Capítulo IX
MAIA
La oficina de mi padre mantenía ese aire ejecutivo, una de las mejores vistas que puedes tener en este edificio, un estante lleno de carpetas, un gran escritorio, baño privado y bien equipado hasta con un pequeño un estante donde guarda ropa por las horas que pasaba aquí, cafetera con lo necesario; no había muchas fotos, solo un portarretrato con la foto de mi madre y otra más donde estábamos toda la familia, una foto bastante vieja.
Este Era el lugar perfecto para trabajar, aunque para mi gusto era frio y demasiado profesional. El resto del edificio solía presentarse de una forma también muy profesional, por ello tal vez solía hacer pocas visitas a este lugar.
Solo venia las veces necesarias como ahora que mi padre había dejado unos planos en mi casa y los necesitaba.
Su secretaria me había dejado pasar al avisarme que mi padre se encontraba en una reunión importante. Solo me limite a dejar los planos en su escritorio, acomodar unos papeles y volver a salir.
Otra de las cosas que solía hacer cuando venía por estos lados era visitar a mi amiga y hermano. Eso hoy no era posible. Llevaba huyendo de mi amiga desde hace dos días, solo me limitaba a responder algunos mensajes de manera corta y haciéndole saber que estaba ocupada; a mi hermano no lo quería ver ni en figurita, estaba molesta y dolida con su actitud y acciones, no niego que me sentí más que agradecida al enterarme que había golpeado y echado a Alexi de la fiesta, aunque eso no restaba mi enojo hacia él.
—Gloria, deje lo que mi padre me pidió en su escritorio. No puedo quedarme a esperarlo.
La señora me sonrió amablemente asintiendo y agradeciendo por acercarme.
Fui rápido para el ascensor en plan de escapar de todo el mundo. Beto me había dejado en la puerta de entrada mientras se iba a buscar unos pedidos de mama no sé dónde. Me tocaría esperar afuera. El día pintaba gris, no era de mis preferidos más que para pasar en la cama viendo netflix y tomando chocolatada con Sam.
Cruce las puertas chocando con el aire frio, me acomode el abrigo al sentir escalofríos recorrerme; hacia algo de frio, pero no era un frio insoportable, era ese frio que te gustaba sentir chocar con tu piel por lo libre y ligera que te hacía sentir.
Mire alrededor buscando un lugar donde quedarme para esperar a Beto. Según su mensaje tardaba diez minutos, podría aprovechar y tomar un poco del aire que me hacia falta al estar encerrada en la casa.
No había tanta gente alrededor, era hora y lugar en el cual todo el mundo estaba trabajando. En esta zona predominaban los edificios que eran dedicados a diferentes cosas. Ninguna interesante.
Mi mirada se centró en el chico que miraba la otra entrada a la constructora, con mirada nostálgica, más alto de lo que podía recordar, esta vez vestía de modo informal. Estaba tan centrado en la fachada del edificio que ni cuenta se dio de que me acercaba a él. Me situé a su lado mirando lo mismo que él.
—Es... impresionante supongo—comente haciendo que su mirada pase a mi asombrado—De chica la altura era algo que me dejaba con la boca abierta.
Me reparo en silencio por largos segundos. Con cualquier otra persona me hubiese puesto incomoda pero con él, raramente no me pasaba.
—Disculpa si te incomode—dije al ver que no respondía nada—Solo te recordé del otro día y quise acercarme.
Siguió mirándome con asombro. El silencio si empezaba a incomodarme.
—Yo... mejor me voy y te dejo con lo tuyo—señale el edificio. No dijo nada hasta que di unos pasos para alejarme.
—Lo siento.
Su repentino lamento me hizo quedar en mi lugar, dándole la espalda. Camino quedando frente a mí dándome una sonrisa amable. Le respondí y estreche la mano que me tendía.
—Soy muy descortés, es la impresión.
— ¿La impresión?—pregunte intrigada.
—Sí, del recuerdo.
—Eres muy poco informativo—me queje con toda la comodidad del mundo haciendo que riera.
—Perdón nuevamente. Soy Martin—el nombre se me hacía conocido— Martin Sánchez.
Era imposible o difícil que algo así este sucediendo. Era demasiada coincidencia.
— ¿Martin?—asintió — ¿Sánchez?—volvió a asentir esperando que dijera algo más.
—Amigo de.. El
—Si de Eli.
—Wow—suspire sin saber que decir bien—Yo... es bueno volver a verte. ¿Dónde has estado?
