Maratón 2/4: <>

"La belleza de las discusiones es esa; si se discute correctamente, siempre tienes la razón."

- Christopher Buckley -

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Cuando el Quinjet aterrizó en la base, cualquiera hubiese confundido a Tony Stark con Quicksilver.

Hace poco habían recibido el comunicado.

El Capitán América, más bien Comandante Rogers, había salido herido.

No habían peinado bien el perímetro cuando uno de los agentes de Hydra salió de dios sabe done, abriendo fuego. Por supuesto que Steve debía meterse para cubrir a los suyos y una de las balas terminara en su muslo derecho.

Por supuesto que el hijo de puta que le disparó terminó muerto.

Tony corrió hasta la pasarela de acceso, de donde bajaban varios agentes, uno de ellos ayudaba a Steve a bajar, quien estaba cojeando.

Y por supuesto que Stark estaba preocupado. Era su compañero de trabajo y amigo (o eso creía.)

No tenía nada que ver con los incontrolables sentimientos que tenía para con el soldado desde hace años.

"Mierda, Rogers."

Fue lo primero que dijo, pasando el brazo por los hombros del rubio para ayudarlo a llegar hasta dentro de la base.

"Estoy bien, solo fue un roce."

"¿Un roce? ¡Tuvieron que sacarte la puta bala de la pierna!"

Steve paró de caminar para mirarlo, poniendo su mejor cara de 'he pasado por cosas peores.'

"En dos horas ni siquiera habrá una cicatriz. No entiendo por qué haces tanto drama por eso."

Las palabras salieron tan naturales. Ni siquiera las filtró antes de decirlas. Steve Rogers se golpeó mentalmente mil veces.

Tony paró sobre sus talones, también mirándolo a los ojos.

Por supuesto que no quiere tu ayuda ni tu preocupación. Solo lo estás molestando, como siempre. Tu maldito talento es hacer que se enoje y te viva recordando lo mucho que le desagradas, Stark.

"Tienes toda la razón." Asintió el castaño, evitando cualquier tipo de contacto físico.

Se alejó por completo, dando media vuelta. Antes de empezar a caminar, lo miró por encima del hombro.

"Espero su reporte de la misión cuanto antes, Comandante. Trate de no tomarse mucho tiempo en el pabellón médico, después de todo, en dos horas ni siquiera habrá cicatriz."

Steve ni siquiera se molesto en responder.

Aunque la cara de las pocas personas agrupadas allí era la misma.

«Todos íbamos a sufrir el mal humor de Stark, muchas gracias, Rogers.»

-

Hora y media después ya todos estaban refrescados, curados y de vuelta a las labores normales.

Algunos, cómo Clint, jugaban a los dardos en medio de la sala de descanso. No había mucho trabajo de campo, al menos no hasta el día siguiente.

Tony estaba en su despacho, mirando registros y odiándose a sí mismo.

Lo usual.

Subió la cabeza de los papeles cuando escuchó la puerta abrirse.

Steve entró con un traje completamente limpio y sin cojear con un folder en las manos. El muy maldito sí había terminado el reporte incluso antes de dos horas.

Caminó hasta el escritorio y elevó la mano, entregándoselo al moreno. Tony lo tomó sin decir una palabra.

"De nada."

Soltó Steve, elevando una ceja. Stark ni siquiera levantó la vista.

"Es tu trabajo. Pero gracias."

El rubio bufó, negando.

"Eres imposible, Tony.." emprendió paso a la salida, dándole la espalda al susodicho.

Quien largó una sonora y sarcástica carcajada.

"¿Yo soy el imposible? Lo dice el tipo que se queja tan solo porque uno tiene la decencia de preocuparse por él."

"Preocuparse es una cosa, otra es que quieras ser un mamá gallina en esas situaciones, cuando ambos sabemos que tú eres el menos indicado para eso."

Steve se volteó, cruzando los brazos.

"¿Disculpa?" El contrario frunció el ceño, completamente ofendido. "¿Eso qué diablos significa?"

"¿En serio, Stark? Eres director de SHIELD porque de tenerte en el campo más tiempo hace rato hubieses muerto. Eres sumamente descuidado e impulsivo, ¡Oh! Y no contemos la odiosa inclinación que tienes de cuestionar a tus superiores."

Con cada palabra, Rogers se acercaba más al escritorio, sus ojos jamás dejando de mirar a los contrarios, y su cara totalmente estoica.

Tony lo escuchaba atentamente, conteniendo las inmensas ganas tenia de tomar su pistola y plantarle otro tiro en la pierna.

Cuando el rubio terminó de hablar, una sonrisa irónica trepó en su rostro, a la vez que apretaba los nudillos.

"Lindo que traigas a colación todas mis virtudes en el campo de batalla, Rogers, tú sí que sabes cómo incentivar a tus colegas."

Soltó de manera sarcástica. Lentamente se levantó de su asiento, apoyando las manos en el escritorio e inclinándose hacia adelante.

