Capítulo 7

Aprender.

Eleonor se incorpora de su cama tomando una profunda bocanada de aire, su respiración sigue agitada y sus ojos cristalinos completamente abiertos mientras busca la realidad del mundo que la rodea; poco a poco relaja los hombros comenzando a tomar respiraciones lentas y profundas hasta tener certeza del mundo que la rodea, entonces sus ojos se cierran y se frota el rostro quitándose el sudor que la baña para finalmente sacarse las mantas de encima. Sale descalza con solo un camisón cubriéndola del frio mientras se encamina al balcón recibiendo la brisa fría mucho antes de llegar, al salir puede observar una silueta conocida, Enid se encontraba en una de las mesas con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, sus brazos estaban cruzados sobre su vientre, pero no parecía tener frio, y sus pies estirados bajo la mesa.

— ¿Enid? —musitó con duda.

Él levantó la mirada, dudoso de aquella melena rubia que se presentaba en un camisón color salmón con el rostro pálido, luego sonrío con calma incorporándose en el asiento para señalarle el sitio vacío a su lado; Eleonor fue hasta la silla a su izquierda admirando el paisaje nocturno de sombras y luz lunar.

— ¿Qué haces despierto tan tarde?

—Hay ocasiones en las que no puedes dormir, aunque lo intentes. —confesaba con calma volviendo a cruzarse de brazos —Creo que el frio logra despejarme un poco... ¿No lo crees?

— ¿Tienes pesadillas? —cuestionaba sin sonrisa, con una mirada apagada y distante.

—Todos los que estamos en estas tierras hemos tenido malos recuerdos... ser un mestizo te marca bastante... mi madre tuvo que esconderme la mayoría de mi vida, y la primera vez que decidí confiar en alguien ajeno a mi familia no resultó bien. Así que sí, tengo pesadillas. ¿Y tú?

—Soñé con él, casi siempre sueño con él... es frustrante... —traga grueso bajando la mirada —solo quisiera tallar mi piel hasta hacerla desaparecer.

—No tengo idea de que decirte para que te sientas tranquila. Pero estoy aquí contigo... y lo estaré siempre que lo necesites.

Ella lo observó, pero aquel joven no se encontraba con la mirada directa sobre ella, solamente había dicho aquellas palabras manteniendo los ojos cerrados. El resto de la noche fue un tranquilo sueño con olores agradables y una brisa fría y tranquilizante, sin palabras, pero con compañía. Al abrir sus ojos se encontró con el mural de su habitación en el techo y con Francin cerca de su cama, la mujer parecía un tanto agotada con la mirada baja y las mejillas un tanto delgadas.

—Oh. Buenos días. Te traje el desayuno.

—Hace bastante que no tomo el desayuno en mi habitación. —mencionaba con un incorporar lento —Pareces cansada.

—He tenido mucho trabajo desde el ataque durante el solsticio de invierno, mi señor ha necesitado mi ayuda más de lo normal, él también debe encontrarse realmente agotado.

— ¿Cómo van las cosas con eso? —baja las piernas para acercarse el desayuno — ¿Han encontrado algo sobre el ataque?

—Escuché que Enid te habló de eso... —exhala con fuerza —lamentablemente no mucho, nuestro... aliado se ha incorporado al mundo humano vigilando de ciudad en ciudad, pero parece que no hay huellas de familias elficas, los humanos no han divulgado ningún chisme sobre haberlos vistos ni hay cuentos de terror nuevos sobre nuestra raza, la... —exhala un suspiro frotándose la frente —la otra alternativa es ingresar al reino de los demonios, y aunque nuestro aliado es capaz de hacerlo sin ponerse en peligro...

Sus labios se abren y al segundo tiemblan para apretarse en tensión mientras su mirada desciende con pesar y miedo, frustración. Eleonor sigue comiendo centrando su mirada en los alimentos delante de ella para dejar que la mujer elfa se tranquilice.

—No quiero que lo sepas, es suficiente con que tengas certeza de lo que ocurre en tú mundo y el nuestro... —cruza la pierna sobre su rodilla girando la mirada hacia la ventana a su lado —el mundo de los demonios no es lindo, ni pacifico, es una pesadilla en carne viva...

De ese modo la conversación cambió hacia las labores diarias y acabado aquel desayuno Francin se retiró permitiendo que la joven humana cambiara su ropa a solas. El día dio inicio junto a Islang en el invernadero y siguió su camino hacia sus clases de lengua, lectura y escritura para finalmente llevarla al campo de entrenamiento en dónde solo las tres licántropas se presentaron para enseñarle defensa con espadas, cuerpo a cuerpo y con cuchillos, además del entrenamiento aparte para utilizar una ballesta.

"La creación del mundo, un dios benevolente creando a diversas criaturas llenas de gracia en un perfecto equilibrio, no puede existir el bien sin el mal, y la vida sin la muerte. Nuestro dios creo la perfecta armonía, su primera creación fueron los elfos, seres llenos de conocimiento y curiosidad, las hadas que buscaban la alegría sobre todo y siempre cuidaban de los seres a su alrededor, los gigantes amigables y empáticos, cariñosos a pesar de su gran apariencia tosca, humanos, y demonios, los últimos en el otro extremo de la balanza, seres llenos de envidia y resentimiento que buscan la diversión en el sufrimiento ajeno.

A cada una de sus creaciones les brindó un objeto mágico con el cual podían hacer lo que deseasen, desde tareas simples hasta tareas difíciles, era decisión de ellos buscar en que emplearla, pero todos tenían la misma cantidad de magia en su artefacto especial y el mismo desconocimiento sobre su uso.

Con el tiempo las razas se fueron separando por disputas entre ellos, cada quién procreó y dirigió a su raza hacia el futuro saliendo adelante con magia y fuerza. Hace cientos de siglos los elfos decidieron, en su búsqueda de conocimiento, dejar de vivir en los bosques para comenzar edificaciones en las cuales mantenerse a salvo de los animales salvajes siendo que no eran aptos para combatir con ellos, los humanos les siguieron el ejemplo con menos gracia y control, y los seres que aun vivían en los bosques comenzaron a interesarse.

Los siglos cambian los pensamientos, las generaciones desarrollan nuevas ideas y las brechas que antes eran mínimas comenzaban a crecer. La envidia y el deseo, el recelo y el odio, la soberbia, arrogancia y orgullo, la vanidad. Las brechas crecieron separándolos casi por completo para enemistar a aquellos que antes simplemente eran amigos creados por el mismo dios y con la misma gracia. Los ataques de los demonios eran mínimos, risas y burlas, pero escondían la envidia de no poseer los conocimientos que los elfos tenían, de no controlar la magia como esa raza lo hacía, de no lucir como ellos."

Los textos eran mayormente escritos por elfos, existían libros escritos por cada especie y en cada libro había un pensamiento diferente sobre la razón por la cual los demonios atacaron, Eleonor sabía que Enid había tenido razón sobre la vanidad de los elfos y las hadas, en especial desde que había comenzado a leer todos los escritos en aquella biblioteca en dónde tanto elfos como hadas se alababan enormemente y alegaban que la envidia era lo que había movido a los demonios para atacar. Poniendo tinta en su pluma se inclinaba sobre la mesilla para apuntar todo lo que le parecía importante del libro, lo había hecho ya durante un par de semana. Los días desde el ataque en el solsticio de invierno se fueron volando en un pestañeo, las celebraciones fueron y vinieron, los ataques vinieron y se fueron, los elfos seguían desapareciendo cada tanto y las cortes en ese nuevo mundo cada vez se ponían más nerviosas.

—Te encontré. —jadeaba entre los libreros —Oye, ahora mismo deberías estar en tu entrenamiento con las chicas ¿Qué haces aquí?

— ¿He? —observa el reloj de pared para levantarse con prisa — ¡Por los objetos! No me di cuenta... —exclamaba cerrando el libro y apilando sus anotaciones —Ya voy, ya voy, Lyrie debe estar enojada por mi demora... —gira en redondo hacia la salida, pero se detiene al ver el rostro demacrado del chico a su lado — ¿Estás bien Enid?

