Capítulo VIII

MAIA

Por primera vez en mucho tiempo no quería levantarme de la cama. No quería ayudar a preparar el desayuno, despertar a mama, ni ir a darle el beso de buenos días a mi padre. Todo eso era costumbre, un hábito, pero no tenía fuerzas para hacerlo.

Ni siquiera sabía qué hora era. La habitación estaba completamente a oscuras, apenas entre a la habitación cerré todo, sumiéndome en una profunda y cómoda oscuridad.

La vergüenza recorría desde mi moral hasta mi piel, piel que había sido besada hace unas horas por el socio y amigo de mi padre.

La vergüenza era uno de los sentimientos que se habían alojado en mí ser; me sentía confundida, cohibida y enojada. Era consiente que si se hubieran dado las circunstancias, no me habría importado estar en la casa de mis padres, con la habitación de ellos abajo y con la habitación de mi hermano cerca, nada sería un problema para seguir ese juego sexual en el que me metía el señor Lombardi, nada me habría importado más que saciar las ganas que llevaba.

Estaba enojada porque deje que pasara eso que jure no volver a hacer. Era la personificación de lo idiota.

Mis padres me matarían si se enteraran de que su hijita se estaba tirando al impotente hombre que hospedaban en su casa. Ellos me veían como una niña, niña que debe comportarse como una señorita decente y no tiene derecho a sentir atracción hacia un hombre como Nicolás.

Pero...

Es que es tan malditamente atractivo, esos brazos fuertes y anchos llenos de tatuajes, con el porte intimidante en el que andaba, con la mirada verdosa, y con eso que se le dan tan bien estando en acción y estaba segura que no importaba si estuviera recostado en la cama o donde sea. Era consciente de que quería experimentar todo tipo de posición con él. Ese hombre que no necesita de mucho para hacer de mi cuerpo una gelatina andante y chorreante.

El ruido de la puerta siendo abierta me hizo salir de los sexosos pensamientos donde me encontraba. La luz se prendió haciéndome parpadear varias veces para acostumbrarme.

— ¿Qué haces en la cama todavía?

Mi hermano se sentó acomodando el saco del lindo traje gris oscuro que llevaba puesto. Deje de prestarle atención para taparme completamente con la sabana.

—No quiero salir de la cama hoy.

—Tienes que hacerlo. — Lo sentí acomodarse a mi costado— ¿Qué tienes?

Me destape la cara rápidamente al escucharlo, sus ojos me miraron brillantes como cuando éramos niños y nos acostábamos los tres juntos todos los domingos a hablar sobre juguetes.

Era raro verlo en mi habitación, prácticamente nunca lo hacía y verlo aquí hacia que el enorme lugar resultara más pequeño con su gran cuerpo. Ya me daba cuenta de que mi hermano era todo un hombre.

—Pereza— respondí simplemente. Sonrió negando— ¿Por qué te preocupa?

Me acaricio el cabello con la mirada perdida.

—Es obvio, no te quieres levantar porque hay algo.

—Solo no quiero— dije tratando de sonar segura, iba a replicar pero cambie de tema rápidamente. — ¿Qué haces despierto a esta hora? Arruinaste mi idea de levantarte con el desayuno en la cama y cantándote el feliz cumpleaños.

Carcajeo.

—No suelo levantarme a las diez de la mañana— deje de corresponder la risa al escucharlo—Igual gracias, encontré todo en la nevera, estaba muy rico como era de esperarse viniendo de tus manos.

— ¿Dijiste las diez de la mañana?

—De hecho—miro el reloj que tenía en la muñeca—Actualmente son las diez y treinta.

—Ay no—me levante apresurada— Tengo miles de cosas por hacer y es tarde, el desayuno... ay mama.

Estaba asustada, tantas cosas por hacer que darse el lujo de seguir en la cama no era la mejor idea.

—Para, para. Tranquila—se levantó tomando mi rostro entre sus manos. —Le dije a Miriam que se encargue de todos y del desayuno, le dije a papá que estabas muy ocupada con los preparativos de la fiesta y que no ibas a poder acompañarnos porque estás hablando con la decoradora explicándoles unas cosas.

Suspire quitándome medio gramo de peso de los hombros.

—Gracias—lo abrace con fuerzas, mintió a mi padre. Algo que no era común en él.

