15. La Biblia de la Oscuridad
La sacudida en el templo indicaba que ya habían llegado. Bobbly veía inquieto cómo Mago y Madame terminaban por guardar un arsenal mágico en sus trajes de cazadores.
—¿El amo está seguro de que no necesitará a Bobbly?
—Totalmente —aseguró James—. Quédate aquí a cuidar el Templo. El futuro siempre es incierto, cuanto menos sepamos y nos involucremos en él será mucho mejor para todos. Victoria y yo trataremos de ser lo más rápidos posible en averiguar qué es lo que está sucediendo.
—Pero... —insistió, nervioso.
—Todo estará bien, my little Bobbly —apoyó Victoria—. Ya habías estado solo en el Templo en nuestra última misión en Kryptos.
—¿El amo James y Madame Victoria confían tanto en Bobbly para dejarlo a cargo una segunda vez?
—Te has ganado nuestra confianza, Bobbly. No dudaría de ti ni por un minuto. Recuerda: eres un miembro importante de nuestro equipo ahora —reafirmó Mago con un asentimiento, tornando cristalinos los enormes ojos del duende—. Ahora, ahí afuera en San Francisco nos necesitan. Mantente alerta de las comunicaciones, te estaremos informando lo que ocurra.
—Bye bye, little one. —Le guiñó.
James se acercó a la salida de la sala, donde esperó a Victoria con el brazo extendido. Se tomaron de las manos antes de partir, dejando a Bobbly solo en el Templo, esa vez con una ola de sentimientos golpeando contra su pecho. Se veía conmovido, triste, emocionado, pero también nervioso. Era difícil reconocer cuál de tantos lo embargaba.
Afuera del Templo, Victoria reforzaba un pequeño escudo que los camufló entre la nocturna y mortalmente silenciosa avenida. Los edificios eran mucho más altos, la ciudad parecía haber crecido a un mismo nivel durante varios kilómetros a la redonda. No era un San Francisco colorido y ajetreado como Mago lo recordaba. Era mucho peor: bloques tras otros de un insípido gris y blanco, con banderas colgadas en la mayoría de ellos, todas con un símbolo en común.
—«Obedece a La O.R.D.E.N.» —leyó Victoria, aterrorizada.
—La humanidad sin duda avanzó todos estos años —comentó James, atónito—, pero a un costo totalmente horrible... perdieron la libertad... y su humanidad.
De pronto el silencio se rompió con un fuerte temblor. Lo siguiente fueron pasos retumbando por toda la calle. Los Universales vieron todo un ejército abrirse paso entre la calle, respaldados por grandes máquina en tierra y en aire.
—A todos los civiles: permanezcan en sus casas y enciendan la televisión. Estamos en toque de queda. Es obligatorio obedecer. Alabada sea La O.R.D.E.N —anunciaron desde las máquinas en el aire.
—Es todo un ejército, el suficiente para comenzar una guerra. ¿A dónde se dirigirán? —preguntó Madame.
—La señal de auxilio provino de esta dirección. —Señaló Mago. En sus manos daba vida a un mapa de energía en el que se observaba toda la ciudad—. Y es justo hacia allí a donde marchan las tropas.
—Como si no fuera suficiente malo vivir en un régimen totalitario, criaturas oscuras los atacan. Dakota ya estaba en problemas desde antes de que esas tropas llegaran. Si el ejército ataca su refugio, entonces no habrá a nadie para salvar cuando la encontremos.
—Por eso debemos ser más rápidos que ellos.
—Jum... ¿dimensión zero? —sugirió Madame.
—No podría estar más de acuerdo. El escudo que genera el Templo hará que nuestra magia pase desapercibida al menos en el rango que cubre la ciudad, no sabemos qué usuarios mágicos tenga esta tal Orden a su disposición.
—Hagámoslo.