"Tengo malas noticias para ti. Aquí mi superior no eres tú, así que puedes despreocuparte de que te cuestione." Chasqueó la lengua. "La próxima ves que estés sangrando, despreocúpate, ni siquiera me aceraré. Ahora, Comandante, le invito con todo el respeto, que se largue de mi maldito despacho."

Miradas furtivas venían de ambos extremos. Steve apretó la mandíbula y dio media vuelta, saliendo del lugar.

Tony observó cómo caminaba hasta afuera, y cuando finalmente lo tuvo fuera de su campo de visión, cayó sobre su silla, agarrando el puente de su nariz.

En las cabezas de ambos, el mismo pensamiento:

"Mierda."

-

Estaba maldito, mil veces maldito.

De todas las personas con las que podía compartir el ascensor a la hora de irse. Cientos de personas.

Y exclusivamente Steve debía ser el último en dejar las instalaciones de SHIELD.

Contó hasta diez en su cabeza y se aseguró de orillarse en un extremo del ascensor, dejando un enorme trecho entre ambos.

Steve presionó el botón del estacionamiento subterráneo. Casualmente, Tony había estacionado ahí.

Genial. Debían bajar unos veinte pisos, lo que le tomaría alrededor de tres minutos.

Tres incómodos y largos minutos.

Tony miraba la pantalla ir descendiendo los números con desespero. Juraba por todo lo bueno en el mundo que el maldito ascensor iba más lento de lo usual.

Vamos, solo cinco pisos más.

Cuatro...

Tres...

Dos...

U—

Se escuchó un estruendo y las luces rojas de emergencia se encendieron.

El ascensor se había atascado.

Maldi-tasea.

"¿Qué diablos?" Tony maldijo por lo bajo.

Estaba apunto de acercarse a los botones, cuando se dió cuenta de la intención de Steve, se retrajo, aferrándose más a la esquina.

El rubio fue al panel, presionando el botón de emergencia, tratando de ignorar el accionar del contrario.

Tony lo confundía como nadie nunca lo había hecho.

"Alguien deberá llegar en pocos minutos."

"Sé cómo funciona el botón de emergencia, Rogers."

El mencionado soltó un bufido de molestia. "Cierto. Tú lo sabes todo, Tony."

"A ti no te queda el sarcasmo." Finalmente lo miró, rodando los ojos en la dirección del rubio.

"Cómo sea, eres un infantil."

"Un infantil, un impulsivo, un irresponsable. Decídete, Steve, ¿qué demonios es lo que soy para ti?"

Rogers tomó un paso al frente, retándolo con los ojos.

"Si lo supiera, créeme que hace tiempo lo hubiese dicho."

"¿Qué? Todo esa cháchara no te va a llevar a ningún lado."

"Lo sé. Las acciones funcionan mejor."

"¿Acciones? ¿De que — ¡Mmph!"

Las palabras de Tony quedaron en el aire cuando su boca se ocupó. Con la boca de Steve.

Steve lo estaba besando.

Sus ojos estaban abiertos con desconcierto, y su cerebro aún no filtraba la información. Aún no correspondía el beso. Estaba muy sorprendido.

Steve había notado su distracción, así que se alejó.

"Y-yo..."

"Sólo... Sólo hazlo de nuevo."

No lo dudó para estampar al castaño contra la pared, tomando sus muñecas y poniéndolas sobre su cabeza.

"Me vuelves loco, Tony." Murmuró sobre su boca, besando la comisura de sus labios.

"Maldita sea, Comandante."

Una vez más, sus bocas colisionaron en un apasionado y ardiente beso. Steve era más salvaje de lo que Tony jamás hubiese podido imaginar. Dejaba mordidas de vez en cuándo y juró que en algún momento lo escuchó maldecir por lo bajo. La iluminación rojiza en realidad no ayudaba a sus sentidos. No estaba seguro, estaba muy ocupado caminando sobre las nubes.

Cuando finalmente lo soltó, lo único que se escuchaba eran sus aceleradas respiraciones y Steve podía sentir los latidos de su corazón retumbándole en los oídos.

"Eso fue..."

"Inesperado. Totalmente..."

"Exquisito."

"En definitiva, lo haría de nuevo."

"Tú—"

Otro estruendo y el ascensor bajó al piso final, abriendo las puertas. Estaban en el estacionamiento subterráneo.

"Yo... Te veo mañana, Rogers."

"Buenas noches, Stark."

Ambos salieron del, ahora asfixiante, ascensor, tomando rumbo hasta sus respectivos vehículos.

¿Qué demonios había sido eso?

No tenían ni idea. Pero algo estaba claro.

Ese ascensor era sagrado.

-

Clint sonreía a la pantalla de seguridad de los ascensores con su bolsa de palomitas en la mano.

"Ya casi puedo saborear esos 50 dólares."

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