🧧!! ' LXXIII

4 de Febrero. El día en que Turquía quedó sellada del resto del mundo.

Desde las primeras horas de la mañana de ese día, los anuncios de puertos y aeropuertos en toda la extensión del territorio se cerraron por órdenes del gobierno. Los noticieros se inundaron de información y suposiciones falsas, mientras los medios clamaban por una respuesta del palacio presidencial de Ankara antes de que la creciente inquietud se apoderara de nacionales y extranjeros que ansiaban abandonar el país.

La tensión en el aire era palpable, como si el propio cielo estuviera a punto de desgarrarse. Las calles se llenaron de murmullos ansiosos y rostros preocupados. La incertidumbre pesaba sobre los hombros de la ciudad, extendiéndose como una sombra que oscurecía cualquier esperanza de normalidad.

A medida que las horas avanzaban, el misterio que envolvía el cierre se volvía más denso. Las redes sociales bullían con teorías conspirativas y noticias no confirmadas, alimentando el temor colectivo. El gobierno anunció, después de casi dos horas, lo que algunas teorías ya venían expresando.

El anuncio de la sospecha de diversos ataques terroristas por parte del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) calmó el furor nacional e internacional que aumentaba por todo el país. La enemistad entre Turquía y el grupo kurdo ha sido fuente de diversas noticias a nivel mundial desde hace años, por lo que la excusa del cierre de las fronteras del país no fue vista de otra manera más que por la seguridad nacional que un país debe de tener.

La realidad, por supuesto, era diferente. Ajena a los ojos y oídos de los civiles que no podían escuchar mas que las órdenes y noticias de sus gobiernos, y que, en medio de todo el caos nacional, había uno mas grande originándose dentro de las entrañas oscuros de lo que una vez fue el imperio otomano.

Redes y llamadas telefónicas de pánico, bandas criminales y estaciones de gobierno trabajando juntos. Por un omega, o mejor dicho, la ausencia y desaparición de este.

—Efendim, Hac tüm Müslüman halk için bir etkinliktir, ulaşım akışını kesmek için. [Señor, el Hajj es un acontecimiento para todos los habitantes musulmanes, interrumpir el flujo de transporte...]

—Konuşma emri verdiğimi hatırlamıyorum...Sayın Başkan. [No recuerdo haber dado la orden para que hablara... señor presidente].

El silencio sepulcral al otro lado de la línea precedió a las palabras de Jungkook, quien podía escuchar cada tanto las respiraciones nerviosas del hombre anciano.

—Quiero a toda la fuerza nacional en la búsqueda, las redes locales de cámara serán entregadas a mi gente. Y por su bien, espero que todo el dinero que he puesto en sus malditas campañas haya alcanzado para monitoreo real en cada esquina del maldito país —la voz de Jungkook se alza, haciendo eco en la sala donde se encuentra. Los hombres del consejo se mantienen callados, y su madre, por primera vez, no dice nada.

Del otro lado de la línea, la sala de crisis presidencial se sumió en un silencio incómodo, mientras las palabras de Jungkook resonaban con una amenaza implicita. El presidente, sin palabras en su boca, asintió en silencio, consciente de que estaba frente a un hombre cuya furia no conocía límites.

—Señor Başkan, bu tehlikeli bir hamle. Toplumu kontrol altında tutmak için elimizden geleni yapmalıyız. [Señor presidente, esto es un movimiento peligroso. Debemos hacer todo lo posible para mantener bajo control a los civiles].

Jungkook suelta una risa amarga ante las palabras de un próximo hombre muerto. El sonido hace que todos se estremezcan y se hundan en sus asientos.

—Toplumu kontrol altında tutmak... Ama benim omega'mı kaybettikten sonra ülkemi kaybedeceksem, o zaman hayır. [Mantener bajo control a la sociedad... si voy a perder mi país después de perder a mi omega, entonces que así sea].

—Sayın Jungkook, Vali Mahel'in sözlerini bağışlayın, emirlerine uygun olarak hareket edilecektir... [Señor Jungkook, perdone las palabras del gobernador Mahel, se seguirán sus órdenes de acuerdo al ...]

La conexión se cortó abruptamente, dejando a Jungkook con la certeza de que la respuesta del presidente sería de una obediencia medida por el miedo.

Sin expresión alguna, lanza el teléfono contra una de las paredes, dejando a todos los alfas de ahí sin poder hacer algún movimiento.

