14. El monstruo de sombras
Kryptos, 1500 A.C.
La tormenta era fuerte aquella noche, pero la impetuosidad de su lluvia no descendió en ataque contra la gran ciudad; se dispersaba en el aire al chocar contra un muro que le impedía el paso. Su protector solo era visible durante milésimas de segundo con cada destello tronante en las nubes: un reforzado escudo piramidal que los mantenía alejados de los peligros del exterior. La única verdad para los kryptos era que ellos poseían el verdadero conocimiento, pero en esa noche turbulenta estaban a punto de descubrir que el camino a la iluminación se encontraba cimentado sobre la más inexplicable de las desgracias.
De entre de los canales emergió una sombra, lenta y siniestra, que al alcanzar su altura máxima no se comparaba con ninguna de las bestias en la tierra. Se movió silenciosa a través del anillo de tierra a pesar de su desmesurado tamaño. De un salto escaló sobre un edificio, el paso de sus patas era tan ligero que no dejaba la mínima marca, por eso una joven durmiente no sintió su entrada a la habitación hasta que comenzó a jadear en sus sueños ante la inquietante presencia. A la distancia creía escuchar un gruñido, que poco a poco se tornó mayor hasta ser tan fuerte para despertarla.
La joven se incorporó de un salto. Buscó entre la oscuridad, dudosa de cada rincón, y cuando sintió el goteo de baba sobre su cuerpo, tembló. Subió la mirada lentamente hacia el origen, encontrándose con unos penetrantes ojos oscuros al acecho. Lanzó un grito aterrado, mientras unas furiosas garras la arrastraban a las penumbras de la noche.
Templo Universal.
—Jaque.
Mago celebró con una sonrisa su estratégico movimiento. Tanto él como Victoria levitaban alrededor de un gigantesco tablero de ajedrez.
—No lo creo, darling. Suerte para la próxima. Jaque mate.
La ficha de Madame avanzó por orden de su magia, y cuando la reina estuvo cerca del rey, la ficha desenvainó su espada para decapitarlo.
—Mmm. —Llevó su mano a la barbilla—. Eso no lo vi venir.
—Qué puedo decir, soy una mujer de muchos trucos.
—Bobbly preparó té de yodré galtheana para su amo Mago y Madame Victoria. —El duende entró empujando un pequeño carrito con tazas y tetera.
—¡Oh, té! Justo a tiempo —celebró Victoria, recibiendo una de las tazas que levitó hacia ella por orden de Bobbly—. Eres muy amable, Bobbly.
—Espera... ¿yodré galtheana? —cuestionó James—. Bobbly, ¿de dónde conseguiste la flor?
—Ehhh... —Bajó la mirada para jugar con sus dedos y contestó, temeroso—: Bobbly usó el Templo para ir a Galtha mientras el amo dormía.
—¡¿Que hiciste qué?!
Bobbly soltó un quejido y corrió a esconderse detrás del carrito.
—Y Bobbly no solo fue a Galtha, también trajo xandora corvyniana, rosa sombría de Ancton, naturalia de Ixwia y otras flores más que ahora se encuentran en el jardín. Por favor, amo Mago, no lastime a Bobbly —suplicó, tembloroso.
James levantó una ceja.
—¿Por qué piensas que te lastimaría?
Victoria descendió del aire para acurrucarse junto a él.
—Es cierto, Bobbly —apoyó ella—. Ni James ni yo te haríamos algo así, ¿por qué dices esas cosas?
—El amo piensa que Bobbly hizo algo malo, ahora Bobbly merece ser castigado con la más fuerte de las golpizas para que Bobbly aprenda que no debe hacerlo nunca más.
—Bobbly, eso es horrible. Nunca te haría algo así —reprochó James.
—¿Entonces el amo no lastimará a Bobbly? —contestó, aún trémulo, mientras se asomaba por la orilla del carrito.
—Por supuesto que no.
Bobbly suspiró, aliviado, y terminó de salir de su escondite, pero seguía sin poder levantarle la mirada.
—My little Bobbly, ¿qué tienes? —inquirió Victoria.
—Bobbly piensa que no debe mirar al amo a los ojos, Bobbly no lo merece. El amo siempre será superior y Bobbly solo un simple insecto que merece ser aplastado.
