Capítulo 8


El demonio.

"Los demonios fueron los que dieron la cara el día del ataque, ellos se presentaron con los mentones y el orgullo en alto para exponer su victoria y burlarse de aquellos caídos que ni siquiera sabían que estaban en el centro de un campo de batalla. El fuego quemó los bosques, los demonios con armas y hechizos atacaron a las otras especies torturándolas antes de brindarles una muerte. Fueron muy pocos los que lograron huir aquella noche, muchos se volvieron locos por la pérdida de la magia y aquel algo que no podían identificar, pero sabían que habían perdido, otros estaban en pánico total, y unos cuantos ardían en furia buscando venganza por sus familiares masacrados y por la magia robada.

La huida duró meses, los demonios enviaban grupos para intentar dar con los fugitivos que tenían que cambiar su escondite cada tanto, los gigantes tuvieron el tiempo más complicado y la gran mayoría fue sometida para volverse sus bufones personales, pero un día, se dice... un humano se presentó delante de los demonios que regían en una lucha por el poder, hizo lo mejor que supo hacer y los engaño para llevarlos a una guerra entre ellos mismos.

En el caos de la guerra propia y la soberbia de haber engañado a LOS MÁS INTELIGENTES, los demonios no exigieron la entrega de los objetos mágicos ni intentaron robar el objeto mismo de los humanos, aquellos humanos escurridizos que de pronto desaparecieron por completo de aquella corte de pesadillas mientras los demonios luchaban en busca del más poderoso para poseer todos los objetos. Luego de eso los demonios les hicieron el trabajo sencillo, la gran mayoría estaban malheridos así que, durante el veredicto de los humanos, que ahora poseían cuatro objetos mágicos contando con el suyo entre ellos, y los hechizos que en algún momento de todo el desastre habían logrado robar del libro secreto de los demonios. Tenían una fuerza y cantidad mayor que ellos.

Se dice que los humanos eran una gran mayoría cuando se presentaron frente a los demonios malheridos y agotados, los objetos no estaban a la vista, y aunque lo hubieran estado, parecía ser que los humanos habían logrado manejar la magia y al menos un grupo de ellos era inmune a los poderes demoniacos de control, los otros contaban con el conocimiento necesario para manejar la magia."

—No quiero que lo hagas.

Su mirada se apartó de las páginas del libro para descansar sobre aquel rostro decaído y cansado. Enid había entrado a la biblioteca y ella estaba tan sumergida en la comprensión y adaptación de las palabras que ni siquiera se había percatado de su presencia hasta que él habló. Quitándose las hojas y libros de las piernas, Eleonor se incorporó del pequeño banco, acolchado y fijo en la ventana hexagonal, bajando sus piernas al suelo hasta encontrarse de frente a él.

—Te ves agotado Enid.

—No quiero que lo hagas.

Su rostro fruncido dejaba en claro un dolor interior. En los últimos días una disputa constante se llevaba a cabo en la casa principal, Eleonor no los había visto discutir directamente, pero ya que la biblioteca y el balcón del té estaban cerca de la oficina prohibida, era muy fácil escucharlos discutir.

—Enid. —toma la mano del chico con dulzura para guiarlo al sitio libre a su lado —El señor Elrond lo ha pedido directamente, no puedo negarme.

—Él se equivoca. No debería ponerte en tal peligro. —ruega con una mirada directa a los ojos ajenos —Tú no tienes nada que ver con ese tipo y todo lo que hizo aquí.

—Oye... —acaricia su rostro tratando de darle calma —tienes razón, pero si puedo ayudarles a detener lo que sea que ese chico este haciendo...

Dos noches después de verlo tan decaído y frustrado acudió al lugar dónde normalmente podía encontrar a uno de los dos por accidente, esa vez se encontró con Enid agazapado en la mesa cubriéndose el rostro con un brazo mientras veía la luna en alto, se sentó a su lado y comenzó a contarle todo lo que aquel demonio le había dicho sin excepción alguna, Enid permaneció con la mirada perdida.

—No necesitas ayudar. No quiero ser brusco con este tema Eleonor, pero eres una simple humana... —traga saliva —llevamos años movilizándonos en busca de obtener nuevamente nuestro objeto mágico, tenemos espías entre los demonios y entre los humanos. No te necesitamos.

Ella retrocedió con los hombros cayéndole en desanimo y el pecho martillando en inquietud, su boca se abrió y las palabras salieron antes de que su mente pudiera detenerla.

— ¿Qué está pasando realmente? ¿Qué me ocultan ustedes dos? Elrond y tú, hay algo raro en todas esas historias que me cuentan ¿Por qué eres tú el dolido con este tema si el que vivió una historia similar es él? ¿Por qué me apartas de esto? ¿Es que...? —aprieta la mandíbula levantándose para situarse delante de él con la palma en el pecho — ¿Dudas de mí? ¿Crees que los traicionaré? ¿Es eso? Solo dímelo Enid, porque te juro que no puedo comprenderlo aun cuando... —toma el libro cerrándolo de un manotazo —aún si lo intento con todo mi corazón.

—Estar en el medio de esto hace que la gente dude de ti. —al ver la decepción en el rostro ajeno se levanta intentado borrar sus palabras y tocar las manos ajenas —Yo no dudo de ti, yo no lo hago, pero atraes demasiadas miradas Eleonor, la gente susurra... ahora las vampiras saben que tienes alguna conexión con él, que preferiste curarlo a matarlo... no quiero que te envuelvas en esto. Podría ser que alguien intente atacart...

—Sorpresivamente las vampiras y las licántropas confían mucho más en mí de lo que tú pareces hacerlo. Puedes preguntarles directamente. —exponía con el mentón elevado y el rostro fruncido —He hablado con ellas, dicen que soy muy tonta, pero me aceptan como la posible tonta que soy.

—No quiero sonar como un imbécil al decir esto, pero... son vampiras...

Ella retrocedió en un parpadeo lleno de confusión. El chico dulce y amigable que parecía tener buena relación con todo aquel que se lo permitiera, el chico noble, bromista que reía con todas aquellas especies haciéndoles compañía... su mirada bajó con decepción.

— ¿Todos siempre utilizan máscaras? Él lo hizo conmigo, me mostró el buen tipo que era no simplemente conmigo, sno que, con todos aquellos a su alrededor, sonriendo como si fuese un ángel caído del cielo... y yo le cre... como te creí a ti. —suspira con pesar —Pero también me has engañado. El siempre comprensivo Enid, el tolerante a las diferencias porque él mismo es parte de ellas, pero... —baja la mirada removiendo el mentón entre sus pensamientos —mírate aquí, diciendo que ellas son... vampiras, como si eso probará algo.

—No quise... —intentaba alcanzarla, pero ella retrocedía en una lenta y constante negativa.

—Lo quisiste Enid, lo quisiste porque lo has dicho, te he oído y lo he visto en tus ojos, la sinceridad de esa creencia, mi amigo mestizo.

Él se estremeció ante el tono de aquellas palabras, su cuerpo tenso se detuvo y aunque sus labios trataban de moverse en palabras que su mente desconocía, al final no fue capaz de decir absolutamente nada, simplemente la miró, esos ojos que lo desconocían mientras la frustración se instalaba en todo su cuerpo queriéndolo hacer llorar delante de ella, sus manos temblorosas subieron contra sus mejillas hasta aferrarse a sus rubios cabellos anaranjados llevándolo a ovillarse contra sí mismo. Ella se contuvo, se contuvo como tantas veces lo había hecho antes, y sé quedó ahí mirándolo tan abrumado y perdido sobre sí mismo.

—Deberías dejar de sufrir por idioteces sin sentido y centrarte de lleno en lo que estamos haciendo. Me prometiste salvación, y estás perdiendo el tiempo en dudas y secretos.