—Amir, los Cariporsi están pidiendo respuestas. Su madre insiste preocupada por la ausencia del joven a la llamada matutina que tiene diario con el omega, ¿cómo debemos proceder? —uno de los alfas, uno de los pocos que aún puede tolerar Jungkook, decide romper el silencio, aliviando a los demás por no tener que hacerlo.

Sin embargo, Jungkook no responde y es Namjoon quien contesta después de tensos segundos en silencio.

—Informen que el joven Cariporsi está en su periodo de celo, su familia estará tranquila con esa respuesta, y es útil si la búsqueda continúa por más días.

—No continuará por más de dos —Jungkook ladra, haciendo un ademán que da a entender a todos que esas palabras deben clavarse en ellos como hierro.

—Jungkook —su madre murmura, pero el alfa no le da importancia a los gestos preocupados de su anne.

Su rostro se muestra perdido, con ojeras negras que opacan sus ojos dorados. Su rostro es pálido y sus cejas se hunden cada vez que alguien se dirige a él. El olor que emana... es simplemente insoportable.

—Los medios de transporte nacional seguirán circulando, no puede salir del país sin usarlos, por lo que cualquier transacción que indique su paradero será directamente informado. Sus familias pertenecen a la Roja por diferentes razones, más vale que hagan valer su presencia aquí antes de que mi paciencia se agote y extinga a sus dinastías —la voz del alfa es baja, pero la amenaza que acompaña su tono es claro para los oídos presentes de ahí—. Tienen cuarenta y dos horas, traigan a Hürrem devuelta.

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La noticia del cierre de fronteras llegó a los oídos de Jimin de inmediato, lo que le llevó a alterar su ruta por al menos una hora. Se adentraron en las callejuelas estrechas, evitando las patrullas del ejército y reflexionando sobre la mejor manera de sortear la nueva realidad que enfrentaban.

La carta de Azra indicaba un punto cercano al Mar Negro, por lo que la travesía desde Kilyos hasta allí no se volvió un desafío tan arriesgado. Azra había elegido la cercanía, supuso Jimin, para descartar más sospechas de su ubicación que se esperaba lejana. Sortearon obstáculos del terreno y se deslizaron entre sombras, evitando las miradas curiosas en las calles civiles que podrían haber comprometido su fuga. Tuvieron suerte debido al miedo en masa que acompañaba en ese día, los turcos estaban tan asustados de salir, no sólo por la milicia en las calles, sino también por la amenaza de terroristas en ellas. Jimin sabía que era mentira, conocía bien las tácticas extremas del clan, pero incluso con su propia ansiedad latente no se retractó ni retrocedió en sus pasos. Tanto él como Alexander se encontraron aliviados de llegar a la ubicación sin más que uno que otro susto.

Sin embargo, la sensación de victoria al llegar se vio rápidamente eclipsada por la amenaza palpable que les rodeaba.

En el edificio abandonado, mientras las olas rompian suavemente contra la costa, la ansiedad se apoderó de Jimin con cada minuto de encierro. Miraba a Alexander cada tanto, quien reflejaba el miedo en sus ojos cada que uno de los hombres se acercaba burlonamente a molestarlos.

—Hürrem, debería agradecerme; no ajusté esas sogas tan fuerte en honor a sus gemelos. ¿Por qué no me da una sonrisa? —este alfa, en específico, era el que más se divertía al ver el miedo en sus ojos.

El hombre, tan delgado y pálido como los demás, se aventura a acariciar el cabello de Jimin, quien gruñe en advertencia. La acción provoca risas burlonas por parte del alfa, agriando aún más el olor en el aire.

Eran hombres del clan Yilmaz, como indicaba claramente el tatuaje de la serpiente y el dragón en sus manos. No era sorpresa que la noticia de su embarazo hubiera llegado a sus oídos meses antes del anuncio en los artículos. Sin embargo, lo que le temblaba en la sangre, era que supieran de su gestación gemelar. Esa información, guardada celosamente en la Roja, estaba envuelta en un manto de secretos.

Azra... ¿Dónde está Azra?

La pregunta sobre el paradero de Azra resonaba en la mente de Jimin mientras enfrentaba la incertidumbre en ese edificio abandonado. Los hombres del clan Yilmaz seguían burlándose, pero Jimin mantenía la mirada firme, resistiendo cualquier muestra de debilidad.

—¿Dónde está tu alfa, Hürrem? —preguntó otro de los hombres, con una sonrisa desafiante que le hizo querer vomitar.

