Capítulo 3

-¡Esposa!

Soltó en un chillido histérico, antes de romper en una nueva carcajada. Y sorprenderlo, al arrancar en un movimiento veloz hacia la puerta del salón, para abrirla y desaparecer tras ella. Dando unos segundos después, un portazo que correspondía de forma obvia a la puerta principal.

¡Genial!

La había espantado, causando que corriera despavorida lejos de él.

Iba a dar un paso hacia la salida, cuando notó como un calor por sus piernas. Bajó su mirada preocupado hacia ellas, para descubrir que por segunda vez aquella noche, se estaba desvaneciendo de forma muy lenta.

¿Era aquello su final?

Pensó con gran dolor en su corazón, al perderla cuando ni siquiera la había tenido.

Corrió con todas sus fuerzas, lejos de su casa y lejos de él. Creyendo al principio, que lo hacia sin rumbo alguno. Pero unos minutos después, se hallaba a pocas manzanas de su casa. En el barrio, donde vivía su hermana.

Y aquel, era su bloque.

Detuvo sus piernas, para comenzar a recuperar el aliento y detener así su corazón. Quien corría completamente desbocado y no solo por causa de la carrera, que se había dado en las oscuras calles. Donde todo el mundo comenzaba a salir disfrazado, para festejar aquella especial fecha.

No quería pensar...

¡Qué demonios! Lo que no quería, era recordar.

Lo creía. Reconoció en silencio, casi acomodando sus pulsaciones a la normalidad.

Creía en él y creía en sus sentimientos. Pero se había asustado.

Todo venía, desde cuando ella era una cría feliz que leía montones de historias fantásticas con un toque romántico. Siendo infundado aquel sentimiento por su abuela, quien hacia unos años los había abandonado.

Ella, había sido la causante en que creyera en el amor y en un felices, para siempre. Animándola a convertirse en un ratón de biblioteca, para que alimentara sus esperanzas en creer que todo era posible.

Su frase favorita, era que sí se creía con fuerza, podía hacerse realidad.

Ya en su adolescencia, una tarde que iba paseando por el parque con un libro de amor entre sus manos, se topó con una mujer con un brillo especial en su mirada.

Cuando se agachó para recoger el libro del suelo, escuchó como la mujer repetía en voz alta el título.

Al alzarse, sus miradas volvieron a cruzarse. Y fue cuando ella le habló con tono risueño.

"Conocerás a tú alma gemela en la noche de tu cumpleaños. Solo espero que llegues a creer, que él es tú felices para siempre"

Después, le guiñó un ojo y se alejó a un paso ligero.

Fueron muchos los días, que estuvo rondando aquel encuentro por su cabeza, sin llegar a contárselo nunca a nadie. Y tal vez, por su abuela o por el brillo especial que había visto en aquellos ojos, que creyó en ello por mucho tiempo.

Pero unos años atrás, se cansó y dejó de creer en la magia y en el amor. Regañándose así misma, por ser tan estúpida a lo largo de su vida...

Y ahora, en la noche de su cumpleaños. Aparecía él.

-¡Zaida!

Exclamó su hermana pequeña sorprendida, en compañía de sus amigas, al aparecer en las escaleras del bloque de pisos en donde vivía.

-Que alegría, al final has decidido salir ésta noche –Habló con tono alegre, corriendo escaleras abajo para abrazarla y besarla en ambas mejillas.- Pero así no te vienes –Expuso al examinar la vestimenta de la chica-. Venga, vamos ha cambiarte arriba –Dijo arrastrándola junto con las demás chicas, hacia el interior del portal-. Hoy, vas a pasártelo genial y conocerás amontones de chicos guapos, que...

-¡No!

Exclamó despertando de su estupor y soltándose del agarre, al dar un fuerte tirón de sus brazos para quedar libre.

-No.

Volvió a repetir en un pequeño aliento, causando que el grupo de chicas la miraran algo extrañadas.

-¿Qué te ocurre? –Preguntó preocupada su hermana, dando un paso hacia ella.

-Debo irme –Confesó empezando a coger confianza en sí misma-. Yo... -Sonrió feliz-. Él me espera... En realidad, yo también lo he esperado a él... ¡Adiós!

Se despidió del grupo, volviendo a emprender la carrera hacia su casa. Hacia su salón, donde esperaba que él estuviera.

