Diez

Aquella tarde no terminó bien.

El calendario de cefaleas de Evelin fallaba quizá por un día o dos, pero siempre coincidía.

Mientras continuaban hablando de la manera tan íntima con la que fueron acercándose, el dolor empezó a hacer acto de presencia en la cabeza de Evelin.

El ojo izquierdo fue rodeado como por un anillo candente. Se extendía por las terminaciones nerviosas como si fueran tentáculos. Con estas se unían las pulsaciones originadas en la zona temporal. A los pocos segundos, el dolor era unilateral. El ojo palpitaba, la cabeza pesaba. Estaba empezando.

Al momento ella cambió de semblante a una expresión compungida. Ya no controlaba su propio rostro. Max se percató enseguida, y lo supo.

Los ojos de Evelin se anegaron. El ojo afectado se tornó rojizo. Ella no se movía. En tan solo un instante dejó de ser ella.

-Te ayudaré -ella solo le tendió la mano y lo dejó dirigirla.

Max la llevó a su habitación, la hizo sentar en su cama y con rapidez tomó la bombona de oxígeno. Acopló la cámara de aire y luego se lo puso a Evelin en el rostro. Abrió el conducto, ella respiró lento, cerró los ojos.

Max permaneció muy quieto.

Evelin no podía pensar. Solo deseaba que acabase... Pero el infierno acababa de empezar.

Ella consideraba que de todos sus males, este era el peor. Si el oxígeno no funcionaba, tenía que aguantarse.
Los triptanes (medicina efectiva contra esta patología), a ella le afectaban al corazón.

Durante estas crisis se le cruzaba cualquier cosa por la cabeza para acabar con el dolor. Y no son ideas muy bonitas.

<< Morir... >>

Para dejar de sentir dolor, que se esfumara. Y por consiguiente, acabar con el sufrimiento de su familia. Pensaba irremediablemente en que Adrián retomaría su vida. Laila dejaría de preocuparse. Los abuelos vivirían más tranquilos... Sí tan solo su corazón parase allí mismo. Ojalá se desvaneciese. Ojalá se rindiera. Ojalá abandonara la lucha inútil en la que estaba enzarzado.

<< ¿Por qué seguir? No voy a ninguna parte. Quiero dejar de caminar. Estoy cansada. Quiero morir... >> En su mente gritaba... Y gracias al cielo Evelin nunca era escuchada.

Todos estaban pendientes hasta en el más mínimo detalle cuando Evelin caía en esa crisis porque sabían que hablar de ello no es lo mismo que estar dentro de ese infierno particular, con ese dolor encima, hastiada del mundo y aparentemente sin nada que perder, porque sabían que ella cocinaba esos pensamientos convirtiéndose en una suicida en potencia al igual que todos los enfermos de cefalea y eso les aterraba puesto que; aunque no fuera capaz de mover un músculo, un simple empujón de voluntad bastaría para procurarse el fin del dolor. Rápido.

Su psicólogo, Laila, Adrián, los abuelos; todos miraban por ella, hablándo de este problema, dándole importancia a la vida, a todo y cada uno de los detalles.

Pero en medio de una crisis como aquella, ella lo olvidaba.

Todos la comprendían, apoyaban, aconsejaban. Pero ninguno sabía lo que ella sientía. Nadie.

A los quince minutos, Max retiró la máscara del rostro pétreo de Evelin y esperó.

-No funciona -articuló ella sin mover apenas los labios.

Las lágrimas caían por sus mejillas, sus parpados temblaban.

Max no podía hacer nada más, y eso le desgarraba el alma. Evelin estaba sufriendo y no podía ayudarla.

Se levantó de delante de ella y fue a cerrar las ventanas y persianas con los hombros caídos y arrastrando los pies. A medio camino de cerrar la segunda persiana vió a Evelin intentar levantarse, corrió a ayudarla. Ella se apoyó en él mientras se tapaba la boca, tenía arcadas. Max la llevó hacia el cuarto de baño. Pero antes de entrar Evelin deshizo su apoyo sujetándose por el marco de la puerta. Max lo entendió.

Quería estar sola.