Mi abrazo fue correspondido, me apretó contra él con fuerzas. La habitación se llenó de una nostalgia amarga, en sus brazos había un lugar vacío.

—Te daré tu regalo—dije apartándome lentamente.

Fui al vestidor tomando la caja que esperaba con su regalo.

—Abre.

Obedeció quitando el lazo, luego el papel decorativo encontrándose con el obsequio.

—Pensé que sería buena idea que lo tengas en el escritorio de tu oficina a partir de ahora. Algo que te recuerde los buenos tiempos.

Su sonrisa se ensanchaba a medida que detallaba todo.

—Es... es—un suspiro salió de sus labios— Wow es. Muchas gracias May.

Me volvió abrazando con fuerza.

— ¿Cómo entraste a la habitación?

De repente se me vino a la mente que yo había puesto seguro a la puerta. Sonrió con la mirada traviesa.

—Unos truquitos— iba a refutar pero termino señalando la puerta—Es hora de que empieces el día, yo ya me voy.

— ¡Huye! ¡Cobarde!

Soltó una carcajada contagiándome en el proceso.

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—Quiero todo muy bien iluminado, será de noche y la ubicación no ayuda. El satén dorado tiene que predominar, el negro le dará un toque de sofisticado al lugar. Es una graduación no una reunión de ancianos.

La chica tomaba apuntes de todo lo que le iba indicando mientras asentía a todo lo que le ordenaba, no necesitaba una (persona que se encarga de hacer fiestas), yo entendía del tema y tenía experiencia, así que solo necesitaba a María que se encargaba de ayudarme.

— ¿La mesa dulce?

—eso... durante el discurso la preparan ya que apenas termine se canta el feliz cumpleaños y se hacen las fotos correspondientes, tiene que estar en un lugar donde le pegue todo el frio posible.

—Listo, esta todo, las flores están llegando, ya empezaremos a acomodar todo. Deja todo en mis manos, voy a ir mandándote fotos de cómo va quedando, ve a prepararte.

—Claro gracias.

Salí del lugar con el dolor de cabeza que no me abandonaba y se hacía más fuerte con el pasar de las horas, no había desayunado y cuando me di cuenta la hora del almuerzo había pasado y yo estaba ayudando a acomodar las mesas. Faltaban horas para la fiesta y tenía que estar todo bien organizado.

—A casa—le pedí al chofer que hoy me acompañaba.

Tome el teléfono viendo por qué mis jugos gástricos estaban tan alterados, eran casi las cuatro de la tarde y no había nada en mi estómago más que agua.

Tome aire yendo al chat de mi amiga.

Sam:

Tengo sueño.

Yo: ¿será porque decidiste estar de fiesta con tus compañeras de trabajo en vez de descansar?

Sam:

Me lo merecía.

Rodé los ojos, la conocía y sabía que planeaba cancelarme.

Yo:

Ni se te ocurra faltar. Ya diste tu palabra así que te quiero lista para las 8 y a mi lado.

Sam:

Daah que pereza.

Yo:

Pereza las pelotas que no tengo. Un café y se soluciona el problema.

Sam:

Wacala. ¿Negro o marrón?

Yo:

¿Marrón?

Sam:

Eso es una pregunta o afirmación.

Yo:

Afirmación?

Sam:

Chistosa, te digo enserio.

Yo:

Marrón, afirmativo.

Sam:

Sombra marón será.

Yo:

Ven a casa que te maquillo.

Sam:

Paso. Pero gracias.

Yo:

¿Por?

Sam:

Nos vemos más tarde.

Suspire cansada, hoy parece que es el día de que todo el mundo actué raro. Deje el celular de lado extrañado, normalmente Sam aceptaría todo lo que para ella signifique nada de esfuerzo, sabia maquillarse, pero si alguien lo hacía por ella mejor. Era la reina del menor esfuerzo, nunca se negaría a esto, el deje de lado; hoy no tenía fuerzas para ponerme a negociar.

Mientras entraba por la puerta principal se oían algunas voces, si estaban en la sala significaba que habían esperado para almorzar o estaban haciendo la sobremesa. Apure el paso entusiasmada y con hambre, cualquiera de las dos opciones significaban comida para mí; el entusiasmo me lo trague al ver a toda mi familia sentados cómodamente alrededor de la mesa ratonera, mis padre compartiendo uno de los sillones, matt en el sillón individual y Addison con Nicolás en un sillón como en de mis padres.

