4 ⚜️ Planes

—¿Qué? —el pobre de Kal parece perdido en la conversación; tratando de comprender a qué se deben mis palabras que sin duda le resultan extrañas.

—He dicho que soy yo quién te necesita a ti —estoy a punto de explicarlo todo con calma cuando él me interrumpe.

—¿Te encuentras bien? —Kal se muestra desconfiado— ¡Es Lyto quién te necesita! ¿De qué diablos hablas?

Al parecer se ha alterado un poco, pues su voz se eleva. Y el chico logra descomponerme con su actitud porque yo también empiezo a levantar el tono de mi voz.

Me levanto del asiento.

—¡Puedo explicarlo! ¡Necesito de tu ayuda! ¡Si lo haces, yo haré todo lo que este en mis manos para hacer que tu hermano mejore! —clamo suplicante y me tomo la punta de mis hebras oscuras de cabello tironeándolas hacia abajo—. Solo déjame explicarlo...

Los dolores provocados por la ikanótita hacen aparición en este justo instante. La visita frecuente del dolor hace que solloce un poco mientras me dejo caer en la silla nuevamente y los músculos del cuerpo se sienten a rasgar de la fuerza mágica que reclama su uso. El sobresalto de la situación previa pasa y Kal se acerca para verificar qué me sucede.

—¿Estás bien? —la pregunta suena dudosa, pero tiene la misma mirada que le daba a Lyto unos momentos antes. ¿Será que es parte de su expresión aquel gesto? ¿Mirará siempre la miseria de los demás?

—Sí, es el dolor que causa el uso de la magia —explico y trato de regular a respiración—, sucede con el uso excesivo de este, pero solo es cuestión de voluntad evitar que duela tanto.

"No duele, no duele, no duele, no duele"; el pensamiento se repite en mi cabeza hasta que lentamente se va la sensación tormentosa.

—No sabía que la magia podía provocar eso —mueve sus manos intentando hacer algo y las acerca a mí, pero se detiene como si fuese una muy mala idea. Tal vez lo sea—. Bueno, tampoco se tanto de los mageias. Nunca me he acercado tanto a uno y ahora estoy en el centro de su fuerza.

—El dolor solo es una pequeña parte de lo que significa estar vinculado con la ikanótita —me recuesto en el respaldo de la silla y cierro los ojos un momento—. La magia tiene muchas limitaciones. Por lo mismo es que curar por completo es algo bastante difícil, pero no imposible.

—¿Tú podrás hacerlo? —Kal apoya sus codos en la mesa y acaricia la mano abierta de su hermano.

—Solo seré capaz si tu me ayudas a mí —digo con seriedad—. Quiero explicártelo. Realmente no sé por qué tienes que ser tú, pero lo eres. ¿Me escucharías?

—¿Y cómo eso podría ayudar a mi hermano? —pregunta con calma. Aun no luce muy convencido.

—La ikanótita no puede...—cuando me dispongo a explicar lo raro de la situación un movimiento en la mesa capta mi atención. Lyto está despertando— Mira...

Kal voltea de inmediato a ver a su hermano. Los ojos del niño se abren con lentitud y me conmueve mucho apreciar que su primer gesto tras tanto dolor es una sonrisa sincera dirigida a su hermano.

—Hola Lyto —le sonrío yo—, estamos aquí.

Los hermanos se separan de un abrazo algo incomodo por la forma en que el niño no puede levantarse de la mesa. Cuando repara en mi persona sus ojitos se ilumina con alegría.

—Ha sido ella quién nos ha ayudado, Lyto.

El pequeño me mira y me agradece con una voz muy débil:

—Muchas gracias —se detiene y frunce el ceño tratando de decidir cómo llamarme.

—Magnolia —me rio y le paso nuevamente el plato de sopa y semillas a su hermano—, me llamo Magnolia. Si te sientes mal dime y haré lo posible para que te sientas bien, ¿de acuerdo?

El niño asiente y está a punto de comer con la ayuda de Kal cuando los interrumpe para terminar de hablar de asuntos previos. Llamo la atención la atención de Kal carraspeando la garganta.

—Creo que ya me iré, ¿puedo hablar contigo un momento? —le señalo la puerta para salir un rato y terminar la confusa conversación afuera.

Kal asiente y le dice a su hermano que espere un poco. Lyto se despide de mí con un pequeño movimiento de su mano. Le regreso el gesto con una sonrisa conciliadora y su figura infantil deja de ser vista cuando cerramos la puerta y el viento fresco de la noche revuelve la falda de mi traje y nos eriza la piel al contacto.

Le hablo directo.

—Sé que no tienes razones para creerme en mí si decides escucharme —me apresuro a continuar—, pero lo que haré tiene que ver con salvar a mi madre. Ambos queremos ayudar a la persona que más nos importa y ambos nos necesitamos.

—¿En qué podría ayudarte yo? —Kal mira al cielo y las hojas de los árboles juegan con la luz de la luna sobre su piel bronceada—. Debes decirme que planeas hacer o el por qué soy yo el que te ayudará a salvar a tu madre, ¿salvarla de qué?

