🧧!! ' Especial (Azra y Alexander)

El suave murmullo del mar Mediterráneo se filtraba a través de la ventana abierta, Ilenando la habitación con su aroma salado y calmante. En la tranquila casa junto al mar en algún lugar de la región de Peloponeso, Alexander había descubierto que la pronunciación de las vocales era igual de difícil que la memorización de cualquier poema de Homero. En la privacidad de su mente, podía recitar más de cinco, pero cuando llegaba la hora de deslizar la lengua entre sus dientes para que algún sonido saliera de su boca. Se enfrentaba a un muro de silencio que parecía insuperable. Cada intento de formar palabras se convertía en un desafío titánico, como si las letras se resistieran a abandonar su refugio en las profundidades de su lengua. Mientras luchaba por encontrar su voz, los versos de Homero se mezclaban en su mente, frustrándolo por su incapacidad de expresión.

La mujer frente a él, con su imagen siendo distorsionada de vez en cuando por la señal de la costa, le sonreía con paciencia en cada intento de nueva tarea. Sin embargo, esas expresiones de compasión solo le recordaban los años de vivir con miradas de lástima, el recuerdo de su mutismo como un defecto irreparable que lo marcaría de por vida.

-Intentemos con otra letra -Elyla Smith era una doctora de renombre, y su condición de beta no era un obstáculo para sobresalir en su área entre todos su compañeros alfas. Alexander sabía que, era por mucho, el paciente más difícil de tratar en todos sus veinte años de experiencia.

-No -Alexander alzó las manos, deteniendo a la doctora de intentar tomar de nuevo la tarjeta "A". La había superado, así como la "I" y la "O". La maldita "U" tenía que ser un pequeño desliz.

El gesto de frustración en el rostro de Alexander era evidente incluso a través de la pantalla, sus manos ágiles y precisas formaban palabras en el aire con una destreza nacida de la necesidad. Cada movimiento era un intento desesperado de comunicar su ansiedad.

-Okay, okay... para -la doctora lo frenó en seco, dejando a Alexander con las manos en el aire-. Alexander, respira.

Solo hasta ese entonces Alexander se dio cuenta del ardor en sus pulmones y de sus manos temblando de uña a uña. La exhalación salió de su boca le hizo componerse de inmediato. Se sintió avergonzado, era la tercera consulta en la que dejaba que la ansiedad lo consumiera.

-Perdón.

-Está bien -respondió Eyla tranquila, volviendo a la comunicación con las manos, sabiendo que Alexander siempre se sentía más seguro con eso, a pesar de su propia Insistencia de hablarle con voz firme y fuerte-. Alexander, he estado pensando, ¿no es mejor una consulta de cara a cara? Con lo que me pagan es suficiente para comprar un vuelo, no estoy tan lejos de Grecia.

La sugerencia de Eyla hizo que Alexander levantara la mirada, considerando la posibilidad. Estaba acostumbrado a la comodidad de las sesiones en línea, pero la idea de una interacción más personal tenía su atractivo. Había avanzado mucho en los últimos meses, no fue hasta hace dos semanas que todo retrocedió al inicio. Tenía que admitir el miedo de volver al punto de partida indefinidamente.

Pero, no podía, no cuando Azra había arriesgado todo su mundo para que estuvieran estables ahí. Confiaba en su doctora, el alfa investigó hasta la tercera generación de su familia de punta a punta y el dinero que le daban estaba triplicado. Pero un riesgo era un riesgo, y no estaba dispuesto a perder su unión, por mas fría que estos meses hubiera estado.

-Lo siento, Eyla, pero no creo que esté listo para eso todavía -dijo Alexander con sinceridad. Eyla asintió con comprensión, su mirada suave reflejaba una anticipación tranquila, como si hubiera previsto la negativa del omega. Después de un breve silencio, decidió abordar otro tema que había estado palpando en el aire en los últimos días, como una sombra sutil que se negaba a desaparecer.

