Capítulo 9

Esencia y cuerpo.

—No debes sentirte apenada por no recordar las propiedades y usos de cada planta, tampoco por confundirlas, aunque en ese caso debes tener mucho cuidado y prestar mucha atención pues podrías crear un veneno en lugar de un suplemento. —sube las gafas tubulares sobre su cabello rizado atado por una coleta pequeña —Solo anota todo lo que te digo, puedes cargar con un cuaderno de ese tamaño a todos lados y solo necesitas anotar lo que creas necesario, no hay necesidad de poner todas las plantas, solo las necesarias para eventos posibles.

—Lo entiendo.

Luego de la gran batalla en la que había participado junto a Breis, los guerreros del reino comenzaron a prestarle más atención y además de tener más interacciones amigables con ella también se acercaban para pedirle que entrenará con ellos; todo el éxtasis debido al entrenamiento, la libertad y confianza que aquello le brindaba comenzó a distraerla de sus tareas en el invernadero y de sus nuevas clases implementadas por Francin que a esa altura le hablaba sobre los movimientos entre gobernantes y le daba información sobre cada lord a cargo de la magia. Por eso mismo había decidido tomarse un momento de la batalla para aprender algo más, en ese caso, herbolaria.

—Eleonor...

La brisa fría la hizo estremecer al mismo tiempo que a Islang quién se tensó mostrando su gran dentadura entre su congelamiento, ambos volvieron la mirada lentamente hasta observar la sombra que danzaba entre las sombras de las plantas colgantes para terminar uniéndose a la sombra de la humana.

—Yvel... —sonreía nerviosamente al sentir su peso — ¿Cómo has estado?

—... No lo sé, normal... solo venía a decirte que él ha vuelto.

— ¿De verdad? ... —cuestionaba con cierta desgana — ¿Le has informado a Enid?

—Él es un poco irracional cuando se trata de ese tipo, hasta la elfa me recomendó que no le diera esta información...

— ¿Eso quiere decir que necesito ir?

—Lamentablemente, aunque te desagrade, sí.

Ella suspiró sonoramente sacándose los guantes con cierto enfado para acomodarlos cuidadosamente en la barra de Islang, la planta sobre la mesa se le había estado dificultado enormemente debido al inmenso parecido con una planta que básicamente era su contra parte al utilizarla, una era buena y la otra mala.

— ¿Vienes conmigo Yvel? ¿O debo ir sola?

—Iré contigo si eso deseas.

— ¿Estás ocupado? —cuestionaba con una leve sonrisa recargando el cuerpo de la barra de trabajo mientras Islang la miraba curiosamente —Oh, lo siento Islang, creo que tendremos que seguir con nuestra clase más tarde.

—Las plantas no se irán a ninguna parte, así que no tienes que preocuparte... —desliza la mirada hacia la sombra —que tengas... un buen día, Yvel.

La sombra permaneció en silencio, luego de despedirse con la mano, Eleonor comenzó a andar por el laberinto de plantas reconociendo el camino para salir sin necesidad de ayuda, algunos la saludaban y despedían mientras ella seguía de frente dedicándoles sonrisas y afirmaciones. Apenas salió detuvo su andar ante la presencia de Enid, el chico le sonrío con dulzura despidiendo al grupo de tres hombres con los cuales charlaba para así poder acercarse a ella.

— ¿Terminas temprano?

—... Me duele un poco la cabeza... —muestra el libro de forro de cuero —demasiada memorización.

—Es raro que digas eso siendo que eres muy buena con la historia elfica.

Encoge los hombros —Quizá me he sobrepasado para aprender la historia elfica y ahora mi cerebro ya no da para más.

Él ríe mostrando la dentadura, sus palmas van sobre su cadera y su mirada baja para dirigirse a otro lugar siendo incapaz de borrar aquella amplía felicidad mientras Eleonor lo observa atentamente; desde que comenzó a desgastarse por la pérdida de magia Enid había dejado de utilizar aquellos ropajes tan llamativos y en cambio se vestía como los demás guerreros con su armadura de torso, hombros y brazos, y por debajo una prenda sencilla en tono marrón.

— ¿Quieres que vaya más tarde por ti o prefieres llegar sola al entrenamiento?

—No iré en unos días, ya informé a las chicas. No estabas así que olvide decírtelo, pero quiero centrarme en mis estudios de herbolaría por un tiempo, no soy tan esplendida guerrera y al ver que nuestros enemigos utilizan mucha más magia que nosotros... —golpetea su libreta —quisiera aprender algo útil. Islang crea bombas para detenerlos, yo podría ayudarle, creo que juntos podríamos modificarlas para poder utilizarlas en estas pequeñas luchas.

—Yo... creo que podrás hacerlo. —palmea el hombro ajeno para después cubrirse la boca y retroceder —Debo irme, suerte en tus estudios, descansa un poco antes de lanzarte de lleno a ello.

— ¡Ten un buen día! —expone con calma elevando la palma en despedida.

—Lo tienes hecho un lio... —murmuraba.

Ella reía por lo bajo siguiendo los senderos con dirección a la salida principal en dónde Yvel podría hablarle más libremente, en su camino observó a Agatha limpiando los ventanales mientras su mirada sonrojada se dirigía sobre un joven trabajando en los arbustos no muy lejos de ella.

—A... No me respondiste hace un momento ¿Estás ocupado?

—... Lo normal.

—Dime... no estoy segura de que puedas darme esta información, pero... ¿Cómo se encuentra mi mundo?

—Tan apagado y brutal como suele serlo. Te han dado por perdida, encontraron jirones de tus ropas en el bosque y como había muestras de lucha quisieron pensar que tuviste un encuentro con un animal...

—No están muy alejados de la realidad. —confesaba con tono frío y una mirada muerta.

—Ya que no queremos que ellos descubran este mundo me tuve que hacer cargo de tus huellas hacia el bosque de entrada, caminaste muy tranquilamente en busca de la muerte... hice parecer eso un poco más apresurado... nadie quiso entrar al bosque así que algunos te quieren dar por muerta y otros por perdida.