— ¿Qué? —analiza el rostro ajeno para asentir —Sí, vayamos de una vez.

—Dejaré esto en mi habitación, ve abajo.

Con un cambio rápido Eleonor se puso en marcha saliendo en una caminata veloz junto a su guardián; a su parecer Enid debió dejar de cuidarla hacia bastante tiempo, ahora ella podía defenderse sola y Lyrie decía que sus instintos y reflejos eran increíblemente buenos así que sin dudarlo ella podría defenderse de un ataque sin magia, además, en los últimos meses Enid cada vez lucia más cansado y dormitaba cada tanto al estar a su lado, no parecía apto para cuidarla. Cruzando por la granja de cría tuvo que tomarle la mano al verlo cabecear en su carrera y casi chocar contra el heno de los caballos, Enid jadeó en sorpresa y luego de mirarla se disculpó con cierta vergüenza para seguir adelante sin soltarla.

Su entrenamiento dio inicio con Breis como compañera en el manejo de los cuchillos, estaban tirando al blanco como practica mientras Inha les aventaba pelotas obligándoles a esquivar y centrar el tiro, Breis reía en cada voltereta y danzaba de un lado al otro asestando cada golpe con una tremenda precisión mientras Eleonor maldecía en voz baja recibiendo golpes cada tanto y errando el tiro a distancia, su mirada avellana volvió hacia las gradas en dónde Lyrie observaba con cierta preocupación al chico que dormía en las gradas a su lado.

—Estás distraída —canturreaba jugueteando contra su hombro — ¿Qué tanto piensas?

—Enid se ve horrible.

—Es verdad que se ha visto mejor. —reía en un asentimiento levantando la palma para pedirle a Inha que se detuviera — ¿Y entonces?... —observa de reojo a las gradas —Lyrie está ahí para preocuparse por él, no deberías preocuparte de nada.

—Los ataques han aumentado... todos están inquietos... —aferra su antebrazo —el señor Elrond no ha dejado ver ni su sombra por la casa.

—Francin dice que ha estado muy ocupado tratando de calmar a los otros gobernantes elfos, es comprensible que no se deje ver... no es algo por lo cual deberías estar preocupada, hasta que él no nos de la orden podemos permanecer tranquilos y holgazaneando lo mínimo según creamos correcto. ¿Continuamos?

—Sí, yo... lo siento, continuemos.

"Los humanos acostumbraban mirar los alrededores en un intento de aprender de todas aquellas razas que seguían siendo superiores para ellos, cada día cierto grupo de ellos visitaba a cada una de las razas aprendiendo sus costumbres. Ellos tenían razón, no eran tan fuertes como los gigantes o los demonios, ni tan inteligentes como los elfos o tan escurridizos como las hadas que eran increíblemente hábiles para escabullirse y hacer pequeñas maldades, eran... comunes, y desconocían el funcionamiento de su artefacto mágico, por eso nadie sospechó de ellos, mucho menos los elfos a quienes siempre alababan por sus conocimientos y belleza subiéndolos a un pedestal para adorarlos como si fuesen el mismísimo dios que entregó los artefactos mágicos.

Los humanos estaban en todos lados, crecían sin limitación y se desplazaban en grandes cantidades serenas e inferiores, nunca nadie se preguntó dónde escondieron su artefacto porque estaban seguros de que si en algún momento necesitaban arrebatarles la magia sería algo tan sencillo como salir de la cama una mañana de primavera. Ellos fueron los escurridizos seres que se infiltraron entre cada raza y un paso a la vez se posicionaron al lado de los objetos mágicos hasta que fueron capaces de poseerlos, y mientras ellos se arrastraban sobre aquella magia los demonios cumplían su palabra sirviendo como distracción para crear discordia atrayendo toda la atención sobre su raza, así fue... que nadie se dio cuenta cuando sus objetos fueron robados, hasta que fue muy tarde.

Se dice que el desprendimiento de la magia fue como arrebatar el aliento de cada raza, aun aquellas razas como la de los gigantes que no fue capaz de manejar y expandir el poder de su objeto sobre su gente, cayeron en un cansancio abrumador sintiéndose débiles, les arrebataron una parte de su increíble fuerza. Las hadas dejaron de blandir sus alas y cayeron débiles al suelo, su velocidad abrumadora se extinguió. Los elfos cayeron con menos dolor, pero una parte desconocida para las nuevas generaciones, aquel intelecto más allá de cualquiera se extinguió dejándolos limitados."

La noche caía mientras Eleonor caminaba por los jardines centrando su atención en el agotado elfo que caminaba a su lado entre amplios y tendidos bostezos sonoros. El reino se había quedado paralizado con un pequeño trozo de papel que había recorrido todas las calles del interior y exterior de aquella casa, desde ese momento habría un toque de queda nocturno y las celebraciones venideras serían canceladas hasta nuevo aviso, era más que obvio que estaba ocurriendo algo grave. Enid cabeceó con los labios entre abiertos y los parpados a punto de cerrarse.

— ¿Nos sentamos un momento? Francin me dijo que hoy no me dará las clases y me siento algo cansada... —mentía entre el movimiento circular de su hombro —lancé demasiadas dagas.

—Oh, si... —musitaba aturdido observando los alrededores — ¿En la banca del invernadero o vamos hasta la casa?

—Entremos en el invernadero. No le digas a nadie, pero... —acerca sus labios rodeando el oído ajeno —Islang tiene un sofá secreto en la habitación dónde se guardan los abonos, la modifico para poder dormir ahí cuando se queda hasta tarde.

Él sonrío con desgana y luego de resoplar permitió que la chica lo tomará del brazo guiándolo hacia el interior del invernadero. Eleonor acudía a una charla tranquila en la que le comentaba sobre la primera vez que encontró a aquel gigante enano durmiendo en el interior. La habitación del abonó era tan transparente como el invernadero, teniendo solo paredes de cristal sostenidas por vigas de madera firme y blanca, el sitio no era muy grande y el techo en caída dificultaba la entrada para alguien como Islang debido a su altura, pero el gigante se las había arreglado poniendo una pared intermedia entre la zona con herramientas y el fondo bajo dónde se ponían los costales de abono para evitar el fuerte aroma mezclado. Antes de entrar Eleonor tomó una linterna de aceite y la encendió cuidadosamente para abrirle la puerta a su cuidador.

—Aún se encuentra claro, pero... siento que puedo caer dormida en cualquier momento.

—Deja de jugar, —sonreía en una negativa —sé que estás haciendo esto por mí.

—Buenoo... es difícil hacer cosas por ti, el gran cuidador no permite que nadie cuide de él.

El gran diván de tono rojo se iluminó con la luz de la lámpara, Eleonor se apresuró a colgar la lampara en un ganchillo del techo bajo y se encaminó hacia el diván quitando los dos cojines cuadrados para arrojarlos al piso limpio, Enid le sonrío y sin dudarlo se encaminó dejándose caer boca abajo sobre el cojincito tubular que quedaba, durante los entrenamientos no llevaba su armadura.

—Es bonito estar en el invernadero al caer la noche, no lo he hecho muy seguido —confesaba calmadamente tomando asiento sobre los cojines en el suelo con la espalda recargada del cristal de pared —pero hubo un par de ocasiones en las que tuve que quedarme debido al trabajo.

— ¿De las veces que no pude estar contigo?

—Sí. —confesaba en una risilla acomodándose más adelante hasta recargar el antebrazo de la orilla del sofá, dando suaves y tendidas caricias sobre aquel cabello del tono de las llamas —Cuando no estás a mi lado bromeando... la verdad es que me siento algo inquieta, me gusta escucharte todo confiado parloteando sobre tus hazañas... así que cuando no estás procuro ocuparme en lo que me sea posible.

Una risilla cansada escapó de sus labios, pero su rostro permanecía girado hacia el respaldo del sofá mientras aquella humana suspiraba sin detener su suave caricia sobre el cabello ajeno, Eleonor lo admiraba de ese modo.