Victoria llevó la mano a su corazón, sorprendida; James amplió sus ojos con sorpresa. Cuando sus miradas se encontraron, sabían lo que debían hacer.
—Escucha, Bobbly. —James se encogió junto a él hasta quedar a su altura, donde puso su mano sobre el pequeño hombro del duende—. No sé quiénes han sido tus amos anteriores, pero sin duda han sido personas horribles. No eres un insecto, eres un pequeño y dulce duende que ha tenido la voluntad de viajar a través del espacio-tiempo para traer flores exóticas del universo y hacer un delicioso té a su nuevo amo.
—¿El amo piensa que el té de Bobbly es delicioso? —Con su pregunta se formó una gran sonrisa en su rostro que pareció borrar todo rastro de temor.
—Ciertamente lo es. El mejor que jamás haya probado.
Los ojos de Bobbly brillaron, y segundos después comenzó a limpiar con su camisa las lágrimas que bajaron por ellos en desconsolado llanto. James suspiró.
—¿Ahora por qué lloras?
—Bobbly nunca había sido agradecido por su trabajo.
En Victoria se formó una sonrisa triste, sus ojos también comenzaban a aguarse. James no pudo evitar esbozar una sonrisa nostálgica.
—Pues acostúmbrate a ello, porque a partir de ahora siempre recibirás gratitud de nuestra parte —apoyó Victoria.
—Tampoco vuelvas a sentirte inferior a nosotros ni a decir cosas como las que has dicho antes. No somos tus verdugos, Bobbly, ahora somos tu familia.
Bobbly sollozó las últimas lágrimas y las retiró de su rostro con el puño. La sonrisa nostálgica que había surgido en él permaneció dedicada hacia el juego en sus dedos, hasta que finalmente se atrevió, aún dubitativo, a darles un abrazo, y tan rápido como se los dio, asimismo salió corriendo fuera del salón.
James sonrió por lo bajo mientras lo veía irse.
—Es una ternura —dijo Madame, cruzándose de brazos—. No me quiero imaginar todo lo que tuvo que haber pasado en la Dimensión Oscura para que sea así de inseguro.
—Es un lugar que te arrebata la esperanza, consume toda la luz que hay en ti, pero aún así Bobbly parece haber encontrado la forma de no perderla por completo.
Victoria le sonrió mientras rodeaba sus brazos sobre el cuello de Mago para acercarlo más a su mirada.
—Aún sigo diciendo que lo que ha hecho por él es admirable, darling. Lo rescató de la oscuridad para darle una vida mejor.
—En el fondo no podía permitirme enviarlo allí —contestó sujetándola por la cintura—. Ahora aquí con nosotros, superará sus temores con el tiempo, lo sé. Por ahora dejémoslo que se adapte a su nuevo estilo de vida.
Madame asintió en acuerdo.
—¿Y bien? ¿Qué desea hacer sir James Jerom a continuación? ¿Una nueva partida de ajedrez? La reina estaría encantada de jugar nuevos movimientos. —Sonrió con picardía.
—Desafío aceptado, madame —correspondió con otra mirada traviesa—. El caballo está listo.
De pronto, un movimiento tectónico en el Templo los separó.
—Nuevo terratiempo detectado —informó el Ojo Universal, a la vez en que Bobbly corría al interior de la biblioteca con un grito.
—¡Están vivos! Bobbly se dirigía a limpiar el casco antiguo cuando sintió las estatuas y el suelo moverse —habló el duende, agitado—. ¡Bobbly cree que tocó algo que no debía y provocó un desastre!
—No has hecho nada, pequeño —respondió Victoria—. Ha sido un nuevo cambio de gran escala para la línea temporal, les llamamos terratiempo. Mantenernos en el Limbo Temporal hace que cada variación a la historia se sienta más fuerte, pero por suerte nuestros escudos nos mantienen a salvo de los cambios.
—¿Entonces Bobbly no ha hecho nada malo?
Victoria negó con la cabeza.
—Ojo Universal, informa el origen y los nuevos registros históricos —pidió Mago.
—Una oleada de muertes salvajes provocadas por una criatura mágica desconocida ha acabado directamente con la dinastía Melancton, en Kryptos, año mil quinientos antes de Cristo —comunicó el Ojo.
Mago frunció el ceño al intentar recordar aquel apellido que no dejaba de serle extrañamente familiar.
