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Las coordenadas marcaban una fábrica textil, abandonada y cerrada desde hace más de una década, resultado de leyes ambientales implementadas en la última década. Era un lugar que había caído en desuso, olvidado por el paso del tiempo y las nuevas regulaciones gubernamentales.

Jungkook, en su vida previa a la llegada de Jimin a Kilyos, apenas había visitado la mansión Mavi en dos ocasiones. La mansión, considerada como un frío palacio dentro del clan, evocaba recuerdos del harem de su padre, por lo que intentaba mantenerse alejado de cualquier cosa que le recordara esa parte de su pasado. Sin embargo, a pesar de su desconocimiento de la región, no le resultó difícil ubicar la zona exacta de las coordenadas gracias al equipo de rastreo a su disposición.

Cuando Namjoon llegó con explicaciones vagas y el papel en sus manos, Jungkook sintió un alivio instantáneo. Sus pulmones, que se habían sentido pesados y vacíos, se llenaron con un oxígeno intangible que le devolvió la vida. Su lobo, impaciente, había arañado desde adentro, esperando con ansias el helicóptero que transportaba a un pequeño grupo de sus hombres.

Aunque su madre le había aconsejado esperar a la llegada de más alfas de la fuerza militar del clan, sabía que la tardanza sería mayor: muchos de ellos estaban fuera por el Hajj y los restantes estaban dispersos por todo Turquía en la búsqueda que había comenzado desde la madrugada. Por lo que a pesar de la advertencia, Jungkook no pudo obedecer.

Las llamas que se desplegaban desde cierta distancia en el cielo le hicieron agradecer por haber tomado esa decisión. El fuego, señal inequívoca de su cercanía, avivó la desesperación en las entrañas de Jungkook. La debilidad en su vínculo apenas le ofrecía un mensaje claro sobre el bienestar de Jimin, lo que aumentaba su ansiedad.

—¡Disparen!

Apenas el helicóptero tocó tierra, se encontraron bajo fuego inmediato proveniente de algunos hombres dispersos en las costas. Jimin, tan implacable como su título de Bajá lo demostraba, había limpiado el camino para su entrada con menos obstáculos a los terrenos de la fábrica. Mientras Yoongi se quedó en las orillas del mar con cinco hombres para reforzar la posición, Taehyung se apresuró con su equipo técnico al avistar dispositivos entre los escombros del lugar.

—Alguien desactivó los aparatos antes de nuestra llegada. Pero sólo durará brevemente, puedo alargar un tiempo de descanso en las bombas, pero no tengo el equipo necesario para desactivarlas por completo —Taehyung observaba los cables con expresión de asco y desesperación. La inquietud entre todos era palpable, Jungkook no podía reprenderlos por eso, no cuando él mismo sentía su cuerpo temblar por los nervios.

—Gana tiempo, el que puedas. Con eso nos bastará —ordena con voz gélida y Taehyung asiente apresurado mientras se inclina para trabajar—, Ömer, quédate aquí junto a Taehyungy tres más. Necesita que lo cubran si hay un fallo en la primera línea donde está Yoongi.

El hombre hace una seña de aceptación, ladrando órdenes sin tardanzas a tres alfas del grupo para que lo acompañaran.

Jungkook da media vuelta y se adentra junto con Namjoon y los cinco restantes de sus hombres que le quedaban.

El calor opresivo les abraza de inmediato al adentrarse en el edificio en llamas, como una oleada sofocante que golpea sus rostros con fuerza. Jungkook y Namjoon, experimentados en situaciones límite, levantan instintivamente los antebrazos para protegerse del intenso calor que emana de las llamas voraces que engullen el entorno. El escenario es poco alentador.

—Hürrem... —Namjoon murmura con pánico en su voz, su mirada recorriendo los pasillos en llamas.

—Mantén la guardia alta. No sabemos qué nos espera aquí adentro —las palabras de Jungkook son una advertencia que no necesita repetirse. La tensión se espesa en el aire mientras avanzan. El crujir de estructuras inestables se mezcla con el crepitar del fuego, creando una sinfonía discordante que hace que el lobo de Jungkook se inquiete más.

El sonido del disparo resuena en el ambiente caótico, y Jungkook siente el impacto en su hombro. Un gruñido de dolor escapa de sus labios, pero su rostro apenas muestra la molestia. Sus hombres a su alrededor se ponen en alerta, listos para responder al ataque.

La risa de Klaus resuena antes de que su rostro surja detrás de ellos.

—Jungkook, siempre tan predecible. Si uno sabe dónde buscar, desactivar tus muros es pan comido. —Klaus ríe con desdén, su mirada fija en la sangre que empieza a manchar el brazo del gama.

