17. El fuego de la libertad (Parte 2)
Mientras tanto, cientos de metros sobre ellos, Carol Hardy sostenía a Dakota Robbins en el aire. Supernova esquivaba los tiros que llovieron sobre ellas desde los tres helicópteros en movimiento, mientras que Dakota intentaba no ser herida en el trayecto.
—Quiero que sepas que solo te daré tres estrellas —gritó de repente.
—Espero no me descuentes una más después de esto.
Carol la arrojó hacia el helicóptero de en medio. Dakota cayó con precisión justo en las barandas de abajo, donde se mantuvo con fuerza a pesar de los exagerados golpeteos de aire chocando contra su cuerpo.
Se empezó a columpiar de un lado a otro, primero suave para ir nivelando el objetivo, luego aumentó la fuerza hasta que estuvo segura, y, sin más, dio un salto hacia el interior, cayendo justo en la mitad de la nave. El gobernador observó con temor la ferocidad con la que la heroína de traje negro se embistió contra sus guardaespaldas.
Al primero lo golpeó en el rostro de un rodillazo, extendiendo luego la misma pierna hacia atrás para arrojar a otro fuera del helicóptero. Regresó luego su ataque hacia el primero, a quien degolló de un arañazo.
Dos más en pie le dispararon, pero ella se sujetó de los pasamanos y dirigió sus piernas al rostro de los hombres, terminando por caer sobre ellos con sus garras. Las balas perdidas siguieron su camino y dieron directo en la cabeza del piloto, estrellándolo contra los comandos.
El abrupto desnivel en la nave la llevó a girarse por un momento hacia la derecha, donde reconoció a Supernova atravesando uno de los helicópteros con la fuerza de su energía. El resplandor de la explosión la hizo regresar hacia los dos últimos soldados en pie. A uno lo alejó con una patada, haciendo que la fuerza con la que corría el aire lo terminara de arrastrar al exterior. Del último se encargó con un mortal hacia atrás, en el que el tacto de sus botas chocando contra la cabeza lo dejó noqueado.
El tembloroso gobernador palideció al darse cuenta de que era el siguiente.
—No me mates —suplicó.
—Claro que no, usted viene conmigo.
Mientras el segundo helicóptero explotaba gracias a Supernova, Dakota lo aventó fuera. El hombre cayó entre gritos graves, con sus manos y piernas explayadas. Dakota también saltó, pero en una posición firme, con sus piernas unidas y los brazos cruzados en el pecho. Así alcanzó al hombre, a quien Carol Hardy recibió antes de su inminente deceso. Supernova se dirigió luego a ella, pero Amazona la interceptó primero al caer desde uno de los edificios.
—¡Dakota! —gritó Carol.
Bajo tierra, Mago y Madame se toparon con unas gigantescas compuertas selladas con un sello que resplandecía en oscuridad.
—Es aquí. La energía nunca se sintió más fuerte. Se siente... atrayente —dijo Victoria.
—La oscuridad siempre buscará formas de hacernos caer en el abismo, depende de nosotros mantener encendida la chispa de la luz —respondió Mago.
—Pues eso será difícil. Mire. —Señaló, acercando a las puertas su bola de magia—. Sorbida es la gloria en quienes probaron la oscuridad —leyó—. Solo con energía de la Dimensión Oscura podremos abrir estas puertas.
—Es muy arriesgado, los niveles de oscuridad aquí son críticos. Solo conjurar un portal a la Dimensión Oscura ya es peligroso, no quiero imaginarme lo que hará con nosotros usarla para abrir el búnker que resguarda el Darkrom.
—Sé que lo es, darling, pero no es un solo Universal quien lo hará. —Apoyó su mano sobre él—. Me tiene a mí a su lado, hasta el final. Usted y yo juntos somos imparables. La oscuridad no podrá dominarnos si lo hacemos ambos.
Mago la vio con una sonrisa baja.
—Siempre encuentras las palabras para hacerme cambiar de parecer.
—Qué puedo decir, tengo mi encanto —reconoció con falsa modestia—. Ahora vamos por ese libro. —Tendió su mano hacia él, quien correspondió de inmediato.
Los Universales respiraron profundo, sintiendo la fuerza de oscuridad que emanaba detrás de las puertas. La permitieron entrar en ellos, respirarla, que corriera por sus cuerpos. Y así, el vacío de las penumbras cubrió sus ojos.