Jimin mantuvo el silencio, pero su expresión hablaba por sí misma. No iba a ceder tan fácilmente.

—Quizás deberíamos hacerle algunas preguntas más interesantes. Como, por ejemplo, sobre esos bebés que lleva en su vientre. ¿Abrir las piernas para el Amir te da tantos honores como dicen? —uno más de ellos sonrió maliciosamente—. Me preguntó qué cosa tan especial está entre tus piernas para hacerlo romper tantas reglas.

—Kirli ellerini bizden uzak tutsan iyi edersin. [Tus sucias manos, será mejor que las apartes de nosotros] —sisea en respuesta, haciendo que a su alrededor se quede en silencio—. Uyarımı dikkate almayan herkesin ellerini keseceğim. [Le cortaré las manos a quien decida pasar por alto mi advertencia].

Alexander se mueve incómodo a su lado, claramente alarmado por las represalias que podrían tener debido a las palabras de Jimin. Su cuerpo tiembla, por quinta vez, de eso está seguro, al ver que uno de esos animales se inclina ante ellos.

—La perra sabe ladrar —escupe sobre ellos, expulsando todas sus feromonas a su alrededor. Alexander deja de respirar, sorprendiéndose de ver a Jimin sin cambio alguno en su expresión. Eso sólo parece irritar más el orgullo de su secuestrador, quien en acto seguido levanta su mano y la impulsa con fuerza sobre la mejilla del omega castaño. Alexander abre los ojos con pánico e intenta acercarse desesperadamente cuando los golpes continúan con la misma fuerza, su cuerpo es detenido por otro más de ellos. En un acto desesperado intenta llamar por milésima vez a través de la unión de su lobo con su alfa. Pero no hay respuesta, todo está vacío.

—Basta.

Como una daga filosa y punzante, una voz firme y autoritaria corta de tajo la atmósfera tensa del lugar. Los hombres del clan Yilmaz se separaron rápidamente de Jimin, moviéndose nerviosos alrededor. El omega, por su parte, escupe la sangre en su boca, apenas encontrando la fuerza para alzar la cabeza y ver a la nueva persona en escena.

La figura de Klaus Yilmaz, líder de la familia, se perfiló en la entrada de la fábrica abandonada.

—¿Qué están haciendo? —gruñe Klaus, su mirada fría recorriendo a cada uno de los hombres presentes de su clan.

Todos retrocedieron, bajando la cabeza con pavor. Klaus avanzó con paso seguro hacia Jimin y Alexander y con un gesto de su mano hizo que los hombres que sostenían a Alexander lo soltaran, permitiéndole caer de rodillas junto a Jimin.

—¿Así es cómo representan a Los Yilmaz? ¿Maltratando a un omega indefenso? —la voz de Klaus resuena con desaprobación.

—Lo siento, Amir, no pensamos que sería un problema. Sólo estábamos divirtiéndonos un poco —uno de los secuestradores intenta justificarse, pero la mirada helada de Klaus le hace callar de inmediato.

—Me importa poco lo que pensaron. Deben recordar que el respeto es la base de nuestra familia —ladra hacia ellos, y Jimin decide aventurarse a inhalar bajo. El olor de este hombre, es diferente y completamente punzante, diferente al de Jungkook. Este olor sólo provoca miedo y da un significado que pasma la sangre.

Muerte, pura muerte.

Klaus se acerca aún más a Jimin y Alexander, observando detenidamente sus rostros marcados por el miedo y la tensión.

—Lo siento por esto. A veces, algunos de los míos olvidan las reglas más básicas —Klaus habla con una seriedad que resuena en el amplio lugar—. Hürrem, un honor volver a ver la belleza de su rostro después de tanto tiempo. El embarazo, debo atreverme a decir, le sienta bien. Ahora veo porque mi hijo Ali se vio eclipsado tan fácilmente.

Jimin observa el ligero cambio en el ceño del alfa después de decir eso, acompañada de una mueca que le hace remarcar sus facciones horrorosas.

Después, hace un gesto con la mano, y sus ojos muestran que ha recordado algo importante. Uno de los hombres que entró acompañándolo se para detrás de él, inclinándose levemente en señal de sumisión.

—Çocuklarım, haber var mı? [Mis hijos, ¿alguna noticia?]

El alfa inclinado hace un ademán incómodo, consciente de que dará una respuesta que no le gustará a su líder.

Ẓ̌Hayır, Amir. Hala onları takip ediyorlar. [No, Amir. Están localizándolos todavía].