Una chispa de emoción se enciende dentro de mí al verlo tan interesado. Quizá llegue a aceptar.

—Reúnete conmigo al amanecer de mañana aquí mismo y te diré todo. Prometo ser sincera —la esperanza brota en mí con cada palabra que me abandona—, sabrás cómo podremos salvar a quiénes nos importan. ¿Aceptas?

Considero que por primera vez en todo el día luce sereno cuando responde con una sonrisa pequeña y estira sus brazos sobre su cabeza.

—Acepto a escucharte, Magnolia —su voz es suave y segura—, sí me necesitas trataré de hacer lo que pueda.

Una sonrisa de alivio se me escapa ante su respuesta.

—Gracias, y no creo que Lyto se sienta mal en lo que quede de la noche—afirmo, la infusión es muy fuerte. Seguro volverá a dormir después de comer un poco—. Nos vemos temprano entonces.

—Nos vemos temprano entonces —repite él y desaparece por el umbral de la cabaña.

Regreso a la mía pensativa, imaginando cientos de situaciones donde Kal se niega a ayudarme porque la idea de viajar en el tiempo le resulte ridícula o peligrosa. Cuando llego a mi hogar mi madre ya se encuentra recostada. Intento seguir su ejemplo y retirarme a la inconciencia del sueño, pero resulta difícil cuando La Unión estaba cada vez más cerca junto a mi decisión.



—¡A estas horas mañana ya habremos escogido nuestra ikanótita compañera! —es de noche nuevamente y Celia habla muy emocionada mientras comemos los cinco junto a la fogata un platillo de carne y guiso. Y digo los cinco porque Kal y Lyto están junto a nosotros. Lyto está apoyado en un tronco y recibe bocado a bocado su comida con la ayuda de su hermano.

El ambiente es cordial y ya se siente el efecto entusiasta que provoca La Unión.

Todos están animados en el entorno festivo menos Kal y yo.

—¿Y qué hace un mageia de la guerra? —Kal le pregunta a Celia. Ha sido fácil bastante sencillo presentarlo con Celia y Eunor. Los tres, sin mayor contratiempo, han decidido que está bien relacionarse entre si—, ¿ustedes no tienen un ejercito, no?

—No, practicamos magia de defensa y potenciamos la fuerza de las armas —Celia explica sonriente—, si te llegase a golpear con una pequeña piedra utilizando una piedra llegaría a causar una herida mortal. La limitación va en que dañar personas te debilita después de cierto tiempo. No somos guerreros, pero podemos defendernos. A parte, ikanótia de la guerra suena genial, ¿no?

Kal asiente lentamente asimilando la información.

—¿De verdad hay tantas limitaciones? Pensé que hacer magia era más fácil.

—Todo el mundo lo cree así —le respondo—, solo quiénes viven con la ikanótita saben que no es tan maravilloso.

—Pero tampoco está del todo mal —añade rápidamente Eunor. Celia le apoya.

Intercambio miradas con Kal y sé que la existencia de tantos problemas y restricciones con el uso de la ikanótita hace que le inquiete, ya que puede influir negativamente en nuestro plan. Sí, porque él ha aceptado ayudarme está mañana. Aunque me levanté con todo el presentimiento de recibir una respuesta de completa contrariedad: él dijo que sí y eso me basta para seguir mañana.

Cuando nos encontramos en el punto de reunión el cielo ni siquiera había comenzado a aclarar y las estrellas seguían en el firmamento en compañía de la luna. Intercambiamos un rápido saludo y Kal fue el primer en hablar.

—Te escucho, Magnolia —bajo sus ojos había sombras oscuras y su aspecto no muy bueno—. Lo que pasé, lo hago por Lyto.

Narré mi encuentro con la maegia del tiempo entre los árboles horas antes de su llegada a caballo junto a su hermano. Por supuesto, le explica sobre las ikanótitas olvidadas como el amor, la muerte y el tiempo, y cómo esta última de era de vital importancia para mi plan.

—¿Eso quiere decir que podrás ser capaz de viajar en el tiempo? —Tanto para Celia, Eunor y mi madre, aquella historia resultó una locura por mi parte, pero fue diferente con Kal. No aparentaba incredibilidad ni sarcasmo. Su rostro no mostraba mucho mientras hablaba.

Afirmé con la cabeza y le conté como la mageia me dijo que ayudará al hijo del pescador cuando este me necesitase.

—Y ese soy yo, suponiendo.

—Has aparecido justo después —afirmé con seguridad—. Tienes que ser tú.

El soplo que nos otorgaron las misteriosas corrientes de aire en el bosque parecían preparar el momento en que le contase sobre entrar al Palacio Real de Chrysos y que a la vez podría resultar una encrucijada para ambos.

—Y que seas tú implica ayudarme a conseguir los medios para estudiar la ikanótita del tiempo —casi no pude continuar a causa de los nervios—, para eso necesito entrar al Palacio Real. Y mira, termina de ser de utilidad el que seas parte de la guardia.

