11
SERENA
Cuanto más tiempo pasaba atrapada bajo sus garras, más aprovechaba para tocarme, lo que desató varias preguntas en mi cabeza. ¿Por qué me había ayudado? ¿Por qué no me había matado de una buena vez? ¿Por qué se había preocupado de coser mi herida? Sus intenciones eran un misterio, tan contradictorias como su personalidad.
—Por favor... Déjame ir...
Él me miró a los ojos, quizá notando la mezcla de miedo y desesperación que me acongojaba. Le gustaba la sensación de poder, la posibilidad de tocarme sin que pudiera defenderme. Amaba tener el control sobre mí.
—Sabes que no puedo hacer eso. Eres mía para hacer lo que me plazca, y tengo muchos planes para ti.
—¿Matarme es uno de ellos? —espeté en mi defensa, pero mi voz sonaba como el alarido desesperado de un animal a punto de morir—. Y no soy tuya; soy tu víctima de secuestro, bastardo enfermo...
Quise abofetearle la mano, sin embargo, él me agarró por la muñeca.
—Vigila tu tono, Serena —advirtió entre dientes. Su cara a escasos centímetros de la mía—. Eres mía te guste o no. Harías bien en recordarlo.
Lo abofeteé con mi mano libre.
—¿O qué? ¿Vas a encerrarme? ¿Me vas a matar?
Él tomó mi golpe y mis preguntas como una insubordinación. Gemí de dolor cuando, en un rápido gesto, me agarró por ambas manos, me empujó contra la cama y me atrapó debajo de él.
—Matarte sería desperdiciar tu potencial —respondió con voz grave y peligrosa, apretándose en mí. Sus manos se deslizaban para entrelazar sus dedos con los míos—. Y encerrarte no sería divertido. Tengo algo mucho, mucho mejor planeado para ti, cariño.
Ahora podía oler sus intenciones con más claridad. Fui consciente de su olor. Su delicioso aroma que se mezclaba con el olor a tierra de mi cuerpo húmedo.
—No vas a follarme, si es eso lo que piensas. No quiero y no dejaré que me toques.
Sus ojos brillaron con diversión.
—No estás en posición de exigir nada, Serena —habló con condescendencia. Se acercó a mi oído, y su aliento caliente me hizo cosquillas al hablar—. No tienes elección, haré contigo lo que me apetezca.
Empezó a besarme por el cuello, mordisqueando mi piel mientras yo me retorcía.
—Puedes luchar contra mí todo lo que quieras; al final, te rendirás.
Deslizó la lengua por mi mandíbula, dejando un rastro de saliva que me puso la piel de gallina. Luché, retorciéndome de todas las formas posibles para impedirlo. Sus besos se sentían sucios, su tacto desagradable. La desesperación aumentaba cuanto más me tocaba.
—¡Basta, déjame!
Él se rio por lo bajo y me sujetó con firmeza. Se las arregló para levantarse un poco y mirar mi rostro.
—Creo que deberías dejar de luchar. Ya te lo dije: cuánto más luchas, más lo disfruto.
Quería que alguien me ayudara, que entrara alguien a salvarme, igual que aquella noche con Alex, pero en el fondo mis esperanzas estaban extintas. Las lágrimas no tardaron en caer por el rabillo de mis ojos y él se ocupó de besar cada una de ellas. Sus labios eran suaves y su olor se adentró por mis fosas nasales como una droga que adormecía mis sentidos, al menos por unos segundos.
—Y cuánto más lloras, más crece mi deseo por ti —murmuró, apretando sus dedos con los míos—. Sométete a mí y te daré un placer que nunca has sentido.
Cerré los ojos con fuerza para impedir que las lágrimas cayeran y jadeé de la impotencia.
—¡No quiero sentir placer, quiero irme a casa! Maldito el día en que te conocí. Eres una basura asquerosa y manipuladora. Nunca me gustarás, ¡nunca podrás tenerme!
Apretó la mandíbula, con la ira creciendo en su interior ante mis palabras.
—Todavía te resistes a mí, ¿eh? Bueno, creo que es hora de intentar un enfoque diferente.
Me agarró las muñecas con una mano y las retuvo por encima de mi cabeza. Luché por liberarme una vez más y flexioné las piernas sobre mi estómago para empujarlo, pero con su mano libre me separó las piernas mientras reía con sorna.
—Estás malgastando tu energía, cariño.
Se puso a horcajadas sobre mí, con la mano libre en mi cadera, impidiendo que me mueva.
—Aunque debo admitir que admiro tu terquedad, hace que esto sea mucho más divertido.
