me gusta es estar donde tú estás para apoyarte.

—¿Y por qué no quieres que yo vaya?

—Porque me preocupa que te quedes solo. Serás un artista gay entre gente que no conocemos de nada, ¿entiendes lo peligroso que es?

—Hay rumores de que Seokjin-ssi también es gay... Y si le molestara mi sexualidad, dudo que hubiera aceptado cuando le pedí que también pudieras venir.

—Sigues sin conocer cómo puede reaccionar el resto, cariño.

Taehyung se dejó abrazar, permitiéndose en los brazos de su novio soltar todo el estrés acumulado esos días. Toda la semana fue igual, con el tiempo contado para verse y consolarse mutuamente. Jungkook le mimó el cabello y acarició su espalda, tal como lo hacía él cuando era el otro quien se sentía desamparado.

—Quiero comprar un nuevo sitio, para expandir mi galería.

Jungkook le miró con asombro, sin soltarlo.

—Creí que te gustaba el lugar que tienes ahora.

—Me gusta, y fue mi favorito de los pisos que vimos, pero eso fue entre nuestro presupuesto de ese entonces, Kook. No entiendo porqué, pero la fiebre por mis obras no ha disminuido y quiero aprovechar de esto auque se sienta tan irreal... He ganado mucho dinero hasta ahora, creo que puedo invertir en un sitio de dos pisos, me gustaría usar la primera planta como una exhibición y al segundo como mi lugar de trabajo.

—Sería adorable, amor —Jungkook le sujetó cariñosamente el mentón para que dejase de ver el suelo y, en cambio, su dulce mirada se dirigiera a él. Taehyung sonrió comnovido por el suave camino que el azabache trazó en su mejilla con su pulgar—. Estoy orgulloso de ti, Taehyung.

—Lo sé, Kook. Por eso estoy seguro de que entiendes lo mucho que significa esto para mí, al fin puedo cumplir lo que he soñado desde niño; estoy comenzando a ser un artista reconocido. Y tengo la oportunidad de seguir creciendo... Si voy a esa fiesta encontraré más celebridades que, con algo de suerte, estarán igual de ansiosos que Seokjin-ssi por adquirir alguna de mis obras.

Jungkook no lo interrumpió, enamorado del brillo de sus ojos cuando habla de sus planes. Pero no pudo evitar mordisquearse los labios, demasiado preocupado por dejarlo solo en ese momento importante, pero arriesgado a sus ojos.

—Será un evento privado —le aseguró Kim al notar su inquietud, acariciando la mano que acunaba su rostro—. No habrá prensa, no habrán fans, sólo personas cercanas al modelo. Estaré en un sitio con mucha seguridad en todas partes.

No tenía corazón para negarle algo si le miraba de esa forma. La seguridad y confianza que desprendía su mirada hizo recordar a Jungkook que así fue como se enamoró de él, por eso también teme. ¿Cuántos más se enamorarían de él esa noche?

La duda persistió en su cabeza las horas restantes al evento, aferrándose a su cerebro como queriéndole hacer perder la cordura. La pareja se buscó a sí mismos cuando el nuevo auto de Jungkook, cortesía de Taehyung, estacionó frente a la residencia del modelo; se contemplaron como buscando una última gota de valentía antes de despedirse momentáneamente. Jungkook fue el primero en inclinarse, queriendo alcanzar los labios de su novio.

—Te ves precioso esta noche —ronroneó sobre sus labios, provocando un tímido sonrojo en el peliazul. Taehyung lo sabía, se aseguró de comprar un buen traje de sastre especialmente para la ocasión y fue a la estética un par de horas antes para ser preparado por un profesional. Pero no importaba cuantos años lleven juntos, siempre le hacía feliz escuchar halagos de su novio.

—Me hubiera encantado que estuvieras conmigo —susurró Taehyung.

—Lo sé, amor. Perdóname, yo también tengo un trabajo que mantener.

Taehyung sonrió amargamente, y se despidió del azabache esa noche con un beso en los labios. La sensación es diferente esta vez, le provoca nostalgia a Jungkook. Aún así le deja ir, pues sabía que no era nadie para detenerlo. Jeon siempre se propuso a ser la genuina motivación que su novio necesitara para crecer como persona; jamás querría ser una cadena para él.

