Capitulo X
Bajaba de manera tranquila en todo sentido, muy distinta a como había llegado y subido por Martín; aunque saber que iba a pasar tiempo con él podría tener sus consecuencias, no me importaba. Estaba tranquila porque estaba haciendo algo que quería y no me sentía para nada culpable de eso.
— ¿Maia?
Esa voz se me hacía levemente conocida. Gire encontrándome con Daniel, vestido de manera formal, pero con un carnet que lo identificaba como parte del personal, tenía rostro asombrado mientras me recorría de pies a cabeza.
—Nena encima que te desapareces sin atreverte a llamarme, te encuentro en estas fachas ¿Dónde quedo la chica atrevida y sexy de aquella noche?
Me acerque divertida y golpeándome mentalmente por haber olvidado marcarle.
— ¡Daniel! Que gusto verte.
Hice punta pie para darle un beso en la mejilla el cual devolvió.
—Quisiera decir lo mismo pero creo que me encuentro más ofendido que feliz por verte.
—Ay lo siento mi vida está hecha un caos, se me paso marcarte.
—Ok—hizo un gesto restándole importancia—Solo bromeaba, si tu no me marcabas el destino se encargaría de hacernos encontrar ¿Qué haces aquí?
—Vine a buscar a alguien, es un doctor que trabaja aquí ¿y tú?
—Trabajo aquí, aparte de consejero sexual soy psicólogo terapista de familia. —dijo al ver mi desconcierto.
—Wau eso es genial.
—Gracias bella, la verdad es que me encantaría quedarme para charlar más contigo, pero tengo trabajo.
—Oh sí, sí. No hay problema, si quieres te doy mi número así no nos perdemos, aunque ya se dónde trabajas.
—Me parece perfecto.
Se lo anoto en su móvil advirtiéndome que me llamaría para poder vernos ya que no se había hecho muchos amigos hasta el momento, le asegure que estaría esperando por su llamada y que con gusto le daba un tour por la ciudad, agradecido se despidió de mi con un fuerte abrazo.
Distraída viendo en Instagram las últimas fotos que subía mi hermano de su fiesta el fin de semana pasaron los veinte minutos de espera. Martin se acercaba con una suave sonrisa en los labios, los ojos relucientes y con un caminar tranquilo.
—Gracias por esperar—dijo apenas se sentó frente a mí.
—No fue nada, yo pedí un exprimido mientras esperaba ¿pedimos algo más?
Asintió llamando a la camarera, pidió un cortado para él y yo un latte de chocolate y avellanas, la chica se alejó después de anotar nuestro pedido dejándonos sumidos en un extraño silencio.
— ¿Cómo has estado?—rompió primero el hielo.
—Bien, volví a la ciudad hace poco; mis papas habían decidido mandarme a un instituto fuera de aquí.
—Me enteré, no habrá sido fácil.
— ¿Cómo lo supiste?
—Fueron noticias en casi toda américa, así que me llego a mí también.
— ¿Dónde estabas?
—Cuba, me llevaron a cuba.
— ¿Quiénes? ¿Te adoptaron?
—No, por lo menos no en ese momento. Solo me sacaron del orfanato de La María para llevarme a otro de Cuba.
— ¿Para qué? ¿No estabas bien aquí?
—Yo no manejaba esas cosas, ni era mayor de edad.
—¿No tuviste tiempo de avisarle a Elie?
—No. —Dijo después de tomar un respiro—Fue todo muy rápido y no pude llegar a ella.
—La paso muy mal. Estaba tan feliz que cuando desapareciste la caída fue más estrepitosa y no pudo superarlo, no sobrevivió. —El silencio volvió a reinar con la llegada de nuestros pedidos—Nadie estuvo ahí para darse cuenta, nadie llego a hacer nada porque no le dimos la atención que necesitaba.
—Maia no fue tu culpa, no fue la de ella y no fue la mía. Y sinceramente creo que hay más detras de todo eso.
— ¿Más de qué?
—No se, pero se que eso no es algo que Elie hubiera hecho por... ¿qué? ¿por mi?
