Doce
Adrián estaba más tranquilo. Pero no dejó de preguntarse por los progresos de la policía. A lo largo del día Evelin y Max lo convencieron de lo innecesario de su estado angustioso.
También lograron convencerlo de salir esa noche y así distraerse. Había cancelado una cita programada para esa misma noche ya que no se sentía muy dispuesto para el tema, pero no costó reanudar el compromiso gracias a su galanteria innata. La bella cita de Adrián no se opuso en reanudarla, es más; prefirió cenar en casa y así evitar un trastorno innecesario para él saliendo. A eso de las ocho de la noche Adrián con cara victoriosa; de marchó.
Los ayudantes de cupido estaban contentos de verlo tan animado.
Ahora les tocaba a ellos.
-¿Te apetece una cena antes de ir con los amigos? -preguntó Max recordándo a Evelin su compromiso.
-Me apunto -dijo de pronto optimista en su salida.
-En una hora, aquí -señaló Max.
-No necesito tanto -rieron y se encerraron en sus habitaciones.
Treinta minutos después bajó Max. Se sentó a esperar en el salón. A los diez minutos, Evelin abrió sus puertas. Max giró para jactarse de su tiempo record pero se le atascaron las palabras en la garganta.
Evelin llevaba un vestido negro. Ceñido a la cintura y voluminosa en la falda, pero corta.
<< Vaya si era corta. >>
Sus piernas curvilineas esta vez iban cubiertas por unas medias negras y llevaba tacones, detalle que lo sorprendió en ella. El escote era una historia aparte... A modo de camiseta hecho de punto brillante, discreto pero llamativo a la vez. Llevaba los botones abiertos, de un modo sugerente; igual a la camiseta del otro día.
Max atisbó el encaje de su sujetador negro asomando. Pero no era algo que estuviera a la vista, lo vio por qué lo buscó.
<< ¿Dónde había un amigo que le diera una bofetada oportuna? >>
Su cabello estaba rizado y sus pómulos realzados con rubor, sus parpados cubiertos por oscuras y las líneas de sus ojos estaban enmarcados con delineador negro, todo realizaba sus ojos verdes.
-Yo ya estaba lista pero te he dejado ganar -manifestó acercándose a él.
Max la recorría con la mirada mientras se levantaba.
-¿Qué pasa? ¿Estoy mal?
-¡No por Dios! -dijo un tanto ahogado, rodeó el sofá y se puso delante de ella.
Con los tacones llegaba justo a la altura de su rostro.
-Es solo que no me esperaba esto -indicó con las manos hacia su cuerpo-. Estas preciosa... -alabó.
Evelin no soportó el peso de su mirada embelezada y desvió la suya arrobada.
-Gracias.
-Las que tú tienes...
Ella se echó a reír al momento de oir esa expresión más bien propia de don Felipe.
-¿Qué has dicho? -preguntó risueña.
-¿Qué?... No sé lo que he dicho... -parecía perdido en lo que sus ojos veían-. Dime... ¿Todo esto es por mí?... -sonreía como si estuviera recibiendo un regalo inesperado.
Ella lo observó emocionada por su reacción, pero al momento pensó en algo con lo que replicarle.
-Cielo, primero debes demostrarme que sabes empuñar un arma antes de querer agarrar esto.
Max la miró con pasmo. Ella le guiñó un ojo con soberbia.
-Voy a por una chaqueta.
Max sonrío por ese comentario. Estaba agradecido ante su cambio de actitud. Era una buena señal.
Cogieron el coche de Adrián. Este se había ido en autobús justamente para dejarles el coche. Y porque él no pretendía volver aquella noche.
<< Truan. >> Pensó Max.
La cena a solas de Max y Evelin se chafó a medio camino. Los amigos llamaron para lo mismo. Cenar antes de ir bailar.
Se encontraron en una hamburguesería con Laila y su pareja de la noche; un compañero del trabajo bastante cachas llamado Ekar. Otro chico llamado Kepa, tan alto como Max; líder de la banda donde antes tocaba Evelin, con quien por cierto no se cayeron muy bien. Y otra joven voluptuosa y muy producida de sangre rockera; la vocalista de la banda, se hacía llamar Joan, como Joan Jett.
Tres parejas. Todos hablaban hasta por los codos menos Evelin y Max. Participaban en la conversación, pero estaban más concentrados en lo cerca que se tenían, sentados en la esquina de la mesa, pegados a la pared.