De entre los libreros se exponía una sombra humana con los bordes borrosos y ondulados, Eleonor inclinó el rostro, dudosa de lo que veía, una sombra sin boca ni ojos que podía emitir sonidos, que hablaba con sentido y emitía una sensación terriblemente helada.

—Te dije que la he investigado, y sabes que mis investigaciones son muy certeras y cuidadosas... príncipe Enid.

— ¿Princip...? —volvió la vista sobre su amigo en cuclillas que seguía aferrado a sus propios cabellos, sus temblores habían cedido y ahora solo permanecía quieto mirando aquella sombra —Príncipe —musitaba para tragar grueso.

—Es el verdadero rostro del señor de la casa. —exponía con voz calma moviéndose entre las sombras de los libreros —Tu salvador, aquel que te encontró en aquel bosque con la ropa rota y el cuerpo herido, el mismo que te trajo y decidió... que de alguna manera eras importante, así que te mostró el espectáculo que les ha mostrado a todos los demás.

—Yvel —murmuraba con furia, bajando las palmas contra el suelo —Cállate. —exigía.

— ¿Qué pasa? ¿No se me permite estar enfadado? Me prometiste algo príncipe Enid, me prometiste que me liberarías de esta maldición, de las sombras, me prometiste que sería libre, pero... —desliza su fría presencia alrededor de la humana —ella te distrae, tu necesidad de mostrarle tus dos caras te agota y te deja inservible para la batalla que se avecina.

— ¡Yvel! —exclamaba con furia formando un halo de luz que dirigía duramente contra las sombras — ¡Cállate, maldito!

— ¡Exacto! ¡Justo eso príncipe Enid! —exponía en tono alto escondiéndose bajo la sombra de la humana — ¡Estoy maldito, por eso estoy aquí ayudándote, por eso me infiltró a tu favor!

— ¡Enid! —pedía con ambas palmas al frente, su rostro estaba iluminada por la luz blanca potente del hechizo y sus ojos se entrecerraban del dolor mientras se acuclillaba —Basta... basta Enid...

— ¡Ey!

La exclamación arrancó la luz de las manos del príncipe mestizo al momento que las puertas se abrieron en un azote de par en par, Elrond estaba ahí presente con el ceño fruncido y los dientes blancos a la vista mientras su mirada iba y venía entre los tres presentes de la sala.

— ¿¡Qué demonios piensan que están haciendo!? ¡Enid!

— ¡Mierda! —frunció el ceño en enfado sacudiendo los brazos con brusquedad — ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡De verdad lo siento! ¡Sé que soy un imbécil! ¡Lo sé!

Elrond se adentró en la sala deteniéndose al lado de su huésped humana para tomarla por el brazo en busca de encontrar cualquier daño que alguno de los otros dos presentes le hubiesen podido causar, por suerte no parecía haber más daño que la simple conmoción. Su dura y firme mirada negra se dirigió sobre el mestizo de la sala.

— ¿¡Qué crees que haces!? ¡Le dirigiste la magia a ella!

— ¡El idiota de Yvel se ocultó detrás de su sombra!

— ¿¡Y por eso la ibas a herir!?

— ¡Solo era...! —exhalaba un suspiro abrumado dando media vuelta hacia la ventana entre un caminar lleno de frustración y enfado — ¡Solo era luz! —explicaba más calmadamente —nunca pensaría en herirla...

— ¿¡Y tú!? —se dirigió sobre el hombre sombra que se encondía entre los libreros — ¿Qué demonios hiciste para hacerlo perder el sentido?

—Decirle la verdad a ella. —confesaba sin miedo ni pena —Les dije que no me resulta de ayuda que estén montando todo este teatro para ella. El príncipe se encuentra exhausto y tú no puedes utilizar la magia sin él.

Eleonor parpadeaba ilusa de todo aquel teatro, las quejas del hombre sombra y la inquietud del gran Elrond, y Enid, Enid que se mantenía cabizbajo y alejado de todos ellos apretando los parpados y los puños con tanta fuerza que su cuerpo estaba temblando.

—Yvel... —pronunció en un murmullo que atrajo todas las miradas — ¿No sabias que ese demonio estaba rondando por los bosques?

—Mi trabajo mayormente es al otro lado del portal, me encargó de la actividad humana y demoniaca, de buscar los objetos perdidos que siguen moviéndose constantemente haciendo imposible su encuentro. No lo sabía, y de haberlo sabido les hubiese informado.

Ella asintió — ¿No lo viste?

—No.

— ¿Podrías acompañarme sin ser percibido por él?

— ¿Qué? —exclamó desde el ventanal girándose hacia ellos — ¿Qué dices?

—Tengo que encontrarme con él, puede que ni siquiera pueda verlo si voy hoy o mañana, ni siquiera sabemos si volverá a venir o cada cuánto viene... pero hoy iré. —expresaba con decisión dirigiendo la mirada hacia la sombra — ¿Crees que podría percibirte?

— ¡Ja! —exclamó con orgullo —Para su maldita suerte, la maldición que me lanzaron y a todos los que ahora son... de mi especie... —comentaba con disgusto —los pasa por alto, nos hace invisibles ante cualquier especie, no emitimos olor, no somos visibles a menos que lo queramos y... —la sombra se ensancha a los lados —como has podido ver... no importa el lugar, no hacemos ruido alguno. Así que no, no será capaz de percibirme a menos que se me ocurra esconderme en su sombra... Lo sentiste ¿No es así?

—Un peso extra —asentía.

—Y, de hecho, si de pura casualidad hicieras equipo conmigo hasta podríamos meterme en su sombra sin que se percatará, me infiltraría en sus líneas mucho mejor de lo que lo he hecho antes.

—Eso sería muy peligroso —exclamaba Elrond.

—Pero útil. Príncipe Enid, ¿Qué nos dice usted?

—Yo no la quiero...

—Me rehusó a una negativa. Pero a cambio quiero información... —observa la sombra —información que tú me darás.

—Esas agallas...

De entre las sombras unos dientes blancos y humanos se transformaron en fauces filosas, por un breve momento Eleonor pensó que podía divisar una cara entre aquella penumbra, pero de pronto todo aquello volvió a ser no más que simple negrura y ella no tuvo más opción que apartar la mirada para dirigirla hacia el supuesto señor de la casa.

— ¿Quién eres realmente?

— ¿Qué?

—Yvel ha dicho que el príncipe de este reino no es otro que Enid, y aunque no comprendo ni por asomo la razón para que hayan hecho el cambio de posición... —eleva el mentón en señalación hacia su amigo —me lo comprobó con sus decisiones, que Yvel decía la verdad.

—Y nada más que la verdad. —reía fugazmente viajando de una sombra a otra —Ella tiene buen instinto, es más, puedo apostarles a los dos que seguramente ella ya sospechaba desde hace algún tiempo que había algo raro en todo este cuento. No les ayuda en nada ser tan inconsistentes.

Ante sus ojos la magia comenzó a desvanecerse hasta dejar a la vista el rostro color barro de Francin, su cabello estaba atado en el chongo de costumbre, al des transformarse por completo se limitaba a alisarse la falda con cierta brusquedad, algo en aquella escena le recordó al primer día que se conocieron. Eleonor volvió la mirada sobre Enid.

—Estoy tan enojada contigo ahora mismo. Te diré lo mismo que le dije a Lyrie cuándo me lo pregunto, todo este tema si me incumbe Enid, lo que sea que estén planeando hacer ustedes o los demonios tiene que ver con mi raza porque nosotros nos encontramos despojados de la magia e inconscientes de la realidad, de ustedes, de lo que son y lo que pueden hacer, pero somos una parte importante de la historia y nos encontramos en medio de una lucha desconocida. No puedo no involucrarme en algo que tiene tanto que ver conmigo... y no puedo seguir escuchando estás mentiras... esta falsedad que no me esperaba de tú boca.