—Es comprensible. —cierra los ojos tomando una profunda respiración para exhalar —Y bueno... no tenía nada de valor en mi pequeña choza, no tenía realmente nada. —ríe dando una negativa —Ahora tengo un par de dagas, me las ha dado Lyrie... —palmea sus costados en dónde un cinturón de cuero desentona con su overol de trabajo en el invernadero para contener sus dagas —Son lindas ¿No lo crees?

—El diseño es mortífero.

—Me gusta bastante el color ¿Qué te parece?

—Desde las sombras no soy capaz de ver los colores...

Observa de reojo su sombra y sonríe levemente —Es dorado, y negro brillante, además de la plata, claro.

—Se supone que la plata lastima a tus amigas, ¿Por qué te daría algo como eso?

—Lyrie dice que hay lobos entre las filas de los demonios, dice que no parecen ser demasiados, mayormente renegados que ocupan su tiempo luchando entre ellos mismos, pero... ahora parecen estar domesticados, atienden a las órdenes de los demonios y podrían atacar alguna vez. Es para defenderme, aunque se trate de su raza.

—Con mi... raza... —expresa con disgusto —no es tan fácil buscar una solución a menos que seas una portadora de luz, magia luminosa. Somos oscuridad y furia, es difícil combatirnos. Ahí está él, ten cuidado, saldré si lo veo necesario.

En un instante su radiante sonrisa se transformó a una mirada desaprobatoria y cansada, y al estar sobre aquella pequeña cumbre expuso por completo su rostro de mentira ante el demonio que la esperaba bajo la sombra de un árbol con el brazo colgado sobre su rodilla elevada.

—Leito... —musitaba con disgusto posicionándose a dos árboles de distancia para tomar asiento — ¿Por qué has venido otra vez?

—Sigo esperando por él... —canturreaba con gracia.

—Evitaré que quién sea venga aquí, no permitiré que obtengas lo que quieres... he oído toda la historia de tu raza y no planeo complacer a uno de los tuyos mientras nos atacan sin compasión...

— ¿Sin compasión? —elevaba la ceja y comisura derecha de su rostro —Me ha llegado la información de que una cruel humana atacó por la espalda a unos demonios controladores de fuego... los que regresaron vivos dijeron que fue un ataque brutal, una licántropa y una humana, feroces... —expresaba con énfasis en su tono bajo.

—Nos defendimos. Ya que por alguna razón los demonios siguen atacando, lo que es extraño si contemplamos el hecho de que ustedes robaron los objetos mágicos de esas criaturas desde hace ya varios siglos... ¿Qué es lo que espera tú raza?

—Comprender como es posible que los malditos elfos consiguieran obtener más magia. Los humanos traicionaron a mi raza y sé quedaron con dos objetos, contando el suyo poseen tres objetos con la misma cantidad de magia... pero no hacen nada con ellos.

— ¿Y...?

Su mirada demoniaca se dirigió sobre la humana. Por la suciedad de la ropa podía deducir que se encontraba trabajando antes de ir a su encuentro, pero su olor... la mezcla de dos olores, el olor ajeno a ella que se acentuaba sobre su hombro, Leito sonrío agachando el rostro sin apartarle completamente la mirada.

—Es un desperdicio, mi gente podría utilizarla y se la merecen. Ellos cambiaron el trato y nos robaron la magia, nos desterraron.

—Les permitieron compartir SU mundo, y según la información recolectada, la verdad es que fueron ustedes quienes no accedieron ya que consideraban a los humanos como criaturas inferiores aún a pesar de que ellos fueron totalmente capaces de robar y hacerse con la magia de tantos seres más poderosos que ellos. Sigo sin entender que tienen que ver los elfos y todas estás criaturas despojadas de sus objetos en ese resentimiento sobre los humanos... no tienen culpa, no merecen ser atacados por tu raza, solo se resguardaron y defendieron como les fue posible.

— ¿Cómo pueden importante tanto? Seguramente eres una infiltrada, humana. Seguramente le estás viendo la cara de imbécil a alguien para conseguir la misma información que mi raza quiere obtener.

—Si quieres creer eso, me viene importando muy poco. ¿Ustedes se merecen la magia? No me hagas reír... —exponía en una exhalación levantándose —iban a robar la magia utilizando a los humanos como sus peones para después robarles hasta su propia magia y desecharlos. ¿Acaso no has visto las guardias de vigilancia por esta zona? Deja de venir aquí, Leito.

—Los he visto y los he ignorado, superado y burlado, pero dime... ¿Quién te informa de que vengo aquí? No creo que vengas cada tanto a investigar, vienes los días precisos a las horas precisas.

—Quizá... —encoge los hombros —estoy utilizando la magia para rastrearte.

Sonríe dando una suave negativa —Eso es mentira.

Ella muestra su cuaderno de forro marrón —Quizá he obtenido la magia a base de su libro, quizá me he infiltrado a su mundo y obtuve los hechizos correctos, como... Tân, tyrd allan o fy enaid a llifo trwof fi. Es... una lengua antigua, humana.

La sorpresa de su rostro se borró en apenas un segundo mientras se ponía en pie tratando de lucir lo más tranquilo posible, pero tanto Yvel como Eleonor fueron capaces de notar aquel cambio en el demonio, su repentino mal humor.

— ¿Dónde oíste eso? —obligaba una sonrisa avanzando en lentas zancadas.

De un rápido movimiento tomó la daga de su costado elevándola por el frente de su rostro mientras flexionaba las rodillas mostrándose muy dispuesta a luchar, él elevó las palmas en una muestra de paz, pero en su sombra Yvel se removía de forma sutil mostrándose dispuesto a terminar con la vida del demonio.

—Tú mismo lo has dicho, una cruel humana al lado de una licántropa efectuaron un brutal ataque contra unos demonios controladores de fuego... —retrocede con pasos cortos y firmes sin apartar la mirada de su posible atacante —al menos me intentaron rostizar unas tres veces durante esa FEROZ batalla, y en el último momento tres de ellos comenzaron un cantico, de sus manos salieron las llamas... el cantico era bajo, pero pude escuchar lo que decían e intenté buscar información sobre ello. Fuego, sal de mi alma y fluye a través de mí. Eso era...

