08 | IN THE SUMMERTIME

    Hye Jin es la primera en despertar. Frota sus ojos con cierta pereza y se encamina al cuarto de baño para asearse. Son las siete de la mañana, la luz matutina ingresa con fuerza así que aprovecha esa energía.

    A mitad de su trayectoria, su mente le exige ver a Ho Seok, ella no necesita ir muy lejos ya que, él se había dormido sobre la mesa con su notebook delante. Él muy tontito olvidó llamar a sus padres, mientras la llamada perdida de su madre figuraba en su teléfono, al igual que la de su amigo que figura como Yoon Gi. Tal vez hay varios mensajes también.

   La joven niega un par de veces, muerta de la ternura por su bello compás al respirar. Un bebé, un angelito que causa cierta paz al contemplar, también un nerviosismo en el movimiento de sus dedos. Luego arruga su ceño, jurando es indebido verlo por tanto tiempo.

   ¿Ella siente algo por un don nadie? ¡Debía estarlo!

   ¿O tal vez no? Porque la veo temerosa, dudosa.

   ¡Pues mujer! Todos aquí sienten envidia de ti, pff.

   Me pongo a pensar en lo adorable que puede ser ella cuando vuelve a admirarlo en silencio. Distraído, profundamente dormido y sereno. O cuando en una tarea, como la de ayer, recorre sus manos. En sus ojos serios al concentrarse, en su voracidad y pasión por muy poco que le conozca... Y ese aire triste que la obliga a ser menos fastidiosa con él.

   A su lado quiere ser una mujer, no una niña.

   Ah, esperen... ¡No me refiero a eso, cochinos! Esto es apto para todo público, ¡ni lo piensen!

   A no ser que...

   Ay, no, ¡me corrompen!

   ¡Los voy a acusar con Ivanna!

   A la modelo se le forma una mueca, molesta de encontrar a aquel pervertido muy atractivo (¡ya disfruta!). No se percató la primera vez que lo vio, sino en el instante que él ha hecho acercamientos que hicieron doler su pecho y encogerse en emociones que olvidó experimentar.

   Suspiró, blanda en los músculoss, no le gustaba arrastrarse por alguien o que se notara.

   Y sin darse cuenta, la ve con sus feroces orbes, él, ve su alma; ella, retrocede torpe. Sus cejas masculinas se alzan cuando esa situación se le hace divertida. Fruncido de cejas por el destello del sol que entra a sus retinas. Parpadea, estira unos segundos su cuello resentido por el dolor, por la postura que adoptó al dormirse sentado.

    —¿Ya te has bañado? —Bostezó ruidoso, instintivo cierra de nuevo sus ojos al desear seguir durmiendo otra hora.

    —¿Uh? —balbuceó. ¿No le había gritado por espiarle?, que interesante—. Aún no...

    —¿Me dejas dormir en la cama? —pregunta al levantarse del asiento. Ho Seok irrumpió su espacio personal en un susurro: —¿Qué hora es?

    ¿La trata mejor? ¡Obvio! Es probable que va a querer convencerla de ser su modelo antes de cometer un delito por derechos de imagen. Vale, es un buen pie aunque fuera solo interés profesional, como sucedió conmigo al convertirme en su traductor, ¿no? Que no importa, es un avance.

   Go, go, Ho Seok!

   La pobre Hye Jin está confundida, tanto que de manera secreta se pellizca el antebrazo.

   Yo le diría que disfrute del momento y lo besara right now, pero tengo que calmarme, fingir que soy un romántico empedernido. O demencia en el peor de los casos.

    —La siete —traga saliva al verle sonreír de cerca, creyendo que es tan wow con su melena despeinada— y algo.

    —La siete y algo, bien. —Volvió a soltar un gran bostezo—. Despiértame a las ocho.

     —¿Yo? —Su voz fue más aguda y carraspeó, alegando un audaz—: Deberías ponerte una alarma, ¡no soy tu despertador!

    —Tu voz es más ruidosa que mi alarma.

    —¡¿Qué has dicho?!

    —A eso me refería —dijo entre risas adormiladas, luego se tira en la cama. Aliviado por el soporte del colchón, su espalda adquiere una mejor posición, ni olvidar mencionar también del gran placer que la comodidad ofrece.

    Hye Jin se acerca a él, de manera rápida aprovecha en golpearlo con su guardia baja; él fue más listo y atrapa su mano, la atenaza con la suya, por eso abre los ojos con una expresión cansada.

    —Todavía no son las ocho, Kim.

    —Está bien —musita con una mueca digustada. Intenta luchar contra la fuerza de sus orbes marrones, estas la quemaron más que el sol que rige sobre Barbados.

   Y claro, hablamos de nuestro sunshine. Normal que nos queme.

   La suelta tras dormirse, ella corre a bañarse o llegará tarde a su sesión de fotos.

   En cuanto termina de vestirse con un arrebatador vestido verde, teme por la hora.

   Van a ser las ocho, lo que significaba que, uno: Hye Jin demoró en prepararse alrededor de 40 minutos. Y dos: Tenía que yes or yes (soy fan de Twice, ¿okey?), despertar a Ho Seok aunque la idea fuera absurda.

   ¿Es buena idea? O sea, a mí también me daría un poquito de miedo... Bueno, ¡qué sea lo qué deba de pasar!

   Hye Jin ansiosa y dudando, tiene los brazos temblando. No quiere o más bien, no sabe como poder despertarlo sin ocasionarle algún tipo de sentimiento rebuscado. El aire que guarda lo suelta sin ruido, yendo a él en pasos temerosos.

   Okey, esto se alargó mucho. Al paso que va hasta Manuelita ya habría llegado a Pehuajó.

   ¡Yo te ayudaré, señorita!

