28. El Refugio

Un resplandor inesperado surcó el cielo. Mago sujetó a Bobbly con firmeza en medio del brusco deceso y lo envolvió en un abrazo contra su pecho. Se acercaban demasiado rápido al suelo. James solo pensó en girar, de modo que recibió el golpe de lleno en su espalda, entre más lejos llegaba, la velocidad disminuía.

Contuvo entre dientes el dolor abismal que le producía ser arrastrado por la tierra. Sentía su espalda partiéndose en pedazos, pero eso no le importaba, Bobbly había salido bien librado de la caída.

James tomó el cuerpo inmóvil de Bobbly y se incorporó en el suelo. Observó primero a su alrededor, habían aterrizado en un bosque con características familiares. Desconocía por completo a qué punto del espacio-tiempo habían llegado, solo rogaba que fuera la Tierra.

Aquello pasó pronto a segundo plano. Se enfocó por completo en Bobbly y lo recostó entre la hojarasca.

Lo observó en silencio, con ojos pañosos.

La sangre no paraba de brotarle por la herida y gran parte de su vestimenta en honor a Mago Universal se había teñido de rojo.

James rompió en llanto y tomó la pequeña mano del duende, ajeno al paso fugaz de una criatura diminuta que se escondió entre las ramas, había dejado un leve rastro de polvillo de colores en el aire.

—Bobbly, por favor —sollozó, recostando su cabeza sobre la barriga del pequeño—. No me dejes. Quédate conmigo, Bobbly. Debes resistir, sé eres más fuerte que esto.

—A-a-amo... —masculló con dificultad.

James levantó la cabeza. Su rostro se iluminó por un instante con esperanza, sin prestar atención al resplandor mágico que trajo a otros pequeños animales a los árboles, lucían como aves y buhos, pero el extraño color en sus alas y las diferencias en sus picos evidenciaban que eran diferentes.

—Bobbly —sollozó de nuevo—. No desgastes tu aliento, por favor. Quédate quieto, sanaré tu herida.

Bobbly obedecidió, se mantuvo en silencio, pero con sus pocas fuerzas le dio un minúsculo apretón a la mano con que James lo sostenía. Cada vez eran más las criaturas que aparecían a su alrededor, observadoras curiosas que no interfirieron.

Sin soltarlo, la mano libre de Mago resplandeció en un intenso azul y la comenzó a mover con suavidad sobre la herida. Por suerte no era profunda ni había cortado alguna vena importante, el corte había sido superificial y por un lateral.

Mago no se explicaba cómo, sabía que Lord Máximo era tenaz, aunque también sabía que quizá, en el fondo de aquel tétrico control, una parte de Ada Reich había intervenido.

—Quédate conmigo, Bobbly, quédate conmigo.

La magia en su mano aumentó poderosamente y originó un centellear intensó que se extendió por toda esa parte del bosque como un sol naciente. Cuando el brillo cesó, Bobbly sonrió a James con dificultad. La herida se había cerrado, pero aún tardaría un poco más en terminar de cicatrizar.

—Gracias, amo —murmuró antes de cerrar sus ojos.

James suspiró, aliviado. El pulso se le volvía a estabilizar.

Se dejó caer entre las hojas, fue ahí cuando se permitió ver a su alrededor, una sorprendente cantidad de seres mágicos de diferentes formas y tamaños. La mayoría de ellos comenzó a desaparecer cuando los descubrió.

Mago se levantó en un sobresalto.

—¿Dónde rayos estoy? —se preguntó.

Antes de que pudiera pensar en una respuesta, las criaturas emergieron de nuevo entre una capa de niebla que se acercaba, daban forma a una especie de sendero en el que caminaba una figura alta y misteriosa, apoyada en un cetro.

Mago se posicionó en protección frente al cuerpo durmiente de Bobbly.

—Revélate —habló James.

El ser retiró su capucha al terminar de llegar. La luz del bosque lo definió como una criatura de belleza singular. Era de facciones delicadas, ojos claros, similar a un humano, a excepción de las orejas delgadas y puntiagudas que salían de su cabello rubio largo y brillante.