—Dadirucso al noraborp seneiuq ne airolg al se adibros —murmuraron al unísono con sus manos tendidas hacia el sello.
Por orden de su hechizo, la energía oscura aumentó su fuerza; se prolongó como un haz alrededor de toda la entrada a la bóveda. El círculo giró en una precisa combinación de frecuencias y produjo un fuerte sonido al hundirse. Finalmente la gran puerta se plegó en dos entradas que se abrieron para darles paso.
Aún tomados de las manos y con la oscuridad gobernando sus ojos, los Universales avanzaron hacia donde la energía los llamó con letal atracción: el centro de la cámara, donde una abismal llamarada morada ardía en poder, y en toda la mitad, yacía el Darkrom, custodiado por símbolos grabados en las paredes y temibles figuras de piedra.
Victoria y James extendieron sus manos hacia el centro, y por la fuerza de su magia oscura el libro voló a ellos. Pero en cuanto lo tomaron, se abrió por sí solo. Emanó una poderosa descarga que los hizo gritar fuertemente, la energía del Darkrom clamaba consumirlos como un parásito, alimentarse de su poder y no dejar nada más que cascarones.
—No... se-lo... permi...tiremos —murmuró James, acercando con dificultad su mano de nuevo al libro.
—Lo logra...remos... jun-tos. —Victoria también extendió su brazo, y cuando ambas manos palparon la áspera textura de la pasta, la energía del Darkrom volvió a ser contenida en el interior.
El libro permaneció cerrado bajo el brazo de Mago Universal. Ambos se tomaron un momento para darse un respiro profundo.
—Eso... eso fue horrible —dijo James.
—Y no pienso volver a repetirlo. —Victoria intentaba recuperar el aliento—. Lo mejor será mantener el libro sellado hasta que encontremos otra forma de abrirlo.
—Estoy de acuerdo. Ahora volvamos, La Resistencia nos necesita.
Cuando ambos dieron marcha atrás, un estruendo en las llamas los advirtió de problemas. El eco de una risa siniestra los tensó. Se giraron con intriga, reconociendo una figura oscura en medio de las llamas.
—Hoy han obtenido el Darkrom y detenido a La Orden en Krimson Hill, pero la oscuridad ha ganado la batalla —decía con una voz tan rígida que les causaba una sensación fría—. La permitieron entrar a ustedes más fuerte de lo que alguna vez los Universales han podido soportar, y eso, deja una marca en las fuerzas de la luz, un eslabón en el ascenso de un nuevo orden mágico.
—Revélate, demonio —reprendió Mago. Tanto él como Madame mantuvieron sellos específicos en sus manos para repeler entes oscuros—. La oscuridad nunca se impondrá nuevamente. La luz la desterró hace muchos siglos, y nunca escapará de su prisión.
La voz en la oscuridad rio.
—Nuestro encuentro es inevitable, James Jerom. Cuando los pilares de la luz se debiliten, el momento llegará.
—Eso jamás sucederá. Haremos todo lo posible para evitarlo —intervino Victoria.
El ente oscuro inhaló, como si olfateara el sabor de la victoria.
—Victoria Pembroke... el tiempo se acabó.
El ser alargó sus palabras como en un eco, fue gradual, disminuyendo el volumen mientras su sombra desaparecía. Cuando abandonó la cueva, toda la catacumba comenzó a temblar, tambaleándolos de un lado a otro. James permaneció inamovible ante la llama donde segundos antes estuvo su misterioso enemigo.
—Nos va a enterrar bajo tierra, hay que salir de aquí, ¡ya! —gritó Victoria, tomándolo por el brazo. Con rapidez pronunció un hechizo que los teletransportó fuera, ajenos al emerger de algo siniestro entre el fuego morado.
En las ruinas del capitolio, La Resistencia finalmente había vencido. Krimson Hill estaba libre del yugo de La Orden y Amazona había sido derrotada, pero a un costo demasiado alto, la mujer había caído sobre Dakota desde lo alto. El impacto fue tan potente que provocó un cráter.
Los Pacificadores derrotados yacían prisioneros. Los Vigilantes sobrevivientes de la batalla se congregaban alrededor en completo silencio, mientras que en el centro del hoyo, Carol Hardy hacía todo lo posible por traerla de vuelta.
—Vamos, Dakota, tú puedes —insistió, moviéndola—. ¡Vuelve!
—Hija, ella ya no regresará —habló Vigilante. Había salido del sistema de túneles para aprisionar él mismo al gobernador y entregar Krimson Hill de regreso a sus ciudadanos.
