III. El primer encuentro

El otoño del 2009 empezó con buenas nuevas; me trajo casi una decena de nuevos contratos entre publicidades, campañas de modelaje, futuras apariciones en series y otra película para televisión; aparte de múltiples eventos a los que fui invitada, requiriéndose exhaustivamente de mi presencia.

-No hay nada que hacer, eres la chica de moda. Estás en todas las portadas de revistas baby- me comentó con orgullo una tarde Gio, mi agente y asesor personal, mientras sentado en un sillón del camerino donde mis estilistas me estaban arreglando, ojeaba en su celular las redes sociales en busca de artículos y chismes sobre mí, haciendo tiempo hasta que quedara lista para la inauguración de una nueva exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad; donde la estrella, aparte del artista creador por supuesto, era yo como madrina, ya que los fondos recaudados de los visitantes cuando se abriera al público, irían directamente a una fundación para niños de la cual también soy benefactora.

Estaba algo ansiosa, lo reconocía. Nerviosa y sin saber por qué, ya que no se trataba después de todo de un magno evento. Hasta que Gio leyó un notición en voz alta y entonces comprendí que mi inquietud sin razón se había tratado en realidad de una premonición.

-Atentos, escuchen esto: "TODO LOS ÁNGELES HOY HABLA SOBRE LA INAUGURACIÓN DE LA NUEVA GALERÍA EN EL MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO. SE ESPERA QUE CON EL TRANSCURRIR DE LAS HORAS LLEGUEN VARIOS FAMOSOS, ENTRE ELLOS..." ¡Oh por Dios, me va a dar algo!... ¡MICHAEL JACKSON!... ¡Me muero!, ¡Aquí en el diario indican que ha confirmado su asistencia!- al final casi gritó.

-¿Cómo... pero no estaba todavía convaleciente bajo supervisión médica?- impresionada y con el corazón empezando a latirme a mil de repente, apenas conseguí preguntar; pues al padre de mis nuevos amiguitos después de permanecer en el hospital por alrededor de un mes en recuperación del ataque cardiaco que sufriera y otros dos en su casa bajo estricto control médico por desintoxicación (esta vez con profesionales contratados y vigilados por sus familiares para evitar cualquier otro incidente), le habían recomendado además rehabilitación física antes de volver al ritmo de vida ajetreado que llevara. Y en cuanto a mí, esperaba conocerlo cuando se encontrase totalmente recuperado y quizá en otro lugar, cuando estuviese también preparada para ello y hubiese menos gente, pero no así de golpe y encima frente a las cámaras. En un instante me volví un manojo completo de nervios.

Se trataba del Rey del Pop, una de las máximas leyendas vivientes, y yo apenas era una muchacha que se estaba abriendo paso en el mundo del espectáculo. Con mis logros, sí, pero todavía nada comparables con los suyos.

Si yo iba a ser en parte la anfitriona allí, teniendo que recibirlo, ¿qué iba a decirle? ¿Cómo podía dirigirme a él? ¿De qué iba a hablarle sin aburrirlo? La verdad no quería causarle una mala impresión durante su visita. Todas mis inseguridades comenzaron a bailar de improviso ante mis ojos.

Traté de decirme a mí misma para calmarme, que mi comportamiento era ilógico puesto que tendría que saludar al fin y al cabo a más artistas a lo largo de toda la ceremonia, por lo que no era correcto estresarme por solo uno... Así este fuera el mejor cantante del mundo...

-¡Sel, por Dios, alégrate! ¡Vas a conocer a "The man in the mirror" por fin, osea al gran hombre que hay detrás de la leyenda, qué oportunidad tan privilegiada mujer!- Gio seguía hablándome pero inmersa en mis pensamientos, sus palabras me llegaban como un eco lejano.

-Sabes, apuesto parte de mi fortuna a que también es benefactor de la fundación porque le encanta ser partícipe de las causas sociales. ¡Es tan altruista y eso solo hace adorarlo más!- con sus cosas logró sacarme de mis cavilaciones, haciendo fracasar por ende mi plan para darme ánimos, y chasqueando entonces los dedos luego de dejar escapar un profundo un suspiro, expresó -...No por nada siempre lo he admirado tanto- luego se dirigió a mí mirándome con una aparente seriedad –Niña, hazlo feliz por mí- más que como un pedido, me exigió.

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Me había atacado por esos días además una inquietud en el alma, exactamente desde que escuchara el entusiasmo de Paris sobre que yo también pudiese congeniar con su papá en adelante. Y yo, que nunca tuviera la oportunidad de encontrármelo en mi vida pero que sí me había pasado buena parte de ella admirándolo, entré en un estado de ansiedad y emoción a la vez, a la espera de que aquello aconteciera.