Lo que él no esperaba fue el portazo que dio ella a continuación. Max reaccionó pero tarde cuando Evelin trancó la puerta.

-¡¿Evelin?! ¡Por favor no cierres! Por favor déjame ayudarte -rogó. Ella no contestó-. Por favor... -esperó la respuesta con la frente pegada a la puerta.

La ansiedad fue en aumento.

-Solo márchate Max -pronunció con voz queda. No dijo nada más.

La escuchó toser; un martirio añadido para ella. Max no pudo más que obedecer a regañadientes. Y la dejó sóla, arrastrando las manos vencidas por la puerta que la alejaba de él.

En menos de una semana, pensaba dolorosamente, comprobó de primera mano todas las afecciones de Evelin. El síncope en las escaleras. El desvanecimiento por bradicardia. La cefalea... Queda uno. Pero ojalá nunca ocurra.

Max hizo estudios complejos en el instituto neurológico de Londres realizando prácticas, acompañó investigaciones importantes, tenía noción exacta de la dolencia de cefalea en racimo que sufre Evelin. Pero todo conocimiento era inútil en aquel momento... Nada servía para ayudarla. Y saberlo le corroía por dentro.

Sabía que Evelin solo sufría crisis mensuales, pero no por ello es menos importante, no menos doloroso. Estaba hecho polvo, quería poder entrar junto a ella y al menos abrazarla y así hacer que el dolor se fuera. Pero de sobra conocía lo que estos enfermos necesitaban.

Soledad, silencio, oscuridad.

Podría tardar de quince minutos a tres horas en acabarse.

<< Esta espera será infinita >>.

No es lo mismo estudiar a diez pacientes desconocidos que vivir la angustia de alguien a quién quieres. Max notaba sus articulaciones languidecer, no tenía voluntad para nada. Como si su fuerza vital se estuviera fugando a través de una herida abierta.

Antes de venir a Bilbao nunca halló nada de valor por lo que invertir su interés. Cuando al fin encontró a Evelin sin embargo fue como tener al fin a su ideal delante. Sentía conocerla y por ende se sentía en casa...

Max abrió mucho los ojos.

Entonces lo vio diáfano, como si cayera el velo negro que nublaba su entendimiento. Sí... Llega un momento en el que se descubren tus sentimientos y no los reconoces porque nunca antes has sentido nada igual, no los sabes definir. Aunque te devanes los sesos buscando la respuesta, esta se presenta de por sí sola ante tus ojos de la forma más simple posible.

<< Cuando menos te lo esperas >>.

Una imagen, una palabra, un gesto. Bastan. Y acabas sabiendo la respuesta. O tal vez ni te lo has planteado y aun así lo vez y ya no puedes seguir pensando como antes. Por qué esa imagen, palabra o gesto; lo cambió todo. Absolutamente todo. Y eres otro sin pretenderlo.

Max notaba ese cambio y era radical.
Ayer estaba confuso, amedrantado. Hoy tenía esperanza, y sabía lo que quería.

La quería a ella. Quería a Evelin. Más que a su propia vida, más de lo que pudiera conmensurar.

Los años se avinieron sobre él. Ella siempre estuvo en ellos. Por eso nunca pudo hacer su vida, porque faltaba Evelin. Ocho años ha tardado, pero al final la tenía en su vida. Y haría lo que fuera para qué continúe así.

La casa permanecía en un completo silencio. Su atención estaba puesta en el sonido del cerrojo. Concentrado, esperaba oírlo. Pasaron dos horas tormentosas, pero al final, escuchó ruidos desde de el cuarto de baño.

Se levantó de un salto y casi corrió hasta la habitación de Evelin. En medio de la oscuridad se quedó parado, esperando. Percibió el chorro del grifo...

Como un celador que finalmente abre la celda de aislamiento para liberar al cautivo, la puerta del baño se abrió. Aún en la total oscuridad, para Max se hizo la luz al verla. Ella era la luz. Evelin levantó el rostro y lo vió allí, como un soldado, firme. Tomó apoyo en el marco de la puerta, tenía una toalla en la mano. Se quedó mirándolo sin decir nada. Tenía los ojos adormilados. La cara inexpresiva.