—Lejos, pero volví a la ciudad por trabajo hace unas semanas-
—Mi hermana, ella no
No pude terminar la frase y el pareció entender.
—Lo sé. —Trago duro—Las noticias vuelan y lo lamente mucho.
Me sentía rara. Martin había sido el mejor amigo y novio de mi hermana, novio hasta unos meses antes de que se suicidara.
—Me gustaría que...
—Me tengo que ir—dije de repente, no sabía cómo sentirme respecto a su aparición y no sentía ganas de averiguarlo—Supongo que fue bueno verte de nuevo después de que desaparecieras de la vida de mi hermana y la dejaras tan mal.
—No fue mi culpa.
—No te la estoy echando, solo digo que tal vez todo hubiese sido diferente
—Y pienso igual, también quiero explicarlo
—No sé qué tan bueno sea eso.
—Ok...—suspiro buscando y sacando de su bolsillo una billetera para después tenderme una tarjeta—Búscame, deseo que hablemos y espero que algún día lo quieras también.
—Claro, adiós.
Empecé a caminar tratando de alejarme lo más rápido posible, Beto no aparecía y necesitaba tener señales de su parte. Tome el teléfono marcándole, a los tres pitidos atendió.
—Te estaba por marcar—dijo apenas respondió.
— ¿Te falta mucho? Me urge llegar a la casa.
—Sobre eso... lo lamento, pero tu madre me pidió algo urgente del otro lado de la ciudad, llegare mañana temprano. —bufe nerviosa—No te enojes, ya me encargue de que alguien te busque en unos minutos estará por ti.
—Claro, gracias.
— ¿Esta bien? Lamento mentirle pero su madre dijo que era urgente.
—Está bien, cuídate.
Suspire cortando con la llamada. Gire revisando alrededor por si veía alguno de los coches que trabajaban en casa. No se veía nada.
— ¿Señorita Maia? —Di la vuelta encontrándome con un señor de mediana edad, lo conocía, hacía de chofer para Nicolás algunas veces; Tomás creo que era— Alberto me pidió si la acercaba a su casa.
— ¿Vino hasta aquí por mí? No quiero que tenga problemas con su jefe.
—Estaba aquí, no creo que el señor Federico tenga problemas, en unos minutos saldrá de su oficina para ir a su casa justamente.
No quería encontrarme con Nicolás y menos compartir un espacio tan reducido con él, al menos esta vez estaría el chofer.
—Bien, supongo.
—El señor está en una reunión ¿quiere ir por un café? O lo que desee.
Mi estómago estaba revuelto por los nervios. Alimentarme empeoraría las cosas.
—No gracias, pero si quieres te acompaño para que compres algo para ti.
—Es muy amable, pero la oferta era para usted, si no quiere nada podemos esperar bajo las sombrillas—apunto frente a nosotros, había un resto con sillas y mesas afuera, acepte y nos encaminamos juntos hacia el lugar. El señor era muy profesional, caballeroso y amable. Entendió a la primera que algo me ocurría y por eso no le daba charla. El me conocía, me había visto muchas veces interactuar con los otros choferes que trabajaban en casa, aun mas con Beto y con él nos cruzamos algunas pocas veces.
Mi mente estaba en Martin, en mi hermana y en mi familia, en especial mis padres. Para ambos la muerte de mi hermana había sido lo peor, si se enteraran de la vuelta del novio de mi hermana sería una noticia dura de pasar; mucho por recordar y heridas que abrir. Aparte, estaba mi hermano, aunque de él nunca sabía que pensar, era medio de mente hermética y más con la familia, aun así sabía que de algún modo le afectaría.
—¡Buenas!—la voz de Nicolás a mis espaldas me saco del trance en que estaba.
—Señor Federico. ¿Qué tal?
—Muy bien ¿y ustedes?—tomo el asiento frente a mí, alado de su chofer—Maia que gusto verte.
—Igual— respondí con un asentimiento, entre menos charla menos probabilidad de hacerme la cabeza con quien no se debe, que mi caso es el hombre que viste pulcramente un pantalón de vestir azul oscuro, una camisa blanca y un chaleco del mismo color del pantalón, un rolex de plata y el cabello despeinado.
¿Qué hacía examinándolo? Pues soy masoquista.
Quería irme ya a casa, pero no estaba en condiciones de exigir nada a ninguno de los hombres que conversaban tranquilamente sobre algo.
—¿Quieres algo?—pregunto de repente Nicolás, su chofer estaba ya parado esperando mi respuesta.
