Capítulo 9
Veinte minutos antes.
Narra Manuel.
Miro la hora y lo primero que pienso es: mierda, no llego. He quedado con Claudia en veinte minutos y aún no me he empezado a preparar, son las ocho menos veinte. No me lo puedo creer, voy a llegar tarde.
No entres en pánico que aún tenemos tiempo.
Conciencia, cállate. Ahora mismo no te necesito así que vuelve a dormir.
Vale, vale, no te enfades, solo intentaba ayudarte.
Decido hacerle caso y pensar. Primero me tengo que vestir y para ello he de encontrar mi ropa. Yo la compré y la guardé en ese armario, por lo que debe seguir ahí. Me acerco y, efectivamente, está ahí. Me visto lo más rápido que puedo y voy al baño, me peino y me pongo mi colonia favorita. Creo que ya estoy listo, me miro en el espejo y, definitivamente, estoy listo.
Ves como sí que llegabas.
Que sí, pesada. Levanto la mano y miro el reloj.
- Mierda.
Solo tenía cinco minutos para llegar hasta la entrada. No lo pienso más y corro. En estos momentos agradezco jugar al fútbol mágico, cuando llego no estoy nada cansado ni fatigado. Llego justo a tiempo para ver a una hermosa Claudia bajar las escaleras. Está preciosa, me quedo embobado mirándola. Antes de llegar al final de la escalera veo que se tropieza y la cojo entre mis brazos.
- Tienes que mirar por donde caminas, despistada.
- Gracias, mal genio.
Narra Claudia.
No me creo que me acabe de caer en frente de Manuel.
¿Qué Manuel? ¿Manuel Woodward?
Ahora no, papá.
Vale, vale. Ya me lo contarás, solo diré que es de muy buena familia.
Paso de él y me levanto, haciendo que Manuel me suelte.
- Que guapa que vas.
- Gracias, tú tampoco estás nada mal.
- Gracias. Vamos, que se nos hace tarde.
Salimos de la escuela y veo una gran limusina esperándonos en la puerta.
- Manuel, no me jodas. ¡¿Vamos a ir en limusina?!
- Sí, el anfitrión lo ha querido así. Yo no puedo hacer nada.
- Vaya, ¡qué ilusión! Nunca he subido en ninguna.
- Siempre hay una primera vez para todo, despistada.
Manuel me abre la puerta y yo entro, después entra él y se sienta a mi lado. Miro a mi alrededor y es enorme y muy larga. Yo creo que aquí caben unas diez personas seguras. Eso y el color negro de los asientos es lo último que veo antes de que me pongan una venda en los ojos.
- ¡OYE! -dice Manuel enfadado- ¿Por qué nos ponéis vendas?
- Lo ha exigido el anfitrión, para que nadie sepa dónde está su casa. Es así o no podéis ir a la fiesta.
- Vale, no pasa nada, todo sea por ir a la fiesta -digo yo.
Pasaron cerca de unos diez o quince minutos y alguien nos quitó las vendas. No veía nada, después de estar todo ese tiempo sin ver la luz, mis ojos se tenían que acostumbrar. Una vez veo, me fijo en que Manuel ha salido del coche y me está esperando con la puerta abierta. Salgo del coche y casi se me desencaja la mandíbula cuando veo la casa, bueno mansión, que tengo delante.
- Manuel, podrías haberme avisado de quee s una fiesta de ricos, me habría arreglado más.
- No te lo dije por eso, en estas fiestas todas van como tú y los chicos como yo, es decir, con ropa informal o de fiesta. No te conozco de mucho, pero si te lo hubiera dicho te habrias maquillado en exceso y gastado un pastizal en un vestido de noche.
Me ha pillado.
- Creo que casi todas somos iguales en ese aspecto.
- ¿Lista?
- ¿Por qué no iba a estarlo?
Él me tiende la mano, pero yo la ignoro y camino detrás de él. Llegamos a la puerta y la música no se escucha. Manuel abre la puerta y la música se empieza a oir muy fuerte, la casa está insonorizada.
- Como has podido ver la casa está insonorizada. A los dueños no les gusta que la gente chismorree.
- Me he dado cuenta - digo yo, impactada.
Nunca había estado en una fiesta y que esta sea la primera... no se que hacer ni que esperar.
- ¿Quieres algo de beber? -pregunta Manuel.
- Sí.
- ¿Qué sueles beber?
