Capítulo 11

La herida que hiere.

Eleonor se despertó bruscamente tomando una inmensa bocanada de aire al incorporarse en la cama, ante sus ojos Enid estaba aturdido observando las nubes negras que abandonaban aquella habitación, no fue hasta que las nubes desaparecieron que Enid pudo verla a los ojos y acercarse a su lado, ella respiraba agitadamente mirando de derecha a izquierda para caer en cuenta del lugar en el cual se encontraba.

—Ey... —acaricia su rostro con una sonrisa apartándole los rubios cabellos —Eleonor, ¿Estás bien?

Ella asentía torpemente frotándose el rostro con incertidumbre y miedo, su cuerpo temblaba. Enid tomó asiento en el borde de la cama para abrazarla contra su hombro.

— ¿Quieres que me quedé a tu lado? Estaré aquí todo el tiempo que necesites.

Ella volvió a asentir acurrucándose contra el cuello del joven mestizo, Enid sonrió consciente de que, aún si solo era un poco, podía brindarle seguridad a esa chica; se acomodaron contra la cabecera de la cama, sentados, sin apartarse del otro.

—En mi infancia... —pronunció suavemente —me sentía profundamente feliz cuando mi hermano dejaba de lado sus deberes reales para venir a jugar conmigo, él siempre sabía dónde encontrarme, —ríe levemente —ahora que lo pienso, quizá Francin era la que se lo decía, pero... no lo sé, sigue haciéndome feliz pensar que sabía la forma de llegar a mi lado, él... en ocasiones se sentaba a mi lado y juntos hacíamos florecer los pastizales...

En algún punto de aquel relato ambos se habían quedado profundamente dormidos, hasta que la mañana llegó con sutiles rayos que iluminaban toda la habitación a los lados de la cama, Eleonor abrió los ojos sintiéndose perdida y bastante inquieta, por un segundo centró su mirada en el rostro a su lado, delicado y con aquellas mejillas regordetas que le causaban una mínima sensación de calma; los últimos días habían causado que el rostro de Enid tomará un aspecto más cansado, sus ojos poseían bolsas oscuras llenas de las noches de insomnio que tuvo que pasar debido a los ataques enemigos y las necesidades de sus pobladores, además de aquellos momentos especialmente dedicados para ella, pero en ese momento lucia revitalizado; las sábanas fueron apartadas con el crujir estático mientras ella se deslizaba por sobre su lado saliendo de aquella cama, Enid apenas y se removió de su sitio sintiendo la ausencia de aquella humana.

Había algo que la seguía llamando cada noche. Anteriormente le había dicho a Lyrie que había algo que faltaba y algo que sobraba en su interior, algo incomprensible y simplemente imposible de explicar por ese mismo hecho, y había algo que la llamaba, algo que la impulsaba a salir de su habitación e ir por el pasillo hasta la habitación de Yvel que en ese momento irradiaba sus sombras hasta el exterior de la recamara. «Te lo ruego... por favor, por favor, por favor... suéltala, déjala... ¡Déjala!» La infantil voz de Yvel seguía presente en su mente con aquella apariencia infantil al borde de las lágrimas y desesperanza, y el rostro de su madre amoratado con sangre corriendo desde varias direcciones. La puerta cedió a su mano y ahí estaba él, sudado, gimiendo y jadeando, contrayéndose en varias direcciones como si tratase de luchar con algo; ella avanzó, y se detuvo a su lado mirándolo desde lo alto.

—Fue la peor elección que pudiste tomar. Eres escoria... —inhala profundamente —eras escoria Yvel, de verdad que lo fuiste. —aprieta los labios conteniendo su llanto prominente —Abusaste de esas pobres chicas que no tenían nada que ver con lo que le paso a tu madre, destruiste a innumerables mujeres cuando los únicos culpables eran los hombres ligados a ellas... elegiste mal a tu enemigo... y te maldijeron por ello.

Su bata de seda tocó el suelo abriéndose sobre las maderas mientras ella se hincaba al lado de la cama, delicadamente tomó la mano de Yvel, y contrayendo su rostro en pena ante la verdad rebelada, acercó aquella mano hacia sus labios hasta poder depositar un beso sobre sus nudillos.

—Sientes culpa por lo que hiciste, puedo sentirlo, tú mismo sigues castigándote por ello sin necesidad de esa maldición, la desesperanza de tu pecho... sé que no te sientes totalmente convencido de borrar la maldición, sé que sigues deseando ser castigado por más tiempo, pero... creo que ya es suficiente... yo fui víctima de alguien desalmado y con los sentidos confusos, pero siento que él y tú son completamente diferentes... al menos lo pagaste... lo pagaste Yvel, ya... deja ese error irse, te necesitamos aquí.

Enid abrió los ojos al haberse caído sobre el lugar dónde Eleonor debió haberse encontrado, se espabiló a la carrera levantándose al punto de caer de rodillas al suelo presa de las mantas arremolinadas en la parte baja de la cama, maldijo y se levantó en carrera hacia la puerta y el pasillo, por un segundo se detuvo tratando de calmarse, centrando sus ideas para elevar ambas palmas abiertas a la altura de su rostro e ir separándolas abarcando todo el panorama.

—Muéstrame el camino. Eleonor.

Sus ojos destellaron en un brillo color oro al parpadear, y ante su mirada una estela brillante en tonos cálidos como las hojas del otoño le mostró el camino. Al abrir la puerta observó a Eleonor dormida sobre el hombro de aquel muchacho ahora despierto, se encontraban en la misma posición que horas antes esa chica había efectuado con él, Yvel sonrío dudoso por la nueva presencia en la habitación.

—No es lo que piensas. Eleonor es una buena chica y todo, pero... nuestra relación no va por ese camino, creo que va más allá y es un tanto incomprensible hasta para nosotros...

«Nosotros» «Más allá» «Nuestra relación»

— ¿Te sientes mejor? —cuestionaba en tono frío.

—Príncipe Enid, lo digo enserio, Eleonor y yo no nos atraemos de ese modo.

— ¿Crees poder empeñar tu deber como espía? ¿Cómo se encuentra tu estado?

—Enid...

— ¿Sí o no? —exigía con brusquedad frunciendo el entrecejo.

—Sí.

Sus pasos fueron en retroceso entre un par de asentimientos, cerró aquella puerta y permaneció ahí parado observando la madera mientras su mente le dejaba clara la imagen de Eleonor durmiendo plácidamente sobre el hombro de otro hombre, un hombre atractivo; frunciendo el rostro y apretando los puños salió de aquel pasillo con dirección a la planta baja. Francin apenas salía del comedor para invitados cuando Enid paso con el rostro fruncido ignorándola en su andar.

El joven curandero había asistido a la habitación horas antes y le había hecho una inspección de rutina preguntándole si acaso sabía lo que le había ocurrido, Yvel negó dando una mirada sobre la humana que le sonreía recargada en el alfeizar de la ventana. Dariel caminaba bajo el brazo derecho de Yvel sirviendo como soporte junto a Eleonor que lo sujetaba del lado contrario, pasaron el comedor de invitados para entrar a la cocina y dejar a Yvel sobre un asiento libre en la mesa.

—Procuremos comida saludable, tu estado no parece malo, pero... —observa brevemente a la humana detrás de las barras de cocina —desconozco si habrá secuelas de algún tipo debido a todo el tiempo atrapado en tu maldición y los cambios a los que te has expuesto últimamente.

Eleonor regresó con ellos depositando un plato de caldo de verduras frente al hombre recién recuperado, Yvel les agradeció mirándolos entre un asentimiento y comenzó a comer teniéndolos delante suyo con un semblante bastante inquieto, les preguntó si pensaban comer y ambos se miraron con cierta vergüenza para levantarse enseguida y buscar comida;

—Hola, es bueno verte despierto Yvel. —entonaba con una amplia sonrisa quitándose las gafas de protección — ¿Te interesa la alquimia, jardinería o herbolaria? Puedo conseguirte un sitio por aquí si gustas.