-Alexander, sé que puede ser difícil enfrentarse a ciertas situaciones, pero he notado que has estado más tenso últimamente. Tal vez un acercamiento físico con tú alfa podría ayudarte. No quiero meterme donde no me llaman, pero creo que podría ser beneficioso para ambos.

Las palabras de Eyla resonaron en el aire, dejando una sensación de incomodidad que duró más de lo razonable. La mujer supo de inmediato su error a expresar sus preocupaciones.

-Tengo que irme.

Con un gesto apresurado, Alexander comenzó a mover sus manos demasiado rápido. La urgencia en sus movimientos era evidente, una clara señal de que la conversación había tocado un nervio sensible.

Eyla observó en silencio mientras Alexander se levantaba de su asiento y se alejaba de la pantalla. Intentó despedirse, pero Alexander apagó la pantalla, sumiendo la habitación en la oscuridad frente a él. Con un suspiro resignado, se quedó solo frente a la pantalla, reflexionando sobre la delicada línea que separaba la ayuda bien intencionada de la intromisión no deseada.

Estaba dispuesto a levantarse, preparar la cena y recostarse en el sofá para leer algún libro que encontrara tirado entre los demás, y aburrirse hasta que Azra llegara. Sin embargo, los pasos lejanos y el sonido de las llaves en la puerta lo dejaron inmóvil, sus ojos desviándose hacia el reloj más cercano. Azra había llegado temprano.

Cada día, desde su llegada a Grecia, Azra salía temprano por la mañana y no regresaba hasta después de las diez de la noche. No mencionaba a dónde iba y Alexander se sentía demasiado intrusivo para preguntar. Aunque se habían unido como alfa y omega, su situación distaba mucho de los cuentos y novelas que pintaban un vínculo inquebrantable después de la mordida. En su caso, dormían en habitaciones separadas y Azra no lo había tocado desde su primer nudo. Su lobo estaba intranquilo y, aunque le diera vergüenza admitirlo, necesitado.

El corazón de Alexander comenzó a palpitar con más fuerza mientras escuchaba los pasos de Azra acercarse. Se preguntaba qué podría decirle, cómo explicarle lo que acababa de suceder en la sesión con Eyla. Temía que Azra pudiera notar la tensión que lo había consumido durante toda la tarde, aunque había hecho todo lo posible por ocultarla.

Cuando la puerta se abrió y Azra entró en la habitación, la expresión preocupada en su rostro no pasó desapercibida para Alexander. Azra se acercó, deteniéndose frente a él y buscando su mirada con una mezcla de curiosidad y preocupación.

-¿Estás bien, girasol? -preguntó Azra con suavidad, colocando una mano en el hombro de Alexander.

La calidez del contacto de Azra lo reconfortó de inmediato. Sintiéndose avergonzado por el calor que empezaba a surgir en su estómago.

-Estoy bien -dudó antes de preguntar-.¿Qué tal tú?

La mirada de Alexander se encontró con la de Azra, escudriñando su rostro en busca de cualquier señal de negatividad. La impasibilidad le saludó de inmediato, más aún cuando Azra evitó mirarlo.

El malestar había aumentado en los últimos días, y por alguna razón, Alexander sentía que solo empeoraba cuando estaban juntos.

-Solo otro día ocupado -respondió Azra, ambos escuchando la mentira clara en sus palabras. Alexander estaba seguro de que Azra sabía que él estaba al tanto, pero decidió bajar la cabeza y no reprocharlo-. Pero estoy aquí contigo ahora, eso es lo que importa.