Su mirada desciende bruscamente sobre las palmas de sus manos, los tres presentes observan el reciente resplandor rojizo anaranjado que comenzaba a pintarse en las manos de la humana llegando a sorprenderlos, por mero impulso Eleonor elevaba las palmas alejándolas de las sombras a sus pies, y llegando a causar tal temor en Leito que el demonio terminó tropezando y cayendo de trasero al suelo.

—No... no habías probado... —musita nerviosamente — ¿Cómo?... es imposible que puedas utilizarlo, no tienes magia... no deberías de tener magia...

— ¡Y yo qué sé! ¡Lárgate de aquí! Esta cosa... —dirige las palmas en otra dirección meneándolas con nerviosismo como si intentará apagar el fuego —sigue ardiendo más y más... ¡Vete!

En un gruñido el demonio se levantó en una carrera de huida mientras sus alas brotaban tras su espalda, apenas Leito emprendió el vuelo Eleonor dirigió su nerviosa mirada a la sombra bajo sus pies, en ese ángulo la sombra dónde Yvel se encondía aún permanecía debajo de su cuerpo, muy cerca como para recibir la luz de las llamas que podría expulsar tarde o temprano.

—Yvel... —mencionaba con voz temblorosa, conteniendo la magia de sus palmas —tienes que alejarte, el fuego...

—Acércate a la sombra del bosque y apunta hacia el claro despejado, no me lastimarás. Solo hazlo.

Su avance fue lento y precavido mientras sudaba la gota gorda por el esfuerzo de mantener aquel fuego en sus palmas hasta encontrarse de frente al claro, Eleonor tomó una larga inhalación y suavemente dejó fluir el aire destensando todo su cuerpo. Delante de ambos se expandió una inmensa nube de fuego que se expandía sin detener su avance.

— ¿Se detiene solo? ¿¡Se detiene solo!? ¿¡Qué hago!? Yvel yo no sé...

—Yo no... Eleonor...

El calor que le llenaba el frente del cuerpo comenzaba a volverse frío, su sudor aumentaba, su cuerpo se debilitaba y el color de sus mejillas era succionado por las llamas que seguían emergiendo de su cuerpo. Yvel volvió a llamar su nombre con una mayor urgencia, y a su lado, ahí dónde ella volvía la mirada se encontraba un joven de rostro filoso, mentón largo y casi puntiagudo, nariz alargada y fina, labios delgados, una mirada preocupada en aquellos ojos negros acentuados por unas cejas finas y largas. Yvel. Adolorido por la luz del fuego y abrumado por la apariencia que ahora mostraba aquella chica.

—Cierra los ojos. —ella obedeció sin dudarlo —Centra tu mente en la sensación del fuego, siéntelo desde las palmas de tus manos... —guía su sombra sobre las venas rojas en los brazos ajenos —hasta las venas de tu cuerpo... llega al fondo de él... suprímelo. Detenlo. Fuérzalo a detenerse, que se apague.

Frunciendo el entrecejo Eleonor luchaba contra la fuerza que la hacía mantener las palmas extendidas y el cuerpo erguido, Yvel le susurraba que tuviera calma, que buscara la forma de suprimirlo, y ella jadeaba sintiendo volutas de fuego fluir en el interior de su cuerpo; humo negro salió de entre sus labios cuando sus palmas se cerraron y la fuerza abandonó su cuerpo, Yvel no tenía forma de sostenerla pues no tenía una existencia física en ese plano y hacia bastante tiempo que no había alimentado a su forma maldita, solo pudo verla caer con ese cabello humedecido y apariencia pálida.

—Yvel... —musitaba en su aturdimiento —Fy Enaid...

Una burbuja pequeña y aperlada fluyó con un resplandor desde el pecho de la chica flotando directamente hacia el rostro del hombre sombra. «Su alma» comprendía. Retrocedió con prisa, pero la pequeña burbuja aperlada lo seguía ahí dónde él se dirigiera. ¿Qué era lo peor que podría pasar si la recibía? Aun así, le sería imposible esquivarla, y llevarla a un lugar más poblado dónde cualquier otro fae podría ingerirla sería igual de estúpido. Se detuvo. Centró su atención en aquella burbuja y al tenerla a centímetros de distancia cerró sus ojos inclinando la frente y permitiendo que la frescura de aquella perla se introdujera en su... ni siquiera él sabía cómo llamarse a sí mismo. La burbuja entró en la oscuridad, en ese mundo gris y negro en el cual residía su alma o cuerpo, el mundo del cual no podía escapar, y ahí, delante de él, aparecía Eleonor, la figura desnuda de aquella chica envuelta en un esplendor refrescante... sus ojos se abrieron reflejando un pozo de claridad.

—Yvel...

El llamado venía en un eco de todos lados, aunque sus labios apenas y se movían, ella lo miraba, le llamaba, le tendía la mano mientras una sutil y amistosa sonrisa surcaba aquel rostro fantasmal y esplendido. Al tocar su mano Yvel sintió una brisa fría llenarle el pecho, el frio quemaba, y el frio se convertía en calor... una nube blanca salió de su boca en un jadeo mientras aquella chica volvía a repetir aquella frase.

Fy Enaid... Yvel... Enaid.

Todo ardía.

A la caída de la noche Yvel se despertó con un jadeo sonoro, irguiéndose del suelo en dónde se había quedado acostado, su rostro sentía frio y sus ojos estaban empañados en posibles lágrimas. Regresó en sí cuando una gota cálida le recorrió la mejilla, solo ahí se animó a verse las manos corpóreas, observó el suelo y llevando la mano hasta el frio pasto suave y cosquilloso, húmedo, palpó la tierra con las yemas de sus dedos hasta tocar una fibrosa roca diminuta... y giró la mirada muy lentamente hasta la joven humana tendida a su lado, su piel gris, su rostro apagado, le tocó el brazo frio... y en su pánico la tomó en brazos comenzando una carrera hacia el palacio del príncipe Enid aun cuando sus piernas se sentían débiles y bastante torpes.