—Kryptos... dinastía Melancton. Oh, no... ¡June! —reconoció con terror.
—La civilización intentó cazar a la criatura de muchas formas, pero cada noche regresó para acabar con tantos como le fue posible, hasta que los kryptos fueron exterminados por completo, por lo cual nunca abandonaron la Tierra para establecerse en el planeta Ancton. Sin Ancton, nunca fueron invadidos. Y sin invasión, June Melancton nunca regresó a la Tierra para convertirse en...
—Binaria —finalizó James, tornando firme su mirada.
—Suena a alguien importante para su tiempo —dijo Madame.
—Lo será algún día, solo necesita sanar sus heridas.
—Kryptos no será un lugar fácil de trabajar, sir James, su gente...
—Lo sé, pero debemos hallar la forma, por June, y por la mujer en que debe convertirse.
—Y lo haremos —concluyó Victoria, asintiendo con firmeza.
—Si el amo le permite a Bobbly saber... —intervino el duende.
—Pregunta lo que quieras, Bobbly —contestó James.
—A lo largo de su vida Bobbly ha conocido de muchos lugares en la tierra, pero nunca escuchó hablar de algún sitio llamado Kryptos.
—Es porque su civilización hace miles de años abandonó nuestro planeta para establecerse en uno nuevo en la galaxia Dexon, pero de seguro la reconocerás por Atlántida.
Los ojos de Bobbly se iluminaron con asombro.
—Bobbly la conoce, ¡la ciudad perdida en las aguas!
—Kryptos fue condenada a hundirse cuando su gente se marchó —siguió Madame—. Ahora de ella solo quedan sus restos. Su civilización ha sido la más avanzada que ha visto nuestra historia, pero creían que el sol explotaría, trayendo consigo el fin de nuestro mundo. Lo último que conozco de ellos es que viajaron muchos años luz lejos de los ecos de la teorizada explosión, o al menos eso conocemos los Universales, pero parece ser que alguien ha sido la excepción. —Dirigió la mirada a James—. Honey, ¿hay algo que quisiera compartir con la clase?
—Los kryptos vagaron en el espacio por mucho tiempo hasta que se establecieron en un exoplaneta creado por ellos mismos al que llamaron Ancton —reveló, concentrado en sus recuerdos—. Durante miles de años vivieron en armonía con otros humanos de las estrellas hasta que Corvyn los atacó. Ahora su última sobreviviente está en peligro de extinguirse de la historia, y solo nosotros podemos hacer algo para evitarlo. Todo un legado recae en nuestras manos.
—Ahora entiendo por qué le preocupa tanto, darling. Y también por qué la alteración a la historia fue tan alarmante para provocar un terratiempo.
—¡Bobbly está seguro de que el amo Mago y Madame Victoria podrán salvar el tiempo!
—Ojalá fuera tan sencillo, Bobbly —dijo Victoria—. Que los kryptos sean la civilización más avanzada los convierte en la más terca. Para ellos solo existe lo que es comprobable y sustentado en su ciencia. La magia nunca fue bienvenida en su territorio, por eso forjaron un escudo lógico para protegerse de toda fuente externa, Sacerdotisa Universal así lo dejó registrado.
—Y ahora, nosotros vamos a irrumpirlo —ideó Mago, esbozando una sonrisa astuta.
Luego de que el Templo aterrizara en medio del océano, un pequeño cuadrante de su escudo se abrió para darle paso a una embarcación, se remaba por sí solo gracias al hechizo lanzado a las aguas nocturnas.
—¡Buena suerte, amo Mago y Madame Victoria! —los despidió Bobbly desde el muelle, sujetando una linterna en sus pequeñas manos.
—¿Realmente crees que fue buena idea dejarlo solo en el Templo? —preguntó James—. Aún no sabemos mucho de él. La última vez lo usó para viajar a planetas que solo existen en otros periodos.
—Es inofensivo, qué podría hacer —respondió Victoria—. Además, el Ojo nos avisará en caso de que haga algo que no debe.
—Está bien, confiaré en ti.
—Por ahora concentrémonos en la misión. Entonces, recapitulando, ese aparato que dijo que había recuperado de un grupo de traficantes de tecnología corvyniana...
—El magnodisruptor tecnológico.
—Exactly.
