♠ 9. PUERTA ABIERTA ♠
—Entonces, me emborraché, me drogué y consumí a tal punto de no recordar absolutamente nada.
—Exacto.
—Ni siquiera sé en qué momento me puse el pijama y me metí en mi cama. O cómo es que pude meter la llave en la cerradura si se supone que iba puesta como una cuba.
—Aquí la gente duerme sin seguro en las puertas.
—Y hacen muy mal.
Lo corroboré anoche. En ese viejo bar hay muchos más delincuentes de los que cualquier habitante normal de este pueblo podría imaginar. O saben pero prefieren ignorar, lo cual sería aún peor.
—Apenas recuerdo que me pagaste un trago—le sigo retrucando a Oscar mientras corta las malezas en el trigal de papá—, o lo hizo tu amigo... ¿Lula?
—No tengo ningún amigo con ese sobrenombre.
—Alguien me pagó un trago pero no bebí. Apenas recuerdo que fui con vos, te reíste de mí, me aparté de ustedes y creíste que me iría pero no fue así, ¿verdad? Me aparté y me encontré con...con...
Cierro los ojos y sacudo la cabeza.
No puede ser.
El recuerdo me invade y algo se retuerce en mi interior. Es tan estúpido que sólo pensarlo frente a otra persona me hace sentir avergonzada de sentirlo tan vívido.
—El loco... Era una... Una bestia...
Oscar se lleva un dedo a la sien y da un silbido tratándome como si la loca fuese yo.
—Lo digo en serio, idiota. El tipo ese mató a la chica. Se la...devoró.
En cuanto lo digo, me percibo a mí misma como si fuese un fenómeno o alguien raro por demás.
Oscar me mira con los ojos grandes y luego suelta una risita con evidente matiz de burla.
—¿Te reís de mí?—le pregunto.
—La verdad, sí.
—Le voy a decir a mi viejo que te quite el trabajo. Sos un imbécil y un borracho que se gasta la plata en lugares de mierda con gente que ni siquiera parece ser normal y que hacen daño a chicas indefensas.
Él suelta una carcajada y deja de entretenerse con los montones de hierba podrida. Se endereza y me mira. Su piel bronceada brilla con las gotas de sudor que se deslizan por su cuerpo entero. Lleva la musculosa blanca muy pegada al cuerpo y empiezo a preguntarme si será la misma de ayer o si toda su aburrida ropa es idéntica.
—¿Vos te escuchás cuando hablas?—me pregunta—. ¿Le dirías eso a tu viejo? ¿Y pensás que te creería?
—Te quedarías sin trabajo, me crea o no.
—¿Porque vos se lo pedís?
—Por supuesto.
—Sos una nena malcriada. Fue un error haberte mezclado con personas adultas.
Un signo de alerta enorme se enciende en mi cabeza. O dos. ¿Cómo puede ser que sea considerada "persona" alguien que se traga una serpiente o le sale de la garganta para alimentarse de otro? Sería muy delirante retrucar esto, así que voy por el segundo signo de alerta:
—¡¿ADULTAS?!—articulo cargada de indignación lo que acaba de decir—. ¡UN MONTÓN DE IMBÉCILES QUE SE JUNTAN A BEBER Y A HACER DAÑO A OTROS NO ES SER UNA PERSONA ADULTA! ¡ES SER CRIMINAL, MALGASTAR TU VIDA Y GANARTE EL ODIO DE TODO EL MUNDO!
—¿Vos sos todo el mundo? Ya noté el tamaño de tu ego.
Parece que mis gritos han llegado hasta la casa puesto que papá se asoma a la puerta trasera. Estamos a unos doscientos metros pero alcanza a discernirse un gesto con su mano al que Oscar responde con un pulgar hacia arriba.
—Mejor andate—señala—. Estás llamando demasiado la atención.
—¿Pensás que no es llamar la atención lo que hacés? Me pediste que vaya a ese lugar...
—Vos quisiste ir.
—Te permití que conservaras el empleo...
—Me obligaste a hacerlo.