Eso era lo que valía la pena, después de todo, el cariño de Azra no era una mentira. Sin embargo, la respuesta de Azra solo intensificó la sensación de malestar de Alexander. A pesar de su deseo de abrirse sobre sus propias preocupaciones, sabía que no quería añadir más carga sobre los hombros de Azra. Aún así, la tensión entre ellos seguía palpitando en el aire, un recordatorio constante de las grietas en su relación que no podían ignorarse por más tiempo

Entonces, en un acto que no había realizado desde que tenía 15 años, Alexander se inclinó con gracia, imitando uno de los movimientos de modestia que aprendió en las clases de etiqueta de su clan para omegas, y dejó que Azra visualizara su cuello. La respuesta de Azra fue instantánea, sus ojos siguieron el punto de su mordida con intensidad. Después, con timidez, Alexander permitió que una pequeña cantidad de sus feromonas se desprendiera hacia Azra, en un acto tan discreto que sabía que podría pasar desapercibido como un accidente, atribuido a los nervios e irregularidades que los omegas experimentan en los primeros meses de unión.

Azra inhaló profundamente, sus ojos fijos en el cuello expuesto de Alexander. Un destello de deseo cruzó su mirada antes de que la máscara de serenidad volviera a cubrir su rostro. El deseo entre ellos era palpable, como una corriente eléctrica que los rodeaba, cargada de emociones no expresadas y deseos reprimidos.

Alexander esperó en silencio, consciente de la turbulencia de pensamientos que luchaban dentro de Azra. Sabía que su gesto, aunque sutil, había abierto una puerta a la intimidad entre ellos, una puerta que Azra parecía vacilar en cruzar. Aún así, era consiente de la necesidad de conexión y de sentirse verdaderamente unidos, la sensación era demasiado fuerte como para ignorarla. Finalmente, Azra se inclino hacia adelante, su aliento cálido rozando la piel de Alexander. Un escalofrio recorrió su espalda mientras Azra acercaba su boca al cuello expuesto, sus labios apenas rozando la piel de su omega. El contacto era suave, apenas perceptible, pero lleno de significado.

El corazón de Alexander latía con fuerza en su pecho mientras Azra se apartaba lentamente, sus ojos buscando los de Alexander con una intensidad que lo dejó sin aliento. La electricidad en el aire era palpable, cargada con la expectativa de lo que estaba por venir

-Realmente... siempre me haces llegar a mi límite en todos los sentidos posibles de mi existencia -murmuró Azra con lentitud, dejando que cada palabra impregnara los sentidos de Alexander.

Alexander se preparó, con el cuerpo tembloroso y la respiración entrecortada, sintiendo el zumbido de anticipación en su piel. Casi podía sentir cómo sus propios labios se curvaban en un puchero, anhelando el contacto de los del alfa.

Su piel se incendió de centímetro a centímetro hasta tal punto que, cuando sintió un suave roce en su frente y no sus labios, de verdad se sintió desfallecer. Un beso tierno, pero decepcionante en su falta de ardor. La sorpresa se reflejó en los ojos de Alexander mientras Azra se separaba lentamente, dejando un rastro de confusión en su estela.

Con un último susurro de "Más tarde", Azra se alejó, dejando a Alexander solo con sus pensamientos y la sensación de anhelo no satisfecho. Con el corazón pesado, Alexander se quedó allí, preguntándose qué significaba esta nueva dinámica entre ellos y si alguna vez encontrarían el equilibrio entre sus deseos y la comprensión de tener paciencia. Especialmente porqué sabía que nunca llegaría "el más tarde".

════ ∘◦❁◦∘ ════

No fue hasta la mañana siguiente, con el lado derecho de la cama vacío y el eco del silencio llenando la habitación, que Alexander comenzó a cuestionarse los sentimientos de Azra hacia él. La ausencia de su presencia física parecía amplificar los pensamientos inciertos que se agolpaban en su mente, dejando el lado de su omega vulnerable ante la duda y la inseguridad.

Como cada día, se dirigió hacia el espejo del baño con pasos vacilantes, sintiendo el peso de la incertidumbre apretando su pecho. Con manos temblorosas, desató el cubridor nocturno de su cuello, sintiendo el roce suave y familiar de la tela contra su piel sensible. Esta vez, su movimiento fue más brusco, más agresivo.