Horas mas tarde, cuando la jornada extra de trabajo finalmente estuvo concluida, Jungkook llegó a casa sabiendo que su novio continaba en la fiesta y él tendría que ir a buscarlo apenas lo llamara, en aproximadamente una hora. Con la insistente soledad respirándole en la nuca, se quitó los zapatos y calcetines y se permitió unos minutitos de descanso antes de recoger a Taehyung, recostándose en el lado de la cama que tiene más olor a él.

Pero está tan cansado que, sin querer, despertó hasta que una mano cuidadosa le sacude el hombro.

—Kook, soy yo —murmuró, y a pesar de su intento de despertarlo con calma, Jungkook se incorpora de inmediato, sintiéndose completamente desorientado.

—¿Qué? —balbuceó, apenas enfocando el precioso rostro sin rastros de maquillaje que le despierta—. ¿Hyung? ¿Cómo llegaste, por qué no me llamaste?

—Tonto Kookie —se burló su novio, pasando por encima de él sin piedad alguna hasta llegar al espacio vacío de la cama—. Te llamé pero debiste estar tan cansado que no escuchaste ninguna de mis llamadas.

—¿Cómo llegaste aquí? —insistió, avergonzado por haberse quedado dormido, pero aún preocupado—. ¿Hace cuánto?

—Me trajo un guardia de Seokjin-ssi por órdenes de él mismo, no me dejó negarme a su oferta. Hace unos veinte minutos, creo. Me di una ducha y me desmaquillé antes de despertarte.

Su tono de voz era animado como no lo escuchaba en un buen tiempo, eso hizo sonreír a Jungkook. Se dejó abrazar y aprovechó su cercanía para enterrar su nariz en los cabellos con olor a fresa.

—¿Cómo la pasate, cariño?

—Bien —murmuró somoliento—. Me divertí mucho, bailé mucho y conocí a muchos artistas. Creo que también conseguí algunas ofertas de trabajo.

—¿De celebridades?

—Exactamente —Taehyung sonrió sobre el cuello V que deja al descubierto la piel de su novio, encantado con el calorcito corporal que le otorga—. Pero me hubiera divertido más de estar tú ahí.

—Oh, deja de lamentarte por mí. Me alegra que todo fuera bien.

A Taehyung le causó ternura que Jungkook se empeñara a seguir el hilo de la conversación a pesar de su evidente cansancio. Su mente divagó por unos segundos, mientras juguetea con los botones del cuello de la pijama de su chico.

—Por cierto, recibí un encargo de Kim Seokjin...

—¿Uhm? —inquirió Jungkook en respuesta, Taehyung nota que su respiración se va apaciguando poco a poco—. ¿El modelo?

—Sí. Quiere que lo retrate y asegura que pagará el precio que le diga, sea cual sea.

—Eso es genial, amor...

—Pero especificó que desea un retrato a mano alzada. Tú sabes, con el modelo quieto y posando y el artista sin perder ni un detalle.

—Suena agotador...

—Lo es. Duraría horas, por eso no estoy seguro de aceptar.

Jungkook le asustó soltando un bostezo de repente, su pecho tiembló y Taehyung se perdió en el masaje perezoso que ejercía en su cabello.

—Como quieras, amor. Si crees que la pasarás bien y aprenderás en el proceso, adelante. Pero pide una cifra con muchos ceros.

—Lo único que piensas es en dinero, Kook —bromeó Taehyung, aún sabiendo que su novio se encontraba más dormido que despierto.

—Tú sabes, te serviría para comprar el estudio que quieras.

Taehyung no había pensando en esa posibilidad.

Soñó con esos planes, pues no tuvo más tiempo de pensar con la suave respiración ajena en su oído que le arrullaba cada vez más. Y en el sueño, llegó a la conclusión de que valdría la pena el grandísimo esfuerzo implementado si así podría comprar todo lo que tenía planeado.