Esperaba gritos, acusaciones de querer atentar contra la vida de la familia real, que huyese en ese preciso instante, pero nada de eso pasó con Kal. Solo guardo silencio hasta que la mayor de sus preocupaciones fue expresa en la conversación:}

—¿Qué tiene que ver todo con poder ayudar a Lyto?

—Todo esto de aprender cómo manejar la ikanótita del tiempo es para completar mi magia —trate de ser lo más clara posible—, necesito saber algo del pasado para hacerlo. Si desconozco mi origen, aunque sea una mageia sanadora no podré salvar a tu hermano. Creo que esta es la oportunidad para cambiar muchas cosas.

Comprendió lo que traté de decirle; podríamos tratar a Lyto mucho antes de que la enfermedad comenzase a amenazar su vida. Kal guardó silencio, un silencio en el cual mis esperanzas morían con el paso de los segundos, hasta que por fin hablo.

—Acepto —dijo él sin más—. Será arriesgado, pero haré que entres al Palacio pero tengo una condición.

—¿Qué es? —Yo estaba feliz. Hubiese aceptado cualquier condición al saberme más cerca de mi objetivo.

—Tienes que llevarme contigo a dónde sea, pasado presente o futuro —determinó muy seguro.

—Quizá no allá forma de qué podamos viajar los dos.

—Pues la encontraremos —una sonrisa pequeña apareció en sus labios—, si podemos cambiar las cosas hagámoslo.

Ahora, a menos de un día para La Unión y con risas compartidas y explicaciones que pretenden informar un poco más a Kal de la iknaótita, me sentía más segura al saber que alguien me apoyaría en mi decisión.

Cuando las llamas de la hoguera empiezan a morir poco a poco entre las brasas de la leña, los cinco nos retiramos a descansar, todos con la expectativa de que sucederá al día siguiente. Acompaño a Lyto y Kal a su cabaña; el menor es llevado dormido en los brazos de su hermano.

—Mañana es el gran día —dice él, me deja un momento afuera para colocar a su hermano en una colcha y no tener que cargar su peso mientras hablamos— cuando elijas la ikanótita del tiempo, ¿qué sucederá después? ¿Quién cuidará de Lyto mientras no estemos? Sabes que no podremos llevarlo y es mejor que se quedé en Archaía.

—Haré que mi madre nos ayudé —digo—, hay mageias sanadores con más experiencia en el bosque. También están Eunor y Celia; podemos confiar a ellos la supervisión de Lyto.

—De acuerdo —él se apoya en el marco de la puerta y asiente—. ¿Viajaremos a través de tus medios? Han dicho que los mageias se pueden transportar usando ríos y fuentes de agua.

—Exacto —le doy la razón—, pero tú no podrías acompañarme porque no posees la ikanótita. Lo más que lograrías es mojarte por completo. Lo mejor será ir en tu caballo, llegaremos en una hora si es posible. Tendremos que salir de inmediato antes que mi madre no lo permita.

Kal hace una mueca.

—¿Por qué tu madre no nos dejarías? —cuestiona él. Cuando le hablado sobre mie encuentro con la mageia del tiempo no le he dicho que todo aquello tiene que ver con mi madre.

—Porque lo que lleguemos a ver en el pasado nos afecta a ambas —confieso y me desanimo por momentos—, mi magia nunca estará completa si desconozco quién soy.

La mira llena de lástima de Kal hace que me sienta aun más miserable, pero luego su expresión cambia y veo confianza.

—Tendré listo el caballo —dice él—. Supongo que sabré cuando sea el momento por un leve escándalo, ¿verdad? Estaremos bien.

Me tranquilizo y le sonrío.

—Veremos mañana —me despido con la mano—. Será mejor que le digas a Lyto que tendrá que quedarse aquí por un tiempo. Dile que puede confiar en Eunor y Celia.

—Lo haré. Sé que él entenderá.

En la puerta de mi hogar me espera mi madre; se encuentra descalza y el cabello castaño le cae por la espalda. La saludo y entramos juntas a la cabaña. En un acto silencioso en el cual ambas estamos de acuerdo compartimos espacio entre las sábanas y dejo que me abrace como cuando era niña; me acaricia con maternidad la cabeza y yo me escondo en su pecho. Los latidos de su corazón me parecen tan familiares, me hacen sentir segura.

—Recuerdo la primera vez que dijiste que querías ser una sanadora —el momento no se rompe a pesar de las palabras, más bien lo hace que lo aprecie más—, siempre has querido ayudar a las personas. Y con tus manitas tocaste mis vendas y dijiste muy segura de ti misma: "¡Te ayudararé, mami!". No podría estar más orgullosa de ti.

No le respondo. Dejo que siga haciendo entrega de su amor de madre.

"Sin importar que elija, siempre querré ayudarte, mamá". Quisiera decirlo, pero el pacto silencioso de toda mi vida impide encontrar mi voz. Quizá no soy lo suficientemente valiente para tal tarea, pero vale la pena arriesgar si se trata de salvar vidas.

Y lo desearé, aunque no pueda salvar la mía una vez este dentro del Palacio de Chrysos o más allá del tiempo.

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