Ella salió con Yvel siguiéndole los pasos entre las sombras, ninguno de los dos se despidió. Francin suspiró sonoramente dejándose caer en el acojinado banco de la ventana hexagonal, su mano fue a la pasta del libro que ahí había sido dejado.

—Ella no juzga tu historia, tu pasado con ese demonio y con tu familia... Yvel tiene razón, no importa cuánto trates de decirle que es la historia de alguien más, creo que ella tiene un buen sentido para las cosas... Lo viste ¿No es así? La forma en que se retenía de hablar... su mirada quedaba paralizada y entonces volteaba el rostro, a veces sus manos se apretaban entre si...

—Otras se apretaban contra su ropa o lo que tuviera cerca. —sonreía, dolido —Permitiéndote sentir correctamente lo que decías... Eleonor es perceptiva, pone mucha atención y definitivamente tiene razón al decir que le incumbe todo lo que ocurre en nuestras tierras... pero no quisiera...

—Ella no vivirá lo mismo que tú viviste Enid, ella te tiene a ti para que la guíes, y tuvo el valor para hablarnos sobre él... —sonríe hojeando el libro —es realmente honorable. Ni siquiera puedo creer que le haya cortado el cuello a ese vampiro...

—Creo que estaba algo fuera de si en ese momento. Necesitaba actuar.

Yvel solo la detuvo cuándo la mano de la humana se posó en el anillo de puerta, la sombra creció logrando atraer su mirada y el hombre sombra pudo notar como ella trataba de encontrar un rostro entre aquella negrura.

— ¿No tienes en tus planes llevar armas contigo? Quizá un atuendo más adecuado. —la sombra disminuyo de tamaño —No digo que no pueda matarlo en un segundo, pero... el plan es que ellos no sepan que un hombre sombra trabaja para ustedes. Que nos pueden devolver la consciencia.

Pensativa dirigió su vista hacia sus prendas —Lo siento, yo... estaba distraída. —señala el piso de arriba —Iré por mi ropa de entrenamiento y mis dagas, puedes adelantarte si lo crees correcto. ¿Sabes dónde?

—Estoy enterado de todo casi todo el tiempo.

Una mínima sonrisa asomó sus rasgos al momento de virarse y dirigirse arriba con paso decepcionado y vacilante; mientras cambiaba las prendas de su cuerpo trataba de organizar sus pensamientos y centrarse en la persona a la cual estaba a punto de enfrentar, la persona malherida del bosque que tiempo atrás se había colocado la máscara más vil para herir a alguien que... que Eleonor apreciaba... aunque ahora Eleonor no estaba segura de quién le había comentado el pasado de ese niño elfo y el niño demonio, tenía claro con tan solo ver las expresiones de Enid... que ese ser le había causado un terrible daño, y esa era la única verdad indudable que necesitaba para enfrentarlo. Al acercarse a las escaleras una charla fue percibida por sus oídos, pero ella simplemente descendió con prisa, se detuvo en el ultimo escalón regresando la mirada por un segundo.

—No lo veas como algo personal. El príncipe Enid muestra esa farsa ante todo su reino todos los días desde que... sucedió lo que sucedió con su familia, nadie querría a un mestizo como gobernante. —exponía desde la sombra dejada por una larga maceta —Lo extraordinario es que te haya hecho residir en esta casa obligándose a utilizar la farsa mucho más de lo necesario.

Ella abrió el portón y el hombre sombra se colgó de su oscuridad añadiendo un peso extra a la caminata mientras Eleonor seguía adelante muy atenta a las miradas que la seguían mientras abandonaba la propiedad; no fue hasta que se encontraron alejados de la verja y de los guardias que aseguraban los alrededores, que el hombre sombra volvió a hablar.

—Creo que ha puesto toda su confianza en ti desde el principio, no tengo idea de lo que pudo ver en ti, pero ahí lo tienes agotándose la magia y el cuerpo con tal de aparentar perfectamente frente a ti, buscando la forma de agradarte. Tanto la elfa como yo le dijimos que se había vuelto loco, que eras un caso más, pero él quiso darte un trato diferente a todos los otros... quizá por tú raza, no lo sé.

— ¿Mi raza? —frunce el ceño dando una negativa —Espera... ¿La magia se agota?

—Si hablamos de la raza, es medio humano, es obvio que sienta curiosidad por la raza de su progenitor, y... la magia, deberías preguntarle eso a él, solo las familias elficas que custodian las entradas y salidas de este mundo saben con exactitud lo que sucede con su magia. Lo único que sé, es que la magia del objeto los abandonó hace muchísimo tiempo, ahora la magia es distinta, limitada y únicamente el gobernador de cada reino posee una cierta cantidad.

—No puedo comprender ese odio por los mestizos, pero... sigue siendo medio elfo ¿Por qué no podría gobernar?

—Las mentiras que te digan los elfos para encubrir su egocentrismo serán ilimitadas, ellos no paran de encubrir su único gran error, se creen la gran cosa solo por poseer un conocimiento fuera de los límites de cualquier otra especie, su inteligencia disminuyó con la pérdida de su objeto, pero aún siguen siendo bastante inteligentes y siguen creyéndose mejores que las otras razas, creo que no solo es por su odio natural hacia el ser humano... piensan que es un error la mezcla entre especies, que los elfos que se mezclan se arruinan.

— ¿Tienes idea de alguna otra cosa que me hayan ocultado?

—El príncipe solo ha ocultado los temas normales, su verdadero rostro y raza. Te ha hablado de los otros reinos, de los alrededores, de la magia tan por la superficie como necesitas saber y los problemas que se tienen con los demonios. Pero quizá te interesé saber a quién pertenece esa cara que te recibió, el verdadero Elrond falleció hace bastante tiempo y... era su hermano, su mayor culpa.

—Yvel... —detiene su andar manteniendo las palabras al borde de sus labios — ¿Qué eres? ¿Por qué es tan importante que los demonios no sepan que trabajas para estas tierras?

—Soy una maldición. No recuerdo quién me maldijo, pero sé que fue un humano, y los humanos solo conocen la magia demoniaca así que estoy ligado a ambas razas... ¿Cómo decirlo? Mi maldición me vuelve esto, una sombra, una mancha, existo y no lo hago al mismo tiempo... fui hecho para vivir de resentimiento, para engullir la vitalidad de los vivos. Al volverme mi raciocinio los elfos comenzaron a comprender la magia demoniaca, y los demonios no desean volver a quedar por debajo de ellos. Además, soy un arma bastante peligrosa que ahora se encuentra en su contra.

—Si te obligaron a luchar contra los elfos... ¿Cómo has terminado ayudando a tus presas? —sigue adelante con paso lento.

—Existe un mundo en el cual reside mi cuerpo, y es completamente diferente a cualquiera de los tres mundos terrenales, es lúgubre y sin sentido. Quiero romper completamente esta maldición y mi única salida es confiar en el príncipe que me ha prometido ayuda si le sirvo para proteger a su gente. Y yo quiero salir de aquí, no me importaría nunca volver a ser un humano, solo quiero retirarme hacia cualquier parte.

— ¿Morir?

— Se supone que estoy muerto. Solo quisiera ya no saber nada... borrarme de todo plano, dejar de existir.

— ¿Y crees que Enid es capaz de ayudarte con ello?

—Sé que ese chico es mi mejor opción. Mi única opción.

Eleonor tragó duramente meneando su mano para pedirle a la sombra que guardará silencio, pues en la cima de la pequeña cuesta se encontraba aquel demonio de alas negras y rojizas con la misma armadura del primer día que lo conoció. Leito sonrío con la comisura izquierda mientras se levantaba en espera de la chica, ella por su parte detuvo su andar, apretó los labios dispuesta a hablar tratando de no mostrarlo.

—Es él. Debemos tener cuidado, por el momento solo permanece a mi lado, si estos encuentros continúan podemos pensar en poner en marcha tú plan.