—Las naves de Corvyn lo tenían integrado a sus cañones, así fue como consiguieron traspasar gran cantidad de fronteras en el pasado. Con él abriremos una pequeña ventana que nos permitirá atravesar el escudo sin ser detectados.
—Inteligente estrategia, darling —contestó Madame, centrando su mirada en la impetuosidad del mar que reclamaba su barca—, pero será mejor que pongamos a funcionar esta canoa antes de que el oleaje provocado por el escudo de los kryptos nos alcance.
James asintió.
—Hacia el ojo de la tormenta.
Con la magia recorriendo sus cuerpos, los hechiceros realizaron movimientos tan fluidos como el agua con sus manos, y cuando la energía envolvió hasta el último rincón de la barca, las dirigieron al centro de la tempestad.
—Ataidemni noicatropsnartelet —conjuraron al unísono.
La embarcación se movió tan rápida como la luz, atravesó en un parpadeo la ferocidad del mar para detenerse en la costa, donde, a diferencia del ciclón provocado, la ciudad permanecía en absoluta calma.
—Funcionó —celebró Victoria—. Estamos dentro.
—Cuidado. —James la acurrucó junto a él cuando la luz de una torre pasó justo por su lado—. Tendremos que ser cautelosos si queremos evitar contratiempos.
Victoria observó desde la costa la inmensidad de la ciudad durmiente. Se erigía en perfecta comunión con el agua, organizada a través de anillos conectados por canales y puentes, pero entonces notó algo más, el origen de un burbujear silencioso que contrastaba la pulcritud de las estructuras tecnológicas.
—Algo me dice que hasta aquí llegó la cautela, mire. —Señaló Madame.
El burbujear acrecentó con el emerger de una figura oscura, aguardó en las sombras el paso de una luz vigía, para luego escalar al canal más cercano con sus cuatro patas. Así los Universales consiguieron darle forma. Tenía el aspecto de un perro gigante, pero era mucho más delgado en su torso, con una cola larga y puntuda. La espalda se la recorría una cadena de picos cortos, de los brazos y patas le nacían filosos, pero el que brotaba de cada hombro representaba la mayor amenaza.
—Pero qué es esa cosa —susurró Madame.
La criatura giró su rostro hacia ellos, evidenciándoles que no poseía ninguno, era un abismo protegido por una capucha rasgada donde solo resplandecían sus ojos en fuego infernal. El monstruo hizo un gruñido y huyó a gran velocidad por el puente.
—¡No dejes que escape! —exclamó James.
Los Universales volaron en su persecución, pero era veloz, mucho más de lo que les permitía su vuelo. A diferencia de ellos, el monstruo parecía conocer el territorio, saltaba entre los edificios y volvía a los puentes con total rapidez, Mago y Madame a penas lograban esquivar las torres y otros obstáculos del camino.
Victoria le disparó una ráfaga mágica, pero lo único que consiguió fue explotar un techo en cientos de pedazos. La bestia se había movido como un destello oscuro a una increíble velocidad hacia el canal, donde bateó el agua con su cola, provocando una feroz embestida del oleaje contra Madame, ella frenó la ofensiva con un escudo. Mientras tanto, Mago aterrizó frente al monstruo y, uniendo sus brazos en un movimiento circular, formó un gran sello azul que disparó al enemigo, mas la bestia se alzó en dos patas y con fuerza inhumana aplastó el escudo. Luego se desplazó hacia él y lo derribó con un golpe inesperado de sus patas.
El espectáculo de luces había conseguido llamar la atención, pronto los focos de las torres vigías se dirigieron en un mismo compás al centro del puente, donde Victoria se reagrupaba con James. Los ojos del monstruo se oscurecieron en furioso frenesí con la presencia de la luz y dio un salto de regreso al agua, para perderse a gran velocidad entre los canales.
Solo restaron los hechiceros, rodeados por las tropas de kryptos que se incorporaban, no con lanzas tradicionales, sino con bastones de cañón incrustado.
—Adiós sigilo —susurró Mago.
Por un momento la ciudad entera se sumió en silencio, solo se escucharon los pasos de un fornido hombre de traje negro en cuero que se abría camino entre las tropas.
—Hechiceros Universales, vaya sorpresa, todo este tiempo creí que solo existía uno de ustedes. —Con sus manos tras la cadera y mirada rígida se posicionó en frente, era de largos cabellos oscuros sujetados por cintas.