—¿Algo de qué?
—Tomar, comer, lo que necesites.
—No gracias—seguía con el estómago revuelto.
—Entonces solo eso—le dijo a su chofer, que se fue rápidamente hacia el local.
— ¿Todo en orden?
—Si, por supuesto. — Asintió observándome atentamente. — ¿Qué me miras? Si es por lo que estoy aquí, es porque otra no me queda, créeme lo que menos deseo es pasar tiempo contigo.
—Solo trataba de pensar en por qué me mientes.
—No lo estoy haciendo, llegue con Beto, el plan era que así como llegara me iba, pero como siempre todo lo que planeo se va por el caño, tal vez debería dejar de hacer planes y ahora hablo demasiado y no hay comida cerca.
—Hay un restaurant por ahí atrás, te ofrecí lo que necesitaras.
—Si lo rechace fue porque no quería nada de ti ¿no es obvio?
Eche hacia tras la cabeza, las ganas de vomitar llegaron con el mero hecho de pensar en comida, mas estar siendo una tonta con él me estaba afectando.
—Ok lo entiendo. —levanto las manos en signo de paz, se veía muy tranquilo a diferencia de mi—No te ofreceré nada más.
Suspire evitando mirarlo a los ojos, me volvía débil si me mostraban aunque sea un poco de compresión.
—Lo lamento estoy siendo una idiota contigo.
—No importa.
—Sí importa ¿quién me llevara a casa si no?
—¿Quien dijo que te llevaría?
Reí negando.
—Tu chofer me lo aseguro.
—Justamente, es mi chofer, si digo no es no.
—Muy gracioso, enserio necesito ir con ustedes.
—Te llevaremos, así que me la debes.
—Omitiré lo de la deuda. Gracias y ciento haberme molestado contigo sin razón.
—Está bien.
—No lo está, fuiste amable y yo muy mala.
—No eres mala, eres humana y tienes permitido enojarte, frustrarte y odiar al mundo si te pinta hacerlo.
—No está bien—dije negando.
— ¿Quién lo dice? ¿Tu padre?
—Lo digo yo
—No, no lo haces; tú piensas y deseas cosas propias, pero dejas que otros se interpongan.
—¿Eres psicólogo, consejista?
—No, solo digo lo que veo.
—Ves muchas cosas—murmure
—Sí, desde que estoy en tu casa sí. —bufe incomoda— Entiendo que no debo meterme donde no me llaman, pero está bien que te equivoques, te amargues y después a ser la misma chica perfecta de siempre.
—No soy perfecta.
—Es lo que tu familia te condiciona. Solo digo que te dejes llevar. Haz lo que necesites y creas correcto. Habrá quienes te apoyen.
Se levantó cuando llego su chofer con botellas en la mano. Me tendió las dos que llevaba en manos para que eligiera, tome la de agua solo por compromiso.
Me insto a seguirle hacia el coche, nos adentramos en los asientos traseros y el chofer se puso en marcha silenciosamente.
El tráfico ayudo que a que el camino sea más rápido, el silencio reinaba en el coche, mi mente y pulso iban a mil. Cuando por fin divise las rejas de la entrada respire hondo.
El coche paro y fue el chofer quien llego rápido abriéndome la puerta.
—Gracias por todo.
—No es nada señorita, el placer fue mío.
Nicolás llego hasta quedar a mi lado.
—Nico, gracias. Por traerme y... todo.
—Cuando quieras.
Asentí apurándome para entrar. Mi madre estaba en la sala con un libro en mano, la salude sin acercarme demasiado para después ir de prisa a mi habitación.
Tome una larga ducha mientras música sonaba por el altavoz de la habitación, pero mi mente no la registraba, estaba en aquel tiempo donde mi hermana entraba a mi habitación después del colegio para contarme sobre el nuevo chico que había conocido. — ¿Cómo es? —le había preguntado.
—Es muy lindo, ojos marrones, pelo negro como el cielo, mejillas rosadas y regordetas aunque era muy delgado y alto, pero sobretodo y lo más importante muy inteligente. Me gano por medio punto en la práctica de matemáticas.
—Ay te enamoraste de un chico porque te gano medio punto.
—No lo entenderías—se puso a mis espaldas para peinar mi cabello, era algo que le encantaba y decia envidiar porque ella no había salido rubia como yo—Lo entenderás cuando seas más grande.
—Soy grande—contraindique— ¿Empezaran a darse besos como los niños de la película?