—Bien. De alguna forma parece contento de verte... es extraño.

Su mano se dirigió lentamente hasta el mango de su daga en el cinturón atado a su cintura, sus pasos se reanudaron con el arma entre sus dedos. Leito sonreía cada vez más, de una manera tranquila y hasta amigable, no parecía a la defensiva ni con intenciones de atacar, pero según la historia de Elrond, en el pasado, el demonio que ahora estaba frente a ella había actuado como un inocente para después atravesar el pecho de... de su propio enamorado.

— ¿Por qué razón vuelves a venir? ¿No pensaste que pude haberle dicho a todo el reino que estabas por aquí?

Él encoge los hombros con gracia —Creo que no lo hiciste.

—Tienes razón, pero pude haberlo hecho.

— ¿A qué has venido tú?

—Puedo venir cuantas veces desee hacerlo, he sido aceptada en estas tierras. Déjame volver a preguntarlo. ¿A qué has vuelto?

Su mirada sube con inocencia —A buscarlo. A esperar que me encuentre.

—Desconozco al pobre iluso que se ha enamorado de un demonio como tú, pero deberías dejar de estar esperando... —observa de reojo los alrededores —me han dicho que este lugar no es muy visitado por la cercanía hacia el portal, y porque es terreno de uno de los príncipes.

—Sí. —juguetea con sus labios entre asentimientos tranquilos, recargándose del tronco de un árbol —Por eso es el lugar perfecto para esperar su presencia. ¿Nos sentamos?

Frunciendo el ceño mantiene la distancia con el mentón elevado — ¿Por qué debería?

— ¿A qué has venido? —cuestionaba con gracia tomando asiento.

—A asegurarme de que no hayas vuelto, pero aquí estás, otra vez.

—No pienso dejar de venir solo porque tú lo sepas, aunque tendré más cuidado... —mencionaba entre su sonrisa, descansando el brazo por sobre su rodilla elevada —La lluvia borró los rastros, pero encontré algunas muestras... creo que alguien te siguió cuando viniste a cerciorarte de que estaba bien.

— ¿A caso eres idiota? Seguramente venían conmigo ¿Qué acaso no es un pensamiento obvio? Fui y les dije, así que vinieron conmigo para darte caza...

Él ríe cubriéndose la boca con el dorso de la mano —Eres tan mal mentirosa. Estabas tan preocupada y hasta buscaste la basura en la oscuridad para poder dejarme fuego antes de irte. No llevaste a nadie contigo. No para cazarme.

—Lo que quieras creer me importa muy poco.

—Eres tan... —siseaba elevando una ceja —rara, ni siquiera puedo decir que seas desconfiada porque decidiste cuidar de mí al primer momento de debilidad, eres sumamente confiada, aunque quizá algo ilusa.

—Leito, ¿De verdad ese es tu nombre?

—Sí. Y tú Eleonor ¿Cierto? —ella asiente a su pregunta —Entonces Eleonor... ¿Qué sucedería si yo me negara rotundamente a dejar de venir?

—En ese caso, fácilmente yo podría ir con el señor del reino para informarle que un demonio de nombre Leito ha estado rondando por sus tierras en busca de un joven elfo.

— ¿Lo podrías como el blanco de todo? —entrecierra los ojos —Al señalarlo, aunque no sea conocido su nombre sembrarás la duda, los elfos comenzarán a mirarse con desconfianza y dentro de poco estarán destruyéndose a sí mismos. Y a mí definitivamente no me pasaría nada. No es realmente necesario que venga a buscarlo, en algún momento sé que él se presentará delante de mí.

— ¿Por qué estarías tan seguro de eso?

—Hice algo verdaderamente imperdonable... —mantiene una suave sonrisa en el rostro mientras sus ojos descienden con pesar —él debe buscar venganza contra mí.

Al volver al reino Enid se encontraba impacientemente dando vueltas en la reja principal, iba y venía sobre sus pasos jugueteándose la oreja con una insistencia que le ponía la piel rojiza de tanta fricción. Yvel se apartó de la sombra humana con un movimiento rápido para moldearse a la forma sombreada de un árbol, Eleonor detuvo sus pasos centrando la mirada en él y sintiendo como el frio dejaba de calarle en los huesos.

—Creo que lo sabe.

— ¿Quién sabe qué?

—El demonio sabe que eres cercana a la persona que busca, pude verlo, fue apenas un segundo, pero el tipo olfateó el aire a tu alrededor...

Su mirada descansó sobre el joven elfo a la lejanía y lentamente volvió al hombre sombra — ¿Y eso es malo o bueno?

—Eso significa que serás de mucha mayor importancia para él, nadie mejor que tú, que contienes su olor de tal manera, para llevarlo hacia él.

Por un segundo acercó su nariz sobre su antebrazo intentando capturar aquel olor que todos podían percibir, sin ningún éxito — ¿Realmente huelo a algo?

—Los humanos no fueron creados para percibir esas cosas, las hadas tampoco son capaces de hacerlo. Todos tenemos un olor especial sobre nosotros que no es percibido a menos que seas muy cercano a la persona, es un olor más débil, pero certero. No el olor de tu raza, tú olor. Y el príncipe ha permanecido demasiado tiempo contigo como para que su olor se te impregnara un poco, además de que el olor de su magia...

—Hay tantas cosas que desconozco. exclamaba con desgana aferrándose el rostro en una inclinación llena de frustración —Anotaré todo eso, gracias por acompañarme hoy, pero... —observa al chico de melena fuego —creo que necesito hablar con él. Qué él me cuente lo que crea conveniente.

—No pienso entrometerme en lo que pienses hacer, a menos que eso me cause problemas. ¿Lo entiendes?

Yvel desapareció con una facilidad sorprendente, aunque no le sorprendía demasiado siendo que desde un principio lo único que delataba su presencia era el frio que irradiaba al estar apartado de su cuerpo, el frio se marchó y Eleonor siguió adelante hasta obtener la mirada azul sucio de aquel chico preocupado que se encontraba plenamente arrepentido de haberle guardado cualquier secreto. Se dispusieron a seguir la charla en un lugar tranquilo, el sol caía tras las montañas dejando un cielo naranja rosado, y ambos estaban en aquella banca dónde por primera vez Enid le había mostrado la magia de cerca; Islang salió del invernadero con un lápiz tras la oreja y una libreta abierta en mano, llevaba un pañuelo rojo sobre el hombro izquierdo mientras limpiaba distraídamente su mano derecha en él.

—Que descanses —mencionó con gracia al verlo ignorarlos, el gigante se estremeció causando que la libreta casi cayera de sus nerviosas manos, y luego se giró para mirarlos —Ten una buena noche de descanso —continuó tranquilamente.

—Ah, si... —sonríe nerviosamente dando una mirada sobre el mestizo de cuerpo decaído —igualmente Eleonor. Enid, tengan una... buena noche.

Ella permaneció tranquila mirando la enorme espalda del gigante mientras se marchaba entre los rosales delicados, luego dirigió la mirada al frente, sobre aquellos arbustos bien cuidados y podados a la perfección mientras mantenía las manos sobre sus rodillas embutidas en el uniforme de cuero.

—No es... que me guste mentir... —musitaba nerviosamente —pero no puedo evitarlo... mi cara... —apretaba los labios en su nervioso hablar —jamás fue mostrada al pueblo de mi padre, yo fui su mayor vergüenza hasta el día de sus muertes, quizá ese día lo fui más que nunca... —confesaba con una sonrisa dolida para suspirar —Mi verdadero nombre realmente es Enid, yo soy el segundo hijo del rey Cashe, cuidador del portal del este, su... —cierra sus parpados —hijo ilegitimo nacido de un... desliz de mi madre Aria con un humano que llegó a nuestras tierras...