El cuello de Alexander quedó al descubierto ante su reflejo en el espejo. Contuvo el aliento mientras sus ojos recorrían la piel expuesta. Una marca sana y rosada lo saludó de inmediato, rompiendo el temor en su interior y llenándolo de alivio. El color volvió a su rostro, disipando la pesadilla del gris hasta convertirla en nada.

Con pasos más sosegados, Alexander regresó a la habitación, deseando cambiar su estado de ánimo y recibir el amanecer con la reconfortante sensación de la arena blanca entre sus pies, mientras el cielo se pintaba con tonos rosados y naranjas.

Al llegar cerca de la cama y el gran armario, su mirada se desvió de inmediato hacia el exterior de la ventana a su lado, donde visualizó la melena plateada de Azra extendida sobre una mesa lejana. Aunque había despertado más temprano de lo habitual, esa escena ya se había vuelto familiar en los días en los que la ansiedad lo impulsaba a levantarse antes del amanecer. Azra, con pluma y papel en unas manos temblorosas.

En todos esos meses, no había logrado mandar ni una sola carta a Turquía. Y, en algún momento del mes pasado, Alexander dejó de ver al alfa de baja estatura y cabello rojizo que Azra tenía como subordinado. Un mensajero supuso, que nunca había completado su tarea, ya que Azra no tenía nada que entregar.

Hace tres semanas, mientras limpiaba el estudio medio vacío-una mesa de roble blanco y dos sillas, con libreros viejos, había encontrado una hoja arrugada en el piso.

"Hürrem..."

Era todo lo escrito en el pedazo de papel desgastado, unas pocas palabras antes de ser descartado y olvidado junto los demás. Todos empezando y terminando con la única palabra que el alfa nunca había pronunciado en esos meses.

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-Ayer escuché a los locales, el día de hoy habrá una feria grande. Deberíamos ir, la gente ha empezado a hablar y rumorear de mi acerca de tener a mi omega encerrado -Azra murmuró en algún punto de su desayuno, mientras aún masticaba el pedazo de manzana en su boca-. Estoy seguro de que están apunto de llamar a alguna entidad de igualdad y protección para omegas.

Alexander dejó los cubiertos con sorpresa palpable ante la propuesta. Nunca habían salido juntos antes.

-Me encantaría -respondió con entusiasmo, una chispa de emoción iluminando sus ojos mientras contemplaba la idea de aventurarse fuera de su refugio habitual junto a Azra, mostrándolo orgulloso como su alfa.

Azra asintió con una sonrisa leve, permitiendo que sus hoyuelos se adueñaran de todos los sentidos de Alexander. El cabello plateado de Azra había crecido, alcanzando incluso las largas pestañas que enmarcaban los zafiros de sus ojos. El brillo matutino en ellos era cautivador.

Sin poder resistirse, Alexander desvió discretamente la mirada hacia el cuerpo del alfa, que se erguía con elegancia junto a la barra. Observó la delgadez de su cuello y la suave curva de su manzana de Adán, que se movía con cada palabra que pronunciaba. Por un momento, se perdió en la contemplación de los rasgos perfectos de Azra, dejando de prestar atención a sus palabras mientras sucumbía a la fascinación que ejercía sobre él. Cuando sus ojos descendieron aún más, su respiración se trabó ligeramente. El alfa se extendía hacia él, con solo un pantalón de chándal como vestimenta. La visión de la piel expuesta de Azra hizo que el corazón de Alexander latiera con fuerza en su pecho mientras luchaba por apartar la mirada y mantener su compostura.

-Alex -la voz fuerte del alfa lo sacudió de centímetro a centímetro, su boca estaba seca y, en algún momento de su ensoñación había empezado a liberar sus propias feromonas. Al alzar los ojos, la mirada preocupada de Azra le saludo.

-Estoy bien -respondió Alexander con un gesto de asentimiento, aunque sus ojos traicionaban la turbación que sentía en su interior.

Azra permaneció en silencio, lo que solo aumentó la ansiedad de Alexander. Un nudo en la garganta comenzaba a formarse mientras luchaba por mantener la compostura frente a la mirada penetrante de su alfa.