El olor a café y a las masas finas llegó a mí haciéndome rugir el estómago; ni eso me distrajo de la imagen frente a mí.

Salude desde lejos, nadie tenía la intención de meterme a la conversación y a mí no se me antojaba ser amable con ciertas personas. Así que solo pase de largo después de que me respondieran brevemente el saludo hacia la cocina.

Ya en ella y a pesar de la variedad de cosas que podía comer solo opte por una banana y jugo de naranja, en vez de quedarme ahí fui directo a las escaleras para encaminarme a mi habitación.

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Ya en taco alto, bata gris, el pelo recogido en un perfecto moño alto, mi enterizo color marfil esperaba en el perchero a que terminara el maquillaje para ponérmelo; el problema era que el tonto delineado no me estaba saliendo como quería, o me salía chueco, distinto al del otro ojo, o me terminaba metiendo el pincel en el ojo. La porquería me estaba poniendo nerviosa aparte de quitarme tiempo, así que simplemente lo deje de lado, aplique un maquillaje fácil, básico y rápido para luego aplicarme la crema corporal y perfume.

El sonido de la puerta activo mis alertas. Últimamente estaba más despierta de lo normal y solo esperando por una sola persona, persona que no había aparecido en mi campo de visión y ya sabía que estaba en la habitación. Su loción me hacía respirar profundo, el sonido de sus pasos me erizaba la piel, entre otras cosas.

—No deberías estar aquí.

—La verdad que no, hace mucho que estoy donde no debo.

— ¿Esa es tu defensa?

Se posó detrás de mí, nuestros ojos se juntaron por el reflejo del espejo.

Vestía genial. Casual pero muy elegante.

—No lo es. —Se acercó más quedando pegado a mi espalda, su mano viajo hacia mi cintura apretándola—No llegue.

—Lose.

—No me esperaste.

—No. No era la mejor idea.

—Es verdad, eres muy inteligente.

Me di la vuelta encarándolo.

—Pero igual quería que estuvieras ahí. —termino diciendo.

Trague duro suspirando.

—Nicolás esto no está bien.

Clavo la mirada en mí acariciando mi mejilla. Suspire idiotizada.

—Lo sé, no debería estar poniéndote en esta posición.

Quite su mano lentamente de mi rostro.

—Entonces te pido que salgas de mi habitación. Por favor.

—Claro.

Obedeció sin rechistar dejándome con el sabor amargo.

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Ya lista abandone mi habitación, los tacos resonaban contra el piso de madera, por el momento era lo único que hacia ruido en esta parte de la casa, bajando las escaleras ya en el segundo piso divise la puerta del despacho entreabierta, mi papa no solía dejarla así y si se daba cuenta se enojaría con quien sea que haya entrado y no dejado las cosas como deben ser. Para ayudar a evitar el regaño a Miriam me encamine hacia allí, el reflejo de la luz se notaba desde lejos y si ahí dentro no había nadie significaba doble regaño para Miriam. Me adentre al lugar topándome con la esbelta figura de Addison.

Llevaba puesto un minivestido de tejido elástico y brillante tono vino tinto. Se veía cómoda, elegante y con estilo; ajustándose a las curvas de su figura dándole un aire muy sensual.

— ¿Qué haces aquí? —pregunte al verla cómodamente mirando las fotos de la pared.

—Esperando a Fede, tiene que firmarme unos papeles.

Su mirada altiva me incomodaba en gran manera.

— ¿No puedes esperar en la sala?

— ¿Algún problema? —pregunto dándole atención a sus afiladas uñas postizas—Tu padre nos permitió usar su despacho.

Suspire no podía hacer más y no quería encontrarme con la persona que ella esperaba.

—Ok, apaga la luz y cierra la puerta cuando salgan.

Me dispuse tratar de salir per su vos me dejo inmóvil en mi lugar.

—Vi algo que me dejo con un poco de dudas.

— ¿Qué cosa? — volviendo a entrar.

—No te hagas, sabes de lo que hablo.

—no, no lo sé. —rodo los ojos, me acerque más quedando frente a ella.

Me dio una mirada soberbia de los pies a la cabeza.