James asintió, y, juntando sus manos con las de Victoria, sus ojos se incendiaron en energía mientras conjuraban el hechizo que hizo correr el tiempo a su alrededor en lentitud. Entrados en la Dimensión Zero, se abrieron camino con su vuelo hacia el muelle de la ciudad. Aterrizaron en la cima de un edificio, donde obtuvieron primera plana de lo que sucedía. Allí, por primera vez en lo que habían observado de la ciudad, los colores contrastaban con el ambiente lúgubre del resto, pero no por las razones que ellos hubieran deseado.
—Oh, God —susurró Victoria, tapando su boca con la mano. La ferocidad de las llamas se reflejaba en sus ojos, asolaban su corazón con dolor—. ¿Llegamos tarde, sir James?
—Eso parece, milady, pero no quiero asegurarlo hasta confirmarlo por mí mismo. El ejército marchaba hacia aquí por alguna razón. No debieron mover a todas sus tropas en vano. Alguien debe seguir luchando sin cansancio.
—Y por el bien de esta gente, espero que sea Dakota.
—Y si no es así, al menos debemos correr el riesgo de buscar sobrevivientes.
Mago movió sus manos alrededor del muelle, generando una onda azul que retiró a esa parte de la ciudad de la Dimensión Zero, las llamas siguieron danzando al son de su furor, cuando de ellas surgió la enorme cabeza de una bestia oscura. La criatura rugió contra quien fuera su contrincante, y regresó de vuelta hacia el humo.
—¡Allá! —Señaló Mago.
Los Universales descendieron al ojo de la nube de polvo y fuego, encontrándose con una explosión de lucha. Un reducido escuadrón de soldados disparaba sus armas contra un grupo de horribles criaturas. La más grande era la bestia de cabeza de hidra, aunque su cuerpo y brazos eran como las pinzas de una araña gigante, junto a ella volaban dos arpías que disparaban ráfagas de energía oscura de sus manos.
Victoria aterrizó en medio del disparo de los dos entes alados, alzando un escudo que protegió a los soldados del ataque. Desde el otro lado, Mago levitó dos gigantescos trozos de metal con los que atrapó a ambos, y así, inhabilitados de su vuelo desde el aire, ambas criaturas cayeron contra el pavimento, desintegrándose en un estallido tras el choque. La inesperada evaporización de las arpías consiguió levantar curiosidad en los hechiceros, pero de inmediato una nueva figura se convirtió en su centro de atención.
Una mujer tan rápida como una sombra saltó entre los contenedores derribados. Se movía igual de ágil a un gato entre los tejados, incluso soltando gruñidos en el movimiento. Con los fuertes impulsos de sus piernas alcanzó el cuerpo de la criatura y se sujetó de ella clavándole sus filosas garras en el cuerpo, lo que le dio la oportunidad de columpiarse alrededor de su cuello y desgarrarlo de lado a lado.
Con el corte, la criatura se desintegró igual a las demás, provocando un estallido de oscuridad del que la mujer saltó a tiempo. Aterrizó en tres patas y con uno de sus brazos tendidos a un lado, había lanzado un gruñido que por un momento permitió ver sus colmillos pronunciados. Su pecho se inflaba y desinflaba una y otra vez por su pesada respiración.
Mago se detuvo a observarla. Vestía un traje negro con franjas rojas y pelaje grisáceo en los hombros, maltratado por las secuelas de batallas pasadas. Su cabello azabache se encontraba desajustado. No llevaba capucha ni máscara, pero sí líneas negras, rojas y blancas pintadas bajo sus ojos verdes un tanto achinados.
—Dakota —reconoció Mago, soltando un suspiro de asombro—... eres tú.
—Nadie me ha llamado así en mucho tiempo —contestó, fría, liberando sus garras. Tras su indicación, los soldados apuntaron hacia los hechiceros—. ¿Cómo me conocen?
