Capítulo 3
Nuevo amigo.
Chico sol. Lo había decidido, y bueno... era más que claro. Ese chico era como un sol y no solo por su radiante cabello entre el rubio y anaranjado que se erizaba en ondas con las puntas rebeldes hacia el cielo. Aquella mañana Níniel y Agatha habían sido sustituidas por dos damas elfas a las cuales ni siquiera intentó preguntarles sobre el paradero de sus amigas, pero ese cambio no fue ni por asomo lo más sorprendente de su mañana, la sorpresa mayor se encontraba en el marco de su puerta con una sonrisa en cara y el pecho bien salido como cualquier guerrero elfico que hubiera visto rondar antes, pero... el chico sol era centímetros más bajo que ella, algo extraño entre los elfos que normalmente eran altos, también era un tanto robusto, de cuerpo más doble que los otros elfos, aunque mantenía una cintura exquisitamente ceñida. Eleonor dejó de estudiarlo con la mirada para encontrar sus ojos.
—Me llamo Enid, a partir de ahora me convertiré en tú caballero personal, o guardián, protector... —ladea el rostro mostrándose confianzudo —como desees llamarme.
Animado hasta el alma, su radiante sonrisa podía cegarla sin siquiera intentarlo. Ella sonrío lo mejor que pudo a pesar de su desconocimiento sobre aquella inusual situación.
—Soy Eleonor. —tiende la mano iniciando el saludo — ¿Puedo saber la razón para tener un protector? El señor de la casa me ha prohibido salir y no planeo incumplir esa orden.
—Bueno... —atiende al saludo delicadamente para luego encogerse de hombros —no lo sé. Eso me ha ordenado el señor Elrond, y yo tampoco puedo decirle que no.
—Es decir que no quieres hacerlo... —declara sutilmente evitándolo para salir al pasillo.
— ¡No! —eleva ambas palmas con cierto pánico — ¡Claro que no me molesta hacerlo! Solo digo que... —ríe levemente incomodo inclinando el rostro —aunque me pidas que no lo haga...
—Debes hacerlo.
—Exacto. Entonces... ¿Qué tal si nos conocemos? Podría ser que pasemos mucho tiempo juntos desde ahora, y lo único que sé de ti es que trabajas en el vivero, y que hoy no tienes turno ahí. Además, casi todos en la casa han salido al pueblo... ¿Qué haces cuando no tienes turno?
—Yo... —sigue adelante dirigiendo la mirada hacia la planta baja —solo me paseo y pregunto si tienen algún trabajo en la cocina, pero hoy han ido todos al pueblo para ayudar con los arreglos del festejo, así que no habrá nadie en casa... —observa al joven que camina a su lado manteniéndole la mirada —así que desconozco lo que debería hacer.
Ambos se detienen en el recibidor enfrentando nuevamente la mirada ajena, el chico sol sonríe en segundos. Su armadura de un tono azul ennegrecido, comparable al tono de sus ojos, tenía cierta forma de hoja en la parte que le cubría el torso, en sí la armadura no parecía muy segura pues dejaba al descubierto zonas bastante sensibles como todo el interior de los brazos, aunque permitía total certeza ante las horas de entrenamiento que los caballeros elficos dedicaban para formar parte de aquellas líneas de defensa; Eleonor tan solo se detuvo un segundo a observar aquellos músculos para finalmente regresar a aquellos ojos.
— ¿Quieres que yo proponga algo? —señala su sonriente rostro.
—Bueno... —encoge los hombros —primero que nada, quisiera ir a tomar algo de comida, pero si, —cruza el marco hacia el comedor principal —no me vendría mal la indicación de alguien que lleva aquí más tiempo que yo.
— ¿Qué te parece la música? —comenta ciertamente animado —No seré el mejor, pero puedo tocar algunos instrumentos bastante bien, podría ser tu bufón personal por este día y entretenerte todo lo que quieras.
—Um... no estoy segura de si tengo permitido tocar los instrumentos de la sala de invitados. —gira a mano izquierda dirigiéndole una mirada modesta — ¿Alguna otra idea?
Ignorando tal actitud recarga las palmas contra la barra observándola desde el otro lado — ¿Qué tal ir a tomar unos libros y leer en alguna parte? Tenemos entrada libre a los conocimientos que nos brinden los libros, con la única regla de que debemos cuidar lo que tomemos.
—Jamás me enseñaron a leer y, de hecho, —destapa una olla de barro descubriendo arroz cocido con especias y trozos de carne bañados en salsa —aunque me interesa bastante dar una mirada a la biblioteca, se encuentra al lado del despacho de nuestro señor.
—Lo único que tienes prohibido es entrar al despacho. —espeta levemente ofendido, se aparta e inhalando profundamente lleva la mano sobre su frente en un movimiento de frustración — ¿Qué pasa contigo? Sinceramente... ¿Es que no has visto como todos los otros sirvientes viene aquí y hacen lo que les place? Se pasean por donde desean.
—Eso es mentira. —cubre su boca tratando de tragar el bocado —Yo no he visto que suban a la biblioteca o que anden por la casa.
—Bueno... —enrojece con sorpresa —nuestro señor pidió que te dejarán aclimatarte a nuestro mundo. Pero normalmente muchos acuden a la primera planta ya sea para comer juntos en la mesa grande o para pasar el tiempo en la sala de invitados. Nuestro señor jamás prohibiría que ellos cruzaran por su camino, no es de ese tipo.
No era novedad ver como defendían al señor con capa y espada, pero ni siquiera sus nuevas amigas lucían tan afectadas cuando ella hacia un comentario que no era del todo halagador para el señor de la casa. Exhalando muy lentamente dejaba caer su tenso cuerpo de manera brusca sobre uno de los asientos logrando que su armadura chocara entre si emitiendo el típico ruido metálico.
—No era mi intención ofenderlo. —aclara calmadamente manteniendo su mirada en su tazón con comida —Ni ofenderte a ti. Pero es más que obvio que no soy como ustedes... —dirige su decaía mirada sobre el chico —soy humana, común y corriente. —vuelve a llevar una cucharada hasta su boca regresando la mirada al tazón —Solo digo... ustedes conocen el funcionamiento de este mundo y son útiles para este reino mucho más que yo. —traga difícilmente saliva duramente al momento de incorporarse con timidez acomodando un mechón tras su oreja —Yo no soy necesaria ni importante, si cometo un error puedo ser expulsada sin miramientos.
—Nuestro señor no es así de cruel.
