13. Bobbly el duende

Roma, 1981.

Leia descubrió con delicadeza el cofre sobre el tocador de mármol. La multitud de perfumes, accesorios y frascos recién movidos evidenciaban su prisa en alistarse. Grande fue su sorpresa al encontrarlo vacío en el interior, con nada más que la base que sostenía uno de sus collares de oro favoritos.

Resopló con impaciencia.

Odiaba no encontrar sus pertenencias en el puesto, en especial cuando necesitaba salir con urgencia. Abrió cada gaveta con desespero y tanteó por encima: nada. Se retiró de la banca con otro suspiro y dio vuelta para seguir revisando en el armario.

—Si Alizé estuvo jugando de nuevo con le mie cose, juro que la castigaré de per la vita.

En ese momento, una sombra diminuta se movió fugaz tras ella. Leia se giró con un leve desconcierto, tenía la vaga sensación de que alguien entró. La habitación se encontraba vacía, pero estaba lo suficiente segura de que algo pequeño como un animal había pasado.

—¡Leia, apresúrate, il papa non ci aspetterà tutto il día! —escuchó gritar a su cuñada.

—¡Un momento, Marie, estoy casi lista!

Leia apartó la idea de su mente. Si quería llegar a tiempo para su encuentro con Juan Pablo II, era mejor que comenzara a hacerse a la idea de que no podría llevar su collar favorito, reservado especialmente para ocasiones especiales. Regresó a la peinadora con evidente molestia, pero cuando fue a ponerse sus anillos, tampoco los encontró.

—Juro che erano qui hace un minuto —susurró para sí.

—¡Leiaaa! —Volvió a gritar Marie desde la sala, donde toda la familia aguardaba—. ¡Non tenemos tutto el día!

—¿Perché sempre tiene que tardar tanto tempo? —cuestionó el esposo de Marie—. Sé che è il papa, pero mi hermana exagera.

—Ya estoy aquí, calma. —Leia tronó sus tacones en el descenso por la escalera.

—¿Ese es mi collar? —replicó Marie.

Scusa, querida, pero non encuentro los míos. Alizé, espero che tu non abbia tenido algo que ver con questo —dijo para su pequeña de seis años, a lo que ella negó con la cabeza.

Bene, como sea, andiamo ora o non volveremos a ser invitados a visitare di Sommo Pontefice, solo le famiglie más importanti di Roma tienen tale onore, y hemos sido muy afortunados, come sempre.

—Hijo, tú conduces. —El señor Delacroix arrojó las llaves al joven que esperaba junto a ellos.

—Pero ho pensato di conduciría il chófer —se defendió él.

—Por supuesto, si es que quieres arrivare mañana, Fabrizio. Necesitamos di mani giovani per recuperare il tempo perdido por tu tía. Eso sí, evitare estrellarnos.

—Padreee —se quejó el joven.

La última integrante de aquella refinada familia fue una joven de piel lozana y cabello oscuro que, a diferencia de los demás, no parecía preparada para asistir al encuentro. Sonrió hacia su agitada familia, siempre era así. Eventos sociales, políticos y religiosos requerían de su presencia con frecuencia, su apellido siempre resonaba en cada conversación y obtenía las primeras planas en los periódicos.

—Ve con cuidado, hermano. Hoy sei il guardiano della nostra famiglia.

Grazie, Cam. Lo tendré. —Se acercó a su oído para susurrar—: de ti aprovecharía el día libre de escoltas per divertirmi un rato. —Le guiñó.

Sei sicuro di non venire, Camille?—le preguntó su madre—. Es el papa.

Sì, mamma, ne sono sicura. Non me quemaré all'inferno per aver perdido uno de nuestros tres encuentros anuales con él.

Marie se persignó de inmediato.

—Non dire broma queste cosa, ¿entendido?

Camille rio con inocencia.

—Sabes que lo que tengo que hacer hoy è molto importante per me.

—Lo sé, mi niña, lo sé. —La abrazó—. Solo cuídate, ¿de acuerdo?

Camille asintió. Despidió a cada miembro de su familia desde la entrada y no se retiró de allí hasta que los vio partir. Cerró la puerta con la intención de volver, cuando distinguió en el corredor del segundo piso la momentánea proyección de una sombra.

Sacudió la cabeza. Estaba segura de que había sido cualquier cosa sin importancia. El sonido de las manecillas la giró hacia el lujoso reloj de péndulo, la hora se acercaba, era su primer día en una de las universidades más prestigiosas en Roma. Finalmente podría salir al mundo ahora que era mayor, explorar, conocer, ser una mujer normal, o eso pretendía, y estaba segura de que nadie dañaría sus planes.