-Lo siento -dijo al fin-. No quería hacerte sentir mal... -tragó saliva. Estaba muy lánguida-...otra vez.

-No eras tú.

Evelin se incorporó y Max adelantándose la ayudó a llegar a su cama. Acomodó los cojines y ella se tumbó de lado.

-Creerás que soy un fastidio -musitó-. Con todo lo que has visto en tan pocos días... Vaya anfitriona te ha tocado.

-Pediré la hoja de reclamaciones -bromeó. Ella sonrió y luego suspiró.

Max se sentó sobre sus piernas al lado de la cama, poniéndose delante de ella, a la altura de su mirada.

-Pronto se acabará. Te irás a tu casa.

-Solo a diez minutos de aquí. Estaré todo el tiempo pendiente de ti. No te libraras de mí -prometió.

-¿Quién quiere a un saco de problemas como amigo?

-Yo quiero. Echaré de menos cuidar de ti -manifestó. Evelin desvió la mirada.

-Me siento como si me hubieran dado una paliza y me hubieran pegado un tiro en el ojo. Esto da asco.

-Si tan solo pudiera hacer algo por ti.

Evelin extendió la mano izquierda y la apoyó en la mejilla de Max. Acarició su pómulo con el pulgar, luego lo retiró con suavidad dedicándole una sonrisa tenue.

-Ya lo has hecho...

Un nudo en la garganta impidió a Max contestar. Aunque un gesto así no necesita respuesta.

Los parpados de Evelin se tornaban pesados, se estaba durmiendo.

-Te dejaré descansar -tomó su mano y besó el dorso de esta

La cubrió con la misma manta de la vez anterior y luego cerró la puerta tras de sí al salir, suspirando para relajar su desbocado corazón.


Evelin despertó porque sentía como alguien la removía con persistencia. Al abrir los ojos no encontró a nadie, tan solo la oscuridad de su habitación. Comprendió entonces que no era alguien; si no un sueño el que la obligaba a reaccionar. Mas tampoco era un sueño simplemente, en realidad era un recuerdo pugnando por salir y parecía querer que lo tuviera fresco en la mente.

Se incorporó en la cama y encontró su móvil en la mesilla. Miró la pantalla, no había nada relevante pero se fijó en que era ya pasada la media noche. Se había dormido unas cuatro horas, aún estaba muy fatigaba pero debía obedecer a su impulso.

Se levantó de su cama y salió al salón, este estaba a oscuras. Subió las escaleras con cuidado. Asió el picaporte y abrió la puerta de la habitación/trastero.

Sabía que aquello que buscaba no estaba en el estudio. Se acordaría, debía estar entre las cajas guardadas allí.

Fue a abrirlas una por una. Revisó y revisó pero no encontró nada. Quedaba por buscar en las cajas de las baldas altas. Temía tirarlas y causar un estruendo, los hombres debían estar dormidos y no quería despertarlos. Pero necesitaba encontrarlo. Era de vital importancia.

Subió sobre una silla enclenque y se estiró para coger la pesada caja de cartón llena de libros y de cualquier otro objeto que su padre haya tirado dentro sin orden ni concierto cuando prepararon la mudanza de Madrid. Quizá fuera una tontería, aquellas cajas estaban llenas de polvo y probablemente estaba arriba porque su contenido era menos importante, aún así tiró de ella.

La balda estaba muy alta y la caja parecía llevar piedras dentro por lo que pesaba.

La silla bajo sus pies tambaleó y la caja le sobrevino encima. Se preparó para el impacto.

Un brazo muy rápido la cogió por la cintura y la apartó de la trayectoria de la pesada caja evitando así el inminente golpe que habría sufrido. La caja cayó estrepitosamente sobre la silla que al tumbarse tiró otras cajas y una lámpara de pie vieja. El estruendo hizo un eco exagerado en la habitación.

Evelin miró a quién seguía cogiéndola de la cintura, era Max.

-¡¿Qué haces?! -preguntó atónito.

-Ahh... una tontería -admitió encogiéndose de hombros agarrada a los brazos de su héroe.