—Las criaturas me informaron de un humano que ayudó a salvar a un duende en las afueras de la isla —habló en un tono sereno—. Me pareció increíble, debía verlo con mis propios ojos para saber que era cierto. Después de todo, su especie es la que más daño le ha causado a las nuestras.

—Estoy en El Refugio —murmuró con un suspiro de alivio—. Sigo en la Tierra.

El elfo levantó una ceja con curiosidad.

—Veo que conoce acerca de nosotros.

—Eres el Guardián del Plano de Sombra —reconoció al detallar el cetro de ramas del elfo, en la punta resplandecía un cristal—. Pero no eres Kairón el centauro, debo estar en el pasado.

Demasiado acerca de nosotros, me atrevo a decir —enfatizó el elfo, intrigado.

—¿Qué año es este?

—Mil ciento once.

—Mil ciento once... —repitió en susurro—. Es el tiempo de Caballero Universal.

—¿Quién es usted? ¿Cómo atravesó el Plano de Sombra y cómo es que conoce tanto acerca de nosotros y este lugar?

—Mi nombre es James Jerom, Mago Universal, Hechicero Protector de la Tierra del siglo veintiuno, llegué aquí por accidente a través del Limbo Temporal.

—Mmm, curioso —murmuró, llevando su mano a la barbilla—. Eso explica mucho, aunque también me da confianza. Cualquier Universal es bien recibido en El Refugio —aseguró con la mano en el pecho—. Le doy la bienvenida, soy Tyleris, Guardián del Plano de Sombra de El Refugio. ¿Qué puedo hacer por usted, Mago Universal?

—Gracias, Tyleris —saludó con reverencia—. Nos atacaron... perdí a mi duende y mi bebé dragón en el camino. Sané a Bobbly, pero me temo que perdí a Dreccan —relató, cabizbajo—. Necesito encontrarlo.

Tyleris asintió.

—El Refugio es un lugar que alberga a muchas criaturas. Es posible que su dragón esté aquí si atravesó este mismo punto del espacio-tiempo por donde usted llegó. Vamos, lo ayudaremos a encontrarlo. —Extendió su mano hacia el bosque—. También el duende necesitará un lugar para descansar y terminar de recuperarse.

La habitación entera se encontraba a oscuras, aunque la única luz en ella era suficiente para iluminarlo todo. Victoria Pembroke levitaba en medio, y tras ella se encontraba abierto el Ojo Universal, ofrecía una vista completa del universo en energía escarlata, con todas sus galaxias y cuadrantes.

Victoria respiró profundo, resignada. Descendió mientras la luz regresaba a la habitación.

—¿La encontraste? —preguntó Adara desde abajo.

—Por desgracia no. El Ojo ya no detecta en ninguna parte la energía del Darkrom y tampoco alguna firma de la presencia de Ada. Abandonó la dimensión, estoy segura. Debió haber regresado a la Dimensión Oscura.

—Esto fue muy inesperado... no tienes idea del miedo y el dolor que percibí en ella, sufría demasiado.

—Me siento muy mal por la forma en la que la traté. No fue propio de mí —reconoció Victoria, cabizbaja.

—Sé que fuiste dura con ella, querida, pero estabas en tu derecho de hacerlo —apoyó Adara—. Descubriste rastros y misterios que no cuadraban. Al final estabas en lo cierto, aunque no fueran las intenciones de Ada.

—Sí, pero tal vez si me hubiera acercado más a ella y no hubiera estado tan a la defensiva todo el tiempo, quizá hubiera descubierto antes de tiempo lo que la atormentaba.

—Máximo jugó con todos nosotros —murmuró—. Nadie estaba preparado para esto, el panorama ha sido demasiado oscuro por estos tiempos.

—No descansaré hasta encontrar una forma de rescatarla.

—Todo a su tiempo, querida. —Apoyó sus manos en los hombros de Victoria—. Lo lograremos.

Victoria asintió.