—Muchas gracias Islang. —asiente —Pero no será necesario, creo que continuaré con mi trabajo como espía.

—Pero... —borra su sonrisa para mostrarte preocupado —sin tus... sombras, será peligroso para ti servir como nuestro espía. ¿No piensas lo mismo Eleonor?

—Bueno... —toca el brazo del hombre sombra —Creo que no lo ha perdido del todo.

—De verdad que aun puedes.

—Solo necesito acostumbrarme y aprender un poco sobre mi nueva forma... —confiesa con vergüenza quizá dentro de poco pueda volver a servirles de espía.

—Bueno, si ese es el caso te deseo la mayor de las suertes. Eleonor, ¿Me prestarías algunos mechones de tú cabello?

— ¿Más bombas?

—Sí. Ya te lo habrán dicho, pensamos que podría llegar un ataque brutal dentro de poco, es para momentos como estos mientras nuestras líneas se encuentran débiles que necesitamos una ventaja como... —eleva la pequeña bola cristalina entre sus dedos —esta.

Mientras Eleonor se encargaba de ayudarle a Islang, Yvel se paseaba entre los senderos de plantas curioseando y obteniendo una que otra respuesta a sus preguntas, algunas hadas se acercaban a su lado haciéndole preguntas personales que él intentaba evitar a toda costa. Terminado el trabajo en el jardín se dirigieron de nuevo a la casa principal dónde Dariel se encontró en la planta baja con Yvel mientras este esperaba a que Eleonor volviera a cambiarse la ropa.

— ¿Estás seguro de que te sientes bien?

Yvel inclinó el rostro hacía él en busca de mirar bajo su capucha blanca, y de pronto el hombre sombra llevó su palma bajo aquella capucha acariciando los pequeños risos del fauno hasta tocarle su corta cornamenta y parte de sus orejas, Dariel se tensó y sin dudarlo sostuvo la muñeca del hombre sombra para dirigirle una mirada directa y nerviosa.

—Te ves lindo sin la capucha, tu cabello es lindo y tus orejas ayudan a que tu cara se vea mucho más suave... —aparta la mano —no tienen derecho a quitarte tu magia si el mismísimo señor de la casa no te la ha quitado sabiendo tu ascendencia.

—El señor Elrond no tiene a muchos en contra de su mandato dentro de nuestro reino, la mayoría lo aprecia bastante, pero... quizá los elfos comiencen a dudar de su buen juicio al verme.

—Elrond es inteligente y ha sabido ganarse su lugar, debería saber ignorar palabrería sin sentido y saber qué... —suspirando dirige la mirada hacia las puertas de salida —los tiempos cambian, los fae se encuentran inquietos pensando en las posiciones de este mundo, inconformes.

— ¡Ey, lamento la tardanza! —ajusta las dagas en sus fundas —Hola Dariel. —toma el brazo del hombre sombra —Vamos, vámonos ya o Lyrie me reprenderá.

— ¿He? Sí... —trastabilla siguiéndola a la salida trasera —Nos vemos Dariel.

— ¡Adiós, a ambos!

Llegaron a la zona de entrenamiento a la carrera y lo primero que vieron fue un haz de sangre volando lejos del rostro color caramelo de Enid, el chico gimió del dolor aferrándose el rostro mientras se dejaba caer al suelo de rodillas, los jadeos de sorpresa no se hicieron esperar y mientras Lyrie soltaba sus armas para acercarse al herido todos los demás presentes avanzaban a prisa llevando agua, toallas y su preocupación. Eleonor se detuvo.

—Oye, se ha herido, debemos ir a ver. —pide Yvel tomándole el brazo—No, no... mejor regresaré a buscar a Dariel. —palmea el brazo de su amiga para comenzar una carrera hacia la casa —Ve a ver como se encuentra.

Ella comenzó a avanzar con paso lento escuchando poco a poco las quejas de Lyrie ante un mestizo que no dejaba que lo curasen y de distintas voces ofreciendo soluciones u opiniones sobre la situación, Lyrie gruñó guturalmente exigiendo el silencio de los presentes y de pronto se detuvo al notar el olor conocido de Eleonor que permanecía apartada y pasmada. Enid se levantó con una queja amarrándose un pañuelo por sobre la herida sangrante.

— ¡No tengo ganas, volvamos a lo nuestro! —eleva la espada — ¡Vamos Lyrie!

Exigía duramente, su camisa suelta de lana se encontraba hecha girones no solo por delante, y la sangre que la manchaba no era solo por la herida de su cara, Enid que tenía una excelente defensa se encontraba herido de más, estaba sudando a chorros. Exigiéndose.

— ¡Lyrie! —repetía.

Con solo ver a Lyrie podía percatarse de que el enfrentamiento que estaban teniendo no era un entrenamiento casual, no era un entrenamiento, y su voz, la voz de Enid dejaba claro que aquello era personal.

—Yo tomaré su lugar —exclamó sin pensarlo desde la retaguardia.

Todas las miradas se centraron en ella, las tres licántropas trataron de avanzar y negaron con la cabeza en repetidas ocasiones siempre atentas a que el mestizo no las viese, Enid por otra parte perdió aquel semblante fruncido de más, la analizo de pies a cabeza destensando sus hombros y bajando la espada.

—Denle una espada entonces.

—Enid. —sentenciaba Lyrie.

—Eleonor ahora es parte de nuestra manada. —informa Inha dejando caer pesadamente su bota a pocos centímetros del mestizo —Si llegas a lastimarla te las verás con nosotras.

—Más vale que no lo hagas. —sentencia con voz fría y el mentón en alto, dirigiendo una mirada asesina sobre el mestizo —Te lo advierto Enid.

—... Denle. Un arma.

Los guerreros elficos tomaron una respiración para avanzar en grupo haciendo retroceder a las tres licántropas del centro de entrenamiento aún sin el pedimento verbal de su mayor líder, Enid cuadraba los hombros removiendo hasta el cuello mientras un joven minotauro de pelaje gris con cuernos en crecimiento; rectos sobre su cabeza para subir en dirección al cielo, cabello azabache al largo de sus hombros y con algunas cicatrices de batalla sobre la mejilla y el cuello además de los brazos descubiertos; entregaba una pequeña armadura para la chica.

—No creo que sea de tu talla y posiblemente sientas mucha presión en el pecho, pero... —susurra con su gruesa voz —viendo el tipo de lucha que se efectúa, creo que lo más correcto es que la lleves puesta.

Ella sonríe calmada —No te preocupes, en todo caso... —aparta los metales hasta tomar las muñequeras de hojas que cubren hasta el codo —solo usaré estas.

— ¿Estás segura? El comandante Enid no se encuentra de muy buen humor.

Con una espada de corte para mujer, de apariencia más delgada y punta filosa, una joven centauro; con largos faldones sobre su mitad equina y un sencillo top de piel que le cubría por encima del ombligo hasta cerrarse sobre su cuello dejando sus fuertes brazos entrenados a la vista; se acercaba con una mirada cuidadosa observando de soslayo al mestizo hasta inclinarse sobre el oído de la chica.

—Te sugiero que desistas de esta batalla, he oído que eres buena para la lucha, pero... —traga grueso incorporándose luego de entregar el arma —no parece un buen día para entrenar con él.

—Gracias por la preocupación de ambos, pero creo que... —observa el cabello fuego del chico en la pista, revuelto por la batalla y sucio por la misma —puedo con él.

— ¿Me harás esperar más? —exclamaba desde el lado contrario de la plaza de entrenamiento, dando saltos de calentamiento —Me estoy enfriando.

—No. —respondía tranquilamente centrándose en los ojos de su amigo —No, ya estoy lista. Enid.

—Entonces vamos a ello.