—Somos más de los que cree, su majestad —replicó Mago, en un juego desafiante de miradas.
—Creí haber sido claro con Sacerdotisa Universal, nuestras fronteras no necesitan su protección. Cometen un severo acto de violación a nuestras políticas al traer su magia a nuestro reino. Yo, el rey Tornak de la dinastía Melancton, soberano de Kryptos, no toleraré tal intrusión.
—Rey Tornak, a juzgar por el perro gigante de sombras, me parece que debería reconsiderar nuestra presencia en la ciudad. Estamos aquí porque su pueblo nos necesita, cada día más kryptos desaparecen, y su ciencia no parece haber neutralizado aún la amenaza.
—Estamos conscientes del problema y trabajamos en solucionar la falla de seguridad.
—Excuse me, sir —intervino Victoria—. No es una falla que se pueda solucionar con ciencia, solo la magia puede desterrar a la criatura de la ciudad antes de que sea demasiado tarde para su pueblo.
—¿Magia en Kryptos? Qué insensatez. Desde el inicio de nuestra civilización lo único que nos ha mantenido seguros y en constante evolución ha sido la tecnología, miren nada más nuestra ejemplar arquitectura. —Tendió los brazos a sus dominios para reforzar su argumento—. Ningún otro lugar en el planeta donde hayan usado alguna vez hechicería ha logrado superarnos.
—Pero, su majestad... —dijo Madame.
—He hablado —recalcó Tornak, girándose para darles la espada—. Márchense ahora mismo de mi ciudad o serán tratados con hostilidad.
Luego de que Tornak emprendiera camino de regreso al palacio en el centro de la ciudad, James y Victoria cruzaron sus miradas en un asentimiento.
—Rey Tornak —llamó Mago, provocando que se detuviera—, estaremos en la frontera en caso de que cambie de parecer.
—No será necesario, Universal. Que tengan buena noche.
—Eso fue un desastre —comentó Mago por lo bajo, desplomándose en un sillón—. ¿Dónde está Bobbly con sus infusiones de té cuando las necesitas?
—Bobbly está justo aquí, amo —contestó el duende, entraba a la sala empujando su carrito.
—Uh, ¿de qué lo has preparado esta vez? —preguntó Victoria.
—Bobbly teme que... solo es manzanilla, Madame Victoria.
James suspiró.
—¿Qué vamos a hacer? No podemos tomarnos la ciudad a la fuerza. Era claro que Tornak ya tenía todo un operativo montado con su ejército para vigilar la ciudad.
—No tenemos tampoco muchas opciones contra el monstruo —declaró Victoria—. Nos venció con facilidad. Comenzaré a buscar en la biblioteca, quizá encuentro información sobre su origen y poderes que nos pueda ayudar en la batalla.
—Si Bobbly puede intervenir... —habló el pequeño, con mirada baja y sus dedos jugando como era costumbre—. Bobbly cree que puede ayudar al amo Mago y a Madame Victoria en su lucha contra el monstruo de sombras. Bobbly estuvo muchos años en la Dimensión Oscura y aprendió a cuidarse de sus depredadores más peligrosos.
—Eso es. —Mago se incorporó—. ¡Bobbly, eres un genio!
—¿Lo soy? —preguntó con una sonrisa.
—Este fue el monstruo que nos atacó. —Movió sus manos resplandecientes de magia para dar origen a un ojo azul que mostró lo transcurrido. Tan pronto como la criatura apareció, Bobbly comenzó a temblar lentamente—. ¿Qué pasa?
—Bobbly ciertamente lo conoce —admitió con voz más trémula de lo normal—. Se le llama el Kantrox. Es una criatura muy peligrosa que se alimenta de sombras, por eso puede ser tan liviano y rápido que no importa cuán grande sea, se abrirá camino en cualquier superficie sin ser visto.
Mientras Bobbly hablaba, no muy lejos de allí, en la gran ciudad tecnológica, Kantrox escalaba a la sombra de la noche por los muros del palacio. Se infiltró cauteloso a través de las ventanas y escaló por el techo hasta quedar cerca a su presa: una joven durmiente.
»Kantrox no tiene rostro. Se dice que la oscuridad misma le dio vida y que todo aquel que lo mira a los ojos, ve a través de ellos numerosas visiones en las que muere de formas horribles. Es un encanto que utiliza para hipnotizar a sus víctimas, a veces incluso cuando no lo estás viendo.