Negándose a que aquello acabara así, puso toda su concentración a trabajar, para que luchara contra aquella magia que se lo estaba llevando.

No aceptaba el abandonar el mundo y menos a ella.

Todo había sido un berrinche suyo, por no aceptar que a veces, habían destinos menos afortunados para algunos.

Y él, no había tenido culpa de la corta vida de aquella joven.

Pero era tarde. Ahora, iba a recibir lo que había pedido.

No vivir su historia de amor.

El ruido de una puerta cerrarse, hizo que alejara su mente de sus penas. Prestando suma atención a la puerta del salón.

Intentando albergar algo de esperanza y magia.

¿Y si llegaba tarde?

Pensó cogiendo aliento, cuando su mano derecha agarró el picaporte de la puerta del salón, para girarla de un solo movimiento y empujar con cierto ímpetu.

¡OH, no!

Él estaba allí, pero apenas podía verlo. Su cuerpo, estaba desapareciendo tornándose de una tonalidad casi transparente.

Sus ojos se encontraron.

Los de él, sonriendo por ver que había vuelto y los de ella, comenzando a soltar lágrimas, al ver que era tarde.

-Gracias por creer en mí –Sonrió en un susurro Albert.

-¡Quédate por favor! –Sollozó Zaida, en un fuerte gemido al impulsar a sus piernas, a correr junto a él, para lanzarse a sus brazos.

En ningún momento, se detuvo a pensar que el abrazarlo era cosa imposible. No ahora, que creía en él...

Tal vez fuera por ello, por creer en su amor y en la magia. Que pudo rodearle el cuello con sus brazos y sentir, como él la cogía por la cintura con sus manos.

Sus miradas, habían estado conectadas en todo momento desde que ella había vuelto. Transmitiéndose ahora, más de mil mensajes justo antes de cerrarlas, para unir sus labios en un beso que los envolvió en una nube de calor y color brillante. Llenando sus corazones de una sensación de paz y calidez.

Para un instante después, despertarse sola en el sofá del salón de su casa, confusa por no entender qué había ocurrido.

¿Había sido todo un sueño por ser la fecha que era y volver a leer después de tantos años, aquel mismo libro que se había llevado al parque cuando se topó con aquella misteriosa mujer?

Seguro que su subconsciente había tenido mucho que ver, con el estado bajo de ánimos que arrastraba, por ser su cumpleaños y hallarse sola en su casa, sin conocer por un año más, a su alma gemela.

Miró el reloj de pulsera, para ver que eran las tres de la madrugada. Mejor, se iba a la cama y se dejaba de tonterías.



El Lunes, Albert llegaba a su oficina aún con una sensación extraña en el cuerpo, que arrastraba desde que se había despertado el domingo, recordando el sueño que había tenido resultando éste, un tanto peculiar.

Al ver que nadie de la familia, se había puesto en contacto con él. Le confirmaba, que por muy real que le hubiera parecido, todo había sido solo un sueño.

Ahora, en cuanto se pusiera a trabajar. Estaba seguro, que expulsaría toda aquella película de su mente y de su cuerpo.

No era nada más, que una jugarreta de su más profundo subconsciente. Recordándole, algo que anhelaba y que sabía que no iba ha tener.

Dejó sus cosas encima de su escritorio, cuando dos golpes en la puerta le avisaron, de que Margot de recursos humanos, llegaba con la sustituta de Ashley.

-Adelante –Ordenó tajante en un gruñido, aún enfadado por el sueño que había tenido. Sin poder quitarse de encima, aquel cabello color azabache que envolvía unos preciosos ojos verdes color esmeralda.

La puerta se abrió, dando paso a la mujer mayor acompañada por una joven delgada, medio oculta tras su espalda.

-Te traigo a Zaida –Habló alegre-. Tu nueva secretaria temporal –La agarró del brazo para empujarla al interior del despacho-. Aquí os dejo, hasta luego.

-Hola –Saludó la chica mirándolo algo confusa, con sus ojos verdes esmeralda.

-Hola... -Respondió él, anonadado al comprender que no se había tratado de un sueño. Realmente había tenido una oportunidad, para no arruinar su vida.

-¿Nos conocemos? –Preguntó de repente ella, con el ceño fruncido.

-No te lo vas a creer, pero sí –Respondió él, mostrando después de tanto tiempo una sonrisa llena de amor.


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