Los roces de hombros, toque de brazos, choque de rodillas daban como un subidón de adrenalina. Bueno, para Max por su tamaño era irremediable que se pegara a Evelin por debajo de la mesa, pero ella aunque tuviera las piernas cruzadas, tampoco se apartaba de él. Al contrario, se encontraba de lo más cómoda.
En un momento dado Evelin se acercó a la oreja de Max para pedirle paso. A Max se le erizó la piel al completo. Se puso en pie para dejarla pasar, Evelin tuvo que pegarse a Max al cruzar delante de él. Sintió un vuelco en el estómago al percibir su perfume. Casi no oyó cuando Joan dijo que la acompañaría al servicio.
Max suspiró con disimulo al sentarse.
Laila vino de la misma a sentarse a su lado.
-¿Necesitas una RCP? Respira -obvió Laila.
-¿Tanto se me nota?
-Por favor, no me ofendas. Hay detalles que dicen mucho. Pero solo los privilegiados como yo saben verlos. ¿Has visto el video? -inquirió en voz baja.
-Sí. ¿Pretendías que me acojonara?
-Claro que no. Pretendía que conocieras esa faceta suya. Era una chica difícil.
-¿Era? ¿Ya no lo es? -musitó irónico.
-Bueno, con mi primo lo dejó ocurrir. Yo la vi reservada pero estaba dispuesta a seguir. Si él no la hubiera cagado -agregó.
-No te ofendas, pero tú primo es una mezcla entre gilipollas y cabronazo, no merecía a Evelin.
-No me ofendo -desdeñó-. Porque tienes razón.
-La diferencia es que a él no le habló de su enfermedad. Vivían una relación con tapujos. Yo lo sé todo y justamente por eso será más complicado cualquier acercamiento.
-Sí. Te rechazará si vas de frente...-meditó Laila.
-¿Qué debería hacer entonces afrodita?
-Yo os daré un empujoncito. Tú no te rindas. Mi chica vale la pena.
-Eso ya lo sabía.
-Tu labor ahora es hacerte imprescindible -aconsejó Laila y acercó su puño para chocarlo con el de Max antes de irse a su sitio.
<< ¿De frente no eh?... vale. ¿Y cómo hacerse imprescindible para una chica tan compleja como Evelin?... >> -se cuestionaba él cuando Evelin regresaba con Joan a la mesa.
Ella no solía usar tacones pero su caminar era fluido y seguro. El movimiento habitual de sus caderas estaba más acentuado.
<< ¡Joder! Qué guapa es... >> -pensó.
En cuanto llegaron Joan azuzó a todos para que se marcharan. Evelin apoyó la mano en el hombro de Max.
-¿Vamos? -ofreció tendiéndole la mano y él la cogió.
Había propiedad en el tacto de ambos pero ninguno hizo alusión alguna sobre las sensaciones que fluctuaban en el aire. Max se tomó enserio lo de no ir de frente. Sino hacerse importar y de paso; disfrutar de lo cerca que la tenía. Solo para él.
Los tres coches se siguieron hasta el punto de encuentro. Laila y su cita en el primer coche. Kepa el rockero con Joan en el segundo coche y Evelin y Max detrás.
Llegados al "antro" se vieron otra vez. El ambiente dentro era prometedor pero estaba abarrotado. Buscaron algún rincón donde apostarse. Había zonas de mesas y sillas. Tardaron un rato pero localizaron un sitio. Tenían que pegar gritos para hacerse oír.
Los tortolitos Evelin y Max sin embargo parecían pegados con dulce de leche y les bastaba la mirada para comunicarse. Laila alucinaba con su comportamiento, tanto que llegó a pensar que Max y su amiga ya estaban juntos y no se lo habían dicho. Pero estaba claro que solamente es la complicidad. Laila los observaba constantemente.
<< ¿Cómo conseguían estar tan cerca, hablarse al oído, tratarse de ese modo cariñoso... ¡¿Sin acabar a los besos?! Inquietante...>>-pensaba Laila.
Trajeron bebidas y continuaron su parloteo, un tanto dificultoso por el barullo. Joan alababa a Evelin delante de Max. Kepa parecía ignorar a Max, replicando a Joan con elogios melosos hacia Evelin y su talento.
Para Max la faceta rockera de Evelin de la que estaban hablabando le daba impresión de no encajar con ella, pero lo comentaban con convicción y deseó verlo también.
Laila intervino proponiendo un juego entre todos.