—Yvel ha dicho varias veces que la razón para que no digas la verdad, es que ningún fae aceptaría ser regido por un mestizo...

—Más que los fae... —centra la mirada en el paisaje delante suyo —los elfos crearon la nueva magia y todo este mundo, ellos no aceptarían que un mestizo se pusiera la corona y gobernara obteniendo la magia creada por un elfo puro. La cara que has visto utilizar el título de señor de la casa es, de hecho, el rostro de mi difunto hermano mayor y, a veces era Francin la que aparecía delante de ti, pero mayormente era yo hablando contigo a través de él. ¿Qué quieres saber con exactitud Eleonor? Estoy dispuesto a contarte todo.

— ¿Qué paso con tu familia?

Una brisa fría traspaso todo el jardín llenando aquel silencio que se había instalado entre ambos. Enid tomó una profunda respiración encogiéndose en el banquillo, su mirada subió a la lámpara de aceite sobre sus cabezas y en segundos una pequeña chispa generó luz.

—La historia sobre un niño elfo que conocía a un chico demonio... todo eso era real. Ellos no... supieron que yo era un mestizo hasta que me tuvieron en sus manos, y no tuvieron el corazón para matarme. Mi padre no era un mal hombre, así que decidió mantenerme en secreto de todo el mundo... —cubre su boca guardando todo su dolor —la casa fue vaciada con mi nacimiento alegando que mi salud era muy sensible, escogieron a los sirvientes más leales para evitar que se corriera la voz sobre mi verdadero estado y así no... no ensuciar su honor...

— ¿Conociste a tu verdadero padre? ¿Qué paso con él?

—Mi madre actuó con respecto a él mucho antes de saber lo que mi padre haría. Fue mi hermano quién me contó que ella con apenas haberme observado ordenó a su caballero protector que fuera al pueblo y sacará a mi verdadero padre sin aplicarle magia de olvido o de cualquier cosa, solo que lo sacará... —exhala un extenso suspiro sobre el aire frio —mi hermano me dijo que ese había sido un movimiento por más apresurado, que posiblemente ella había entrado en pánico. Mi hermano aseguraba que nuestro padre no era un mal gobernante, marido o padre, era dulce tanto con su mujer como con su pueblo. Hace... varios años que él debió haber muerto en tú mundo, con el conocimiento de mí y nuestro mundo.

—Níniel y Breis me ha hablado de la política del olvido, del resentimiento porque el señor... Elrond te entrego magia elfica. —gira de costado encontrando su mirada — ¿Por qué me has traído aquí? ¿Qué esperabas de mí?

—Cuando te vi aquella noche en el bosque... —aparta la mirada conteniendo sus lágrimas —el dolor y el abandono en tus pupilas... —traga duramente —ni siquiera necesite saber lo que había ocurrido contigo porque... porque ese era el dolor que yo sentí hace tanto tiempo, la traición, y lo que queda detrás de ella, ese... ese sentimiento de vacío, esa opresión en el pecho, yo... he visto casos terribles a lo largo de los años, pero tú me transportaste a mi propio pasado y... solo deseaba sacarte de ahí, de ese dolor. Quería... que superaras lo que a mi me ha costado tanto dejar atrás.

Asintiendo centra su mirada en los arbustos en busca de dejarlo tragar ese dolor — ¿Qué me dices de la magia? Con todo lo que ha pasado, las cosas que me han rebelado... Níniel piensa que las generaciones del presente no anhelan desesperadamente la magia, pero dice que hay algunos disgustados por la forma de entregarla.

—Fue legada a las familias principales que se apostaron en cada una de las puertas, mi familia mejoró el rendimiento y logró que fuésemos capaces de legarla a más personas, cada reino la implementa como le parece correcto. Creo que no hubiese habido inconveniente si se le hubiera entregado a otro tipo de mestizo, pero por mi sangre corre la sangre humana... como en cada ocasión, han sido los elfos quienes se encontraban más disgustados.

—Enid... lamento mucho pedirte tanta información y tener que hacerte recordar el pasado, pero... no quiero más mentiras, no quiero volver a confiar en alguien que realmente solo es un desconocido más... —tomando la mano ajena lo observa de frente —hay algo en ti que me hace creer que eres una buena persona, pero saber que me has mentido... —aparta la mano dando una negativa.

La mano de Enid se eleva, y como si dirigiera el camino del aire, crea un pequeño protector tubular a su alrededor, el aire deja de soplar sobre ellos y en cambio navega más arriba de la farola que les ilumina y por los alrededores tormentosos, el pequeño cilindro que los cubre mantiene el calor de la farola mientras ambos permanecen en un silencioso estado.

—Leito se gano mi confianza durante años, y aquel día... yo le había dicho que mi familia se reuniría a tener un almuerzo en las afueras. Desde mi nacimiento la relación de mis padres no había sido la mejor, mi madre se apartaba y mi padre luchaba por solo tener un segundo su atención, él decidió intentar aceptarme, pero ni eso lograba obtener el amor de mi madre, así que planeó ese picnic, y... los demonios llegaron, todo fue tan rápido que... —niega.

—Trata de respirar Enid... —aprieta sus palmas entre si —puedes decírmelo todo, confía en mí, jamás revelaré lo que no quieras que sea revelado.

—Gracias a la mentira de mi padre sobre mi estado de salud, nuestra casa se encontraba vacía, regresé con magia hasta la casa principal en dónde Francin y su tía me encontraron y se encargaron de todo, de cuidarme, de buscar a Islang y enviarlo en busca de los cadáveres de mi familia... —frota su rostro en frustración —tuvo la osadía de presentarse al final del ataque, de dirigirme su espada al pecho y de no mirarme a los ojos cuando su arma me atravesó... —pone presión sobre la herida —ellos se regodearon en su victoria, pero no morí al instante.

— ¿En tú pecho? Pero si... usas ropa muy descubierta y no he visto...

—Utilizo magia para cubrirlo, —golpetea su oreja y los aretes con cadena aparecen —pero la cicatriz sigue ahí, no los deje curarla completamente. Lo peor vino cuando desperté y me dijeron que... el ataque directo a mi pecho parecía haber sido calculado, que Leito posiblemente lo hizo a propósito, fue meticuloso. —exhala sonoramente —Al morir su portador principal la magia que poseía y movilizaba regresa al artefacto bendecido, los únicos que conocen el escondite de tal artefacto son el gobernante de las tierras y su mano derecha. Fue la tía de Francin quién nos explico y nos hizo movilizarnos antes de que aquellos que tenían magia se percatarán del abandono de ella, y quién tuvo la idea de hacerme pasar por mi hermano para gobernar y mantener el nombre de los Sermil.

Su mirada perdida, su semblante cabizbajo y la desolación de su persona. Eleonor se acercó aferrando la mano del mestizo con fuerza y comprensión, Enid apenas y le sonrío un poco, luego su sonrisa se disolvió.

—Normalmente los demonios reclaman los cuerpos de sus presas para seguir humillándolos aun en la muerte, pero por suerte no lo hicieron en esa ocasión. Fue... a partir de ese día que inició la mentira, y los ataques por parte de los demonios. Era joven, sabíamos que no me recibirían como su gobernante, y sin un líder habría caos en nuestro reino además de que los otros custodios podrían tomar control de nuestras tierras... fue Francin quién planteo la idea de utilizar el rostro de mi hermano, y aunque al principio quise oponerme... —aferra la mano ajena —al final ambas me convencieron, decidimos darme por muerto y declarar que mi hermano había sido el único sobreviviente de un ataque sorpresa, yo morí como un héroe, protegiéndolo...

Mentira. Su rostro crispado en rabia podía decir más que las palabras que huían de su boca con resentimiento y culpa. Eleonor volvió a aferrarlo. Y él palideció, cabizbajo y afectado.

