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—Un poco más a la izquierda, por favor, señor Claire.

El estudio improvisado que Vogue había establecido en el Palacio Beylerbeyi era una sinfonía caótica poco ordenada. Los focos destellaban intensamente, arrojando que hiciera resaltar el oro sobre la impecable sala. Un mar de asistentes, fotógrafos y estilistas se movía con precisión alrededor de Jimin, quien había aceptado la realidad de que estaba haciendo una sesión de maternidad. Porque sí, su embarazo logró causar el furor social del momento. Por lo que todos a su alrededor desempeñaban su función con una determinación férrea, sin dejar paso a la mínima equivocación.

El estruendo constante del obturador de la cámara resonaba como un latido incesante, marcando el pulso de la extensa sala. El aire estaba cargado de un zumbido continuo de conversaciones animadas, sugerencias meticulosas y aplausos esporádicos.

Jimin llevaba puesto un atuendo que habían nombrado en reiteradas veces como una "obra maestra" hecha a mano. El traje elaborado, diseñado por una marca silenciosa que él no conocía, abrazaba delicadamente su cuerpo sin molestarle en la parte de su estómago. La tela era suave sobre su piel y dejaba ver de manera sutil su embarazo, enfatizando esa belleza natural que, según ellos, habían querido rescatar.

—Román, dile a ese chico que repare la lámpara del este. El collar y el anillo requieren una iluminación más intensa.

—Son casi 2,930 diamantes, sumando casi 962 quilates, ¡y 155 del anillo!, ¿quieres que muera siquiera rozándolos por accidente?

Jimin nunca había oído hablar del verdadero valor del collar de Patiala, pero en términos de patrimonio histórico, debía ser igual al de su anillo esmeralda. Los estadounidenses no tenían idea de las invaluables posesiones guardadas en el baúl de la familia Hasmet, por lo que dos de las joyas más buscadas en el mundo, que se creían perdidas, serían anunciadas en la portada.

—Ahora sí, así es como deben brillar —Héctor, el fotógrafo en jefe mostraba más dominancia que cualquiera de sus compañeros alfas y no dudaba en decir lo que no le parecía, mostrando apenas nerviosismo cuando llego a presentarse con él. El aura de los alfas que le acompañaban a Jimin en ese día apenas y le habían hecho cosquillas a ese omega presuntuoso.

Al dar un ligero vistazo a lo lejos, Jimin llegó a sonreír con sinceridad al ver los rostros aburridos de Ömer y Janiel, nuevo recluta de apenas dos meses, quien se había vuelto en un entusiasmado admirador de Namjoon y Yoongi. Este ambiente que Belma y Mariam habían arreglado para él estaba muy lejos del fuego y caos al que estaban acostumbrados los alfas de la eve. Era normal que se aburrieran e hicieran caras al respecto.

Con esa tranquilidad estableciéndose en su mente, Jimin subió por inercia la mano en su vientre, cerrando los ojos con tranquilidad para dejarse ser. Después un largo momento, las voces y ajetreo se evaporaron gradualmente y Jimin percibió la tenue agrura de nerviosismo que las feromonas a su alrededor ya estaban exhalando. Apenas eran matices perceptibles, ahogados por la fragancia más brusca que surgió después.

—Señor Hasmet, mis disculpas, no sabíamos que usted...

—¿Por qué se detienen? —la voz de Jungkook resuena en el estudio como un trueno distante, su porte llenando el espacio de una manera que casi parecía física. Con una presencia tan abrasadora, el estudio pareció encogerse ante su llegada.

Jimin sintió el peso de la mirada de Jungkook sobre él, evaluándolo con una intensidad arrolladora. Jimin gira la cabeza de inmediato, desviando su atención hacia el fotógrafo, quien parecía pasmado ante la inesperada intrusión.

—Han oído, los señores Hasmet tienen cosas que hacer, apresúrense —Namjoon surge desde atrás, poniendo a todos en alerta por la seriedad en su voz. Y a pesar de la atmósfera nerviosa que se había apoderado del estudio, la sesión continuó en un mar de inseguridad por parte del personal.