Su maldito olor encendió mis sentidos más salvajes al darme cuenta de lo cerca que estaba.
Iba a besarme. A besarme en los labios y en todo lo que pude pensar fue en su olor llenando mis fosas nasales, casi como si me quemara. Respiré su aliento una vez estuvo lo bastante cerca, cerré mis ojos y pude sentir el roce de su boca contra la mía. Entonces, le mordí el labio, dispuesta a arrancárselo si era necesario.
Gruñó de dolor y retrocedió un momento, pasando su pulgar por encima para comprobar la herida. Había sangre. En lugar de enfadarse, sonrió con una expresión entre divertida y satisfecha.
—Eres una cosita luchadora. —Se lamió la sangre del labio y su sonrisa se ensanchó—. Me gusta cuando te defiendes.
Se inclinó de nuevo, con la cara a escasos centímetros de la mía y con su delicioso aroma abrazándome.
—Puedes morder, arañar y forcejear todo lo que quieras, eso hace que te desee más.
Probé el sabor de su sangre y me limpié el labio pasando la lengua por encima. Sus ojos brillaron al verme, lleno de satisfacción.
—¿Has probado mi sangre? ¿Te ha gustado? —ronroneó.
—Ja, ya te gustaría, ¿verdad? Te encantaría que estuviera tan enferma como tú —dije mirándolo con asco.
—Oh, Serena... —Extendió la mano y la pasó por mi pelo—, creo que te pareces a mí más de lo que te gustaría admitir.
Rechacé su tacto girando la cabeza hacia un lado para quitarlo de encima y volví a mirarlo. Todavía le temía a la par de querer matarlo, pero cada vez que se acercaba o me tocaba, su olor aceleraba mi pulso.
—No me compares contigo, no soy una asesina ni he secuestrado a nadie. Yo busco ser mejor persona; tú estás enfermo y te regodeas en ello.
—¿Estás segura de eso? Porque tienes una oscuridad dentro de ti, una violencia que te esfuerzas en ocultar. Puedo verla, puedo sentirla.
Inspiró hondo, oliéndome con los ojos cerrados. Al abrirlos, una sonrisa juguetona apareció en su cara.
—No eres tan diferente a mí, y cuanto antes lo admitas, mejor.
—Soy una buena persona, por eso te visité en primer lugar. Tú, en cambio, eres malo y cruel... —Hice una pausa y le sonreí con arrogancia y burla—. Me pregunto qué tan solitario debes sentirte para intentar encontrar a alguien que se parezca a ti.
Los ojos de Volker se abrieron por la sorpresa y enseguida recuperó la compostura.
—¿De qué estás hablando, cariño? —preguntó, frío y cauteloso.
—Creo que hay un motivo detrás de tu obsesión, por la que me acechaste durante las noches, por la que me quieres para ti. Creo que te sientes solo y desesperado por encontrar a alguien que pueda llenarte.
La expresión en su rostro se endureció.
—¿Y qué te hace pensar que eres tan interesante como para elegirte?
—Esto. —Me moví debajo de él, luchando una vez más—. Que me has traído aquí, que en lugar de matarme, me curaste la herida. Que me has observado al dormir. Que la idea de poseerme te excita...
—Te das cuenta rápido, eh. —Esbozó una media sonrisa y presionó sus caderas contra mí—. Sí, he estado estudiando cada uno de tus movimientos. Y la idea de tenerte para mí solo, de poseerte por completo, me excita más de lo que puedo creer.
Pasó la mano por mi pelo otra vez, posesivo y dominante.
—Eres como una llama que me atrae, y no puedo resistir el impulso de acercarme, de consumirte. Tú te resistes, cariño, te niegas a ceder a mis deseos, y eso me parece... intrigante.
—Suéltame —exigí una vez más, moviéndome en un intento por liberar las manos. Solo me sostenía con una y, aun así, su agarre era firme.
Volker presionó las muñecas con más fuerza.
—¿Sigues luchando? Ya deberías saber que resistirse es inútil. Puedes protestar y luchar todo lo que quieras, en el fondo, sabes la verdad: me deseas tanto como yo a ti —habló en voz baja y seductora.
Reí y lo miré con repugnancia.
—Eso es lo que repites una y otra vez para convencerte, pero es mentira. No te deseo ni quiero esto, tú sí, y me has obligado a estar contigo. Lee mis labios y entiende que no te quiero.
Blanqueó los ojos y suspiró con fastidio. Parecía que mis palabras no le habían herido como esperaba.