Carol bajó su cabeza en respeto a la caída Comandante Robbins, reteniendo las lágrimas. Había sido una de sus más grandes heroínas.
En ese momento, Victoria y James aparecieron de regreso en la superficie, profundamente agitados y temerosos de lo que acontecería.
—¡James! —exclamó Vincent—. Has vuelto, y con el Darkrom. Gracias por lo que has ayudado a hacer aquí, viejo amigo. Krimson Hill ha probado el fuego de la libertad, hoy es una ciudad libre y ejemplo para el resto del mundo.
—¿Ganamos?
—A un precio muy alto. —Se giró hacia Dakota, cabizbajo.
Mago y Madame ampliaron sus ojos con asombro y corrieron al cuerpo de Dakota. En el fondo, James Jerom sabía que no importara lo que pasara en ese mundo, la Dakota del presente seguía viva y aún tenía la esperanza de no tener que vivir aquel futuro, pero no por ello se rendiría con la mujer que tenía en frente en ese momento. Era una sobreviviente, una habilidosa guerrera y una líder. Era un símbolo. Dakota Robbins se había ganado su respeto y no iba a permitir que el mundo también perdiera a una heroína de su talla, porque, sin importar las derrotas, ella era un faro de esperanza.
—Podemos traerla de regreso —habló hacia Madame.
Victoria le puso su mano sobre el pecho, generando una luz escarlata. Todos los demás permanecieron al margen y en completo silencio, observando con fe la desgarradora escena.
—Podemos hacerlo —confirmó con un asentimiento—. Aún tiene mínimas señales de vida.
—Eso es todo lo que necesito saber.
Tanto James como Victoria presionaros sus manos en el pecho de Dakota, sus ojos y sus manos brillaron, y, recitando un hechizo sanador, su magia se convirtió en la fuerza vital que volvió a acelerar las cada vez más lentas pulsaciones de la renegada.
Dakota se reincorporó bruscamente con un grito ahogado. Todas las heridas y dolores habían desaparecido de su cuerpo. Su pecho se inflaba y desinflaba una y otra vez, los miró a todos sin terminar de comprender lo que pasaba.
—¿Estoy muerta? —preguntó, desorientada.
—Ya no —dijo Carol, aliviada.
Dakota suspiró profundo.
—Gracias por salvarme —dijo para los Universales.
Pero la calma y las miradas se perdieron cuando el suelo se sacudió con toda la brutalidad de un terremoto.
—¿Ahora qué mierda está pasando? —gritó Supernova.
De bajo tierra emergió una desmesurada criatura oscura. Con su salida, la tierra se sacudió aún más fuerte. Era tan grande como un edificio y se asemejaba a un oso pardo, pero con seis gigantescos brazos, orejas de elefante y enormes cuernos torcidos.
—Santa mierda —murmuró Carol.
—En estos tiempos ni siquiera se puede morir en paz —dijo Dakota.
—Estoy muy viejo para esto —comentó Vigilante—. Ustedes los jóvenes, encárguense de sacar esa cosa de mi ciudad.
—En esas estamos —dijo Mago, preparándose para volar contra la criatura, pero en cuanto fue a saltar, la mano de Vigilante detuvo a los Universales, y solo Supernova salió estrellada contra el monstruo. Los demás Vigilantes también corrían a la batalla.
—No ustedes —habló Vincent—. Ya han hecho mucho por nosotros al arriesgar el tejido del tiempo. Ahora es momento de que regresen. Llévense el Darkrom y encárguense de que esta mierda nunca pase.
—Pero, Vincent, no puedo...
—¡Váyanse! —gritó—. Cambiar el futuro es la prioridad. Mi hija podrá encargarse. —Se giró a verla, Supernova le propinaba puños tan fuertes a la criatura que lo comenzaba a marear.
Mago Universal dudó unos segundos, pero al ver la convicción en su compañero y a Supernova con la situación bajo control, asintió.
—ORDEN, James, recuerda muy bien esa palabra, y prométeme que harás todo lo posible por evitar que esto ocurra —insistió.
—Sabes que será mi prioridad.
Vincent asintió.
—Entonces puedo morir en paz. Cuídate, amigo. —Lo acercó contra su pecho para darle un fuerte apretón—, y tú, Madame, nice to meet you. —Le sonrió—. Mantén a este presumido en su lugar.
Ella sonrió con nostalgia, luego se tomó de la mano de James.