Jimin aparta los ojos antes de que Klaus vuelva a prestarle atención. No le importaba mucho la existencia de Ali Yilmaz y su hermano, Sitk, pero era claro que esta desaparición dejaba entrever las deficiencias que estaba pasando el otro clan.

—Amir, dices —Jimin murmura, haciendo que todos vuelvan su completa atención en él.

—¿Disculpa?

—Me preguntó si sabes... que te estás adjuntando un título que no te pertenece.

La mención de Jimin no pasó desapercibida para Klaus, quien le dedicó una mirada curiosa antes de soltar una carcajada gutural.

—Hürrem, siempre tan ingenioso. Pero en este momento, los títulos son lo que menos importa. Estamos lidiando con asuntos más serios —responde Klaus, con una expresión que mezclaba diversión y desprecio.

Sin amilanarse, Jimin sostiene la mirada en Klaus, decidido a desentrañar las preguntas que bullen en su interior.

—El alfa cuyas cartas estoy seguro que has hecho en su nombre, ¿qué has hecho con él? —exige Jimin, su tono firme pero con una chispa de desesperación. Alexander voltea hacia él de inmediato, atento a lo que el alfa pueda decirle de Azra.

Klaus suelta otra risa burlona, como si la pregunta le resultara entretenida.

—Oh, el alfa del joven Cariporsi —sus ojos avellanos se centran en el otro cuerpo debajo de sus pies. Alexander quiere gruñir desesperado, pero de nueva cuenta ningún sonido sale de su boca—. Oh, Hürrem, ese alfa suyo ha desaparecido como lágrimas en la lluvia. Supongo que se asustó del futuro que conlleva estar enlazando. A veces, los alfas son así de volátiles.

La respuesta de Klaus provoca una reacción inmediata en Jimin, quien se pone de pie con una rapidez extraña a pesar de las sogas en su cuerpo; su rostro, muestra una mezcla de furia y angustia.

—¡No te atrevas a mentirme! —exclama Jimin, sus manos apretadas en puños—. Azra no haría algo así. ¿Dónde está?

Klaus le lanza una mirada indiferente y, con gesto despreocupado, responde:

—Quizás esté disfrutando de un baño en el Mar Negro. Pero puedo equivocarme. Tal vez esté muerto y ahogado en alguna parte. Quién sabe, la vida es tan impredecible.

La respuesta de Klaus deja a Jimin sin palabras, su mente procesando la información desesperado. Sus ojos buscan alguna respuesta en el rostro tranquilo y sin perturbaciones del alfa frente a él.

Y a pesar de su autocontrol, es casi imposible no notar el olor amargado a su lado, donde, al girar su atención, encuentra el rostro en blanco de Alexander. Jimin puede palpar su respiración irregular y el caos... el desastre que muestran sus orbes azules, es casi insoportable de ver.

—Mientes —remarca Jimin una vez más, con un jadeo que parece imposible salir de su boca.

Klaus observa con indiferencia la reacción de Jimin, y la amabilidad que antes les dirigía desaparece rápidamente, reemplazada por una mueca cruel. Parece decidido a prolongar su diversión ante la desesperación que se ha presentado. Sin embargo, la atención del alfa cambia cuando nota la agitación de Alexander, cuyos ojos reflejan un dolor insondable. Un chillido apenas audible se escucha de sus labios secos, pero es suficientemente fuerte de corazón para que Jimin cierre los ojos con pena.

—Oh, parece que el omega finalmente ha encontrado su voz. ¿También estás ansioso por saber qué pasó con tu amado Azra, joven Cariporsi? —Klaus se burla, su mirada ahora centrada en Alexander.

Alexander mantiene la mirada hacia el piso, sin algún movimiento que delate que incluso está respirando. Después de segundos frustrantes, su boca se vuelve a abrir con un gemido de un dolor jamás expresado de sus labios.

—A... z... Azra —pronuncia el nombre con un tono entrecortado, como si cada sílaba le costara un esfuerzo inmenso.

Klaus, disfrutando del sufrimiento ajeno, no puede evitar esbozar una sonrisa sádica.

—Oh, sí, Azra. Un alfa tan leal a la Roja hasta su último aliento. Verá, Hürrem, realmente admiro su empeño por querer dejar el clan con manos limpias. Antes de partir con el joven Cariporsi, planeaba indagar en la verdad detrás de su falsa infertilidad y los ataques continuos hacia usted —una vez más, ese tono de burla se hace presente. Jimin escucha entre una niebla dispersa, centrándose en la cruel voz y no en el dolor punzante en su estómago que está empezando a surgir—, una pena, de verdad. Nunca debió haber indagado de más.