A la altura de su hombro derecho el filo de su espada atrapó un rayo de sol reflejándolo contra la cara de su contrincante, Eleonor entrecerró los ojos aferrando el mango de su arma a una altura menos feroz mientras ambos se inclinaban al frente con la pierna guía flexionada. La centauro exclamó el inicio de la batalla y toda la plaza permaneció en silencio, Enid inhalo profundamente y segundos después dio el primer avance que dentro de poco tomo velocidad, sin trastabillar Eleonor detuvo el filo del arma enemiga que aparentaba llegar desde arriba pero finalmente terminó llegando a la altura de su vientre, sus ojos se encontraron mientras las espadas temblaban manteniendo la posición.

—Estoy muy enojado, no esperes que sea suave contigo. —señala con su mentón hacia la centauro y el minotauro entre el público —Te dijeron que no estoy teniendo un buen día, debiste creerles.

—Es sorpresivo viendo que anoche me consolaste y permaneciste a mi lado hasta la mañana, por cierto, te lo agradezco.

Apretando los dientes Eleonor tomaba la fuerza necesaria para mantener el toque de sus espadas, un segundo después dejó de poner presión y en cambió retrocedió un paso haciendo perder el equilibrio a su enemigo, Enid apenas se reponía cuando la miró elevar la pierna y sintió el fuerte impacto que le arrebato el aliento por un segundo, el tiempo justo para que ella volviese a avanzar con un golpe en dirección a su hombro izquierdo, Enid se dejó caer de espaldas sin mayor opción sosteniendo el dorso de su arma con la palma para repeler con éxito el ataque de su oponente, todos exclamaron en sorpresa comenzando a susurrar ante la ferocidad de aquella chica; Enid la observaba sudar y poner fuerza en mantener la postura que tenían, parecía calcular su siguiente movimiento así que sin dudarlo dirigió la planta de su pie sobre la pantorrilla de ella y en ese mismo instante el príncipe retrocedió ayudado por sus antebrazos contra el suelo, ella siseó del dolor deteniéndose de frotar el sitio afectado para en su lugar incorporarse, Enid hizo lo mismo.

—La herida de tu ojo parece grave —expresó.

—No pongas atención a eso.

Era difícil, el pedazo blanco de tela poco a poco se había teñido de un rojo sangre que goteaba entre las hebras deshilachadas resultado de un mal corte, pero Enid no le permitió pensar en eso, en un segundo sus pies danzaban de derecha a izquierda desde el centro de su cuerpo hacia adelante o atrás, sus espadas hacían sonar una melodía brusca y sonora. Lyrie y sus compañeras graznaban en apoyo a su amiga junto a la mayoría de los guerreros ahí presentes que anteriormente habían sido derrotados por Enid. En un momento dado Eleonor perdió la espada, cosa que no detuvo a su contrincante, Eleonor retrocedió trastabillando; para ese entonces Yvel ya había regresado junto a Dariel y sin poder creerlo admiraban la escena despiadada que efectuaba el jefe principal de los guardias contra una humana sin arma. Eleonor retrocedió de costado mirando el brazo recto de Enid pasando por delante de su pecho, ni siquiera lo dudó al mirar esos ojos desalmados, sujetando la muñeca del chico con su mano derecha, utilizó el codo del brazo izquierdo para arremeter contra la coyuntura del brazo preso por ella girando sobre sí misma, su espalda quedó contra el pecho de él y en el calor del momento se inclinó hacia adelante hasta poder levantarlo unos centímetros del suelo y arrojarlo contra el piso de roca pulida. Enid exclamó un gemido ahogado, y ella lo sometió subiendo a horcajadas hasta sostenerle ambos brazos.

—Quédate quieto, por favor. —jadeaba exhausta —Enid... ¿Qué esta pasando contigo?

—Nada.

El resto del día Enid estuvo por su cuenta y Eleonor fue acompañada a todos lados por Yvel. Los días siguientes fueron pan con lo mismo, Yvel iba a todos lados con ella mientras hacían las labores diarias o mientras ayudaban con la reconstrucción del poblado que seguía manteniéndose deshabitado; gracias al buen trabajo de Enid las mujeres y niños habían sido reubicados a la ciudad elfica central en dónde se les habían conseguido labores que hacer para ocupar su tiempo en algo productivo y no en el constante miedo de un futuro ataque, los hombres elfos que lo habían querido se habían quedado para la futura lucha y acampaban en los jardines de la casa principal junto a los feéricos deseosos de venganza contra la raza demoniaca, para ese entonces la casa principal y sus alrededores eran un campo militar de batalla.

— ¿Qué tal te ha ido?

Yvel sonrío acariciando el rizado cabello del joven Fauno —Tengo información.

—Eso ha sido bastante rápido. —comenta con sorpresa uniéndosele en su caminar —El señor Elrond no ha salido de su oficina para nada, si buscas hablar con él...

—Buscaré a Enid, él es el encargado de los guardias y la planificación de defensa. ¿Has visto a Eleonor?

—La última vez que la vi se encontraba con las cocineras sirviendo comida a los guerreros.

—Bien. Entonces iré a buscar a Enid.

Se separaron frente a la puerta principal. Dariel había decidido quitarse la capucha de curandero luego de hablarlo con el señor de la casa, y apenas la mayoría de población había sido reubicada en la ciudad principal, gracias a la tensión por la pelea venidera tal revelación no había sido demasiado intensa, pero uno que otro elfo se había quejado en secreto con Elrond. Yvel subió las escaleras andando con cierta prisa, su semblante antes tranquilo se había tornado de piedra, Enid no comprendía lo que ocurría entre Eleonor y él así que había optado por comportarse como un idiota frente a ambos, un idiota incapaz de hablar con aquella mujer que le removía tantos sentimientos. Golpeó dos veces con sus nudillos y obtenida una respuesta se adentró en la oficina de Enid, el joven mestizo estaba con el asiento virado en dirección a sus tierras, había cartas con sellos de los líderes elfos de las otras ciudades sobre su escritorio y cientos de papeles extras.

—Ni siquiera están intentando ocultarlo. —informa —El movimiento de demonios y vampiros es en exceso descuidado, los vampiros están reclutando humanos transformados por orden de Belcebú, y se rumorea que al menos dos manadas diferentes de lobos han atacado en diferentes pueblos.

—Agrandan su ejército. —expone firmemente volviendo su asiento hacia su invitado — ¿Tienes el día?

—Lo desconozco, he tenido más cuidado del usual debido a mi nueva condición. ¿Seguirás con el plan ya trazado?

—No tenemos otra opción. Si el ejercito demoniaco ha aumentado nos encontraremos en clara desventaja... —golpea una de las cartas con sello real —parece que las situaciones en los otros reinos es la misma, familias elficas se han desvanecido en todos lados. Necesito que acudas al reino del Oeste, le he hablado al rey Ister sobre tu llegada para servirle como espía a través de su portal, solo para estar seguros. Irás, le informarás y luego volverás aquí. Si Ister llega pro fin a comentar con los otros dos custodios de tu existencia...

—Tendré que acudir y hacer lo mismo que haré en su reino.

—Solo es para estar seguros. Es nuestro mayor aliado ¿Crees poder con ello?

—Claro que sí.

—He pedido que preparen un caballo para ti, es el más veloz que tengo, y... te acompañará mi segundo general, Ulier, lo conoces ¿No?

—Es tranquilo y leal.

Enid sonríe elevando la comisura izquierda al momento de menear un poco el rostro, Yvel comprende la orden de salida y luego de dar una reverencia se retira; era cuestión de tiempo que Enid hablará sobre él con los demás custodios de las puertas, tarde o temprano tendría que servir como espía para ellos también, pero en la circunstancia actual no podía evitar pensar que Enid lo había reconocido ante ellos tan solo para apartarlo de Eleonor y de ese reino.

Ulier no se hizo esperar y le pidió al hombre sombra que saliesen cuanto antes para poder volver lo más pronto posible, para la noche ellos debían estar saliendo de la ciudad central de aquel reino para dirigirse al oeste. Eleonor subió las escaleras con una charola plateada sujeta de ambas azas, viró en dirección a la habitación de "Elrond" dando una mirada por sobre su propia puerta, la puerta conjunta y la puerta del otro lado del pasillo dónde le habían permitido a Yvel quedarse, tocó la puerta del fondo con sus nudillos.