—Fuiste uno de mis pilares para sentirme como en casa estando aquí... me haces sentir aún más segura de lo que Níniel y Agatha me hacen sentir, entiendo que ellas trabajan al igual o hasta más que yo, pero... son muy pocas las ocasiones en las cuales estamos juntas, he hablado más contigo y con las chicas que con ellas.

—Las licántropas son fieles a sus manadas, una vez con ellas, nunca sola.

— ¿Y tú?

—He perdido a mucha gente en mi vida, no pienso apartarme de alguien especial nunca más... —gira el rostro hasta poder mirarla —no pienso perderte.

— ¿Es por lo que paso el invierno pasado? —cuestionaba calmadamente recargando el rostro del reposabrazos —Después de eso no me ha pasado nada similar, aunque estuve presente en otros ataques todo salió bien. Y no fue porque estuvieras a mi lado.

—Ya eres muy buena peleadora, y confío en que podrías enfrentarte a quien sea. —reía mostrando sus dientes blancos y cerrando los ojos —Pero aun así no quiero... perderte.

—Y yo no quiero que termines enfermo por tener que ocuparte de tantas cosas. Estoy bien Enid, las chicas estarán para mí si lo ven necesario.

—Lástima que no tienen magia, si ellas tuvieran magia serían capaces de saber si corres peligro y acudir más rápido de lo que lo han hecho. De lo que lo hemos hecho.

—Ellas siempre llegan. Y tú también.

Después del invierno Eleonor estuvo presente en dos ataques más antes de que se le prohibiera nuevamente acudir al pueblo, en una ocasión había ido al mercado junto a Agatha y otros trabajadores de la cocina además de un par de caballeros asignados para brindarles protección ante cualquier posible ataque, en la siguiente ocasión había tratado de conocer a la familia de Níniel, Enid tuvo un llamado de la casa principal y se vio obligado a dejarlas solas en la tienda del hermano de Níniel pues hasta que tuviera que cerrar su negocio podrían ir y reunirse con toda la familia en casa de la elfa, con la puesta del sol llegó el ataque, tuvieron que encerrarse en la tienda mientras todo se llevaba a cabo en el exterior y fue la primera vez que Enid utilizó magia para dar con ella. Era difícil que sus amigas acudieran al rescate si la luna había caído, a esa hora Breis se encontraba transformada y sin control sobre sí misma así que esa vez ellas no pudieron ir a ayudarla.

—Me preocupas.

—Y tú a mí.

El naranja del horizonte se fue apagando como una llama sobre la chimenea, dando entrada directa a la oscuridad. Enid no roncaba, solo emitía un sutil silbido entre sus labios abiertos, pero era más que obvio que se encontraba profundamente dormido. Eleonor se levantó hasta la lámpara de aceite y apagó la llama para volver a tumbarse en el suelo con la mirada en el tejado de cristal desde dónde comenzaban a pintarse las estrellas, pronto darían inicio las temporadas de lluvia, y no estaba segura si eso haría que los ataques enemigos fueran más peligrosos.

"Se piensa que la magia no solo era contenida en el recipiente entregado por aquel magnánimo dios, sino, que tal vez era algo que sus creaciones ya tenían en su interior desde que fueron creados, solo eso explicaría la razón para que se debilitaran las razas cuando sus objetos mágicos les fueron arrebatados, quizá y solo quizá, sea posible que todas las razas contengamos una chispa de esa magia y que los objetos mágicos sean como el carbón o la leña que aumenta nuestro poder verdadero, pero todo esto es un simple pensamiento pues nadie, ni elfos ni hadas ni gigantes han demostrado poseer tal don.

Los humanos y los demonios son un tema diferente. Mientras los elfos aprendían a utilizar, compartir y potenciar el poder de su objeto mágico, los demonios utilizaban un tipo diferente de control limitado, que se dice fue encontrado por los humanos, en este caso su procedencia es desconocida aún hasta la fecha de hoy, y con la separación de las tierras les ha sido imposible a nuestras razas el buscar una respuesta a ello.

Encantamientos. Así les llamaban, palabras talladas en piedra, en libros. Algo creíble a mi parecer, pues no hay nada más arrasador y poderoso que el poder de las palabras mismas. Quizá y solo quizá, alguien pudo lograr impregnar un libro con magia y es por esa razón que las palabras ahí escritas tengan tal poder de acción. En todo caso, los encantamientos son utilizados por los demonios y unos cuantos humanos que, de alguna forma, nada sorpresiva, lograron robar esa información."

«Tener magia en el interior» Era algo que no podía ni imaginarse, no habían sido demasiadas veces, pero había estado presente en la utilización de la magia elfica y no se imaginaba siendo capaz de poder utilizar aquella estela invisible. Los elfos eran seres inteligentes que buscaban respuestas, su poder, fuera cual fuera, provenía de sus mentes «Es por eso que no utilizan palabras para mover la magia. Cuando Francin enciende y apaga las velas solo basta con que las señale o extienda sus manos hacia ellas como lanzándoles algo de manera delicada...»

Su mirada viajó hacia el joven elfo tendido en el sofá con un semblante tranquilo, y de pronto Eleonor notó algo y entrecerrando los ojos se acercó un poco más, se enderezó entre parpadeos para admirar la oreja del joven elfo a dónde habían aparecido tres perforaciones con sus respectivas argollas de oro y cadenas, se inclinó llevando sus dedos hasta aquella piel para tocar las argollas, pero Enid tomó aire removiéndose apenas un poco, y de pronto hubo severos golpes contra la pared de cristal, el medio elfo se levantó de golpe buscando con la mirada mientras aquella chica observaba a Islang que poseía un rostro inquieto.

— ¿Qué? —musitaba, dirigiendo su aturdida mirada a la pared de cristal que la humana veía — ¿Islang? ¿¡Que pasa!? —elevó la voz ante la distancia.

El gigante se señaló la oreja con prisa y por un momento ambos en el interior estuvieron confusos pensando que quizá no podía oírlos desde el exterior, pero de pronto ambos cayeron en cuenta, Enid se cubrió la oreja derecha con prisa mientras Eleonor dirigía la mirada en dirección a la lámpara de aceite apagada sintiendo la comezón usual en sus fosas nasales.

—Deberíamos salir. —expresaba con calma entre el levantarse —Dormiste un buen rato, ni siquiera hemos cenado. —enciende la lámpara —Francin nos estará esperando con la cena fría y un regaño.

Él sonrío con nerviosismo y la siguió al vivero dónde la luz de luna se filtraba en todas direcciones, mientras ella guiaba el camino Enid la observaba de reojo inclinando el rostro por momentos en un intento de comprobar que ella no lo hubiese visto. Islang los encontró en la salida con una sonrisa nerviosa y antes de medir palabra tomó al chico por los hombros encaminándolo mientras intentaba susurrarle algo, pero su voz era tan baja que Enid fruncia el ceño pidiéndole que volviera a repetir lo dicho mientras Eleonor los seguía varios pasos por detrás observando aquella oreja derecha que nuevamente se encontraba desnuda.

En una mañana de esas en la que la obligaban a tomar un descanso de sus labores diarias, Eleonor decidió escabullirse hacia el pequeño claro en las cercanías del bosque en dónde días atrás habían tenido un picnic en grupo, salió tranquilamente cruzando la puerta principal con un libro entre las manos; todos sus conocidos y todos los guerreros se encontraban ocupados ese día, la mayoría en el pueblo buscando prevenir un próximo ataque y significativas bajas, en cambio Enid había salido del reino Sermil por una misión importante al lado del señor de la casa.