Pasaron unos minutos mientras se arreglaba para cumplir su cita, cuando un ruido apenas perceptible, pero lo suficiente fuerte para no pasar desapercibido y provocarle una terrible sensación de acecho, fue arrastrado por el aire hacia su ubicación.

Camille tembló por un instante mientras se acercaba al marco de la puerta.

—Qui-qui-quién anda ahí.

Otro ruido la tomó por sorpresa, había sido como las ollas al chocar.

El corazón de Camille latió con fuerza, y aunque sintió temor, también tuvo el impulso de correr al origen. En medio de sus temblores llegó a la cocina, donde encontró un par de baratijas de oro sobre el tapete. Se inclinó a recogerlos, cuando los reconoció a la perfección.

—¿El collar de la tía? —se preguntó con curiosidad.

Al girarse de nuevo lanzó un corto grito aterrado en medio de una repulsión. En sentido contrario a ella caminaba en puntas un pequeño pelirrojo con los brazos extendidos, como si abrazara algo. Camille supuso por la túnica rota y mugrienta que se trataba de un huérfano que había entrado a robar. No era la primera vez en Roma que los vándalos se aprovechaban de ellos para enviarlos a hacer trabajos sucios.

—Niño, come sei arrivato qui?

El pequeño quedó congelado. No respondió, solo tembló con nerviosismo. Sus pies descalzos chocaban entre ellos inocentemente, dejando ver lo grandes que eran.

—Vamos, mostrami chi sei, prometto di non chiamare la polizia.

En ese instante dio la cara, girando hacia ella. Camille lanzó un grito horrorizado. Fue entonces cuando lo vio de cerca a sus orejas largas y nariz ancha. Era de la estatura de un niño, solo que ahora estaba segura por completo que aquello no era un niño en lo absoluto, sino una criatura sucia y horrenda a la que deseó aplastar como una cucaracha.

La criatura dejó caer la gran cantidad de objetos que llevaba entre las manos, todos dorados y relucientes. Se sentía agobiado, lo demostraba en sus frenéticas pulsaciones y su mirada vagando en busca de una salida, que solo encontró corriendo fuera de la cocina.

Templo Universal, Limbo Temporal.

James al despertar notó vacío el puesto de su acompañante. Tardó unos segundos en incorporarse y cubrirse con una bata. A paso lento recorrió el Templo hasta llegar a la entrada de la biblioteca, donde se recostó a la pared para observar a quien buscaba. La vio con una sonrisa como todas las mañanas.

—¿Milady, se dirige a alguna parte?

Victoria mantenía una mirada fría mientras se equipaba con armamento del cuarto de armas. Luego de guardar la última daga, se ajustó una gabardina oscura de cazadora.

—De regreso a mil ochocientos ochenta y ocho.

—¿Tan pronto? —inquirió con curiosidad—. Aún la misión no acaba.

—La mía tampoco.

James se cruzó de brazos mientras divagaba en sus pensamientos. Victoria lucía más seria de lo que era en realidad, había aprendido a conocerla los últimos meses y sabía que solo podía existir un único motivo capaz de arrebatarle la sonrisa a una de las mujeres más alegras que hubiera conocido, un asunto con el que batallaba desde hace años y del que no descansaría hasta darlo por terminado.

—Déjame adivinar... la Corte Morpheus.

—Ha acertado, Sir James. —Ajustó la correa de un bolso y finalmente se giró a él—. Mi Ojo Universal llevaba semanas buscando nuevas pistas de su paradero, hasta que fueron lo suficientemente descuidados para que los encontrara. Se están refugiando en uno de los muchos escondites de Madame Johanne, en Carcassonne, Francia. Ya cayó Sir Wolfensen en el pasado, ahora falta el resto de sus miembros. Y prometo, darling, que los cazaré a todos.

Mago suspiró.

—Te acompañaría, pero sabes que no puede interferir.

—Lo sé, darling. No tiene qué. Ya los he enfrentado antes, puedo seguir el curso de la historia. No queremos más alteraciones de las que los prófugos mágicos han provocado. Usted concéntrese en la cruzada, vigile la línea temporal. Estaré de vuelta en cuanto menos lo espere.

—Puedes contar con ello. —Asintió.

Ver a Victoria tan determinada en cazar a los miembros restantes de la Corte Morpheus provocaba en James un sentimiento de ansiedad. Conocía la historia, conocía el final, su final. Ir dos generaciones de Universales adelante le daba el conocimiento que a ella le faltaba, el que estaba obligada a vivir por el bien del futuro. Quería interferir, y sin embargo sabía que no era lo correcto.

—Victoria... —Ella se giró, expectante—. Solo... ¿ten cuidado, sí? Sabes que son demasiado peligrosos.

—Regresaré en una sola pieza, darling. Es una promesa.