—Puedes decir que no me deseas todo lo que quieras. Adelante. Solo ten en cuenta que puedo ver la verdad en tus ojos, puedo sentir el deseo que te esfuerzas tanto en ocultar. ¿Acaso crees que he olvidado lo que me contaste? ¿Que mientras estabas con tu cita pensabas en mí?
El estómago se me apretó. Había olvidado que lo deseaba, al menos de manera inconsciente. Que la idea de que fuera él con quien me acostaba me excitó. No solo era su olor lo que me había atraído, también era él. Sus manos, sus músculos ocultos por las camisas, su mirada...
Al darme cuenta de que buscaba la verdad en mis ojos, desvié la mirada a un lado.
—Nunca me has gustado. Me pareces vomitivo, ¡así que suéltame!
El agarre en mis muñecas se intensificó ante mis palabras.
—¿Soy vomitivo? —No le había gustado nada mi insulto—. Eres una desagradecida, ¿verdad? Te lo he dado todo, he cuidado de ti, ¿y así es como me lo pagas? Quizá tenga que encontrar formas de castigarte, de enseñarte las consecuencias de tu terquedad.
Pasó la mano por mi cuello y me apretó la garganta. Dejé escapar un grito ahogado y mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar cuando mi exnovio me golpeaba. El miedo de antes regresó para recordarme que estaba frente a alguien igual o peor, que en cualquier momento podría hacerme daño. Mi pulso se aceleró y mi respiración se hizo superficial.
Él sonrió satisfecho al ver mi pánico.
—Veo que he tocado una fibra sensible. Esto te recuerda a alguien, ¿verdad?
Presionó más su mano en mi garganta tras destilar burla.
—Luchaste contra él... Sobreviviste... Pero no ganaste, es como si estuvieras muerta. Por eso estás aquí ahora, porque eres débil e indefensa. Si esa noche lo hubieras matado, entonces él jamás te hubiera atormentado noche tras noche, y nunca nos hubiéramos conocido.
Contuve la respiración mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Estaba asustada, y al mismo tiempo no quería irme sin luchar, quería dar hasta el último de mi aliento.
—¿Por qué me haces esto?
—Porque te deseo —dijo, con su expresión depredadora embobado por las lágrimas al caer—. Y porque sabes quién soy y lo que hice.
—Eso no responde a nada. ¿Por qué yo entre todos tus pacientes?
—Porque eres diferente. No eres como las demás personas aburridas e insulsas que vienen a verme. Eres inteligente y también eres frágil y maleable. Tienes un fuego dentro de ti que encuentro embriagador.
—Tú... ¿estás enamorado de mí? —pregunté, horrorizada.
—¿Amarte? Es una palabra muy poderosa, pero supongo que es la forma más aproximada de describir lo que siento por ti. Eres como una propiedad preciada para mí, algo que quiero poseer por completo.
—¿Y luego? ¿Me posees y entonces qué?
Sonrió satisfecho, con ojos oscuros y lujuriosos al acercarse a mis labios, lamiendo la zona donde lo había mordido.
—Y, entonces, una vez que te haya reclamado, cariño, nunca podrás escapar de mí. Serás mía, atada a mí para siempre.
—Estás loco. No importa lo que me hagas, nunca seré tuya, ¿me oyes?
—¿Crees que tienes elección? Te equivocas. Eres mía, quieras o no.
—Puedes repetirlo tantas veces como quieras, pero no cambiará nada. —Mis palabras destilaban veneno—. Eres igual a Alex.
—No me compares con él —dijo en voz baja—. Sabes muy bien que no nos parecemos en nada. No te estoy manipulando, te estoy ofreciendo una nueva vida, una de emoción y placer que de otra manera nunca encontrarás.
Me reí de mala gana.
—Jamás podrá suceder eso, te odio.
—¿Odiarme, cariño? Qué adorable. —Su voz era como el terciopelo. Chasqueé la lengua al escucharlo y él se rio—. ¿Crees que tu odio te mantendrá a salvo? Pues no es así. Te romperé, haré que te sometas a mí tarde o temprano. Y una vez que te tenga, tu odio será una forma de deseo.
Pasó sus dedos por mi mandíbula en un toque posesivo que recorrió el hueso hasta mis labios.
—Eres como mi fruta prohibida personal, y no me detendré ante nada hasta probarte.
Presionó sus dedos entre mis labios, metiéndose dentro para humedecerlos. Mi primera reacción fue sentir asco, asco de cómo mi lengua mojaba sus dedos largos mientras él los metía más y más dentro de mi boca; entonces, como reflejo, los mordí con fuerza como si fuera a arrancárselos.