Jimin se vuelve aún más rígido, moviéndose con dificultad entre las telas que lo rodeaban. Las indicaciones amables de su entorno apenas llegaban a sus oídos, eclipsadas por la inquietante presencia de los orbes dorados que lo observaban desde la distancia. Los flashes seguían destellando, y el obturador de la cámara continuaba su danza rítmica mientras el personal parecía moverse con una prisa inhumana.

Mariam, tan amable como siempre, intervino con suavidad, tratando de calmar los nervios del omega y asegurándose de que su atuendo y su postura estuvieran en su punto correcto. A pesar del caos que había surgido a su alrededor, seguía trabajando como una asistente diligente para mantener la imagen que quería mostrar la familia Hasmet.

Jimin inhala profundamente. Jungkook inclina la cabeza. Jimin traga con dificultad. Jungkook eleva una de sus cejas. Con un chasquido, Jimin paró todo movimiento a su alrededor.

—Necesito un descanso.

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Un respiro. Era lo que Jimin se encontró deseando entre todo el caos que había dejado detrás. El calor ya había subido hasta su cabeza, dejándolo confundido mientras la ostentosidad del palacio le dejaba mareado por un instante.

La costa de Anatolia era una vista refrescante como siempre, sólo que no se encontraba con la misma concentración de siempre para poder admirarla como usualmente lo hacía. Toda concentración dentro de él se había evaporado en el instante en que Jungkook pisó el lugar, dejándolo inestable y consternado.

El calor de una bata sobre sus hombros lo alertó de inmediato. Jimin, sorprendido por la repentina aparición detrás de él, desenfundó su arma, manteniéndola en alto durante un momento antes de bajarla lentamente. Namjoon le observa con tranquilidad aún después de eso, inclinándose ante él en un movimiento que a Jimin le pareció demasiado calmado.

—Hürrem.

Jimin suspira y se gira, guardando la pistola entre las miles de capas que carga sobre él. Estar con Namjoon era raro para él, su relación no era mejor en comparación con la de Jungkook, por lo que había designado a Namjoon lejos de él. Un acto que le rompía el corazón cada día que su ausencia le carcomía desde adentro.

El silencio entre los dos se volvió incómodo, cargado de la tensión no resuelta que parecía haberse convertido en una constante entre ellos.

—¿Por qué estás aquí, Namjoon? —inquiere finalmente.

Namjoon se posiciona a su lado, dejando a Jimin ligeramente sorprendido. Él siempre se mantenía detrás, sin intentar un acercamiento de más.

—Amir está preocupado por ti, Hürrem. Estás pasando por un momento difícil, y no quiere que te sientas solo en esta etapa.

Jimin exhaló con irritación.

—No quiero su preocupación, Namjoon. No puedo soportarla, al igual que la tuya —confiesa con sinceridad. Namjoon baja la cabeza, mostrando dolor en sus facciones por sus palabras.

—Sé que no estoy en posición de decirle nada, pero hice mi juramento hacia usted. Por lo que mentirle sería un pecado en mi posición —Namjoon gira hacia él mientras le observa con intensidad—. Déjeme ser sincero, incluso si después aborrece mi presencia, déjeme no callar esta vez.

Jimin observa a Namjoon por un largo tiempo. La lealtad de Namjoon era un hecho que incluso en esa situación no se podía minimizar. Confiar una vez más, era lo mínimo que se merecía.  Después de un rato, Jimin asiente.

Namjoon suaviza sus ojos, dejando que una tensión invisible sobre su cuerpo se evapore gradualmente. Su mirada baja hasta el cuello de Jimin, donde el collar se asienta sobre su ya no tan delgado cuerpo. Donde el cuello de tortuga del mismo traje oculta la mancha negra que se esconde ahí.