-Buena respuesta. ¿Qué tenías ahí? ¿Una bolsa de cemento? -señaló la caja caída.

-A saber... Ehmm... Max... -este atendió.

-Ya, me tengo pie.

-Oh, sí... -Y soltó su presa.

-Gracias. Eres rápido.

-Haberme pedido ayuda.

-Creí que estarías durmiendo. ¿Y mí padre?

-Aún no ha venido.

-¡¿A estas horas?! ¡¿Y no ha llamado?!

-No te preocupes. Tendrá una intervención o alguna urgencia. ¿Qué buscabas Indiana?

-Un libro. -Se distrajo enseguida acercándose a la caja que deseaba escudriñar.

-¿Pero cómo te encuentras? Tiene que ser un libro muy importante para ponerte a ello en tú estado.

-Estoy bien -desdeñó-. Aquí no está. -Se incorporó poniendo sus brazos en jarras y una mueca de disgusto.

-¿Por qué no me lo describes y lo buscamos entre los dos?

-Bueno. La portada es lisa y oscura. La reconocería por la inscripción de su interior. El nombre... No lo tengo claro. Aún no lo he recordado bien.

-¡¿Recordar?! ¡¿Has recordado algo?! -exclamó.

-Siempre estoy recordando Max. Pero rara vez es relevante como lo es ahora.

-¿Y por qué es relevante? Es decir; ¿Cómo lo sabes?

-No te rías -pidió.

-Ni se me ocurriría.

-Lo he soñado y persibo su importancia.

-Vale... ¿Y cómo ha sido el sueño?

-En la imagen estaba con mi abuelo, me lo enseñaba y luego levantó la tapa. Vi el nombre vagamente porque me estaba concentrando en lo que él escribía debajo. Lo fui leyendo a medida que lo hacía, ponía: "La vida es una gran maestra. Escúchala. Más también enfréntala. Sacará lo mejor y lo peor de ti. Pero tú recuerda lo importante. Llegar. Nunca te dejes vencer." Lo tengo como grabado a fuego en la mente, es como él doctor Zubiaga dice, lo tengo todo ahí, pero necesito estímulos externos para atraerlos a mi parte consciente. No sé qué estímulos pudo atraer este recuerdo. Pero espero repetirlo -sonrió complacida.

Pero al mirar a Max se le borró la sonrisa. Él estaba con la mirada perdida, fija en el vacío.

-¡¿Max?! -Él la miró enseguida-. ¿Qué sucede? -permaneció un momento callado, pensando en sus palabras.

-Evelin, ese libro que buscas...

-¡¿Evelin?! ¡¿Max?! -llamó Adrián desde abajo.

Ambos se miraron exaltados y salieron disparados de la misma alarmados por el tono angustiado de Adrián.

-¡Papá! -Evelin iba despacio. Tenía vértigo.

Adrián suspiró aliviado al verlos.

-¿Adrián que ocurre?

-Hubo un problema en el hospital -tomó una silla de la cocina y se sentó.

-¡¿Qué ha pasado?!

Adrián cerró los ojos e hizo un gesto que indicaba que esperasen a que tomara aliento.

-Operamos a una niña de urgencia -empezó aún un tanto falto de aire-. El padre llegó con ella en brazos, la niña sufría una fibrilación ventricular. -Evelin y Max cruzaron las miradas-. El hombre estaba fuera de sí. Intervenimos a la niña, pero era demasiado tarde... Y la perdí... -Evelin tomó la mano a su padre con fuerza.

-Lo siento papá. -Adrián apretó la mano de su hija.