Jimin, atrapado entre la furia y la desesperación, lucha por mantener su compostura. La incertidumbre se cierne sobre él, y por los sonidos y gemidos huecos a su lado, parece no ser el único. La sangre en su boca y el dolor en su rostro le mantienen despierto, al menos intenta concentrarse en eso.

Alexander, por otro lado, no deja de negar con la cabeza. La fuerza que ejerce contra las sogas le ha hecho sangrar, manchando el piso sucio y su elegante ropa. La marca en su cuello; quiere tocarla, alcanzarla y presionarla. Quiere llegar a ella para comprobar que el color sano y rosado sigue en ella a pesar de no verla en días debido a la imposibilidad de mostrarla libremente.

—¿Dónde está Azra? —insiste Jimin, sus ojos suplicando respuestas—. Es imposible, su letra... es su letra.

—Si buscas respuestas, deberías prestar más atención entre tu gente. Jungkook pregonaba unión y lealtad, pero su ruina se ha gestado desde el interior de la Roja desde tu llegada —Klaus saborea cada palabra, deleitándose en el tormento que inflige. La atmósfera retumba con el estruendo del mar cercano, anunciando una pronta tormenta.

—Hürrem.

La palabra resuena en el espacio polvoriento, y Jimin, herido y con poca fuerza en su cuerpo, se esfuerza por mantener la calma en medio del caos. El rostro cicatrizado de Marco emerge detrás de ellos, sosteniendo con manos temblorosas lo que Jimin fácilmente identifica como las dichosas cartas. Un atisbo de risa amenaza con escapar de sus labios rotos, sus ojos se ciñen en el omega de cabellos rojos.

Desde aquel día en que Marco dejó entrever su conocimiento sobre su infertilidad falsa, desde ese preciso instante, debía haberlo ejecutado. La gravedad de sus errores pesa sobre los hombros de Jimin, junto con las ataduras que lo mantienen prisionero en ese lugar.

La risa, reprimida en los labios rotos de Jimin, surge rota y sin ganas. Es casi un contraste de mal gusto con los gemidos y chillidos de Alexander hundido a su lado. De cualquier forma, la desesperación es clara en sus dos expresiones.

La tormenta, anunciada y prevista por el retumbar del mar cercano, parece hacer competencia con los alaridos dolorosos de Alexander una vez que la risa seca de Jimin se detiene.

Este girasol, nunca debió haber encontrado la voz de su corazón en este desesperante diluvio.

Jimin, por alguna razón, se sentía partícipe en el dolor que exhalaba la persona a su lado.

—La negación es normal en los primeros días de la muerte del mate, Jove Cariporsi. Su lobo, anhelante y perdido, debió haber cegado sus sentidos para no notar la parte faltante del otro lado del enlace, algo que debo decir es, simplemente maravilloso, el cómo trabaja nuestra naturaleza.

Alexander observa al hombre, sus ojos azules llenos de un tormento incomprensible. Jimin siente, después de mucho tiempo, miedo. Esa sensación que el rostro de Alexander muestra, está simplemente lejos de todo el dolor que él alguna vez ha experimentado. Perder a tu mate, a tu alfa... ¿De verdad la muerte parece mejor destino ante eso?

En ese momento tenso, Jimin fija su mirada en Marco, una figura que se ha vuelto cada vez más despreciable con cada vez que le observa. Marco sostiene las cartas con manos temblorosas, casi hace como si fuera fuego mismo lo que hay entre ellas.

La herida en el rostro de Jimin late con dolor mientras observa a Marco, la ironía se mezcla con la traición, y las palabras no pronunciadas entre ellos resuenan en el polvoriento silencio.

—Debería haber terminado esto cuando tu conocimiento se volvió una amenaza —murmura Jimin, sus ojos reflejando una mezcla de decepción y furia contenida—. ¿Por qué, Marco?

Marco, con la mirada baja y temblorosa, balbucea una explicación entrecortada:

—La lealtad, por lo menos en este mundo, es una moneda que se devalúa con el tiempo. Y cuando la oferta es mejor en otro lado, sólo los omegas tontos se quedan atados a un alfa que no les aprecia.

Jimin sonríe con sorna, por supuesto que se trataba de un asunto por despecho.

—Ya no hay marcha atrás —sentencia con determinación.

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