—Vi entrar y al rato salir a Federico de tu habitación. — Me puse rígida, no entendía a que venía todo esto. —Y lo entiendo.

Se apoyó sobre el escritorio cruzándose de piernas.

— ¿Qué entiendes?

—Todo, ya sabes. La relación entre una puberta, un hombre. Suele ser un fetiche bastante fuerte, yo se lo cumplí a un profesor de la universidad. Y tú a fede... pero no te emociones.

—Nada de lo que dices tiene lógica, no me conoces y tampoco sabes lo que pasa con

—Shuuu—poso su dedo en mis labios, me aleje rápidamente—Se nota que te gusta ¿a quién no? El papacito esta como para comérselo con chocolate. Pero te vas a llevar una desilusión, él no te elegiría para algo serio, tengo más oportunidad que tú.

Su seguridad me producía escalofríos.

—Mírate...—se puso de pie dando vueltas a mi alrededor, sentía sus ojos en cada parte de mi— No eres demasiada cosa. Compárate conmigo, ve la diferencia entre una mujer de verdad como yo y una niña mantenida por papi. —volvió a estar frente a mí. No me aparte— ¿Qué tienes aparte de lo que te da papa?—fingió un puchero—NADA. Nada más que un estúpido título en lenguas, no eres nada a mi lado, soy una graduada en administración de empresas y marketing, un master en organización.

— ¿Y? ¿Eso me lo dices por?

—Porque estoy interesada en él y no quiero tenerte de estorbo. Soy, de las dos, la mejor opción. Tengo más de mi lado.

Sonreí tratando de no mostrar ni una pizca de emociones. Se la notaba decidida a humillarme y no se lo permitiria.

—Es verdad, no hay nada en común entre nosotras. Hay muchas diferencias entre ambas y la mayor de todas, — quede en silencio cuando Nicolás hizo acto de presencia, nos miró a ambas. El ambiente estaba tenso y más ahora con la presencia de él, pero no me iba a quedar callada. Mi vista seguía en Addison —La mayor diferencia entre nosotras es que yo no soy, no me trato, ni me veo como una opción, para absolutamente nadie. Soy una mujer y una gran OPORTUNIDAD. — no la deje refutar, su semblante relajado ya no estaba— Ninguna mujer debería verse como una opción y la que se vea así, una pena porque se esta rebajando.

Nicolás clavo su mirada en mí sin saber que decir. No espere a nada en especial, simplemente salí sintiendo un peso menos en los hombros y sonriendo. Mi amiga debería estar orgullosa de mí.



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La música tranquila que sonaba de fondo, el chocar de las copas en las bandejas, mis tacos al caminar y el suave murmullo de los pocos invitados que iban llegando era lo que más llenaba el lugar.

Mis padres estaban en una esquina hablando con sus conocidos en una esquina, los amigos de mi hermano cerca de la barra y mi hermano junto con un grupo de sus compañeros, todos medios serios.

La decoración me había quedado genial, en la entrada había todo un sector preparado para las fotos, un fondo negro, cortinas doradas, un sillón negro en un costado, todo rodeado de un arco de globos blanco, negro y dorado, y la infaltable alfombra roja que los guiaba hasta acá, la recepción. En la entrada te encontrabas con dos enormes columnas donde se recibía a los invitados, al entrar al salón te encontrabas con las pequeñas mesas altas que rodeaban la pista, en una esquina se encontraba la mesa dulce, el fondo con la firma de todos los graduados con mi hermano y sus respectivas fotos, en otras de las esquinas la mesa donde se servían los aperitivos, pasando la pista te encontrabas la barra, la parte de la fiesta más visitada mejor para mi que prefería la mesa dulce.

—Todo está muy lindo May—dijo Sam desde atrás rodeándome con los brazos—Y ese enterizo te queda fatal. Toda una perra empoderada e inalcanzable.

— ¡Sam!— me queje enfrentándola. A pesar de que me daba risa. — Te pasas.

—Hay que ser sinceras—dijo con soltura. La escanee completa, llevaba puesto un vestido verde esmeralda de escote profundo cuadrado, era ajustado menos en los brazos que llevaba manga larga suelta de tull y le llegaba por a mitad de los muslos; unos tacos altos negros, pocos accesorios de color plata y un elegante maquillaje neutro. Era hermosa y no importaba lo que llevase puesto, su actitud demostraba seguridad en todo y eso era lo más atrayente en ella, a diferencia de muchas mujeres, a Sam no le importaba tener unos kilos de más, estrías u otras imperfecciones, se amaba con todo y se lucia sin importar la opinión de los demás.