Lyrie entró azotando las puertas traseras con brusquedad, jadeaba en su avance rápido y resbaladizo hacia la sala del primer piso en dónde la joven humana estaba acostada en un sofá con los tres curanderos efectuando un hechizo brillante y blanco que le cubría el cuerpo entero. Enid estaba al lado mordiéndose el labio inferior sin importarle el hilo de sangre que le pintaba la barbilla, Islang estaba en un sofá, rendido, aferrándose la cabeza con ambas palmas y Francin rezaba a su lado tocándole el hombro en un intento de tranquilizar al gran hombre mientras Niniel sollozaba en la esquina de la habitación con las lágrimas inundándole el rostro.

—No te dirán nada.

El hombre de cuerpo delgado se levantó de la silla solitaria en la esquina al lado de la entrada, centró su mirada en la licántropa que por igual lo miraba tratando de hacer memoria sobre aquella cara pálida.

—Nadie sabe lo que ha pasado. Efectuó un hechizo de los demonios, y... ni siquiera yo tengo claro lo que ocurrió después, ella logró detener la magia que había invocado, pero... —se aferra los brazos enterrándose las uñas en la piel —no tengo idea de si fue un hechizo o... o no lo sé... yo... —toca su frente con la yema de sus dedos —ella dijo algo de su alma, dijo mi nombre... y luego fue como si ingresará en mí...

— ¿¡Quién eres!? —exigía con dureza, enfrentándolo directamente — ¿¡Quien... eres!?

—Soy parte de la gente sombra. —exponía sin vergüenza, pero con dolor —Lo era... lo soy... no sé qué soy ahora... ella hizo algo...

—Tiene que ser una mentira de tú parte, la gente sombra se alimenta de los humanos, les drenan las energías... —toma al hombre por los hombros, zarandeándolo duramente — ¿¡Qué le hiciste!? —grita.

— ¡Cierra la maldita boca Lyrie! —exigía el mestizo dirigiéndole una dura mirada —Yvel ahora es corpóreo. No importa que tanto se alimente la gente sombra... —observa de reojo al hombre —no se vuelven corpóreos solo por comerse la energía de un humano... algo paso, y la única información que tenemos es la que él nos ha dado, además se ha quedado... —vuelve la mirada sobre la chica tendida y rodeada de una luz blanca —parece sentirse culpable... no fue él... no lo fue...

Enid se acercó al sofá inclinándose sobre su rodilla hasta poder tomar la mano de la joven desvanecida, acercó su frente al dorso de aquella delicada mano que poseía callosidades gracias al entrenamiento físico y el trabajo en el invernadero. Los curanderos siguieron haciendo su trabajo, la luz cambiaba de hechizo en hechizo para tratar de buscar una cura. Lyrie se rindió.

Ante la nueva luz del día cayó una curandera, agotada. Islang se levantó para tomarla en brazos y acomodarla en un sofá, Francin se ocupó de limpiarle el cuerpo con una tela mojada mientras Islang le masajeaba las manos y brazos desde dónde fluía la magia de aquella mujer. Yvel seguía en la esquina de aquella habitación con los codos sobre su regazo sin apartar la mirada de aquella chica mientras Lyrie custodiaba a su lado con el cansancio sobre sus ojos que se cerraban por momentos.

—Lei...to...

Enid levantó la mirada. Todos volvieron la mirada, las curanderas se exigieron para aumentar la magia y apurar la curación, la piel de la chica seguía siendo grisácea, y sus labios no volvieron a pronunciar ninguna otra palabra. La segunda curandera cayó con el sol en su punto más alto, Islang junto a Francin se hicieron cargo mientras Breis consolaba a Niniel, e Inha informaba a Agatha sobre lo que había ocurrido.

— ¿No había una Dríada en ese bosque? —cuestionaba Lyrie de pronto —Quizá ella lo vio, su árbol se encuentra al centro, debió... debió verlo...

—Ahora consigue que una Dríada quiera hablar contigo. —comentaba con tono brusco Agatha —Son solitarias, es imposible que quieran hablar con nadie. ¿Y que podría saber?

—Cualquier cosa nos podría ayudar. —declara con seguridad levantándose de su asiento —Solo queda un curandero y parece exhausto, las otras dos no van a despertar pronto y nadie más puede curar un tema de magia sino ellos... necesitamos una respuesta ahora.

—Ella respira. —declara el joven muchacho que mantenía la magia rodeando a la humana —Sus signos son tan lentos que son casi imperceptibles, pero... el hombre sombra la trajo con vida, y según lo que nos dijo ella debió estar sin tratamiento por bastante tiempo hasta que la trajo... —observa a todos —No creo que sea algo de vida o muerte, pero es algo de tiempo... —menea la cabeza en una negativa limpiándose el sudor contra las mangas de su prenda sin cortar la magia —más que necesitar una explicación de lo que paso, creo que necesitamos comprender el hechizo que utilizó.

—Ni siquiera dijo algo que sonara a un hechizo —musitaba desde su sitio sin apartarle la mirada —Dijo mi nombre, Fy Enaid, luego solo dijo mi nombre un par de veces y volvió a decir esa cosa del alma, y un último Enaid. ¿Qué hechizo puede ser ese?

—Ni siquiera tenemos conocimiento del libro de los hechizos que poseen los demonios —aclaraba Francin acercándose al muchacho curandero para secarle el rostro — ¿Qué podríamos hacer?

—Sí lo hay. —vuelve la mirada sobre su gente para ponerse en pie delante de todos manteniendo una pose erguida a pesar del entumecimiento de sus piernas —Yvel ha estado consiguiendo información junto a uno de los nuestros, tenemos limitamos hechizos y la comprensión de ellos, son muy pocos los demonios que caminan entre la raza humana, pero tenemos algo de información. —observa a la líder de las licántropas —Pronto anochecerá, ve junto a la que te informó del estado de Eleonor y busquen una respuesta de la Driada del bosque, cualquier cosa. —dirige la mirada hacia las elfas y licántropas restantes —Espero que sean buenas leyendo, porque van a ver papeles de importancia y trataran de encontrar una cura para esto. Yvel... —observa de reojo al hombre sombra —ve a mi habitación, toma un baño y despeja tu mente, analízate y comprende lo que realmente ha pasado. Yo me quedo aquí, —toma el hombro del curandero —Apoyando con mi magia.