—Wow. —James y Victoria levantaron sus manos en rendición—. Soy un viejo amigo, tú nos has llamado. Vine hasta aquí para ayudar.
—El llamado de emergencia... —susurró por lo bajo, y con otra indicación sus tropas bajaron las armas—. Creí que nadie lo recibiría. Lo envié hace un mes cuando atacaron nuestra base. Desde entonces hemos estado intentando huir de la ciudad. Hoy saldríamos de San Francisco, pero esas malditas cosas nos encontraron.
—Lamento oír eso —habló Victoria—, pero justo ahora todo un ejército viene hacia nuestra ubicación. Hicimos todo lo posible por detenerlos, pero me temo que no podremos mantenerlos alejados por mucho tiempo, perdemos control de la Dimensión Zero.
—Qué —cuestionó—. ¿Cómo es que pueden detenerlos y al mismo tiempo estar aquí?
—¿Prefieres tener esta charla aquí o en un lugar seguro? Porque estoy seguro de que esas naves no estarán planeando detenerse a tomar el té con nosotros —intervino James, señalando hacia los indicios del ejército arribando el muelle.
Dakota asintió.
—¿Hacia dónde?
—Detrás de mí, deben agruparse.
—Hagan lo que dice —ordenó ella, siendo la primera en ubicarse.
Los diez soldadados que la acompañaban la siguieron. Una vez todos a su alrededor, Mago originó un sello bajo ellos que los teletransportó bajo una fachada de humo y ceniza. El polvo levantado por la desaparición de los héroes se prolongó hasta el fuego a unos metros más allá. De en medio de las llamas caminó una figura sonriente con algo entre las manos. Poco a poco el brillo ígneo la definió como una joven de piernas largas y sonrisa inquietante. Llevaba el cabello al nivel de los hombros, entre tonos negros, violetas y rojizos, usaba un alto vestido negro como de bailarina, y mallas cubriéndole las piernas y parte del cuello. Entre sus guantes sostenía un libro cual reliquia, con la palabra «Darkrom» en la pasta.
—Así que papi tenía razón —comentó con una risa juguetona, sonaba dulce, pero escalofriante—. El hechicero y su novia están aquí. Ahora tendré que darles la bienvenida que se merecen.
La joven esbozó otra sonrisa, retirándose de regreso a las llamas.
Los héroes aparecieron en una de las habitaciones del Templo Universal. Mago había recurrido a reutilizar la réplica de la sala de operaciones de Vigilante. Esperaba que los jóvenes que acompañaban a la adulta Dakota lo encontraran como lo más familiar al contexto donde habían tenido que sobrevivir todos esos años.
—Este lugar... —Dakota observó la estructura a detalle—. Los equipos son como de los años dos mil veinte, pero estas paredes siguen siendo las mismas que conozco... luce como la base de La Resistencia Vigilante en Krimson Hill.
—Lamento que esto sea todo lo que pueda ofrecerles, de seguro personas como ustedes encontrarán obsoletos estos aparatos, pero espero les sirvan de algo —dijo James.
—No, de hecho, está bien —comentó con serenidad—. Es parte de lo que usábamos en nuestra antigua base. Desde que el régimen convirtió a Binaria en su computadora personal, utilizar una tecnología muy avanzada nos convierte en un blanco.
—Tendré que pedirte que a partir de ahora limites la información que me cuentes.
—¿Quién dijiste que eras?
—¿No me reconoces, verdad? —preguntó Mago.
Dakota se cruzó de brazos y fijó su mirada en el castaño barbado. Se mantuvo unos pocos segundos analizándolo.
—No lo puedo creer... —Soltó su posición—... Eso que hiciste allá afuera, sin duda debes ser... ¿Mago Universal?
Cuando James confirmó con un asentimiento, en Dakota se formó finalmente una sonrisa de alivio, mientras que quienes la acompañaban comenzaron a susurrar entre sí.
—No lo puedo creer —reafirmó la mujer—. ¿Cómo es que...?
