19. M.S.A <>

HipotalamodelAmor

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"No hagas preguntas, no quieres saber."

Las palabras de James aún retumbaban en los oídos de Tony, incluso a la mañana siguiente.

Tony creía que había aprendido su lección hace mucho tiempo con respecto al sexo casual. Revolcones de una noche eran su especialidad, después de todo, era un Playboy. Aunque realmente, se había tomado un descanso de esa vida... Okay, quizá esa vida haya entrado en un coma. Pero él siempre obtenía lo que quería.

Solo que esta vez, fue él quien cedió.

"Tengo malas noticias, Muñeca. Lamentablemente uno de los dos va a perder."

Y luego aquella inusual sonrisa que luego se convirtió en un beso. Fue una sensación casi fuera de este mundo... Era como si...

Como si James fuera la fuente de poder y Tony un desesperado fusible. Uno que deseaba ser encendido. ¿Solo un poco de fricción estaba bien, no?

"¿Te digo algo curioso?" Sus fuertes manos apretaban la cadera del oji-marrón con firmeza, dejando leves moretones en lados.

Tony no creía ser capaz de describir aquel delicioso dolor. Era adictivo. Síntoma de aquella fiebre abrasiva que jamás deseaba que desapareciera. La misma que le causaba alivio, no necesitaba medicarse con palabras lindas ni suaves toques.

Le gustaba rudo, salvaje, sin piedad.

Quemaba, pero le encantaba. Los labios de y manos de James eran calientes como una supernova, dolía pero sabía cómo ocultarlo... en realidad, le gustaba. Le gustaba mucho.

"Eres tan... sensible, ¿no es así?"

Y luego una fuerte y precisa nalgada. Tony creyó que iba a quedarse sin voz. Pero valía totalmente la pena. Cada jalón, palmada brusca, arañazo, mordida. Cada toque era embriagador, era extraño, pues jamás pensó tener ese tipo de inclinaciones.

Adictivo. Adictivo. James era adictivo.

Y no creyó tener que pensar todo aquello mientras yacía solo y un tanto adolorido en su propia cama. La parte interior de sus muslos parecía una galaxia con tonos rojizos hasta púrpuras decorándolos como un lindo recuerdo de que ya era víctima de otra droga que no era cafeína.

El dulce olor varonil de James.

Adictivo. Adictivo. Adictivo.

James era su extraña obsesión. Su rara adicción.

Y siempre se repetía lo mismo, todas las mañanas siguientes.

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