CAPÍTULO 13.
—KIVELÄ—
"Mis padres y yo éramos elfos errantes; viajábamos de un lugar a otro dentro de Artem, Garth y Dagarth haciendo trabajos por comida o un techo". "Nuestra vida era bastante sencilla incluso aunque nos manteníamos yendo y viniendo de un lugar a otro. Sin embargo, en algún momento mi madre decidió que había tenido suficiente de esa vida y le pidió a mi padre buscar un lugar donde establecernos de forma permanente. Fueron las montañas de Azpenh el lugar que mi padre eligió, ya que estaba al norte de la ciudad de Vera y lo suficientemente lejos de la corte de Lord Ludék y, sí, de su cacería de sangre".
"Mi padre construyó una cabaña de troncos a un par de kilómetros del cauce del río Euvinen, el cual nos proveía de peces como alimento y de agua para beber y lavar la ropa. Las cordilleras de Azpenh eran lo suficientemente altas y aterradoras como para que alguien las atravesara y nos encontrara. "Sembramos la tierra y recorrimos los bosques poniendo trampas y recogiendo frutos y bayas".
"Lo primero que escuchamos aquel día fue su llanto; era doloroso y triste, pero mientras más nos acercabamos pudimos sentir su tormento, el sufrimiento que su llanto llevaba consigo y la oscuridad que la rodeaba... Era una humana. Una niña humana en lo profundo del bosque lloraba y sus lágrimas parecían partir la tierra a su alrededor y los árboles se doblaban en respuesta a su aflicción".
"Ella no debía ser mayor de cuatro o cinco años, pero en su mirada había siglos de dolor y de tormento... Era una niña y al mismo tiempo tan vieja como el mismo tiempo, como la vida misma. Su ropa no era más que harapos sucios y malolientes; llevaba gruesas cadenas en sus muñecas y en sus tobillos y el acero había lastimado tanto su piel que la tenía en carne viva. Estaba llena de suciedad y sangre; creímos que algo la había atacado, pero tiempo después nos dimos cuenta que esa sangre no era solo suya, sino también de alguien más. A simple vista era un ser pequeño y asustado, pero en el fondo quizá era algo distinto que nosotros no entendíamos".
"Encontramos un guardia muerto metros adelante; le faltaba una pierna y la cabeza; ella había estado comiendo de aquel hombre de a poco, lentamente, pedazo a pedazo. En ese momento entendimos que tal vez no era un ser indefenso como lo queríamos creer al principio, pero estaba sola y su dolor era tan real y palpable que nos hacía dudar. Fue la primera vez que mi padre dijo aquella palabra que ahora todos parecen usar para referirse a ella, «monstruo», pero mi madre, ella tenía un gran corazón y reemplazó aquella palabra por «hija» y a pesar del miedo que los tres sentíamos, mi padre la tomó en sus brazos y ella se quedó dormida de inmediato y volvíamos con ella a casa.
Su voz se apagó igual de suave y tranquila como había iniciado. Aquella historia seguía sin decir demasiado, pero al menos ahora sabía una parte de su historia, aunque todavía había huecos por llenar.
—¿De dónde era el guardia? —pregunté. Azpenh era un lugar salvaje y Ludék pocas veces enviaba gente tan al norte y Garth tampoco lo hacía tan al sur de su territorio.
"Había un símbolo en su uniforme"
—Las Islas Gemelas —terminé por ella; la llama de Bella vibró en aprobación—. Magne era una esclava de Amélie —susurré, esa era la confirmación que necesitaba, pero... ¿cómo una niña pequeña había logrado algo parecido? ¿Y qué era lo que habían hecho con ella en ese lugar? Había sido una humana y además una niña, y la oscuridad había nacido de su dolor y de su ira, pero ¿en qué momento? ¿Había sido antes o después de que los elfos la encontraran?
"Estuvo inconsciente durante días", continuó Bella, "Despertó y cuando lo hizo era la niña más dulce y la más dispuesta a aprender y ayudar en todo". De alguna forma había olvidado todo lo que había pasado antes de que la encontráramos o bien simplemente creyó eso y guardó aquellos recuerdos en lo más profundo de su mente. Lo único que sí recordaba era su nombre, Magne. Fue inevitable quererla y amarla".
—¿Alguna vez vieron lo que había dentro de ella?
"No durante mucho, mucho tiempo".
—Pero eventualmente...
"Era como un eco lejano que ni siquiera ella parecía escuchar o sí lo hacía; nunca me lo dijo"
—¿Tú escuchaste a la criatura dentro de ella?
"En ocasiones la escuchaba, era suave, llamaba a algo o alguien... Era oscuro. Vi un atisbo de lo que «eso» era una sola vez. Magne se había molestado conmigo por quitarle un juguete, ni siquiera lo recuerdo bien, pero me asusté mucho, era una bestia oscura y cruel, pero desapareció tan pronto como apareció". Bella se estremeció y la llama onduló; saboreé una vez más su miedo en mi boca.