Recorrió el sendero observando apaciblemente el campo abierto con uno que otro árbol inclinado por la elevación de la colina, los pocos arbustos y las aves que sobrevolaban la zona. Por seguridad aquel día se había puesto su ropa de entrenamiento, el pantalón ceñido con el corsé que apuntaba a ser una pechera con una camisa de manga larga de tono blanco por debajo, sus botas y los cintos para las armas, también se había puesto una capucha creada con una bufanda negra que le cubría el cabello trenzado y la mayor diferencia que tenía con aquellos seres. Al llegar al inicio del bosque tan solo dio media vuelta manteniendo la mirada sobre el claro y se dejó caer sentada tomando el libro de entre sus manos con cierto entusiasmo.

"Los demonios son seres que desean por sobre todo ser superiores, hasta entre ellos mismos. Sus jerarquías no son del todo conocidas, nuestros conocimientos sobre ellos son demasiados limitados principalmente por el tiempo que llevamos escondiéndonos.

Algo que tenemos seguro es que la magia que poseen se traspasa por fuerza y no por linaje, ellos se enfrascan en una lucha sangrienta y el último demonio en pie es quién obtiene la bendición del objeto mágico y el, pensamos, libro de hechizos. El titulo como POSEEDOR DE LA MAGIA puede arrebatarse cuantas veces deseen hacerlo, pues solo basta pedir un enfrentamiento y ganarle al actual poseedor del objeto para hacerte con la magia y el rango.

Ahora, en el inferno hay siete señores con título de importancia y fuerza, cada uno maneja un tipo especial de demonio inferior de los cuales desgraciadamente no se tiene demasiada información. Entre los señores del inferno los más conocidos por los humanos son Lucifer, el señor del orgullo, Y el más deseado por los humanos, Asmodeo el ser de la lujuria. Cada uno portador de aquellos deseos humanos que llenan aquellas pequeñas almas de un sabor exquisito para ellos.

Aunque la lucha por el poder y magia principalmente es llevada por los siete grandes señores con una increíble ventaja de conocimientos y fuerza, no es una locura que los demonios inferiores de cada uno se enfrasquen en la guerra en busca de destronar a su alto señor y poseer la magia tan anhelada por todos. Entre sus subclases no tenemos a muchos identificados y los más conocidos vienen siendo los demonios de Asmodeo, los seres de la lujuria, los Succubus e Inccubus quienes son capaces de arrastrar a los humanos tras sus deseos sexuales más primitivos y de ese modo les roban la energía y fuerza. Los vampiros no son en sí una clase de demonios, son corrupción pura, el juego enfermo del señor de la codicia, Mammón, quién deseaba más y terminó creando a esos seres eternos con una interminable hambre de sangre humana. Y la otra clase conocida de demonios son llamados Rakshasa, demonios con una apariencia entre animal y humana, mayormente con similitudes a los tigres, que solo buscan destruir y desagarrar, son capaces de leer la mente y transformar su apariencia, ellos trabajan bajo el mando de satán y son la representación de la ira pura llevada de un cuerpo a otro por siglos."

Un fuerte golpe sordo seguido del salpicar del agua la hace cerrar el libro con rapidez, Eleonor vuelve la mirada al interior del bosquecillo dejando el libro sobre el pastizal mientras se levanta con el mayor cuidado posible dando pasos medidos para evitar alertar a lo que fuese que en ese momento estaba gimiendo del dolor, sus pasos la llevaron al pequeño riachuelo dónde anteriormente Níniel había recolectado plantas acuáticas para condimentar comida y crear medicamentos, su mano se deslizó delicadamente sobre el tronco duro de un árbol mientras inclinaba el rostro en busca de captar a la persona tendida boca arriba en la orilla rocosa del rio; un joven de melena negra y corta, de orejas semi puntiagudas de un largo menor a la de los elfos, con tres perforaciones en la oreja izquierda que eran unidas por cadenas de plata.

—Maldita sea... —exponía con furia soltando un golpe contra el agua —Maldita sea... maldita sea, maldita sea. ¡Mierda, mierda, mierda!

Manoteaba duramente contra las rocas y el agua que se llevaba la sangre de su cabeza herida, en un gruñido el joven se incorporó sosteniéndose de cara al agua mientras su cabello escurría sangre y el líquido con el cual se bañaba. Eleonor tragó grueso. El chico parecía humano, a excepción de aquellas orejas, pero... «Sus alas...» pensaba en pánico, aquellas alas eran similares a las de los vampiros a excepción del color que era más como carmesí profundo.

—Maldita herida del averno —escupía con enfado fulminando en una mirada a su ala derecha, luego se tocaba el rostro llevando el cabello hacía su nuca herida —Malditas piedras, maldito mundo, maldita vida.

Entre sus maldiciones difícilmente logró levantarse, pero solo bastó el intento de un paso para que volviera a caer, esta vez sobre sus rodillas que chocaron duramente contra las piedrillas de la orilla seca arrancándole un grito ahogado de los labios cuando sus manos tocaron aquellas piedras filosas por igual. Eleonor tomó la bufanda que se le había caído de la cabeza y la subió sobre su coronilla cubriendo también la parte inferior de su rostro para dar un paso adelante con ambas palmas arriba.

—No deberías ponerte en pie tan rápido. —detuvo su andar ante la mirada rápida y alerta del joven —Tu... tu herida en la cabeza no deja de sangrar, debes tratarla y descansar... —dirige la mirada hacia las copas de los árboles — ¿Volabas? La caída se escuchó fuerte...

El chico permanecía en silencio mirándola con la desconfianza en filo, pero finalmente observó hacia sus rodillas y palmas sangrantes, seguía arrodillado sobre aquellas piedras filosas. Sus alas se retrajeron con un movimiento brusco de hombros.

— ¿Vas a ayudarme?

— ¿Me lo permitirías sin intentar atacarme?

Su mirada subió con sorpresa, pero de pronto sonrío con gracia, le tendió la mano en espera de su ayuda y Eleonor se encaminó a prisa tomándole la mano para levantarlo, su mano libre le rodeo la cintura y tuvo que obligarlo a que le rodeara los hombros para servirle de apoyo, después de un poco de lucha él accedió y la dejó sacarlo de aquella orilla y sentarlo en el suave pasto contra un árbol. Ambos se miraron un momento, ella admiró aquella ropa negra rojiza de cuero duro con cintillos fijos en hebillas y botones de metal, las dagas ajustadas sobre su cinturón a la cintura y las otras tres más sobre un cinto de hombro a costado, luego su rostro de apariencia humana, cuando le sonrío pudo percatarse de que no se trataba de un vampiro, y aunque no conociera a las otras cortes que custodiaban las salidas hacia el mundo humano, podía estar segura de que esa persona, ese... ser, no era parte de ese mundo ni de ninguna corte.

—No tengo medicinas conmigo. —confesaba.

— ¿Qué? —negaba en una risa —No es necesario, no debe ser tan profunda... —palpaba por encima de su nuca —He soportado heridas peores.

— ¿Qué haces aquí?

No era amigable. No iba a serlo con aquellos que atacaban a personas inocentes, a seres inocentes. Aún si ese joven parecía amigable ella no pensaba ceder a esa amistosa sonrisa. «El señor Elrond me contó de una situación similar, y el final no fue grato. Ante la menor amenaza debo lograr huir...»

— ¿Por qué eres tan agresiva con un pobre herido?

—Por qué no creo que seas de estas tierras... lo dudo enormemente.

Él sonrío relamiéndose el labio inferior —Tú tampoco lo eres. Los humanos desprenden un olor especial, sé que no eres elfa, ni hada, y obviamente no eres una gigante o un extra de este mundo. Eres humana, traidora y malvada, ambiciosa. Justo como el resto de tu especie —expresaba con más brusquedad manteniendo los dientes a la vista y cercanos entre las palabras —así que no quieras lucir como un alma de bien.

—No me importa lo que creas de mi especie. —retrocede, levantándose con la mirada filosa y la mano cercana a la daga grande en el costado de su cinturón —A mí se me ha permitido vivir en estas tierras... —suelta el cinturoncillo de seguridad para tomar el arma por el mango — ¿Y a ti?

—No... —expresaba en una sonrisa demencial —pero ¿Qué importa? Mi raza es libre de ir y venir a su gusto.