—Tú no te quedas atrás—dije sonriendo—Estas muy guapa.

—Gracias, gracias. La verdad que hoy cobré así que chan chan—dijo dando vueltas para mostrarse.

—Lo tienes muy merecido— Le di un corto abrazo—Ahora ve—la anime—Come, bebe, baila, disfruta todo cómodamente.

Sonrió obvia.

—Claro que lo voy a hacer.

—Ahh claro que lo voy a hacer—imite su voz burlona— ¿no era que no tenías ganas de venir?

—Eres malvada.


Tenía fichado al director de la universidad donde asistió mi hermano, el señor Andrade. Planeaba ir a preguntarle como estaba, hacerle preguntas triviales y después de algún modo sacar el tema de los estudios, así obtener la oportunidad de estudiar en su universidad.

Nada podía fallar. Mi plan era perfecto.

Solo no contaba con la realidad. La realidad era que el hombre se mantenía rodeado de exalumnos y de los actuales. Mi padre me tenía de un lado a otro haciéndome atender a todo el mundo, no sé si sabía que existían personas preparadas para eso especialmente, llamados mozos. Pero acá estaba yo dejándome hacer lo que quería por mi progenitor.

—Llévale a los profesores de tu hermano vino blanco; después que el pianista este bien atendido, no queremos que se estrese y termine tocando mal alguna pieza.

—Papa están los mozos—me deshice de su agarre— Hay casi doscientas personas aquí y no puedo estar detrás de tofo el mundo.

Me dio una mala mirada.

—Nada tiene que salir mal en la fiesta de tu hermano.

—nada está saliendo mal papa.

—Porque estamos atendiendo personalmente a todos.

¿Estamos? Eso sonaba a manada.

—Está todo bien, deja de usarme como una máquina. Estoy cansada, quiero hidratarme y comer algo.

Mi hermano llego llamando la atención de mi padre. Me salve de la respuesta a mi pequeña rebeldía. Se fueron sin darme atención, celebre mentalmente y aprovechando el mozo que cruzaba con la bandeja llevando minis alcachofas rellenas de queso crema, especias y verdeo. Tome un par agradeciendo al chico con una sonrisa. Mientras masticaba una buscaba a Sam, necesitaba tomar algo y con mi amiga.

Mi búsqueda no resulte, así que fui sola a la barra aprovechando de paso para huir de mi padre y sus absurdas peticiones de atención.

—Una margarita por favor—pedí para luego engullir el aperitivo que me quedaba en manos, después me podría en la tarea de buscar más.

Mi cóctel llego y me dispuse a disfrutar el trago de alcohol mezclado con lima tranquilamente. A mí alrededor las cosas parecían marchar de la manera adecuada, la música lenta y relajante, los invitados riendo, bailando, hablando o haciendo lo que sea parecían estar cómodos. No había nada que pareciera querer arruinar mi momento.

— ¿Por qué tan sola una señorita como usted?-pregunto un chico sentándose en la butaca a mi lado.

—Disfrutando la bebida— respondí simplemente.

—Disculpa si interrumpo. La verdad conozco a pocas personas aquí por no decir a casi nadie.

Creo que es verdad. Se lo notaba un poco nervioso. Pidió vino y encendió un cigarrillo acomodándose en la barra.

Llevaba lentes cuadrados, pero no le quedaba nada mal, parecía rondar por los veinticinco. Piel blanca, sin nada de barba, un esmoquin a medida.

— ¿Acaso estabas invitado?—pregunte para relajarlo. Sonrió haciendo que unos hoyuelos se marcaran.

—Claro que sí.

— ¿Entonces como que no conoces a nadie?

—Dije casi nadie. Soy el nuevo secretario del director de la universidad estatal. Me contrataron hace dos días así que mucho tiempo para conocer a mis compañeros no tuve.

Interesante.

—Soy Maia—estire mi palma ofreciéndosela en modo de saludo—Hermana de uno de los graduados.

—Fernando el secretario, un gusto Maia.