Antes de que reaccionen y respondan, Jungkook levanta la mano en un gesto firme, deteniéndolos momentáneamente. Klaus, con una sonrisa burlona, levanta un control en su mano, desafiante. Jungkook, con la mandíbula tensa, no cede ante la provocación de Klaus. Su mirada fría no parpadea y responde con calma.

—¿Qué es lo que buscas, Klaus?

—Lo que siempre ha sido justo, sobrino. Lo que le pertenece a mi clan por derecho, nuestra familia no será una rama más de la Roja, no cuando la hemos fundado en conjunto con los Hasmet.

Jungkook ríe bajo, haciendo que la expresión de Niklaus se distorsione en confusión y molestia.

—Tus razones están vacías. Argumentos que tienen años de antaño no son justificación suficiente para dejarte vivir después de que hayas amenazado y tomado a mi familia.

—¡Nosotros pudimos ser más familia! —el grito de Klaus resuena entre ellos, su voz áspera revela una falta de racionalidad—. Mi hijo... mi hijo siempre te amó.

Jungkook mantiene una línea delgada en sus labios, y sus ojos inmaculados arden intensamente sobre la figura débil frente a él.

—No uses a Ali como excusa; ambos sabemos que nunca ha existido un amor paternal genuino en tu corazón. Aunque Ali pudo haberse encaprichado con el asunto, jamás hubiera causado daño a algo que realmente amó.

—¡No sabes nada de lo que es el amor familiar! —Klaus vocifera, la ira burbujeando desde abajo. Levanta el control en su mano, amenazando con pulsar el botón que desencadenaría la explosión.

El brillo peligroso de sus ojos se encuentra con la mirada fría de Jungkook, sin causar ningún efecto. La pelea parece querer escalar, pero es interrumpida por un grito lejano que corta el aire, llevándose la atención de ambos alfas. El sonido retumba en medio de las llamas, no muy lejano desde donde estaban. La expresión de Jungkook se tensa al reconocer la voz de Azra en la distancia.

—Ese grito... —murmura Namjoon, sus ojos buscando la procedencia del sonido. La preocupación se refleja en su rostro, y un destello de urgencia cruza sus ojos azules—. ¡Amir!

—Vayan, todos ustedes. Sáquenlo de aquí y protéjanlo.

—¡Amir!

—Lo has escuchado, sağ el —Klaus asiente con un gesto de la cabeza hacia donde se originó el grito. Namjoon le gruñe y levanta el arma de nuevo hacia él. Jungkook pone una mano sobre el cañón y la baja con lentitud ante la mirada de extrañeza del otro. El entendimiento dentro de Namjoon empieza a ser claro una vez que Jungkook le mira con una seriedad prolongada.

Consciente de la amenaza inmediata que representa el control en manos de Klaus, entiende que necesita ganar tiempo. La prioridad es permitir que Taehyung desactive las bombas y garantizar la seguridad de Jimin. Una salida para ellos y Jimin, solamente.

Se acerca a Namjoon, rozando su hombro a una distancia que le permite hablar con libertad para que sólo él escuche. En un tono firme, Jungkook dirige sus palabras hacia el otro hombre.

—Namjoon, necesito que te asegures de que todos estén a salvo. Esto está en tus manos ahora.

Namjoon le mantiene la mirada, pero Jungkook percibe que sus manos empiezan a temblar a sus costados.

—Todo está a mi nombre y al de Jimin. Hasta que nuestros hijos nazcan y crezcan lo suficiente para tomar el relevo. Protégelos, Namjoon. La Roja es su legado.

Aunque la posición de Namjoon se tambalea ligeramente, su semblante serio no cambia. Este mismo acero que expresaba, era la razón de su título como su mano. Al final, con un gesto que no refleja más que respeto, Namjoon toma la mano de Jungkook y la coloca en su frente. El resto de sus hombres entienden todo con eso, y hacen una reverencia profunda y rápida hacia él.

—Te haré saber, una vez que Hürrem se encuentre a salvo, te lo haré saber.

Namjoon se separa y grita para que lo sigan. Ninguno de ellos voltea hacia atrás ni una vez. La gravedad de su herida se intensifica cuando Klaus lanza algo hacia él, ágilmente lo recoge con un dolor punzante en su hombro. Al abrir el folder, se revelan documentos, muchos de ellos. El sello de ambas familias le hace adivinar el contenido en ellos antes de que les de una hojeada. Contratos, que exigen la firma de Jungkook para transferir todo el control de la Roja a los Yilmaz. Estudia los papeles con seriedad y Klaus observa sus expresiones con deleite.

