XXIV. Un atisbo del paraíso
Me dejé conducir al ritmo de la música doblemente maravillada. Una, por tener el privilegio de escuchar una vez más a capela y en exclusiva su hermosa voz; y dos, por tener la oportunidad de que fuera de nuevo en mi segundo idioma.
"Como la brisa
tu voz me acaricia
y pregunto por ti...
Cuando amanece
tu amor aparece
y me hace feliz.
Me conoces bien
y sabes también
que nadie te querrá como yo,
Tú me haces sentir
deseos de vivir
junto a ti por siempre
Tu amor es mi suerte..."
Me uní a la causa, por supuesto, aunque no me lo pidió, decidiendo acompañarle en la parte femenina
"Tu voz me llama,
tú eres quien gana
en mi corazón.
Porque me has dado
algo sagrado
con tu pasión.
Me conoces bien
y sabes también
que no puedo vivir sin tu amor,
Y cuando no estás
no hay felicidad,
mi vida no es vida
si tú te vas!
Todo mi amor eres tú
Todo mi amor eres tú
Cuando no estás
no hay quien me dé lo que das tú,
pues todo mi amor eres tú".
Terminamos cantando juntos y entre nuestros movimientos, nuestras miradas, la combinación de nuestras voces durante el coro, giros y risas, conseguí colocarle los brazos al cuello
"Noche de estrellas
Haz que me quiera
Como a ella yo..."
Hasta que llegó esa parte en que colocándole un dedo sobre los labios no le dejé continuar e inclinándome en cambio para alcanzarlo, lo llené de besitos.
No dijo nada ni me detuvo, tampoco me correspondió con el furor que esperaba, pero me dejó liberar mi ímpetu y una vez transcurrido este, juntó eso sí su frente a la mía con extrema dulzura.
-No pienses mal, insisto en que debo cuidarte Selina. Eres lo más bello que me ha pasado. Te lo juro- expresó
Aunque noté sinceridad dentro de sus ojos, sentí que en el fondo todavía me consideraba una niña. Una niña con la que no podía dejar de actuar como un padre protector y aquello no me agradó. Me aparté por lo tanto sutilmente, resuelta a cambiar las cosas.
Le dediqué para esto una mirada de resentimiento y luego me encaminé hacia una parte del lugar más oscura, donde tal como lo esperaba, me siguió.
-Sel ¿qué haces?, ¿a dónde vas?-
Me llamó pero no le hice caso y determinada seguí por una entrada que había en medio de la arboleda.
No tardamos en llegar así hasta el sector del zoológico de Neverland. Apacible a esas horas en que los animales dormían, incluyendo los del establo con el bello equino que me regalara. De solo recordarlo no pude evitar sonreír.
-Sabes, estoy pensando muy seriamente en devolverlos a su hábitat. No es justo tenerlos aquí encerrados. Planeo además desde ya, plantar en este espacio del terreno un huerto. Considero que será una buena forma para reforzar en mis niños el amor por la naturaleza- me compartió y una vez más pude notar, al igual que cuando realizaba ahora obras sociales, de cuánto había cambiado.
-Esa decisión te vuelve más grande, ¿lo sabes?- quise que lo tuviera en cuenta
-Quiero ser un hombre nuevo Sel. Ahora que se me dio otra oportunidad, esta vez quiero hacer las cosas bien- añadió y fue quizá la emoción por su confianza en mí o mi admiración combinada con mi deseo por él que llegó entonces al extremo, que no pude más y volví a lanzarme a sus brazos, a comérmelo a besos. Buscando disfrutar cada segundo de mi sueño perfecto a su lado... Y esta vez Michael sucumbió a mis anhelos, respondiéndome.
