CAPÍTULO 11.

—KIVELÄ—

Coloqué un último cuchillo en mi cinturón y suspiré cuando por fin el llanto se apagó en la habitación donde había dejado a Magne y al alma de su hermana Bella. Me alegraba verlas unidas, pero también me asustaba la forma en cómo aquella oscuridad dentro de Magne se había quedado demasiado callada desde que estalló.

Lo mejor de todo y lo más sencillo para evitar una guerra sería matarla, pero ¿cómo? ¿Cómo diablos se mataba a algo como eso?

Salí de la habitación; los ojos oscuros de Ker se volvieron para mirarme; había un aura de confusión y de asco rodeándolo. Sonreí.

—¿Por qué no la has matado todavía? —preguntó apuntando con la barbilla a la habitación donde la voz de Magne flotaba de forma alegre.

—Porque no sé si matándola la criatura que lleva dentro también morirá —murmuré y esa respuesta me hizo ganarme una mirada larga y extraña del guerrero.

—¿Y si cayera en manos equivocadas? Ella es un arma, ¿no? —Y alzó una ceja elegante por encima de la otra mientras se cruzaba de brazos. Asentí.

—Estoy seguro que después de lo que pasó con Ludék hay un precio alto por su cabeza, además todas las cortes saben de su existencia ahora... Tenerla aquí hace que arriesgue mi propia cabeza. —Caminé un par de pasos por el corredor y él me siguió.

—¿Por qué no la envías a otro lugar? —preguntó; sus alas ardieron con fuerza detrás de él.

—Porque, como tú mismo lo dijiste, Magne es un arma y una muy poderosa, creo que es mejor que esté aquí por el tiempo necesario... —dije, avanzamos por el pasillo con pasos lentos y en un silencio que me pareció anormal—. Tengo que ir a Artem —murmuré, Ker se estremeció y sus alas de fuego lanzaron chispas detrás. Sonreí; incluso él, un guerrero experimentado, se ponía tenso cada vez que mencionaba que debía dejar Vilém.

—¿Ludék?

—No —susurré y él palideció un poco más.

—¿Quieres que vaya contigo?

—¿Quieres acompañarme a visitar a mi compañera? —Me reí; él volvió a estremecerse y se encogió de hombros—. No, estoy bien. Quédate aquí, Ker. Puedes vigilar a Magne mientras estoy fuera.

Él asintió sin convicción y sus alas volvieron a lanzar otra rafaga de chispas rojas.

—Sí, lo haré.

—Bien. La criatura dentro de ella está dormida; no creo que despierte todavía; le llevará algunos días más; al parecer está agotada —dije y Ker volvió a asentir; todo su cuerpo estaba tenso.

—Me haré cargo, Kiv. Vamos, vete de aquí —gruñó y una de sus alas me dio un ligero empujón cálido, algo parecido a una palmada en la espalda.

—Volveré pronto. La casa está protegida, ella no puede salir a menos que rompa las protecciones; dejaré a los lobos afuera también. —Suspiré—. Si me necesitas, solo llamame, vendré cuando te escuche.

—Bien.

⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆⋆⭒˚。⋆

Detuve mis pasos cuando el suave ronroneo de Freyr llenó mis huesos, sonreí y me acerqué a la orilla del lago. A esa hora de la tarde el rojo era brillante y hermoso; la superficie onduló en el centro y me senté sobre la hierba alta que crecía alrededor.

—Freyr —susurré y una risa suave llegó a mí.

—Cariño —canturreó y yo sonreí ante su proximidad; su forma física apareció de a poco, cambiando y moviéndose con alegría.

—¿Estás bien? —pregunté; ella apareció por fin, su largo cabello del mismo color de la sangre, su cuerpo alto y delgado, la sonrisa que dejaba al descubierto sus largos colmillos. Sonreí de nuevo.

—Estoy bien, Kiv —respondió, pero había tensión en su voz—. ¿La tienen? ¿A la chica? —preguntó mientras se acercaba a la orilla del lago. Se inclinó y rozó mi mejilla con una mano demasiado fría; suspiré. Freyr para mí siempre había sido un sinónimo de tranquilidad, pero para muchos otros no era más que una pesadilla sacada de las noches más oscuras.