—Pasa Francin.

Abriendo la puerta lentamente se adentra con la mirada en la charola —Francin me dijo que viniera en su lugar porque no le parece correcto —avanza por la alcoba vacía hasta la mesa oval con papeles desperdigados en todas direcciones —que sigamos distanciados... —ladea el rostro apartando difícilmente algunos archivos —durante una situación tan difícil.

— ¿En qué vendría afectando nuestro "distanciamiento" en cuanto a batalla? No luchamos de la mano del otro.

—Pero sí... —dejando la charola desliza los dedos sobre la mesa hasta dirigirse a la cama y tomar asiento —luchamos al lado del otro en el mismo campo de batalla.

Al no oírlo enunciar palabra se queda en el borde de la cama palpando la suave tela de las sábanas y la dura madera de la base del colchón, su mirada sube sobre los barrotes tallados minuciosamente en cilindros suaves y serpenteantes hasta las mantas de un carmesí profundo atadas sobre los barrotes con una cuerda tejida en tonos crema; el ruido detrás del probador de papel la hace volver la mirada, Enid parecía haber perdido el pie al ponerse la ropa y se había recuperado al sostenerse del marco de madera del probador.

— ¿Estás bien?

—Sí.

—Tú habitación es bastante grande, —informa —no he entrado a la habitación de Francin, pero parece que mide lo mismo que la mía.

—Era la habitación de mis padres. Tanto la habitación tuya como de Francin eran las antiguas habitaciones de mi hermano y mía.

— ¿Cuál era la tuya?

Nuevamente guardó silencio así que Eleonor tomaba el tiempo para observar el resto de la habitación, como todas las habitaciones esa contaba con un largo ventanal a todo lo largo, y la cama estaba posicionada en el centro de ese gran ventanal evitando las luces directas y con dos mueblecillos de noche a cada lado, había una pequeña salita de estar entre la entrada y la cama, con un sofá para tres personas y dos sofás de un ocupa a cada lado sobre una alfombra azul rey, a los lados de la salida dos libreros de pared repletos de cuentos infantiles, y a mano derecha había un tocador pintado de blanco con florecillas recorriendo todo, aunque aparentemente vacío, los guardarropas grandes e imponentes, y el probador que se encontraba pegado a la pared sobre la esquina, entre la pared con el guardarropa se encontraba la mesa oval con una silla de frente a la cama, y del lado contrario había un escritorio sin usar. Ella subió la mirada hacia aquel probador del cual emergía Enid con un pijama de seda y el cabello completamente suelto cayéndole sobre los hombros con aquellas ondulaciones sedosas siendo más mansas que de costumbre.

—En dónde duermes. —confesaba.

Ella sonrío apenas un poco —Come.

—Ya puedes retirarte. —musitaba vergonzosamente ajustándose la ropa, era obvio que acababa de darse un baño —Deja aquí los platos, yo los bajaré mañana.

—No quiero irme.

Enid se detuvo de tomar asiento para volver la mirada sobre aquella joven sentada en el borde de su cama, su perfil suave y despreocupado, desvergonzadamente delineó cada curvatura de sus rasgos mientras se sentaba a la mesa, viajó sobre sus pestañas no tan largas hasta deslizarse por su nariz respingada dando un salto sobre aquellos labios carnosos de apariencia fruncida, aunque ella no estuviese enojada, y luego quedó congelado al ser atrapado por aquellos ojos color corteza. Eleonor mantenía esa pequeña sonrisa en su rostro. Y él por fin espabiló dando un parpadeo y tragando saliva para desviar la mirada.

—No tenemos ningún problema.

—No sabemos externar nuestras emociones, Enid. —aparta la mirada sobre la pequeña sala —Intentaste atacarme muy seriamente hace días, estabas enojado, furioso, al punto de que ibas a herirme.

—Lo siento. —musita esquivo —Las cosas están siendo demasiado para mí. No iba a herirte.

— ¿Estás seguro de eso? —esperó en silencio por una respuesta que parecía no llegar —Yo solo digo...

—Tendría más ganas de besarte que...

Eleonor fue la primera en regresar la mirada mientras que Enid se tomó su tiempo para atender aquella sorpresa, luego sonrío con desgana inhalando profundamente para volverse a su comida.

—Lo sabes ¿No es así? La forma en que te veo, sé que no soy discreto con ello y sé que todos a nuestro alrededor lo saben, así que... tú debes saberlo, al menos pensarlo.

—Lo tengo claro. —informa con pena —Debo decirlo... —inhala profundamente —No es que no me gustes, eres alguien hermosamente atractivo y tus actitudes son mayormente de mi agrado, pero... —aferra el agarre sobre sus brazos —no creo estar lista para una relación de ese tipo, solo de pensarlo me siento presionada y...

—Lo entiendo... —menea la cabeza en rendición —de verdad que lo entiendo. Y no quiero presionarte con eso...

—Pero estás celoso Enid...

Su mirada entre el azul y negro subió hasta encontrarse con ella, les parecía igualmente ridícula la idea de intentar negar lo que había entre ellos, ambos se tenían confianza y esa era una emoción difícil de ocultar. Eleonor bajó la vista dejando fluir una sonrisa en sus labios, pequeña, penosa.

—Lo que ocurre entre Yvel y yo no es nada de ese tipo, es algo distinto, tiene que ver con la magia.

— ¿Con la magia? ¿Cómo podría?... Se supone que ninguno de los dos posee magia.

—Si lo comprendiéramos ya les hubiéramos dicho a todos, pero es imposible... ahora es como si yo comprendiera sus sentimientos y él comprendiera los míos, casi como si... como si pudiésemos leer nuestras mentes, y sé que no te lo he dicho, y lo lamento, pero trataba de comprenderme antes de poder expresarlo... —posa ambas palmas contra su pecho —cuando duermo y él duerme, es como si compartiéramos nuestros sueños de una forma muy extraña... yo estoy en su sombra a su lado.

— ¿Y qué hacen estando ahí?

—Nos quedamos sentados al lado del otro en silencio, mirando el interminable cielo oscuro mientras nuestras mentes hablan por su cuenta sin siquiera intentarlo, es como... su voz interior me expresa todas esas dudas que tuvo en el día. —sonríe —De hecho, creo que Yvel se encuentra un poco interesado en una persona de tu corte, y no se trata de una chica humana sin chiste.

—Entonces... ¿Él conoce todo lo que hay en tú mente? Comprende tus emociones y escucha tus pensamientos...

—Algo así, nos oímos mutuamente mientras nos mantenemos en silencio... queremos creer que es cosa de magia, pero la verdad es que no estamos seguros, podría ser cosa de su sombra, pero... —ladea la cabeza en duda —Yvel duda que sea eso porque Dariel ni siquiera parece comprendernos y él estuvo con nosotros en ese momento.

Inhalando profundamente aparta su plato de comida — ¿No te parece incomodo tenerlo ahí escuchando cosas privadas de ti?

—Yvel es una persona de confianza, yo conozco sus peores pecados y él conoce los míos, estamos en una situación similar, y aunque... pienso que surgirán cosas que no deseo compartir con nadie, no me molesta del todo, ni siquiera tenemos la necesidad de hablarnos, podemos ignorarnos todo el día y llegada la noche... —asiente para sí misma —la charla sin fin da inicio.

—Sabes... lo siento, sé que ha sido estúpido de mi parte no haberle preguntado directamente a él, pero... ¿Cómo es su actual uso de la sombra?

—No es un secreto, y me ha pedido especialmente que te lo explique. Dice que no tienes el corazón tan duro como para no preocuparte hasta de tu peor enemigo, así que... —sonríe —la condición con su sombra es casi normal, la sombra surge de su cuerpo a voluntad y lo engulle resguardándolo de algún modo en la oscuridad, pero... dice que a la hora de dormir le es imposible controlarlo y su cuerpo permanece en nuestro plano en lugar de esconderse en el plano de la sombra.

