Y así eliges lo realmente importante
El viaje hasta el puerto se hace algo interminable para Taranis. Su pecho es una losa fría que lo cala hasta los huesos. Su omega está lejos y sabe que está donde tiene que estar, su obligación es con su pueblo, pero eso no hace menos dura esta travesía. Como iba a pensar el alfa que ese matrimonio, concertado por sus padres hace años, se convertiría en el pilar de su vida y en la base de su futuro. Jamás pretendió enamorarse, no entendía las miradas cómplices, el anhelo en los suspiros de las demás personas emparejadas. Realmente creía que el amor te hace débil, predecible y muy vulnerable, algo que no puede permitirse un rey. Pero sopesando las últimas semanas, puede ver lo que el amor de su omega ha hecho por su pueblo, como ese pequeño extranjero se ha abierto un hueco en el corazón de cada súbdito de Tarsos. Y en el de su rey. Ahora, mientras viaja por los caminos con algo más que sus pensamientos, el monarca lo entiende y lo que es más importante, lo acepta. Acepta que está perdido por su omega. Acepta que es mejor persona cuando está a su lado, que todo lo que ha pensado hasta ahora ni siquiera se acerca a la realidad de su amor por él.
Y en ese momento en el que el sol sale detrás de las montañas, y puede ver a lo lejos el puerto de Tarsos, sabe qué hará lo imposible para mantener la paz, por su pueblo, pero sobre todo por su omega.
****
Mael escucha los pasos apresurados llegar hasta su dormitorio. La voz de Kalen le llega amortiguada, como si hablase a través de una almohada. La visión desgarradora que acaba de tener, se repite en bucle una y otra vez sin darle un respiro.
—¡Mael! ¡Hermano! — le grita Kalen intentando sacar al omega del hechizo en el que parece estar sumergido. Entonces Mael parpadea regresando desde el infierno de su pesadilla.
—Hermano, necesito que me escuches. Va a pasar algo terrible si no llegamos a tiempo para impedirlo — le cuenta cuando puede enfocarse de alguna manera.
—¿Qué has visto?
—Taranis… el rey está en peligro, Dugan lo ha traicionado y esa reunión con la gente de Pangea no es más que una trampa, ellos ni siquiera saben que hay una reunión. Tasal junto con dos pueblos más que no conozco van a matar al rey y a conquistar el puerto de Tarsos. También vienen hacia aquí, quieren acabar con todo lo que una vez conocimos— le cuenta entre sollozos.
—Al final está sucediendo, todo lo que has soñado desde niño, la guerra está aquí.
Un sollozo ahogado saca a los hermanos de su conversación. Marsaly está llorando y Tristán tiene su piel pálida como la cera. Ni siquiera se acordaban de que ellos estaban en la habitación. Tan acostumbrados a ser solo ellos, que se olvidan del resto del mundo.
—¿Qué guerra? ¿El consejero es un traidor? ¿Tasal? — murmura Tristán.
—Tenemos que salir inmediatamente hacia el puerto, es imperativo que llegue hasta el rey —le dice Kalen.
—No — le contesta Mael y es tan tajante que su hermano le mira con cautela.
—Mael…
—He dicho que no. Tú y Tristán se quedarán aquí y protegerán al pueblo. Vendrán muchos hombres, necesitaréis a todos los alfas y omegas fuertes que podáis reclutar. Los omegas embarazados y los niños los quiero en palacio. El resto debe estar dentro del recinto, no quiero a nadie a extramuros. Aguantad el asedio lo más que podáis.
—Pero puedo ser más útil junto al rey… sabes lo que soy capaz de hacer— le replica Kalen sin entender que pretende hacer su hermano.
—Por esa misma razón te necesito aquí, hermano. Aquí está el futuro de Tarsos, el hogar que nos ha acogido y que es nuestro ahora y el que será el pueblo de tu sobrino — le explica llevando su mano hacia su vientre todavía plano.
—Hermano… ¿un cachorro? — balbucea con lágrimas en los ojos.
Tristán mira la escena y siente en su sangre el instinto de protección, debe ser el gran guerrero que todos dicen que es, por Kalen, por el omega del reino y por el heredero que será el rey de sus propios hijos.
—Majestad — se arrodilla ante un Mael algo sorprendido. — En este momento le juro, por mis ancestros y por la promesa que le hice al rey en su día, que protegeré Tarsos de todos aquellos que se atrevan a pasar sus murallas.
—Lo sé, Tristán. Taranis me ha dicho que eres su mejor guerrero, uno de los pocos en los que confía plenamente. También me dijo que, si no te ha hecho general, es porque ese trabajo es indigno de un luchador como tú — le dice con una sonrisa en sus labios.
—No es esa mi ambición, nací para proteger a mi gente y a mi rey, y si él me deja, a mi omega — le responde mirando de reojo a un Kalen que se ha puesto de todos los colores posibles.
Mael sonríe con la posibilidad de que alguien cuide de su hermano. Kalen siempre ha sido un omega diferente, no necesita que alguien mire por él, pero eso no significa que no sueñe con el alfa que lo vea de verdad, que vea lo que está más allá de su fortaleza.