—Como sabe, yo todavía no era parte de la Roja cuando Jungkook subió al poder del clan, por lo que no puedo testificar en primera persona —Namjoon comienza a hablar, teniendo una pequeña torpeza en sus palabras cuando menciona el nombre de Jungkook sin regla alguna—. Pero sé que antes de su liderazgo, las cosas eran diferentes. La familia de tu madre, los Demir, tenían un lugar importante en el clan. Tu madre fue entregada al harem con veinticinco años y con sólo meses dentro de la propiedad principal el asesinato de Kadir Hasmet sacudió a la Roja y al mundo bajo. La Beyaz Güllerin Savaşı estalló dos días después de que Jungkook ascendiera.

—Mi madre... ella... —Jimin tenia miedo de preguntar.

—Hasmet tuvo en su harem a 57 omegas y 20 betas no oficiales. Por lo que sé, tu madre ni siquiera había sido llamada a los aposentos del Amir. Cuando el fratricidio empezó y su familia se involucró y se extinguió, ella escapó.

—Primero a Berlín, pasando por ciudades de Tailandia y España, hasta llegar a Canadá —Jimin interrumpe, recibiendo una mirada de aprobación de Namjoon por la certeza de dicha información.

Había investigado por su cuenta después de conocer los orígenes de su madre, pero todo registro de los omegas de Hasmet y de la Beyaz Güllerin Savaşı había sido borrado por ordenes del Ögut. Las preguntas de Jimin y los escasos registros fueron prohibidos para el omega por órdenes de Belma, en una preocupación de alterar más la brecha que dividía a Jungkook y Jimin. Todo el clan pareció de acuerdo con ella.

—Después de conocer a tu padre, tu madre debió de vivir con el miedo de una de las reglas que existían en la Roja —Namjoon continúa, haciendo ver en sus facciones una incomodidad que no se podía ocultar—. Tu madre, al no servirle al Amir regente y quedar impura por casarse con alguien más, estaba sujeta a una de las reglas más antiguas y crueles de la Roja —explicó Namjoon solemnemente—. De acuerdo con esa regla, debía dar a su primer hijo omega al clan, para que sirviera al Amir en poder.

—Ese omega prometido... —Jimin sisea, dejando que una sonrisa cruel y molesta se asome desde la orilla de su labio—. Toda la ignorancia en nuestro primer encuentro fue mentira entonces. Jungkook sabía perfectamente quién era yo, y nunca lo dijo.

Namjoon niega y Jimin quiere refutar, pero Namjoon se adelanta antes de que la discusión empiece.

—Amir no sabía quién eras hasta después de esa primera noche juntos. Y la razón detrás de eso es más complicada de lo que imaginabas. La regla que mantuvo a tu madre con miedo, la que implicaba que debía entregarte al clan, fue eliminada por él hace años, poco después de que tu madre escapara. Jungkook no tenía motivos para buscarte antes, tu rostro y ser fue inexistente para él por años.

Un asunto sin importancia para un alfa que tenía planeado morir solo y dejar todo a los descendientes de su hermano. La formación del harem no era importante, mucho menos los regazos de los omegas que habían escapado hace más de diez años. Jimin se sentía perdido ante esta posibilidad más viable, más aún cuando podía creerlo sin poner en duda alguna de las palabras de Namjoon.

—¿Y mi padre? La caída de MAG fue debido a Jungkook, ¿verdad?

—La empresa nunca fue de su padre, Hürrem —Namjoon vuelve a la formalidad y Jimin se queda mudo por sus palabras—. Los Demir tenían suficiente influencia dentro del clan para administrar algunas corporaciones menores. Tu madre no llegó a América al azar; tomó una de las pequeñas corporaciones bajo la propiedad de los Hasmet y, con la documentación en manos de su familia, la hizo pasar como suya. Entre tantas empresas pequeñas alrededor del mundo, el clan no tiene el interés de estar al tanto de todas, y su plan funcionó perfectamente. Lo suficiente para hacerle creer a Jackson Claire que toda esa fortuna y propiedad eran suyas, adueñándose de todo después de casarse con tu madre.