— ¿Y cómo paso los últimos días en la tierra de los humanos?

—Le ayudé.

Eleonor baja de la cama con una sonrisa, evitando la salita se dirigirse al librero al lado de la puerta, su índice se desliza por el lomo de los libros admirando los diferentes títulos en elfico, historias infantiles de alegría, ajenos al mundo real.

—Tengo conocimiento sobre muchos sitios, le di la información necesaria para que pudiese pasar el tiempo en un hostal. De hecho... Yvel caminó en su cuerpo humano para abarcar más zonas, me confesó que le hace falta un poco de entrenamiento... —detiene su mano sobre un título singular — ¿El... humano iluminado?

—Es un libro que mi madre solía leernos, puedes tomarlo si quieres.

Con un vaso de té en la palma Enid se encaminaba al sofá de tres plazas tomando asiento con los pies sobre el cojín de la orilla y la espalda contra la orilla del reposa brazos y el respaldo acolchado, Eleonor dio una última mirada sobre el lomo del libro infantil que poseía una ilustración de lo más sencilla, un humano con ambas palmas al aire y un objeto entre ellas, su alrededor estaba iluminado por líneas doradas y en su cabeza descansaba una corona de hojas de laurel, abrió la primer hoja notando una dedicatoria para sus hijos. "Mis queridos hijos, los humanos se han pintado como los eternos traidores, pero debemos tener algo claro, sin importar la raza... no todos tenemos malicia en el interior"

—No tengamos miedo a confiar en los demás... —leía en voz baja palpando aquella escritura curva.

—Fue un regalo durante mi tercer cumpleaños, en sí, fue un regalo compartido. —tiende la mano mostrando los libreros —Todos esos libros eran para que mi hermano y yo los compartiéramos, después de mi nacimiento ellos buscaban que a pesar de todo nuestra familia no se alejará, mamá... no era que no amara a papá, pero... —desliza la palma entre sus cabellos fuego —el humano que me engendró fue capaz de volver a enamorarla... y eso creo una gran brecha entre ellos.

— ¿Y qué hizo tú padre? —cuestionaba con dulzura para tomar asiento a su lado con el libro sobre su regazo y la mirada puesta en la dedicatoria — ¿Cómo fue...?

—Se dice que mi padre era un esposo fiel, y yo nunca vi que le faltará al respeto a mi madre o que la tratará mal, siempre la procuraba y le cuestionaba si deseaba un cambio en la cena o si quería retirarse temprano de las reuniones con la clase alta... después de mí creo que mi padre intentaba constantemente volver a ganarse su amor, comprender la razón por la cual cayó ante el amor de otro hombre. Aunque no puedo decirte con certeza si realmente era como lo describían y como yo mismo lo percibí en aquel entonces, al estar frente a Elrond o frente a mí nuestro padre cambiaba por completo su comportamiento y dejaba en paz a nuestra madre, creo que es... una cuestión que me llevaré a la tierra el día que muera, ahora no hay forma de preguntarles nada.

—Tu padre suena como una buena persona.

— ¿Puedes leerlo para mí?

"Este libro no planea ser un cuento de terror, pero el inició de esta historia fue durante una época realmente oscura para cualquier Elfo, hada o gigante, las dríadas y las sirenas que son las mismísimas creaciones de la naturaleza temían encontrarse con los villanos de esta historia. Los crueles demonios.

Hace muchísimos siglos atrás, cuando todas las razas poseían sus objetos y vivían en armonía sobre una tierra vasta que les brindaba todo lo necesario para subsistir al lado del otro, en aquellos años mágicos que las razas se reunían para rendir alabanzas al dios benevolente creador de todos nosotros, ofreciendo danzas, canticos y ofrendas... entre algunos de nosotros comenzó a crecer el mal. La tragedia sucedió al cabo de los años arrasando nuestra magia, los sagrados objetos otorgados por nuestro dios fueron arrebatados por manos humanas."

—Elrond y yo siempre le preguntábamos a mamá la razón de su dedicatoria si al final, el libro empezaba con los humanos siendo villanos. —bebe un sorbo de té —Ella respondía que debíamos aprender a esperar y escuchar la historia completa.

—Te has saltado esa enseñanza en los últimos días —comentaba juguetona empujando el hombro a su lado.

—Lo siento. —sonríe Dile a Yvel que de verdad lo siento.

—Lo haré cuando me vaya a dormir, pero ahora mismo... —palpa el libro pasando la página —estamos en algo.

"Pero no se apresuren mis animados lectores, los humanos no son el mal superior en esta historia, aun cuando algunos de ellos fueron los responsables de la perdida de nuestro objeto, he aquí lo sucedido: "

Con cada dialogo iba una ilustración, pues siendo un libro infantil necesitaba atraer la atención de sus espectadores; Eleonor deslizó los dedos sobre la imagen debajo de aquellas palabras... un grupo de siete demonios se erguía frente a un grupo grande de humanos que se encontraban cabizbajos, hincados y con una mano en el pecho, también había una imagen en la esquina superior dónde se vislumbraba un tipo de símbolo que parecía una serpiente rodeando un cuerpo recostado, las palabras del libro seguían abajo.

"Un valiente humano nos contó esta historia después de lo sucedido, después de la caza y masacre de nuestros compañeros; años antes de forjar nuestro nuevo mundo, nuestro escondite. Existió un trato. Marcados por el veneno de una serpiente que escalaria hasta cegarlos y matarlos lentamente ante el incumplimiento de ello.

Pero... por desgracia los demonios nunca habían sido de pensar lo suficiente. El trato marcaba que los humanos obtendrían los objetos, más nunca, que tendrían que entregarlos. Así fue como durante siglos los humanos fueron escalando para ganarse la confianza de todas las especies hasta encontrarse a un solo paso del objeto de cada raza. Los humanos eran los seres más normales, desentendidos de su propia magia y curiosos sobre la magia ajena, así fue...

Que los humanos, tras tanto tiempo siendo las marionetas de los demonios, decidieron pensar por sí mismos abandonando el miedo a los seres que se alimentaban de ellos para comenzar a buscar una forma de manejar la magia y sobreponerse a ellos. Debido al trato con los demonios las lenguas de los humanos variaban en región para poder comunicarse en secreto sin que las razas ajenas a la suya comprendieran lo que hacían del todo, y gracias a ello los humanos crearon una forma de utilizar la magia..."

—Mm. —exclama, apartando los labios de su té —Ya te lo dije ¿No? los elfos podemos controlar la magia muy fácilmente con solo desearlo mentalmente, las otras razas han tenido menos control sobre ello, los gigantes ya tenían su fuerza así que no tuvieron interés en la magia desde el inicio, y después de perder su objeto las hadas seguían volando y aún eran capaces de ocultarse así que... —encoge los hombros dando una negativa —no vieron necesario seguir preocupándose, aunque ellos antes hacían rituales cada tanto para aumentar su velocidad y ser mejores en lo de ocultarse.

— ¿Y los demonios?

—Fingían que no les importaba, pero no eran tan despreocupados como las hadas, se dice que siempre rondaban los bosques durante las épocas de rituales de las hadas, y eran demasiado orgullosos como para confesar que siempre trataban de analizar nuestro control mental con la magia. No podían controlarla, no querían hacer un esfuerzo por crear un método para controlarlo y... la verdad, fuese como fuese, todos protegíamos nuestra forma de control y nuestro objeto.

"Construido a través de los idiomas con pronunciaciones complicadas y frases largas, los humanos crearon un libro de encantamientos que introdujeron en la casa de los demonios fingiendo descuido, los demonios anhelando el poder observaron un comportamiento extraño en los humanos e indagaron sobre aquellos encuentros extraños. Fue en ese momento cuándo los demonios encontraron la forma de introducir su magia en el libro de los humanos y se apropiaron de él introduciendo maldiciones y rituales brutales.

