CAPÍTULO 20
Hogwarts ya no se sentía como un hogar, pero parecía que ya ningún sitio se sentía así para Perséfone, y no pudo evitar preguntarse si eran estos lugares los que habían cambiado o era ella quien ahora era una persona distinta.
Después de un viaje en tren completamente solitario y volver al castillo en un carruaje tirado por los caballos esqueléticos y negros que ella necesitaba fingir que no podía ver, Perséfone entró a la Sala Común. Su expresión debió haber sido más reveladora de lo que ella habría querido porque Percy la acorraló de inmediato y con un rápido ademán hacia Wood para advertirle que no entrara a la habitación, la arrastró allí.
—Traté de darte todo el tiempo del mundo, Perséfone —dijo Percy, con la mandíbula apretada—, pero ya fue suficiente. Te ves como la mierda. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste adecuadamente?
Perséfone se encogió un poco, pero su expresión lastimera no ayudó a disminuir la ira de su mellizo.
—Perce... Es complicado... —dijo Perséfone, sus ojos amenazando con llenarse de lágrimas en cualquier instante y sus manos temblorosas se cerraron en puños, clavándose las uñas en las palmas de las manos.
— ¿Finalmente vas a decirme qué es lo que te sucede? —preguntó él de forma contundente, era el mismo tono de prefecto que Perséfone estaba habituada a escuchar hacia otros estudiantes, sobre todo a aquellos con mal comportamiento.
¿Podía decírselo? Ya había hecho las paces con que ya no tenía un hogar y con que Percy no estaba destinado a conocer más que el mejor lado de ella, y nunca la oscuridad que ocultaba con ahínco. Y, sin embargo, ella se estaba ahogando, no quería reconocerlo, pero llevaba un tiempo siendo asfixiada por su propia vida, y entonces conoció a Tom, y fue libre, lo que solo hizo que el regreso de las cadenas se sintiera más pesado de lo que se había sentido nunca, solo sumado a lo que sucedía con su magia, su corazón y su mente.
Una oportunidad. La primera y última vez que ella aceptaría darle voz a esa historia, por Percy y por sí misma.
—Sí...
La voz se le quebró, y ella se desmoronó como una marioneta con los hilos cortados, cayendo sentada sobre la cama de Percy. Sus hombros se agitaron cuando ella comenzó a sollozar.
—Perse... Creí que era algo de mamá... Yo... Esto es mucho más grave que eso, ¿verdad? —dijo él, su espalda demasiado recta y el ceño fruncido.
—No creía que lo fuera, pero ha empeorado —admitió Perséfone, con una lágrima solitaria resbalando por su mejilla antes de que ella se dispusiera a mirar hacia arriba, esperando que eso espantase al resto y evitara que rompiera abiertamente en llanto. Antes de que su raciocinio se nublara por completo, lanzó un rápido encantamiento silenciador a la habitación para evitar entrometidos—. Su nombre es Tom.
— ¿Esto es sobre un chico? —respondió Percy, en una mezcla entre escepticismo y fastidio—. Creí que te gustaba Gale.
—No es sobre un chico. —Se las arregló para responder Perséfone con un impresionante desdén, dando un profundo suspiro para recuperar la compostura. —Es sobre un diario, aunque supongo que técnicamente todo esto empezó mucho antes, después de todo, ya estaba podrida cuando nos conocimos.
—Perséfone, no estás podrida —dijo Percy, horrorizado, tomando la mano de ella.
—Percy... Tu tienes sueños, demasiados, y mereces hacerlos realidad, pero eres demasiado bueno, tú y el resto de nuestros hermanos lo son, y yo siempre he sido diferente, así que me he dedicado a allanar el camino —dijo Perséfone, con una desesperación interiorizada por entendimiento.
—Hermana... ¿Qué has hecho?
—No demasiado... No al inicio... Yo... Tuve que involucrarme con algunos de los compañeros de habitación de Ron que estaban esparciendo rumores sobre él, y había un chico de Slytherin que pensaba delatar a los gemelos ante la Junta de la escuela por sus bromas pesadas y los expulsarían...
— ¿Y qué les hiciste?
La expresión de Percy estaba lejos de ser turbulenta, en realidad, tenía un aspecto bastante impasible, lo que la hizo sentir ansiosa porque no había demasiado que pudiera decirle que fuera verdad, porque no se arrepentía. Ella dudaba en hablar no porque creyera que se había equivocado, o porque se arrepintiera, sino porque sabía que él probablemente no compartiría su visión de hacer lo que fuera necesario, y ella amaba eso de él, pero al menos uno de ellos debía proteger a su familia, y él no sería esa persona.