Sonreí y estrechamos la mano.

—Igualmente Fernando.

Empezamos a hablar de su llegada y de lo cómodo que le estaba resultando todo, trabajaba como secretario por las mañanas y a la tarde era estudiante de ingeniería en la misma universidad, resultaba tener veintitrés años y muchos planes que se iban cumpliendo de apoco. Comentaba lo feliz que estaba y lo cómodo que le resultaba su puesto de trabajo.

— ¿Tu estudias?

—Estoy tratando de inscribirme a la universidad, aunque me cuesta un poco.

—Pero eres hermana de un graduado, eso es un beneficio.

E hija de otro graduado.

—Sí, pero prefiero hacerlo por mérito propio.

— ¿Te anotaste en la estatal?

—Sí, espero la respuesta.

—Podría ayudarte.

— ¿enserio? ¿Cómo?

—Esta semana estarán revisando las solicitudes, puedo poner en primera fila la tuya. Seguro esta entre el montón.

Eso sería hacer trampa, pero valía la pena intentarlo.

— ¿crees que podrías....

—Claro, solo dame tu apellido y lo buscare

Me disponía a responder y agradecer, pero la voz de mi padre llamándome interrumpió el momento. Siempre tan oportuno.

— ¿Maia que se supone que haces?

Clavo la mirada recelosa en mi acompañante.

—Papa, te presento a Fernando, secretario del director Andrade. Fernando, él es mi papa Omar Berrachea.

Lo saludo rápidamente volviendo hacia mí.

—Te necesitamos con tu hermano del otro lado.

—Ok— me puse de pie mirando al chico que me estudiaba con la mirada—Un gusto charlar contigo y gracias por todo.

Esperaba que entendiera la indirecta y no se olvidara de mí. Si quedaba en la universidad le daría mi vida como agradecimiento.

Respondió la despedida con un asentimiento y una sonrisa tímida.

Camine tomada del brazo por mi padre, esperando la quejadera.

—Tu bebiendo mientras se supone que tienes que estar atendiendo a los invitados.

—ya dije que no hace falta, esta todo en orden ¿Qué más necesitas que haga?

—Tal vez que le bajes intensidad al castigo que te tengo preparado.

Carcajee mientras trataba de seguirlo para quedar frente a él, su mirada seria y la tensión en sus hombros me hizo dejar de reír.

— ¿Castigas por qué razón según tú?

— ¿No te imaginas nada?

No sabía de qué cuernos hablaba, si fuera algo relacionado con Nicolás no estaría tan tranquilo. Addison no se atrevería a hablar porque se terminaría toda sociedad con ella también.

—No sé de lo que me estás hablando papa.

—El señor Franco es el padre de uno de los compañeros de tu hermano es el dueño de El club Amérika, donde estuviste hace unas semanas atrás. ¿O me lo vas a negar?

El maldito club donde me cito Alexis. Sabia de que compañero hablaba, Daniel franco era uno de los amigos de matt.

—Yo...

No sabía que decir, esto era como un delito para mi padre, todo lo que diga seria usado en mi contra literalmente.

—Ni te esfuerces por mentir. Daniel le dijo que te vio allí, me pregunto que hacías en ese lugar.

¿Qué le importaba?

—Puedo explicarlo si me dejas. — era obvio que no me iba a escuchar, pero tenía que intentarlo.

—Hablaremos después—poso su brazo alrededor de mis hombros haciéndome enfrentar a los dos hombres que venían de frente junto con mamá y Sam— Ahora pon tu mejor sonrisa y haz que todos disfrutemos la fiesta.

Trague duro asimilando todo lo que se me iba a venir, Omar era rencoroso y llegaba a hacer bien su papel de vengador cuando le fallaban. Mi mentira es un fallo para él y no lo iba a pasar. Lo bueno de esto era que la otra discoteca donde conocí a Nicolás estaba a unas cuadras más adelante que esa. La menos que otro amigo se mi padre sea el estúpido dueño también. Sería el colmo.

—Hola may—dijo mi ex novio con una sonrisa al llegar a mí—tanto tiempo.

Mi amiga hizo una mueca sin evitar ser tan obvia. Le hice señas para que se aleje, hizo caso lentamente.

—Alexi ¿cómo estás? —pregunte tratando de sonar lo más amable posible.