—¿Se lo dijiste a tus padres?
"Nunca dije nada, creí que eran imaginaciones mías, pero estoy segura que mis padres sabían más de lo que decían..." Volví a verla cuando los soldados de Ludék nos encontraron en Azpenh. Me alegro que la criatura esté con ella, pues la ha mantenido con vida hasta ahora".
Salí de la bañera, tomé mi bata y la até con fuerza sobre mi cintura, caminé hasta la chimenea y observé las llamas arder y romper los troncos. Así que, técnicamente, era culpa de Ludék haber despertado de nuevo a lo que sea que había dentro de Magne, aunque, probablemente, solo estaba esperando el momento adecuado para hacerlo.
¡Maldición!
Una copa de cristal con un líquido oscuro apareció en la mesa de centro, sonreí. El vino aterciopelado se deslizó por mi garganta con facilidad. El fuego de la chimenea calentó mi piel.
Había algo de lo que todavía no estaba seguro; no sabía si la oscuridad dentro de Magne quería protegerla y a los que amaba o solo buscaba la forma de adueñarse de aquel cuerpo por completo. Suspiré.
—Gracias, Bella —susurré; ella se acercó un poco más a mí.
"No la dejarás sola, ¿verdad?" "Ya ha pasado por mucho"
—Estoy tratando de entender a Magne y también de creer que tenerla dentro de mi territorio es la mejor opción de todas, pero no sé lo que pasará después o lo que las demás cortes opinarán o harán al respecto —dije. No podía prometerle nada, no, respecto a Magne.
"Pero..."
—Lo que hay dentro de tu hermana es algo cruel y violento, Bella, lo sabes.
"Sí"
—No puedo prometerte nada, lo único que puedo hacer es mantenerla a salvo todo lo posible, pero... si llega el momento y si ella se sale de control...
"La matarás"
—Lo haré. —Se estremeció un poco, su alma entera pareció llorar, sentí su pena y una vez más su dolor me golpeó con fuerza. Apreté los dientes y dejé que aquel sentimiento se disolviera de a poco.
"Estoy cansada", susurró después de algún tiempo en silencio; alargué la mano y ella se deslizó sobre mi palma. Era cálida y fresca, al mismo tiempo, el alma de un bello elfo.
—¿Quieres descansar? —pregunté con suavidad; ella asintió despacio; era verdad que se sentía triste y aletargada; ya no deseaba estar aquí.
—Llamaré a Magne para que te despidas. —Pero ya no hubo respuesta; estaba comenzando a apagarse, quería y necesitaba ir al otro lado; alguien la llamaba.
—Niels, llama a Magne ahora —murmuré; ella desapareció en un susurro de flores azules.
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—MAGNE—
Nils había dicho que Kivelä quería hablar conmigo y desapareció con rapidez. Caminé por el corredor hacia la habitación, golpeé la puerta con los nudillos y ésta se abrió despacio.
Observé la habitación con atención; suelos de mármol, piedra húmeda donde el agua corría hacia un pequeño lago natural. Muebles de madera oscura y pesadas alfombras con intrincados dibujos de paisajes. Y más allá, una pequeña sala con sillones de cuero negro; una chimenea de obsidiana ardía suavemente caldeando la habitación; Kivelä estaba de pie sosteniendo con mucho cuidado una pequeña flama que de a poco perdía su brillo.
Mi corazón se estremeció.
—Bella —susurré y corrí hacia ellos. Mis manos tocaron las llamas con suavidad, estaban frías.
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté, las lágrimas cayeron por mis mejillas, los ojos dorados de Kivelä estaban fijos en ella.
—Alguien la llama del otro lado —dijo; su rostro se puso tenso.
—¿Quién?
Él suspiró con pesadez; lucía cansado.
—¿Puedo...? ¿Puedo hablar con ella? —pregunté, el nudo en mi garganta se hizo más pesado; Bella era lo único que me quedaba... era...
—Ya no queda mucho... —dijo Kivelä y sus ojos dorados me miraron—. Habla, solo di lo que tengas que decir...
—Bella, te amo. Si ves a nuestros padres diles que... que estaré bien y gracias... —susurré y las lágrimas empañaron mi visión. Kivelä guardó silencio, apretó la mandíbula con fuerza, caminó un par de pasos y abrió la ventana que daba al bosque; sostuvo la pequeña llama ahora blanca...
—Descansa, Isabella Fevre —susurró como una plegaria y sopló la pequeña llama. El alma de Bella se dispersó entre el bosque y el amanecer.
Y el mundo bajo mis pies ardió con fuerza, con mi propio dolor, y otra vez... otra vez estaba sola.
•Les dejó una imagen de Bella•
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