La sala se vacío en cuestión de segundos, Francin guio a las licántropas y elfas hacia la planta alta pidiéndoles que esperaran en la biblioteca mientras ella buscaba los documentos y llevaba a Yvel a la habitación que ocupaba Enid. Tocando la puerta con sus nudillos la madera rechino antes de abrirse para ellos mientras los candelabros encendían su llama.

—Puedes tomar las cosas que quieras de ahí, la ropa... será un poco corta, pero... —observa el conjunto elegante en el hombre sombra, ropa sacada de la gaveta de Elrond —bien puedes solo volver a utilizar la ropa que traes ahora. —ajusta su voz guardándose el rubor con el recuerdo de haberlo visto llegar desnudo con una chica moribunda en los brazos —Jamás he tratado demasiado contigo, pero... ¿Puedo confiar en que no te irás?

—Mi deseo era desvanecerme de cualquier plano... —se observa las palmas —ella me trajo de regreso, ella me hablaba como si yo fuese cualquier otra persona, ella... ella me tocó... me tocó cuando yo no era más que una sombra. —observa de frente a la elfa —Estoy en deuda con esa humana, y no pienso irme hasta saber que ella lo desea.

Asiente firmemente —Gracias.

Francin se aparta de la entrada permitiendo que el hombre sombra se adentré con su nuevo cuerpo corpóreo observando y palpando, por segundos, aquello que estuviera a su paso, la puerta se cierra con magia y ella emprende el camino hacia la oficina privada de Elrond pasando frente a la biblioteca dónde una charla se lleva a cabo entre susurros, decide no prestar tanta atención y simplemente entra en la oficina abriendo el seguro con una llave. Ante el crujido de la puerta las damas en la biblioteca guardan silencio un segundo, observan lo alrededores y nuevamente se inclinan sobre la mesa para seguir hablando.

— ¡Yo no tengo ningún conocimiento mágico y a duras penas comprendo la escritura y lenguaje de ustedes! ¿Qué puedo hacer aquí que sea de ayuda? Sería mejor que fuera al bosque con Lyrie.

—Yo solo quiero ayudar a Eleonor... —musitaba con desgana y tristeza.

—Breis, no te preocupes. —enunciaba la elfa de pequeñas pecas —Enid esta haciendo todo lo posible para que ella se encuentre bien, sé que podremos hacer algo. Ella mejorara.

—Driadas —musitaba con frustración frotándose el rostro blanco —son seres desconfiados y escurridizos, temen a cualquiera que se acerque a sus bosques y al mismo tiempo no se tientan el corazón... si es que lo tienen... al matar a quién sea que lastimé su hogar.

— ¿Y quién no lo haría? —declara con desespero dejándose caer contra el respaldo de su asiento, las piernas abiertas de par en par y el rostro al techo con frustración —Solo míranos. Es una humana, y aunque sea carismática y dulce...

—E intrépida y guerrera. —comenta con una suave sonrisa tocando la pierna de su compañera de raza —Eleonor es fuerte.

—Y un pequeño animal indefenso a nuestros ojos. —finaliza firmemente para enderezarse del asiento y mirarlas —Lyrie la adoptó como un cachorro, y créeme que no se esperaba que fuera tan brutal a la hora de la batalla, yo sé que Enid la ve del mismo modo, una pobre e indefensa criatura herida a la cual proteger...

—No estoy de acuerdo en ese punto. —señala la elfa de pecas —Enid es la mano derecha del señor Elrond porque nos ve del mismo modo que él lo hace, para Enid somos sus iguales, si queremos blandir una espada él nos dejará hacerlo y solo nos guiará lo necesario, él solo nos trae aquí, y es nuestra decisión lo que hagamos después. El protege a todo el reino, no solo a los seres heridos que vivimos en estas tierras. Pero... si se encuentra verdaderamente encantado con Eleonor.

—Enamorado. —asiente Breis —Perdidamente enamorado de ella, la sobreprotege y busca una excusa para dejarle su olor, a veces pienso... —ríe levemente calmando su decaído estado —que más que ser una mezcla entre humano y Elfo, quizá su madre se haya juntado con un licántropo. Le encanta marcar territorio en cuanto se trata de ella.

—No te discutiré eso. —asiente su compañera de raza —Es divertido verlo arder de furia cuando los otros elfos entrenan con ella o la saludan.

Al verlas tan tranquilas desviándose del tema principal, Agatha frunce el ceño terminando con su puño contra la mesa para atraer la atención de todas las hembras. Francin se adentra con cautela ante el estruendo y mantiene la mirada hacia arriba observándolas desde el primer piso.

— ¿¡Qué les pasa!? ¡Esto es ridículo! ¿¡Qué estamos haciendo realmente aquí!? ¡Utilicen sus cerebros! —señala su cráneo con ambos índices — ¡ES HUMANA! ¡Y SEA O NO LA MASCOTA ESPECIAL DE ENID, NUESTRO SEÑOR DEBIÓ HACERLE LAS PRUEBAS CORRESPONDIENTES PARA PERMITIRLE QUEDARSE! ¡ELLA NO DEBERÍA TENER MAGIA! —levanta el cuerpo con frustración rascándose los costados del cráneo hasta sacar algunos caireles de su coleta —Ella debe ser una infiltrada del mundo humano...

— ¡Qué dices! —exclama la licántropa en un gruñido sonoro para ponerse en pie.

— ¡Agatha! —pide su compañera elfa con la duda pintándole el rostro — ¿Qué dices? Eso no es...

— ¿¡Cómo más podría ser posible que efectuará un hechizo del libro demoniaco!? —gira de frente a ellas —Estamos hablando de un libro maldito oculto en los confines del infierno bajo la protección de los siete demonios más mortíferos. Aunque sea verdad que algunos hechizos deambulen por la tierra... —observa los ojos de todas —se supone que Eleonor era básicamente una pordiosera sin amigos y retirada del mundo ¿Cómo obtendría ese conocimiento? Ni siquiera sabía leer, la han dejado quedarse aquí así que eso significa que no posee magia alguna, pero pudo hacerlo, pudo invocar la magia demoniaca.

Breis se levanta de su asiento y con un movimiento veloz solo basta girar el dedo para lanzar una cuchilla que pasa rosando el blanco rostro de la joven elfa enloquecida, Agatha se paraliza observando el filo clavado contra libros antiguos.