—Ahora que te veo mucho mejor.

Mi pecho bombeaba fuerte, mi amiga no entendía porque mi actitud, mi madre sin darse cuenta de nada iniciaba una conversación con alexi que se mostraba más que cómodo, mi padre se les unía y mi hermano me observaba de reojo. Ahora entendía mejor por qué tantas atenciones esta mañana.

El hacia todo por mi padre, nunca le ocultaba nada y ¿por qué ahora sería diferente?

Le di la espalda ofendida de verdad, soy una persona muy pacifica, evitaba tener problemas con las personas de mi alrededor o llegar a tener alguna clase de discusión. Pero últimamente el mundo parecía querer acabar con esa parte mía pacifista, todo ser parecía querer confrontar conmigo. Pero ni al caso.

Solía pasarle muchas cosas a mi hermano. Pero esta era difícil. Por demasiadas razones, pero más por el lugar donde me dejo parada. Con mi padre enojado y con Alexi asediándome.

La conversación que llevaban mis padres con Alexi era sobre su familia y algo del trabajo. No les daba atención. En este momento necesitaba aire fresco, margaritas, quitarme los tacos, colgarme del techo, comida y dulces. Necesitaba casi nada.

La áspera mano de mi padre me saco de trance, mi madre y Alexis se movían para la pista. Me llevo hacia una mesa apartada de los demás.

—Quiero que te esfuerces por arreglar lo que sea que arruinaste en esa relación.

—No sabes cómo fueron las cosas papa. ¿Crees poder ponerte en mi lugar o escucharme por lo menos? —mi voz evidenciaban lo nerviosa que me sentía.

No podría decirle que me engaño, eso sería humillante aparte de que también me echaría la culpa por eso.

— ¿Crees poder dejar de avergonzarme? ¿Crees poder elegir buena compañía?

— ¿Qué tratas de decir?

Esta noche andaba más estúpida de lo normal.

—Tal vez juntarte tanto con esa joven es lo que no te ayuda a comportarte.

—Samanta no tiene nada que ver con esto.

— ¿no? No estabas ese día supuestamente en su casa.

— Ella no sabía nada, le dije que les había avisado, que solo estaba de paso. —mentí, no podría estar sin mi amiga ni un día.

—Tendré que averiguarlo. —murmuro buscando con la mirada a alguien.

Lo tome del brazo haciendo que me mire.

—ella no tiene nada que ver en esto. Ni lo intentes.

Reparo mi agarre con furia.

—Ten cuidado, hay mucho en peligro como para que trates de amenazarme.

—No lo estoy haciendo, solo quiero que trates de entender como fueron las cosas.

—Eso no importa ahora. Espera a Alexi, disfruten la fiesta y cambia la cara que lo peor todavía no llega.

Se fue dejándome aun peor. Estaba cansada. La gente se movía tranquila, comiendo, bebiendo, como si no importara nada más. Sin darse cuenta de que la familia Borrachea no era perfecta como se quería mostrar, de que Omar no era un perfecto padre, que Matías no era un gran hermano y su madre no está al lado de los que la necesitan; como yo en este momento en el que me sentía más perdida y sola.

Sentí un sofocante calor que me movió por el camino de los baños, el ruido seguía haciendo ir a las personas a la pista, el pasillo que daba al baño estaba vacío, eso me dio cierta paz, podría respirar tranquila como necesitaba.

—Maia—la voz de mi hermano me hizo tragar duro aun así seguí caminando tratando inútilmente alejarme de él, llego más rápido a mi tomando mi brazo. Paramos de caminar al mismo tiempo.

— ¿Qué quieres Matías?

—No me llames así.

— ¿Cómo te llamo? ¿Cobarde? ¿Policía? ¿Cobarde? ¿Mal hermano? ¿Buchón? O todo junto mejor ¿no?

Le di la espalda de nuevo apoyando la frente contra la fría pared.

—Ni debería dirigirte la palabra, así no le vas con el chisme a tu padre.

—Nuestro padre. —corrigió.

— Como sea.

—No es como piensas—empezó y le di la cara—Tienes que darme la oportunidad para escucharme y ponerte en mi lugar.

— ¿Cómo lo hiciste conmigo? ¿Cómo me escuchaste? ¿Cuándo me preguntaste como fueron las cosas? Que buen abogado resultaste ser—dije con ironía, las lágrimas trataban de asomarse.