—Utilicé el encantamiento confundus suficientes veces para alterar su percepción de los hechos y, en cierto sentido, reprogramarlos.
Percy suspiró, soltó la mano de Perséfone y colocó su cabeza entre sus manos antes de volver a colocarse erguido y mirarla con aspecto consternado.
— ¿Sabes cuántos problemas podrías tener por eso? Es... Es... ¡Está mal! No se supone que hechices a nadie en la escuela ni que te metas con sus mentes... Yo... ¡Eres una prefecta! ¡Se supone que des el ejemplo!
— ¡Jamás he querido ser prefecta, Percy! Era algo que quería para ti, pero jamás para mí, porque no importa cuánto me esfuerce y cuán amable e inteligente sea, nunca va a ser suficiente para que me quieran y respeten así que al menos puedo tratar de conseguir eso para ustedes. Protegerlos es lo único que siempre he querido.
Él la miró, aturdido por su explosión, pero apretó los labios y asintió con la cabeza.
— ¿Qué fue lo que te pasó, Perse?
Perséfone suspiró.
—Mis experimentos con el encantamiento confundus habían sido lo más lejos que había llegado por un tiempo, hasta este año. Pero entonces se abrió la Cámara de los Secretos, y estaba tan asustada... No podía permitir que nada les sucediera, y se supone que lo que sea que está allí dentro no hace daño a los Sangre Pura pero no había ninguna garantía y yo solo... Necesitaba algo que me permitiera respirar, así que comencé a investigar, y busqué y busqué y busqué, pero no encontré nada hasta colarme en la oficina de Dumbledore.
Él ahogó un grito, se llevó la mano a la nuca y tiró de sus cabellos anaranjados.
—Perséfone —dijo él, con los dientes atrapados y el rostro contorsionado por la preocupación—. Él puede ser un viejo chiflado, pero eso probablemente no te salvará de que te expulsen cuando te descubran. ¿Es eso lo que te tiene así? ¿El estrés por ser atrapada?
—Ojalá fuera eso. Encontré un ritual en sus libros, uno que protegería a toda mi familia de la mayoría de los daños posibles, pero había un precio —dijo Perséfone—: una vida.
A Percy se le hundió la realización en la boca del estómago como un golpe.
—Scabbers desapareció este año, por favor, por favor, solo dime que no fuiste la responsable de eso.
Ella se encogió de hombros.
—La llevé al bosque y le rompí el cuello para hacer el ritual —dijo ella, y cuando él abrió la boca para hablar, ella lo interrumpió—. ¡Era solo una tonta rata de jardín! Tendría que haber muerto hace años, y ni siquiera era mágica, así que el efecto del ritual debió ser pequeño, apenas suficiente para protegerles de algunas pocas cosas y salvar sus vidas, apenas suficiente para ser clasificado como magia negra...
— ¿"Debió ser"? —repitió Percy, consternado— ¿A qué se supone que te refieres con eso? ¿Qué fue lo que hiciste?
—Cuando la rata estuvo muerta, su cuerpo comenzó a transformarse, Perce. Todo este tiempo, Scabbers fue un jodido animago transformado en una rata.
— ¿Qué mierda? —dijo él, suficientemente alterado como para soltar esa y muchas otras palabras de soez índole—. Esa rata durmió en mi cama.
—Lo sé.
—Espera... Si esa era una rata, entonces... Entonces tú no mataste a una rata...
—Maté a una persona —dijo Perséfone, contundente, y más calmada de lo que Percy la había visto desde que inició la conversación.
—Fue un accidente —susurró Percy, más para sí mismo que para ella—. Y eso debió alterar el ritual.
—Le dio poder. Suficiente para que ustedes pudieran tranquilamente buscar al monstruo de Slytherin, hacerle frente y sobrevivir. Y suficiente para convertirlo en magia negra y comenzar a sentir los efectos secundarios. Creo que ese fue el momento en el que todo empezó a desmoronarse... Entonces me obsequiaron un diario, uno de segunda mano con el nombre de alguien más escrito en éste, "Tom Marvolo Riddle". Estaba en el tren camino a casa cuando escribí por primera vez, y entonces la tinta desapareció y el diario me respondió.
— ¿QUÉ CARAJOS? Perséfone, ¿estás poseída o algo? ¿Qué te pasa? Ya sabes lo que dice papá, "no confíes en cosas que tengan la capacidad de pensar, pero de las cuales no sepas dónde tienen el cerebro", ¡y tú vas y hablas con un diario encantado!