Había algo en su mirada, ese joven no mentía, ella sentía que no le estaba mintiendo y en cambio hablaba con la mayor sinceridad que podía residir en cualquier persona, creía fervientemente en lo que decía. Enid de pronto se inclinó hacia delante exhalando el aire de sus pulmones al momento de posar las palmas en la mesa haciendo ademan de levantarse, pero sin hacerlo.
— ¿Por qué estás comiendo hasta allá?
Sus ojos se abrieron lentamente hasta poder mirarla, sus codos descendieron y sus manos permanecieron más relajadamente sobre la madera finamente tallada. Desde el ataque se había mantenido alejada de tantos hombres como le era posible, y el odio que aquellas razas sentían por ella le había ayudado bastante a evitarlos, además de que para su suerte Islang parecía mucho más interesado en las plantas y el conocimiento en lugar de una simple humana, por eso le parecía extraño el hecho de que no sentía miedo de él, era extraño como aquel hombre o chico que debería haber sido tan intimidante como cualquier otro elfo de la casa... se veía tan normal y amigable. La forma en la cual no temía de él.
—Las... —aprieta los labios dudosa de sus próximas palabras —las damas de la casa normalmente se incomodan cuando... —agacha el rostro encorvándose sobre si misma —tomó un puesto a su lado.
— ¿Quién lo hace?
Ella lo observa —Bueno... no lo sé, no las... no las conozco...
—Hadas, elfas, enanas... no creo que sean las vampiras, a esa hora te encuentras dormida, aunque las licántropas... —frunce los labios sujetándose el mentón —son pocas, pero en ocasiones pueden llegar a ser algo problemáticas. ¿Quiénes fueron?
— ¿Lican...? ¿Qué? —sacude el rostro, aturdida — ¿Vampiras?
—Son las que más se dejan ver, estoy seguro de que aquellos con aspectos más alejados al humano siguen manteniéndose alejados de ti. Por ejemplo, aquellos con alas y apariencia más animal que humana.
— ¿Qué?
Él sonrío divertido de admirar la sorpresa y breve pánico que iluminaba el rostro humano de la chica, pero al ver que estaba convirtiéndose en un bufón para la diversión de aquel caballero, Eleonor carraspeó, irguió su postura y limpió las comisuras de sus labios con el dorso de su mano.
—Elfas... mayormente. Las... las enanas son temperamentales, pero pueden ser bastante amigables, y las hadas me ignoran totalmente. Yo no... yo no tenía idea de que los vampiros y hombres lobos realmente existían.
—Licántropas. —corrige frunciendo el ceño con cierta incomodidad —Son diferentes, ellas pueden cambiar a placer sin necesidad de la luna llena, y hasta pueden mantener la transformación en puntos medios, sacar las garras o solo mostrar los colmillos y el hocico sin necesidad de una transformación completa.
No se atrevió a preguntar. Se limitó a tomar el tazón entre sus manos y acercarse a la mesa, tres asientos alejada del joven, luego siguió comiendo.
—Las vampiras ya no son peligrosas, de hecho... —juguetea con la punta de su oreja derecha —el señor las acogió porque fueron abandonadas por sus grupos. Cada quién tiene su historia así que no te puedo decir con certeza sus razones para estar aquí ahora, pero si hablamos de vampiros... pueden haber sido echados de sus grupos, abandonados luego de su transformación o despertados accidentalmente por culpa de algún novicio ineducado en el mundo de los "despertados" o vampiros. Los licántropos pueden ser echados de la manada por incumplimiento de reglas o perder enfrentamientos contra el líder en busca de obtener el mando, o bien... por la pérdida de partes importantes para ellos, creo que eso aplica para ambos.
— ¿Qué pudieron...?
Señala sus dientes —Los vampiros pueden perder aquello con lo cual se alimentan, o pueden ser despojados de sus alas... —aprieta los labios —hay quienes salen siguiendo a los expulsados. Con los licántropos sucede casi lo mismo, cualquier herida en el cuerpo podría ser un inconveniente a la hora de luchar y si no son útiles son echados fuera, y ellos son mucho más firmes a la expulsión de la manada... los vampiros podrían volver si consiguen el perdón o si tienen algún protector entre los suyos.
Ella se detuvo de cuestionar o simplemente hablar, y él se detuvo de responder aquellas dudas que solo creía que aquella chica podría formularle. Luego del desayuno Enid tuvo la brillante idea de proponerle una caminata por los jardines helados, y ella aceptó gustosa, aunque tuvo que subir en busca de ropa más cálida; al bajar poseía un chal de lana bastante grueso de color crema, con orillas blancas y hombros negros, él sonrío elevando la comisura derecha, expresando lo linda que se veía mientras le abría caballerosamente la puerta, y la siguió al exterior caminando a una distancia prudente.
— ¿No te dan curiosidad? Todas las cosas mágicas —eleva ambas palmas mostrando los alrededores —las criaturas, las plantas... —inclina el rostro tratando de atrapar su mirada —algunas debieron ser desconocidas para ti, hay ciertas especies que solo nacen acunadas por la magia, y... —adhiere la vista al camino llevando ambas manos sobre el cinturón de su uniforme —creo haber escuchado que muy pocos humanos son capaces de controlar la magia en el presente, así que debió ser la primera vez que veías tales plantas.
—No creo que esa gente verdaderamente maneje magia.
La brisa fría lograba atravesarle la finura del vestido hecho por mano elfica haciéndola abrazarse los codos en un intento de mantener el calor bajo su chal de fabricación a mano de enanos. Su mirada viró sutilmente hacia el joven de cabello miel anaranjada que poseía una pequeña trencilla tras su oreja izquierda.
— ¿Conoces hechiceros? —cuestionaba interesado, encontrando aquella mirada analítica que le dirigía — ¿A alguien que haga algún tipo de magia?
—Los hay en algunas partes. —comentaba avergonzada encogiéndose en su chal —No demasiados, pero creo que más que hechiceros... son simples curanderos, solo se dice que hacen magia por la eficacia de su medicina. Hay otros que dicen hacer hechizos que te dan suerte con los cultivos, dinero u amor, hacen pociones y limpian tu cuerpo, pero... —frota su mejilla —la mayoría de esos son simples charlatanes, embaucadores. Aunque creo haber escuchado por algunos pueblos que había verdaderos conocedores de magia en el interior de los bosques, apartados de los pueblos, y aunque accedían a cumplir alguno que otro pedimento se decía que eran muy selectivos y su precio era bastante elevado, así que... —encoge lentamente los hombros —era algo que solo podría ver un noble.