Los ojos de la criatura brillaron en un morado intenso bajo la capucha que lo cubría, y la joven en las sábanas empezó a sudar sin control, jadeó una y otra vez, mientras que del rostro vacío del Kantrox se extendían lienzos oscuros cuales serpientes.
»Y una vez que te atrapa, te arrastra a un abismo oscuro del que difícilmente logras escapar.
La joven despertó con un grito, que se tornó mucho más fuerte al encontrarse con el Kantrox frente a frente. La bestia de inmediato la envolvió en sus tentáculos oscuros y a gran velocidad huyó de la habitación.
—¡Kalyn! —despertó el rey Tornak de un sobresalto y corrió fuera de la habitación, preocupado.
—La tiene, señor... —confesó un guardia, horrorizado—. La bestia la tiene.
El gesto en Tornak cambió a una mirada iracunda. En su interior había ido creciendo un odio consumidor con la criatura que día a día arremetía contra su pueblo, lo demostraba en sus manos empuñadas. Ahora había superado los límites al raptar a su propia hija.
—Quiero a todos los guardias de la ciudad en su búsqueda, desplieguen los prototipos de rastreadores y empleen el armamento más sofisticado del palacio para aniquilar a esa cosa. La ciudad entrará en vigilancia total, queda rotundamente prohibido salir de las casas.
Los guardias asintieron y se abrieron camino.
»Por eso Bobbly huyó del Kantrox durante toda su estadía en la Dimensión Oscura.
—¿Y hay alguna forma de detenerlo? —preguntó Madame.
Bobbly asintió.
—Al ser el Kantrox un ser de oscuridad, detesta a su opuesto. Bobbly conseguía ahuyentar a la mayoría de sus depredadores con una bandera blanca y mucha luz.
—¿Y qué hay de sus víctimas? —inquirió Mago—. ¿Hay alguna forma de salvarlas?
—Kantrox no suele devorar a todas sus presas al capturarlas, reúne tantas como pueda para darse un gran festín luego de que han alcanzado el éxtasis del miedo y la desesperanza.
—Gracias por compartir tus conocimientos con nosotros, Bobbly. Ya hallaremos la manera de intervenir en la ciudad.
En Kryptos, mientras las luces de las torres y las tropas registraban cada rincón de la ciudad, las horas pasaron, eternas ante la inquietante exasperación del rey que se mantenía en guardia desde el balcón más alto de su palacio. Estaba a punto de amanecer, era la primera vez que pasaba tanto tiempo sin que una de sus exigencias a la guardia se cumpliera, y eso, en Tornak, lo ponía de muy mal humor.
Un puñado de soldados esperaba en el otro lado de la habitación, temerosos de quién sería el infortunado para dar las malas nuevas al rey. Cuando el hombre fue elegido, avanzó hacia el frío balcón, sintiendo a la distancia la pesada respiración del soberano.
—¿Y bien, soldado? —preguntó en posición firme, sin despegar un ojo de la ciudad—. ¿Ya la criatura fue aniquilada?
—Me temo que aún no, señor —dijo por lo bajo.
—¿Entonces a qué viene ante mí?
—Mi señor, registramos toda la ciudad... no encontramos al monstruo, tampoco a la princesa.
—No quiero seguir escuchando de su incompetencia. Largo —demandó, amenazante.
—Antes de retirarme, su majestad, también conocimos dos nuevos reportes de desaparecidos, su hija no fue la única en desaparecer esta noche.
Las manos Tornak apretaron con rudeza el borde del balcón, y, gobernado por un impulso de ira, se abalanzó sobre el soldado y con una sorprendente fuerza lo arrojó canal abajo.
—Y a ustedes que me escuchan —habló para los demás, volviéndose a la panorámica de la ciudad—: ayuden a ese hombre a salir del agua y luego continúen con su trabajo. Quiero al monstruo muerto para esta noche.
—Suficiente de esperas. Han pasado dos días, le dimos a Tornak tiempo para venir a nosotros —habló Mago, levantándose de su puesto—. Bobbly, Victoria, tenemos un plan y trabajo por hacer. Hoy regresaremos al Kantrox a la Dimensión Oscura cueste lo que cueste, es el futuro de June el que está en juego.