—Realmente no quisiera saber lo que estabas a punto de decir —interrumpió él—. No soy de esta línea temporal, Dakota, vengo del presente, dos mil diecinueve, muchos años antes de que lo que sea que ocurrió aquí comenzara.
—¿Entonces el gran Mago Universal viaja en el tiempo ahora?
—¿Gran? —inquirió Madame—. Vaya, darling, no se lo tome muy a pecho.
—¿Bromeas? Es una leyenda.
—La mayor parte de las leyendas siempre están muertas —acotó Mago.
—¿Realmente quieres que responda ante eso? —Él negó—. Entonces, ¿cómo es que ustedes recibieron nuestro mensaje desde dos mil diecinueve?
—No fue precisamente en dos mil diecinueve —respondió Madame—. Era mil quinientos... antes de Cristo. —Dakota amplió sus ojos con sorpresa—. Sir James y yo estamos cazando criaturas mágicas oscuras a través del tiempo. Estábamos por partir cuando nos llegó la alerta.
—Aún sigo sin comprender cómo es que dijiste que el régimen controla legiones de criaturas oscuras —habló Mago—. Hubiéramos detectado un desplazamiento masivo de ellos de ser así.
—Esa es la cuestión, Mago Universal. —Dakota suspiró, desplomándose en una de las sillas que rodeaban la mesa—. Nadie sabe de dónde provienen esos monstruos, pero responden ante el régimen. Pueden aparecer de la nada y volver a desaparecer.
—Vimos cómo se desintegraban luego de que los atacáramos, sin duda son de la Dimensión Oscura, pero no parecen tener la suficiente fuerza corpórea para permanecer en nuestro mundo —comentó Madame—. No pudieron haber llegado por la brecha interdimensional. Debe haber alguien más controlándolos.
—O algo —susurró Mago, pensativo.
—¿Qué tiene en mente, darling?
—El Ojo no pudo identificar a la criatura desplazada en el tiempo, pero sí reconoció su nivel de poder. ¿Y si esta vez no nos enfrentamos a alguien, sino a algo? En la Dimensión Oscura no solo hay criaturas, también objetos.
—¿Pero qué puede ser tan poderoso como para invocar a tantos como dice Dakota? —preguntó Madame, callándose con su propio silencio—... oh, no.
—El Darkrom —recordaron al unísono.
—¿Alguien quisiera explicarme qué es lo que sucede? —intervino Dakota.
—Es uno de los objetos más poderosos que hay en nuestro universo, y también uno de los más temibles —contestó Madame—. Es un grimorio maldito que también se conoce como la Biblia de la Oscuridad.
—Se cree que hace mucho tiempo un ente con el poder oscuro suficiente creó el Darkrom para registrar a las criaturas originarias de la Dimensión Oscura una por una —siguió James—, y lo hizo encerrando en sus propias páginas a las especies. Desde entonces el Darkrom ha tenido el poder para invocarlas, y no solo eso, se cree también que en sus páginas se encuentran los más profundos secretos de la Dimensión Oscura y sus hechizos más temibles. El Darkrom puede ser la clave para ganar la eterna guerra contra la oscuridad, por eso los Universales del pasado lo han buscado durante numerosas generaciones, pero siempre el resultado es el mismo: nada.
—¿Podría ser realmente el Darkrom a lo que nos enfrentamos? —se preguntó Victoria.
—Realmente no lo sé. Es incierto. El Darkrom incluso podría ser un mito.
—¿Hace cuánto están siendo atacados por ellos? —indagó Madame hacia Dakota.
—Hace exactamente un mes.
—Entonces no puede ser una coincidencia, el Darkrom cruzó la brecha. ¿Cómo iniciaron los ataques?