   Desde mi invisibilidad, la empujo. Ella cae dramática al pensar que se enredó en sus propios tacones, aterriza sobre el torso de Ho Seok, tan cerca de su dulce rostro que su respiración profunda la acicala. El aroma de él, la bombardea, es varonil con una mezcla de sol y arena debido a la salida del día anterior. Su piel desprendía naturaleza.

   Su rubor se extende hasta la punta de su nariz. Ya es muy tarde. Ya está acorralada.

   Je, je, je, je.

   Y yo me río, ¿qué les puedo decir, puercos? Lo disfruto mas que nadie. ¡¿Ya viste, Ivanna?! ¡Te gané! ¡JA!

   La caída aunque es brusca, esto logra traerlo sacarlo del mundo de los sueños. Esa tierra que podía ser adictiva para los humanos.

    —Lo siento tanto... Dios —susurra avergonzada—. Yo... yo me caí.

    Ho Seok termina por abrir sus ojos, preso de la vergüenza también se sonroja. Su peso es liviano, eso no le molesta, su fragancia a shampoo y la esencia de su crema corporal, lo saturan. Tiene que obligarse a inhalar con calma y borrar su expresión incrédula.

    —¿Y se suponía que el pervertido era yo, no? —Evoca una amplia sonrisa, que acaba en una risa contagiosa para romper las tensiones.

    —¡Me caí! ¡Lo juro! Fueron mis estúpidos pies.

    —Que raro. Ya van varias veces que te caes, ¿segura qué eres modelo? —pregunta bromista, lo que la hace hipar de fastidio.

    Se observa adorable toda enmarañada y tímida, ¿no crees, Ho Seok? Mientras, ninguno puede moverse, la cercanía es sanadora.

   —¿Estás cómoda?

   —¿Qué?

   —Que si estás cómoda —reitera divertido—. ¿Me dejas levantar?

   —Sí, sí.

   Ella se apresura, corre a la puerta porque su cuerpo tuvo calor y burbujeaba.

    —Hoy tendré una sesión de fotos, así que no me verás hasta la tarde.

    Ho Seok rasca su coronilla:
   —Está bien —responde, levanta su pulgar junto a una sonrisa de regalo—. Suerte.

   ¡LE DESEÓ SUERTE!

   AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.

   Me MUERO de ternura.

    —Eh... Estás raro... —Aquello le da un escalofrío—. ¡Actúa normal!

    —Uhm... ¡Buena suerte, Chihuaha! ¿Mejor?

    Sí, mejor. La has matado, Don Juan. (Guiño, guiño).

    —Ah, ¡olvídalo! ¡Adiós!

    Cierra la puerta de un estruendoso golpe, lo que provocó que Ho Seok estallara en risas.

   —Le trate mal o bien es una maldita chillona.

   Bufa, recordanso tomar su teléfono y disculparse con sus padres por no haberles llamado.
    —¡Hijito! —exclama su madre felizmente del otro lado—. ¿Cómo lo estás pasando? ¿Supiste por qué te dieron una Penthouse?

   La voz de su madre lo hsce sentir menos solo. Acabando de algún modo en explicarle lo que ya sabíamos. No voy a repetirlo, oigan. Su silencio le preocupa, dichoso por las ocurrencias de la vida. Ella le aconseja que disfrutara esa suerte, oportunidades como esas no suceden a menudo.

   ¡Cuánta razón, señora!

    —¿Y cómo es esa modelo? ¿Es bonita?

—¡Mamáaaa! —berreea su hijo—. Es Kim Hye Jin, ella es bastante...

    Muerde su lengua, no va a decir una grosería y no es capaz de pensar exactamente cuan al tanto esta su madre de ella.

   —Sí, ¡sí!

    —¡¿Qué?!

   —¡La acepto de nuera! -brama la señora Jung—. ¡Es preciosísima, hijo! ¡Es famosa y encantadora!

    Más o menos, sí.

    —Voy a colgar, mamá. —Da aquella penosa excusa porque no tiene ganas de escuchar sus reclamos amorosos—. Todavía no desayuné.

   —¡Ay! Está bien... Tu padre y yo te envíamos besos y abrazos.

    Luego de una larga despedida, suspira, las palabras de su mamá son ciertas en algo: Tiene que disfrutar... Pero aún con tanto, él comienza a llorar.

   No, no, no.

   No llores o lloraré también. ¡No me hagas esto!

   Se toma del rostro, desea dejar salir lo que guarda dentro. Es un llanto sin sonido, sin razón aparente, de la nada se ha angustiado.

   No me gusta nada.

   Así que golpeo la puerta de su habitación. ¡La tumbaría de ser necesario!

   —¿Sí? —Limpia los restos de su húmedo lloriqueo, ni siquiera le he dado tiempo de bañarse.

   —¡Servicio a la habitación! —grito.

    —¿Ah? —Con la vista recuperada, va a abrirme. Ahí estoy, ccon un carrito de comida-. ¿Qué significa esto, hyung?

    —Significa: the breakfast time.

    Empujo el carro, sus ruedas ingresan al lugar, impresionado -actuación pura, ya saben-, por el lujo. Mientras que el desayuno consiste en: jugo de naranja, tortillas con miel, ensalada de fruta y otras delicias que no digo porque sino, les dará hambre. Sonrió, su nariz está irritada, sus ojos iguales.

    Pretendo ignorarlo así que tomamos juntos los aperitivos.

   —¿Y bien? —murmuro al morder una pera.

   —¿Bien qué?

   —¿Sobreviviste a la primera noche?

   No me respondie de inmediato, medita haciendo lucir en sus labios una sonrisa tímida, una que esfuma a los segundos.

    —Sí, claro. No ha sido la gran cosa.

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