—Nadie, salvo Francin, su tía y los curanderos, sabían la verdad. Islang y su grupo también. Todos de confianza. La mentira recorrió los kilómetros entre cada reino y poco tiempo después de mi recuperación fui llamado por los otros gobernantes para ser instruido correctamente... volví cada tarde al lugar dónde murieron... —aferra su cuello con la mano libre —me sofoqué en la culpa... en la traición de ese imbécil... en la mirada de pánico que mi hermano me transmitió al momento que le cortaron la cabeza... en sus palabras silenciosas... —mueve los labios.

Huye. Sin poder resistirlo rodeó los hombros de aquel chico tratando de brindarle la más mínima calma, pero el chico aferraba los puños temblando, aferrando los dientes blancos.

—En mi padre... —solloza con control, tragando duramente —protegiéndome de una flecha cuando todo dio inicio...

—Basta... —pedía con inquietud, aferrándole el rostro contra su hombro —Basta Enid... ya no quiero oírlo... basta...

—Yo lo siento... —su voz estaba hecha un sollozo —lo siento de verdad —aferrándose a los brazos de la chica —lo siento por mentirte, lo siento por... por todo... yo no paro de... de errar... yo... yo... yo de verdad lo lamento.

La magia a su alrededor se desvaneció bruscamente, el aire salvaje de una tormenta les empapó el rostro con pequeñas gotas de agua ardiente por la fuerza de su movimiento. Eleonor fue consciente de los truenos, los rayos, la fría brisa y las crueles bocanas de aire que azotaban las copas de los árboles, el agua cayó con un profundo tronido del cielo y todo a su alrededor se selló por las gotas cerradas de la lluvia, Eleonor lo tomó de la mano arrastrándolo al interior del invernadero, pero ya estaban empapados, sus ropas no por completo, pero sus cuerpos escurrían las pequeñas gotas al igual que su cabello, la incomodidad les invadía gracia a las gotas frías que se colaban entre su cálido cuerpo.

—No tendremos más opción que dormir aquí. —informaba ella —Por suerte Islang tiene mantas y almohadas. —palmea la espalda del chico dando una suave caricia circular —Acomódate en el sofá, yo duermo mejor en el suelo.

—Aunque tienes una cama muy grande...

Eso intentaba ser una broma, pero su rostro estaba apagado y no se vislumbraba la más mínima sonrisa. Ella le sonrío deslizando su mano a lo largo de su brazo hasta tocarle el dorso de la mano y finalmente soltarlo mientras seguía su camino hacia la habitación del abono. Con las mantas tendidas una al lado del otro en el suelo, ambos permanecían con la mirada en el tejado de cristal admirando la tormenta en todo su esplendor, los árboles iban y venían entre las fuertes brisas y todo se iluminaba por apenas unos segundos gracias a los rayos mientras el agua corría sobre el vidrio.

—Yvel piensa que él pudo olerte en mí.

—He estado demasiado tiempo a tu lado... hemos entrenado mucho juntos.

— ¿Cómo es mi olor?

—Um... fresco, libre... no lo sé, como la brisa fría de la mañana.

—Libre... ¿Realmente lo he sido alguna vez en mi vida?

—Cuando te encontré olías... a destrucción... sangre y lágrimas...

—Me sentía destruida.

—Quizá yo olía de ese mismo modo cuando paso lo que paso con mi familia...

—Quisiera saber a qué hueles...

—No es de mi interés. —sonríe finalmente, girando el rostro en dirección a ella, a su mirada perdida en el tejado.

—Pero él te ha percibido en mí.

—No quiero saber nada de él.

—Lo tendrás que saber tarde o temprano... —gira el rostro en su dirección —tendrás que verlo tarde o temprano, y debes estar preparado para ello.

Una semana después las lluvias habían causado diversos estragos en las tierras, los caminos eran lodosos y muchos sitios habían sido inundados, había bastante movimiento entre las vigilias sobre las familias de cada guerrero que cuidará las afueras y los arreglos en la villa; Enid le había permitido a Eleonor volver a salir junto a las licántropas para ayudarles con los arreglos de la ciudad, y en los últimos días el joven mestizo había recuperado su apariencia y magia descansando de transformarse, ella había descubierto que normalmente Enid se la pasaba enclaustrado en su oficina o habitación para evitar aparecer como el señor Elrond y malgastar la magia, y desde que había descubierto la verdad tanto Francin como él le habían permitido servirle tanto en su habitación privada como en la oficina llevándole comida o documentos.

— ¡Hola! —sonreía radiante llegando a su lado entre saltillos — ¿Cómo has estado?

— ¿Y tú? ¿Qué tal ha estado tu familia?

—Bien. Es bueno verte de nuevo en el pueblo Eleonor, pero deberías tener cuidado, últimamente... —observa los alrededores acercándose un paso hacia la humana, Eleonor se inclina para poder oírla —dicen que algunos elfos han traicionado los reinos.

— ¿Los reinos?

—Sí. —asiente con certeza —No solo ha ocurrido aquí, los ataques han sido dirigidos sobre todos los reinos y se ha perdido la comunicación con varias familias.

— ¡Eleonor!

Su mirada vuelve sobre la gente hasta ubicar a Inha quién eleva la mano llamándola para que se acerque, ese día las licántropas iban a revisar las torres de vigilancia para asegurarse de que no hubiese ningún movimiento extraño. Luego de despedirse de la pequeña, Eleonor se puso en marcha hacia su compañera, saludando con breves sonrisas y asentimientos hacia las diversas criaturas que rondaban por la plaza central y ya se habían acostumbrado a su presencia.

— ¿Qué ocurre Inha?

—Breis se alocó con un charco de lodo y nos cubrió... —expande su pantalón amplío dejando ver las manchas en él —de porquería, iremos a cambiarnos. Puedes quedarte con Breis por aquí, solo no vayan demasiado lejos. Quizá el hermano de la elfa las reciba un rato.

—Lo comprendo. —sonríe tranquila observando como Lyrie sale de un callejón jalando a su compañera por la oreja —No se preocupen.

Inha le palmeó el hombro dirigiéndole una pequeña sonrisa para alejarse casi enseguida junto a Lyrie quién maldecía entre dientes gruñendo entre sus zancadas, muchas miradas paraban sobre ellas mientras Breis se acercaba a su lado sobándose la oreja herida.

—No pensé que el charco fuera tan profundo, yo también estoy cubierta de lodo.

Una risilla escapó de sus labios mientras observaba la falda de Breis, tableada con tonos rojos y negros a cuadros, cubierta de lodo, sus botas altas por debajo de las rodillas parecían haberse hundido del todo y toda su espalda hasta la parte trasera de su corto se encontraba chorreando.

— ¿Por qué no fuiste con ellas a cambiarte? —cuestionaba entre el tocarle el hombro para hacerla darse la vuelta —Estás completamente embarrada, mucho más que ellas.

—Básicamente es un castigo... —comentaba con una sonrisilla culpable —solo sé que más tarde se podrá tieso todo, mi cabello será un desastre.

—Bien podemos ir con el hermano de Niniel y pedirle ayuda con un balde con agua para lavarte el cabello, y... —observa las tiendas —podríamos comprar algo de ropa.

— ¿Crees que nos vaya a ayudar?

—Es amigable. —toma el hombro ajeno para guiarla en el camino —Ya lo has visto, no parece juzgar las razas.

—Qué mal que ya este comprometido, no es que me gusten los elfos, pero... —sonríe entrecerrando los ojos —bien podrías quedarte a uno de esos elfos, eres linda y todo, a menos qué... ¿Cómo van las cosas con Enid?

—Últimamente se encuentra ocupado, y... —niega —no lo he visto mucho.