Madame le dedicó una sonrisa antes de cruzar un portal que la llevara fuera del Limbo Temporal. Sus asuntos con la Corte iban más allá de lo laboral, hundían lo personal desde el día en que se enteró por su maestro, Iluminado Universal, que habían asesinado a sus padres cuando era tan sola una niña ajena al mundo sobrenatural que le era oculto.

Mago Universal solo deseaba que fuera cierto, que regresara y viviera para siempre. Pero sabía lo que sucedería algún día, y odiaba no poder hacer nada al respecto.

—Aquí te esperaré —susurró, perdiéndose en sus pensamientos durante unos minutos, cuando un sonido de alarma llamó su atención.

—Nueva criatura mágica localizada —retumbó la voz de Monje Universal.

—¿Dónde?

—Roma, mil novecientos ochenta y uno. —Un holograma mágico se proyectó sobre la mesa oval de la biblioteca—. Nivel de amenaza: bajo, pero con alta probabilidad de convertirse en potencialmente mortal por la inestabilidad emocional de la criatura.

—¿Un duende? —dijo sin apartar la vista de la imagen—. Un momento... reconozco esa casa. Ojo Universal, acerca la imagen.

—Los planos coinciden con la antigua...

—Mansión Delacroix —hablaron al unísono.

—Es mil novecientos ochenta y uno, un año antes de convertirse en Venatrix... ¡Camille!

En pocos minutos el Templo voló fugaz a través del Limbo Temporal, aterrizó en un terreno vacío donde se mimetizó entre el ambiente. No muy lejos de allí, una alterada mujer iba de un lado a otro con una escoba en sus manos.

—Cómo demonios le explico a mamma. Ciao mamma, un'orrenda creatura simile a un bambino è entrata in casa a robar il nostro oro —comentó Camille, perturbada—. Non, claro que no. Sicuramente direi che ha sido cosa del demonio por non ir al encuentro con il papa. Necesito ayuda, pero no puedo llamar a la policía, no me creerían. Tampoco a control de animales, saldrían espantados. Pensa, Camille, pensa.

Sonó la aldaba de la puerta.

Camille se acercó aún temblorosa. Dudó en abrir, la criatura seguía adentro de la casa y no tenía la menor idea de qué otras cosas podría estar robando. Recibir un invitado en ese momento era totalmente inoportuno. Dejó a un lado la escoba, tomó una bocanada de aire, y procedió a abrir.

Un hombre de gabardina azul se encontraba de espaldas, pero en cuanto escuchó la puerta abrirse se giró muy cerca al signo en acero dorado que identifica a la casa como Famiglia Delacroix. Para ambos fue como si el tiempo corriera en cámara lenta. Él le mostró una gran sonrisa que por un momento pareció regresarle la calma. Camille pensó que era elegante, apuesto y aparentemente adinerado, era todo lo que su madre le decía que debía buscar en un hombre acorde a su sociedad. Él, por su parte, contempló las facciones finas y delicadas que el rostro de la mujer que conocía había perdido con el paso del tiempo. Esta vez no tenía en frente a una mujer marcada por la oscuridad, era una joven llena de luz y esperanza. No era Venatrix en lo absoluto, solo era otra Camille Delacroix.

—Buen día, signore, quién...

—James Jerom —contestó, ingresando a la casa de inmediato. Camille lo vio pasar junto a ella, desconcertada—. Un piacere.

—Así que, signore James "no respeto la privacidad" Jerom, ¿en qué puedo ayudarlo?

Mago esbozó una sonrisa leve que ella no logró comprender.

—¿Qué?

—Algunas cosas nunca cambian —susurró.

Camille lo miró desconfiada, al tiempo en que se cruzaba de brazos. Le lanzó una mirada expectante en busca de respuesta.

—Quién... ¿quién es usted?

—La solución a tu pequeño problema con las ratas.

Camille arqueó una ceja.

—Yo... non estoy sicura che lo que hay aquí sea una rata. Espere... cómo lo sabe. ¿A caso lo llamó algún vecino?

—Demasiadas preguntas —dijo mientras abría su maletín sobre una mesa—. ¿Dónde está el duende?

—¿El qué? Non, no es un duende, debe ser otra cosa. Eso son solo cuentos.

—Sí, duende. Pequeño, pies grandes, orejas puntiagudas, apariencia de niño pero arrugas de adulto. Para ser alguien que se enfrentará a legiones de demonios, te sugiero comenzar a creer el duende el menor de tus problemas.

—¿Disculpe?

—Omitamos esa parte. Verás, soy cazador de criaturas mágicas. —Tomó un bastón del maletín y lo extendió, generando un luminoso látigo del que ella se apartó en un sobresalto—. Me encargo de regresar a su mundo a seres como el que se encuentra aquí. Te parecería una locura, pero dado a tus respuestas y tu evidente desesperación, estoy seguro de que soy la solución que estabas buscando.