Después de ese breve momento, Azra se apartó y continuaron en la cocina. Alexander respiró profundamente, tratando de calmar sus nervios que parecían tensar cada músculo de su cuerpo. Mientras inhalaba y exhalaba, una extraña sensación de inquietud lo invadió, y fue entonces cuando se dio cuenta de cómo su glándula palpitaba. Se preguntó si era el cálido sol de la mañana que se filtraba por la ventana lo que envolvía su espalda baja con un agradable calor, porqué de otra forma, definitivamente estaría en problemas.

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Alexander se dejó caer en las sábanas blancas de su habitación vacía, sintiendo cómo la falta de muebles y la blancura de las paredes parecían absorber la energía a su alrededor. El silencio parecía pesar sobre él, como una losa que lo envolvía en las horas interminables en las que Azra no estaba en casa. Con un suspiro resignado, cerró los ojos y se dejó envolver por el abrazo reconfortante del colchón, permitiendo que el tiempo transcurriera en un flujo lento y silencioso.

Fue entonces cuando el recuerdo matutino del suave beso de despedida de Azra se filtró en su mente, provocándole un súbito rubor en las mejillas y un acaloramiento en el pecho. La imagen de Azra, con su expresión serena y sus labios suaves rozando su frente, avivó las llamas de un deseo latente en lo más profundo de Alexander. Se revolvió inquieto en la cama, incómodo por la palpitación que sentía en la parte baja de su cuerpo. Se levantó de la cama con rapidez, sintiendo el sudor empapando su frente. Necesitaba tomar aire, antes de que el bochorno de la habitación lo consumiera. También ‐y con más urgencia- necesitaba bajar el bulto en sus pantalones, donde la incomodidad era mayor por la falta de liberación.

Al salir al exterior, el sol dorado del atardecer ya iluminaba el cielo, haciéndole sentir extraño por su percepción tan perdida del tiempo. Las horas en esa habitación para el fueron minutos contados con la mano.

Con paso apresurado, se dirigió hacia el espacio abierto donde las alfombras se extendían sobre la arena, un rincón que solía ser utilizado para su qusto personal de contemplar los atardeceres. La brisa marina acariciaba su rostro, llevándose consigo el peso de la opresión que había experimentado en la habitación. Cada inhalación se llenaba con el aroma fresco del océano, renovando sus pulmones y calmando su agitada mente.

Dejando que la suavidad de la arena se filtrara a través de sus dedos se extendió sin pena alguna sobre los cojines. Fue entonces cuando, entre los pliegues de las alfombras, una tela diferente acarició a su palma. Al sacar la tela arrugada, llena de arena y colonia, Alexander sintió cómo su respiración volvía a ralentizarse. Una camisa de Azra, olvidada y escondida entre los cojines dispersos. La sorpresa inicial pronto se mezcló con una sensación de calidez que se extendió por sus mejillas, al darse cuenta de que aquel espacio estaba impregnado con su propio olor.

La vergüenza le consumió por completo cuando se encontró a sí mismo llevando la camisa hacia su nariz, donde el olor fuerte y natural de Azra le recorrió de piel a piel.

Hasta cierto punto, aquel lugar parecía haber sido convertido en un intento de nido. Reconocerlo como tal le provocó una sensación de conflicto interno; en su clan, los nidos estaban estrictamente prohibidos, considerados como lugares que fomentaban la vulnerabilidad y las distracciones. Aunque había dejado atrás la mayoría de las enseñanzas de su pasado, algunas aún dejaban huella en su piel, lo que dificultaba para él deshacerse por completo de viejas costumbres y creencias arraigadas. Pero en ese momento, a pesar de la vergüenza y el conflicto interno que experimentaba, Alexander se encontró incapaz de apartarse completamente de la camisa de Azra. Recordó cómo hace unos días había agarrado dos chalecos del alfa y los había llevado hasta ese mismo lugar, pero al ver las telas tan caras y preciosas extendidas en la arena, se sintió culpable y los devolvió a su lugar en el armario. Al contemplar la camisa de Azra entre los pliegues de las alfombras, Alexander no pudo evitar sentirse afortunado. El aroma que emanaba era fuerte, lo que sugería que la prenda no había estado alli por más de un día. Imaginar a Azra recostado en ese lugar, en el mismo espacio que Alexander había construido para sí mismo, pero del que el alfa no tenía idea, despertó una excitación inesperada en él.