—Me maltrataste los pocos minutos que estuvimos cerca...
—Sólo quería alejarte de mí.
—Como si fuese una niña o una desquiciada...
—Lo sos.
—Y luego me negás que vi lo que vi.
—Ufff—vuelve a lo que hacía antes—, yo no puedo estar dentro tuyo para controlar que no te emborrachés y terminés haciendo quién sabe qué cosa. Vos lo apartaste y luego no te volví a ver. Hoy estás sana y salva gritándole al pobre empleado de tu padre que trabaja de sol a sol para ganarse el pan. Punto.
—No te creo.
—¿Eh?
—Anoche tuve un sueño que...que fue un recuerdo, supongo. Vos... Vos me sacaste de ahí. O eso creo. Me apartaste. Estabas con tu amiga la de aretes en todas partes y pálida como un muerto. "Mile". Sí, ella. Me hicieron algo. ¡Ustedes dos me hicieron algo!
Oscar clava sus ojos en mí de golpe y esas preciosas gemas verdes arden como el fuego al examinarme.
—Bajá la voz—dice acentuando cada sílaba.
—Dejá de mentirme.
—Yo. No. Miento. Que te quede claro, niña de papá. ¿Por qué mejor no te vas a hacer los deberes de tu escuelita perfecta de mierda?
—Sos...
De pronto todo cuadra.
Eso es.
¿Cómo no supe leerlo antes en sus palabras, en sus miradas, en sus respuestas desde el primer momento que llegué a este lugar?
—Resentimiento—murmuro.
—¿Qué decís?
—Sos un resentido. Sos un pendejo resentido. Cuando decías que mi papá no hace más que torturarte con lo que suponés que es mi perfecta vida, mientras vos debés estar trabajando en pleno rayo del sol con treinta grados de temperatura, de lunes a viernes, para poder comer todos los días, es a lo que te referías. Es lo que te afecta. Te afecta tu resentimiento hacia mi estilo de vida que vos no podés tener ni jamás podrás imaginar—de pronto arde en mí un deseo imparable de hacerle daño—: Te duele no tener para comer si no es gracias a mi padre.
De golpe todos los músculos de Oscar se tensan y él se detiene. Cierra los ojos, inhala y exhala con profundidad. Presiona tanto las tijeras de podar que sus dientes empiezan a hacer un chirrido insoportable. Hago un paso hacia atrás de modo instintivo.
Oscar no se hace una idea lo imperfecta y horrible que es mi vida pero de nada sirve explicarle.
Además, él ya me hizo daño, ¿por qué yo no podría hacérselo a él? Aún así no puedo evitar sentir unas ganas fervientes por disculparme. Me pasa con papá, con mamá, con mis amigas, cada vez que me enojo, sube en mí un ataque de cólera que termina en algo que daña en verdad y ellos ni se ven venir. Soy detestable.
Quiero disculparme, en verdad quiero hacerlo, pero sólo me limito a verlo y tragarme las palabras siguientes. Él no lo ha hecho ni lo va a hacer.
—Lu...cy—masculla entre dientes como si mordiese con furia cada una de las sílabas—. An...date.
—¿Por qué? Es mi casa.
—Luc...cy...
De pronto abre los ojos con una respiración profunda, muy profunda, como los jadeos de un toro o de un león hambriento.
Cuando abre los ojos, noto que las venas se han remarcado a tal punto que parecen reventarle en cualquier momento. ¿Es lo que pasa a un hombre cuando se traga la furia? Definitivamente no.
Retrocedo nuevamente pero esta vez sin dudarlo y son varios pasos.
—Andate... ¡AHORA!—estalla y salgo corriendo.
Cuando me vuelvo a la casa, muerta de miedo, me encuentro con que papá se ha metido a su estudio y nos ha dejado conversar tranquilos. Me pregunto cuál habría sido su reacción al notar que Oscar me gritó. Además, sus ojos estaban...estaban de un color extraño. Como si el verde se hubiese intensificado y oscurecido. Además, las venas se le remarcaron de un modo horroroso.