—¿Por qué no? Eras la persona que ella más queria.—dije con reproche.
—Si, no lo dudo. Elie me queria tanto como yo a ella, pero esta no es la tragedia de Romeo y Julieta—rode los ojos ante su crueldad.
—Es parecida —murmure.
—Ok... puede ser parecida, pero Elie...—su mirada cambio a una distante— Ella era inteligente y se que en sus cabales no hubiera hecho algo así.
— ¿Cómo estar seguros si ella no está para asegurar nada?
Suspiro rascandose la barbilla.
—Solo... no es justo que te sientas culpable, que en ese momento no sintio que habia otra manera para dejar de sufrir.
— No importa, ya está. — evite verlo a los ojos, ojos de los cuales mi hermana estaba perdidamente enamorada y los cuales la habían hecho sufrir tanto.
—Me adoptaron dos años después—dijo luego de un silencio necesario—Una pareja que ya estaban avanzados de edad, él era cardiólogo y ella enfermera. Nos conocimos cuando él –el doctor José- iba a hacernos estudios básicos, congeniamos desde el principio y cuando se enteró de que quería estudiar medicina me ofreció todo su apoyo, tanto así que estuvo dispuesto a adoptarme junto con su esposa Clara.
—Me alegra que te hayas topado con ellos.
En verdad lo hacía a pesar de todo.
—Fueron de gran ayuda en todo, llegue aquí gracias a ellos.
— ¿Están en la ciudad contigo?
—No, José murió hace un año y Clara está en Cuba, vive bien, le ofrecí venir conmigo pero no se quiso alejar de todo lo que tenía junto con su esposo.
—Lo siento.
—Yo también, era un gran hombre.
— ¿Y cómo terminaste aquí?
—Por una buena oferta, me dieron la oportunidad de ser jefe de pediatría quirúrgica y la aproveche; aparte de que iba a volver para ayudar al orfanato donde crecí, le debo muchas cosas a ese lugar.
— ¿Sigue en pie todavía?—pregunte incrédula. Mi hermana me lo había hecho conocer, la verdad que era un sitio agradable.
—Sí, no como antes, ahora no tiene tantos niños y tampoco recibe la ayuda de antes, por eso quise volver, para patrocinar el lugar que me hizo ser quien soy y conocer a la persona que me inspiro a pensar en grande.
Si, esa era mi hermana, una motivadora nata.
—Me alegra que lo hayas logrado y que el orfanato siga en pie después de tanto.
—Cuando quieras eres bienvenida, de hecho hay un lugar especial que espera por ti.
Sonreí.
— ¿Así? ¿De qué se trata?—pregunte emocionada.
—Pues otro día tendrás que ir para averiguarlo.
—Ay que tramposo—me queje haciéndolo reír—La verdad es que me encantaría que me llevaras.
—Lo hare. —prometió y le creí.
La tarde se me paso volando alado de Martin, nos pusimos al día contándonos lo que nos dio tiempo de contar, sus años de carrera, sus padres adoptivos, los niños del orfanato, mis padres, mi hermano y un poco de mi vida.
Nos despedimos ya pasada las siete prometiendo que volveríamos a juntarnos y él recordándome que me llevaría a conocer a los niños de los que tanto habla, encantada e ilusionada acepte mientras me acompañaba donde el chofer esperaba por mí.
Me dio algo de pena haberlo tenido casi toda la tarde atrás mío esperándome, aun así nada quitaba la felicidad de haber pasado una tarde triste por momentos, pero que traía recuerdos bonitos de la persona más importante de mi vida. Porque eso era Martin, el ex novio de mi hermana, el chico –ahora hombre- que la había hecho feliz en los últimos años de su vida, con el que habían compartido más cosas de las que me hubiera contado mi hermana, él era el príncipe de su cuento de princesas y traía a mi esa nostalgia que dejaba en mi ser una alegría única, alegría que no sentía hace mucho y que no se quitaba con nada; ni con la mala cara de mi padre al ver la hora de mi llegada, ni con el castigo impuesto por haberle mentido y escapado a un antro por la noche y sola.
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