— ¿Venden magia? —ríe, incrédulo —Ni siquiera fui capaz de comprender lo que hicieron contra los demonios, pensar que pudieron controlarlos... —frota su nuca dejando escapar una nubecilla de vaho de entre sus labios al suspirar —y solo para mantener la magia para si mismos con el único uso de venderla a los suyos, —ríe en una negativa —que egoístas pueden ser algunos, si yo tuviera mayor control sobre nuestra magia no dudaría en entregarla a todos mis pobladores, pero... es tan limitada que es simplemente imposible.
— ¿Demonios? —inhala en sorpresa deteniendo su andar para enfrentarlo — ¿Tú pueblo no tiene magia?
—Así es. Ya hace varios siglos. —avanza un par de pasos mirándola quedar estática, se inclina de frente a ella y tiende los brazos en una señalación hacia un pequeño blanco debajo de un toldo de madera al costado del vivero — ¿Tomamos asiento? —ella asiente siguiendo sus pasos —Ya suponíamos que los habían privado por completo de la existencia de la magia y de nosotros, pero es la primera vez que hablo de esto con un humano del exterior. ¿Crees poder soportar el frio o debería utilizar un poco de magia cálida? —eleva la palma permitiendo la aparición de una luz amarillenta y anaranjada.
—La magia... —frota su nariz con cierta incomodidad —da un tanto de picor. Preferiría...
—Puedo ponerla en una farola especia.
No hubo negativa así que Enid se adelantó hasta el toldo y abrió la farola introduciendo la flama mágica, cuidadosamente cerró el artefacto volviendo a colgarlo de su aza sobre el banco de madera en el cual Eleonor ya se había colocado limpiando el sitio a su lado en espera de su acompañante. Enid tomó su sitio con entusiasmo.
— ¿Da picor? —inclina el rostro hacia ella.
—Solo un poco, es... raro, no tiene un olor, pero puedo sentirla fría y vibrante... —confiesa calmadamente —Esa historia de los demonios ¿Podrías contarme más?
—No quiero.
— ¿Qué? —gira la mirada en dirección del rostro ajeno —Pero si eras tú quien...
—Si, claro. —ríe —Pero quisiera tener algo a lo cual acudir si me quedo sin charla a tu lado, es difícil encontrar algo de lo cual hablar contigo. Aunque te gusta la música no quieres que toque los instrumentos de la casa para entretenerte, aunque quieres ir a la biblioteca te frenas siendo que ni siquiera esta prohibido ir a pasar el rato ahí, no pareces tener ningún pasatiempo y solo pareces interesada en la jardinería... y yo no soy muy culto en esa área.
—Bueno... —comentaba en su vergüenza apretujándose contra su chal —te he dicho la razón por la cual no quiero arriesgarme, pero... —sorbe la nariz observándolo —has dicho que el pueblo no tiene magia.
— ¿No lo habías notado? —comenta con gracia —Francin la posee, y yo, y algunos generales y comandantes, los curanderos por igual y uno solo de los alquimistas. En total... doce personas. Elegidos especialmente gracias al cargo o conocimiento. ¿O es que has visto que algún trabajador la utilice?
—Bueno... —baja la mirada en un parpadeo pensativo —no. Creo que no.
—Sí. Hay toda una historia detrás de eso, el mural de tú habitación cuenta el inicio de los tiempos, la creación del balance en el mundo, sé dice... que los dioses del sol y la luna nos brindaron dones en busca de que se formara una civilización unida a pesar de las diferencias. Nos otorgaron la magia.
—Pero ahora ustedes viven en un mundo aparte, y... a menos que sean expertos en el disfraz, estoy segura de nunca haber visto a un demonio. Se cuentan historias de bestias en ocasiones, pero jamás he presenciado algo de ese tipo.
—Efectivamente son expertos en el disfraz, pero no es por eso que nunca los has visto. Los demonios al igual que nosotros tienen un inmenso odio hacia la raza humana, según nuestra investigación los humanos les ofrecieron compartir el mundo después de la humillación que les hicieron pasar, pero ellos se negaron, con la magia que se quedaron les fue suficiente para crearse un mundo básicamente como el nuestro, desconocemos si lo crearon de la misma forma que nuestros ancestros, pero creemos que su mundo es bastante similar al nuestro.
— ¿Qué fue lo que los humanos...?
—Nos robaron la magia. En fin, —expone con más ligereza palmeando sus rodillas —puede ser verdad que la magia ahorre mucho tiempo y facilite bastantes tareas, pero... nadie más que los doce que ya te he dicho poseen magia, ninguno de los trabajadores se encuentra realmente en un mayor rango que el tuyo y... si ellos pueden entrar a la biblioteca, tocar instrumentos o descansar a placer en la casa principal... no corres ningún peligro por hacer lo mismo. Podemos hacer lo que queramos mientras no dañemos a otros, sin obtener miradas desaprobatorias... los errores que pudimos haber cometido —borra la delicada sonrisa de sus labios —aquí no existen.
Nuevamente la chica se quedó callada, y por esa vez Enid agradecía que fuese así. Pasaron la tarde sentados silenciosamente en aquella banca manteniendo la mirada pérdida en los copos de nieve que cubrían cada rosal, cada estatua hasta convertirla en un muñeco de nieve, el frio parecía aumentar a su alrededor, pero la lámpara sobre sus cabezas los mantenía cálidos y tranquilos, era relajante escuchar aquel tenue crepitar de las llamas; Eleonor cerró los ojos manteniendo la mente en blanco, su chal contenía el calor que el fuego mágico le proporcionaba con dulzura haciendo adormecer su cuerpo, sus parpados pesaban y su cuerpo comenzaba a mecerse... sus ojos avellana no volvieron a abrirse hasta después de un buen rato cuando un picor en el rostro la obligó a entreabrir los parpados, debajo de su cabeza ahora había una mullida almohada pequeña mientras en las manos de Enid descansaba una cítara curva que entonaba una melodía dulce y tranquila; sus ojos parpadearon agotados y dentro de poco volvió a caer dormida sobre el hombro de su cuidador.
— ¡Corre huérfana fea! ¡Date prisa o jamás volverás a ver a tu muñeca!
— ¡Por favor! —sollozaba, avanzando en zancadas difíciles sobre la nieve — ¡Por favor devuélvanmela! ¡Es un regalo de mi madre!
— ¡Tú no tienes madre, mentirosa! —gritaba una niña de rubia cabellera.
— ¡Huérfana fea! ¡Huérfana fea! —canturreaba un chico de rostro pecoso y delgado.
— ¡Por favor! ¡Por favor!
¿Para qué necesitaba un cuidador? Toda su vida había tenido que batallar sola. Sus ojos se abrieron ante el galope de su corazón alterado y la opresión que invadía su vientre, se incorporó tambaleante observando los alrededores y palpando las telas bajo su cuerpo hasta que fue consciente del sitio en el cual se encontraba y se permitió respirar, se encontraba en la habitación que le habían cedido, frotó su rostro inquietamente y volvió a palpar las telas que le cubrían el cuerpo hasta dirigir la mirada a la chimenea crepitante que le devolvió todo a la mente.