—No, ella está conmigo en Vilém —contesté con suavidad; ella se estremeció cuando mis dedos tocaron su mejilla.

—¿Por qué la persigue Ludék?

—Mató a muchos de sus hombres y al igual que nosotros sabe que ella es algo mucho más peligroso de lo que se ve a simple vista.

—Huelo las islas gemelas en su sangre —murmuró y sus ojos se oscurecieron un poco más.

—Estoy seguro que viene de ahí, fue humana en algún momento, hace mucho tiempo —dije, me acerqué un poco más al lago, Freyr volvió a sonreír, pero mantenía su expresión pensativa.

—Lo siento en la tierra, en la forma en que el viento corre. Magne las despertó, ¿verdad? Las islas gemelas salieron de su sueño por fin, ¿no? —Yo asentí; mi cuerpo se tensó al recordar el grito y la forma en que las islas gemelas despertaron de su sueño profundo cuando lo oyeron, porque aquello fue una llamada a casa.

Amélie y Eide, las islas gemelas, eran, al igual que Vilém, tierra viva y consciente de todo a su alrededor; la diferencia entre ellas y nosotros eran sus gobernantes, siempre sedientas de sangre.

Amélie era conocida como la isla de esclavos, pero no cualquier tipo de esclavos humanos. Amélie tuvo en sus tierras miles, quizá millones de humanos a los cuales torturó y asesinó a los largo de años y años. Esta isla fue prácticamente quien llevó a la raza humana a su extinción. Ver un humano ahora es, sencillamente, un milagro o un mal augurio.

Amélie era gobernada por Kareenav, un ser antiguo y poderoso, lleno de deseos oscuros y que nunca dejaba a nadie vivo donde pusiera un pie.

Por su lado, Eide era conocida como la isla de esclavos de seres mágicos, elfos en su gran mayoría. Aunque nunca tuvo tanto poder como su igual, era un lugar despiadado y horrible. Eide era gobernado por la melliza de Kareenav, su nombre era Kyllönen y, al igual que su hermana, era un ser oscuro y vengativo, siempre dispuesto a la masacre.

La antigua guerra las tenía a ellas dos contra el continente de Herleit, Asradi (isla de sirenas), Drakon (isla de dragones y guivernos), Lethinen y también a Ivar.

Fue una guerra brutal y sangrienta; las islas eran demasiado poderosas solo con sus ejércitos de sombras y criaturas de pesadilla, pero cuando Kareenav y Kyllönen se unieron a la batalla, fue una masacre. Usaron humanos como primera línea de defensa y luego a todos los monstruos oscuros que vivían y merodeaban sus tierras. Yo había nacido, debido a esa guerra, de la sangre de mi pueblo y el propio dolor de Vilém. Fue en ese momento con mi nacimiento que la balanza se inclinó de nuestro lado, por mí.

Fui un arma contra las islas gemelas; fui usado para hacer retroceder legiones enteras, pero a pesar de eso nos superaban en número y mi poder todavía estaba disperso y mi mente confundida. Fue allí, en medio de una guerra brutal, que conocí a Freyr, hermosa, valiente y letal; estaba dispuesta a sacrificarse por aquella tierra donde había vivido por siglos.

Junto a Freyr arrasamos con legiones enteras de la faz de la tierra, matamos y destruimos a cada monstruo y cada trozo de oscuridad y con la ayuda de los antiguos Lores hicimos retroceder a las islas hacia el mar de Kahl donde las sirenas mutilaron y mataron a cada criatura que tocó sus aguas.

Nuestro ejército empujó a las islas gemelas de regreso a sus tierras oscuras, y gracias a los hechizos conjurados Kareenav y Kyllönen fueron puestas a dormir sobre sus tronos, porque fue imposible para los Lores matarlas, y llegó la paz, o al menos es lo que pensábamos.

