16 | SEÑORITA
El restaurante está vacío. La desoladora ausencia de los comensales, les hace creer que llegan en un momento de inexistente actividad. Como si los turistas hayan desaparecido de Barbados.
¡Ja!
La verdad, esto posee su explicación mágica y nada científica. Sorry, no soy Einstein ni Tesla. En esta ocasión: con gusto he interferido con mi arrollador poder —del cual sale de mi bolsillo, literal—. Los dos se encuentran fuera de la realidad, están invisibles y a su vez, esta lo está para ellos.
Una cosa loca, ¡lo sé!
No podrán —ni deberán— ser detectados, sino Hye Jin y Ho Seok estarán en un serio aprieto. Gracias a mí, nada malo les sucederá ni caerán en un rato amargo por culpa de unos falsos rumores de un noviazgo —que todavía en proceso—, en las vacaciones de ambos.
Ho Seok mira el reloj de su teléfono al corroborar que es temprano, siendo extraño e incómodo. Y su mente se resiste de mencionar la palabra con C, ya que lo parece.
¡Sí, es una Cita, en mayúsculas! ¡Todo un desayuno romántico!
En broma, para sacarse los nervios que comen su estómago, le dice a Hye Jin que es su culpa que el ambiente se vea desértico, solo por haber tardado en arreglarse. Él, en cambio, ni se preocupa por lo que viste: unas bermudas, camisa a rayas y una gorra playera.
La otra tira un pedazo de pan. Su tiro falla, ¡todo un desastre! Él lo esquiva entre risas burlonas, y pregunta como es que tiene una horrible puntería si está frente a frente. ¡A centímetros!
La enfada fácilmente, así que toma un segundo pan, calcula su latitud y longitud, pero Ho Seom se lo arrebata a tiempo. Hye Jin es sacudida por unos escandalosos nervios ante roce de sus dedos. El tacto de él, por mucho que le guste, a veces la lleva a tiempos de adolescencia.
A tiempos de Yugyeom.
Borrar de su memoria una relación tóxica, quitársela de su sistema, había sido difícil. Años de terapia, como de ayuda pasaron para sentirse segura y renovada. Con Ho Seok, es desconocido lo que ocurre o porque desea más que una simple caricia de su parte, aunque revuelva su mente y la estrujara.
—Parece que nadie vendrá a atendernos —comenta ella, mientras él se come el pan que le lanzó.
¡No tan rápido, mis pollitos! ¡No contaban con mi astucia!
—Buenos días.
¡Así es! ¡Soy yo! ¡Mar...! ¡Nam Joon!
Dejo las cartas sobre sus mesas. Enseño una sonrisa fugaz y cordial, con tal de no levantar sospechas, me estoy camuflando en otra apariencia coreana, nacido estadounidense.
Disque Eric Nam.
—Oh, ¡usted es Hye Jin! —exclamo—, ¿podría darme su autógrafo?
—¡Con gusto! ¿Dónde le firmo?
El ceño fruncido de Ho Seok es una buena señal. Añado con una risa reprimida:
—No se preocupe, no le quitaré a su hermosa novia. ¡Tengo esposa y tres hijos!
¿Por qué no me pagan por mis habilidades actorales? ¡Necesito un aumento!
La mueca de él se extiende tras la firma, desaparezco antes de que él me replicara enfadado y avergonzado. Excuse me, nadie va a refutarme la idea, soy el narrador aquí.
Veo que platican con más calma durante mi ausencia, me agrada verles sonreír como cómplices de algún secreto. Ah, estoy orgulloso de mí, porque los ayudo a hacer crecer ese cálido sentimiento que tienen guardado.
—Nam Joon, ¿estás seguro de qué no estás forzando la situación?
El pitufo es el cocinero. Se acerca con un delantal y una gorra de chef profesional. Hago oídos sordos ante su pregunta porque suena como Ivanna. ¡Seguro ella le llenó la cabeza!
—Quieren un desayuno a la americana.
—Me tendrás que explicar la receta —expresa en un bufido—, sabes que no sé cocinar. ¿Me vas a pagar al menos?
—Te pagaré con un abrazo, ¿te gusta eso?
—No.
Miro hacia la mesa. En la espera, los dos charlan animados, de todo un poco. El rojo en las mejillas femeninas es notable desde lejos. ¿Ho Seok lo notaría? ¿Se daría cuenta de la mirada interesada que ella regala?
• • •
Después de compartir el desayuno, los dos sale . Hye Jin golpea el hombro de Ho Seok cuando él opina que había comido como una gallina: a picotazos. Comparación que aunque la irrita, deja salir una risa con resoplos.
Detrás de ellos, vuelven a reaparecer los clientes que fueron invisibles para sus miradas y olvidan regresar a la habitación. A Hye Jin se le ocurrie pasear en la ciudad, su excusa: comprar regalos.
«Quiero llevarle un recuerdito para mi hermano, también otros más», puntualiza en un lindo e irresistible puchero, «no te preocupes si eres pobre, puedo comprar algo para tus padres».
Lo que en su traducción significa: sus suegros. No se preocupen, es que no se acostumbra todavía.