—¿Desesperada? ¿Qué le hace pensare che luzco como una persona desesperada?

—Bueno, no pensaba en llamar a la policía, ¿o sí?

—Mmm...

De pronto se escuchó otro ruido provenir del segundo piso. Camille tomó la escoba de nuevo y, temblorosa, se ocultó tras de James, apretando una de sus manos en torno a sus bíceps.

—¿Qué decías? —inquirió con una gran sonrisa de «te lo dije».

Bene —reconoció, apartándose de él, pero retomando la postura—. Puede que sí necesite ayuda un poco, signore Jerom.

—Eso pensé —celebró—. Y, por favor, solo James.

Ella asintió, esbozando una corta sonrisa de medio lado.

Mi chiamo Camille.

—Lo sé —correspondió con otra—. Son una familia bastante popular por estos lares.

—Me causa curiosidad saber qué ha escuchado de mí, signore Je... digo, James. Non suelo saber mucho más de lo que dicen los medios.

—Grandeza, por supuesto. No podría esperarse menos tratándose de un Delacroix. Pero me temo que, aún así, detrás de todo el renombre y los beneficios que el apellido conlleva, veo algo en ti que no esperaba. Puede ser superficial para los demás, pero no para un ojo entrenado como el mío... no pareces ser del todo feliz, Camille.

—Es solo... —Suspiró—. El estatus non è tutto, ¿sabes, James? ¿De qué sirve ser reconocidos come una grande famiglia en Roma, vernos felices ante el mundo, se la felicità dentro di me non è completa?

James la miró con ligero desconcierto. Camille nunca había sido tan abierta sobre sus sentimientos en todo lo que llevaba de conocerla, pero en ese momento, había sido como si solo quisiera a alguien con quien hablar, desahogarse de sus problemas.

—¿A qué te refieres?

—Mi padre... es juez antimafia. Su lavoro è molto importante, pero también pericoloso. Teme que algún día tomen represalias con la nostra famiglia, por eso nos sobreprotege más de lo que debería. Mantengo encerrada casi siempre en casa, estudié tutta la mia vita desde aquí. No tengo amigos, mi la mia vita è felice qui con la mia famiglia, pero también... también quisiera ser como los demás, llenar ese vacío nella mia vita. —Apartó la mirada a otra parte cuando sintió una lágrima asomarse—. Quisiera salir a cine, ir a fiestas, tener un novio, pero no puedo. Casi todo el tiempo hay guardaespaldas en casa, si salimos, van con nosotros a todas partes. Sai com'è non sentirte libre almeno una vez nella vita, James?

Ajeno a su mundo, no muy lejos de allí el pequeño duende escuchaba con tristeza la historia de Camille Delacroix, oculto tras la pared, y en su corazón se afligía.

»Papá hace lo mejor que puede para protegernos, lo sé, y aunque no suelo decírselo, él es consciente de que no soy tan feliz como quisiera. Por eso una vez al mese nos permette elegir un día sin guardias. Se supone que hoy sería mi día, iría a la universidad, que intentaría ser como los demás, pero estoy segura de que afuera habrá al menos uno de sus hombres siguiéndome para protegerme. Yo... yo solo quisiera tener una vita normale.

Mago soltó un suspiro.

—Escucha, Camille. —Se acercó y puso su mano sobre la de ella—. No puedo asegurarte que tendrás lo que deseas, pero una cosa sí sé, y es que no hay nada, escúchame bien, nada más importante que tener el amor de tu familia. —Le dedicó una sonrisa, mientras con su otra mano le limpiaba una lágrima que se deslizaba por su suave mejilla—. Disfruta de los pequeños momentos, de los cariños de tu madre, comprende más las intenciones de tu padre, comparte más tiempo con tu hermano y tu tía y juega mucho más con tu prima. El mundo de afuera no comprará tu felicidad. Las personas en ocasiones suelen tener mucha oscuridad, tú ahora eres luz, y mientras la mantengas viva, encontrarás la fuerza para ser feliz. Disfruta de tu familia, mantén vivos esos recuerdos.

Volvió a sonreírle, mas se apartó de ella al recordar lo que sucedería después, y que, como a Victoria, no había nada que estuviera a su alcance para evitarlo sin causar problemas al futuro. Pero de algo sí estaba seguro, y era que si no podía cambiar el tiempo, intentaría motivarla a tener memorias más felices.

«Porque te aseguro que serán las últimas», se guardó en sus pensamientos.

Grazie, James. —Le sonrió de nuevo, secando de su rostro los indicios de llanto—. Deberías considerar ser psicólogo y no cazador.

—Últimamente lo he considerado bastante.