Verdad o consecuencia. Todos dijeron que sí, Evelin se abstuvo de responder, sabía que Laila al igual que Adrián era muy traicionera. Podría usar un vergonzoso dato tuyo sin inhibición, solo para ponerte en un aprieto.
"Es solo un poco de risoterapia, a tus expensas", suele decir Laila para quitarle importancia a sus bromas. "Ríete de ti mismo antes que lo hagan los demás", decía si no.
<< A saber lo que hará >>-se amedrentaba Evelin.
Laila dirigiría el juego. Empezó con los demás. Ekar le hizo las preguntas a ella y luego ella se volvió hacia Evelin, quién se puso tensa al momento.
-¿Verdad o consecuencia? -preguntó con una gran sonrisa.
-Verdad -contestó Evelin. Miró a su amiga con desconfianza.
-No es cierto que... -<< Ay mi madre... >>-pensó Evelin-. ¿Has dicho que te tirarías a cierto tío que vimos en la biblioteca, ahí entre los libros si no mirase nadie?
-¡Evi! -exclamó Joan.
-Sí -reconoció ella incapaz de mirar a nadie.
-¿Y quién era? -quiso saber Kepa muy serio.
-Eso ya es parte de otra ronda -apuntó Evelin.
-¡Max! -Laila se volvió hacia él-. ¿Verdad o consecuencia?
-Verdad -escogió él.
-¡A qué edad y con quién! -señaló esta vez. El grupo soltó unas risas-. ¿Has tenido tu primera vez? -Evelin se volvió hacia él con una sonrisa divertida.
-Ahm... a los 16.
-¡Uhh...! -exclamaron las chicas.
-Con una chica de universidad -añadió orgulloso.
-¡Sí tío! -Lo alabó Ekar desde el otro lado.
-Pero fue un desastre -calificó consternado-. Sin experiencia no mola nada -aclaró para las risas de sus acompañantes.
Laila hizo otra ronda. Pero esta vez hizo la pregunta primero a Max quien eligió verdad otra vez. Prueba de la que salió ileso.
-Evelin... ¿Verdad o consecuencia? -Liala la miraba combativa.
-Consecuencia -decidió para no caer en una trampa de Laila. Pero se arrepintió al momento en que atisbó la sonrisa diabólica en él rostro de su amiga.
-Tienes que dar un beso... -levantó el dedo índice y se lo llevó a los labios-. En la boca, a tu pareja de esta noche.
<< Si pudiera con gusto la estrangularía >> -Evelin miraba a su amiga con rabia contenida.
-No te pases -reprendió. La incomodidad le crecía por dentro.
-¡¿Qué?! ¿No habías dicho que le meterías la lengua hasta la garganta? No digas que eres capaz de algo si en verdad no lo eres. ¡Vamos! Demuestra que no eres una mentirosa -retó Laila.
Max estaba con la boca abierta, estupefacto por lo que estaba oyendo.
Evelin sabía que no lo haría, pero irremediablemente se le pasó la imagen por la cabeza y enseguida reprodujo las irremediables consecuencias de un beso entre ellos dos.
-¿En verdad has dicho eso? -inquirió Max. Ella no lo miró.
-Vamos Evi -apuró Joan- ¡Porque si no lo haré yo! -amenazó.
-Venga -azuzó Laila.
Evelin no se lo pensó más.
-Lo siento, para mí se acabó el juego -manifestó Evelin. Se puso en pie y se alejó del grupo.
Max se quedó con el corazón en un puño. Cuando amagó levantarse para ir tras ella Laila lo detuvo con un gesto.
-Iré yo.
No saber o no entender lo que sucedía con Evelin lo angustiaba de tal manera que el gesto de Laila deteniéndolo fue como si le tiraran un yunque de dieciséis toneladas en la cabeza igual que al Coyote. Se sentía fuera de combate.
Laila fue tras su amiga. Evelin se detuvo al lado de la barra al otro lado del local. Se cruzó de brazos y esperó a Laila, sabía que vendría tras ella.
-¿¡Pero qué puñetas es lo que te pasa!? -reclamó en cuanto la vió.
-A mí nada. Es un juego Evi.
-No cuando lo manipulas.
-Era solo para reírnos, como cuando...
-Has sacado a colación nuestra conversación privada.
-¿Lo de la biblioteca? Si solo era una broma entre las dos.
-No me refiero a eso. Además sabiendo lo que sabes. ¡¿Cómo me pides hacer algo así?!
