CAPÍTULO 01

Perséfone se dejó caer en la cama de golpe, provocando que Percy soltara su libro debido al sobresalto y este cayera sobre su rostro.

— ¡Perséfone! —exclamó, en un evidente reproche.

Ella esbozó una sonrisa.

—Vamos, Percy, no seas malo conmigo —dijo ella, en un puchero, recargando su cabeza en el hombro del chico.

— ¿No me dejarás seguir leyendo, verdad?

—Sabes que no —dijo Perséfone, con alegría, tomando el libro de su hermano.

Perséfone solía ser seria, calmada y casi estoica la mayor parte del tiempo, pero había días en los que ella se sentía un poco pegajosa, y, en base a la experiencia, todos habían aprendido que cuando ella se sentía cariñosa había que corresponderle, pues su buen humor se transformaría en lo opuesto con la misma velocidad que había aparecido.

—Es una lectura interesante, te lo prestaré después.

Delegados al poder, una guía histórica de personas que han alcanzado el éxito. ¿Eres consciente de que no necesitas esto?

— ¡Por supuesto que sí! De hecho, en nuestra visita al Callejón Diagon pienso conseguir su precuela, Prefectos al poder.

Perséfone frunció el ceño.

—No necesitas una maldita guía. Si hay algo que quieres, lo conseguiremos juntos, lo sabes. Serás el ministro de magia algún día, sin ayuda de uno de estos libros.

Percy le sonrió a su hermana, más genuinamente de lo que podría sonreír a cualquier otra persona.

—Lo sé. Eres la única persona que necesito, siempre lo has sido. Estos libros son un extra.

—De acuerdo —aceptó ella, rendida—. Pero no olvides nunca que no hay nada que necesites para alcanzar el éxito, es tu destino. No necesitas nada, ni a nadie, ni siquiera a mí.

—Llevamos 16 años unidos, no quieras tratar de librarte de mí ahora —dijo Percy, con el ceño fruncido y preocupación apenas disimulada.

—Jamás te podrías librar de mí. Incluso si me odiaras, yo todavía trataría de entregarte Gran Bretaña en una bandeja de plata.

Percy tenía una expresión turbulenta en su rostro, como si supiera algo que ella no sabía o pensara en algo desagradable, sin embargo, solo asintió con la cabeza.

—Vamos a desayunar —indicó Perséfone, con suavidad.

Percy asintió y ambos se levantaron de la cama. Percy tenía una habitación para él solo desde que Bill se había ido a Egipto, mientras que Fred y George compartían una debido a sus experimentos, Ginny y Perséfone compartían otra por ser mujeres, y Ron solía compartir con Charlie hasta que se marchó a Rumania.

Ahora, Ron solo compartía habitación con Harry, su mejor amigo, a quien los gemelos habían traído a casa durante la noche utilizando el auto encantado de su padre.

A Perséfone le agradaba el niño, se notaba tranquilo y amable pero con un fuerte temperamento bien escondido. Era evidente que, en esa amistad, la mala influencia era su hermano, que tenía bajas calificaciones, elegía siempre la vagancia, se metía en problemas con los profesores por sus descuidos... Mientras Harry solo tenía mala suerte en el sentido de que tenía un mago loco intentando matarlo desde que nació.

Si no fuera porque ella lo había adoptado un poco cuando lo conoció debido a lo pequeño e indefenso que parecía, trataría de apartar a Harry de su familia para evitarse las dianas en la espalda, sin embargo, era incapaz de eso cuando se había encariñado tan rápido con el niño, era como otro hermanito.

Cuando Percy y Perséfone entraron a la cocina, en la mesa ya se encontraban su padre, su madre, Harry y Ron. Ron tenía una expresión somnolienta en su rostro así que Harry debía haberlo despertado para desayunar, de lo contrario, dormiría hasta el almuerzo.

—Buenos días —dijo Perséfone, sonriendo.

—Buenos días —respondió primero Harry, con los ojos muy abiertos.

—Mis niños, buenos días —dijo su madre, sonriendo, mientras empujaba comida a sus asientos.

Perséfone se contuvo para no hacer una mueca a su madre, en cambio, se sentó en su sitio en silencio. La amaba, pero a veces sus expectativas y su comportamiento llegaban a sentirse asfixiantes.

—Le estaba preguntando a Harry cuál es, con exactitud, la función del patito de hule —dijo su padre, mirando a Harry con expectación.

—Harry, Ron mencionó alguna vez que creciste con muggles, ¿es cierto? —preguntó Perséfone, con curiosidad.

Ella sabía que era cierto, después de todo, sus hermanos lo habían sacado de una casa muggle, pero no podía evitar querer tener un poco más de información al respecto.

—Claro que es cierto, ¿por qué mentiría? —preguntó Ron, ruborizado hasta las orejas por la molestia.

—Shh —chistó ella—, calla y deja que Harry responda.

—Sí, así es —dijo Harry, lentamente, como si dudara de si su respuesta era correcta.

Perséfone suspiró, notando que Harry daba información con cuenta gotas, se encogió de hombros y comenzó a comer.

—Niños, por el horario de su padre, hemos decidido ir al Callejón Diagon hoy mismo y no mañana —anunció su madre, con una sonrisa amable.

— ¿Pero qué hay de Hermione? —preguntó Ron, con el ceño fruncido—. Se suponía que nos encontraríamos ahí con ella.

—Podríamos llamarla por teléfono —sugirió Harry.

— ¿Felétono, dices? —preguntó su padre, pero Molly lo ignoró.

—Te lo agradecería mucho, Harry, cariño —dijo Molly, mientras servía una enorme ración de comida en el plato de Percy—. Ah, y Percy, mi niño, te tenemos una sorpresa, por ser prefecto nuevamente y tus buenas calificaciones, decidimos comprarte una nueva túnica.

Percy se enderezó, con el ceño fruncido y una expresión de enfado que su madre no notó.

—Pero... —dijo, y Perséfone le tomó la mano bajo la mesa, dándole un fuerte apretón que era una clara advertencia para no decir nada.

Percy la miró, claramente en desacuerdo, y entonces ella le dio una patada en la espinilla. Él dio un brinco.

— ¿Sucede algo, Percy? —preguntó su padre.

Percy apretó la mandíbula pero respondió a regañadientes.

—No, padre. Muchas gracias, una nueva túnica me servirá estupendamente —dijo, con el tono pomposo del que sus hermanos tanto se burlaban siempre pero que disimulaba muy bien su desagrado.

Perséfone suspiró de alivio. A los ojos de sus padres, particularmente de su madre, Percy era perfecto, y era exactamente como desearían que todos sus hijos hubieran sido, y, a pesar de que Perséfone se le parecía mucho, ella jamás había sido digna de devoción a ojos de su madre.

Ambos harían siempre lo mismo, y solo Percy obtendría un premio por eso. Así eran las cosas, y estaba bien para ella, porque compartía silenciosamente la opinión de su madre, Percy era quien se merecía todo eso, no ella, jamás ella.

Perséfone alzó la vista y su mirada se cruzó por un instante con la de Harry, ella alcanzó a captar en sus ojos un atisbo de simpatía que la hizo estremecer. Ella no necesitaba simpatía, ella estaba obteniendo lo que quería, todo para su hermano mellizo.

Suponía que Harry debía entender el autosacrificio, después de casi morir para salvar el mundo mágico, pero la mayor diferencia entre ambos era que él moriría para salvar el mundo, y ella dejaría morir al mundo para salvarse a sí misma y a su hermano, a quien amaba más que a nada. Depsués de todo, era así como Perséfone amaba, con todo su corazón y con cada trozo de su alma.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top