Se que se refiere a alcohol y yo no tengo ni idea, pero no pienso dejar que se de cuenta.
- No sé, sorpréndeme.
- Vale, te traeré lo que suelo beber yo, roncola.
Ni idea de a qué sabrá eso, espero que esté bueno. Tarda menos de dos minutos, en los que me quedo quieta como si fuera parte de la pared. Este no es mi elemento y se nota, espero que me adapte pronto o será muy obvio que nunca he estado en una fiesta.
- Gracias, mal genio -digo, cogiendo la copa.
- De nada, despistada. Un chin chin, por nosotros y por Finn y Carla que no han podido venir.
- Chin chin -digo mientras choco mi copa con la suya.
Enseguida le pego trago y una quemazón se extiende por mi garganta, parece que esté bebiendo fuego, pero tiene un buen sabor.
- Claudia, voy a saludar. Enseguida vuelvo, no bebas nada que no te traiga yo.
- No eres mi madre, adiós.
Dicho esto, voy a la pista de baile. Al cabo de un rato, no sé cuanto tiempo ha pasado pero Manuel no ha vuelto y ya voy por la quinta copa. El suelo da un poco de vueltas y me tengo en pie de milagro, pero yo sigo dándolo todo en la pista de baile. Alguien se me acerca por detrás y me dice:
- Creo que ya has bebido bastante -dice Manuel- Vámonos.
- No, yo me quedo. Baila conmigo.
No se como he logrado hacer esas dos frases, pero lo he hecho y ahora me pongo a bailarle a Manuel. A los pocos minutos tira de mi cadera y me sube en sus hombros, como si fuera un saco de patatas.
- Mal genio, suéltame - digo pataleando, como una niña pequeña.
- Tú te vas a dormir ya y no admito discusiones.
- Jo, no... es... justo... -digo durmiéndome.
No me entro del trayecto, pero cuando me deja en la cama me despìerto y digo:
- Manu, no me dejes sola.
Después de eso caigo a plomo y ya no soy consciente de nada hasta el día siguiente, bueno o eso creía. Nada más caer en la inconsciencia, llego a un parque.
- Hola papá, cuánto tiempo.
- No ha pasado mucho, pero estoy encantado de verte otra vez.
- ¿Aquí los efectos del alcohol no existen?
- No, porque esto es un mundo creado en tu subconsciente por lo que decides como es y has preferido no estar borracha delante de tu padre.
- Es lo más normal, jajaja.
- Hablando de estar borracha. ¿A quién le has pedido permiso para salir de fiesta? Tienes 16 años, necesitas pedir permiso.
- Bueno, nunca lo tuve que pedir. Juan siempre me dejaba salir, solo que yo no quería. Soy algo así como casera.
- ¿Casera?
- Que prefiero leer, ver una serie y hacer cosas así en casa, antes que salir a la calle.
- Te entiendo, pues así me gusta.
- A la próxima te avisaré.
- ¿Qué tal te lo has pasado?
- Muy bien, la verdad.
- ¿Quién es ese chico?
Antes de contestarle me pongo muy roja.
- Ehhh, se llama Manuel. Es el que me has dicho que es de buena familia.
- A vale, lo apruebo.
- ¡¿Qué?!
- Que me gusta para ti, es muy buen chico y no tiene antecedentes. Además, parece muy fuckboy pero aún es virgen.
- Papá, ¿cómo sabes tú eso?
- Tengo muchos amigos. Bueno, dicho esto y viendo que estás bien, te voy a dejar dormir. Mañana te levantarás con mucho dolor de cabeza, eso se llama resaca.
- Papá, sé lo que es la resaca. ¿No hay nada mágico que la evite y que haga que recuerde todo lo que ha pasado?
- Sí, pero no te lo voy a dar, porque tienes que vivir esto como todos.
- Pero papaaaa - digo como una niña pequeña.
- No cambiaré de opinión. Adiós cariño.
- Espera, ¿cuándo podremos vernos en persona?
- Después de que hables con tu madre.
Esto es muy raro, ¿porque tengo que hablar con ella antes de verlo? Esa es una de las preguntas que me hago, pero solo le hago una.
- ¿Cuándo será eso?
- En unos pocos días, ella llegará a la escuela y preguntará por ti. Debes actuar como que no te acuerdas de nada y que te hace mucha ilusión que haya llegado. No sabemos qué es lo que trama.
- Vale. Adiós papá.
- Adiós hija.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top