Tras la pared, el duende limpió sus lágrimas y sonrió. Había visto a través de los ojos de ambos una conexión tan viva que trascendía los límites del espacio y tiempo. Era Destino. En James Jerom vio el pasado, oscuro para la mujer en que Camille Delacroix se convertiría, y a través de ella descubrió el futuro de lo que Mago Universal representaría para Venatrix, la luz que, por más que abrazara en la oscuridad, le recordaría siempre al sentido de la vida, y entonces notó que en ambos, en lo profundo de sí, existía un vínculo oculto, pero rebosante en pasión y fuego que se negaban a declarar. El obstáculo en Camille era Venatrix y su pérdida de sentimiento por su pacto con el diablo, pero en James, en cambio, había un motivo mucho más fuerte que no lograba identificar, pero que era lo suficiente poderoso para haber enterrado sus sentimientos por Venatrix en lo más profundo de su ser.

—Pero ahora, volviendo a nuestro asunto. —Se dirigió al maletín sobre la mesa, de donde tomó un objeto arcaico en forma circular—. Con esto bastará: surufmoc ed namsilat.

El amuleto expulsó una onda de energía azul por toda la casa, para luego mantenerse flotando en el aire.

—Qué acaba de ser eso.

—Magia, por supuesto. Este amiguito de acá neutralizará a todo ente mágico que se encuentre en la mansión y a la vez originará un campo de fuerza que evitará que escape. En pocas palabras: el duende está acorralado.

Al escuchar aquello, la criatura amplió sus ojos con terror y corrió en busca de refugio.

—Así que, ¿podrás finalmente atraparlo?

—Y entonces regresarás tranquila a la universidad a disfrutar de tu día sin escoltas. ¿Cuál fue el último lugar donde recuerdas haberlo visto?

L'ho sentito muoversi in diverse parti della casa, ha estado haciendo ruido en muchas partes, pero fue en la cocina donde lo vi la primera vez. Acompáñame, la cucina riguarda ...... —De pronto Camille sintió el mundo darle vueltas, tan rápido como un parpadeo apareció en el lugar—. Aquí. —Llevó una mano a la cabeza, desorientada. Mago Universal la veía con diversión—. ¿Cómo fue que...? Aj, olvídalo, sicuramente dirai magia.

—Y en efecto, lo es. Así que aquí es donde estuvo el duende —comentó Mago, acurrucándose a inspeccionar una sucia pisada que contrastaba con la impecable alfombra—. Con esto podré atraparlo, solo necesitaré un poco de harina y una copa del mejor vino que tengas.

Camille asintió y de inmediato buscó entre las gavetas.

—Aquí tienes: harina, copa con vino.

James tomó la harina en sus manos. Sus ojos resplandecieron por un momento.

Naralever es salleuh sal. —Sopló sus puños y una gruesa nube de polvo brillante se extendió por la cocina, revelando en luminiscencia las enormes y numerosas pisadas del duende, sin ningún orden aparente, todo indicaba que había pasado por ahí en múltiples ocasiones—. Narartsom edneud la onimac le y.

Las huellas se disiparon para reordenarse por cosa de magia.

—Impresionante —reconoció Camille en susurro—, ¿pero y para qué era el vino?

—Para mí. —Le arrebató la copa de sus manos y bebió—. Gracias, eres muy amable. Ahora, al escondite del duende. —Señaló con un ademán—. Después de ti.

—Realmente disfrutas questo, ¿no es así?

—No tienes idea.

Siguiendo el camino indicado, recorrieron gran parte de la mansión hasta toparse con una puerta ante la que Camille Delacroix se detuvo, pensativa.

—¿Qué sucede? —preguntó Mago.

—Es... el studio di papà. No suelo entrar mucho ahí. Ha sido como suo santuario, su espacio personal. Non mi sento cómoda ingresando sin su consentimiento.

—Por supuesto, tú aún no eres esa Camille que derriba las puertas de una patada, pero es justo donde el duende ha decidido enconderse, y si queremos atraparlo, entonces tendrás que hacer sacrificios.

Ella asintió. Aunque James Jerom le era un completo desconocido, algo en él, en su forma de ser, le generaba una confianza que no lograba explicar. Simplemente accedió. Giró el picaporte para dar apertura a un despacho pulcramente organizado, con una gran cantidad de libros en los estantes, pero, sobre todo ello, lo que para Camille más valor significaba era la galería de portarretratos de su familia.

Bene, aquí estamos, James, el estudio de papá.

—¿Es esta toda tu familia? —preguntó, deteniéndose frente a una fotografía de los Delacroix.

Camille sonrió ante el recuerdo.

—Lo es. La tomamos hace un año, quando la nonna aún vivía. Fue un día de campo, Fabrizio era terriblemente malo para elevar cometas, Alizé tuvo que enseñarle. —Rio por lo bajo cuando las imágenes se recrearon en su cabeza—. La tía Leia no dejaba de tomarse fotos como si fuera una adolescente, mamma e papà se veían tan enamorados como la primera vez, e la nonna no dejaba de contar sus historias, pero por más que nos las sabíamos de memoria, simplemente éramos felices escuchándolas... fue, como dices, uno de esos pequeños momentos de felicidad que recordaré siempre.