Dejó escapar un gruñido de dolor y apartó la mano de mi boca para mirarla con una mezcla de molestia e ira.
—Pequeña... —murmuró entre dientes, entrecerrando los ojos con frustración.
Su reacción solo me llenó de satisfacción.
—¿Crees que puedes tenerme así de fácil? Idiota.
La expresión se oscureció ante mis palabras burlonas y el sonido de mi risa. La rabia creció dentro de él. Vi el fuego en sus ojos, la crueldad. En su cabeza pasaron todas las maneras en que podría hacerme daño.
Pero, en un acto inesperado, soltó mis muñecas y se quitó de encima.
—En el armario hay ropa limpia y en el baño encontrarás toallas.
Me incorporé en la cama.
—Déjame ir. No le hablaré a nadie de esto.
Él se echó a reír.
—Cariño, no seas ingenua, nunca voy a dejarte ir.
Salió de la habitación dejándome con la incertidumbre y el miedo como abrazo. Empecé a morderme las uñas, preguntándome qué debería hacer. Estaba atrapada con un monstruo impredecible, que en cualquier momento podría hacerme daño, pese a decir que eso no estaba dentro de sus intenciones.
Fue como volver a la época en que convivía con Alex, encerrada en aquella casa.
Alex.
Maldito Alex.
Volker tenía razón, si no hubiera sido por mi exnovio nunca lo habría conocido. Si tan solo lo hubiera matado, yo habría estado dentro de prisión. Al final, no importaba lo que hiciera, parecía que mi destino era estar encerrada, ser la víctima de personas locas.
Me hice un ovillo y me eché a llorar sobre la cama, compadeciéndome de mi penoso estado, hasta que la humedad de mi ropa me causó escalofríos y el dolor fue insoportable.
Con movimientos aletargados y torpes, me dirigí hacia la puerta y me asomé. Volker no se veía por la sala, solo la luz cálida que provenía de una lámpara al costado de un sillón.
Él debía estar en algún sitio, maquinando cómo doblegarme... o matarme.
Salí del dormitorio y caminé a través de la sala. El espacio era extrañamente acogedor. Paredes amplias de un color blanco y decoradas con arte abstracto; muebles de estilo moderno con sutiles detalles floreados. Era un lugar minimalista, lujoso y de comodidad elegante. Incluso podía ver la inmensidad del bosque por las ventanas cubiertas por velos semitransparentes. No era la guarida macabra que esperaba. Me pregunté dónde estaba la trampa, dónde estaba la habitación del pánico.
Escuché ruido desde otra habitación. Volker tarareaba.
Caminé envuelta en sigilo siguiendo su sonido y descubrí que estaba en la cocina, de espaldas a mí picando pimentón sobre una tabla. Tenía las mangas de su camisa recogidas y el delantal de cocina contorneando su torso.
Miré hacia los alrededores en busca de algo para golpearlo, pero él olió mis intenciones. O mi presencia.
—Todavía hueles a lodo y sangre, Serena.
Ni siquiera se había girado. Me había visto a través del reflejo de la ventana que estaba frente a él.
Maldije para mis adentros y me avergoncé de mi torpeza. Para la próxima debía ser más observadora.
—¿Qué haces?
—Preparo la cena. ¿No es obvio?
—No me refiero a ese «hacer», me refiero al hecho de que estás cocinando mientras me tienes secuestrada.
A través del reflejo de la ventana pude ver su sonrisa. Siguió picando las siguientes verduras con vasta naturalidad.
—No te tengo secuestrada, eres mi invitada. Me gusta tratar bien a mis invitados.
—No se nota —disparé con sarcasmo.
—Cuando pruebes mi comida vas a cambiar de opinión, cariño. ¿Por qué no tomas la ducha y te cambias? Vas a coger un resfriado.
Sí, en definitiva, esto sería un tormento igual que mi relación con Alex. Aunque tenía eso a mi favor: ya había sobrevivido a un loco, ahora solo tenía que buscar el momento adecuado para sobrevivir de nuevo.
________________________________
Dejé programado este capítulo y el del viernes porque me voy de paseo, así que espero que no haya ningún problema :3
Serena ya no está tan Serena y Volker sigue igual de loquito de siempre.
Pobrecita, pasó de un loco a otro... aunque llamarlo "loco" es poco... En fin, ya veremos cómo le va... Aunque aquí entre nos, les daré un spoiler que no es uno como tal....
Y ese que...
Que el POV final es de Volker :O
Nos leemos el próximo viernes y no se olviden de comer, muak!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top