—Aún me preocupa sir James. Tampoco he logrado ubicarlo, sé que aún está allá afuera en alguna parte, pero sería más sencillo si no tuviera que revisar todo el espacio-tiempo. —Suspiró—. Sus posibles paraderos son infinitos.

—Hay que seguir intentando. Donde sea que esté, mi hijo nos necesita para regresar a casa. Debe saber que aún estamos al frente del Templo.

—Lo sé, así como también confío en que podrá encontrarlos y traerlos de regreso, James siempre encuentra la manera.

—¿Y ya intentaste rastrear su firma mágica solo en la Tierra? —preguntó Adara.

—No en realidad —respondió en murmullo, pensativa—. Me concentré en tratar de ubicarlo según la alineación de las estrellas con el Limbo Temporal.

—Las mareas del tiempo siempre están en constante movimiento, pudo haber cambiado su curso de un momento a otro.

—Lo intentaré de nuevo.

Adara aceptó y retrocedió en silencio para dar paso al vuelo de Victoria hacia lo alto. Madame cerró sus ojos en busca de concentración y respiró profundo. El Ojo Universal se manifestó en un gigantesco sello escarlata que reflejó de nuevo el estado cuántico del universo.

—James Jerom —susurró, enfocada en la Tierra.

El mapa entero se desplazó a gran velocidad, como si hiciera un rápido zoom hacia el cúmulo de estrellas donde se ubicaba la Vía Lactea. Allí continuó su avance con vista directa al planeta, mientras él daba vueltas a través de la historia conocida.

Madame abrió sus ojos de nuevo. Un punto se marcó en el mapa.

—¡Lo encontré! Año mil ciento once.

—Esa es mi daughter in law —celebró Adara con orgullo—. Ahora vamos por mi muchacho.

Con Bobbly cargado entre sus brazos, Mago siguió el camino indicado por Tyleris. Conforme se internaban en el bosque, James podía contemplar el aura cambiante de la naturaleza. Las flores, sus brillos y colores, todo mutaba a una intensidad sorprentendemente fantástica.

El bosque comenzaba a quedar atrás poco a poco. Avanzaron hasta que el suelo se terminó.

Mago sonrió ante la belleza del lugar. La magia se sentía en el aire, más fuerte y viva que nunca. Con contemplarlo era como si todos sus problemas se esfurmaran por un instante. Para estar allí tantos años hacia adelante, El Refugio se encontraba tal como lo recordaba.

Un enorme vacío los separaba de la desmesurada isla que parecía flotar en medio de la nada, y otras más pequeñas, diferentes en tamaños y aspectos, confluían aledañas al centro, también en el aire, todas ellas en completa armonía con la naturaleza.

Allí, al borde del vacío en el que corría el agua, reconoció un grupo de sirenas que saltaban en medio de su nadar jovial. Un ruido veloz en las copas de los árboles dirigió su atención hacia el cielo, un pequeño grupo de pegasos volaban en manada hacia las gigantescas montañas más allá de las islas.

—¿Sorprendido? —preguntó Tyleris con una sonrisa.

—No en realidad, es solo que este lugar siempre logra maravillarme, no importa cuántas veces haya estado aquí —comentó James.

—Es la magia de El Refugio, Mago. —Volvió a sonreír, con la vista puesta a la isla central—. El Plano de Sombra nos ha mantenido ocultos del exterior durante mucho tiempo. Y ya sabes, un mundo que no ha sido tocado por el hombre, prosperará por la eternidad.

—No puedo negar lo que es cierto.

—Vamos. Llevaremos a tu duende junto a los que habitan en la isla capital, ellos podrán ayudarlo a terminar su recuperación mientras buscamos a tu dragón.

Tyrelis golpeó el suelo con su cetro. Un leve brillo salió disparado desde el cristal superior, descendió por la vara y siguió su camino en el suelo, donde viajó en un círculo alrededor de ellos.

La tierra se sacudió por un momento y se separó del resto en una pequeña plataforma. Voló hacia el centro. Tyrelis mantenía la vista fija en el norte, mientras James observó todo a su alrededor.