Hasta tuve la noche previa al evento un extraño sueño y sin tener idea de lo que iba a ocurrir esa tarde.

En mi imaginación caminaba sola por los jardines de Neverland (los cuales a esas alturas ya conocía bien) una clara mañana, en tanto buscaba a alguien. A alguien que me hacía falta... aunque mi interior no alcanzaba a revelarme a quién.

No lo supe de tal forma, hasta que lo vi.

Michael se encontraba sentado sobre el pasto, arrimado a un gran árbol, su árbol favorito, mientras leía un libro con concentración. Sentí entonces una alegría que no recordaba desde mi tierna infancia. Una sensación de dicha tal que inundaba el corazón y era capaz de hacer llorar. En un instante la revivió. Quise por ende correr a abrazarlo, como lo haría cualquiera de sus fans, más en ese momento el sueño terminó dejándome con ello intranquilidad... El por qué mi mente había imaginado aquella situación, ya que siempre que soñaba con un chico era porque me empezaba a gustar. No obstante, me dije que con probabilidad se debía a que MJ era el inigualable dios moderno de la música y que era imposible no fantasear con él.

Volviendo al asunto de la galería, Michael también había decidido realizar aquella repentina aparición que movería oleadas de ayuda benéfica, buscando reconectarse con su fanaticada; con la que se sentía en deuda al haber tenido que cancelar sus conciertos prometidos antes de su definitivo retiro, según las personas a mi alrededor me contaron. Una estrategia para volver de a poco al mundo del espectáculo y recuperar su popularidad. Algo que por cierto ya venía manifestándose desde hacía meses al volver su nombre a ser temática en todos los medios y tendencia en todas las redes... en todas las páginas tanto físicas como virtuales.

Por mi parte reconozco que desde que mi agente me diera la noticia de que estaría allí, poco antes de que me tocara salir, no había podido dejar de pensarlo, preguntándome cómo sería el momento en que lo viera en persona, cuando por fin pudiera conocerlo. Recordando la magia que me parecía que de él provenía en esos tiempos en que no había tanta tecnología y aun así conseguía ser el artista número 1 a nivel mundial. Esa magia que lograba alcanzarme siendo entonces todavía una pequeña niña.

Meditaba sobre esto para mis adentros en tanto junto al pintor de la galería y uno de los organizadores nos encargábamos de saludar a los invitados que iban arribando, permaneciendo a la espera de que todo comenzara... en el instante en que Él apareció.

Cruzó la entrada principal poderoso como un vendaval rodeado de una gran comitiva, entre ellos sus guardaespaldas y demás equipo de trabajo junto con un montón de reporteros y paparazzis pendientes de cada uno de sus pasos. Multitud entre la que sobresalía, elegante y seguro como todo un monarca pero con la gracia de un bailarín al caminar, transmitiendo un carisma único que se intensificaba con su amabilidad y el brillo de su sonrisa. Un resplandor que armonizaba también de alguna manera con el de la pedrería fina incrustada de forma exquisita en su vestimenta negra de estilo militar. Simplemente perfecto, una locura. Aparte, como punto extra a su favor, ya no se encontraba demacrado y venido a menos como antes del colapso de su salud. Se había recuperado y otra vez derrochaba ese aire saludable, varonil y lleno de energía que tenía en los 90's. Algo que me hizo recordar con un asomo de ternura así mismo, el por qué lo había amado tanto de niña.

De pronto, como si mis fuertes pensamientos lo hubiesen atraído, aún de lejos notó mi presencia y clavó su profunda mirada en mí.

Aquello fue como si un relámpago me chocara, como si hubiese estado esperando por esos segundos toda mi existencia, me dio la impresión como que le conocía de antes, pero no de algunos de mis viejos tiempos sino de otra vida... y que cara de deslumbramiento habré puesto que él enseguida me dedicó una leve pero encantadora sonrisa junto a un cautivador guiño antes de seguir conversando con sus allegados y periodistas.

Su acción me provocó un gran sonrojo que tuve que disimular, agradeciendo que en esos instantes él mismo capturara todas las atenciones o después una lluvia de chismes malintencionados y de burla caerían sobre mí. Sin embargo, aún con todo mi poder de autocontrol que me ayudaba por lo general a disfrazar mis nervios con profesionalismo, empecé a preocuparme más por el momento en que tendríamos que saludarnos formalmente, el cual no tardaría en llegar; y entonces por mucho, el hecho de ser muy inferior a él ya no era lo único que me inquietaba, también estaba el temor a caer presa de sus encantos.

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Continuará...

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