-Cuando fui para contárselo a su padre, este de verme se echó a llorar. Después que se lo dije de pronto desesperado gritaba pidiendo que por favor pusiéramos su corazón en el cuerpo de su niña para que así reviviera. No entendía razones y encolerizado maldecía sin parar, los guardias y enfermeros no podían con él -suspiró profundamente-. Me culpó de su muerte... Dijo que era mi deber haberla salvado, y... Me amenazó de muerte. -Evelin se llevó la mano a la boca-. Quisieron llamar a la policía pero yo les dije que actuaba por el dolor. Le inyectaron un tranquilizante y se lo llevaron. Creía que había acabado; cuando entró de repente otro paciente por urgencias. Era una mujer herida de arma de fuego. Aún estaba consiente, rogaba que salvasen a su hija y denunciaba a voz en grito que su marido le disparó delante de la niña y que esta; enferma cardíaca sufrió un shock ante la escena y que su padre se la había llevado en volandas al hospital. -Evelin y Max lo miraban atónitos-. Era la madre de la niña que acaba de morir. La mujer falleció también a los pocos minutos, no supo que su hija había muerto antes que ella.

Calló unos segundos y siguió.

-El problema es que el hombre desapareció del hospital. La policía lo está buscando. Pero supe que de hecho, es un perturbado. Mató a su familia entera en un solo arrebato. Estaba muy preocupado por vosotros. -Adrián alargó la mano y tomó la mano de Max también y estrechó a ambos-. Me dijeron que avisáramos de cualquier anomalía. Ese hombre es un lunático pero con adiestramiento policial, es un ex agente y es capaz de cualquier cosa.

-Pero papá ese hombre no nos conoce de nada y has dicho que la policía lo está buscando. Tranquilízate.

-Sí, pero mientras no lo detengan estamos en riesgo. Dicen que buscó y encontró a su ex mujer que estaba escondida de él en esta ciudad -anunció con terror.

-Tranquilo Adrián. Ya estás en casa -intervino Max.

-Gracias a Dios estas con Evelin, Max. Sé que tú cuidas de ella, por eso no enloquecí de la angustia.

-Sube a descansar papá. Todo está en orden.

Adrián asintió mirando a ambos. Pero luego centró su mirada en Evelin. Los ojos se le desbordaron de unas lágrimas que aparecieron sin avisar. Apoyó una mano en la mejilla de su hija y sonrío con ternura.

-Mi pequeña. -Se levantó y le dió un abrazo fuerte y un beso en la frente, volvió a mirarla a los ojos-. Gracias por ser mi felicidad.

Es lo que ocurre cuando amas. Y cuando este es reciproco. Adrián no necesitaba nada más en la vida que a su hija para ser feliz. Ella lo era todo para él.

Al ser médico situaciones como las que acababa de vivir eran comunes. Pero uno nunca espera que le ocurra a uno mismo. Adrián estaba muy afectado. Temía por Evelin. Siempre se preocupó por su salud y bienestar y cuidaba la suya propia para que ni siquiera un resfriado lo impidiera de proteger a su tesoro.

Relaciones amorosas Adrián tuvo pocas. Por falta de interés más que de oportunidades. No se imaginaba preocupándose de otra mujer teniendo a Evelin. Se sentiría egoísta. Aventuras hubo y de hecho las hay. Lo bueno es que a los cuarenta, a la mayoría no les importaba mucho la vida en pareja. Solo quieren vivir.

Después del angustiante episodio de este día, Adrián no podía dejar de pensar en una cosa y tenía que hacer algo al respecto.

En toda la noche apenas durmió. Era sábado y le dieron el día libre, así que podía recuperar el sueño perdido más tarde. Decidió levantarse al alba y bajó a la cocina, preparó un café y encendió la tele. Bajito. Eran las 7 de la mañana y el día empezaba gris.

Sobre las ocho, Max bajó las escaleras y encontró al padre de Evelin con gesto meditabundo delante del televisor encendido que hacía simple compañía al hombre.

-Adrián... -saludó.

-Buenos días Max.

-¿Cómo estás? -consultó.

Adrián se sentaba en la esquina derecha del sofá.

-Preocupado -contestó con franqueza.

Max tomó asiento en el sillón al lado de Adrián.

-¿Hay algo que pueda hacer por ti? -ofreció Max.

Adrián no esperaba abordar el tema con tanta facilidad, pero si la oportunidad se presentaba sola...

-De hecho si...


🎼En multimedia: Strange Birds de Birdy.🎼
Elegí esta canción y en concreto este vídeo porque creo que refleja bastante el capítulo.
Gracias por estar ahí... 🖤

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