—Jamás había visto magia como esa —dijo Perséfone, ignorándolo deliberadamente—. Y Tom no era como nadie que haya conocido antes, jamás había podido hablar con nadie así y por un momento de verdad me sentí mejor, me sentí comprendida... Encajamos perfectamente desde el primer momento. Y entonces él me hizo entrar al diario por primera vez.
— ¿Entrar al diario? No es posible entrar a un diario, es un diario —dijo Percy, con el ceño fruncido.
—Y aún así, de algún modo, él lo hizo. Él dijo que era una memoria de un estudiante de Hogwarts y se veía como uno, y el diario se veía como Hogwarts. El mundo era suyo y aunque por fuera estaba hecho de papel, allí él era real y poderoso, y yo tenía demasiadas preguntas para detener las cosas en ese momento. Seguimos hablando, y entonces empecé a notar que nuestras emociones comenzaban a filtrarse en el otro, estábamos influyendo en el otro.
— ¿A qué te refieres?
—Él podía sentir mi ira cuando me enojaba, y yo odiaba a las personas que él odiaba, sin ninguna necesidad de decir nada al respecto. Como si fuéramos la misma persona.
—Por favor dime que eso fue suficiente para que te alejaras —dijo Percy, muy estresado.
—Sí, sí... Fue suficiente. —Se apresuró a asegurar ella. —De inmediato dejé de usar el diario, lo guardé y no lo he tocado desde entonces, pero en el momento en que dejé de escribir en él comencé a... Deteriorarme. Me he sentido peor y peor a cada segundo, y he tenido alucinaciones...
— ¿Tienes el diario en este momento? —preguntó Percy, de inmediato.
—Está en mi baúl, en mi habitación.
—Debemos entregarlo a Dumbledore ahora mismo, le diremos que lo encontraste y te pareció sospechoso, no necesitamos decirle más. Él destruirá el diario y todo mejorará.
—No —dijo Perséfone.
—Perséfone... No es momento de ponerse terca, hay que entregarlo ya.
—No confío en Dumbledore, y hay demasiado en riesgo si él descubre todo lo que he hecho, desde expulsarme hasta enviarme directo a una temporada en Azkaban, ¿entiendes eso?
—Tú hiciste eso, debes asumir las consecuencias. Ese diario es peligroso —espetó Percy, ya enfadado. Perséfone se puso de pie para confrontar a su hermano.
—No puedo creer que digas eso. Podrías matar a una decena de personas y yo jamás dejaría que alguien te dañara de algún modo por eso —dijo Perséfone, y finalmente aflojó las manos cuando sintió los primeros indicios de sangre allí donde se había clavado las uñas.
— ¿Y no te das cuenta de lo mal que está eso? Eres mi hermana y quiero ayudarte, por eso te llevaré con Dumbledore, él te ayudará, quizá te envíen a San Mungo a determinar qué es lo que está mal contigo... Pero estaré allí en todo momento, te lo prometo.
Perséfone negó suavemente con la cabeza y permitió que su varita se deslizara a su mano sin que él se diera cuenta.
—No puedo creer que esto está pasando... Por un momento de verdad creí que lo entenderías.
—Voy a ayudarte, Perséfone.
Ella levantó el brazo y lo apuntó con su varita. Percy pareció sorprenderse y se apresuró a mover su mano hacia su propia varita.
—Expelliarmus —dijo Perséfone de inmediato, y la varita de él voló a su mano—. Entiendo que creas que estás ayudándome, pero alguien debe protegerte a ti y a los demás. No sabes lo que haces, pero yo me encargaré de todo, no te preocupes. Te amo, Percy.
—Estás loca, Perséfone —dijo Percy, mirándola a los ojos—. ¿Qué vas a hacer? No hagas algo de lo que te arrepentirás.
—Voy a devolverte a la normalidad, Perce, voy a liberarte de esto. Jamás debí agobiarte con mis problemas, mis problemas son míos y no deberías tener que cargar con ellos.
— ¿Usarás el hechizo confundus conmigo? —preguntó Percy.
—No, ese hechizo no borrará toda la conversación y tampoco quiero que afecte tu personalidad... Voy a usar Obliviate.
A Percy se le cortó la respiración.
—Te perdono, ¿ok?
—Obliviate —dijo ella.
A él se le nubló la vista.
Perséfone bajó la vista.
Percy parpadeó.
— ¿Estás bien, Perséfone? Estoy preocupado por ti, ¿estás lista para contarme qué te sucede?
Y allí iba, uno de los últimos hilos que la habían atado.
Y un paso más cerca de caer en los brazos de la oscuridad, después de todo, era allí donde pertenecía.
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