—Enid... —murmuró aturdida — ¿Él me trajo?
La puerta se abrió de la manera más delicada posible, con una lentitud que le causó escalofríos obligándola a retraerse contra la cabecera de la cama claramente aterrada, no había nada con lo cual defenderse y ya sentía todo su cuerpo helado del miedo.
— ¿Estás despierta? —con un chasquido las velas del candelabro y de las mesas de noche se encendieron ocultando el tono fluorescente de las paredes —Enid me dijo que te quedaste dormida durante su paseo, y que solo habías tomado el desayuno. Dormiste bastante... —avanza empujando un carrito con alimentos —debiste encontrarte muy cansada como para quedarte dormida por tanto rato.
—Yo... —relaja lentamente los músculos de su cuerpo deslizándose hacia la orilla de la cama —creo que... ese chico me dijo bastantes cosas... —cierra los ojos dando una negativa para mirarla — ¿Es realmente un chico?
Ella contrae el rostro con gracia destapando los platillos —Si hablamos de su edad, podría decirse que si, al menos para mí viene siendo no más que un chiquillo, le faltan bastantes siglos para alcanzar mi edad.
Se acerca a la comida exhalando un suspiro —Creo que toda esa información me ha agotado. Es bastante, siglos de... historia. —toma un emparedado dando un mordisco para masticar lentamente —Me dijo...
—Traga antes de hablar, te lo ruego, es desagradable ver la comida en tu boca.
Una sonrisa se dibujó sobre aquella piel canela que anteriormente lucia asqueada, tranquilamente se dirigió al tocador tomando el pequeño taburete acolchonado para llevarlo hasta la ventana cercana a la chica y tomar asiento con una vista directa hacia la joven humana que probaba encantada la mezcla de té con leche que Francin le había preparado especialmente.
—Um, lo siento. —cubre su boca terminando de tragar —Normalmente no pongo mucho cuidado en mi forma de comer, siempre lo hacía sola, y además... —observa la variedad de la charola —había ocasiones en las cuales no podía probar bocado por días, y tener tanto... —expone terriblemente agradecida —me hace querer ser una glotona, disfrutarlo hasta la última migaja.
—Puedo comprenderlo. —asiente lentamente sin perder el porte recto ni su rostro tranquilo —Entonces... siglos de historia.
Eleva la mirada al mural —La creación del balance en el mundo. La entrega de un dote mágico por parte de los dioses del sol y la luna y su intención. —vuelve la vista sobre la mujer —La existencia de demonios y su odio contra mi raza... y ese mundo demoniaco similar a este. ¡Oh, y mencionó algo de unas criaturas que evitan que las vea! Me dio información de las vampiras y licántropas además de... decirme que la magia en el reino del señor es escasa.
—En todos nuestros reinos es escasa. Y... no les llames criaturas, prefieren el termino fae. Aunque ya no tengamos magia, en el mundo actual los humanos nos califican como seres extraordinarios y mágicos. Nuestro mundo es bastante extenso y contamos con tres reinos regidos por elfos, además de este. ¿Tienes alguna duda? ¿Quieres que te aclare algo?
—Pues...
«Quisiera tener algo a lo cual acudir si me quedo sin charla a tu lado, es difícil encontrar algo de lo cual hablar contigo...» El pensamiento acudió de una manera tan veloz que hasta dio un respingo de sorpresa, sus labios se cerraron y dirigió la mirada sobre la mujer en la habitación.
—No sé con certeza que fue lo que me sorprendió mucho más, la historia de la creación, los licántropos y vampiros viviendo tan cerca, lo de los otros reinos... no lo sé, tan solo... —exhala un suspiro —quisiera descansar.
—Niña. Solo... los licántropos y vampiros son tan poco comunes como tú, son una minoría, y aunque en este reino ya se les tiene respeto por ser los principales guerreros, en los otros reinos son bastante despreciados por... su creación, ellos no son plenamente naturales. —cierra los ojos inhalando — Las principales razas que recibieron la bendición de los cielos. —señala el techo —Hay un equilibro en esas criaturas, un equilibrio que nuestros antepasados no lograron predecir del todo.
—Ahora eres tú la que me da información inconclusa. —ríe levemente —Creo que además de los demonios que no se encuentran en este mundo, los que más me causan... miedo, son los licántropos y vampiros.
—No deberías sentir miedo de ellos. La mayoría fueron echados de sus manadas o grupos, les abrimos las puertas y ellos se comprometieron a ser fieles a nuestras normas. Los licántropos no son seres sin sentido, piensan y actúan como personas normales, aunque sus juegos de manada suelen ser bastante agresivos así que si los ves empujándose solo debes alejarte. En el caso de los vampiros, las leyendas de que consumen sangre para vivir son bastante ciertas, pero nuestros alquimistas lograron hacer una sangre sintética capaz de brindarles los... nutrientes... que la sangre normal les da. Hay siete vampiros en total, pero no debes preocuparte, si ellos intentarán hacerte algo ten por seguro que nuestro señor intervendría y los echaría cuanto antes. Aquí ellos no tienen voz ni voto.
—Como yo.
—Bueno... tú no eres un peligro, al menos no de la forma que ellos podrían serlo. No tienes magia y la desconoces totalmente así que no podrás efectuar ninguna trampa sobre nuestros lideres y cuidadores, además... ya hemos investigado y parece que no eres cercana a ningún manipulador de magia, no posees las armas que podrían herirnos. Ellos sí. Y aunque dicen ser exiliados, y aunque nosotros mismos hacemos las investigaciones correspondientes cada tanto, puede que solo sea una mentira de su parte, que sean espías que buscan robarnos nuestra magia.
Después de aquella noche parecía que todos rehuían de su persona mucho más que antes, ahora debía tener el desayuno, almuerzo y cena con el chico sol que era la única persona que parecía estar libre esos días, el único momento en el que Enid no la acompañaba era durante sus turnos del vivero como en ese preciso momento.
—Eleonor. —resonó su profunda voz desde el fondo del lugar —Ven aquí.
— ¡Enseguida voy! —vira la mirada de derecha a izquierda encontrando a una pequeña hada revoloteado en la revisión de una planta —Disculpa... ya he revisado todo y parece encontrarse en perfectas condiciones, pero... —señala la tablilla —no sé leer.
—Bueno. —exhala un suspiro desganado —Yo lleno la información, puedes irte humana.
—Gracias.
