Era un día calmado, nada interesante sucedía y todos preferían recorrer los alrededores del Castillo cubiertos de nieve que ha quedarse dentro perdiendo el tiempo. Sin embargo, las únicas personas que se encontraban a la merced de la chimenea, rogando por calor eran Albus y tu; ya llevaba así por unas cuántos minutos y al asegurarle a Scorpius que no habían sufrido un mal de la cabeza pudieron quedarse solos al fin. 

 Albus se quedó contemplando tu rostro, tan tranquilo y hermoso, tus ojos fijos en las llamas del fuego bajo que ardía en frente de ti.  Al ver como la habitación se sumía en silencio Albus vio la necesidad de hacer un movimiento. Con timidez paso un brazo alrededor de tus hombros acercándote más a él y, rogando porque no fuera extraño, apoyo su cabeza contra la tuya. A lo contrario de la reacción que esperaba sonreíste, logrando que el corazón del chico se calmar a un poco y pudiera disfrutar del momento tan especial que había conseguido crear.   

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Tuve que publicarlo de nuevo porque hubo un rollo con mi computadora, pero ya todo se resolvió...que bueno.