-¿Qué es lo que sé?
-Joder Laila. ¿Te burlas de mí?
-¡Claro que no!
-Max es la última persona con quién me atrevería a hacer algo así.
-¿Por qué? Dijiste que te gustaba. Creí que te parecería bien.
-¡Lo has hecho a propósito!
-Desde luego, solo es un juego. Y lo saqué a tu favor -sonrió con picardía.
-Para mí no es un juego -acusó Evelin.
-¿Qué quieres decir? Es que te has enamo...
-¡No lo digas! -la cortó-. Esto es un desastre -lloriqueó tapándose el rostro con las manos frustrada y avergonzada.
Laila no cabía en sí de contento por el éxito de su estrategia. Ahora sonreía a su amiga con ternura.
-Evelin es estupendo.
-¿Qué tiene de bueno? -masculló.
-El amor siempre lo es.
Evelin sintió de pronto aquellas palabras recorrer sus venas con rapidez... Miró a Laila al fin. El desconcierto reinaba en su rostro.
-Así es, amor... -pronunció su amiga.
<< ¿Es lo que siento por Max? >>
Pero el pecho de pronto le oprimió, era la certeza expandiéndose a diestro y siniestro. Aún así, no concebía que con solo unos días de convivencia pudiera generarse tamaño sentimiento.
No obstante era innegable que esos pocos días han sido muy intensos y Max, no sólo estuvo allí, sino que estuvo a su lado perenne.
<< ¿Qué iba a hacer desde ahora? ¿Cómo ocultárselo a Max? >>
-Déjalo ocurrir Evelin -ofreció Laila.
-No puedo. -Evelin negó mirando hacia donde estaba Max.
-Vas a perderlo entonces -terció Laila con cierta desesperación.
-Pero él ganará -musitó Evelin-. Quiero que sea feliz.
-¿Y sí su felicidad solo está contigo?
-Yo no tengo más que amargura para dar y regalar.
-Evelin...
-Se acabó Laila. No debemos estropear la noche.
Evelin recompuso su posición. Laila a su vez no lo consiguió muy bien. Volvieron donde el grupo. Evelin se acercó a Max y le pasó la mano.
-¿Me concedes un baile? -preguntó solemnemente.
-Desde luego mademoiselle -tocó su mano, se agachó y besó el dorso como un caballero.
Tras ellos, se apuntaron todos a bailar.
Evelin tenía la mirada melancólica pero una bella sonrisa que distraía el foco de atención a esa dirección.
Max no era tan perspicaz como Evelin, mas no perdía detalle mientras sencillamente le seguía el rollo. Algo le sucedía y no quería demostrarlo pero él no iba obligarla a tenerle confianza, debía ganársela.
Evelin estaba dejándose llevar por éxtasis que creaban la pista de baile y las luces de neón, Max aunque algo inseguro debido al estado de Evelin, también se dejó llevar, a sabiendas de que si hubiera un problema médico, él lo detectaría. Ambos aprovecharon la aglomeración para estar pegados el uno al otro.
Evelin no saltaba como los demás, la fatiga del día anterior aún no la había abandonado, pero bailaba disfrutando cada melodía que ponía el DJ. No obstante después de cuatro piezas consecutivas, el movimiento le pasó factura con un mareo descomunal. Cerró los ojos con fuerza y se encaramó del brazo de Max deteniéndose por completo.
Max, asustado hizo lo mismo y buscó el rostro de Evelin apartando su cabello. La encontró con los ojos cerrados y son más la abrazó y la apretó contra sí.
-Tranquila... -Le dijo al oído.
-Es un mareo -informó ella.
-Salgamos de aquí.
Sin soltarla le pasó un brazo por el hombro y con la otra mano le sostuvo la cabeza contra su pecho. Evelin arrugaba la camisa de Max entre los puños ayudándose para caminar. Max la llevó a sentar sobre un taburete alto en la barra; se mantuvo delante de ella para hacerle de apoyo.
Aún en medio de la sensación de estar en una montaña rusa, Evelin apreció al detalle el abrazo protector de Max.
Él tenía la mano en su nuca. Con los dedos enredados entre su cabello. Ella oía su corazón latir tranquilo. Menos mal él no podía oír el de ella, porque entre lo lento y lo fuerte de los latidos, creería que se estaba muriendo.
Y tal vez estuviera muriendo. Pero de amor para variar. Se estaba tan bien allí... Ojalá la vida permitiera la longevidad de ese instante. Ojalá fuera de otro modo, se lamentaba ella.