—Este dragón suyo, ¿cómo lo perdió? —preguntó Tyrelis.

—Cuando mi hogar fue atacado, Bobbly resultó herido en el proceso y luego lo lanzaron hacia aquí junto a Dreccan. Logré atrapar a Bobbly antes de que se perdiera en el tiempo, pero lamento no haber alcanzado a rescatar al pequeño dragón.

—Reconozco que es usted un buen hombre, James. No muchos humanos arriesgan sus vidas por una criatura mágica.

—No todos los humanos son malos, Tyrelis. También hay gente buena allá afuera.

El elfo rio por lo bajo.

—Los humanos dañan lo que tocan. Se pelean entre ellos por poder y venganza. Pretender ser superiores y esclavizarnos. Como Universal, tú más que nadie sabe lo que la especie humana le hizo a las criaturas de este lugar —recordó, cabizbajo—. Todos aquí somos expatriados, migrantes de otros refugios que levantaron aquí un nuevo Plano de Sombra en busca de un nuevo comienzo.

—Lo sé, conozco la historia, y lamento mucho lo que pasó. —Bajó la mirada.

La plataforma se terminó de unir a la gran isla. Cuando ambos salieron de ella con un paso adelante, la tierra regresó a su lugar.

James observó a las criaturas mágicas, andaban por la ciudad en plena libertad y convivían en armonía unas con otras, salían y entraban a cabañas variadas en tamaños, formas y colores, todas cubiertas por extraña naturaleza, a veces luminosa, otras veces de tonos centelleantes.

—Por aquí. —Señaló Tyleris. Se trataba de una casa alzada en medio de un grupo de hongos gigantes.

—¡Tyleris! —saludó una pareja de duendes pelirrojos que salieron a su encuentro.

—Offly —dijo para la duenda de ojos azules, llevaba un vestido, botas y una tiara en su cabeza—. Dottly —correspondió al duende de cejas pobladas y sombrero—. Él es James Jerom, Mago Universal. Este hombre sanó a este duende de una herida grave en su cuello. Lo he traído hasta aquí porque ustedes son los mejores en todo El Refugio para ayudarlo a recuperarse.

Los duendes susurraron con una profunda mirada de respeto.

—Offly le agradece haber salvado a uno de los nuestros, señor James Jerom —dijo la duenda.

—Acérquelo a Offly y Dottly para que lo veamos —pidió Dottly.

James asintió y dejó a Bobbly sobre el sombrero del pequeño y firme hongo que le señalaban. Offly y Dottly se acercaron, pero retrocedieron de inmediato. Offly cubrió su boca con ambas manos.

—Dottly, es... es... —murmuró con ojos aguados. Un nudo se formaba en su garganta.

—¡Es Bobbly! —exclamó el duende—. Nuestro hijo ha vuelto a casa.

James amplió los ojos con sorpresa.

—Bobbly es... ¿es su hijo? —preguntó, impactado, luego pasó una mirada rápida a Tyleris, el elfo se mantenía inmutable.

—Hace unos cientos de años se separó de Offly y Dottly —explicó Offly—. Bobbly siempre creyó que era muy torpe para convivir con las demás criaturas de El Refugio, así que escapó de casa... Su huida partió el corazón de Offly y Dottly, luego no volvimos a saber nada de él, hasta ahora.

Dottly corrió hacia Mago, entusiasmado. Lo tomó de la mano y la movió una y otra vez en agradecimiento.

—Señor James Jerom, ¿cómo pueden Offly y Dottly agradecerle por traer de regreso a casa a Bobbly? —preguntó Dottly con una sonrisa imborrable.

Mago vio el cuerpo dormido de Bobbly por un instante, luego pasó su mirada a los ojos lacrimosos y emocionados de Dottly y Offly. Sonrió con nostalgia ante el cuadro.

—Solo prométanme que van a cuidar muy bien de él.

—No hace falta prometerlo. —Dottly se quitó su sombrero y lo llevó su pecho—. Tiene nuestra palabra. Bobbly siempre será nuestro pequeño, sin importar cuánto tiempo haya pasado fuera de casa.