Las tablillas no contenían una información demasiado difícil, lo que ella podía rellenar eran los recuadros de la salud que solo debían marcarse con una tacha si se encontraba mal la planta, y con una palomilla si se encontraba bien, era una cuestión que se repetía en cada aspecto de la planta, y también debía marcar del mismo modo si había cumplido con todos los cuidados dictados en el papel, había alguien que cada mañana le leía todas las tablillas de las plantas que debía cuidar y ella se encargaba de retener esa información hasta poder llevarla a cabo, lo que le era imposible rellenar eran las especificaciones de las plantas para estar seguros de su estado. Al llegar a la parte trasera Eleonor se sacó los guantes y siguió hasta la mesa designada para los alquimistas en donde Islang cubría todo lo que hacía debido a su enorme espalda ancha.
—Siento la demora, tuve que... —explica con vergüenza —pedirle a alguien que me ayudará con las especificaciones.
—No hay problema. —baja las gafas tubulares hacia su cuello para observar a la joven y retroceder de la barra para mirarla —He investigado un poco y creo haber encontrado la mezcla perfecta para dormir a todo un reino.
— ¿Qué? —dirige la mirada al líquido que se calienta y luego al hombre — ¿Y lo vas a probar en mí o algo así?
Su profunda risa fluye por un momento y luego la seriedad vuelve a bañarle el rostro, Islang abre unas gavetas sacando gafas protectoras y unas pinzas como las que él utilizaba sobre su nariz, Eleonor recibe las protecciones colocándoselas sin quitar la mirada del líquido en ebullición que se mantenía enclaustrado en un cubo de cristal lo bastante grande para permitir que las manos de Islang trabajaran en el interior adentrándose en dos orificios.
—No quisiera faltarte al respeto, pero... ¿Cuál es la razón para que me llamarás?
—Hay un cortaúñas sobre la barra, solo necesito que cortes un trozo y me lo des.
— ¿Y eso para qué seria? —cuestionaba mientras seguía las instrucciones dadas.
—Hace algunos años comenzaron a efectuarse ataques a nuestro reino de parte de los seres del exterior que encontraron nuestra puerta. Los atacantes pueden ser demonios, pero la mayor parte son seres mestizos entre humano y cualquier otra especie. Los mismos vampiros y licántropos tienen una parte humana en ellos también. —observa el trozo de uña en la palma de la chica —Agrégalo tú misma.
Islang retrocedió permitiéndole total movilidad, y aunque Eleonor seguía algo dudosa simplemente asintió para sí misma volviendo a seguir las instrucciones del jefe alquimista y principal cuidador del vivero, e invernadero que ella todavía no había tenido el placer de conocer. Al meter las manos en los orificios se percató de la frialdad mágica que envolvía sus manos en protección, la uña fue soltada e Islang le tomó el hombro con clara emoción en la mirada mientras la apartaba con un toque firme y un tanto delicado.
—Estoy teniendo mucho cuidado con ello porque básicamente es un brebaje cualquiera para adormecer a la gente, podría afectar a nuestra gente, —ajusta las llamaradas y saca las manos —y lo que deseo es solo noquear al enemigo para dejarlo completamente fuera de combate. Tu uña contiene las propiedades necesarias para volver el brebaje hacia un objetivo casi especifico, humanos, y ya que es un adormecedor de calidad para tratar con faes, creo que podrá atacar únicamente a los mestizos si logro encontrar el balance correcto. Planeo... crear una nube de humo capaz de noquear a una gran cantidad de mestizos.
—Y... ¿Cómo funcionará en un lugar abierto? No creo que te ataquen en el interior cerrado de una casa... si lo arrojas al exterior el aire podría acabar con su efecto antes de que pudiera iniciar ¿No lo crees?
—Lo haré de forma que se mantenga condensado a una altura baja, pero... que simplemente fluya hacia arriba también puede dar resultado, aún si ambas opciones fallan tenemos la magia... —eleva el índice y un libro sale de su sitio para caer en su palma —podemos encerrarlos en el humo, aunque necesitaríamos a varios de nosotros en puntos estratégicos para encerrarlos. Pero primero necesito asegurarme de que no afecte a los fae puros.
Nuevamente permaneció en silencio dirigiendo la mirada sobre la barra en donde un mortero se encontraba solitario con las hierbas a medio moler, tomó el mortero comenzando a moler mientras su mente divagaba distraídamente tratando de reconocer las hojas trituradas.
— ¿Qué tan frecuentes son esos ataques? No he tenido el placer de ver el exterior a esta casa, pero según puedo oír... la fiesta que se celebrará pronto no suena como... no lo sé, un escenario de guerra.
—Y no lo es. Es una fiesta para despedir al invierno, es costumbre con cada temporada de cambio, el mundo detrás de estos muros es tranquilo y animado, y queremos mantenerlo de ese modo. —baja la mirada sobre el brebaje con un rostro sombrío y los puños cerrados —Pero los demonios siempre intentan iniciar una guerra para obtener nuestro poder, terminan con la paz y armonía y siembran el miedo a su paso... tenemos que tener armas listas para combatir en cualquier momento.
— ¿Y crees... —señala el brebaje —que funcione?
Islang sonrío acentuando las arrugas que se formaban sobre sus comisuras, ajustó sus gafas y la pinza sobre su nariz, apagó el fuego y cuidadosamente extrajo el matraz utilizando magia para sostenerlo mientras se acercaba a su barra de trabajo.
—Hay unas pinzas en la mesa, hazme el favor de verter el líquido en la esfera negra a tu lado.
Su mirada buscó los artefactos y enseguida tomó ambos, la esfera negra parecía ser de cristal y contaba con un pequeño agujero en su parte superior por dónde con mucho cuidado comenzó a verter el líquido del matraz hasta dejar el recipiente ahora vacío sobre la barra, en un suspiro aliviado entregó la esfera que ahora irradiaba un tono rojizo encendido en las enormes manos del gigante que la hacia levitar por sobre su palma admirando con cierto orgullo tal obra maestra.
—Diseñé la esfera con un mecanismo interno que terminara de mezclar los químicos adecuados para lograr que el brebaje tome la consistencia vaporosa y estable que te he dicho antes. —observa a la chica completamente confiado —Si he logrado hacerlo bien... —observa los alrededores —nadie de aquí sufrirá daño alguno y tan solo aquellos con genes humanos van a caer dormidos, pero nadie aquí más que tú tiene genes humanos. Y tú no caerás, porque me aseguraré de crear un campo seguro para ti, así que no tengas miedo.
Ella asintió, más segura que nunca —Prueba entonces.