Y en medio del lamento silencioso en su interior, en su mente echa un torbellino escuchó como un grito lejano...
Lo oía más cerca.
Pero no era un grito... Sino una conversación. Venía de lejos, como mezclado con el viento. Trató de concentrarse. Se acercaba aún más...
Llegó.
Era la voz de Max y ella contestaba. Hablaban por teléfono. La voz de Max sonaba a travez del tubo. La conversación era conocida. Como reciente. Pero en realidad solo lo parecia... Porque aunque fuera algo inverosímil, ella sabía que esa conversación era de hace seis años.
-¡Feliz graduación preciosa! -exclamó Max contento.
-¡Gracias! Ya estabas tardando -reclamó ella bromeando.
Las palabras pronto tomaron otro rumbo. Sí que había intimidad entre ellos. Él se deshacía en alagos para con ella. Ella los aceptaba gustosa sin inhibirse.
Finalizaron la conversación con una confesión reciproca:
-Ojalá estuviera ahí contigo -manifestó él.
-Ojalá estuvieras aquí conmigo -replicó ella.
Pero esta vez no ha ocurrido como otras veces, esta vez el recuerdo la golpeó, cayó encima de su pecho como un martillo sobre un clavo.
Las palabras de ese recuerdo martillaban una tras otra hasta que acabó abriendo una grieta. Una grieta en las capas sobre capas que cubrían su memoria y su corazón.
Fue entonces cuando vio desde cuándo y de qué modo estaba unida a Max. Más de lo que podía contemplar o mesurar. El recuerdo la golpeó porque lo recordado incrementó su estado actual de desorden sentimental.
Por primera vez en años reconocía sus propios recuerdos. Y estaba completamente perdida con respecto a lo que quería o debía hacer.
Le había dicho a Max: Te encontraré. Y lo hizo. Y ahora... ¿Qué iba a hacer con ello?...
-Joder -masculló en un suspiro.
Max sintió su aliento tibio contra su pecho y se inclinó hacia su rostro.
-Ehh... -Evelin a su vez sintió el aliento tibio de Max en la oreja- ¿Cómo va la cosa? -Oírlo tan cerca era como recibir anestesia.
-Se está muy bien aquí -reconoció.
Max rio relajado. Evelin se obligaba a no apretarse contra él. A no aferrar su espalda con los brazos. A no levantar su cabeza y buscar sus labios.
Todo acto tiene una consecuencia. Y si no quería enfrentarlos debía quedarse quietecita.
-Te pediré un refresco.
-Buena idea -musitó ella.
Max pidió una bebida libre de cafeína sin soltar a Evelin. Cuando le trajeron el vaso, Evelin se incorporó y tomó apoyo en la barra fingiendo estabilidad. Cogió el vaso y lo vacío en dos tragos. Tenía que ponerse bien de una vez o acabaría haciendo algo de lo que se arrepentiría si seguía apoyada en Max.
-¿Ya estas mejor?...
-Sí -asentía con expresión insegura. Max lo notó.
-Pues no lo parece -dijo Max sin poder entender su cambio de actitud.
-Estoy bien. He sobrevivido hasta hoy sin ti, así que puedo sola -comentó sonriendo. Intentaba hacerse la graciosa en su penoso estado.
-Lo sé, eres una superviviente -combinó él algo contrariado con su comentario.
-Oye, por si no lo has notado, estaba bromeando -explicó con temor a hacerlo enfadar.
-O sea que sí me necesitas -acusó él.
-Bueno... Nunca tuve un amigo muleta. Te has hecho necesario. Pero no debo acostumbrarme, el chollo se acaba el lunes -desvió ella la mirada.
-No se acabará. Yo seguiré siendo tu muleta.
-Pero no a tiempo integral -aclaró.
-Sí me quieres para ti sola, solo dímelo.
-¿Así de fácil? -ironizó ella con una media sonrisa.
-Solo chasquea los dedos.
Evelin no continúo, se lo quedó mirando mientras él escudriñaba sus ojos.
-¿Dejarías tu vida tranquila a cambio de una vida llena de angustias? -negó con la cabeza-. No eres tan insensato. En cuanto te vayas a tu nueva casa y empieces el trabajo verás la vida independiente y apasiguada que te esperaba. No me echarás de menos.
Las palabras que decía Evelin no eran solo para convencerlo a él, esas palabras iban también dirigidas a ella.