—Lo lamento.

—No necesito ahora tu estúpido lamento. —exclame enojada— No, pero si necesité a mi hermano, necesite que me cuidaras, escucharas y ayudaras. No lo hiciste. Alexi me había provocado, estábamos mal, peleamos y quise arreglar las cosas, fui a verlo donde sabía que iba a estar. Le había dicho que me iba a presentar, pero no me creyó. Fui y estaba demasiado cariñoso con otra.

Aparto la vista con pena.

— ¿Quieres más datos?

—La estaba besando, toqueteando y seguramente después fueron a coger como no podía hacerlo conmigo.

—Es un estúpido. Maldito.

—Lo es ¿Qué más quieres? Quiero ir al baño, te pediría que esto no le digas a nuestro padre, pero conociéndote no entiendo por qué todavía no estas corriendo a decir el chisme.

—Para por favor—pidió enojado— dime que puedo hacer para redimirme

—Entonces deja de buscarme. Y aleja a Alexi de mi vista.

Asintió pensativo y dejo que me largara, me quedaba la mitad del pasillo para estar en paz en el baño. Llegue a la puerta pidiendo al cielo que no haya nadie.

Entre y lo que vi fue la gota que derramo el maldito baso.

La mujer con el vestido por las caderas a horcajadas de Nicolás. Este tenía la camisa desarreglada, los labios manchados del labial rojo que llevaba la mujer que estaba atrapada en sus brazos.

—Mierda—murmuro Nicolás quitándola de encima, Addison se dio vuelta para arreglándose con una sonrisa.

— ¿Saben que este lugar no es apto para eso?

—No es lo que crees—dijo rápido.

—Tranquilo no creo nada, solo sean civilizados y compórtense.

—Vine a buscarte necesito que me escuches.

Hoy todo el mundo quiere que le de atención. ¿Me la darían a mi algún día?

—Ay no le mientas a la pobre, se lo puede creer. Mejor sigamos con lo nuestro—dijo la víbora a su lado.

—Déjanos—le ordeno.

Nos observó encogiéndose de hombros. Intento darle un beso a Nicolás pero este la rechazo.

—Nos vemos luego.

Salió dejándonos solos.

—Bueno me buscabas pero te salió el tiro por la culata y te encontré pero no quiero escucharte.

Salí seguido de la tipa, dejándolo refunfuñar molesto.

Mi amiga apareció al final del pasillo con cara de horror.

—May, May... dios. Te estuve buscando. Tu hermano hecho a Alexi de la fiesta, se está bebiendo medio bar y tu padre pregunta por ti y tu madre se descompuso y se fue con Beto—tomo aire repetidamente— ¿Qué está pasando?

—Nada.

— ¿enserio? Tu cara dice otra cosa. —se ruso de brazos resoplando.

—No importa lo que dice mi cara, tienes que irte.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—porque no querías estar aquí y es verdad, esto es un desastre, aburrido y no es para ti.

— ¿Qué te sucede? Dímelo.

—Mi tonta vida me sucede ¿Qué más puedo decir?

—Maia—de nuevo la mirada penosa hacia mí—Dime qué está sucediendo.

—Ahora no por favor.

El llanto se hizo presente mi amiga pe apretó contra su cuerpo.

—Está bien tranquila—acaricio mi cabello con cariño— ¿Dime que puedo hacer por ti?

—Ir a tu casa, después te cuento mejor todo, solo necesito que te vayas.

Asintió lentamente, sus labios en una fina línea evitaban soltar lo que pensaba.

—Claro, si es lo que quieres está bien.

Me beso la frente, acomodo su bolso de mano.

—Llámame cuando necesites. Te escribo cuando llego.

—Gracias.



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5.380 Paginas... hasta el momento es el capítulo más largo de todos.

En fin, llegamos a las 900 lecturas, así que de apoco se van viendo los frutos de la historia. GRACIAS Y GRACIAS por todo, en muy gran parte estoy creciendo por ustedes. 

Les agradezco la oportunidad y les pido que sigan dandome sus votos y sus comentarios.

(Dicen por ahí que si votan y comentan les crecen las chichis).

¡Cuenten qué les parecio el capitulo!

LES AMO Y MANDO MIS BESITOS.

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