—Hubiera sido más respetable verte hacer el seppauku al estilo del clan, pero el fuego es una buena forma de purificar el alma también.

En la Roja, la transferencia de poder no es solo un acto administrativo, sino un ritual impregnado de tradiciones ancestrales. Cuando Jungkook se dispone a sellar con su firma, la solemnidad de la ocasión exige algo más que tinta en un papel.

Klaus no sabía del trabajo en marcha de Taehyung y sus hombres, por lo que supone que su plan de acción es explotar el lugar una vez que él saliera con los papeles firmados. Jungkook en cenizas y su familia desprotegida y sin títulos.

Aunque Klaus se regodea en su victoria anticipada, Jungkook mantiene la calma. Su atención se centra en el tiempo, en la incertidumbre sobre cuánto ha ganado

Taehyung con las bombas. Pero es indiferente a eso, el control del dispositivo inalámbrico sigue en manos de Klaus, lo que impide hacerle frente con violencia directa hasta que sepa que Jimin está a salvo. Independientemente del destino que le aguarde, tiene claro que no puede permitir que Klaus salga ileso.

Jimin jamás estaría seguro, y sus bebés no tendrían calma en su vida.

—İmzalayın! [¡Fírmalo!]

De repente, en medio de la impaciencia de Klaus, Jungkook percibe la vibración discreta de su dispositivo móvil. Es la señal acordada con Namjoon: la confirmación de que Jimin ha sido sacado del edificio a salvo. Esa certeza le infunde una determinación resuelta.

En un acto que desestima la espera, Jungkook aprovecha la ventana de oportunidad que le brinda la seguridad de Jimin y dispara sin vacilar. El sonido del disparo corta el aire, la bala encuentra su objetivo, y Klaus cae al suelo. La sorpresa y el dolor se reflejan en los ojos del antiguo alfa.

—La Roja sólo está sobre la Roja y sobre ella, estará mi familia.

—¡Bien! ¡Entonces arderás junto a mí!

Un tintineo tenue y persistente comienza a resonar en el aire, el sonido inconfundible de dispositivos electrónicos que se activan. La certeza de que su familia está a salvo inunda a Jungkook con un alivio profundo. El peso del miedo que sentía se disipa por un momento, y en su mente, la imagen de Jimin aparece vívida y reconfortante.

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Mientras se alejan del fuego, el sonido tranquilizador de las olas rompiendo contra la orilla comienza a llenar los sentidos de Jimin, sacándolo gradualmente del estado durmiente en el que se sumió al dispararle a Marco. La brisa marina acaricia su rostro, y, al abrir los ojos, se encuentra con el horizonte extenso del mar.

El fuego se sigue extendiendo a lo lejos; Jimin, aún desorientado, se revuelve en los brazos de Namjoon, su mirada buscando frenéticamente a Jungkook en medio de la penumbra de la playa. La realidad lo golpea con fuerza, y la desesperación se apodera de él al darse cuenta de que Jungkook aún no está ahí.

—¡Tenemos que volver por él! —exige con voz rota. Todos guardan silencio ante su petición, y al voltear desesperado, se da cuenta que todos los bajás se han reunido a su alrededor en silencio: Yoongi, Taehyung e incluso Ömer... con él, no con Jungkook.

—Taehyung... —Namjoon murmura en una extraña voz, el otro alfa permanece en silencio, agitado y perdido. Apenas pudo reaccionar al toque que Yoongi hace en su hombro.

—Quince... doce segundos.

El lamento de Jimin se pierde en la brisa marina mientras el fuego consume lo que queda de la fábrica.

La amargura de las feromonas resuena en su alrededor, con un pesar compartido que quiere reprochar.

El eco de la explosión disipa cualquier movimiento próximo que tenga. Namjoon lo suelta y Jimin camina con esfuerzo de regreso, la arena se siente pesada sobre sus pies y sus extremidades parecen rendirse con cada paso torpe.

—Hayır... Hayır... Hayır... Hayır... Hayır... Hayır...

El lamento se extingue en medio de los alaridos, dando paso a un sonido hueco. Sus piernas ceden, y cae sobre la arena, como un cadáver inerte en la costa. Percibe la presencia de brazos intentando levantarlo, pero él permanece inmóvil en su lugar. Namjoon y Taehyung hacen el gesto de cargarlo, preocupados por los movimientos frenéticos y automáticos que emprende el omega al golpear una y otra vez la marca en su cuello; sus ojos, ahora empañados por las lágrimas y la desesperación, parecen no reconocer el daño que comienza a infligirse. La brusquedad de esos movimientos desesperados ha empezado a arañar la piel sensible, provocando sangrado y enrojecimiento alrededor de la marca.