James asintió, con el corazón comprimido. Se apartó de ellos cuando sintió una lágrima asomarse por sus ojos. Tyleris lo siguió.

—Renunció a su duende —comentó Tyleris, aún sin creerlo—. Me sigue sorprendiendo, Mago. Si sigue así, se convertirá en mi humano favorito.

—Era lo mejor que podía hacer. Bobbly se reunió con su familia, aquí estará más seguro que en una vida conmigo. —Limpió la lágrima que bajó por su rostro.

—Ha sido un bonito gesto de su parte.

—¿Lo sabías? ¿Sabías desde el principio que eran los padres de Bobbly?

—No, solo lo llevé con los mejores sanadores de duendes de El Refugio. Supongo que el que haya aterrizado aquí no fue casualidad, James Jerom, el destino siempre tiene planes para sorprendernos —dijo sin detenerse en su caminar—. Ahora, cuénteme sobre su dragón, ¿cómo es? Podemos comenzar a buscar en las montañas.

—Antes de llegar aquí era de tan solo unas semanas —respondió, caminando a su lado—. Los viajes en el tiempo son confusos, así que desconozco por completo si pasaron días, semanas, meses o quizá años entre un salto y el otro. Aún así Dreccan es un dragón que no pasa desapercibido, su piel es negra y tiene algunas ramificaciones de un azul eléctrico en sus alas, es el mismo color de su fuego.

Tyleris frenó en seco.

—Solo conozco de un dragón así en todo el planeta.

—¿Dónde? Cualquier mínima pista puede llevarme a Dreccan.

—No le va a gustar, Mago Universal —contestó, aprentando sus dientes.

—¿Por qué? ¿Le ocurrió algo malo?

—No, no. No es eso. Técnicamente está bien, pero no está aquí ahora. Temo que el dragón que busca es el mismo dragón de Caballero Universal.

El interior de James colapsó por completo. Ya había tenido que despedirse de Bobbly y no permitiría ser apartado también de Dreccan. Máximo no separaría a su familia.

—Esto está mal —habló con firmeza—. Yo lo rescaté, cuidé su huevo, lo entrené. Debo recuperarlo. Dreccan es mi dragón.

—Lo lamento, pero es algo en lo que no puedo ayudarlo. No puedo apartarme de El Refugio

—Lo comprendo. —Asintió mientras abría un portal—. Gracias por la información, Tyleris. Rastrearé la firma mágica de Sir Percival de Orión y recuperaré a Dreccan.

—Buena suerte, James Jerom. Sé que Dreccan regresará a casa con usted —despidió con el movimiento de su mano—. Nunca cambie. La Tierra necesita más humanos como usted.

—Gracias. —Sonrió—. Por favor dile a Bobbly que lo voy a extrañar.

Tyleris asintió mientras Mago desaparecía.

Francia, 1111.

Un canto de guerra retumbó en el valle. Tres córceles con armadura de plata arriaron su paso por orden de los jinetes que los montaban, mientras los demás continuaban en grupo desde atrás. El caballero de mayor jerarquía avanzó en frente con su lanza plateada firme en lo alto. En el escudo que portaba en su otra mano relucía el símbolo de una U con un ojo en medio.

Del lado contrario, el ejército blasfemo del Conde Meliano se preparó para recibir a sus enemigos. Desde hacía dos días los caballeros habían sitiado el castillo para detener las ofrendas paganas a la oscuridad que se practicaban tras los muros del claustro. Habían designado un mensajero para solicitarles rendición a los paganos, pero contestaron enviándoles su cuerpo decapitado en una catapulta.

Aquello despertó la embestida furiosa del intrépido grupo militar. Lo que no contaban los hombres del conde, era con que Caballero Universal se uniría al ejército. Y, menos, que tuvieran un dragón oscuro de su lado.

Dreccan batió sus alas, imponente, antes de mantener su vuelo fijo en planeo. Sus cinco metros de longitud por cuatro de envergadura se reflejaron contra los enemigos como una sombra al acecho.