Se le había prohibido informar a las licántropas sobre la transformación entre Enid y Elrond, según la información de Yvel a pesar del buen olfato de las licántropas parecía ser que ellas aún no habían descubierto el juego del joven príncipe y único gobernante de aquellas tierras. Apenas vislumbraban el local de comida que manejaba el hermano de Niniel cuándo las campanas de alerta comenzaron a ser tocadas en las lejanías, algunas hadas emprendían el vuelo por los cielos clamando el peligro que se avecinaba sobre la ciudad cuando de pronto una bola de fuego apareció sobre las nubes.

— ¡HUYAN! —gritó Eleonor tomando la mano de Níniel para emprender carrera — ¡TOMEN A LOS NIÑOS Y HUYAN, CORRAN!

Los gritos de temor se elevaban mientras la humana señalaba el cielo y tomaba los brazos de aquellos que se habían quedado paralizados para hacerlos volver en sí y comenzar la carrera a su lado, el crujido del fuego se avecinaba en una enorme roca que con un fuerte estruendo terminaba destruyendo los pisos de material haciendo volar escombros hacia los ciudadanos, al verlo Breis se abalanzó en un salto sobre la humana causando que ambas cayeran de bruces, pero fueran capaces de esquivar los adoquines filosos, en un jadeo ambas se irguieron sobre sus brazos dirigiendo las miradas a los alrededores, a todos aquellos seres pasmados que habían perdido la voz en el pánico del impacto, caídos y dolidos.

— ¡MUEVANSE! —gruñía Breis con la mayor ferocidad posible — ¡TODOS A LA CASA DEL SEÑOR ELROND!

Mientras ella apenas se erguía levantándose dolorosamente del suelo para apreciarse las raspaduras en las palmas de las manos y las rodillas, Eleonor ya se encontraba en los alrededores tomando a la gente por los brazos para despertarlas del transe por miedo y obligarlas a seguir adelante a pesar de sus heridas, las criaturas con alas se encargaban de tomar a los infantes y salir a toda prisa por los cielos despejados mientras los machos de gran corpulencia seguían el ejemplo de la humana haciendo levantar y correr a aquellos presas del pánico. Breis gruñó, cruzando entre la horda mientras recibía empujones hasta ser capaz de tomar a Eleonor por el brazo.

— ¡Vámonos de aquí, no tienes permitido participar en batalla!

— ¡La gente necesita ayuda Breis, y Lyrie ha dicho que me sentaría bien participar en un combate de verdad!

— ¡Eleonor! —gritaba a la distancia desde el otro lado de la calle con el brazo arriba — ¿¡Níniel!?

— ¡En la casa, ve allí con tu familia!

El chico elfo asintió rápidamente tomando la mano de su pareja para correr a su lado protegiéndola de todos aquellos que empujaban sin piedad. Eleonor se giró hacia los alrededores.

— ¡TOMEN A LOS NIÑOS Y CORRAN! —sube la mirada en dirección al cielo — ¡OTRA BOLA DE FUEGO! ¡CUBRANSE!

—Maldita sea.

Tomando la muñeca de Eleonor comenzaba a dirigirla entre los puestos a la derecha del mercado, lejos del centro dónde la huida era menos concurrida, pero la joven humana luchaba por liberarse.

— ¡Breis, tenemos que volver a hacer frente!

— ¡No, lo tienes prohibido! ¡Enid dijo que no te pusieras en tanto peligro! ¡Vámonos de regreso de una vez, no puedo protegerte sola!

—No necesito protección. —detenía el andar, soltándose bruscamente —Vamos por ello, necesito una compañera de lucha no un caballero de blanca armadura.

De sus costados desprendía las dagas que Lyrie le había conseguido y regalado recientemente, mango de metal color carbón con dibujos en líneas doradas, filo levemente curvo y punta peligrosamente afilada, tenían sus respectivas fundas de fondo negro y líneas doradas que iban bien sujetas a su cinturón. Breis la miró duramente sin ocultar el enojo que esa chica necia le causaba, pero al verla podía comprenderlo, la decisión de su mirada, sacó las manoplas de tono cobre con cuchillas gruesas y no tan largas, las aferró con fuerza.

—Espalda con espalda, si necesitas ayuda me llamas, es de día así que no debe haber vampiros, pero si es que acaso los hay... sus movimientos son más lentos... busca una estaca de madera y ve directo al corazón. Córtales la cabeza sin miramientos. ¿Entiendes?

—Entiendo. —sonríe.

Los gritos se elevan en el centro de la ciudad y con solo volver la mirada ambas pudieron percatarse de las llamaradas ardientes que se elevan por la calle, los guerreros de la entrada vestidos con sus armaduras de hojas metálicas retrocediendo en el centro de la lucha mientras se cubren con escudos y atacan con espadas. Por primera vez Eleonor es completamente capaz de ver a un demonio, un joven con el rostro pinto entre el tono de un humano normal y el rojizo sangre de la piel demoniaca, más de la mitad de su rostro se encontraba teñido de rojo mientras una pequeña facción era de tono chocolatoso, sus ojos eran de distintos colores y tenía un par de cuernos curvos adornándole la cabeza entre aquellos cabellos castaños.

—Son demonios escupe fuego, es obvio que debes tener cuidado cuando te apunten rodeándose de esa manera la boca, pero... —aferra las manoplas ajustando el agarre mientras una sonrisa lobuna se pinta en su rostro inclinado —son fáciles de matar. Su piel es algo dura así que procura enterrar bien las dagas o atacar en puntos blandos, los ojos, las orejas, la boca si lo ves necesario. Solo observa como matan a ese... —señala con el mentón —un corte sencillo y rápido y esta fuera.

—Fuerza. —asiente.

—Sal directo, los atacaremos por la espalda, yo voy por los tejados.

Sin esperar la respuesta Breis tomó carrera hasta poder impulsarse de una pared y sujetarse del alfeizar de una ventana mientras Eleonor la seguía con la mirada observando como trepaba aferrándose a salientes de la casona de tres pisos hasta llegar a los tejado, con un pulgar arriba Breis dejaba en claro que se encontraba preparada para lo que se avecinaba, Eleonor asintió y aferrando sus armas comenzó una pequeña carrera hasta poder incorporarse a la lucha observando las espaldas descubiertas de varios demonios, se encontraba contra la esquina de la casa y delante de ella había una enorme fila de al menos unos diez demonios escupe fuego que seguían avanzando con esa barricada feroz. Los demonios tenían diferentes tamaños y la rojez de su piel variaba desde un tono completo hasta una apariencia semi humana. Su mirada subió al tejado en dónde Breis la invitaba a escoger a su presa, ella volvió a asentir lanzándose directamente por un demonio de gran corpulencia, gran barriga y cabello castaño corto sobre sus pequeños cuernos tubulares, el movimiento fue rápido y eficaz.

En un gemido de esfuerzo posaba la suela de su bota en la pierna regordeta del demonio hasta lograr el impulso necesario para desprender la cuchilla del oído de su enemigo, la sangre fluyó con el desprendimiento y al momento que ella caía de cuclillas al suelo los demás demonios se percataron del estruendo sordo generado por el enorme cuerpo de su compañero al caer. Estremecido en furia un demonio de cuerpo delgado y baja estatura, que era el tercero en la fila, apenas llevaba la mano a la boca cuándo Breis se impulsó desde el tejado dando una voltereta sobre si misma antes de caer directamente sobre el joven demonio y enterrarle el filo de su navaja en su ojo derecho de tono ámbar. Eleonor se levanta en una carrera derrumbando al demonio entre ambas con un tacleo perfecto, presionando el hombro ajeno con su rodilla veía aquel rostro aterrado de costado al suelo, y de un movimiento rápido enterró la daga en el ojo del hombre dirigiendo la mirada hacia Breis que emprendía una carrera hacia su siguiente victima mientras ella desprendía el cuchillo y sin mirar a su víctima la seguía de cerca. A dos demonios de distancia uno por fin lograba escupir el fuego que tanto había hecho retroceder al pueblo elfico, al verlo, y sobre todo sentirlo, compartieron una mirada y se separaron virando en direcciones contrarias para rodear al demonio por ambos costados, el joven se salió de foco mirándolas de reojo hasta perder su llama.

