El chicle.

Para Mai no habia nada más horrible que el olor a cigarro.

Siempre era igual, "Mañana lo dejare" decía, "este sera el último" le prometía. Pero nunca lo hacía, al menos, no completamente.

Pasaba solo un día o dos antes de encontrarla de nuevo con aquel rollo de tabaco en sus labios acompañado de un "lo siento" o un "esta semana fue muy estresante" como excusa para despues pisarlo y abrazarla para disculparse, siempre diciendole la misma mentira. Claro esta que no le correspondía en esos casos. Quería tener fe, creer que  lo dejaría cada vez que decía eso, sintiendose más ingenua cada vez.

Claro que sabía que no era facíl dejar esa adicción de un día para otro, no le decía que lo dejara porque era molesto para ella (aunque si en cierta parte) sino porque ya le estaba haciendo daño, lo confirmo despues de verla toser fuertemente mientras sus pulmones rogaban por respirar inutilmente, sus ojos dilatados con pequeñas lagrimas en una expresión que denotaba miedo al no respirar, su cara roja por la falta de oxigeno y la sangre que salía como pequeñas gotas de su boca.

Había llegado demasiado lejos.

Despues de ir al médico a que la revisaran, lo primero que hizo al llegar a su hogar fue buscar y tomar todas esas malditas cajitas que su pareja guardaba (escondía más bien), meterlas en una bolsa y arrojarlas al  primer camión de basura que viera. Al entrar en su cama se acosto boca arriba, tapando sus cansados y llorosos ojos con los brazos. Tenía un revoltijo de emociones que se mezclaban en su interior y le daban dolores de cabeza. Quería gritar, pero solo cerro los ojos hasta caer dormida, estaba cansada. Cansada de todo eso.

Maggie, por su parte, no se opuso a lo que Mai estaba haciendo, de hecho, no podía ni verla a la cara, sentía que en el más minimo contacto visual, le diría "te lo dije" ya sea con la boca o con la mirada y no era para menos la verdad. Se sentía debíl, pero más que todo frustrada, frustrada por ser tan debíl y caer en esa maldita adicción.

Odiaba no cumplir su palabra, odiaba hacer promesas que al poco tiempo las rompía pero más que todo se odiaba a si misma al ver el rostro de Mai. Decepción, tristeza y enojo era lo que expresaba su bello rostro.

Esa misma noche lloro en silencio, ahogando sollozos y lamentos. En cuanto Mai entro despues de hacer su cometido, paso de largo por el pasillo evitando su mirada (probablemente, para no gritarle) y subío a su habitación sin titubear. Solo pudo apreciar de perfil el inexpresivo rostro de su pareja antes de desaparecer de su campo de visión.

Lagrimas amargas salían de sus ojos, mientras se encogía en el sofa.

-Perdoname Mai- susurraba debilmente- perdoname...

La había decepcionado, joder la había decepcionado en grande.

Lo peor de todo es que ella se lo había dicho, varias veces se lo habia dicho llegando incluso al punto en que discutían...y ahora estaba pagando factura.

"Señorita usted esta a nada del cancer pulmonar, si sigue así nos sera imposible sanarla".

Recordo las palabras del médico, y la reacción de Mai al oirlo.

Giro su cabeza para ver el frasco con pastillas junto al inalador (en caso de volver al ataque de tos) y la agenda de cuando le tocaba hacerse la quimioterapia en la mesa del comedor, se levanto y toma una para despues pasarla con agua. Debía dejarlo, lo sabía, que no sería facil, tambien lo sabia, despues de todo llevaba varios años fumando pero ya era suficiente. Lo haría, esta vez se prometio a si misma que lo haría, por Mai y por ella misma.

(...)

Pasaron 3 meses desde que empezo su rehabilitación, fue doloroso al principió ya que, al no fumar, le cambiaba el animo a uno más inestable, tenía dolores de cabeza constante y casi siempre la necesidad de tener algo en la boca, sin mencionar la fatiga y la falta de apetito. Las malditas pastillas la hacian sentir cansada y mareada pero al menos no habia sufrido otro de esos ataques de tos.

Con suerte, cuando eso pasaba estaba alejada de Mai, lo que menos quería era herirla más por lo que en los primeros días mantuvo distancia.

Fue duro para ambas.

Aun así, le prometío a Mai que lo lograria, que no volvería a decepcionarla y aunque los primeros días no le hablo, le hacia saber que confiaba en ella, que aun le creía.

Mai nunca la abandono, estuvo a su lado en cada momento, cuando iba al doctor, cuando tenía problemas para respirar y para recordarle a que hora le tocaba su medicina.

Siempre presente.

Gracias al apoyo incondicional de Mai fue que logro durar mucho más que otras veces, ¡era un verdadero logro!, Mai sintío esperanza de que al fin Maggie estaba superando esa horrible adicción.

Pero aun así lo noto, tras esa sonrisa, estaba un rostro amargo, tras un "estoy bien" estaba una expresión cansada. Le estaba costando.

Y Mai volvia a preocuparse y era justo lo que no quería.