Fue un golpe de pasión como no me lo esperaba, un arrebato que me dio a entender cuánto había estado conteniéndose, que ahora la oscuridad le ayudaba a liberar. Sosteniéndome de la nuca me besó con una ansiedad como nadie antes lo había hecho y cuando pensé que se iba apaciguando, resbaló sus labios por mi cuello y encima me cargó haciendo que colocara mis piernas alrededor de su cintura para llevarme hasta una base rectangular y elevada de cemento que cerca de allí había. Donde me habían explicado sus guardias durante mis primeros días de visita al rancho, que se planeaba construir una estatua en honor a él y sus hijos.
Allí me colocó despacio, de forma que sentada y él de pie, quedó ubicado entre mis piernas. Momento que aproveché para posar mis manos sobre su pecho y sobre la perfección de los detalles de su chaqueta del disfraz, aunque en ese rato lo único que quería era quitársela.
Estando de tal forma casi a la misma altura, Michael volvió a colocar una mano detrás de mi cuello y la otra alrededor de mi cintura para atraerme de nuevo hacia él y atrapar mi boca en otro fogoso beso.
-Yo puedo amarte siempre- le expresé desde el fondo de mi alma unos minutos después, en cuanto tuvimos que separarnos por falta de aire; porque quería que tuviera presente que nunca más estaría solo, que ahora yo estaba con él y que mantendría esa promesa.
-Entonces hazlo, ámame por favor- al final aceptó, derritiéndome con sus palabras.
Yo nunca me había entregado a nadie pero entonces estuve segura de querer dar ese gran paso con Él.
Lo acaricié por ende y dejé que me acariciara. Su rostro, su pecho, su cuello, su espalda, y él hizo lo mismo con mi cuerpo de forma apasionada. Así, producto de su tacto, de nuestros roces y sobre todo de la compenetración de nuestras almas, de nuestra conexión, llegado un momento me recosté sobre la base, percibiendo como el éxtasis llegaba hasta mí y me barría como una ola... Un nivel de placer que nunca antes experimentara.
Michael notó mi estremecimiento y por ello no dudó en acostarse enseguida a mi lado, para abrazarme e infundirme su calor.
Me sentí tan bien.
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Una media hora después, cual si fuera una novia en su noche de bodas, Mike me condujo cargada entre sus brazos de nuevo hasta la mansión... Solo que de allí directo al cuarto de huéspedes que me habían asignado esa noche, estando estos siempre arreglados y listos para cualquier visita, y donde además los empleados (quienes con amabilidad más temprano nos recibieran) ya conociéndome y muy atentos con mi persona, se habían ocupado de dejar doblada sobre la cama una de las hermosas pijamas de Janet.
-Que duermas bien mi amor y Feliz San Valentín- me dijo entonces, dándome un beso en la frente
-Te amo, mi Valentine- le respondí con el corazón henchido de amor y como respuesta me lanzó otro beso volado antes de retirarse.
Caballero a carta cabal como siempre, me explicó previamente que no haría nada para perjudicarme, que aparte de que quería que nuestra primera noche juntos fuera especial y preparada, también necesitaba que yo estuviese segura en todos los sentidos. Le agradecí por lo tanto, entendiéndolo.
De tal manera, una vez me quedé sola, tuve que llevarme las manos a la cabeza y a la cara sin poder creer todo lo que había ocurrido en una sola noche (y lo que había estado a punto de pasar), en esa tan esperada festividad, tanto que terminé tapándome la boca para no gritar de la emoción.
Me lancé al final de cuentas en la cama con los brazos abiertos, colmada de mil ilusiones, y en mis ansias de contarle todo a Taylor, recordé solo en esos momentos que tenía celular.
Lo busqué de inmediato en mi pequeña cartera que más temprano dejara sobre esa misma cama, para descubrir que ella me había enviado por su parte una respuesta al mensaje que yo le escribiera primero hacía horas.
"¡Sel eres incorregible!, ¿dónde estás ahora?"
No se me hizo difícil contestarle
"En una partecita del cielo..."
Era la completa verdad.
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Continuará...
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