• • •
Confiado, los dejo divertirse a solas (hue hue hue). Cae el atardecer por ese intervalo, y las vistas son maravillosas. Como pinceladas de tres tonalidades diferentes en un enorme e infinito lienzo.
Me abanico con la mano, en la otra tengo un helado de durazno.
—Este descanso es de lo mejor —susurro, sin esperar ver a los protagonistas en un auto alquilado.
No sé porque me impresiona que él, sea el que carga las compras de Hye Jin. Ni siquiera distingo su cuerpo por la acumulación de bolsas. ¡¿Qué le ha hecho a mi muchacho?! Ella trae una pequeña en su mano, altiva y divertida por haber usado a su compañero de habitación como su empleado personal.
¿Qué apuesta habrán hecho? ¡Mueeo por saberlo! Bah, ya lo sabía de sobra.
—¿Te ayudo? —Aguanto una risotada y soplo al verlo arrugar su entrecejo.
—¡Por favor!
Y le quito peso al tomar la mayoría de la carga, él gruñe enseguida hacia la joven.
—No volveré a salir de compras con ella. ¡Me hizo llevar todo!
—¿Les sirvió el traductor, al menos? —pregunto curioso, me resulta hasta cómico su expresión de horror.
—Ella lo rompió. —La acusa como un niño de cinco, incluso la apunta con su dedo—. ¡Lo destruyó con sus tacones!
Tomo una bocanada de aire. Oh, God. Parecen una pareja casada... Y oh, God, tuve que haber estado ahí para verlo.
—¡Ya te dije que lo siento! No lo he roto por gusto... ¡No soy tan boba!
—¡Si lo eres!
—¡Esta mañana me llamaste astuta! ¿Me has mentido? ¡Embustero!
—¡Embustera tú! Me diste ilusiones al comprarle regalos a mis padres y acabé convertido en tu esclavo. Además, manejé yo todo el camino.
—Estaba cansada.
—¿De qué? —Río sarcástico—. ¿De usar la tarjeta?
Masajeo mis sienes, el chillido de ambos me hará perder el juicio. Con un chasquido de dedos, cambio la situación.
La magia los envuelve a mi conveniencia. Un aura rojiza y púrpura, brillante como los fuegos artificiales; esto obliga a Ho Seok a resbalarse, una torcedura de pies, no tan grave por encararla de forma apurada.
Se agarra firme de ella en el asalto, así evita su fatal caída pero, sus labios probaron la superficie, por error, de los femeninos.
Ella pegada contra su torso, su silencio, más sus inhalaciones rápidas, llena de impureza sus pensamientos. Él impávido, sorpendido, confundido, tampoco habla. Nadie está allí para ver el espectáculo, excepto yo.
El segundo es una eternidad, el beso improvisado, rídiculo por casi caerse encima, en una sensación arrolladora y una deliciosa experiencia. Era su boca esponjosa y dulce, un algodón de azúcar de sabor fresa.
—Perdón... Yo no... —No sabe dar una excusa, se traba su lengua y su consciencia—. No era...
Ella se va sin mirar atrás. Con prisas. Asustada. Él no se mueve de su sitio sin perder el rastro de su aroma, ese que, da cosquillas en su sistema nervioso. Es un fuerte palpitar, con deseos de que la tierra se abriera en dos y lo arrastre a la profundidad.
—Ve por ella —propongo—. Yo cuidaré las bolsas.
Le doy un pequeño empujón en la espalda al acabarme mi helado.
—Es que...
Revuelve su melena por la duda, luego no descarta perseguirla. Fue un error, un delicioso error.
¡Eso! ¡Corre, pequeño tigre!
Ah, las bolsas. Todo sea por el placer de ayudar. ¡Se me van a caer las lagrimitas de felicidad!
• • •
Ho Seok piensa que es una exagerada, fue un pequeño y estúpido contacto. No un beso. No es nada, repite incansable.
O tal vez significa todo pero es tonto y no se dará cuenta.
Intenta abrir la puerta, encontrándola cerrada. Usa la copia de la llave, la que tiene colgada en su cuello, y busca a Hye Jin en medio de las penumbras. Escucha sus sollozos, ella se ahoga en ellos y sorbe su nariz entre quejidos.
No entiende porqué llora, ¡si solo fue un choque de bocas!
—Hye Jin...
Da un paso, atemorizado.
—¡Vete! —Tira una almohada, la misma aterriza por su peso en el suelo—. ¡No te quiero ver!
—Fue un accidente, ¿está bien? No fue mi intención —expone nervioso—. ¿Y por qué lloras? No debes llorar por esa tontería.
Voltea su rostro empapado, una imagen conmueve al varón; ella, traga sus propias lágrimas en un gesto de orgullo.
—¿En serio no ha sido nada? —Sus ojos coléricos hacen un enfrentamiento con los de él—. ¡¿No te importó besarme?!
—¿Y qué quieres qué te diga, Hye Jin?
Ella lo medita callada.
Desde mi lugar sonrío expectante. Ho Seok tieme tiempo de sobra, alza su barbilla y limpia con su manga la mancha de su rimel corrido.
—¿Hye Jin?
—Me gustas... —balbucea al fin—. Tú me gustas, Ho Seok. ¡Eso me pasa!
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