—No lo son.

— ¿Cómo podría saberlo una simple humana?

Eleonor observó la sangre que seguía emanando de la cabeza de aquel ser para mancharle el hombro negro hasta incorporarse en la vestimenta negra rojiza, tragó grueso.

—Sangras demasiado, no creo que sea algo superficial, —explicaba con disgusto e inseguridad —debes tratarlo.

— ¿Qué te importa? ¿No sería mejor para ti que yo me muriera aquí mismo?

Ella tragó grueso — ¿Es posible dejarte inconsciente?

— ¿Es una amenaza o la invitación a meterme en un juego sexual muy sucio? Que quede claro que yo no soy un demonio del sexo, y aunque las chicas me van tanto como los chicos, no te ves de mi tipo.

—Por favor deja de decir estupideces. —aprieta el mango de su arma para guardarla nuevamente entre el tensar de su mentón —La única forma de que me sienta segura para cuidar de esa herida es... si estás desmayado, totalmente inconsciente o atado.

—No me van esos juegos, ya lo he dicho. —bromeaba con la comisura izquierda elevada en su burla — ¿Por qué querrías curarme?

—Porque no soy una mala persona.

—Dudoso...

El silbido del bosque removió las copas de los árboles junto al chal que cubría el rostro de la joven humana, los cabellos del macho frente a ella también se removieron dejando caer gotas de agua que se arremolinaban junto al charco de sangre bajo su cuerpo. Ella tomó asiento con las piernas cruzadas en cruz delante suyo, preparada para brincar si lo veía necesario. Él la admiraba con dureza, sus manos delicadas y las pocas armas que su pequeña ropa de entrenamiento cargaba, cinco dagas y tres de ellas eran tallados de madera para practicar.

—Me desmayaré en cualquier momento. Lo digo enserio. —tomó sus armas sacándolas de las fundas para arrojarlas a una gran distancia —Fue una gran caída y la herida es horriblemente profunda, es una suerte que no se me salga el maldito cerebro... cúrame, por favor... —pronunciaba con recelo apretando los dientes y los labios en desagrado —o déjame aquí tirado si es lo que prefieres, solo espero que cuando abra los ojos nuevamente, si es que los abro, ya no tenga que ver tus ojos color mierda.

—Que caballero tan halagador. —exclamaba con una sutil sonrisa irónica —No te preocupes, lo que menos quiero hacer en lo que dure mi vida es ver tu desagradable rostro y escuchar tu horripilante charla con nula gracia.

—Que mordaz. —exclamaba en un jadeo exhausto, aturdido —Que bueno que sepas que... tu vida es... menos que un segundo de la mía...

Frunciendo el ceño cubría su rostro con dolor. El charco de sangre se hacía cada vez mayor bajo su cuerpo chorreante de agua, de pronto jadeaba, suspiros agotados escapaban de su boca mientras cabeceaba y se balanceaba como las copas de los árboles. Eleonor se quedó quieta, admirando, inspeccionando, sus instintos estaban alerta sobre los alrededores y sobre el joven que caía redondo contra el suelo con poco pasto.

—No tengo medicinas. —expresaba en tono bajo para sí misma —Ir a la casa de mi señor significaría explicarle a quién sea que pueda darme las medicinas necesarias que un... no lo sé, joven de fuera de este mundo se ha caído del cielo y se ha herido. Me las negaran sin dudarlo... y el invernadero no me ha enseñado lo suficiente como para reconocer las hierbas silvestres y no confundirlas con otras... —muerde su labio inferior observando el camino por el cual había llegado.

Las opciones eran muy arriesgadas así que lo primero que decidió hacer fue acercarse hasta el cuerpo del joven para tomarle el pulso, analizarle las pupilas y después recostarlo de costado para analizar la herida de su cabeza apartando suavemente las hebras negras de su cabello, ciertamente era una herida grande y algo profunda. Quitándose la bufanda sacó su navaja de bolsillo y comenzó a cortar la tela, lo máximo que podía hacer en esa situación era detener el sangrado.

La noche llegó con brisas frías y constantes, el cielo rugía y se iluminaban nubes negras en la lejanía. El joven herido parpadeaba con dolor y frio, el bosque apenas y recibía rayos lunares que se colaban por las copas frondosas de los árboles causando que el riachuelo brillara de manera tenue lanzando pequeños destellos de luz, él se incorporó adolorido en su confusión, sentía muchísimo frío y todo su cuerpo se encontraba entumecido, entre la oscuridad fue capaz de vislumbrar las telas negras con destellos dorados que en ese momento adornaban tanto sus palmas como su cabeza, dirigió la mirada a los alrededores en espera de verla, pero no había nadie.

— ¿No me mataste? —sonrío. Levantándose en un suspiro y jadeo, recargándose del tronco —Que sorpresa, sabiendo lo que soy... —expresaba con voz ronca —ellos debieron instruirte, debieron decirte lo que soy, el peligro que yo... soy para este mundo.

Eleonor suspiró con incomodidad, estaba inquieta desde que lo había dejado en ese bosque con tal herida y la ropa chorreando agua y sangre. Lyrie atravesó el umbral ladeando el rostro al mirarla tan perdida en el panorama nocturno al punto de la tormenta, olfateó el aire en su camino liviano y finalmente tomó asiento en el sofá dónde aquella humana descansaba.

— ¿Piensas decirle a alguien? Puedo olerlo en ti...

—No es que quiera ocultarlo... —vuelve la mirada sobre la chimenea chisporroteante, alejada, de frente a ella —sé que me he entrenado para eso, sé que maté a ese vampiro o al menos lo hice lo mejor que pude con el poco conocimiento que poseía en ese entonces... pero creo que no tengo la fuerza suficiente para de verdad, de verdad... —centra la mirada en sus palmas abiertas —matar a alguien, mucho menos si se encuentra herido.

— ¿Y a él?... —cuestionó con la mayor dulzura posible, precavida, observándola de reojo y volviendo la mirada sobre el fuego —El hombre que abuso de tu confianza y tu cuerpo, Leo Stechi, si por circunstancias del destino estuviera herido y lo tuvieras frente a ti...

—No lo sé... y es diferente.

Bajando la vista, asintió —Necesitas participar en una batalla contra ellos, mirar de frente lo que les hacen a los nuestros... necesitas comprender porque deben morir. —exhala un suspiro —Pero comprendo que no lo hayas hecho, que aún no tengas el corazón ni la cabeza para pensarlo y ejecutarlo. Entonces... ¿Qué planeas hacer con ese macho? Ese demonio.

Dirige la mirada hacia la ventana —Una tormenta se acerca...

—Y él se encuentra herido en el bosque. Olías a mucha sangre y ahora he comprobado que no fuiste tú quién lo hirió. Pensé que quizá lo habías hecho, pero entonces comenzaste a lucir muy inquieta y huiste de nosotras.

—Sabía que podían olerlo. La sangre.

— ¿Y entonces que haremos? Te seguiré sin dudarlo.

Girando en el sofá centra su atención en aquella chica — ¿Estás segura de que es un demonio? Sé que... se dice que todas las razas cambiaron con el pasar de los siglos, pero... él lucia muy humano... a excepción de las alas.

—No sé mucho de ese mundo. Mi raza se creó a base de una maldición en tierras humanas, si fue un demonio o un humano quién lanzó la maldición sobre el primer licántropo... la verdad es que no tengo idea, mi manada creció con los humanos. Aún hay demonios rojos como los que cuentan las historias, cuernos y colmillos, gran altura, algunos con cola y otros sin ella, pero... los mestizos, aquellos nacidos de un humano y un demonio pueden lucir... más diferentes, más humanos, aunque conservan características de demonio, cada uno es diferente.

—Y los que principalmente nos atacan son los de piel roja.

—Los más antiguos. —asiente con certeza —Los que conservan su raíz inicial, se dice que se pueden medir sus años mirando las alas, pero yo... desconozco como hacerlo.

—Y... ¿Qué hay de las vampiras?