Sus caninos izquierdos se mostraron con entusiasmo al momento de elevar su descomunal brazo y arrojar la esfera contra el suelo atrapando la atención de todos debido al fuerte impacto del cristal roto, el humo se desprendió por doquier avanzando por los espacios cerrados del suelo sin lograr aterrorizar a nadie, muchos se juntaban y veían con sorpresa la escena olfateando curiosos para asegurarse de que no fuese fuego, pero nadie parecía realmente aterrado ni mucho menos caía desmayado. Islang sonreía con orgullo manteniendo una barrera de protección alrededor de la humana que se frotaba la nariz con cierta incomodidad.
— ¡Oigan! ¡Enid se ha desmayado en la entrada! ¡Traigan algo con lo que despertarlo!
Sus miradas se encontraron con preocupación obligándolos a salir al trote, pero en su desespero y con Islang tapándole el paso, Eleonor se decidió a cruzar por el laberinto al costado luego de mirar el pequeño reloj mecánico que aquel elfo de cabello erizo le había regalado, era la hora en la cual el elfo siempre pasaba para acompañarla de regreso a la casa principal, estaba ahí por ella; en momentos como ese un laberinto era por más estresante, pero las hadas, enanos y elfos se aseguraron de guiarla por el camino correcto.
Al llegar un joven elfo tenía a su caballero sostenido con mucho cuidado, Islang llegó arrodillándose abruptamente para quitarle al muchacho de brazos comenzando a comprobar sus signos vitales, pero Eleonor no necesitaba tocarlo para saber que su respiración era excesivamente lenta, su pecho subía y bajaba con tanta lentitud que casi parecía no respirar. Eleonor terminó cayendo de rodillas a su lado, apenas y lo conocía, era un parlanchín que disfrutaba reír cuando pasaban cosas graciosas a otros y a si mismo, y era buena persona, su mano buscó la de él mientras Islang volvía a comprobar los signos por precaución.
— ¡Dispersen el humo! —ordenaba con la voz recia propia de un general — ¡Traigan agua y un pañuelo! ¡Algún revitalizante para reponerlo del aturdimiento! ¡Ya, muévanse!
Eleonor se contrajo sorprendida por tremendo grito, pero no soltó la mano del chico dormido, desmayado o... o lo que fuese que le hubiese pasado, se negaba a pensar lo peor.
— ¿Por qué ha caído? —cuestionaba con congoja —Él es un elfo como ustedes.
—Es un mestizo. —declaraba con el rostro crispado en preocupación —No es de nuestra incumbencia saber el cómo, pero es un mestizo. En todo caso... —intenta sonreírle a la chica, aunque su expresión irradiaba más nerviosismo que nada —lo hemos logrado Eleonor, la bomba somnífera realmente funciona.
La recuperación estaba siendo demasiado lenta al punto de que Islang comenzó a removerse preocupado exigiendo un brebaje que lograra despertar al muchacho, pero al no ver respuesta se decidió a llevarlo a la casa principal con Eleonor pisándole los talones. Francin se escandalizó totalmente sorprendida por lo que veían sus ojos y reprendió muy severamente a Islang quién se encogía sobre sí mismo pidiendo una disculpa de lo más sincera, en un momento dado Francin comenzó a susurrarle algo al enorme hombre y luego ambos observaron de reojo a Eleonor.
— ¿Y si... lo dejan en mi habitación? —cuestionaba con nerviosismo —No me molesta, puede reponerse ahí, si me dicen lo que debo hacer yo misma me ocuparé de sus cuidados.
— ¿Cómo podríamos...?
—Bueno... él quería conocerla —murmuraba sin mucho éxito inclinándose a su altura—no sería mala...
— ¡Calla esa enorme boca! —reprendía duramente señalándole con el índice, a comparación del hombre era demasiado baja para poder cubrirle los labios —Tú no sabes murmurar, y lo sabes muy bien.
Sus miradas volvieron con delicadeza sobre la joven chica que tan solo apartaba un poco la mirada manteniéndose en silencio, siendo una simple espectadora que trataba de no sentirse abrumada por todo lo que la rodeaba y parecía tratar de involucrarla en una historia desconocida para ella.
—No me parece un problema atenderle, pero si piensan que no soy de confianza...
— ¿Ele... onor? —musitaba entre su aturdimiento — ¿Qué...?
— ¡Señor...! —muerde su labio inferior, apretando los puños para acercarse al rostro del muchacho —Enid, muchacho, ¿Cómo estás? El grandísimo tonto de Islang estaba inventando un arma nueva en el invernadero y tú...
— ¿Qué? —cuestionaba abrumado frotándose el rostro — ¿Islang?
—Mi habitación es la primera luego de subir las escaleras. ¿Vamos? —ajusta la bolsa de tela marrón que le habían cargado con plantas medicinales y brebajes —Tengo todo lo necesario, solo necesitan decirme como ayudarle.
— ¿Sabes qué? —exhala un suspiro frustrado frotándose la frente y el cuello —Si tendrás que hacerte cargo Eleonor, y tú, —señala al hombre de gran altura — ¡Serás severamente reprendido por mí antes de que nuestro señor tome la palabra y te perdone tal asunto!
Islang había perdido su porte erguido, tomando al chico aún aturdido y confuso en brazos, avanzaba con los hombros caídos siendo seguido por la humana. Eleonor se adelantó para abrir la puerta y destendió las sábanas de su cama permitiendo que Enid fuese acomodado correctamente, un suspiro sonoro escapó de lo labios del gigante quién daba media vuelta con la intensión de salir en silencio para dirigirse a la planta baja en donde una mujer de temperamento brutal esperaba por su presencia.
—Suerte. —musitaba al verlo salir tan preocupado, el hombre sonrío apenas un poco y se marchó con pasos rastreros —Pero... —observa la bolsa abriéndola un poco —ni siquiera me has dicho como utilizar todo esto... y aunque tengan notas adhesivas... yo no sé leer. No soy curandera... soy una simple cultivadora.
Exhalando un suspiro se quita la bolsa del cuerpo acomodándola en la mesilla de noche para observar al joven dormido que emitía un pequeño quejido, su ceño se encontraba fruncido y la armadura sobre su cuerpo parecía ser bastante incomoda. Se decidió por hacer lo usual, se adentró al cuarto de baño tomando agua en una pequeña vasija y sacó una toalla mullida de tamaño pequeño, acomodó la vasija en un lugar seguro y se inclinó sobre el chico comenzando a soltar las correas de la armadura quitando pieza por pieza hasta lograr ver el cuerpo más relajado del chico, tenía una camiseta ceñida de cuello abierto y alto, sin mangas; tomando la toalla comenzó a limpiarle la cara con movimientos dulces.