James se alegró en su interior al verla tan feliz, tan conectada con sus sentimientos. La Camille que conocía había sido forzada a dejar su pasado atrás, su familia, sus recuerdos. Comprendía que no podía alterar su futuro, cambiar la historia, pero algo sí podía hacer, y era regresar una parte de esos recuerdos a Venatrix, por eso cuando Camille le dedicó una última sonrisa a la fotografía antes de dejar el portarretrato en su lugar y girarse de regreso a los demás estantes, Mago utilizó un rápido truco sin que ella lo notara: duplicó la fotografía con sus poderes y guardó la copia entre su traje.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó hacia Camille, regresando a la escena.

—Hasta aquí llega el rastro —contestó ella, de frente al librero—. Más allá de él hay una habitación secreta donde papá guarda cosas de valor, pero no tengo la llave.

Mago caminó lento hacia ella y se detuvo justo frente a sus ojos.

—Te refieres a... —Acercó su mano hacia el cabello de Camille y tomó algo detrás de su oreja—, ¿esta llave?

Ella dejó escapar otra sonrisa, totalmente asombrada por más que durante el día James Jerom no había hecho más que sorprenderla con sus trucos.

—Es... increíble.

—Ahora, juntos.

Camille asintió, y tomando la llave junto a James, la ingresaron en la cerradura entre los estantes, estos se separaron, dejando ver un cuarto a oscuras. Camille encendió la luz al tocar en un punto en específico. Los esperaron unas gradas que bajaron seguros, ella detrás de él, hasta que finalmente llegaron al final, donde el duende custodiaba con una espada montañas de relucientes objetos en oro.

—¡Bobbly no volverá a ese lugar tan horrible! —demandó, tembloroso, con una voz chillona y trémula, pero que a la vez era tierna y cantarina—. ¡Bobbly será un duende libre!

Solo teniéndolo frente a frente lo distinguieron mejor. No alcanzaba medir más de noventa centímetros de alto. Era de orejas largas y puntiagudas en dirección al cielo, nariz ancha, pies enormes y ojos azules.

—Sí, claro, y yo soy Harry Potter. Etamrased.

El duende fue desarmado con el encantamiento. La espada saltó de su mano para clavarse en la pared. Bobbly siguió temblando mientras retrocedía hacia sus montañas de oro. Los ojos de Mago Universal ya eran apoderados por la oscuridad mientras conjuraba un sello a los pies de Bobbly, sabía muy bien qué significaba.

Arucso noisnemid —comenzó a recitar.

El corazón de Camille latió más fuerte en ese instante. El viento corriendo fuerte en la habitación golpeaba su pecho, mientras sus ojos iban de James Jerom a Bobbly el duende. En su corazón, temía por Bobbly.

—Camille Delacroix —chilló el duende—. Por favor, no permitas que me mande allí. Bobbly es un duende bueno. Bobbly lamenta mucho haber robado el oro de la familia Delacroix, Bobbly solo quería divertirse, pero por favor no permitas que Mago Universal envíe a Bobbly a la Dimensión Oscura.

Arucso noisnemid al a latrop...

—¡Altooo! ¡Detente! —interrumpió Camille, colocándose en medio.

—¡Camille! ¿Qué crees que haces? Podría haberte enviado por error a la Dimensión Oscura.

—¿Estás demente? ¿Perché lo enviarías a un lugar llamado así? ¡Solo míralo, es un niño asustado!

Atrás de ella, Bobbly solo asintió, tembloroso, el sello sobre el que se encontraba le impedía escapar.

—Por favor, señor Mago Universal. Bobbly jura que jamás volverá a hacer algo malo como robar. Bobbly seguirá siendo un duende bueno, pero, por lo que más quiera, dele una oportunidad a Bobbly para demostrar que es cierto.

El semblante de James Jerom permaneció serio. Las criaturas de la Dimensión Oscura no eran de fiar, lo sabía muy bien, lo había aprendido por experiencia. Bobbly no era el primero en intentar manipularlo.

Per favore, solo una oportunidad —pidió Camille—. Pero no lo envíes allá, es solo un niño asustado.

—Por favor, James Jerom, Bobbly se lo pide. Bobbly hará lo que quiera.

Pero así como Mago Universal conocía del mal y las terribles consecuencias de seres oscuros, también conocía del bien, y que no todos eran merecedores de un castigo tan cruel como ser enviado a la Dimensión Oscura. Ya había pasado antes, cuando en lugar de sentenciar a la Lobizona a un encierro perpetuo, batalló hasta el último momento para salvar el alma de Mary de las garras del mal.

