V
Hace muchos años
Una pequeña niña castaña lloraba entre las sombras, hace una hora que había corrido lejos de su casa. Estaba enojada con su madre y su hermana, su melliza había destrozado su osito de felpa favorito y le había dicho que fue un error cuando lo hizo apropósito, como era normal la pequeña se enojó.
Renée, su madre, la regañó por tratar mal a su hermana diciendo que fue un error y que no lo había hecho intencionalmente.
TOTALMENTE MENTIRA.
Isabella Swan había sentido celos de su hermana y como venganza destrozó su preciado peluche.
—Eres tan patética —dijo su hermana —. Ganaste un premio a niña Phoenix, pero no puedes vivir sin un estúpido osito.
Sin esperar a más agarró el oso de felpa y lo decapitó.
Ahora la pequeña se encontraba en un parque cerca de su casa escondida entre unos arbustos llorándose y lamentándose que su madre no la quería.
Solo recordar la mirada que le dio y las palabras que le dijo hacía que su pequeño corazón se estrujara.
—Eres una niña muy mala, tu hermana solo lo hizo sin querer y te portas como una inmadura —regañó su madre —. No entiendo que hice para merecerte como castigo.
Lágrimas caían por sus pequeñas mejillas. Sus sollozos eran fuertes y su cuerpo comenzaba a temblar por el frío. Había salido corriendo sin tomar un abrigo y ahora el frío hacía a sus huesos temblar.
A lo lejos una pareja de vampiros escuchó un ruido, sollozos, lamentos y más.
La rubia y el hombre de cabello oscuro fueron a investigar de donde provenía ese sonido. Al llegar vieron a una pequeña niña hecha ovillo tras unos arbustos.
La niña repetía una y otra vez la misma frase.
—Nadie me quiere —decía entre sollozos —. Soy como un monstruo que nadie quiere.
El corazón de los vampiros se rompía al ver a la niña llorar a mares.
—Emmett, no podemos dejarla así.
—Lo sé, mi vida, pero podríamos lastimarla.
La rubia vio a la pequeña, no sentía ni un poco de deseo de beber su sangre así que ignoró a su esposo y se acercó.
—Hey, pequeña —dijo la rubia sentándose junto a la niña —. No llores, eres muy linda para llorar.
El hombre se acercó a su esposa y la niña, sabía que su esposa estaba considerando la idea de coger a la niña y llevarla consigo.
—¿Por qué lloras? —preguntó el hombre.
La niña los miró con desconfianza, sabía que no debía hablar con extraños, pero sus auras eran todo menos malos.
—Mi mamá y mi hermana no me quieren.
—No digas eso, cariño, estoy segura de que tu mami y tu hermana te quieren.
—No es cierto, mi hermana me dice que soy patética y mi madre piensa que soy un error.
La rubia quería ir y drenarlas.
—Nosotros creemos que eres maravillosa —dice el chico.
—Somos Emmett y Rosalie.
—Yo soy Malia —dijo la niña —. Te pareces a señor gruñidos.
El chico estalló en carcajadas.
Ese día se prometieron verse más a menudo, un vínculo inquebrantable los unía, ellos estaban destinados a ser una familia y ella estaba más que feliz de por fin poder tener a alguien que la quiera.
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