Madame asintió en acuerdo.
—Let's do it. No importa cuán necios sean los kryptos, luego nos lo agradecerán.
—Tenemos compañía —alertó el Ojo Universal mientras se proyectaban visiones en la sala—. Una nave de kryptos se acerca al Templo.
—Considerando quiénes no son, estoy segura que vienen a pedir que abandonemos su territorio —comentó Madame.
—Veamos a qué vienen —susurró Mago.
Luego de que los Universales salieran al encuentro al embarcadero, de la gran nave acorazada extendieron una rampla por la que el rey Tornak y un puñado de sus soldados descendieron.
—Rey Tornak, debo admitir que nos sorprende su visita —comentó Mago.
Entonces con tan solo su gesto desesperanzado el incrédulo soberano lo confesó todo. Mago conocía muy bien esa mirada, era el orgullo pisoteado de Tornak al tener que comerse sus propias palabras.
—Sé lo que he dicho antes, y quiero dejar en claro que mi presencia en este lugar no cambie mi postura sobre la hechicería, pero si aún está en pie su propuesta de ayudar a nuestro pueblo, serán bienvenidos —propuso, tan severo en su temple que no se distinguía la mínima pizca de humildad—. Necesitaremos toda la ayuda posible, ese monstruo no solo se ha llevado a un número inquietante de nuestro pueblo, también tiene a mi única hija, ella es todo lo que me queda desde que su madre murió, y no me permitiré que esa cosa que me la arrebate.
Mago Universal ideó muchas maneras satíricas de responder ante la evidente súplica maquillada de rigidez del rey, de retarlo en su propio juego, pero también entendía que en ese momento asuntos más importantes estaban en juego.
—Rey Tornak —contestó Madame—, cuente con nosotros. Regresaremos a su hija y a los demás kryptos sanos y salvos. Tenemos un plan de ataque para desterrar al Kantrox, pero su éxito dependerá de qué tanta cooperación recibamos de su parte.
—¿Qué es lo que necesitan? ¿Qué es tan necesario para determinar el éxito de su misión?
Madame y Mago cruzaron miradas traviesas.
—Dependerá de qué tantos fuegos pirotécnicos haya en su ciudad —confesó James, causando confusión en el soberano—. Tenemos un espectáculo para dar...
Acordado el plan, al caer la noche, las tropas se ubicaron estratégicamente en la ciudad según las indicaciones de Mago Universal. Si ceñían tal cual lo acordado, derrotar al Kantrox sería más fácil de lo que alguna vez hubieran imaginado.
Cuando el manto de las tinieblas terminó de cubrir hasta el último rincón de la ciudad, el Kantrox emergió del agua en busca de una nueva presa. Se movió sigiloso por las calles directo al palacio en el centro de la ciudad, por donde escaló las paredes como cada noche e irrumpió en una de las habitaciones donde más miedo percibió. Se acercó a la cama, listo para lanzar su embrujo mortal contra su víctima, cuando la joven durmiente se reveló como una mujer de cabellos rojos.
—¿Buscabas algo, katycat? Porque yo tengo un regalo para ti.
Madame Universal le disparó una centella de luz escarlata directo al vacío en el rostro. No solo logró derrumbarlo a lo largo de la habitación, también le provocó un chillido doloroso con el que huyó fuera.
—¡Ahora! —gritó Victoria por la ventana.
En una estrategia coordinada, de diferentes ángulos de la ciudad dispararon fuegos artificiales y ondearon banderas blancas. El constante golpeteo de las explosiones y lo cegadora de su luz eran como ascuas de fuego para el Kantrox, quien, sumido en la desorientación, no encontró escapatoria. Por primera vez sus movimientos no fueron ligeros, chocaba de lleno contra las edificaciones y zigzagueaba sin control, una y otra vez. Así se mantuvo durante largos minutos; solo encontró una única salida en medio de los destellos: un pozo de oscuridad que se abría en medio del agua, a donde fijó su atención y dirigió lo caótico de sus pasos.
La energía negativa que emanaba del vórtice le era tan familiar que no repuso en lanzarse a él. Y tan pronto como el Kantrox lo traspasó, las aguas se regresaron para sellar la abertura. Mago Universal descendió de allí con la oscuridad retrocediendo de sus ojos encantados.