La forma de control de los demonios fue encontrada por los humanos y robada de sus manos, aunque claro, los humanos jamás hicieron aquel movimiento descuidadamente. Solo un grupo de humanos tenía el conocimiento completo de ese libro y ellos efectuaron el principal ataque contra ellos. Con la perdida de los objetos los demonios se alzaron como el peor enemigo sometiendo y humillando a las demás razas, pero los humanos eran los traidores, y los creadores de una forma de control sobre la magia, tan inteligentes como para engañar a los demonios y hacerlos utilizar su objeto para brindar la magia necesario al libro de alguien más.

Normales, sin control alguno sobre su propio objeto y, aun así, teniendo un libro de hechizos. El trato se rompió, los humanos cedieron buscando refugio y se iluminaron para todas las demás razas."

Eleonor centró su atención en la ilustración de la hoja anterior, demonios con látigos en las manos y cientos de seres bajo su control, humillados y heridos, temerosos, del lado contario de la hoja se encontraba un nuevo sol... un grupo de humanos alzándose en la cima de una colina, el líder con un libro entre manos, y las razas salían de sus escondites para ir en su encuentro.

"Durante las épocas de caza y sumisión los humanos se movieron por lo bajo rescatando a rezagados despojados de sus objetos, lograron ocultar a varios gigantes y daban información a las razas para que huyeran si tenían conocimiento de que los demonios estaban avanzando en esa dirección.

Un día un humano se adentró en la fortaleza de los demonios para sembrar la discordia sobre la posesión de los objetos, los principales demonios se sobrepusieron uno sobre el otro creyéndose mejores y más aptos para controlar los tres objetos robados, luego llegó la pelea entre ellos que logró desestabilizar la caza de razas. El gran movimiento fue dirigido por dos grupos de humanos, los que alejaban a las razas débiles y exhaustas, y el grupo que se mantenía cercano a los demonios evaluando la lucha mientras sus grupos se reunían en los alrededores para el gran ataque.

Al estar reunidos, los elfos del pasado dirigieron la charla logrando obtener la atención y confianza de las hadas y los gigantes, calmaron los miedos de su gente y lograron que por segunda vez las razas confiaran entre ellas. Los humanos tenían las ideas claras, el hombre que les hablaba era confiado y certero, les daba información precisa, toda la información, pero no se esperaba... la traición de su propia raza."

Eleonor suspiró ante la imagen, las hojas divididas entre la escena de un único humano entre cientos de demonios en una lucha sangrienta y voraz, y un elfo tomándole el brazo a un humano destacado por un resplandor, de frente a un grupo variado de seres... humanos, hadas, gigantes, elfos, heridos y cansados, pero esperanzados. Su mirada viro sobre el chico sentado a su lado en el sofá, con la taza terminada de té sobre el regazo y el rostro cayéndole hacia el frente, se había dormido.

—Mi raza... —sonríe, cerrando las páginas —es horrible.

El libro terminó sobre la mesa de centro junto a la taza que anteriormente Enid tenía en manos, ella se giró un poco admirando a aquel joven adormilado con sus anaranjados cabellos ya secos y rebeldes cayéndole sobre el rostro, aquel joven con tantas imperfecciones... su mano viajó sobre la piel ajena despejando aquella frente para dejar a la vista aquel rostro placido caído en un profundo sueño. Había... algo que ella no le había dicho al joven mestizo, algo que solamente Yvel sabía y sentía; de sus manos emergieron sombras negras al momento que inhalaba profundamente cerrando los ojos, y en su exhalación el cuerpo del príncipe fue levantado lentamente mientras con la mente Eleonor dibujaba aquella habitación ante la oscuridad de sus ojos. Al abrir los ojos tuvo que girar hacia la cama para poder verlo acostado en ella. La sombra, ahora les pertenecía a ambos.

La puerta de la habitación se entre abrió dejando ver los ojos negros de Francin, Eleonor le sonrío con la dulzura de costumbre y rápidamente fue a su lado para informarle que todo había salido bien con el joven mestizo de la habitación; durante su corta caminata hasta el frente de su habitación ambas comenzaron una charla un tanto más triste sobre los ánimos que rondaban alrededor de todas las tierras de Enid.

Hais descendió de los cielos en una carrera apresurada, los presentes del patio delantero se hicieron aún lado casi cayendo ante la carrera con las alas mal contraídas de la joven vampira, pero sus pasos no se detuvieron hasta que tuvo que posar ambas palmas contra la puerta de madera para abrir de un empujón, Hais se adentró en el recibidor encontrándose con Níniel y Breis, la licántropa apenas se llevaba un pastelillo a los labios cuando la joven vampira se detuvo delante de ambas mirándolas con prisa e inquietud.

— ¡El demonio se dirige hacía aquí! ¿En dónde se encuentra Eleonor?

—Sígueme. —exigía alteradamente metiéndose el pastelillo a la boca —yo te llevo.

— ¡Yo las sigo!

Hais siseó con enfado observando como detrás de ambas avanzaba la elfa con paso rápido, no era el momento para la camarería, un demonio descendía por las tierras del príncipe muerto y se dirigía hacia el castillo principal rumbo a las tierras de los Sermil, un lugar que no debía ser pisado por demonios. Las tres se presentaron en la biblioteca obteniendo la atención de la humana y el mestizo que volvían la mirada desde el segundo piso del lugar.

— ¡El demonio baja del lado Sureste!

Sus miradas se encontraron y al segundo se levantaron de sus asientos dejando los mapas en la mesa de centro para bajar a la carrera; por el estado de alerta roja que se había encendido desde que todos los habitantes del pueblo se aposaron en la casa principal, Eleonor llevaba su ropa de entrenamiento cada día, cuero y dagas, botas de acción; Breis corría con una sonrisa llena de brutalidad en cara mientras atravesaban la puerta principal, pero todos se detuvieron bruscamente cuando Eleonor sostuvo el brazo de Enid deteniéndolo de seguir adelante; las miradas de los pueblerinos se mantenían sobre ellos en inquietud, Hais tomó el brazo de Breis y la hizo correr a su lado obligándola a adelantarse, Níniel se dirigió al pueblo tratando de calmar los aires mientras aquellos dos se enfrentaban uno delante del otro.

—No puedes ir. Él quiere verte, si te ve será su victoria Enid, no puedes ir, no debes ir. Iré yo. Yo me haré cargo, confía en mí, por favor.

—Pero él...

—Él no me hizo nada, yo invoque magia de la cuál no tenía control alguno... hoy no será así, hoy no voy a decir ningún hechizo, no va a pasar nada malo de nuevo. Enid, quédate.

—Eleonor, es que él ya no me importa, Leito es... simplemente un traidor.

—Iré yo. Quédate.

Los ojos del chico dudaban analizando toda la situación a su alrededor, los pobladores que acampaban en su patio delantero con el rostro lleno de terror e inquietud, volvió su vista hacia ella pensando una última vez en su respuesta y finalmente asintió dejándola marcharse por delante mientras él fingía una sonrisa explicando a los pobladores que había ocurrido un ataque de un grupo de cerdos salvajes sobre algunos de los guerreros que patrullaban las cercanías. Eleonor se presentó con aquel semblante duro observando como Leito era detenido por Breis y Hais que le cortaban el paso, ella se adelantó con las dagas en mano y un porte firme, la altura le daba ventaja al demonio, pero los habitantes del reino Sermil no pensaban bajar la cabeza hacia esa raza.

— ¿Qué quieres? —exclamó.

—Me... —analiza a la chica de pies a cabeza —me alegra ver que te encuentras bien. Necesito decirles algo... —observa de reojo a las chicas detrás de ella —viene una gran batalla, nuestro actual líder, Satán, les robará la magia a todos.

—Aquí nadie tiene magia. —gruñe desde la parte trasera —No tengo idea de lo que tú raza piensa, pero aquí... no hay más magia que la que nos oculta de ustedes.