—¡Dreccan, Khorak! —gritó Caballero Universal.

El dragón infló su pecho. El azul eléctrico que se desprendía de su cuerpo se reflejó por su garganta hasta que salió expulsado como una lluvia ácida contra los paganos. El fuego los calcinó al instante.

Con un segundo ataque, el ejército enemigo se redujo a menos de la mitad. Los militantes medievales se encargaron de diezmar a los restantes.

Caballero Universal bajó de su caballo y mandó las puertas abajo con el resplandor mágico de su espada. El conde huía con un reducido ejército, pero ya era demasiado tarde para ellos. Sir Percival de Orión se deslizó por el suelo con su espada preparada. De un solo tajo cortó a dos de ellos, mientras que a los dos restantes los embistió con el golpe de su escudo.

El conde retrocedió con alarme.

—Conde Meliano, queda usted detenido por la deportación ilegal de espíritus humanos al Infierno —encaró Percival—. Su castigo, la muerte.

—Caballero Universal, por favor, no tenemos que ser tan severos —intentó persuadir—. Le prometo que regresaré todos esos espíritus humanos y yo mismo me encargaré de exorcizar a los demonios.

Sir Percival rio.

—Eso no lo cree nadie, conde.

Percival dio una vuelta a su espada y lo decapitó sin remedio. Su misión había concluido. Los caballeros se encargarían del resto con la purificación del terreno.

Tras enfundar su espada, abandonó el castillo mientras los demás se desplegaban en el interior. Dreccan esperaba afuera.

El dragón inclinó su cabeza hacia Sir Percival, quien removió su guante para posar su mano en él y sentir su tacto. Ambos cerraron sus ojos. Dreccan correspondió a la calidez con un leve rugido y el movimiento ligero de una caricia.

—Lo sé, amiguito. Yo también lo siento, creo que al fin tu verdadero dueño está cerca. —Dreccan olfateó de repente—. ¿Qué sucede? ¿Hueles algo?

Los sonidos de su nariz fueron más fuertes cada vez. Caminó por el prado en diferentes lugares, hasta que comenzó a alejarse en dirección al bosque.

—¡Wow, Dreccan, espera! —gritó en una carrera tras él.

Sir Percival lo siguió por unos minutos hasta que le alcanzó el paso. Dreccan se había detenido en medio del bosque, al parecer frente alguien.

Del otro lado, Mago Universal se encontraba paralizado, con una alegría rebosante en su mirada. Dio un paso cauteloso.

—¿Dreccan? —preguntó. El dragón explayó sus alas mientras se inclinaba un poco en sumisión. En James se formó una sonrisa nostálgica—. ¿De verdad eres tú?

Dreccan saltó sobre James y lo embistió al suelo. Comenzó a reír ante los lenguetazos y cosquillas que le hacía con su cabeza.

—¡Dreccan, pero cuánto has crecido! —Deslizó sus manos por las ásperas escamas—. No puedo creer que me haya perdido tus primeros meses.

Sir Percival de Orión aclaró su garganta. Tanto Dreccan como Mago se giraron hacia él.

—Caballero Universal —murmuró James con asombro.

—Mago —saludó, llevando su mano empuñada al pecho—. Finalmente nos conocemos. Dreccan y yo lo estuvimos esperando.

Los ojos de Bobbly se abrieron con lentitud. Su vista fue pañosa en un comienzo, solo reconocía colores, pero no formas, lo que más destacaba en su vista era el rojo, por el cabello de sus padres, hasta que poco a poco todo se fue haciendo más claro.

—Dottly, está despertando —notificó Offly, conteniendo la emoción.

—Shhh. Dale espacio y déjalo respirar, puede estar asustado —contestó Dottly.

Bobbly incorporó su torso con lentitud. Offly y Dottly dieron un paso adelante al mismo tiempo, tan atentos como inquietos, con sus manos recogidas y una mirada nerviosa. Una sensación de ansiedad los embargaba de pies a cabeza. Habían pasado muchos años, temían que Bobbly no los reconociera.

