Maratón 1/4: <>
"El amor es la cosa más peligrosa del mundo."
-Jennifer Beals-
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——Noche de Sábado, 12:46 AM, Downtown Manhattan, New York——
Música, cuerpos sudorosos, alcohol.
Los fines de semana Tony Stark decidía visitar un punto diferente en la ciudad que nunca duerme.
Había llegado have poco más de un mes. Un nuevo comienzo era lo que necesitaba exactamente, y en definitiva, New York iba a dárselo.
Hace un mes había heredado por completo la fortuna de su familia, tras la muerte de sus padres.
De la manera más horrible, por supuesto. Nada era bonito en su vida. Desde la relación con su papá, hasta sus relaciones amorosas. Quiero decir; es sumamente deprimente que aún siendo bisexual no puedas encontrar pareja.
Por supuesto tenía revolcones casuales, era muy bien parecido y joven. Veinticinco años y un buen cuerpo. ¡Oh! Y además era rico. ¿Qué más necesitaba?
Y ahí estaba el meollo del asunto.
Todos en esa ciudad, o al menos todos con los que ha tenido el placer — o el disgusto — de toparse, cumplen con esos requisitos.
No era diferente. En ningún aspecto en lo absoluto.
Era invisible.
Y allí se encontraba; bailando al ritmo de una canción que no conocía, con un par de tragos en la cabeza y una futura resaca y dolor de cuerpo.
Salud.
-
Del otro lado del club, en el area VIP estaba Steve Rogers.
Ojos azules encantadores, rubio, alto... y sumamente peligroso.
Aunque no tanto como James Barnes.
Ojos igual de azules, un poco más oscuros quizá. Pelo largo y castaño. Llevaba una carísima prótesis en su brazo izquierdo, cosa que lo hacía más intimidante junto a su gran tamaño.
Ambos eran conocidos como "Los Reyes de New York" cabecillas de HYDRA, la mafia más grande en todo el estado. Tenían aliados desde los departamentos de policía hasta personas en organizaciones federales como la CIA y el FBI.
Eran incontenibles e indestructibles.
También eran muy gays. En general y el uno con el el otro.
Se habían conocido cuando niños, ambos con infancias sumamente trágicas, quizá eso fue lo que los hizo más unidos. Un inmigrante ruso y un escuálido mocoso de Brooklyn.
La historia de cómo se volvieron lo que son tiene muchas versiones rondando en las calles, sin embargo, no es un punto de importancia, pues sea como sea, ambos eran temidos y respetados por todo mundo.
Era una noche sin mucho movimiento, usualmente iban a clubes a cerrar negocios, pero no hoy.
Hoy, mientras James bajaba escocés, sentado en el regazo de Steve, sus ojos captaron quizá a la persona más hermosa que jamás haya visto.
Palmeó el pecho del rubio.
"Stevie." Con una leve inclinación de cabeza, señaló hacia la pista de baile. Cuando el mencionado miró hacia esa dirección, soltó un bufido.
"Carajo."
Bucky río. "Es caliente."
-
Mientras tanto, Tony se había dado la tarea de empezar a bailar sensual contra un chico que se le había acercado cuando la música cambió a una de esas canciones latinas en las que las mujeres salían casi desnudas en los videos.
Estaba de espaldas al chico sonriendo con malicia, cosa que le era casi imposible no hacer cuando bailaba.
Amaba el sentimiento de poder provocar a alguien sin siquiera mirarlo, y dejarlo totalmente desarmado ante sus encantos
Quizá por eso no tenía pareja.
Steve miraba con una expresión totalmente seria. James se había bajado de su regazo, quedándose de pie a su lado para tener una mejor vista de aquella persona.
"Mierda, necesito que me mueva el culo así mismo. De preferencia sin ropa."
Comentó el castaño, dando un trago. Steve sonrió un poco, dejando de mirar a la pista por un momento para mirar a su amante con una ceja alzada.
"Sabes lo que debes hacer, Buck."
"Paciencia, Dorogoy.*" Sonrió de vuelta, regalándole un guiño. "Me está dando un show y ni siquiera se ha dado cuenta, quiero saborear el momento."
El rubio llamó a la camarera, quien se acercó sonriente a llenar sus vaso de nuevo.
Él también estaba disfrutando de aquel maravilloso espectáculo.
-
Tony estaba sudoroso, agotado y a dos tragos de estar completamente borracho.
Debían ser al rededor de las dos de la mañana para el momento en que decidió que su cuerpo ya no daba para más y debía volver a casa.
Caminó hacia la barra, dejando billetes que por supuesto cubrían mucho más de lo que había consumido, y tomó sus cosas, sacando la llave de su auto del bolsillo de su chaqueta.
No debía conducir en su estado, pero no era la primera vez que lo hacía. Caminó hasta la salida del lugar, tropezando sobre sus propios pies.
Y contra una chica que también trataba de salir.
"Oh mierda, lo lamento."
La voz de la chica retumbó en sus oídos sobre la música.
"Perdón, dulzura, no vi por donde iba." Respondió, mirando a la pelirroja, quien traía sus tacones en la mano y su bolso en la otra. "Vas de salida, ¿qué tal si te llevo a tu casa?"
La chica sonrió de lado.
"Ya tengo quien me lleve, pero si quieres podemos salir cualquier otro día..."
"Tony. Tony Stark."
"Bueno, Tony. Yo te llamaré ¿sí? Ciao."
La chica guiñó un ojo y dio media vuelta, saliendo del sitio.
Tony sonreía como bobo hasta que se dió cuenta de algo.
"¡Hey, espera, no me dijiste tu nom...bre."
El estacionamiento estaba vacío.
Genial, le había visto la cara de idiota. Con pesadez caminó hasta su auto, encendiéndolo y saliendo de allí.
-
La puerta de la camioneta se abrió y cerró, cuando la chica estaba dentro finalmente.
"Vaya gusto que tienen, inútiles. El hijo de Howard Stark."
"Nojodas, Natasha." James habló, pisando el acelerador.
"¿Alguna vez he bromeado?"
Steve la miró por el retrovisor, su expresión era seria pero tenía esa mirada que expresaba total satisfacción.
"Un trato es un trato. Clint será quien viaje a Alemania la próxima semana."
"Bien."
La pelirroja sonrió complacida cruzando las piernas.
"Pobre Tony, le van a partir el—"
"Suficiente, Nat." Reprendió el rubio.
James lamió sus labios, sonriendo y murmurando por lo bajo.
"Tony... Apuesto a que gritas hermoso."
*Dorogoy: Querido.
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