La noche había caído varias horas antes, pero Enid apenas era capaz de abrir sus adormecidos ojos, y ante él se presentaba una sensación algo caliente y un poco húmeda que le aferraba la palma; Eleonor no era la única que habitaba esa habitación, pero fue la primera a la cual sus ojos de un azul ennegrecido pudieron apreciar, la joven se encontraba recostada en la orilla de la cama con la mejilla contra las sábanas y los labios entre abiertos permitiendo que su respiración acariciara la piel ajena, pero su ceño se encontraba fruncido, era claro que no tenía buenos sueños.
—Es muy dedicada. Creo que le has agradado... —confesaba a pies de la cama sentada en una mecedora acolchada entre el exhalar un suspiro —Islang me dijo que parecía bastante preocupada y casi te tomó la mano todo el tiempo. No ha querido dejarte solo desde que te trajeron, por cierto, me tome la libertad de reprenderlo por tal tontería que te puso en peligro.
— ¿Fue uno de sus inventos? —cuestionaba con voz pastosa apartando delicadamente la mano.
—Sí, dijo que era una bomba somnífera capaz de noquear a humanos y mestizos, utilizó una uña de Eleonor para obtener la esencia pura de un humano.
— ¿No pudo utilizar las uñas de algun mestizo? Yo mismo pude haberle dado mis uñas... —desciende del lado contrario a la joven para rodear la cama —no necesita...
—Ella no parece incomoda con ayudarle. Sé que eres sensible a todos sus pasados, pero no todos son felices de que los trates como objetos de cristal que podrían romperse en segundos... —exhala un suspiro enderezándose para dirigirle una dura mirada —mocoso, no deberías levantarte ahora mismo, aún pareces afectado por el somnífero.
—Debe encontrarse incomoda en esa posición. —señala con un cabeceo —Voy a acostarla para que pueda dormir correctamente.
Francin no se interpuso y únicamente inhaló profundamente ajustándose el chal de lana sobre el pecho mientras Enid cruzaba la habitación tomando dulcemente a la joven de melena rubia, se mantuvo quieto mirándola dormir plácidamente entre sus brazos hasta que finalmente se inclinó en la cama acomodándola, pero apenas la chica se sintió sobre las telas se removió con cierta sorpresa abriendo sus ojos marrones para mirarlo.
— ¿Enid?
—Ey... —mencionaba nerviosamente alejando sus manos con demasiada prisa —parecías incomoda...
— ¿Qué? —observa la cama bajo su cuerpo — ¿Qué haces después de haberte desmayado por tanto tiempo? —endereza el cuerpo bajando los pies de la cama — ¿Qué tal te encuentras? ¿Te sientes mal o bien?
—Bueno... —aferra su nuca con nerviosismo —sí, yo, sí estoy bien.... Obviamente me encuentro bien.
Ella sonrío ocultando su confusión ante el nerviosismo ajeno. Y él palideció, sorprendido por esa dulce mirada, al menos hasta que Francin carraspeó levantándose de su sitio obteniendo la atención de ambos.
—En ese caso deberíamos irnos y dejar descansar a Eleonor, puedes quedarte en la habitación frente a la mía para que no tengas que cruzar todo el patio a tales horas... —cubre su boca escondiendo un bostezo —vayamos de una vez, ya llevé tu armadura allá. Hasta mañana Eleonor, descansa.
—Oh, sí, muchas gracias, que descanse también. —observa al chico congelado a su lado —Tú también descansa Enid.
Enid se inclinó en una gran reverencia y luego salió disparado hecho un tremendo bobo sonrojado, Francin contuvo su risa y luego de volver a despedirse con la mano finalmente cerró la puerta dando un chasquido que hizo apagar todas las luces y desaparecer la mecedora, la mirada de Eleonor se dirigió sobre la mesa de noche en donde se encontraba la bolsa con brebajes y la vasija con agua que había utilizado para curar al chico, aquel chico que al parecer quería conocerla desde... no tenía idea desde cuándo.
En el pasillo Francin reía sin pena palmeando el hombro del mucho que aún tenía las orejas rojas desde las puntas hasta el tronco, se detuvieron al encontrarse frente a sus respectivas habitaciones.
—Así que aún tienes esos gustos raros. Pareces terriblemente encantado con su mera presencia. —exhala un suspiro sin borrar su sonrisa —Pensé que eso tan solo era asunto de tu madre, pero... —niega con diversión —sabes que no te detendré de hacer lo que te venga en gana. Aún así, ten presente que los custodios de los otros reinos no estarán contentos con tú decisión, mucho menos con esta que con las otras que has tomado.
—Sabes que no estoy luchando por el mayor puesto entre ellos. Me mantengo humilde cumpliendo con cubrir mi flanco, protejo a mi gente y les brindo las comodidades que se merecen además de investigar el movimiento de los humanos, demonios y creados del otro lado de la puerta.
—Nunca te ha importado lo que dictan nuestras reglas. —acepta en un asentimiento —Pero no puedes olvidar que eso mismo causo...
—Lo sé... —asiente con semblante decaído —pero ella no es igual a él. —inhala profundamente —Aun así, comprendo el punto, no me dejaré llevar.
—Y creo que deberías informarle correctamente si quieres tenerla al corriente de los sucesos de nuestro mundo, porque solamente le estas llenando la cabeza de información a medias que logra agotarla. En fin, buenas noches Enid... —sonríe dando una leve reverencia.
—Ten buenas noches Francin.
El señor mismo acudió a su habitación la mañana siguiente, tocó la puerta con los nudillos e informó de su presencia, al abrir el señor guio su camino hacia la biblioteca y con apenas entrar Eleonor se atrevió a deslumbrarse con la extensa cantidad de libros y luz natural que residía en tal cálida habitación; siguieron piso arriba hasta una sala amplía con una mesa de centro, pegado a la baranda de madera se encontraban un par de mesas altas con asientos acolchados por cojines bordados, y pegado a la pared había otros tantos libreros. Elrond tomó asiento en un sofá individual de la sala, su porte firme se dirigió hacia la joven que se mantenía en pie con la mirada inquieta.
—Toma un sitio. —pide, tendiendo la palma hacia los sofás libres.
—Gracias. —tomando el primer sitio a su lado mantiene las palmas sobre las rodillas y la mirada baja — ¿Hay algún problema?
—Ya te he dicho que no soy un tirano. —comenta con gracia percatándose de la incomodidad y nerviosismo ajeno — ¿Cuánto tiempo más necesitas para sentirte tranquila a mi alrededor? Sigues tan... alerta. —baja la mirada frunciendo los labios con cierta incomodidad —No quería mencionarlo, pero... ¿Es acaso por lo pasado en tus tierras?