—Recibimos la alerta de Kriger, el líder de la resistencia en Latinoamérica. Su base fue la primera en ser atacada por esos monstruos... luego perdimos contacto y nunca más pudimos restablecerlo. —Bajó la mirada—. Hace mucho aceptamos la idea de que todos están muertos. Yo... los perdí a casi todos esa noche. —Pasó su vista a los pocos que la acompañaban—. Están viendo a todo lo que queda de La Resistencia Renegada de San Francisco.
—Lo lamento mucho —apoyó Madame.
Dakota suspiró.
—No importa ya. Estamos en guerra desde hace mucho tiempo, todos los días mueren disidentes. Desde que Kai murió, ya nada puede afectarme realmente.
—¿Y la resistencia en Krimson Hill que mencionaste? —inquirió Victoria—. ¿Aún están...?
—¿Vivos? Sí, es el único lugar que queda en pie desde que nuestra base cayó. Pero si esos monstruos consiguen llegar a ellos, entonces ya no habrá nadie más quien luche contra el régimen. —Se levantó de nuevo—. Por eso debemos llevar esta información a Krimson Hill. Si este libro es tan poderoso como ustedes dicen que es, entonces hay que preparar una ofensiva definitiva. Me niego a perder esta guerra, mis soldados y mi familia no pudieron haber muerto en vano.
—Ayudaremos en todo lo que esté a nuestro alcance —apoyó Mago—. El Darkrom es nuestra responsabilidad como Universales.
—Adoro el entusiasmo, ¿pero cómo planeas llevarnos a todos a Krimson Hill? —cuestionó Dakota—. La ciudad está en otro continente y nuestro método de escape más eficaz fue destruido.
Mago sonrió de medio lado.
—Tú sujétate. Será un viaje rápido y movido.
Con una antorcha iluminando su camino, Bobbly descendió en silencio por las escaleras hacia las catacumbas del Templo. Observaba con nerviosismo en todas las direcciones, hasta que estuvo seguro de que nadie lo seguía. Movió un bloque en específico de la pared, y un cuarto secreto se abrió. Caminó hacia un gran objeto oculto bajo una sábana, que retiró sin pensarlo.
—¿Nadie te siguió? —preguntó el reflejo oscuro que se formó en el espejo gigantesco.
—Nadie, amo —confirmó con un asentimiento.
—¡Cómo te atreves a mirarme a los ojos al hablar, estúpida cucaracha! —exclamó con severidad—. ¡Arrodíllate ante tu señor antes de dirigirme la palabra!
—Lo lamento, amo —contestó tembloroso mientras se doblegaba en reverencia ante el espejo—. No volverá a suceder. Bobbly nunca más se atreverá a levantarle la mirada a su señor. Bobbly es un insecto que merece ser castigado.
—Ciertamente, duende miserable. Intentaré creer que no has sido tú quién le ha dicho a James Jerom y Victoria Pembroke cómo detener a mi Kantrox.
—Bobbly sería incapaz de cometer tal agravio contra la mascota del amo, mi señor —contestó con la cabeza enterrada en el suelo.
—Eso intento creer, insecto, pero no me cabe duda de que tu tiempo con James Jerom te ha afectado, te estás ablandando. No me has dado la reverencia que me merezco por ser tu superior. Mereces ir a Las Fosas por tu transgresión. Debes ser corregido para que recuerdes el respeto que debes rendir ante tu amo.
—Las Fosas, no, amo. Piedad con Bobbly... —lloró—. Todo menos Las Fosas.
—Está bien. Para que sepas que no soy un mal amo, reduciré tu condena. Te azotarás cincuenta veces hasta sangrar.
—Como ordene, mi señor —admitió por lo bajo—. Bobbly obedecerá todo lo que ordene.
—Ahora me darás la ubicación del Templo Universal, cosa horrenda. Mi niña estará encantada de enviar una bienvenida para los Universales al tiempo de su derrota.
—Sus deseos son órdenes, mi señor. Bobbly siempre estará a su servicio.
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