Cuando el episodio de negación en Jimin parece insinuar una posible amenaza de daño más profundo, Ömer se aproxima. Contempla la opción de sedar al omega para sacarlo del lugar. Con la milicia del clan a punto de llegar, extinguir el fuego y llevar a cabo la búsqueda en los restos sería más manejable sin la presencia de Hürrem. La pérdida de las dos figuras de poder del clan... sería devastadora, y cualquier fisura de debilidad sería aprovechada para querer desaparecer a la familia Hasmet.

Sin embargo, sus acciones quedan detenidas abruptamente: Ömer observa con detenimiento el rostro de Jimin, notando cómo la claridad comienza a emerger gradualmente en sus ojos. La expresión de confusión y desesperación va cediendo y se queda inmovilizado. Al alzar la cabeza, la figura apenas visible que se arrastra fuera del fuego comienza a tomar forma.

Sin perder tiempo, Jimin se incorpora rápidamente, desafiando el dolor que se extiende por sus extremidades. Su corazón late con fuerza mientras se lanza hacia la figura en la distancia, ignorando las llamas que aún titilan en el horizonte. Aunque las voces detrás de él le advierten sobre el desconocido y sabe que han alzado sus armas, no se detiene. El aire se traba en su garganta, al reconocer el rostro apenas visible de Jungkook, cubierto de pies a cabeza por la mezcla de sangre y las quemaduras que han desgarrado su ropa y parte de su piel.

A medida que Jimin avanza, logra distinguir el destello de reconocimiento en los ojos fatigados de Jungkook. El alfa, luchando por mantenerse en pie, dirige sus pasos hacia Jimin con esfuerzo evidente.

A medida que se acercan, la debilidad de Jungkook se manifiesta claramente, al borde del agotamiento extremo.

Ignorando la tensión y ardor en sus extremidades, Jimin se lanza hacia él, atrapando a Jungkook antes de que sus piernas cedan y caiga sin fuerzas en sus brazos. Logra acomodar a Jungkook en sus piernas, quien no deja de sostener su mirada. Un jadeo lastimero escapa de los labios cuando la sangre mancha sus manos al tocar su espalda; puede sentir cómo la piel se deshace apenas la roza.

—Sorun yok, sorun yok, iyisin. [Está bien, está bien, estás bien].

—Özür dilerim. [Lo siento].

—Jungkook, hayir...

Sus manos tiemblan y sin saber dónde tocar; la piel de Jungkook es irreconocible. Con precaución, busca las zonas menos afectadas, buscando aliviar el dolor mientras lo perfuma en esas zonas.

Rodeados por figuras que se acercan velozmente, la seguridad de la llegada inmediata del helicóptero se hace evidente por las voces reconocibles de Namjoon y Ömer. El cálido zumbido de las aspas corta el aire, y Jimin siente un destello de alivio al ver que la ayuda está cerca.

Sin embargo, el alivio se desvanece a medida que sus ojos se fijan en Jungkook, cuya mirada se desvanece una y otra vez. Su respiración es irregular, un susurro frágil que se pierde entre el estruendo del helicóptero y el caos del fuego. Su lobo empieza a crepitar, y el temor se vuelve a apoderar de Jimin.

Cuando los ojos dorados de Jungkook vuelven su vista de nuevo hacia Jimin, sus labios cortados apenas logran abrirse para murmurar en un una voz rota.

—Te amo...

El peso de esas palabras se cierne sobre Jimin mientras sostiene el rostro de Jungkook en sus manos. Sus lágrimas, una tras otra, caen sobre el rostro de Jungkook, mezclándose con el rastro de sangre. Un quejido entrecortado apenas logra formarse en sus labios cuando los párpados del alfa ceden.

—No me dejes... por favor.

El helicóptero aterriza cerca, y las figuras de Yoongi y Taehyung se acercan rápidamente. El aroma pesado de Jimin se ha vuelto más pesado que la densidad del humo del fuego circundante, por lo que es difícil acercarse hasta cierta distancia.

—Hürrem...

Jimin intenta modular sus feromonas, permitiendo que un grupo de alfas llegue hasta ellos. Con cautela, toman a Jungkook de sus brazos, donde un hormigueo persiste hasta convertirse en punzadas dolorosas.

Jimin observa el cuerpo inerte mientras lo suben, mostrando angustia en sus rostros. Un movimiento, casi inadvertido, se origina desde su vientre.

—Jimin —la voz de Namjoon suena extraña de una manera nunca antes dirigida hacia él. El helicóptero despega, y con la voz entrecortada, Jimin murmura casi para sí mismo.

—Ellos aún no tienen nombres.

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