—No creo que sean tan estúpidos. —informa Hais con las alas expuestas y abiertas —No quieren robar la magia que los elfos han conseguido, quieren la información para obtenerla por su cuenta ¿No es así? Aumentar su cantidad de magia para destruirlo todo.

—No lo sé, yo no tengo información completa de lo que los siete grandes tienen en manos, lo único que sé es que se acerca un gran ataque, tienen que buscar refugio. —da un paso adelante con el ceño preocupado tratando de tomar el brazo de la humana que retrocede al momento que las dos chicas detrás de ella avanzan con gruñidos y siseos de advertencia —Tienes que decirle que se aleje, que busque dónde esconderse. Sálvalo.

—Vete.

—Eleonor, tienes que salvar a toda esta gente. Si él confía en ti solo basta que le digas que están en peligro y deben huir, sé que te seguirá.

—Sé que lo sabes muy bien. —afirma con tono duro.

El demonio se contrajo irguiendo su porte en una inhalación, comprendía esa acusación, ellos ya no pensaban ocultarlo más, la humana conocía la apariencia del elfo que Leito buscaba, dando un firme asentimiento el demonio desplego sus alas bruscamente y de un aleteo despegó los pies de la tierra para comenzar a alejarse; Breis y Hais se acercaron a la humana revisándola de pies a cabeza para guiarla de regreso a su hogar como si fuese una niña perdida, pero la realidad era que Eleonor no se sentía perdida ni de chiste.

Aquella noche, como un grupo de niños, Níniel, las licántropas y las dos vampiras llegaron a la parte baja de la casa principal dónde ya habían tendido mantas y almohadones para que todas pudiesen dormir juntas, Enid descendía con el rostro bajo y pensativo mientras Eleonor le seguía de cerca apretando su almohada contra su pecho, ambos vestían sus ropas de dormir al igual que todas las presentes; en el patio delantero todavía se veían faroles encendidos y algunos habitantes caminaban entre las tiendas de campaña buscando plática, entretenimiento o bocadillos nocturnos. Breis se había transformado al caer la noche y Francin amistosamente había utilizado su magia para atarla con la suficiente firmeza para evitar que se liberará hasta el nuevo amanecer, a su lado se encontraba Níniel charlando al aire en un intento de comunicarse con ella aun cuando sus compañeras de manada le habían informado que era imposible entablar una conversación que Breis pudiera recordar a la mañana siguiente, las vampiras estaban apartadas en un sillón individual manteniendo la mirada fija en los ventanales, pero con apenas verla Inha se levantó dedicando una sonrisa pequeña hacía la humana que se acercó por su cuenta saludando a ambas y tomando asiento con ellas, Enid paso de largo girando hacia los instrumentos en el pequeño escenario tomando asiento frente al piano.

—La información del... demonio —susurraba precavidamente hacia sus amigas —no le ha sentado muy bien.

— ¿Tiene una historia con él o algo así? —cuestiona Lyrie.

—Se conocieron...

Los dedos de Enid se alargaron sobre las piezas blancas del piano dejando fluir un sonido suave por la estancia hasta obtener la atención de todas las presentes, y aunque las vampiras seguían mirando al exterior sus oídos estaban centrados en aquella melodía tranquila y un poco melancólica, por su parte Níniel observaba atentamente como Breis se calmaba dejando de gruñir con el pelaje erizado para mirar hacia el piano y echarse más tranquilamente. La música se detuvo abruptamente.

—No fue gran información la que nos dieron... —exponía con una respiración extensa —ya sabíamos que iban a dar un gran ataque y... el imbécil de Leito no nos dio información útil. Yvel volverá dentro de dos días junto a Ulier, todos en el reino han recibido el informe del ataque prominente y ya hemos tenido voluntarios del pueblo principal...

— ¿Los suficientes? —cuestiona Lyrie desde el suelo —El pueblo principal se encuentra conformado por ricachones que solo tocan espadas para jugar a la esgrima, más... posiblemente sus sirvientes nos sirvan, ellos si deben saber manejar espadas de verdad y defenderse.

—Estoy segura —informa Inha en una negativa —que no van a cedernos a sus guardias, primero se van a ocupar de su propia protección antes de preocuparse por todo este mundo que se vendrá abajo si no tenemos la fuerza para defenderlo.

Era la verdad, y Enid lo sabía —Por eso mismo después de haber contado a los voluntarios hemos enviado una notificación gracias a que... —desliza la mirada sobre las teclas del piano —entre los voluntarios había bastantes jóvenes menores a los trece años, niñas y niños más valientes que todos aquellos ricachones... —comentaba con cierta burla a la última palabra —se les ha obligado a todos los hombres, sin impedimentos para luchar, que formen parte de nuestras filas de defensa. Los carruajes con no voluntarios llegaran mañana mismo, así que...

—Será un día ajetreado —expone Loreta descansando las palmas sobre el respaldo del sofá para mirarlo — ¿Darás el aviso mañana mismo?

—El aviso ha sido dado hoy por Elrond, las únicas que no estaban informadas eran ustedes, Lyrie y Loreta, y sus grupos. Saben que normalmente son nuestra principal defensa, pero... —observa a la humana girándose en el banquillo para mirarlas a todas —creo que el ataque será brutal, no las quiero en el campo de batalla, las quiero con nuestros refugiados.

— ¿Qué? —espetan ambas con el ceño fruncido.

—Desconocemos la magnitud del próximo ataque, pero a juzgar por el comportamiento del hijo de Leviatan debe avecinarse algo gigantesco, el próximo problema es que desconocemos cuándo sucederá, si han decidido un orden de ataque o si acaso... atacaran a todos nuestros reinos por igual. —exhalando sutilmente deja caer los hombros —Nadie podrá auxiliarnos si necesitamos ayuda en la batalla, ni nosotros podremos ayudar a nuestros reinos vecinos. Si perdemos, si las bajas son excesivas, si no hay de otra.... —observa a todas —no nos quedará más opción que huir.

—Huir de nuestro mundo —expone Níniel sin aire.

—Exacto. Refugiarnos en las zonas no pobladas del mundo mortal, o buscar la forma de ocultar... —acuna su oreja —nuestra clara peculiaridad, para mezclarnos entre los humanos. Y allá afuera ya no podremos ser un pueblo, como máximo seremos grupos que estarán tentando a la suerte día con día.

— ¿Estás dando por perdida nuestra lucha? —cuestiona perpleja Hais — ¿Tan mala es nuestra situación?

—Estoy... pensando en lo peor y deseando lo mejor. Nuestros ojos en el exterior han sido cegados y desaparecidos, en cuanto a guerreros es obvio que tendrán ventaja sobre nosotros, nuestros guerreros entrenados han desaparecido con todas sus familias y los otros se encuentran lesionados por las peleas pasadas. Nuestros guerreros son elfos y seres desconocedores del campo de batalla y la utilización correcta de armas, les enseñaremos en los días que queden antes de la gran batalla, pero... —niega —saben que no es la mejor situación para nadie.

— ¿Cómo será la organización finalmente? —cuestiona la humana.

—Habrá un grupo en el bosque, pequeño, de diez hombres lo suficientemente agiles y rápidos para informarnos de la situación apenas el enemigo traspase el portal. Las hadas serán nuestras informantes en esa posición. Lo siguiente es un grupo dispuesto en las torres de vigilancia desde dónde Hais liderará a nuestros escuadrones con alas, los cinco vampiros y cualquier otro ser alado que nos apoye.

—Pensé que... —expone dudosa mirando de reojo a su compañera — ¿Solo mandarás a Loreta con los refugiados?

—A Loreta y Lyrie. —asiente —Son buenas lideres y tienen la suficiente autoridad para hacerse escuchar, Yvel estará también con ellas para guiarlas por los caminos despejados.

— ¿Y elfos? —cuestiona la licantropa líder —Necesitamos elfos para ser verdaderamente escuchadas, somos lo más bajo de lo más bajo Enid, quizá las Hadas y los mestizos nos escuchen por su propia protección, pero.... No todos lo harán.