—Claro que no boba, él ni siquiera me registró.
—Eres muy bonita ¿Por qué pasaría de ti?
— Tal vez le gustan las chicas parecidas a las modelos de la tele.
—Por lo menos no te mueres de hambre, ellas sí.
—Es verdad. Mejor vámonos a jugar con la pintura de mamá.
Nos reímos al mismo tiempo, mamá se molestaría por eso, pero Lili siempre terminaba salvándonos.
Sonreí recordando esos días, después Lili me fue contando todo sobre ese chico. Estaba en su misma clase porque había ganado una beca, no tenía padres, vivía en un orfanato y trabajaba después de clases para ayudar a los demás niños, era muy inteligente y buen amigo de mi hermana. Mi padre sabía que se llevaban bien, pero si se llegaba a enterar de que estaban anoviando, los mataba.
Con una sudadera rosa pastel, un vaquero negro y unas vans tome un morral mi cartera con un poco de dinero y la tarjeta con la dirección, mi cara estaba sin maquillaje, mi pelo atado en una coleta alta así medio presentable Salí de la habitación, baje para la sala buscando a mi madre para avisarle de mi salida. En la sala no estaba, busque por la cocina y tampoco nada más que Miriam a quien le pregunte por su paradero y me confirmo que estaba en el jardín delantero arreglando las rosas. Salí por la puerta de entrada encontrándome con un Nicolás totalmente cambiado y a su chofer, el primero me miro de pies a cabeza para luego asentir a lo que le decían. Pase de largo hacia mi madre que estaba unos metros más adelante.
—Saldré—me pare a su lado observando las rosas rojas que iba cortando— ¿Por qué las cortas? Se morirán.
—Si los dejos aquí también lo harán, si los cortos servirán para decorar y dar vida a cada parte de la casa. Aparte arregla los días de nosotros ¿no crees?
—No lo sé, nunca intente hacerme amiga de ellas.
—Deberías intentarlo ¿Dónde iras?
—A ver una amiga a la avenida.
— ¿Sam?
—Otra, una nueva. Regresare para la cena ¿está bien?
—No hay coches—bufe, nada estaba de mi lado hoy.
—Buscare la forma de ir, ya se manejar deberían en mi cumpleaños regalarme un bonito Jeep.
Rio burlesca.
—Suena bien, tal vez, todo puede ser posible. Sabes que tomar taxi es peligroso.
—See y no lo hare. En fin, me fui.
—Cuídate y ten—me tendió un par de rosas con las espinas ya cortadas—Una para ti y la otra para tu amiga.
—Gracias.
Me di la vuelta yendo hacia lo único que me podría salvar.
Ambos hombres clavaron la vista en mí haciéndome estúpidamente sonrojar.
—Yo... ne-necesito ir cerca de la avenida. No hay nadie que me lleve. ¿Si es que estas de salida me tiras por ahí?
Sonrió
—Yo no salgo—dijo mirando el reloj.
—Ohh
—Igual te los presto.
— ¿Enserio?
—¡Claro! No saldré por hoy, así que puedes disponer de el a tu antojo.
Mire a su chofer, me dio una amable sonrisa.
—Te lo agradezco mucho—me acerque para dejar un beso en su mejilla y alejarme aun sonrojada.
—No es nada conejita—susurro antes de que me alejara.
Reí, había dejado de llamarme así y esta vez había logrado disipar mi enojo.
Subí al coche dándole la dirección a tomas. Condujo sin prisa y con música en el medio.
Ver la fachada del edificio me hizo mirar la dirección de la tarjeta dos veces. No decía nada más que la dirección, su nombre y un número telefónico.
— ¿Es aquí? —pregunto el chofer mirando o mismo que yo.
—Sí, eso creo.
—¿La espero? El señor la dejo disponer de nosotros lo que necesite.
Sonreí nerviosa, tal vez el hombre imaginado algo incorrecto sobre su jefe y yo.
—Sí. Por favor.
—Claro, estaré en aquella esquina esperándola.
—Perfecto, si tu jefe te necesita no lo hagas esperar, yo buscare la forma de volver.
—No se preocupe por eso.
—Gracias.
Baje para adentrarme al hospital, la recepción era grande, pulcramente blanca, todo brillaba. Me acerque a la chica detrás del mostrador era la única que parecía desocupada aparte de las otras cinco.
—Disculpa—levanto la vista hacia mí—Estoy buscando a una persona, creo que trabaja aquí ¿podrías confirmarlo? Su nombre es Martin Sánchez.