—El monstruo de sombras está de regreso en su prisión. Quién lo diría, el plan de Bobbly funcionó
—¿Qué hay de mi hija, Mago? ¿Dónde está? El duende está tardando más de loa cordado —preguntó el rey Tornak, desesperado, quien se unía junto a Madame en el puente.
—Paciencia, Tornak, está en camino, se lo aseguro.
—¡Papá! —exclamó una doncella desde el otro extremo del canal, donde un bote regresaba con al menos una docena de ciudadanos, quien lo lideraba era un orgulloso Bobbly.
—¡Kalyn! —gritó con ojos brillosos.
—¡Bobbly está de regreso con los kryptos! ¡Bobbly ayudó a salvar el día al amo Mago Universal! —celebraba el duende.
Madame se cruzó de brazos mientras lo veía con una sonrisa divertida.
—Debo admitirlo, sir James, esta misión no hubiera sido un éxito si no tuviéramos a Bobbly.
—No puedo negarlo —repuso James—. Bobbly fue el héroe del día.
—Han cumplido con su palabra —intervino el rey, un nudo en su garganta parecía formarse, así que aclaró con ella—. Gracias por haber rescatado a mi hija y a mis ciudadanos, y por haber expulsado a ese monstruo de nuestra ciudad.
—No hay de qué, su majestad, pero ahora me gustaría escuchar de su boca gracias qué medio fantástico fueron rescatados.
—Pides demasiado. ¿Qué tal si por ahora no los amenazo de muerte y no los delato con Sacerdotisa Universal de que estuvieron aquí aún cuando le advertí que no quería su magia en mi ciudad? —Extendió su mano en petición de acuerdo.
Cuando en Tornak se formó una media sonrisa, Mago correspondió con otra.
—Hecho. —Sellaron el acuerdo con un estrechón.
—Ustedes no son de este tiempo, ¿no es así? —inquirió el rey, a lo que Mago y Madame se sorprendieron e intentaron ocultarlo con sus miradas—. No pueden ocultarlo de mí. Después de todo, soy un krypto, ¿recuerdan? No necesité demasiado para descubrir que el acento de la dama no existe en ningún lugar de la tierra y que sus atuendos son demasiado avanzados para no ser kryptos.
—Muy inteligente, rey Tornak —acotó Madame.
—Su secreto está a salvo en las puertas de mi ciudad. —Asintió—. Buen viaje de regreso.
—Well, al final resultó mejor de lo que pensábamos, darling.
—Debo reconocer que los kryptos fueron menos necios de lo que esperaba. Ahora, ¿quién quiere una batalla de bolas mágicas en el patio?
—Bobbly quiere, amo Mago —contestó el duende.
Mago, Madame y Bobbly regresaban al Templo Universal luego de su aventura en la ciudad, cuando de inmediato un ojo de energía se abrió en el aire. Bobbly lanzó un grito y de inmediato corrió a esconderse tras James.
—Este es un mensaje a quien sea que pueda escucharlo. —Mago frunció el entrecejo en un intento por reconocer el rostro herido y encenizado que cubría la visión, la voz era femenina, pero se escuchaba acelerada y temerosa—. Si me oyes del otro lado, entonces debes saber que no nos queda mucho tiempo. La resistencia está cayendo, nuestras últimas defensas están siendo repelidas por el régimen. Se han hecho con un nuevo poder, es mágico, consiguieron domar a legiones de monstruos oscuros que ahora asedian nuestros refugios. —Una explosión cercana a la mujer la derribó, pero consiguió la fuerza para tomar de nuevo la cámara y continuar—. Necesitamos refuerzos. Si perdemos esta batalla, entonces no habrá más humanidad. Eres nuestra última esperanza...
El mensaje se cortó finalmente con una última explosión mucho más cerca que la anterior.
—Qué acaba de ser eso —se preguntó Madame, tan consternada como Mago—. Sir James, ¿conoce a esa mujer?
—La conozco, pero de muchos años antes... es... es Dakota, la hermana de Nakai. Ojo Universal, ¿de qué año proviene esa transmisión?
—Año dos mil sesenta y cinco, señor —respondió el Ojo—. Una nueva amenaza mágica está afectando la historia, pero me temo que su nivel de alerta es mucho más fuerte.
—Traza curso. Es tiempo de visitar el futuro.
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