— ¡Voy adelante! —exclamaba con seguridad la humana.

Breis apresuró el paso flexionando las rodillas para dar un salto y golpear con la manopla de metal directamente sobre la nariz del demonio, la cuchilla en su mano contraria terminó el trabajo cortando la garganta del demonio, al levantar la mirada pudo ver como Eleonor atacaba con una patada en el costado de un demonio unos centímetros más alto que ella dando un golpe directo en la garganta del hombre y enterrando la daga directa al corazón de su enemigo, el demonio escupió sangre en el rostro blanco de Eleonor mientras ella posaba la bota sobre el vientre de su víctima para apartarla de una patada, su mirada de tonos cálidos volvió sobre su compañera observando como la hembra demoniaca que habían dejado atrás ahora le apuntaba a Breis a punto de quemarla, se limpió el rostro con rapidez.

— ¡Delante de ti! —exponía la licántropa.

— ¡Detrás de ti! —apuntaba en respuesta.

Ambas gruñeron mostrando la dentadura para emprender una carrera enredada, Breis contra el macho de rostro más humano que demoniaco, y Eleonor hacia la hembra demoniaca con los senos rojos al aire, la humana se inclinó al suelo tomando una piedra y tierra removida que arrojó contra la hembra haciéndola retroceder en un chillido molesto mientras se limpiaba el rostro, Breis dirigió la bota sobre la roca ahora apagada tomando el impulso suficiente, y con una fuerte patada derrumbo a su oponente desubicándolo mientras Eleonor atrapaba a la hembra entre su brazo y antebrazo aplicándole una llave al cuello, la licántropa sonrío extasiada en la escena ajustando el agarre a su manopla para surtir el rostro del demonio con fuertes y firmes golpes. Los tres demonios restantes comenzaron un cantico mientras elevaban ambas palmas en dirección hacia las dos guerreras, ambas levantaron la mirada y segundos antes de que el fuego las alcanzara lograron retroceder entre saltos, Breis la tomó del brazo jalándola a su lado mientras ambas sentían la ráfaga caliente y creciente que parecía seguir avanzando en su dirección a pesar de los gritos que escapaban de aquellos dos demonios que no habían terminado de matar y ahora ardían por las llamas de sus propios compañeros. Los guerreros de su tierra estaban demasiado ocupados enfrentando a los demonios de rango menor como para brindarles ayuda.

— ¡Breis, Eleonor!

—Mierda... estoy frita, no... —decía con cierta gracia y nerviosismo notando como la pared de fuego detenía su avance, su mirada se dirigió a la humana —Enid me matará.

Ella reía en su cansancio, su rostro blanco recubierto de sangre ahora tenía manchas de hollín como si hubiese estado cocinando delante de un fogón, y algunos rubios cabellos habían logrado chamuscarse al salirse de su firme trenza; ambas estaban sudando a mares pero, mientras Inha junto a Lyrie se encargaban de los tres demonios de fuego que quedaban en pie, ambas reían en tono bajo observando la batalla más adelante del muro demoniaco que habían logrado desmantelar casi por completo, sus cuerpos se resbalaron contra la pared de una casa y al estar sentadas decidieron chocar los puños; Breis descansó el rostro en el hombro de su compañera cerrando los ojos para darse un descanso mientras Eleonor miraba la escena delante de ambas, las personas... los demonios que había matado con sus propias manos, su pecho pesaba, pero se sentía... extrañamente, a salvo, y eso le provocaba querer sonreír, al mismo tiempo que querer vomitar.

Empleando magia varios demonios comenzaron a desvanecerse en la oscuridad mientras otros emprendían vuelo con membranosas y viejas alas de puntas filosas, los refuerzos de la casa principal habían llegado y algunos elfos y guerreros se encargaban de someter a demonios heridos procurando amordazarlos con fuerza para llevárselos a un lugar que Eleonor desconocía. En un abrir y cerrar de ojos Enid se encontraba delante de ella acunándole la mejilla con su palma fría, ella sonreía acurrucándose en esa frescura con los ojos cerrados mientras aquel chico preocupado inspeccionaba cada centímetro de su cuerpo con sus ojos inquietos; Lyrie llegó con pasos firmes hasta patear duramente el muslo de Breis, ambas abrieron los ojos en sorpresa por el brusco movimiento, Eleonor centró su vista en los ojos color cielo y oscuridad del príncipe mestizo, pero antes de que cualquiera de los dos emitiera palabra Lyrie se inclinó sobre ellas como una madre enojada tomándolas por las orejas.

— ¡PAR DE CRIATURAS NECIAS Y TONTAS! —ambas lloriqueaban ante su duro trato — ¿¡QUE IMBÉCIL LES DIJO QUE PODÍAN ENFRENTARSE A DEMONIOS ESCUPE FUEGO!? ¡ESCUPEFUEGO! ¡POR LOS SANTOS OBJETOS! ¡AL MENOS A DEMONIOS NORMALES, PERO... ESCUPE FUEGO!

—Tú estás que escupes fuego. —comentaba en una risilla para incorporarse al lado de Inha que las veía con los brazos cruzados dando una negativa con cierta decepción — ¿No lo crees?

—Más vale que no la interrumpas ahora mismo o podríamos ser lo siguientes en ser reprendidos.

—Ni tú ni yo hemos hecho nada ¿Por qué seríamos reprendidos?

— ¡QUÉ TANTO BALBUCEAN USTEDES DOS! —gira en seco dirigiéndoles un rostro rabioso.

Ambos dieron un paso atrás desviando las miradas mientras las orejas de la licántropa y la humana se tornaban de un tono rojizo a uno morado, Lyrie las soltó duramente dejándolas caer sentadas al suelo, permitiéndoles aferrarse el oído herido entre leves caricias para calmar el horrible ardor y palpitar de sus pieles. En un fuerte resoplido se frotaba el rostro con frustración manteniendo la mano libre sobre su cadera para aferrarse a algo, su dura mirada fue sobre ellas y ambas se encogieron en el suelo agachando la mirada para extender las palmas sobre el suelo levantado y semidestruido, pidiendo clemencia.

—Fue mi culpa. —confesaba la humana con seguridad —Yo quería hacerlo... tú dijiste que debía probarme para saber si tenía el corazón para matar a alguien...—sorprendida por aquellas palabras la licántropa perdió su dura pose —lo he estado pensando desde entonces, pero... —observa de reojo a Enid —no había tenido la oportunidad, y luego los tuve adelante, después de haberlo pensando tanto los tuve enfrente y quise intentarlo porque estaban hiriendo a tantos. ¡Si, yo... no hubiera podido! El plan era que nos retiráramos...

Breis volvió la mirada sobre ella completamente confundida por esa última declaración de la cuál ella nunca había escuchado antes, pero Eleonor no le volvió la mirada y solo permaneció de cara al suelo.

—Si es que lograban escapar después de intentar atacar a unos escupe fuego... —mencionaba sin interés a la espalda de su líder de manada —Breis no es tan idiota. ¿Realmente le dijiste que era un prueba y error!

— ¡Lo hizo! —declara con prisa ocultando su nerviosismo contra el suelo —Pero se veía tan decidida que no pude decirle que no... ha sido mi culpa, yo era la responsable de ella...

—Al menos sabemos que si las torturan van a ser fieles la una a la otra. No creo que les puedan sacar la verdad, ambas van a cargar con la culpa, aunque... —gira hacia el escenario de guerra—no hay razón para culparlas por un trabajo bien hecho, no parece que tuvieran demasiado problema en hacer todo esto... —observa a ambas —solo... no deberían arriesgarse tanto.

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