Jimin siente su labio temblar, mientras una nueva oleada de confusión le inunda. Sus pensamientos se mezclan en una confusión abrumadora, y su mente se esfuerza por procesar lo que acaba de escuchar.

—¿Cómo... cómo es que yo entré en esa complejidad como moneda de cambio?

Namjoon suspira con fuerza y, buscando entre sus bolsillo, saca una cajetilla. Sus manos se detienen cuando toma el cigarro, después de lo que parece ser una consideración larga, vuelve a guardar todo a su lugar.

—Es cierto que Amir quiso expandir la influencia de la Roja hacia el núcleo de Occidente, por lo que se concentró en las propiedades de influencia en América. Con todas las preocupaciones sobre las deudas de tu padre y los préstamos excesivos, no nos costó mucho tiempo localizar la corporación cuyo nombre tu madre había cambiado —Jimin, con ojos inquisitivos, observa a Namjoon mientras este hacía una pausa. La habitación estaba sumida en un silencio denso, interrumpido sólo por el tenue zumbido del aire acondicionado—. Llegamos a América con una advertencia clara: Amir quería recuperar lo que le pertenecía, incluso si eso significaba rescatar a MAG de entre las ruinas, con o sin deudas. La corporación tenía la suficiente influencia en la región que buscábamos —la mirada de Jimin seguía a Namjoon, y la expresión de duda iba acompañada de una sensación de desasosiego—. Fue un gran golpe para Jackson Claire saber que todo lo que tu madre le había dejado no era suyo. Por lo que se aferró a los tobillos del clan, ofreciendo todo lo que le quedaba en ese momento.

Jimin, con los ojos clavados en Namjoon, asimila cada palabra con una mezcla de confusión y entendimiento. La realización llega a él poco después.

—A mí, me ofreció a mí.

Namjoon frunce los ojos en una expresión de culpa y lástima, haciendo que Jimin se sienta aún peor.

—Él se negó, Hürrem.

Pero ese encuentro entre ellos ya parecía haber estado hilado desde hace mucho tiempo. Inevitable y caótico como la relación que han tenido, como tanto se han amado.

—¿Por qué, Namjoon? ¿Por qué ocultarlo y llevarlo hasta este punto de quiebre? —la voz de Jimin temblaba, llena de una mezcla de ira y turbación.

—Se te ocultó la verdad, y se guardó por la misma razón que yo tenía —Namjoon se acerca, dos pasos hasta detenerse y volver a retroceder—. No quería que me odiaras por ocultártelo. Así que mi cobardía pudo más.

Jimin inhala con fuerza, tocándose el pecho en un vano intento de estabilizar su desbocado corazón. Había tanta confusión que le atormentaba, como si una ceguera hubiera sido impuesta contra su voluntad. En medio de esa neblina pesada, la voz de Namjoon surge entre sus sentidos mareados.

—Lamento traer tanto sufrimiento hacia a ti, soy un siervo inservible que ha fallado. Pero mi voto no me permite mentirte, que Alá me castigue si una mentira ha salido de mi boca contigo —Namjoon se arrodilla frente a él, con los ojos hacia el suelo. Jimin muerde el interior de su mejilla con fuerza, para después agacharse hasta su altura. Namjoon entra en pánico ante eso, pero Jimin le corta las quejas.

—¿El te ha mandado a decirme esto?

Namjoon le observa ido por un momento, en una expresión que Jimin no puede descifrar con certeza. Después de un rato, el alfa sonrie ligeramente.

—Creo que sabes la respuesta a eso, Hürrem.

Por supuesto que no. Un alfa tan orgulloso y obstinado como Jungkook jamás lo haría. Un alfa arrogante y reticente, sólo podía ocultar todo en su corazón. Incluso si eso significará ocultarse así mismo también.

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Beyaz Güllerin Savaşı - Guerra de las Rosas Blancas: Guerra que se dio entre las familias unidas al clan de la Roja. El fratricidio de los hermanos de Jungkook, se les llama Rosas blancas por la muerte de omegas y bebés.

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