Sopesándolo bien, suspiró.

—Bien. —Retiró el encantamiento.

—¡Sí! —celebró Camille.

—¡Camille Delacroix salvó la vida de Bobbly! —Los grandes ojos del duende se aguaron—. Bobbly estará agradecido por toda la vida, y a partir de ahora Camille Delacroix será amiga de Bobbly.

Bobbly lloró de emoción y corrió a abrazarla.

Non es nada, pequeño. No podía permitir que James te mandara allí.

—¿Entonces James Jerom perdona a Bobbly? —preguntó el duende.

—No hasta que prometas no volver a robar nunca más, ¿me entiendes, Bobbly? —contestó Mago.

—Bobbly lo promete. —Alzó la mano en juramento.

—Y ahora tendrás que regresar todo el oro robado a los Delacroix y a las demás familias de Roma.

—¿No puede Bobbly guardar... ni un poco?

—No.

—¿Ni un... poquito?

—¡Bobbly! —gritaron James y Camille al unísono.

—Está bien, Bobbly regresará todo el oro robado a las familias de Roma. —Dio unos cuantos pasos hacia las torres de oro y acarició unas cuantas monedas, profundamente entristecido—. Adiós, precioso oro de Bobbly. —El duende chasqueó sus dedos, y todo el oro desapareció—. Bobbly ha cumplido su palabra.

—Muy bien, Bobbly. Ahora, qué haré contigo —se preguntó James.

—Si no es molestia para Mago Universal... Bobbly tiene una propuesta. —Bajó la cabeza mientras jugaba con sus dedos y pies inocentemente.

—Te escucho...

—Bobbly... es un duende sin amo y sin hogar ahora que ya no vive en la Dimensión Oscura. De hecho, Bobbly nunca tuvo un hogar allí y quisiera saber si... —Sus dedos siguieron dando vueltas y su mirada se mantenía baja—... Bobbly podría vivir ahora con Mago Universal, si él acepta que Bobbly sea su... duende doméstico.

Camille se mantuvo en silencio, pero en su tierna mirada hacia James lo expresó todo. Mago suspiró mientras se cruzaba de brazos. Lo pensó unos cuantos segundos ante los cuales tanto Bobbly como Camille se mantuvieron expectantes.

—Está bien, Bobbly. Puedes venir conmigo.

—¡Sííí! —celebró junto a Camille.

—Bobbly tiene un nuevo amo, ¡el amo James Jerom!

—Vamos a hablar de unas reglas más adelante, ¿entendido? —Bobbly asintió—. Eso es, pequeño. Ahora, volvamos arriba. Es tiempo de despedirnos de la señorita Camille Delacroix.

Bobbly asintió una vez más y se adelantó en ascender por las escaleras.

Grazie... —dijo Camille—, lo que has hecho por Bobbly fue...

—No hay nada qué agradecer. Debería ser yo quien te las dé. Estuve a punto de desterrar a un lugar deplorable a una criatura inocente que solo tenía temor. Fuiste muy valiente ahí abajo, Camille. Gracias, irónicamente esta vez has sido tú quien me contuvo de hacer algo oscuro.

Camille sonrió por lo bajo, disimulando un sonrojado leve. Se acomodó tras la oreja un mechón de cabello que cayó en frente.

—¿Eso significa que nos veremos una próxima vez?

James la tomó por el mentón con delicadeza y le subió lentamente el rostro hasta que ambas miradas volvieron a encontrarse.

—Más de las que puedas imaginar.

Unos pasos adelante, Bobbly el duende observaba enternecido a su nueva amiga Camille Delacroix y su nuevo amo James Jerom, envueltos en una química que ya había visto antes cuando hablaban en la sala. Había prometido no volver hacer nada malo, pero no por eso no les daría un empujoncito aun cuando eso significara romper una pequeña regla. Lo escudriñó con su magia a través de los ojos de ambos y lo confirmaba en ese momento: nuevamente el sentimiento intentaba emerger, pero era frenado por la incertidumbre de lo desconocido, y así, Bobbly conjuró un silencioso encantamiento que sería olvidado.

Cuando la magia brotó en el aire, ambas miradas no perdieron la conexión, se siguieron la una a la otra como la más deseosa de las esperas, hasta que ambos labios se unieron en suavidad, para avivarse lentamente en pasión y fuego. Bobbly, sonriente, se retiró del despacho y cerró la puerta. James y Camille se separaron solo por un instante para detenerse a contemplar un haz de magia envolverlos, los transportó a la habitación de Camille, donde volvieron a unirse tras sumisas caricias en sus rostros.