—Ulier también estará con ustedes.

—Bueno... —asiente Loreta —Ulier es buen tipo. Bien... —toma la mano de su amiga y compañera —Te harás cargo de guiar a un gran grupo, confío en ti.

Hais tragó grueso, era inteligente y más de una vez había abandonado su puesto de vigía para conocer las tierras alrededor del reino, conocía senderos escondidos y otros no tanto, ella misma les había señalado sitios que no habían marcado en sus mapas, pero ser una líder...

—No saldremos de nuestras tierras, vamos a esperar tras los muros con arqueros en la cima y guerreros listos para salir a luchar. Breis e Inha sabrán moverse entre la lucha mejor que nadie así que asegúrense de cubrir a aquellos que tengan problemas, formaremos grupos para cubrir a los no conocedores del campo de batalla con al menos tres guerreros, tenemos que encontrar la forma de que esas personas sin conocimientos de batalla sean útiles y no mueran en el proceso.

— ¿Qué dices de... hacerlos servir con escudos? —cuestiona la humana.

—Eso sería ponerlos en peligro directo. —informa Inha —Aunque parezca que estarán seguros con un escudo en mano, la verdad es que los escudos son pesados y solo sirven como defensa, sin la facilidad de manipular una espada junto a los escudos es muy posible que mueran al primer segundo que un enemigo traspase a los verdaderos guerreros.

—Hay quienes utilizan lanzas. —expone Lyrie —Podrían utilizar los escudos para hacer avanzar a los portadores de lanzas, ellos harían lo siguiente y luego retrocederían juntos para dejar libre camino a los guerreros de espadas.

—Tengo una pregunta —eleva la mano.

Las miradas regresan sobre la joven elfa apostada junto a la licantropa transformada, en algún punto de la charla Níniel había logrado acercarse a Breis y en ese preciso momento se encontraba rascando detrás de las orejas color fuego de la loba que emitía un extenso bostezo agotador recostada contra el regazo de la elfa. Inha y Lyrie parpadearon incrédulas de la escena delante suya.

— ¿Qué... qué pasa Níniel? —cuestionaba igual de perplejo.

—Bueno ¿Y los portadores de magia?

—Nuestros capitanes cubrirán la retaguardia, van a descansar y a prepararse, si las cosas no llegan a ir bien ellos serán los encargados de ayudarnos a escapar.

— ¿Islang se encuentra incluido entre ellos?

—Um... no. Islang quiere participar activamente en la batalla así que ha decidido entregar su magia a un capitán suplente que ha estado entrenando con él en los últimos días.

—Entonces esta bien. —expone con una sonrisa satisfecha.

Su charla siguió por unos minutos más y después de un rato todas se dispusieron a calmar los nervios y olvidar la batalla venidera para solo hablar de cosas sin sentido como las modas elfas, Enid se retiró dejándolas reír en paz y subió al segundo piso hasta llegar a la habitación que le había cedido a Francin, la habitación de su hermano fallecido, pero no tocó, sabía que Francin debía estar adentro y muy posiblemente se encontraba acompañada de su pareja, todas las parejas se mantenían juntas para aprovechar el tiempo antes de que una inminente guerra llegará con la intención de separarlos.

Eleonor llegó al segundo piso observando al joven mestizo detenido en pleno pasillo con la mirada fija sobre la puerta de Francin, avanzó a su lado manteniéndose silenciosa hasta tocarle el dorso de la mano, Enid volvió la mirada con sorpresa ante tal toque, pero al encontrarse con aquellos ojos de tonos madera simplemente permitió el curso de aquella mano, y ella suavemente adentró su palma en la ajena hasta poder envolverlo en aquel calor ajeno a su cuerpo. Enid se dejó llevar hasta el balcón en la otra punta del pasillo. Salieron tomados de la mano, ella con la mirada sobre el paisaje nocturno y él con la mirada sobre sus manos unidas.

— ¿Qué sientes realmente por él?

Su atención volvió a aquellos ojos —Yo...

—Él se encuentra bastante seguro de que aún hay algo en tú interior que lo busca, sea la venganza, el rencor, el amor... él sabe que obtendrá algo de ti.

Su mirada azul ennegrecida desciende con pesar liberando parte del agarre sobre la mano ajena, pero se niega a soltarla por completo, con su mano libre se toca el pecho en el sitio donde debería encontrarse una herida de antaño que había sido dejada por aquel del cual hablaban.

—Por él... siento rencor... —traga duramente —y aprecio... no mató directamente a ninguno y la única persona a la cuál debió matar sigue... sigue viva... —observa los ojos ajenos —debió matarme, debió llevarse los cuerpos de mi familia... pero aquí estoy, los cuerpos de mi familia fueron quemados como dicta la tradición, y él... —inhala profundamente —ha venido a decirnos que corremos un gran peligro... —aparta la mano dubitativo de cualquier acción, y en cambio recarga los antebrazos de la baranda de piedra —hasta el último momento quise pensar que no había sido él quién nos había vendido... puedes reírte, sé que debo sonar como un loco...

—Enid. —recarga los antebrazos a su lado, sus miradas se encuentran —No vuelvas a caer delante de él... ni delante de nadie. No dudes de tus propias palabras y acciones sin buscar la verdad de la situación, no entregues todo de ti por amor. Ni tú, ni yo, ni nadie es capaz de manejar la verdad absoluta, todos nos equivocamos y sea con o sin intención llegamos a herir. Enid, lo que quiero decir es que no puedes poner todo tu mundo de cabeza por las palabras de un tercero, aunque te encuentres perdidamente enamorado de él o ella.

Sus ojos se mantuvieron sobre esa mirada sincera que le dirigía la dama a su lado, luego descendió lentamente en un trastabille pensativo. Eleonor suspiró.

—Eres cálido, muy cálido. He... investigado las historias de algunos trabajadores de la casa y he obtenido bastante información sobre las dos partes del reino que manejas, y las historias que los han traído bajo tú cuidado. Les crees, los miras y decides creerles aún sin buscar pruebas, y eso es muy noble, y muy pocas veces has errado con esas decisiones. Eres atractivo no solamente exteriormente Enid, eres un ser de luz, has logrado obtener la confianza de todos los presentes en estas tierras. Me siento honrada de ser... amada por ti.

Sus miradas vuelven a encontrarse bajo el aire frio y tormentoso con los truenos y rayos que resuenan e iluminan el fondo opaco del cielo, Enid se muestra sin filtros, con los labios inquietos entre una sonrisa y la tristeza, con el entrecejo a punto de fruncirse en preocupación. Ella le sonríe, no lo toca, cada uno se mantiene en su sitio y solo sus miradas llegan a tocarse.

—Pero aún no estoy lista, y puedo ver que tú aún no estás listo tampoco, aún confías en Leito y al mismo tiempo te obligas a no hacerlo, creo que debes enfrentar eso antes de pensar en formar una relación con... con quién sea, sea conmigo o con alguien más.

—Y tú sigues herida por lo que paso en el mundo humano.

Ella sonríe en un asentimiento —Aún me afecta, aún me despierto por las noches alterada ante el recuerdo, aún soy incapaz de verme el cuerpo y no aborrecerlo... temo que los hombres me toquen, imagino o percibo que ellos me observan con otras intenciones y me pongo a llorar sumergida en todos esos sentimientos... ahora me siento tranquila contigo, con Yvel y con Islang, no les tengo miedo, pero no me siento preparada para jurarte mi amor.

—Al menos juremos estar al lado del otro. Si quieres que solamente lo hagamos durante la batalla yo...

—No me molesta seguir siendo tú humilde súbdita.

Una risa fluye de entre sus labios haciéndolo enderezarse en un porte desgarbado —Nunca dije que fueras mi súbdita.

—Como Elrond me dijiste que podía reverenciarte y llamarte mi señor si eso me hacía estar más tranquila, —recuerda con gracia girándose de espalda contra la baranda —eras tú, aún es aplicable a tu persona. Mi señor.

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