Lo estaba logrando, sí, pero el salir todos los días a la calle le era un verdadero reto, a donde sea que iba estaba ese jodido olor a tabaco, sin mencionar el humo diario que desprendía la calle a toda hora gracias a los vehiculos. Eso le molestaba de tal manera que trataba de salir lo menos posible. Claro que eso no ayudaba tampoco en su ambito economico.

Fue justo ese día de septiembre que encontró algo con que apaciguar ese deseo y por fin dejar esa adicción.

Ese día Mai y ella, decidieron salir a comprar juntas como cada sabado, solo que esta vez Maggie decidió esperarla afuera, ya lo habia sentido, adentro en aquel local, se sentía ese aroma que prefería olvidar. ¿Que?, ¿ahora se permite fumar en las tiendas? Se cuestinó de forma sacartisca y exasperada., probablemente era algún empleado fumando, o adentro, o en la entrada. Mai capto la inquietud de Maggie (al mismo tiempo que el olor inundo sus fosas nasales haciendo que arrugara el rostro) y entrelazo su mano con la de ella captando su atención y brindandole paz, le dedico una mirada comprensiva seguido de una leve sonrisa, como diciendo "todo estara bien", beso sus labios con cariño antes de entrar y dejar a Maggie afuera.

Maggie suspiro, no sabía hasta cuando podría aguantar, quería dejarlo pero le era dificíl controlar esa ansiedad que la carcomía y que (por muy mal que sea) solo el cigarro era capaz de controlarlo.

Entonces el destino la puso a prueba.

Ahí, al frente.

Tan solo cruzando la calle, estaba un pequeño quiosco, en donde se veía claramente a travez de aquel grueso cristal en la parte de abajo, varias cajitas de diferentes marcas de cigarrillos.

La ansiedad volvió.

"Mai no se enterara" decía una voz en su mente.

"Solo uno y ya". Siseo tratando de engatusarla.

Se golpeo la frente con fuerza y sacudío la cabeza en negación.

-¡No, no, no!- se repitió tratando de callar aquellas voces- eh llegado tan lejos, ¡no voy a cagarla una vez más!- gritó, captando la atención de los que pasaban a su alrededor.

Miro una vez más hacia el quiosco, y tomo una decisión.

A un paso inseguro cruzo la calle (obviamente despues de fijarse que no fuera atropellada en el intento) directamente hacia el quiosco. El vendedor al verla, puso un cara confundida y levemente preocupada ya que estaba palida.

-¿Que se le ofrece?- le sonrio, como tratando de transmitirle algo de calma, no funciono.

Maggie miraba directamente la parte en donde estaban los cigarrillos, como si esperara respuesta de ellos. Cerro fuertemente los ojos y un rayo de luz atraveso su mente haciendole entrar en cordura. Mai.

-No puedo hacerle esto a Mai.

-¿Señorita?, ¿se encuentra bien?- pregunto esta vez más preocupado al ver que no reaccionaba.

-Deme un paquete de chicles- solto reaccionando (y asutando al pobre hombre)

En la segunda semana del tratamiento, recordó haber leido que el chicle podría ayudar a calmar esa ansiedad, pero en ese momento lo tomo como algo adsurdo, por lo que no le dio importancia. Pero ahora estaba dispuesta a todo con tal de no cometer una estupidez y decepcionar a la persona que ama.

Pago rápidamente y lo abrió metiendose una de esas tablitas en la boca para despues masticar ansiosa.

Vaya que si logro calmarla.

Una vez bajo su ansiedad, comenzo a masticar más despacio para desgustar mejor el sabor.

-Fresa mentolado.-sonrió complacida

Se giro para cruzar de nuevo la calle,  grande fue su sorpresa al encontrarse a Mai parada frente a ella, con los ojos aguados pero con una sonrisa que detonaba adsoluta felicidad. No lo comprendió enseguida pero luego de analizarlo lo entendió

Lo había visto todo. 

Desde el momento en el Maggie se fijo en el quiosco, hasta ahora, en donde en lugar de tener un cigarrillo como temía, tenía un chicle en su boca, aliviandola.

Mai la abrazo con fuerza, felizmente orgullosa, mientras Maggie correspondía, de forma igualmente euforica.

-Por un momento tuve miedo.- dijo Mai con un hilo de voz- pero me negaba a perder la fe en tí- la miro directamente sintiendo sus lagrimas bajar por sus mejillas

Maggie acarició con delicadeza su mejilla limpiando sus lagrimas.

-Tal vez...si no fuera por tí, ya habría cedido hace mucho- beso su frente con cariño antes de volver a fundirse en un abrazo.

Una cosa reemplazo a la otra, ahora cada vez que Mai besaba los labios de Maggie, un fuerte sabor fresa mentolado la invadía.

Podría acostumbrarse a ese sabor.






























No soy muy, de hacer historias con finales tristes, pero eso no significa que no lo hare XD, esperen y veran lo que tengo planeado.

Espero les haya gustado, este one shot no fue planeado, se me ocurrio de repente y antes de darme cuenta ya estaba escribiendo X3.

No olviden comentar y seguirme, lo apreciaría mucho, los quiero bye ;3

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