-¿Sabes lo que yo creo? -Evelin entornó los ojos interrogante-. Que no dices lo que piensas de verdad.
-Nadie nunca dice lo que piensa de verdad Max -rebatió ella.
-Es igual. -Se encogió de hombros-. A mi me gustaria que dijeras lo que sientes ahora mismo. Que te pusieras en situación sencible y me dijeras que me echarás de menos.
-¿Eso quieres?... -replicó Evelin.
-Eso quiero -afirmó él tajante sentándose en una butaca a su lado.
Evelin hizo una mueca extraña con la mandíbula, moviéndola de un lado a otro. Max lo interpretó como un gesto de tensión.
-¿No has dicho que seguirías siendo mi muleta sea como sea?
Max decidió que debía forzar un poco la situación. Se acercó más ella.
-No puedes verdad... No eres capaz de decirlo. -La retaba.
-No te echaré de menos, porque seguirás aquí -sonrió convencida.
-No te hará menos fuerte admitir lo que sientes Evelin. Al contrario.
-No sé muy bien que es lo que quieres oír.
-Sí que los sabes -discrepó él.
-Solo aclárame cual es el término clave en el que nos estamos expresando -consultó ella arrugado la frente.
-Si lo preguntas es porque comprendes el término. Creo que estamos pensando en lo mismo.
-¿Es que sabes en lo que estoy pensando?
-Es más una corazonada. Pero me arriesgo a decir que es una certeza.
-Pues dime, si estás tan seguro. -Evelin se envalentonaba.
-Dime tú y comprobaré si era cierta mi corazonada.
-¿No estabas seguro?
-He dicho que me arriesgaba a pensarlo.
Esa conversación podría seguir así si no iban al grano. Por ello Evelin decidió ser más franca.
-¿Cómo sabes que lo que siento te agradará? Quizá te disguste y ya no quieras ser mi muleta.
-Nada de lo que digas tú podría desagradarme Evelin.
-Creo que me has puesto en un pedestal muy alto.
-No te he puesto ahí. Siempre lo has estado. Yo he tenido que escalar hasta ti -aseguró con ternura.
-Te aseguro que no comprendo como puedes decir eso, después de todo lo ocurrido estos días. Yo simplemente me detesto por ello -declaró contariada.
Max cambió de expresión. Evelin no estaba receptiva en este momento.
-Laila tiene razón en lo que a tu defecto se refiere.
-¿Cuál es el defecto que destaca entre todos? -levantó ella las cejas con sorpresa.
-El único que tienes Evelin. Menospreciarte. Aunque tú lo llames realismo, la única realidad es que te infravaloras demasiado.
Evelin fue construyendo un mohín de disgusto. No le gustaba tocar ese tema.
-Mi defecto no es menospreciarme. Si no que vuestro defecto es el de pecar de lástima. Y ver algo cuando no existe -masculló con la mandíbula tensa.
-¡¿Lastima?! -reaccionó Max.
-Sí, lástima -espetó ella-. Yo no despierto nada más que eso en la gente.
-¿Eso es lo que crees que todos sentimos por ti?
-Hay días en los que me convenzo que hay algo más. Pero hay otros días, como este que me recuerdan que no sea pretenciosa.
-No estás midiendo tus palabras Evelin.
-No. Tú has tocado este tema. Para mí es una herida abierta.
-Solo tú lo ves así.
-Deja de decir eso. -La rabia empezaba a tomar cuenta de ella.
-Eres como una niña caprichosa -acusó él.
-¿Sólo porque no comparto tu razonamiento ya soy una niña caprichosa?
-No, lo eres porque no estas abierta a ninguna otra opinión. No dejas a nadie hablarte -regañó.
-No es un capricho, es mí modo de ver las cosas.
-Pues no está bien -refutó Max con convencimiento de causa.
-Desde el punto en que mi jodida memoria me permite recordar yo siempre he pensado así Max, todos lo saben y saben por qué.
-Porque con ese comportamiento solo intentas alejar a la gente de ti. Y no lo conseguirás y lo sabes. Tan solo nos pones las cosas difíciles y debes dejar de hacerlo.
-¡No puedes hacer eso! Intentar cambiarme de la noche a la mañana...
-Evelin... -llamó una voz detrás de ellos acallando de inmediato la discusión.
Ambos miraron hacia él y quedaron tiesos de la impresión.
-Federico... -pronunció ella.
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