Estoy pegada a la puerta que da al fondo de la sala respirando con dificultad, cuando escucho las pisadas de papá y camino, medio mareada, en busca de algo que me sostenga si me caigo.
—Cielo...—dice él desde la sala—. Debo irme.
Encuentro una silla de la cocina y me siento. Papá se aparece.
—Me esperan en...—se detiene y me observa confuso—. ¿Estás bien?
—Sí, es sólo que el calor me hizo mal y no desayuné y ya sabés. Andá y hacé lo que tengás que hacer. Estaré bien.
—¿Segura?
—Ajá.
—Estás demasiado pálida.
—Siempre he sido demasiado pálida, papá.
Acto seguido recuerdo a Milena y caigo en la cuenta de que nunca se es "demasiado pálida" luego de conocer a esa chica.
—Bien—dice por fin y se va retirando de a poco a buscar las llaves de su camioneta—. Vuelvo pronto. Sólo será el cobro de unas cosas y estaré de regreso.
—Tranquilo...papá—trago saliva y fuerzo una sonrisa.
Sigo sentada tratando de convencerme a mí misma de si cabe la posibilidad de que todo lo de anoche no fuera más que un sueño, una pesadilla, pero es imposible. Además, ¿cómo es que pude entrar a la casa sin que papá se enterase? Bueno, eso no sería novedad, después de todo es la primera vez en muchos años que le toca estar con su hija, no está curtido en el asunto de ser padre de una adolescente.
No obstante, el relato de Oscar sigue sin cuadrarme del todo.
Es imposible que no haya visto cómo ese muchacho... ¿Cómo se llamaba? ¿Qué me diste, Maxi?
Maxi.
La voz chillona de la chica de anoche aún hace ecos dentro de mi cabeza. Recuerdo cada detalle hasta que todo se volvió demasiado confuso como para ser real. ¿Y si en el ambiente había algo que me drogó y sería mejor que no volviese nunca más?
No sé por qué rayos accedí a venir a este pueblo. Apenas han pasado unas veinticuatro horas y ya quiero irme bien lejos, no volver a saber de los locos que viven en este lugar ni tener que volver a cruzarme a Oscar en mi vida.
Un momento.
¿Y si eso es lo que quiere?
Él lo dijo: me llevó a PUERTA ABIERTA porque intentaba alejarme. Rayos. ¿Y yo estoy acariciando justo ahora la opción que él trata de imponerme? ¿Todo por su resentimiento y envidia hacia mi estilo de vida muy diferente al suyo pero que juzga como una puta existencia perfecta? Después de todo, ¿no es él el más inmaduro acá por sentir eso tan horrible y juzgarme de esa manera? No seré yo quien le dé el gusto. Si quiere que alguien se vaya, será él.
Me levanto un poco más cuerda con mis sentidos en su lugar y mi respiración un poco más acompasada. Necesito darme una ducha, cambiarme, bajar a desayunar como corresponde y luego salir a dar una vuelta. He visto una bicicleta de papá en el granero, podría servirme. Sólo debo ir e ignorar al imbécil de Oscar.
Eso si logra soportar mi presencia. No complaceré su despreciable anhelo de pedirle a papá que le quite su trabajo por el simple motivo de que la culpa ahora me tiene intranquila.
Tampoco seré condescendiente a su caprichito de irme sólo porque se le antoja.
Cuando llego a la puerta de mi habitación, el mundo alrededor se detiene.
Por una horrible sorpresa.
La puerta está entreabierta.
Salí apurada pero creo tener el recuerdo de que la cerré de un portazo a mis espaldas. O algo parecido, ¿no?
Está entreabierta.
¿Y si hay alguien ahí adentro? Imposible.
Sacudo mi cabeza, me armo de valor y recuerdo que papá ya no está cerca. Santísima mier...
Así que empujo la puerta y entro.
El corazón se me sube a la garganta al encontrar una serpiente enorme enroscada sobre mi cama.
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#MagiaDivina
https://youtu.be/jEjcQvHjq2A
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