Las manos de James viajaron lentamente de la cintura de Camille a su espalda, donde le removió el cierre del vestido mientras ella lo despojaba a él de su gabardina y sus dedos le corrían el pecho, desajustando los botones. Camille lo impulsó a acercarse aún más, sintiendo el emerger de una firme erección rozar contra su pierna. Sin dejar de besarse chocaron con el borde de la cama, y descendieron a ella perdidos en el juego de sus labios, donde el tiempo corrió ajenos a la pasión exaltada, entre gemidos y caricias que los hicieron sentir que acariciaban el mismo universo.

Cuando James Jerom y Camille Delacroix despertaron, no tuvieron la menor idea de lo que había sucedido entre ambos. Se encontraban de vuelta en la sala, ajenos al tiempo en que unieron sus cuerpos. Bobbly los había extasiado en un hechizo que liberó los deseos más profundos de sus mentes, aún cuando existieran motivos mayores que los rezagaban a permanecer encerrados en lo más oculto del subconsciente. Pero así como lo provocó, también lo encubrió, sellando el recuerdo en una jaula en su memoria, para que Camille y James nunca lo supieran, pero para que siempre sintieran que sus almas se habían encontrado en una pasión liberada.

—Entonces, supongo que se marchan —inquirió Camille.

—Así es, lamentablemente aquí es donde nuestros caminos se separan. He de decir que siempre es gusto verte, Camille.

Nonperché tutto questo tempo no has dejado de hablar como si me conocieras de toda una vita —respondió con una mirada curiosa.

Mago rio por lo bajo.

—Lo harás. —Asintió.

—Bobbly extrañará a su amiga Camille Delacroix, pero Bobbly está seguro de que volverá a verla pronto.

—Eso espero, Bobbly —le contestó, inclinándose a su estatura para despelucarlo un poco—. Para mí, siempre serás mi amigo.

En Bobbly se formó una sonrisa tan amplia que no pudo evitar abrazarla de nuevo. Cuando se separó de él, notó que James la veía con cierta tristeza.

—¿Qué hay de ti? ¿También volveré a verte?

—No me cabe duda. —Se acercó a ella de nuevo, lenta y cautelosamente, la tristeza en su mirada se había convertido en un nudo en la garganta—. Lo siento, Camille, cuando llegue el momento sabrás que no tuve otra opción.

Mago ubicó dos de sus dedos en una sien de Camille, y con un brillo en sus dedos bloqueó de su memoria lo que habían vivido. Cuando Camille volvió a abrir los ojos, se encontraba sola en la sala, totalmente desorientada, hasta que vio el reloj.

—¡Llegaré tarde!

Ya instalados en el Templo Universal, Bobbly se encontraba sentado sobre la mesa oval de la biblioteca, vestía ropa limpia y nueva de colores semejantes a los de Mago Universal, junto a un gran par de zapatos que había insistido en vestir ahora que tenía amo.

—Como te decía, debemos hablar de unas reglas. Si vienes de la Dimensión Oscura, debes haber escuchado qué es lo que hago, ¿cierto?

Bobbly asintió.

—Bobbly conoce quién es su nuevo amo. Su trabajo es importante para el mundo, pero temido por las criaturas oscuras.

—Entonces hay algo que debes prometer, Bobbly, que nunca cambiarás la línea de tiempo a tu antojo, jamás.

—Bobbly lo promete. —Alzó su mano en juramento—. Bobbly hará todo lo que su amo Mago le ordene. Bobbly es feliz en su nuevo hogar.

—Muy bien, pequeño amigo. Ahora, hay alguien muy especial que quiero que conozcas. Llegará pronto, es la mujer más increíble de todas. Se llama Victoria.

Los ojos de Bobbly se ampliaron con rapidez, mientras un nudo se formó en su garganta.

—¿E-e-especial? —preguntó, tembloroso de nuevo.

—Ella es mi novia. Es una mujer muy dulce, pero nunca la hagas enojar.

—¿Novia? Como... hombre y mujer... —James asintió—. ¿Juntos? —Jugó con sus dedos.

—Sí —respondió, arqueando una ceja—. ¿Te pasa algo?

De pronto se escucharon pasos.

—Madame Universal ha regresado al Templo —informó el Ojo Universal, sorprendiendo a Bobbly y terminándolo de aterrar aún más.

—Tal como lo prometí, darling. Estoy de regreso. Lamentablemente la Corte escapó, pero estoy segura de que esa herida al Conde Otranor los detendrá durante un buen tiempo. —Madame ingresó a la biblioteca, sorprendiéndose al encontrar al duende sobre la mesa—. ¿De qué me perdí?

—Milady, te presento a Bobbly, nuestro nuevo duende doméstico.

Oww, it's lovely! Pero sí eres una ternurita.

Bobbly sonrió, inquieto, sin dejar de jugar con sus dedos.

«Bobbly ha sido un duende muy malo».


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