—En estas circunstancias... —exponía en una exhalación disgustada, inclinando el cuerpo adelante hasta descansar el codo sobre su muslo —creo que no nos vendría mal la ayuda extra. El sol ha caído, Breis esta transformada y custodiada por Inha y Kulhe. Si vamos, estaríamos solas contra un posible demonio de poderes desconocidos.

Las botas negras de Lyrie cayeron sobre el suelo rustico bien pulido de la estancia encaminándose hacia la salida con Eleonor siguiéndole los pasos, salieron juntas de la casa principal con dirección a las torres intermediarias entre la casa y el pueblo, ahí dónde debían estar montando vigilancia los vampiros.

—Nuestro señor ha estado movilizando a los vampiros durante los turnos nocturnos, hay seis torres, las dos de aquí —señala la distancia —y cuatro a la salida del pueblo, dos en el limite del pueblo y otras dos en el arco de salida y entrada. Yo me ocupo especialmente de mantenerlos vigilados. —erguida se toca el pecho con la palma abierta —Yo soy una persona fiel, mi raza lo es. Pero los vampiros son un tema muy distinto... se dice que especialmente ellas nos seguían las ordenes de sus creadores ¿Cómo vendrían a seguir ordenes de un ser... que ni siquiera es de su raza? Y ellas son las encargadas de todos los demás vampiros, no confío en ellas así que no confío en ellos.

—Pero han estado aquí por bastante tiempo ¿No? y no lo han traicionado.

Sonríe con disgusto dando un par de negativas —Claro, no lo han demostrado. Pero el general Lunet ha visto que una de ellas se mueve por toda la zona sin informar ni pedir permiso, parece investigar, por eso las tenemos bajo el radar. —observa la duda en el rostro de la humana —Te lo digo, se dice que las echaron de sus grupos por glotonas, en todos los mundos y reinos siempre debe haber un balance, y ellas se negaron a cumplirlo.

Apenas sus botas tocaron el pasto cercano a la torre Lyrie tendió el brazo por delante de la humana deteniéndola de su andar, sus agudas orejas habían captado un movimiento en la parte superior, y en segundos una joven de caireles negros que le caían por debajo del busto se veía aterrizando de manera grácil con aleteos lentos y firmes, sus botas tocaron la piedra hexagonal que adornaba el camino al interior de la torre mientras el cielo tronaba a la lejanía iluminando sus rostros por apenas unos segundos, los ojos feroces y rojos de la vampira se centraron duramente en la chica más alta.

—Licántropa. —expresaba con disgusto frunciendo sus labios carnosos y rojos.

—Vampira —contratacaba con el mismo disgusto, pero manteniéndose un poco más serena.

—Hola. —elevaba la palma desde atrás de su amiga —Lamento interrumpirte en tu trabajo, pero... —observa de reojo a su amiga —creo que nos vendría bien una mano de tu parte.

—Humana... —susurraba con la sonrisa creciéndole en el rostro amanzanado, inhaló profundamente — ¿Mi ayuda? ¿Una licántropa y mi comida pidiendo ayuda?

—Deja esos estúpidos comentarios por un segundo. Sabes que no confío en ti, pero... —observa de reojo a la joven chica —es la protegida de nuestro señor y necesitamos obtener información que solo un monstruo del averno como tú podría brindarnos.

— ¿Qué podría darles yo? —cruza los brazos con movimientos finos, descansando el peso sobre su pierna derecha —En especial a ti, Lyrie, con lo mucho que me aprecias.

—Conocimiento, como ya hemos dicho. —aclara Eleonor con una dura mirada —He encontrado a un posible demonio alado, con apariencia humana, en el bosque. Quisiera saber con exactitud a que tipo de demonio he tratado de curar.

— ¿Lo curaste? —entrecierra los ojos dejando caer los brazos al costado entre la inclinación incrédula de su cabeza — ¿Estás loca? ¿Por qué lo curarías? Es un demonio. Ellos matan por diversión.

—No tan alejado de tu raza... —comentaba con desagrado volviéndose de costado para entornar sus ojos.

—No. Mi raza mata para sobrevivir. Tú desconoces el funcionamiento de la sangre en nuestro cuerpo y no pienso perder el tiempo explicándote algo que no necesitas comprender. —vuelve su dura mirada hacia la joven humana — ¿Por qué lo curaste? Ellos vienen a este mundo y destruyen todo, lastiman a todos, su intención es borrarnos de la existencia misma y autonombrarse los amos y señores de la tierra aprovechándose de la magia para erradicar la necesidad que tienen por tú raza, y en ese mundo hasta el momento imaginario, los humanos se volverían sus mascotas de diversión, ya no tratarían de mantenerlos vivos. Tú vida sería una mota de polvo en sus hombros, tan fácil de desechar.

—Estaba herido, cayó de una gran altura. Tuve que ayudarlo.

—A mí tampoco me complace demasiado su forma de actuar... —suspiraba con desgana centrando su dura mirada en aquellos ojos carmesí —pero lo hecho, hecho esta, y la buena noticia de todo esto es que podríamos obtener un rehén. Y aunque desconozco la razón para que tus ojos brillen con esa idea... —asiente repetidas veces —me pareces una aliada muy poderosa en una situación de este tipo.

Su sonrisa se expandió lenta y gozosamente dejando ver sus colmillos, segundos después accedió con apenas un asentimiento. Las tres se pusieron en marcha a pie, subieron la pequeña colina siguiendo las indicaciones silenciosas de la humana y esperaron escondidas en las sombras a una lejanía prudencial. Eleonor se acercó al claro del riachuelo y se sorprendió de no mirarlo en el lugar, pero antes de decir nada se acercó al lugar dónde lo había dejado acostado y palpo la sangre seca que adornaba el pasto, su mirada viajó a los alrededores percatándose del arrastre contra el pasto.

—Lyrie. —susurró, y en segundos ambas estuvieron a su lado —Se ha ido, parece no encontrarse bien ya que hay huellas de arrastre... —séñala el interior profundo del bosque —quizá ha ido a buscar un refugio de la tormenta.

— ¿Le enseñaste a rastrear? —cuestionaba en un susurro hacia la licántropa a su lado sin mirarla.

—No. —respondía secamente para inclinarse al pasto aplastado olfateando, palpando y probando —Pero tiene razón. El sitio esta frio así que debió irse hace un rato... el rastro de arrastre es muy claro y la suposición de buscar refugio es muy acertada, solo basta mirar el cielo para saber que llegará una verdadera tormenta.

—Entonces... —señala sus ojos rojos — ¿Quieren que yo investigue?

— ¿No sería capaz de notarte? —cuestionaba con los brazos cruzados bajo los senos y una mirada seria.

—No como a ella. —señala a la humana con su mentón —Los demonios no son rastreadores natos, en especial si se trata de una especie ajena a la humana. Los vampiros rastreamos la sangre de cualquier raza y podemos diferenciarlas, además de la buena calidad de oído, aunque... —comenta con disgusto —tu raza es mucho más precisa para distinguir cualquier olor y su capacidad auditiva es mucho mejor que la de la mayoría. ¿Eres nueva en el mundo, Lyrie? ¿O simplemente eres estúpida?

—Estoy nerviosa, pedazo de estúpida. Todo esto podría ser una maldita trampa, ese maldito idiota podría ya estar esperando por nosotros con un pequeño ejército de demonios o de tu raza.

—O de la tuya.

—Muy pocos de mi raza trabajan con ellos, sería más fácil esperarlo de tú raza.

—Te pido que investigues. —intervenía entre ambas mirando directamente los ojos rojos de la vampira — ¿Podrías?

—Claro, soy muy buena para las investigaciones. Quizá no seamos la gente sombra, pero sabemos movernos en la oscuridad. —explicaba con orgullo.

Sus alas que anteriormente habían estado perfectamente contraídas contra su espalda se expandieron en un golpe seco liberando una brisa de aire que les hizo remover los cabellos a ambas chicas.