El pequeño duende parpadeó, luego restregó sus manos en sus ojos varias veces, incrédulo.

—¿Mamá Offly? —Ella asintió, melancólica—. ¿Papá Dottly? —El duende mayor le regaló una gran sonrisa. La garganta de Bobbly se cerró por un momento, impidiéndole el paso de las palabras—. ¿De... de verdad son los padres de Bobbly? —preguntó con ojos tan llorosos como los de ellos.

—¡Oh, Bobbly! —exclamaron al unísono, lanzándose sobre él para envolverlo en un sentido abrazo.

—Pequeño Bobbly de mamá Offly —dijo la duenda mientras lo acaraciaba—. Estaba tan preocupada. Offly creyó que su hijo no la reconocería.

—Han pasado muchos años desde que Bobbly se fue de casa de Offly y Dottly —continuó Dottly—. Dottly creyó que no volvería a ver a Bobbly nunca más en su vida.

—Mamá Offly, papá Dottly, Bobbly nunca los ha olvidado, ni por un minuto —respondió, limpiando sus lágrimas—. Pero no entiendo. ¿Cómo es que Bobbly llegó de nuevo a El Refugio?

—Un hombre afuera de la isla encontró a Bobbly herido y lo curó. Luego trajo a Bobbly con Tyleris aquí a la casa de Offly y Dottly —explicó su madre—. Su nombre era James Jerom, se fue de aquí hace un rato.

—¿El amo James Jerom liberó a Bobbly?

Offly y Dottly asintieron, aún con una sonrisa melancólica.

—Tyleris le dijo a Offly y Dottly que James Jerom lo dejó quedarse de regreso con su familia, para que Bobbly fuera feliz —dijo su padre.

Bobbly desvió su mirada, cabizbajo, algo que Offly reconoció con tristeza.

—¿No está Bobbly feliz de estar de nuevo con su familia? —preguntó la duenda.

—Mamá Offly, papá Dottly —llamó mientras se bajaba de la cama, tomándolos de las manos—. Por favor no malentiendan a Bobbly. Bobbly está muy feliz de verlos de nuevo, pero... James Jerom no es solo un amo, él también es familia de Bobbly. Él estuvo para Bobbly en sus tiempos más oscuros, cuando más lo necesitó, y ahora que él me necesita, Bobbly debe estar ahí también. Eso lo que hace la familia.

—Pequeño Bobbly de Offly, mírate —expresó entre lágrimas, deslizando su mano por el rostro del duende—. Ya no eres el mismo duende temeroso que dejó este lugar.

—Bobbly lo aprendió todo del amo James Jerom.

—¿Bobbly está seguro de que es lo que quiere? —preguntó Dottly.

El pequeño rojizo sonrió.

—Bobbly nunca estuvo más seguro de algo en su vida. El amo Mago necesita a Bobbly, y Bobbly no lo va a abandonar.

Offly y Dottly cruzaron miradas. Se sentían orgullosos del duende que ahora tenían adelante, aceptaron con un asentimiento.

—Entonces Bobbly va a necesitar esto —comentó Dottly, tomando una pequeña bolsa que dejó en la mano de su hijo.

Bobbly detalló un poco del interior, resplandecía en verde.

—Polvillo de duende —reconoció en susurro.

—Bobbly lo va a necesitar si quiere encontrar a su amo antes de que se vaya para siempre.

—Y Bobbly tampoco puede olvidar esto. —Offly se acercó al estante de su modesta sala y tomó un pequeño recuadro que depositó en las manos del duende. Era una pintura familiar, muchos años antes de que él abandonara El Refugio—. Para que Bobbly nunca olvide a Offly y Dottly.

Bobbly les sonrió antes de envolverlos con un fuerte abrazo.

—Bobbly nunca los olvidará —prometió mientras guardaba el recuadro en su mochila terciada, después se dirigió a la salida.Offly y Dottly lo acompañaron. Se giró de nuevo hacia ellos antes de irse—. Bobbly promete que regresará a visitarlos.

Y mientras lo despedían con una mano extendida, usó el polvillo para desaparecer, aventando una parte de él contra el suelo.