—Pelee a su lado contra demonios escupe fuego, los masacramos y de sus labios salían palabras como las que ese tal Yvel dice haberle escuchado a Eleonor, ¿Necesita leer para eso? Es la desventaja de ese libro de hechizos, solo necesitas conocer las palabras... o eso creo... y serás capaz de lanzar algo similar.

—De hecho, se desconoce si funciona de ese modo. —aclara desde las escaleras con un solo libro en manos, observa a la elfa que antes levantaba falsos testimonios contra la humana —Te sugiero que no digas ese tipo de cosas al azar y frente a quién sea, es una regla de la casa, y creo que lo sabes mejor que nadie Agatha, no es bueno esparcir rumores de la gente. —deposita el libro de forro negro sobra la mesa entre las tres hembras —Aquí su trabajo.

— ¿Tú sabes como funcionan los hechizos del libro demoniaco? —cuestiona con interés la licántropa de cabello rojizo y corto —Has dicho que no funciona de ese modo...

—No lo tenemos claro, es lo malo de que seamos elfos que poseen magia, no podemos probar cosas de este tipo, pero... —señala el sofá libre para que la elfa alejada del grupo tome asiento —hice que Islang pronunciará uno de los hechizos, y no hizo efecto.

—Entonces... ¿Eso que significaría para Eleonor? —cuestiona la licántropa rapada de los costados.

—Pues... —une sus palmas sobre su vientre —no que sea una infiltrada. Enid no es estúpido por más enamorado que se encuentre, y yo misma no lo soy. Yvel la investigó y yo misma envíe a alguien para seguirle el rastro y obtener información de ella. —niega —Es una humana común y corriente con un pasado triste y un presente desafortunado, la única información que no pudimos reunir fue sobre sus padres, ella ha viajado desde muy temprana edad yendo de pueblo en pueblo sin hacerse de amigos. —observa a Agatha —Abre el libro en la página señalada.

La elfa dudó centrando su atención en el pequeño cordel rojo trenzado que marcaba una división entre páginas, se acercó y abrió cuidadosamente el libro, todo estaba en elfico menos el hechizo en sí, y había todo un mar de explicaciones sobre lo que ocurría después de pronunciarlo.

— ¿Fundidor? —cuestionaba hacia la elfa de piel barro de pie a su lado — ¿Qué...?

—Convertirás... —eleva la mano atrayendo un florero grande que posa sobre la mesa —ese florero en líquido utilizando ese hechizo. Así que dilo.

—Pero yo... —musitaba con inquietud.

—Hazlo, es una muestra para que comprendan un poco sobre la magia demoniaca.

Aturdida por las páginas delante de sus ojos, Agatha tragó duramente su saliva y siguió las indicaciones levantándose de su sitio para ponerse de rodillas delante del florero, sus labios temblaban mientras sus dedos acariciaban aquellas palabras.

—Só assim, o sangue em minhas veias, torna-se sangue sem censo... —escupió firmemente.

No ocurrió nada, delante de ellas solo estaba el débil escupitajo de la elfa desprendiéndose de una hoja verde de aquellas flores a punto de marchitarse, su cara se crispó en furia por la vergüenza que la habían hecho sufrir y de pronto, ahí delante de sus ojos, la hoja escupida se volvía liquida fluyendo como agua sobre la mesa hasta volverse tan espesa como la sangre. Níniel se apresuró a quitar los libros de la mesa, Francin Elevó la ceja en duda para dirigirse hacia la elfa.

— ¿Eres una espía? ¿Estás conspirando contra nuestra raza? —Agatha retrocedió ante esas palabras, humillada y comprensiva de la situación —Son poco los hechizos que conocemos, poca la información que tenemos, y pocos los hechizos que hemos logrado efectuar con éxito, y aun así... el resultado no es tal como el de los demonios o como los seres que han efectuado los maleficios, cada caso es diferente.

— ¿Qué lengua es la utilizada para ese hechizo? —cuestiona la joven de cresta con el ceño fruncido y la atención en el líquido verdoso sobre la mesa.

—Son diversas lenguas humanas, y los hechizos son frases compuestas con un único punto en común, partes del cuerpo humano, la sangre, el alma, el corazón, los pulmones, los huesos, las extremidades, hechizos atroces para causar dolor. Desconocíamos completamente el hechizo que utilizaban los escupe fuego porque normalmente lo dicen en un tono tan bajo que es incomprensible para nosotros, además estando en el campo de batalla es difícil prestar más atención a las palabras en lugar de a la criatura que podría matarte... —palmea el libro —ya he escrito el hechizo que pronunció Eleonor, si quieren probar suerte pueden probarlo fuera de aquí, pero... —frunce el labio elevando la comisura izquierda —viendo el estado de Eleonor no lo recomiendo. Quizá el costo es muy grande.

En la segunda casa Lyrie subía a toda prisa por las escaleras exteriores para llegar al tercer piso, se adentró por el pequeño balcón que servía más como pasillo que como balcón y siguió adelante hacia los pasillos ubicados del mismo modo que la planta baja en la cual ella residía. Tocó duramente la puerta de las vampiras.

— ¡LORETA, HAIS! ¡MISIÓN DE ENID! ¡TIENEN QUE AYUDARME!

—Mierda... solo entra y deja de gritar... —ordenaba con voz ronca desde el interior.

Con un movimiento rápido Lyrie abrió y cerró en un segundo tomándose un momento para que sus ojos percibieran la oscuridad, ambas vampiras gemían incorporándose de sus camas con desgana y cansancio mientras Lyrie caminaba hasta encontrarse frente a sus literas. Nadie compartía habitación con la raza vampírica. Loreta se rascaba el cráneo alborotando las hebras bien atadas de sus trenzas mientras que Hais se encogía sobre su propio regazo tratando de despabilarse.

— ¿Qué misión? —cuestionaba en un bostezo la vampira de trenzas — ¿De qué hablas?

—Necesitamos ir a buscar a la Driada del bosque y obtener información sobre lo que paso con Eleonor.

— ¿Y por qué nosotras? —exponía en una queja desde la litera al otro lado de la habitación.