—Sera mejor que no utilices las alas. —señalaba con desdén —Se supone que va herido y casi arrastrándose, no creo que sea capaz de utilizar sus alas, y debe estar encondido en alguna cueva. Además, con la luna brillando de tal modo sería muy fácil percibir tu sombra.

—Bueno... —mencionaba en un gruñido.

Sus alas se retrajeron y entre movimientos de hombros y cuello fueron incorporándose a su piel hasta desaparecer. Lyrie exhaló un lento suspiro admirándola brevemente para terminar apartando la mirada con desinterés y centrar su atención en los alrededores; la vampira sacó los colmillos en un siseo que hizo estremecer la piel de Eleonor trayéndole recuerdos no gratos, luego se alejó sin dejar ver ni su sombra.

—Los vampiros son horriblemente veloces. —informaba finalmente avanzando unos pasos sobre el pasto — ¿Quieres que rastreemos por nuestra cuenta?

—Deberíamos esperar. Creo que será mayor la posibilidad de que nos rastree si vamos todas. —gira hacia el lugar donde el joven había estado acostado —Aprendí a rastrear porque había plagas por aquí y por allá comiéndose mis cosechas, tenía que atraparlas.

Un momento de silencio y finalmente Lyrie se acercó un poco a ella — ¿Por qué estabas aquí?

—He leído mucho últimamente, ahora que puedo controlar la escritura y lectura elfica me he adentrado en libros sobre las especies y el inicio de toda esta batalla. Quería saber porque nos atacan, porque tienen ese resentimiento por mi especie... pero me he detenido con la investigación de los demonios porque no hay mucha información.

— ¿Estás intentando meterte tan de lleno en una batalla ajena a ti? Las chicas y yo solo aseguramos nuestro lugar seguro, la comida que llega a nuestros platos y el techo cálido que nos cubre. Tú estás investigando y comprendiendo mientras nosotros solo atacamos a aquellos que nos mandan a atacar.

—No es ajeno a mí. Por lo que ha dicho la vampira...

—Loreta. Se llama Loreta.

—Pues... por lo que ha dicho Loreta, el plan de los demonios es erradicar su lazo con mi raza para así poder deshacerse de nosotros, su venganza según los libros y lo que ustedes me han dicho. Me incumbe. Los demonios y ustedes, mi propia raza y todo aquello que desconozco me incumbe. Necesito al menos tener certeza de que estoy del lado correcto.

Lyrie sonríe a su lado palpándole el hombro con cariño para frotarle la espalda y hacerla girar con dirección al interior del bosque en espera de la vampira. Cuando Loreta regresó las otras chicas se le unieron a paso veloz pues la distancia a la cual se había escondido el demonio si había sido bastante, Lyrie alegaba que parecía haber utilizado sus alas por momentos para impulsarse adelante y que por esa razón había llegado tan lejos, pero que no parecía tener fuerza para impulsarse más allá de unos metros, Loreta aclaró que para movilizar unas alas se necesitaba demasiada fuerza, y un ala rota o herida era un peso enorme. Loreta informaba que el demonio se encontraba dentro de una pequeña cueva, en un pequeño prado rocoso saliendo del bosque, en las cercanías descubiertas hacia el portal de salida que quedaba a unos cuantos metros más de distancia.

—Iré. Quédense aquí. El lugar esta despejado así que lo único que necesito hacer si estoy en peligro es salir de la cueva y podrán verme.

—Depende la altura y profundidad. Pero si no logras salir lo mejor será que grites, y con suerte podremos escuchar el eco de tu voz, la distancia es demasiada como para escucharte si hablas en un tono bajo o normal.

Las gotas caían con lentitud anunciando la llegada de la lluvia. Sus miradas subieron y el plan de gritar se quedó opacado gracias al sonido de unas gotas constantes y cerradas, las tres se observaron comenzando a estar empapadas y centraron su mirada en la distancia dándose cuenta de que sería complicado hasta el simple hecho de mirarla salir de la cueva.

—Cancelemos esto. —pedía Loreta —Irás a un lugar cerrado con un demonio que podría solo fingir estar herido. —explicaba en un grito cercano a ellas —No tienes ni idea de lo que ellos hacen con los humanos.

—Ella tiene razón. Eleonor, será mejor volver. Él se ha puesto a cubierta así que no creo que vaya a morir. —Loreta la miró con incredulidad, pero le permitió seguir —Sé que no puedes ver a alguien herido y dejarlo ahí tirado, y eso es algo muy noble... —toma el brazo de la humana —pero no quiero que mueras por esa razón, no por ser noble.

Eleonor las observo a ambas, parecía que por primera vez estaban de acuerdo en algo, pero ella no. Su mirada descendió en señal de rendición y en el preciso momento que Lyrie le soltó el brazo, ella giró sobre los talones y salió corriendo a toda velocidad, la licántropa pensaba seguirla entre su furia y preocupación, pero en ese momento Loreta se lo impidió embistiéndola por la espalda y sometiéndola mientras admiraba como aquella chica se perdía entre la cortina cerrada de lluvia y oscuridad. Llegó a la cueva jadeando, no había fuego en el interior, no había sonido alguno, solo oscuridad.

— ¿Hola? —exclamó, y la única respuesta fue su eco — ¿Estás aquí? Seguí tu rastro... —confesaba en un avance lento con la palma contra la roca fría y húmeda —me quedé inquieta de haberte dejado inconsciente en medio del bosque con una tormenta acechando...

— ¿Primero me ayudas y ahora intentas comprobar mi estado?

La respiración jadeante y entrecortada se hizo eco tras esa respuesta, Eleonor se detuvo expectante parpadeando ante la profunda oscuridad del fondo. Y la voz del macho volvió a surgir.

— ¿Trajiste medicina?

—No traje nada. Solo quería saber si te encontrabas bien, llevarte a un lugar cubierto... perdiste mucha sangre, quería vendarte mejor...

—He llegado solo a un lugar cubierto. Inferno. —un chasquido y una luz se encendió entre la unión de sus dedos —Apenas y tengo magia para encender una chispa.

—Con leña seca solo bastaría una chispa para obtener calor.

—Que mal que no tenga fuerza para obtenerla. Y peor mi suerte que haya llegado tal tormenta cerrada.

Su mano descendió y Eleonor pudo vislumbrar pedazos pequeños de leña, ramillas y hojas secas, basura que hubieran acarreado los animales o el aire mismo, ella avanzó buscando a tientas por el suelo oscuro que los separaba del otro mientras él la observaba atentamente; al cabo de un rato acercó toda la basura encontrada movilizándola con sumo cuidado para no estropearla con el agua que escurría de sus prendas, la amontonó e hizo un rodete de piedras, él hizo lo demás y una pequeña llamarada iluminó un poco más de la cueva.

Ahí estaba él. A pesar del tono canela de su piel, parecía pálido, y temblaba con sus propias alas cubriéndole el cuerpo como si fuesen una manta, el tono más brillante de su piel era una brecha rojiza opaca que le bailaba sobre la nariz y bajo los ojos. Ella se acercó cuidadosamente hasta poder tocarle la frente con el dorso de su mano percatándose de una fiebre alta.

—Buscaré más basura en el interior de la cueva, quítate la ropa y permanece cerca del fuego cubriéndote con... con tus alas.

—Solo quieres verme desnudo... —bromeaba con nula fuerza para mantener una sonrisa —a sus órdenes, mi señora.

Eleonor se levantó de aquel pequeño haz de luz y fue más adentro en la cueva palpando el suelo hasta dar con más ramas secas y hojas que fue juntando para empujarlas hacia la luz dónde aquel joven se tendía en el suelo cubriéndose el cuerpo desnudo tal cual ella le había dicho.

—El fuego no durará demasiado tiempo. —tomó la ropa húmeda y comenzó a tenderla al lado del fuego —Pero con suerte te secará la ropa y te brindará un poco de calor... lamento no tener nada conmigo para ayudarte.

— ¿Por qué lo lamentarías? —decía con una sonrisa pequeña y los dientes castañeando —Si estuvieras en mi posición ni siquiera me preocuparía por mirarte.