Fui creado por la sangre de los guerreros de Vilém, así que la tierra me reclamó al finalizar la guerra y, a pesar de las protestas de los antiguos Lores de Herleit, me convertí en el gobernante y alto Lord de Vilém y el más poderoso de todos ellos y Freyr, gracias al destino, era mi compañera, mi otra mitad. Sin embargo, los Lores no querían tener a dos seres tan poderosos gobernando juntos. No cuando nuestro poder y nuestra voluntad podrían arrasar con sus propios ejércitos; ellos nos veían como una amenaza de la magnitud de las islas gemelas.

Freyr había nacido en Artem; era salvaje e indomable, hermosa hasta lo imposible y mi pareja, pero poco importó cuando la sellaron y ataron a aquel lago y el muro nos dividió y nos separó.

Pude haber destruido a cada lord y a cada corte que votó a favor de encerrar a Freyr, pero eso solo era el inicio de otra guerra y ya tenía suficiente sangre en mis manos... por ahora.

Así que Freyr y yo fuimos separados y ella perdió su forma física, se volvió sangre, la sangre de todos aquellos que había matado y por años se mantuvo en silencio, sola, extraña y... eterna. Cuando por fin aceptó aquella parte de su destino, volvió a mí, porque a pesar de todo nuestro ser y nuestras almas estaban destinadas a estar juntas de por vida... y en la muerte.

Cada cierto tiempo ella puede recuperar su forma física y salir del lago, pero debe volver al lago o morirá y yo con ella, y ese es el castigo de ambos por defender a Herleit y a su pueblo del poder oscuro de las islas gemelas; fue así como los antiguos Lores y los nuevos nos han pagado por nuestra gratitud y nuestra ayuda. Ahora con las islas gemelas despertando de su letargo y su rabia, quizá volverá arrastrándose a nosotros en busca de ayuda.

—¿A dónde fuiste? Te quedaste callado —susurró Freyr junto a mi oído. Sonreí, porque cada ligero contacto de ella hacía mi alma resplandecer.

—Recordé el pasado... la guerra —susurré. Su forma parpadeó un poco; luego un largo suspiro escapó de sus labios y vibró sobre la tierra.

—¿Crees que haya otra guerra?

—Con ellas despiertas y enojadas por haber sido selladas tanto tiempo, sí, lo creo. —Suspiré, tomé su mano con la mía y la besé con suavidad.

—¿Nos llamarán para liderar sus ejércitos de nuevo? —preguntó con ira en su voz.

—Por supuesto que lo harán; para todo Herleit somos un seguro contra las islas gemelas.

—Mmm —ronroneó, sus ojos brillaron—. ¿Y si nos rehusamos a pelear?

—Mi propio poder y mi vida son de Vilém; mi deber es protegerla, Freyr, lo sabes —susurré; ella asintió.

—Pelearé a tu lado cuando sea necesario, Kivelä —dijo con firmeza. Apreté su mano con más fuerza.

—Tal vez tengamos un arma ahora, cariño —señalé; sus ojos se estrecharon—. Sé que Magne vino de Amélie, ¿dónde más habría humanos ahora? Sé que es un arma y sé que si logramos entenderla y hacer que confíe en nosotros, podríamos usarla a nuestro favor e incluso ayudarla a ser libre —susurré.

—¿Estás seguro?

—He tocado lo que sea que hay dentro de ella —dije despacio; Freyr se tensó y gruñó en mi dirección—. Solo lo hice para entender que es... —aseguré, pero sus colmillos se cerraron con fuerza. Sonreí—. ¿Celosa, Freyr? —pregunté; el lago entero vibró con su enojo, y me reí con fuerza.

—Es bonita, ¿no? —Sus ojos eran oscuros cuando me miró; había rabia en sus palabras. Me asombraba la forma tan humana que Freyr tenía para demostrar sus sentimientos. Acaricié su mejilla con mis nudillos, ella se estremeció, me levanté y mis labios tocaron los suyos con suavidad; me sentí en casa cuando su olor... aquellas notas cálidas e intensas inundaron mi cuerpo.

—Te amo, Freyr... Para mí, tú siempre serás lo más hermoso que ha pisado esta tierra. —Suspiré—. Y quizá, con ella, con Magne, tengamos una oportunidad de por fin obligarlos a liberarte y destruir el mundo si así lo queremos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top