—En sí, solo debería hacerlo Loreta, pero... —suspira, acercándose a la ventana para analizar la altura del sol —no tengo idea de cómo tratar con las Driadas, y la inteligente de entre ustedes es...

— ¡Lo sé! —declara con calma y orgullo alisándose el cabello —Soy la más adecuada para cumplir ese rol.

Lyrie sonríe — ¿Vienen?

Al salir de la segunda casa las tres se pusieron en marcha hacia la primera casa y la salida, pasaron por el recibidor de la casa en dónde ambas vampiras dieron una reverencia ante el grupo ahí reunido, un joven curandero, el guerrero Enid, Islang y Francin, observaron de reojo a la humana tendida sobre el sofá con los ojos aun cerrados.

—El sol caerá dentro de poco —informaba Lyrie abriendo la puerta principal — ¿Cómo procederemos?

—En primera, déjame ir a hurgar en la cocina de la casa. —pide la vampira de cabello lacio atado en dos coletas de caída libre —Loreta y tú podrían ayudar buscando unas cuantas joyas. Las dríadas son mágicas por sí mismas, las han hecho creer que son lo más cercano a un dios o ser supremo, y puede que lo sean, pero se han vuelto bastante engreídas así que la mejor forma de acercarse es darle algún tipo de ofrenda.

—Vayamos a preguntarle a Enid por algunas joyas. —expone hacia la vampira a su lado, luego mira a la joven de coletas —Confiaré plenamente en ti para esta misión, Hais.

—Lo están poniendo en manos plenamente espectaculares.

Lyrie sonrió en una negativa palmeando el hombro de la vampira para ponerse en marcha hacia la estancia, los cuatro presentes la observaron, el chico curandero parecía rendido y a punto de fallecer del cansancio, su rostro estaba pálido como un fantasma y había ojeras rodeando sus ojos. Lyrie se sorprendió cuando las botas con tacones de Hais resonaron en su dirección, cuando la joven vampira paso a su lado sin mirarla.

—Detenlo. —exigía Loreta —Algo se encuentra mal con lo que hacen... —avanza hacia las chicas dormidas admirando sus rostros y tocándoles el cuerpo —Detenlo. Que se detenga. —exigía hacia el chico —Que venga a revisar a sus compañeras, algo anda mal aquí.

Enid dudó admirando al joven chico y a la humana en el sofá —De... detente.

El chico obedeció y al cortar la magia pudo sentir el aire regresándole más plenamente a sus pulmones, Enid se puso en pie para ayudarlo a caminar hacia las jóvenes tendidas en los sofás individuales, luego observó duramente a la vampira.

— ¿Por qué lo detuve?

—Puedo sentirlo... —removía los labios luchando con sus colmillos —estas dos están por morir, les... extraen el alma. Hay magia demoniaca en el aire, muy imperceptible.

Las ofrendas a la Driada no funcionaron, no quería oírlas, no quería verlas y no quería a nadie cerca de su bosque, las curaciones se detuvieron para Eleonor y dieron inicio hacia las dos curanderas poseedoras de magia, pero ninguna había vuelto en sí y parecía que la magia junto a la esencia de ambas curanderas seguía abandonando sus cuerpos lentamente, no había explicación ni comprensión sobre la magia demoniaca. En la preocupación habían pasado dos semanas y media. Yvel salía de la cocina con un platillo caliente en mano y se dirigía hacia el príncipe Enid quién permanecía agazapado en un sillón aferrándose el rostro entre maldiciones.

—Tienes que comer.

—Ella no ha comido en todo este tiempo.

—El curandero le ha administrado los suplementos necesarios y el gigante enano le ha dado pócimas de fuerza. La humana se encuentra... —observa de reojo a la joven que remueve los labios por momentos —bien.

—Si se encontrará bien estaría entrenando con los otros guerreros, o estaría en el invernadero aprendiendo herbolaria con Islang. Pero se encuentra ahí, inmóvil.

— ¿Y ya? ¿Eso es todo lo que harás? Matarte de hambre para que ella vuelva en sí... al menos los otros lo están intentando.

— ¿Y qué puedo hacer exactamente? —exclama con enfado mirándolo de frente —Ya he intentado intervenir con magia para detener el drenado y... y aun no puedo hacer nada.

—No quieres intentar nada que te haga separarte de ella. —expone con certeza —Di la verdad. Sé que puedes hacer más que esas licántropas y elfas, tú tienes todo el conocimiento de reyes anteriores que experimentaron con magia y el conocimiento nuevo que has recaudado sobre la magia gracias a mí. Ella estará bien, sea quien sea, alguien del grupo viene y se sienta con ella, le habla y espera a que se mejore. Yo mismo puedo quedarme aquí con ella. Fui el último en estar con ella aquel día, y sigo aquí, a su lado. Igual que todos, igual que tú.

—Y ¿Qué puedo?...

—Primero que nada, intenta buscar la forma de retener lo que les pasa a tus curanderas, ellas son las únicas con conocimiento medico mágico de generaciones que podrían ser capaces de hacer algo. Según las vampiras, están perdiendo su esencia, piensa, un hechizo, algo que pueda...

—Nuestra magia no funciona de ese modo, no hacemos rituales o canticos, pensamos y efectuamos...

—Pues quizá deberías comenzar a intentar otras cosas.

Enid lo pensó durante unos minutos y segundos después centró su mirada en aquel ser corpóreo; el joven de melena negra y rostro filoso, atractivo ante todo, aún ante esa mirada dura que le estaba dirigiendo en aquel preciso momento mientras le acercaba el plato de comida casi exigiendo que entrara en sus cabales; con una inhalación profunda Enid se puso en pie tomando al platillo que le ofrecían, dio una última mirada sobre la joven rubia tendida en el sofá y bajó la mirada para salir con dirección al segundo piso. Yvel miró aquella figura alejándose y con apenas perderlo de vista comenzó a acercarse hasta la joven dormida, el curandero estaba tomando un descanso para comer e investigar, pero posiblemente volvería cuanto antes para seguir inspeccionando el estado de las tres mujeres; con total suavidad la mano grisácea del hombre sombra se desplazó por el rostro de la joven humana desde su sien hasta su mentón, luego regreso acariciando con los nudillos hasta apartar algunos cabellos rubios.