Así que lo aplicó a la realidad. Se dijo que organizaría su horario y trabajos pendientes antes de aceptar la petición de Seokjin. Él había resultado ser bastante agradable, con las pocas veces que convivieron juntos, Taehyung se dio cuenta de que no era en absoluto como lo pintaban en redes sociales; el modelo conservaba una personalidad reservada frente a las cámaras, pero en persona era alguien elocuente y divertido, que pocas veces se quedaba callado. Le gustaba compartir tiempo con él, esperaba llegar a formar una amistad sana con el modelo en el futuro.

Por otro lado, Jungkook estaba cada vez más hastiado de su trabajo. Y es que en realidad estaba contento con su puesto, pero le desagradaba profundamente tener que trabajar codo a codo con ese señor tan molesto. Quiso deshacerse de esos pensamientos que no le llevaban a ningún lugar, pero se hacía difícil con la soledad que le rodeaba en casa; Taehyung pasaba cada vez más tiempo en la galería, llegando al punto de que se había comprado otro auto para que cada quien tuviera donde movilizarse personalmente, sin tener que depender del otro. Fue algo difícil al principio, pues eran años de compartir al menos esos tiempos de traslado en compañía. Y sin embargo, ahora pasaban cada vez menos horas juntos.

Y sobre el jefe de edición... Si Jungkook evitaba pensar en eso a pesar de tener la posibilidad de cambiar esa realidad, era justamente por eso; le aterraba tener tanto poder en sus manos. Eso cambió el día que llegó a su puesto de trabajo azotando un periódico en la mesa.

—Jeon... Este es ese chico con el que vives, ¿cierto?

Jungkook, aguantándose el gesto de desagrado de sólo escuchar su voz, le prestó atención al titular que le mostraba en el periódico, era una nota del susodicho y la influencia que tenía en redes sociales, presentando imagenes que él mismo había tomado de sus obras, meses antes. Cada vez era más usual verlo en los periódicos y notas de televisión, a esas alturas Jungkook ya no estaba sorprendido.

—Es él. ¿Cuál es el problema, señor?

—Lo cierto es que tiene su encanto —dijo, y Jungkook no comprende a qué se debe el repentino halago—. Y también es bastante talentoso, no paran de halagarlo en todas partes. ¿Crees que se lo puedas presentar a mi hija? Estoy seguro de que serían una buena pareja.

A Jungkook le dolió la mandíbula de tanto que tuvo que presionar sus dientes, consumido por el coraje. Pero no podía hacer más, por desgracia. Seguía siendo su jefe inmediato y si por su culpa se atrevían a echarlo y dar malas referencias a su persona, estaría perdido. Pues si una agencia de tal prestigio diera malos comentarios sobre su desempeño, probablemente no podría volver a trabajar en esa industria.

—Lo siento, señor, no puedo hacer eso.

El señor Park casi se burló en su rostro, masajeándose los labios con la lengua.

—Oh, una pena... ¿Crees que con más trabajo extra podrías reconsiderar tu opinión?

Sabía que no se arrepentiría de las posibles consecuencias cuando volvió a sujetar la lámpara de microcosmos en ambas manos, horas después en su casa. Pero titubeó mientras pensaba su deseo:

"Deseo ser ascendido"

Ya había pedido éxito para su novio, era lo justo para él también.

La mañana siguiente Jungkook fue interceptado antes de que pudiera llegar a su puesto de trabajo, la secretaria del jefe de Recursos Humanos le hizo saber que le buscaban en la gran oficina. Y en el camino se encontró con el señor Park, quien le dedicó una mirada furiosa cuando chocó su hombro contra el suyo para pasar. Fue tanta la conmoción en el azabache que no quiso negarse.

—¿Por qué fue despedido el señor Park? —preguntó Jungkook con la pierna meneándose de ansiedad, sentado enfrente del hombre de RH. Le acababan de ofrecer el puesto de jefe de edición.