—Adiós, Vincent —dijeron ambos.
—Despídete de Dakota y Carol por mí —pidió James antes de desaparecer por un portal.
El portal se abrió del otro lado en la biblioteca del Templo Universal. Mago dejó allí el Darkrom, mientras se alejaba en un resoplo. Dándole la espalda a Victoria, apoyó sus brazos sobre la gran mesa oval y volvió a respirar.
—¿Crees que fue lo correcto? —preguntó por lo bajo—. ¿Abandonarlos cuando más nos necesitaban?
—Sir James... —Victoria se le acercó por detrás y relajó sus hombros—. Vincent sabe bien lo que hace. No en vano ha sido el único miembro del Escuadrón en sobrevivir todos esos años.
—Lo sé, Vincent siempre tiene un plan. Pero en el fondo, no puedo perdonarme haberlos dejado.
—¿Sabe, darling? —Victoria lo giró hacia ella, mirándolo directo a los ojos mientras lo rodeaba con sus manos—. Es curioso que me pregunte, usted siempre tiene las respuestas que busca.
—Pero siempre necesitaré de un buen consejo, por eso siempre pienso en ti.
—Dígame, Sir James. ¿Qué le dice su corazón en este momento?
—Que regresemos y enviemos a ese monstruo de vuelta por donde vino.
—Entonces, ¿qué piensa hacer al respecto? —preguntó con una mirada desafiante. James esbozó una sonrisa por lo bajo.
—Regresar y enviar a ese monstruo de vuelta por donde vino.
—Entonces, que así sea. —Le sonrió—. Ojo Universal, traza curso.
Supernova cayó cual proyectil de regreso al cráter donde su padre observaba lo desastrosa que se había tornado la batalla.
—Carol, mi niña. —Se le acercó, ayudándola a levantarse—. ¿Estás bien?
—Con el orgullo dolido, pero puedo volver a levantarme. ¿Tenías que haberle dicho a Mago Universal que se fuera, no? Y decías que él era el presumido.
—James tiene una misión más importante por cumplir.
—Sí, pero se supone que es el protector de nuestro mundo. Podemos ser de otra época, pero eso también nos hace parte del mundo que debe proteger, ¿no?
—Lo siento, yo se lo pedí.
—Justo ahora estaría muy bien que le pidieras de nuevo que regresara.
Y callando sus palabras, el Templo Universal apareció en el cielo. La inmensidad de la fortaleza captó la atención de todos en el campo de batalla, en especial por el hombre que coronaba la cima de la torre más alta. Aún a la distancia, Vincent Hardy ladeó una sonrisa al reconocer que ese era Mago Universal. James, haciendo uso de su magia, envolvió a la criatura en un sello de oscuridad con el que lo envió de regreso a la Dimensión Oscura.
Vincent no dejó de mirar al cielo incluso después de eso.
—Una vez más, el mundo está a salvo gracias a Mago Universal.
Desde lo alto, James sonrió en dirección al cráter, y segundos después el Templo desapareció como si lo hubieran lanzado con una resortera.
Luego de muchos años, finalmente Krimson Hill recuperaba el orden natural: el caos.
—Estoy muy orgullosa de usted, sir James Jerom —lo recibió Victoria desde adentro con esa sonrisa radiante que tanto lo había enamorado—. La fuerza de su corazón siempre lo hará tomar la decisión correcta.
—No lo haría si junto a mí no tuviera a una gran mujer. —Sonrió, ruborizándola un poco.
Los hechiceros se envolvieron en un apasionado beso, hasta que fue interrumpido por los quejidos de un tambaleante Bobbly. De inmediato murmuraron con horror al ver el estado ensangrentado y a punto del colapso del duende doméstico.
—¡Bobbly! —gritó Mago.
—¡My God! ¿Quién te hizo eso?
—Amo James Jerom —clamó Bobbly, cayéndose rendido entre sus manos y empapándolo con la gran cantidad de sangre que brotaba de sus heridas—. Bobbly siente lo que ha hecho. —Su voz se hizo más suave—. Espero algún día el amo pueda perdonar a Bobbly.
James sostuvo a Bobbly con temor, y, temblando de los nervios, lo alzó entre sus brazos, pero los ojos del pequeño duende poco a poco se fueron cerrando. Victoria se acercó igual de impactada.
—Despierta, pequeño amigo. —Sus ojos comenzaron a empañarse—. Despierta... por favor... Bobbly.
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