—No tengo idea de lo que hiciste. Pero... de algún modo... —observa la mano desnuda al borde del sofá, arrodillándose toma aquella mano humana dirigiendo los nudillos de la joven hacia su frente —sigo sintiendo tú presencia en mí, como si... estuvieras conmigo. Anoche he soñado... soñado... —sonríe tristemente elevando la comisura izquierda de sus labios —nunca pensé que podría volver a soñar... y te soñé.

Lyrie salía del bosque con paso apurado y molesto, un gritó frustrado escapó de sus labios con tal dureza que las aves y animales de los alrededores echaron a volar y esconderse, entre gruñidos y frotarse la cara dejaba caer su cuerpo sobre el pasto quemado para golpear duramente la tierra hasta dejar un agujero bien definido por sus nudillos.

—Guarda esas garras, loba desquiciada. —exigía con desagrado exhalando un gran suspiro. Frotando su nuca exhalaba un suspiro tratando de contener su malhumor —Yo también estoy odiando a esa Driada, pero no podemos hacer nada si la maldita no quiere decir ni un carajo.

—No nos va a ayudar que ustedes dos se la pasen insultándola en las cercanías de su bosque. —exponía con calma alisándose la falda de cuero y revisando sus mayas de ceda que se habían rasgado por las ramas del camino —Todo el bosque alrededor de su árbol es básicamente su dominio, aquí, —señala la arboleada de la cual apenas habían salido —ella aun nos escucha.

— ¡Pues qué me escuché! ¡Eso quiero lograr desde que Eleonor cayó en ese estado tan extraño! Maldita sea —expresaba hacia el suelo sosteniéndose con ambas palmas firmes en la tierra, un último gruñido abandonó su boca y en segundos se encontraba de pie — ¿Qué más podemos hacer Hais? Cualquier cosa, no me interesa, solo... —agacha el rostro con impotencia —ella sigue dormida y desconocemos si va a mejorar o simplemente...

—Sí te soy sincera... —cruza los brazos descanso su peso sobre su pierna izquierda —la Driada no nos dirá nada sin importar la estrategia que utilicemos... ¿Has pensado en recurrir al otro involucrado?

—El tipo sombra dice no saber nada además de lo que ya nos ha dicho.

—No hablo de él, Lyrie. —señala el interior del bosque —El demonio al que ella venía a interrogar. Sea como sea, la humana utilizó magia demoniaca ¿Quién mejor para hablarnos de ello?

—Creo que conseguir una declaración de ese tipo será más difícil que sacarle información a la Driada... —exponía en una negativa mirando a ambas —no solo porque no ha venido, los demonios no te van a dar una información tan sagrada solo porque se las pidas. Ni siquiera quisieron compartir la magia con nuestra raza Hais.

—En su defensa nosotros ya poseemos cierta magia. —encoge los hombros restando importancia —Al menos la necesaria para no dificultarnos la caza. No la necesitamos.

—Ese maldito no ha venido desde el incidente... —gira hacia el descenso en dirección a la casa —además... creo que el mayor problema con eso no sería encontrarlo... tenemos que pedir permiso para hablar con él.

El joven curandero volvía con un emparedado de pavo en los labios y tres libros apilados sobre su brazo izquierdo mientras inspeccionaba el libro superior pasando las páginas con su mano libre, su rostro se encontraba decaído, opaco de cansancio y frustración por seguir revisando libro tras libro sin haber encontrado algo que le fuera útil para ayudar a sus compañeras de oficio, jamás antes se había presentado una situación así, ni por sus ancestros cercanos ni por los lejanos después de vivir la gran traición en dónde se perdieron cientos de conocimientos; el azote de los gruesos libros resonó por toda la estancia junto al acuoso sonido de la carne jugosa que caía de entre sus labios con todo el emparedado, en el sofá de la estancia delante de él, el hombre sombra seguía siendo corpóreo, pero a su alrededor se extendía una bruma negra que lo rodeaba junto a la chica de melena rubia.

—O... oye... —avanzaba, titubeante, dando una mirada tras su espalda en busca de cualquier ayuda —Oye... oye, oye, no deberías hacer eso, no sé que estás haciendo, pero no deberías... —detiene sus pasos al notar los ojos cerrados del hombre — ¿Yv... Yvel? Oye... —acerca su mano temblorosa al hombro del joven —oye... Yvel...

En un jadeo el joven echaba la cabeza bruscamente hacia el techo mientras una bruma negra le ennegrecía los ojos completamente, su cuerpo cayó de rodillas aferrando el hombro de Yvel, inmóvil, a su lado.

Francin recién entraba a la estancia aferrando la mano de Islang al momento de emitir un profundo suspiro, fuese como hubiese sido al inicio, la chica humana había comenzado a agradarle con el tiempo, al menos era obediente y le gustaba aprender, y no había nada más preciado para los elfos que el conocimiento, así que no podía negar que se encontraba preocupada por ella. Islang le apretó la mano deteniendo su andar, y ella lo observó dudosa, estaba tan perdida en sus ideas que había comenzado a andar con los ojos cerrados permitiendo que el gigante la dirigiera, pero... ante sus ojos en aquel sofá...

— ¿Qué ha...? —gira el cuello en dirección al segundo piso — ¡ENID! ¡ENID! —soltando la mano de su pareja volvía al recibidor — ¡Muchacho! ¡ENID! —exclamaba en pánico sintiéndose falta de aire en los pulmones.

— ¿Los separo?

— ¡No los toques! —expone con fiereza volviendo escalones abajo sujetándose las largas faldas —Eso no es magia, bueno... no como la conocemos, creo que es... parte de la maldición que le lanzaron a Yvel, esas sombras son su maldición.

—Pero... —apunta al trio, el curandero de ojos negros, la humana de ojos blancos y el hombre sombra plácidamente dormido entre ellos —eso no se ve bien.

Ella cubre sus labios aferrándose a su labio inferior entre su pensar, aferrando el brazo de su pareja para evitarle seguir sus instintos. Las licántropas bajaron con prisa siguiendo seguidas por las elfas y Enid que les seguía de cerca con el rostro cansado y en pánico, todos se detuvieron ante la escena.

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