— ¿Qué? —eleva la mirada en un latigazo —Yo... no. —baja la mirada —Es mi puesto.
— ¿Tú puesto? —sonríe, recargando el mentón sobre sus largos dedos enguantados — ¿Quieres un puesto diferente? Podrías quedarte en las cocinas o ayudar en los jardines si eso es lo que quieres, también tenemos las caballerizas o la limpieza de la casa. El invernadero y el jardín de cultivo más allá del espacio de entrenamiento.
— ¡No! No me refiero a eso, disculpe el tono. —traga grueso evitando levantar la mirada —Soy... humana.
—Lo veo. —asiente, descansando las palmas cruzadas sobre su regazo —Es algo bastante obvio para mí y para todos.
—Soy menos que ustedes.
—Eso es... —entrecierra los ojos dando una breve y lenta negativa —discutible, yo no creo que seas menos que yo.
— ¡En especial que usted! —exclama a prisa encontrando su mirada de tono ébano —Usted es el señor de la casa, claramente soy de un rango mucho más bajo que el suyo, más bajo que los elfos y que las hadas, hasta más que los enanos que tampoco son muy apreciados. No puedo faltarle al respeto a alguien que es de un rango superior al mío.
—Nadie es menos que nadie. Y según la luna misma, quién nos dio la magia y el conocimiento, tanto tú raza como la mía, las hadas, los gigantes y los demonios tenemos la misma importancia para brindarle equilibrio al mundo a pesar... —eleva la palma creando un medio circulo dudoso —pues, de lo ocurrido en siglos pasados, y aunque no tengas magia sigues siendo igual de relevante e importante como yo.
—Yo puedo estar completamente en desacuerdo.
—Eres difícil de convencer. —exponía entre un exhalar —Pero es de ese modo en mi casa, y si es la única forma en la que vas a cambiar, entonces... —frunce el ceño, dirigiendo una mirada gélida —espero ver un cambio en ese comportamiento restringido que has decidido emplear, o te echaré de mi casa. Aquí la gente no debería estar atada a las normal comunes, aquí deberías de sentirte libre y tranquila, no te he traído para que te enclaustres en... —eleva ambas palmas en gestos inquietos —las mismas reglas sociales que nos han llevado a ser infelices.
Furia. Era más claro que el agua de las fuentes en los patios, el señor de la casa, Elrond, definitivamente tenía una historia que seguía causándole malos sabores de boca con respecto a las clases sociales y sus reglamentos, y era claro, más que claro, que le molestaba muchísimo el comportamiento de Eleonor.
—Usted me ha brindado todo y más, a una huérfana humana... sin magia... que nunca debió tener ninguna conexión con todo este mundo. —lleva las manos contra su pecho —No me puede pedir que actúe como si eso hubiese sido nada.
—Entonces guárdame respeto solo a mí, sígueme hablando con respeto siguiendo mis pedimentos, inclina la cabeza cada que me veas pasar si eso logra aliviar la inquietud que tienes dentro, pero... —exhala, entornando la mirada y el rostro hacia la derecha, visiblemente enfadado —al menos mantén la frente en alto ante los demás que viven en esta casa, háblales como tus iguales y trata de no mantenerte tan rígida sobre los lugares que visitas y las cosas que tocas. —vuelve la mirada sobre ella —Si te encuentras libre puedes venir aquí, o ir a la sala de invitados de abajo y tocar lo que quieras, servirte té en el balcón de fuera... ¿Qué te parece? No me gusta que la gente que habita en mi casa se sienta sofocada.
Ella lo analizaba con inquietud, aquel rostro enfadado lleno de frustración que esperaba por sus palabras, pero Eleonor solo le brindó un lento asentimiento que lo hizo suspirar y volver a entornar sus ojos negros.
— ¿Puedo preguntarle algo?
—Ya es un avance. —expresaba con alivio subiendo una décima su tono de voz — ¿Qué es?
Una pequeña sonrisa surco sus labios — ¿Por qué asigno a Enid para ser mi cuidador?
—Es mi mayor hombre de confianza, y... tienes razón en algo, —niega con desgana —tú raza no es bien apreciada ni por los feéricos puros ni por los mestizos. Mi reino se encuentra divido en dos partes, el pueblo que sabes se encuentra cerca de esta casa y en dónde residen la mayoría de seres mestizos y... de fuera. Y la ciudad dónde solo residen seres puros que no están dispuestos a ser comprensivos con los mestizos o seres de fuera. Ha sido por protección.
—Oh... bueno, en ese caso, le agradezco, aunque me incomode un poco ese trato. Um... Enid es agradable, esto no es una queja de ningún tipo hacia él.
Sonríe —No te lo había dicho, pero hay algunos humanos en el pueblo, aquellos que huyeron de la esclavización de los otros reinos, son... desconfiados, solitarios, y bastante huraños. Cuando salgas, si te place, puedes pedirle a Enid que te permita hablar con uno de ellos para conocer sus historias, o... puedes preguntarnos sobre ello a cualquiera de nosotros. Pero... —señala el reloj en la muñeca ajena —creo que pronto dará inicio tú turno en el vivero, deberías irte ahora.
—Tiene razón. —exclama con cierto pánico, da una reverencia y corre hacia los escalones deteniéndose un segundo para volver la mirada hacia el hombre — ¿Cuándo podría seguir hablándome de ello?
—Cuando gustes. Estaré en la casa hasta el solsticio de invierno así que puedes tocar la puerta de mi estudio o mi habitación, no me molesta mantener conversaciones largas y tendidas sobre cualquier cosa que no sea trabajo.
Ella sonrío. Era un avance pequeño, pero significativo. Elrond sonrío plácidamente al verla seguir adelante con dirección a la salida, pero su porte se tensó un poco al sentir una presencia entre la oscuridad.
— ¿Qué sucede, Yvel?
—He oído que los corrompidos están aterrorizando una ciudad humana, parecen estar saliéndose de control, ya no tienen restricciones para comer de ellos... podrían extinguir a los humanos si siguen comiéndolos y convirtiéndolos de ese modo.
—Entonces se matarían a ellos mismos. —expone con un semblante frio, descansando la mejilla de sus nudillos —Ninguno de los dos pueden permitirse vivir sin su comida, no pueden extinguirlos para conseguir la magia.
—Con la magia podrían... hacer muchas cosas.
—Los humanos no son simples idiotas. Ni siquiera nosotros tenemos conocimiento del lugar en dónde han guardado los objetos mágicos, estoy seguro de que los demonios se encuentran del mismo modo. Sin siquiera saber quiénes los poseen y dónde se esconden.
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