CAPÍTULO 42
Todos aterrizaron en la sala de estar, aunque algunos con más gracia que otros, pero nadie se desplomó dramáticamente en el suelo y eso era una victoria. Apenas recuperaron la compostura, los Weasley se apresuraron como una horda en moverse hacia el pasillo junto a la cocina, donde el reloj estaba colgado, pero Molly se quedó atrás, muy indignada por la poca atención que estaban dedicando a su pequeña niña a pesar de su grave situación, solo podía esperar lo mejor y eso era que Dumbledore apareciera para desmentir las viles mentiras del sanador que la había atendido. Acomodó a Ginny en uno de los sofás, arropándola cuidadosamente con una manta, y solo cuando hubo terminado, siguió a su esposo e hijos.
El reloj familiar colgaba de una de sus paredes tapizadas, y consistía en ocho posibles sectores: como "casa", "escuela", "trabajo", "viaje", "perdido", "hospital", "prisión", "peligro mortal" y, finalmente, "muerto". Había una manecilla por cada integrante de la familia, lo que hacía diez integrantes en total. Y aunque era ese reloj lo que los había llevado de regreso a casa, Molly no lo miró inicialmente, en cambio, observó a Percy.
En solo algunos minutos que Molly se había entretenido atendiendo a Ginny, su hijo se había reducido a un absoluto desastre de lágrimas y palabras incomprensibles, que sollozaba en el hombro de su novio. Los demás no se encontraban mucho mejor, tampoco, y ella titubeó un poco antes de hablar.
— ¿Dumbledore tenía razón? —preguntó suavemente, pero con un tono ligeramente orgulloso, como si estuviera satisfecha por haber estado de acuerdo con el mensaje del hombre del inicio, como si él lo supiera todo.
Sus palabras hicieron que Percy arremetiera, como un monstruo sediento de sangre, se apartó de Oliver y la miró con un brillo peligroso en los ojos, una mirada enloquecida propia de su hermana melliza que hizo retroceder a su madre con espanto.
—Eso quisieras, ¿verdad? —dijo Percy, lentamente, y mientras hablaba, una grieta nació del techo y empezó a abrirse, extenderse, hacia abajo, hasta donde estaba colgado el reloj. La mujer finalmente lo miró, seis de las manecillas señalaban "casa" y eran de todos los presentes, dos de ellas señalaban "trabajo" y correspondían a sus dos hijos mayores que estaban trabajando en el extranjero, y finalmente, una manecilla solitaria con el rostro sonriente de Perséfone la marcaba como "perdida". Viva, a pesar de todo, solo perdida—. Por supuesto que sí. Ella nunca te ha importado, siempre la has tratado como a la mierda, siempre infravalorando cualquier cosa que hiciera, sin que ella fuera nunca suficiente para ti. Ahora quién-tu-sabes la tiene, y sigue viva por ahora, pero la hará sufrir un infierno, y lo hará creyendo que nadie en esta jodida familia la quiere.
—Percy... —llamó Arthur—. No seas tan duro con tu madre.
La bomba se giró en dirección a él, entonces.
—Y tú, papá... No eres mucho mejor que ella. Solo dejas que mamá haga todo el tiempo lo que se le antoja, demasiado ocupado con tus porquerías muggles como para que te importe lo que ella hace. Dejas que te maneje como a una marioneta, y no te molestas en hacer nada mientras ella se esfuerza por destruir y minimizar los objetivos de los gemelos, mimar a Ginny hasta convertirla en una mocosa malcriada, ignorar a Ron, y tratar a Perséfone como si nunca hiciera nada bien a pesar de que se esfuerza tanto como yo y obtiene los mismos resultados. Quizá siempre nos trataste bien, quizá no nos gritabas o maltratabas, pero querernos no es suficiente. Ya no. —Percy temblaba incontrolablemente y la grieta en el muro crecía, sus palabras habían reducido a su padre a lágrimas también, pero su madre se encontraba nuevamente erguida y enfurecida, mirándolo de tal forma que, si fuera una Veela, estaría a punto de harpía y arrojar fuego.
— ¡¿Cómo puedes hablarnos así?! Somos tus padres, Percy Ignatius Weasley. ¡Discúlpate inmediatamente! —exclamó Molly, pero a diferencia de sus otros hijos, él no retrocedió.
— ¿Disculparme? ¡¿Disculparme?! Seguro, lo haré justo después de que te disculpes con todos nosotros por haber fallado como madre, por fallarle a Perséfone. Y ya que estás en eso, por favor, explícame qué clase de monstruo piensa que su hija murió y su única reacción es lástima y enorgullecerse de haberlo sabido desde antes. Te lo suplico, explícame cómo funciona tu cabeza como para que creas que tienes la razón.
— ¡Porque ella no tendría que haber nacido! —exclamó la mujer, e inmediatamente se cubrió la boca con las manos, pero era demasiado tarde, porque la furia de su hijo había alcanzado un nivel que ninguno de ellos había visto antes. Un jarrón sobre una mesilla explotó, sus trozos cayendo sobre el suelo, pero sin herir a nadie.