Con un vistazo alrededor, Alexander confirmó que los extensos metros de roca y arena limpia seguían intactos. La posibilidad de que llegaran nuevos vecinos a ese espacio privado era nula, por lo que la soledad de aquel lugar estaba garantizada. Azra se había asegurado de adquirir una propiedad alejada del resto. Su vecino más cercano estaba a cinco kilómetros de distancia.

En esa soledad, su mano comenzó a descender entre sus piernas, despojando con cierta urgencia el delgado pantalón que vestia. A medida que bajaba, un jadeo emocionado escapó de sus labios al sentir la humedad natural que se extendia desde su entrepierna hasta las rodillas. Apenas le dio importancia a su miembro erecto, acariciandolo rapidamente en su camino hacia abajo, donde su entrada palpitaba con urgencia. Mordiendo sus labios con fuerza, dejo que dos de sus dedos empezaran a bombear dentro de él, con la camisa de Azra sobre su rostro, asfixiando sus sentidos.

El susurro del viento y el suave murmullo del mar proporcionaban un telón de fondo tranquilo para el frenesí de sensaciones que invadían a Alexander. Con cada caricia, cada movimiento, su cuerpo respondía con un ardor creciente. El recuerdo del beso de Azra en su frente, el roce de su piel contra la suya, se entrelazaba con la sensación de libertad que experimentaba en ese momento. En algún momento la imagen del alfa sobre él se adueñó de su mente, encontrándose así mismo en su habitación de la mansión Mavi, a las costas Del Mar negro. La mordida de Azra estaba fresca, y su miembro entrando en él le hacían olvidar del dolor punzante en su cuello.

Las caricias de Azra eran amables, como siempre las había imaginado, pero los movimientos de sus caderas entrando en él apuntaban al punto correcto de lo salvaje. Su voz estaba entrecortada mientras pronunciaba su nombre en extasis, cerca del oído de Alexander.

"Alexander"

"Alexander"

"Alexander"

-Alexander.

El último vestigio de su imaginación fue la voz presente de Azra, quien lo llamaba desde la realidad, sacándolo bruscamente de su ensoñación. Con un sobresalto, Alexander se encontró de nuevo en la playa, con Azra mirándolo con sorpresa. La respiración agitada y el sudor cubriendo su frente lo delataban.

Los dos quedaron en silencio, dejando que las exhalaciones bruscas de Alexander y las olas chocando llenaran el espacio entre ellos.

-Llegue hace poco y...venía por mi camisa -dijo Azra después de un tiempo, en una voz que Alexander jamás le había escuchado.

Azra se inclinó para recoger la camisa olvidada entre las alfombras, y en ese gesto, el viento llevó un susurro de su fragancia hasta Alexander, quien permaneció quieto, observando cómo Azra tomaba la prenda y la sacudía ligeramente para deshacerse de la arena.

-Lo siento, no debería haberla dejado aquí -dijo de nuevo Azra, confundiendo aún más a Alexander por su reacción extraña. El tono en su voz hizo que Alexander se sintiera incómodo y aunque quería expresar algo, sus manos se quedaron atrapadas a sus lados.

En algún lugar de su conmoción, sintió el calor de una tela sobre él: Azra cubriendo su desnudez antes de que él siquiera se acordara de ella. Por extraño que pareciera, eso solo hizo hacer enojar a Alexander. Con un arrebato de ira impulsado por la confusión y el deseo reprimido, empujo a Azra con fuerza, dejándolo aturdido y sentado de golpe en las alfombras.