Caballero Universal dirigió sus manos a su casco y lo retiró. Movió ligeramente su cabeza hacia atrás para apartar el sudor que empababa su cabello negro un poco largo.

En James se formó una expresión confusa.

—¿Cómo que me esperaban?

—Todo este tiempo, sir —enfatizó con una sonrisa, dándole un estrechón—. Y no se preocupe, le regresaré a Dreccan sin problema, yo solo lo estuve cuidando estos tres meses mientras esperábamos su regreso. No tiene idea de lo mucho que este pequeño lo echó de menos..

—Debo admitir que estoy impresionado. ¿Cómo sabe todo eso?

Sir Percival rio con suavidad.

—Es un don. Lo supe por Dreccan —contestó con la vista puesta en el dragón, acariciándolo en el rostro.

—¿Puede hablar con Dreccan?

—Algo por el estilo —explicó—. Las criaturas mágicas irradian una energía pura que se conecta con la naturaleza y todo lo que nos rodea. Yo leo esa energía, percibo sus pensamientos y le transmito los míos. La magia y sus variantes siempre es muy interesante.

Mago asintió. Caballero Universal era tan admirable y valeroso como lo recordaban los libros y sus valientes hazañas recopiladas de los juglares.

—Puedo preguntar... ¿cómo lo encontró? ¿Estaba asustado, confundido?

—Triste, muy triste, se sentía perdido, solo —recordó, concentrándose en James—. No es muy usual un apego tan fuerte en las criaturas mágicas, en especial en los dragones siendo tan orgullosos, pero logró establecer una conexión con usted, Mago Universal. No hubo un día en que Dreccan no esperara su regreso.

Dreccan movió su cabeza con suavidad entre las manos de James.

—Para mí solo fueron minutos, pero estar separado de él, sin saber cómo se encontraba, ni dónde esta... se sintió una eternidad. Gracias por cuidar de él estos meses, Sir Percival.

—El placer ha sido mío. —Asintió, dando un paso atrás—. Ahora, si lo que recuerdo haber sentido de Dreccan cuando llegó aquí, es cierto, deberían marcharse pronto. —Se vistió con el casco—. Tiene una cruzada por completar, Mago, y parece muy importante.

—No tiene idea. —Esbozó una sonrisa amistosa y se despidió de él con un último estrechón de manos.

De inmediato un ruido en el cielo los llevó a subir sus cabezas. El Templo Universal acababa de aparecer en el aire. Victoria Pembroke y Adara Jerom lo esperaban desde la orilla. Madame unió su dedo índice y anular y los pegó a su sien derecha, resplandeciéndolos en energía.

«Te encontraré, donde sea y cuando sea que estés», escuchó la voz de Victoria en su cabeza.

Mago sonrió ante ello.

—Ese es mi boleto a casa —dijo para Percival.

Caballero Universal extendió su mano a la gigantesca fortaleza, invitándolo a continuar.

—¿Listo? —preguntó hacia Dreccan. Él extendió sus alas y las sacudió mientras bufaba por lo bajo.

—¡Esperen, no se vayan sin Bobbly! —interrumpió el duende, corriendo agitado hacia ellos.

—¿Bobbly? —inquirió con sorpresa, aunque con una sonrisa que iluminó su rostro—. ¿Qué haces aquí? Creí que estarías con Offly y Dottly en El Refugio.

—Bobbly le agradece al amo Mago haberlo reencontrado con mamá Offly y papá Dottly, pero aún hay una familia que necesita a Bobbly, y Bobbly no piensa abandonarla. —Le sonrió.

James correspondió y lo tomó entre sus brazos para ayudarlo a montar sobre el espaldar de Dreccan.

—¡Dreccan ya no es un bebé! —gritó Bobbly con asombro.

—Es tiempo de irnos —comentó con una sonrisa ladeada.

Juntos, alzaron vuelo directo al Templo Universal, dejando atrás a Caballero Universal, conscientes de la ardua batalla que se cernía por delante. El tiempo se agotaba.


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