— ¿A qué te refieres? —preguntó Ron, valiente pero horrorizado por las palabras de su madre. Ron no era particularmente apegado a Percy, pero incluso él podía reconocer la verdad en las crudas palabras del mayor, y era difícil no apoyarlo, incluso cuando Molly lo observó con decepción, como si el niño hubiera hecho algo terrible y traicionero en su contra.
Molly observó a su alrededor, a su esposo llorando y absolutamente no capaz de intervenir para ayudarla, y a cada uno de sus hijos mirándola como si no pudieran reconocer a la persona en la que ella se había convertido. Incluso Oliver y Harry parecían consternados, y no solo incómodos. Ella soltó un suspiro resignado, y se dispuso a explicarles la historia, porque entonces ellos lo entenderían, y dejarían de mirarla como si ella fuera la villana cuando solo había hecho lo correcto.
—Cuando descubrí que estaba embarazada, después de Charlie, fui a ver a un sanador y me informó que efectivamente, estaba esperando a un niño. Solo uno. No gemelos, no mellizos, solo un bebé varón. Así nos preparamos para el nacimiento, decoramos la habitación para un niño, conseguimos la ropa para un niño...
—Pero somos mellizos... ¿Cómo podrían no haberse dado cuenta de que somos mellizos? ¿No se supone que los hechizos son suficientemente poderosos como para que puedan determinar al menos la cantidad de bebés en un embarazo? —dijo Percy, con escepticismo, pero su madre lo ignoró deliberadamente, comenzando a derramar lágrimas y limpiándolas con dramatismo.
—Pero cuando llegó el día del nacimiento, sucedió algo inesperado, y el sanador me informó que había un gran riesgo. No entendía por qué, y entonces me explicó que no estaba esperando a un bebé, estaba esperando a dos, mellizos, una niña y un niño, y la niña era anormalmente poderosa mágicamente y de ese modo se había ocultado durante todo mi embarazo. Pero no solo eso, el bebé no había hecho más que fortalecerse, porque durante todo el proceso de gestación, se había dedicado a absorber el poder y la energía de su mellizo, matándolo lentamente en el proceso. Me dijeron que no sabían si el niño sobreviviría al parto. Pero nosotros habíamos estado esperando a ese niño, habíamos comenzado a amar a ese niño, y de repente, esa otra criatura, ese monstruo en mi interior quería matarlo. Tú eras ese niño, Percy, y desde antes de que nacieras, Perséfone iba a matarte. Pero entonces ambos lo lograron, ambos, y teníamos que criarla, amarla y verla crecer sabiendo que desde antes incluso de tener la capacidad de pensar, iba a arrebatarte de nosotros. Hice lo que pude con ella, pero en el fondo siempre lo supe, que Perséfone era un caso perdido. Y si quién-tu-sabes la tiene ahora porque se sacrificó para ayudar a Ginny de algún modo, entonces al menos sirvió para algo.
Nadie respondió. Nadie dijo nada al inicio. No hubo lágrimas, sollozos o gritos de ningún tipo, como si las palabras de Molly no significaran nada, como si no lo hubieran cambiado todo.
—Creo que es hora de que me vaya —dijo Percy, sin mirar a la mujer a los ojos—. Cumpliré diecisiete en un par de meses, hasta entonces encontraré dónde quedarme.
—Percy... Creí que lo entenderías —respondió Molly, con aspecto desolado—. Después de todo lo que hice...
—Justamente por lo que hiciste —replicó Percy, separando las palabras lentamente—. Porque crees que tenías derecho a hacer todo eso. Porque crees que algo justifica lo que le hiciste a ella. Y nada, absolutamente nada, justifica nada de lo que provocaste, lo que provocamos —dijo, ahogándose en su propia culpa—. La heriste en mi nombre, y yo la herí también. ¿Qué tenía ella entonces? ¿Qué tenía Perséfone que pudiera quitarle el monstruo que ahora la tiene? Ahora, ahora voy a irme, y voy a acostarme esta noche, y me preguntaré si mi hermana melliza seguirá viva mañana porque ninguno de nosotros le dio razones para sobrevivir.
—No puedes irte... ¡Es peligroso! —exclamó Molly— ¡No puedes vagar por ahí solo siendo menor de edad!
—No lo hará, se quedará conmigo —dijo Oliver, avanzando para colocarse junto a Percy.
—Y nosotros hablaremos con Lee, para saber si podemos quedarnos con él un tiempo —añadieron los gemelos, tenían aspecto turbulento e hicieron retroceder a la mujer como si le hubieran dado un golpe físico.
Percy, Oliver y los gemelos se dieron la vuelta y se alejaron, sin más que decir. Ron, Harry, Molly y Arthur permanecieron allí. Ron y Harry no se quedaron porque quisieran, claro, sino porque no tenían a dónde ir, pero incluso ellos se apresuraron a la habitación de Ron a discutir lo sucedido, aunque no a empacar sus cosas como habían hecho los demás.
Molly se apresuró a aproximarse a Arthur, con las lágrimas corriendo libremente, pero contrario a lo que esperaba, él no se apresuró a recibirla con brazos abiertos para consolarla y darle la razón.
— ¿Esto es lo que querías, Molly? Porque fue lo que causaste, y Percy tiene razón en que comparto la culpa. Al final de todos modos lo perdimos, y a los demás también.
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