-¿Por qué nunca me tocas?

El gesto de Alexander era inequívoco, aunque sus manos se movían con una expresión de frustración. Azra se quedó inmóvil, incapaz de poder concentrarse para saber que había entendido bien. Los ojos llorosos de Alexander confirmaron sus temores: había entendido correctamente lo que había preguntado.

Azra tragó saliva con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para responder. Sabía lo sensible que los omegas podían ser en los primeros meses de unión, cualquier palabra ruda de su parte haría entrar a Alexander en un ataque de pánico. Después de un momento de silencio tenso, Azra levantó lentamente una mano, extendiendo los dedos hacia Alexander en un gesto de disculpa y comprensión. Gesto que fue rechazado de inmediato.

-No, no quiero mentiras suaves de tu parte.

La expresión dolida en el rostro de Alexander se intensificó y el aroma acre de sus propias emociones amargas ya impregnaba el aire. Con seriedad, Azra tomó a Alexander por los hombros, buscando perfumarlo con su propio olor. Los bruscos empujones de Alexander se detuvieron después de minutos que parecieron eternos, dejando a Azra con solo algunos rasguños menores y la camisa arrugada en la mano.

Alexander comenzó a sollozar al ver los rasgos lastimados en el rostro de Azra, y el peso del arrepentimiento lo abrumó por completo. En silencio, Azra lo observó con cariño, permitiendo que los sollozos de Alexander se extinguieran gradualmente. Cuando su respiración finalmente volvió a la normalidad, Azra envolvió a Alexander entre sus brazos con ternura.

-Me siento culpable -murmuró Azra con voz suave, apoyando la cabeza sobre la de Alexander-. Me siento un horrible alfa por la forma en que he manchado tu honor y el de tu clan.

Alexander quiso girar hacia Azra, pero los fuertes brazos del alfa no le permitieron ningún movimiento. Si quería escuchar, tendría que permitirle el control de las reglas a Azra.

-Me siento culpable por haber dejado de esa manera a mi gente. Y me siento, como un cabron, por tener que hacerte pasar por toda esta mierda de persecución y ocultamiento. Eres más que un omega desaparecido.

Azra soltó un suspiro pesado antes de continuar.

-Nunca había anhelado la cima de la riqueza y los títulos. Pero desde que te conocí, me he sentido maldito por no haber nacido bajo el seno de la herencia de algún clan -dijo Azra, apartándose ligeramente para permitir que Alexander lo mirara a los ojos-. Me siento indigno de tocarte, de estar a tu lado.

Alexander sintió que los sollozos volvían a surgir de su pecho, odiándose por haber dudado de los sentimientos de Azra hacia él. Las manos del alfa levantaron su rostro, cubierto de lágrimas, mientras él luchaba por contener el torrente de emociones.

-Te he hecho llorar, y eso me hace darme cuenta de que he fallado en mi regla más importante: no lastimarte -Azra se inclino hacia él, besando su mejilla con un beso sonoro-. Perdóname, eres mi omega y he olvidado mi responsabilidad como tú alfa.

Alexander lo tomo del cuello, empujando sus labios con urgencia sobre los suyos. Las manos de Azra lo envolvieron de inmediato, dirigiéndolo sobre su regazo. Los labios del alfa exploraron los de Alexander con fervor, buscando consuelo y redención en cada roce. Sus manos se entrelazaron, aferrándose con fuerza mientras se sumergían en el calor del momento.

Los latidos del corazón de Alexander resonaron en sus oídos, mientras las manos de Azra le despojaban de su única ropa superior.

Sus propias manos bajaron hasta los pantalones del alfa, dando un pequeño apretón sobre el bóxer húmedo de Azra. En respuesta, el alfa descendió sus besos húmedos hasta su pecho, pellizcando con deleite uno de sus pezones entre sus dientes. Cuando uno de los dedos de Azra dejó de juguetear con su entrada e ingresó con una lentitud dolorosa en su interior, un gemido de Alexander los sacudió de pies a cabeza.