—Hemos recibido muchas quejas de parte de los empleados, dicen que es un hombre déspota y que interfiere en la buena comunicación del equipo. Por eso mismo, le ofrecemos una sincera disculpa si alguna vez se sintió incómodo por su culpa —le explicó el hombre con ademanes de indiferencia, como interpretando un monólogo que acababa de memorizar—. Eso no es importante, ólvidese de él. Le daré unos días para que piense sobre el ascenso, creémos que es la persona más calificada para el puesto por su visión creativa e infinitas habilidades, pero al final es su decisión. Le pido que me de una respuesta a más tardar...

—No hace falta —le interrumpió Jungkook de inmediato—. Tengo la respuesta ahora.


Dos semanas después de la fiesta en la residencia de Seokjin, Taehyung finalmente aceptó hacer la escandalizante obra.

Cada día Tae bajaba del auto con una sonrisa agotada, claramente fingida, pero con la actitud y motivación suficiente para continuar. Trabajaba tres en la pintura y después Seokjin lo acompañaba a la galería, y como agradecimiento por dedicarle tanto esfuerzo a su pedido, le invitaba de comer. Taehyung era una persona exigente cuando se trataba de su trabajo, no era de esperarse menos que con un precio tan elevado en juego dejaría hasta su última gota de sudor en la pintura. A Seokjin le resultaba encantador verlo tan concentrado cada vez que se arremangaba las mangas y se colocaba el delantal.

El cuarto día de trabajo, Taehyung anunció con una sonrisa en grande y el rostro manchado de pincelazos de colores, que había terminado. Hasta que se aseguró de que estaban listos los últimos detalles, le dejó ver la pintura al dueño.

—Eres impresionante, Taehyung —le dijo, después de verificar las suaves pinceladas de cerca—. Por tercera vez me has dejado impresionado.

—¿Tercera vez? —preguntó el peliazul, limpiándose las manos en un trapo—. ¿Cuándo fue la tercera? Hasta donde sé, sólo conserva dos de mis obras.

—Te he dicho que puedes tutearme, Taehyung, no es necesaria tanta formalidad.

—Lo siento —Taehyung suelta una risilla tímida, al fin quieto junto al mayor, que disimuladamente se acercaba más a él.

Aunque el artista se dio cuenta de eso, no hizo el intento de apartarse. Mas bien, no puede. Sus músculos se quedaron paralizados por la sorpresa de ver la admiración intermitente brotando de los ojos del modelo.

—La primera ocasión, fue cuando adquirí tu escultura. Las dos manos y el gesto de agobio, una verdadera obra de arte. La segunda, es ahora mismo... Y la tercera, fue la primera vez que te vi en persona.

El pecho de Taehyung palpitó con fuerza, deseoso de la cercanía ajena. Continuó igual de quieto aún cuando una mano sigilosa del modelo se alzó hasta alcanzar su mentón son suavidad. El pulgar la acarició la mejilla, donde limpió con sigilo una pequeña mancha de pintura roja que le alcanza hasta la comisura derecha de los labios.

—Que descuidado —murmuró el modelo, fijo en la bonita forma de sus labios rosados. Su vista captó el movimiento sutil que realizó su manzana de adán al tragar duro.

Tomando aquella obediencia como una señal positiva, Seokjin no despegó la mano de su rostro y, al contrario, se atrevió desliza su pulgar hacia la textura de los resecos labios del chicos, que temblaron bajo su toque. Disfrutó la docilidad del Taehyung, y sin soltar su mentón, despegó el belfo inferior del superior barriendo su pulgar hacia abajo, hasta exponer el blanco de sus dientes.

Y cuando busca los ojos del chico, Seokjin los encuentra bañados en deseo, ansiosos por más caricias adictivas. No permite que espere más y finalmente el modelo se inclinó hacia el artista, presionando sus labios juntos.

Taehyung no terminaba de comprender lo que sucedía en tan poco tiempo, pero lo disfrutó. Lo disfrutó como nunca creía que disfrutaría algo así, dejándose llevar por las nuevas, y breves, sensaciones que experimenta en su cuerpo lleno de adrenalina.

Probablemente no habría disfrutado ni la mitad de esas emociones si el chico de ojos de ciervo no hubiera desaparecido de su memoria.


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por young4vante

película asignada 7 deseos

categoría koya/drama

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