— ¿Qué hacías volando por los alrededores de este reino?

—Quería ver a alguien. —confesaba sin más, acurrucándose sobre sí mismo —Deseaba ver a alguien que vive aquí...

— ¿Espía?

—Para nada. —reía en tono bajo removiéndose sutilmente —Es de este reino, nacido aquí, criado aquí, posiblemente morirá aquí mismo cuando le llegué la hora.

— ¿Por tu mano?

—Por la mano de los años... falta demasiado para eso... pero espero que esa sea la razón de su muerte, morir de viejo...

— ¿Lo encontraste?

—Nunca lo encuentro. Solo intento hacerlo a sabiendas de que nunca estará cerca... si me viera... si tan solo me viera... —cierra los ojos exhalando un extenso suspiro —sus hermosos ojos llorarían en furia y añoranza.

—De verdad tienes una seguridad increíble sobre ti mismo.

—Soy en extremo vanidoso —sonreía — ¿Cuál es tu nombre?

—Eleonor... ¿Puedo saber el tuyo?

—Leito...

Eleonor permaneció a su lado hasta que tuvo que echar el siguiente montón de basura al fuego para avivar la llama, luego salió mientras él seguía dormido, no se despidió y solo comenzó a andar bajo la lluvia que ardía contra su piel. Al llegar con las chicas Lyrie se adelantó con prisa tomándole las manos y la cara para asegurarse de que se encontrará bien, pero la más sorprendida fue Eleonor al notar el rostro de su amiga y de la tal Loreta llenos de rasguños y hematomas.

Las semanas pasaron lentas y tortuosas, la visita de aquel demonio solo era conocida por las dos vampiras y por las tres licántropas en un intento de que no se sembrara el caos y se catalogara como posible traidora a la humana recién llegada; para cuando Enid arribó montado en su caballo negro con melena cana, Eleonor se presentó con los guantes llenos de tierra y la respiración jadeante, tenía puesto su overol de trabajo con palas, tijeras y pequeños rastrillos colgando de su cinturón pues había salido corriendo ante la noticia de su llegada, el joven mestizo bajó ágilmente de su caballo al percatarse de que aquella joven no llegaba sonriente para recibirlo de manera grata, lucia preocupada, así que el resto del camino avanzó a pie permitiendo que el carruaje siguiera adelante hasta la puerta delantera de la casa mientras él la sujetaba por los antebrazos.

— ¿Qué ocurre? Pareces muy alterada.

—Necesito decirte algo.

El rechinido de la puerta del carruaje atrajo sus miradas, y de aquel carruaje descendió el señor Elrond con su cabello negro atado de manera floja con un anillo en tonos oro, su mirada carbón se detuvo sobre ella y su guardia principal.

—Hola. Eleonor. ¿Cómo han ido las cosas últimamente? He escuchado que no ha habido ataques sorpresa últimamente.

—Las desapariciones han sido mínimas. Las vampiras sospechan que se trata de control mental, dicen que debe ser alguien con un poder terrorífico como para controlar múltiples mentes elficas. Pero aun no han sido capaces de capturar al responsable.

—Bueno... —suspira encogiéndose de hombros —no todo puede ser buenas noticias. —observa a su guardia personal — ¿Y de qué hablaban?

—Es algo... —baja la mirada mordiéndose el labio con inquietud —yo debo disculparme de ante mano por lo que hice, sé que estuvo mal...

Al ver la culpa en el rostro de la humana ambos machos se dieron una mirada y al segundo la tomaron por los hombros para guiarla al interior de la casa en donde podrían tener más privacidad. Elrond los guío a la sala de estar y pidió a la servidumbre que no irrumpieran hasta que se les diera la orden, las hembras y machos presentes dieron una reverencia y se retiraron dejándolos a solas; cruzando la pierna derecha sobre la rodilla izquierda, descansó el antebrazo sobre el descanso de su sillón para unir sus palmas dirigiendo una mirada compresiva hacia la joven humana, Enid se había sentado al lado de ella rodeándole el cuerpo entre suaves caricias al brazo, parecía consternada así que intentaba darle un poco de calma.

—Puedes decirnos lo que ha ocurrido, —expresaba con una voz baja y tranquila —no tengas miedo.

Sus ojos marrones se dirigieron sobre los de Enid a su lado —Yo salí sin permiso. Quería leer en la naturaleza así que fui al lugar donde tuvimos ese día de campo con las chicas... sin nadie.

— ¿Te paso algo? —cuestionaba con inquietud frunciendo el entrecejo — ¿Alguien te hizo algo? Puedes decirme lo que sea Eleonor, ten por seguro que yo haré lo que este en mi mano para ayudar.

—Encontré... —traga duramente bajando la mirada para esta vez dirigirse al señor de la casa —un posible demonio.

— ¿Qué?

La historia brotó de sus labios con culpa, explicó todo y luego de eso espero en silencio mientras el señor de la casa sopesaba la información, Enid a su lado había detenido los intentos de darle calma y en su lugar permanecía con la mirada perdida en la alfombra y las manos entre sus piernas frotándose con una intensidad que le dejaba estelas blancas y rojas sobre la piel.

—Leito... —murmuraba finalmente para observar al joven mestizo y luego a ella —Leito. ¿Realmente ese es su nombre? Quiero que... —levanta el cuerpo en un movimiento brusco comenzando una caminata de ida y vuelta frente a ellos —descríbelo, quiero que me lo describas. —exigía, con una dura mirada hacia ella.

—Él...

Con nerviosismo buscó la paz que normalmente Enid solía darle, y de manera sutil acercó la mano hasta la pierna de su compañero para poder aferrarse a su brazo, Enid apenas y se crispo, pero no fue capaz de mirarla ni de servirle como apoyo.

—Tenía la piel color canela, sus ojos eran muy llamativos porque... —observa de reojo a su amigo que se mantiene cabizbajo —tenía los ojos de un tono blanco, pero lucía como si... como la tela desgastada, tenía pequeñas aberturas en lo blanco y alrededor del iris el tono era negro... —observa al chico que nuevamente se crispaba a su lado —su rostro era... —señalaba su propio rostro tratando de explicar las facciones —tenía los pómulos muy marcados y su mentón sobre salía un poco, y... y tenía tres perforaciones en la oreja izquierda.

Ambos hombres detuvieron cualquier movimiento de sus cuerpos para volver lentamente la mirada sobre aquella chica. Eleonor los observo con duda, y Enid fue el primero en acercarse girándose hacia ella hasta ser capaz de deslizar su palma sobre la mejilla ajena.

— ¿Te hizo algo? ¿Te dijo algo?

—He dicho que estaba mal herido e inconsciente cuando lo traté la primera vez, y la segunda vez estaba agotado por la enfermedad... —explicaba dudosa, observando de reojo al señor de la casa que dirigía una mirada doliente y comprensiva sobre el mestizo del salón —le pregunté la razón por la cual había venido y dijo que... que había venido a buscar alguien. Creo que no es la primera vez que ha venido, dijo que intentaba dar con esta persona a sabiendas de que no estaría cerca para verlo... creo que hablaba de un macho, un macho nacido en estas tierras.

Enid bajó su mirada temblorosa y poco a poco dejó de tocar aquel rostro femenino, ella lo comprendió, el trauma en ese rostro que normalmente sonreía. «Te buscaba a ti» pensaba, pero no quiso decirlo, se contuvo.

—Dijo que si esta persona lo viera... sus hermosos ojos llorarían en furia y añoranza.

Elrond inhaló profundamente —Debemos matarlo.

Enid elevó la mirada en un latigazo, pero se quedó callado observando como aquel hombre alto de porte firme se marchaba con pasos largos y molestos, en ese momento Eleonor le acarició el rostro mostrándole una pequeña sonrisa, luego lo abrazó con fuerza y aun entre sus dudas Enid se aferró a aquel gesto acunando su rostro entre el cuello y hombro ajeno.

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