Azra, ensimismado y con excitación latente, dejo que otros dedos se unieran a las embestidas de su mano. Esos sonidos, dulces y extraños de la boca de Alexander, le ponían el miembro aún más duro.

-Déjalos...déjalos salir -Azra se acostó por completo, dejando que su espalda y piernas se rozaran con la arena mientras contemplaba de frente an Alexander. Desnudo y con un desastre encima.

Cuando la mano de Azra dejó de moverse y se dirigió a la boca abierta de Alexander, el mensaje de lo que quería hacer estaba claro. Alexander se levantó sobre él; y, dejando que su lengua se entretuviera con los dedos de Azra impregnados de su propio sabor, se alineo sobre el miembro duro de Azra, donde podía sentir su cabeza palpitar contra su entrada.

-Ah, maldición...-Azra volteó la cabeza hacia atrás, demasiado ido con la sensación de su pene al entrar en la estrechez caliente del omega. Se mentalizo para esperar an Alexander, quien debía estar con algo de incomodidad por la invasión en su interior. Su espera no duró mucho -nada- y la maldición de su boca escaló a un gemido fuerte, que solo se multiplicó cuando Alexander empezó a moverse sin lentitud alguna sobre él-. Ah...ah...

Sus manos se aferraron a la cintura de Alexander, bajándolo y subiéndolo en un ritmo tortuoso para ambos. Los débiles sonidos de Alexander solo aumentaron con cada embestida y Azra sintió perder el control con cada uno de ellos. En una desesperación por llegar hasta lo más profundo de las paredes cálidas de Alexander, el alfa los volteó a ambos, dejando que esta vez la espalda de Alexander se envolviera entre las alfombras.

Los empujes de Azra incrementaron en fuerza y rapidez, dejando los ojos de Alexander en blanco, completamente perdido entre los sonidos acuosos de sus cuerpos. En algún punto, Azra tomó su mano y la dirigió a su mejilla, haciendo que Alexander se envolviera aún más entre su propia pasión. Su lengua se movió entre sus dientes, y su garganta ardía con urgencia, como nunca lo había hecho en años. Finalmente, el impulso de hacerle saber a Azra de su propia amatividad le consumió.

-M-más, qui-iero...más.

Azra abrió los ojos con sorpresa y se detuvo brevemente. Después, una sonrisa cálida se extendió por su rostro, iluminando su mirada con una ternura que Alexander nunca había visto antes. Y por eso, con una facilidad sorprendente hasta para si mismo, se dejó pronunciar con calma.

-Te...amo.

Las palabras resonaron entre los dos, cargadas de un alivio por parte de Alexander, su voz no se habia ido, seguía ahí, expresándose libremente frente al hombre que ama. Azra envolvió su cuerpo con más fuerza, sus brazos rodeándolo con ternura y protección. Alexander pudo sentir la humedad de las lágrimas de Azra en su hombro.

-YA lyublyu tebya, podsolnukh [Te amo, girasol].

Sin ninguna prisa, Azra se deslizó una vez más en Alexander, manteniendo un ritmo más lento pero igualmente intenso que los Illevó al clímax con diferencia de segundos. El sudor cubría sus cuerpos mientras sus labios cansados seguían buscándose en un beso apasionado. Azra sostuvo a Alexander sobre su pecho, compartiendo el calor y la intimidad del momento. De repente, el olor de la cordita los sacó de su ensimismamiento mutuo cuando los fuegos artificiales estallaron en el cielo nocturno, iluminando la playa con una cascada de colores brillantes y fugaces. La fiesta de los locales había terminado, pero para Azra y Alexander, no pudo importarles menos.

Tenían un sin fin de días en su vida que disfrutar juntos que empezaría con un para siempre.

════ ∘◦❁◦∘ ════






Una semana después, una carta por fin encontró su camino a Turquía.

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