—Lo siento, no puedo darle esa información. Aun si fuera personal o paciente.
—Por favor, es muy importante, necesito un sí o no y ya.
—Le repito, no puedo hacer eso.
—Por favor—volví a pedir—Solo deme esa información. Es muy importante ¿Qué le doy? Lo que sea.
Me miro con impaciencia, se había formado una pequeña fila de tres nuestro y el repiqueo constante de mis zapatillas seguro la molestaba.
Termino suspirando y sonreí para mis adentros.
—Repita el nombre.
—Martin Sánchez.
Tecleo un par de veces y luego asintió.
—Trabaja aquí como cirujano pediátrico. No le puedo dar más información.
Con asombro agradecí rápidamente su amabilidad.
Fui hasta el pasillo buscando el elevador, ambos se llenaron así que opte por las escaleras. Camine guiándome por los carteles que señalaban mi camino. Cansada, con poco aire y hasta sudada llegue al octavo piso. La falta de ejercicio me tenía con los músculos adoloridos y rezagando contra el ascensor y su poca capacidad.
—Disculpe—dije a lo que creo que era una enfermera— Busco a Martin, el-el—tome una bocanada de aire— doctor Martín Sánchez.
—Está atendiendo, puede encontrarlo mas adelante o esperar en la sala.
—Entiendo. ¿Hay alguien que le pueda avisar que lo espero aquí?
—Daré aviso. Puede esperar en la sala.
—Muchas gracias.
Divise a unos pasos una gran sala, señoras y algunos hombres con sus niños esperaban a ser atendidos, había una fila vacía y fue donde me senté a esperar. Llamaban cada cinco minutos y llegaban más. Los minutos se me hacían entretenidos mientras les hacía muecas y caras a los niños, a algunos se les notaba su problema y otros parecían en perfecto estado. Todos los niños tenían esa magia para alegrar el día del que lo observara, yo no era la excepción, me daban mucha ternura y más al ver como respondían mis caras con sonrisas radiantes.
Estar con tiempo me hacía observar a mi alrededor; así note que había un bebe con padres primerizos, ella sostenía al bebe con fuerza, revisando todo a cada minuto, él acataba todo lo que ella decía "revisar papeles, pañal, ropa y dinero"; después estaban los padres con experiencia, sus niños estaban en carros o huevitos, tenían un bolso más pequeño con cosas de bebe y si él bebe estaba tranquilo leían algo o prestaba atención a su móvil.
— ¿Bebe Russel? —esta vez era el mismo Martin el que llamaba al bebe que estaba tomando mamadera en una esquina, gire para encararlo. No había notado mi presencia, la mama con él bebe en brazos se acercó a él siguiendo a la enfermera que lo acompañaba. Se disponía a seguirlas pero mi fuerte carraspeo capto su atención.
Fijo la vista en mi sorprendido. Se veía más que profesional, con un pantalón negro de vestir, una camisa celeste sin corbata y la característica bata blanca de los médicos. Se acercó a mi lugar con dudas, me levante de mi asiento alisando mi pantalón y secando el sudor de mis palmas.
—Hola—dije apenas estuvo frente a mí.
—Hola—sonrió con amabilidad—Imagine tenerte aquí pero no tan pronto.
Reí nerviosa.
—Lo sé. Bueno en realidad no sé qué hago acá. Solo vine.
—Lamento hacerte esperar, recibí un llamado pero no especificaron quien me buscaba ni si era urgente.
—Está bien, yo me acabo de enterar que eres doctor y suelen estar ocupados.
—Si de hecho lo estoy—respondió viendo un aparato que colgaba en el bolsillo de su bata.
Mire el aparto en sus manos que seguia sonando con insistecia.
—Tal vez no debí venir, mejor me voy.
—No, no. Saldré en un poco más de media hora ¿puedes esperar?
Había esperado un tiempo considerado esperándolo, hacerlo un poco mas no sería problema.
—Esperare por ti.
Sonrió asintiendo.
—Puedes esperarme en la cafetería del frente. Es agradable y hacen buen café. ¿Si es que te gusta?
—Café me parece genial así que esperare al frente.
—Perfecto.
NOTA DE LA AUTORA
Hola, Holaa.
Espero que se encuentren bien; les dejo un nuevo capítulo donde aparece un nuevo integrante en la vida de nuestra protagonista.
¿Qué tan importante será Martín en la vida de nuestra bella Maia?
¡Dejen sus comentarios y votos!
Nos vemos prontito.
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