—Bien, entonces necesito que enviéis dos mensajeros. Los dos más rápidos y fiables que haya. Uno irá a Paradis y le entregará un mensaje directamente a mi padre, no sé si alguien del reino está confabulado con Tasal. Quiero a los guerreros Ull en el puerto antes de un día — les dice y Kalen gime en desaprobación.
—No, por encima de mi cadáver — le espeta con los dientes apretados.
—No tenemos opción, créeme hermano.
—Pero, el cachorro… no puedes… — balbucea.
—Dejaran que tenga al niño antes de cobrarse el tributo, no quiero más discusiones, Kalen.
Y aunque sabe que es inútil discutir con Mael cuando está en modo rey, Kalen se guarda todos sus insultos para más tarde.
—¿Y el otro mensajero? ¿Dónde quiere que vaya, majestad? — le pregunta Tristán, que ha presenciado sin decir nada la discusión de los hermanos. Se reserva el derecho a preguntarle a Kalen más adelante.
—El otro irá a Pangea, al Reino del Norte. Allí debe poner al corriente al alfa de ese reino. Se llama Ohm Thitiwat, y es un hombre justo, mi padre lo conoce bien. Le pedirá que se una a mí en el puerto de Tarsos — le dice tajante y mira hacia su hermano esperando alguna replica de su parte, pero no encuentra ninguna, por lo que se pone en marcha y escribe las notas que llevarán los mensajeros.
—Marsaly, manda a ensillar mi caballo. También reúne a la gente en la plaza principal, necesito hablarles — le pide a la doncella que obedece sin chistar.
Una vez Mael está a solas en el dormitorio, se da un momento para respirar con tranquilidad y repasar su plan. Realmente no tiene ni idea de cómo va a salir todo esto, pero no puede darse el lujo de dudar. Una vez su padre le dijo que un hombre siempre es valiente en tiempos de paz, pero es más difícil serlo cuando la muerte acecha a tu espalda. Y es en ese momento, en el que menos fuerzas te quedan, cuando la verdadera naturaleza de tu carácter sale a la luz. Quisiera poder presenciar al hijo que lleva en su vientre crecer, madurar y convertirse en el alfa que ha visto en sus sueños, pero aquí lo importante no es que él pueda verlo, lo importante es que crecerá. Será el heredero de su padre, y un gran rey. Ese pensamiento lo hace sonreír, dándole la seguridad que necesita para saber que, ahora es cuando su verdadero carácter debe surgir.
Después se viste con ropa abrigada, y sale a dirigirse a su pueblo, esperando que de verdad ellos comprendan lo que va a confesar.
****
Tristán con ayuda de Marsaly reúne a todo el pueblo en la plaza principal. El omega del reino les hablará desde el balcón del salón del trono. No sabe el alfa que intenciones tiene su majestad, pero ha preparado a la guardia real para atajar cualquier disturbio que ocurra. Después del tiempo que ha pasado con Kalen, Tristán sabe de su don, así que sospecha que Mael no debe ser diferente a su hermano y también guardará un secreto de ese calibre. Aposta a sus hombres en las entradas a palacio y también dentro de la sala junto al omega.
Después de una tensa espera, Mael hace acto de presencia junto a su hermano. La gente le aclama desde abajo y algunos le piden una explicación para el mandato que, los aleja de sus quehaceres diarios.
El omega levanta la mano para que todos callen y con voz clara les cuenta que tiene pruebas de que su rey está en peligro y que su pueblo también lo está. Los murmullos no se hacen esperar y cada uno de los súbditos apostados en la plaza tiene mil preguntas para el omega.
—Majestad, ¿puedo preguntar cómo sabe que todo eso va a ocurrir? — le pregunta Chad, el dueño de la taberna local.
—Soy un hijo descendiente directo de la diosa Luna, puedo ver cosas que otras personas no pueden — les confiesa y espera su reacción conteniendo la respiración.
—¿Qué? Los descendientes de la diosa ya no existen en esta tierra— dice alguien entre la multitud.
—Existimos, somos muy pocos, pero aquí estamos. No os pido que me creáis, pero sí que confiéis en mí. En pocos días llegaran invasores a estas tierras, tendréis que luchar por la libertad de nuestro reino y yo haré lo mismo junto al rey en el puerto de Tarsos. Mi padre mandará ayuda lo antes posible, así que os ruego que todo aquel que sepa luchar se ponga a las órdenes de Tristán. Él y mi hermano estarán a cargo en mi ausencia. Los niños, ancianos y omegas en estado deben resguardarse en palacio. El resto permanecerán dentro de los muros, no es seguro estar fuera.
—¿Cómo sabemos que esto no es todo imaginación suya, majestad? — pregunta uno de los consejeros de Taranis, Polus.
—Soy el omega de este reino, he sido siempre sincero y paciente. Y llevo en mi vientre al heredero del rey. Creedme cuando les digo que estamos en serio peligro. Dugan nos ha traicionado y ha vendido la vida de nuestro rey — explica con voz entrecortada.
—Dugan es un traidor… no puede ser — replica Polus.
—Ahora no tengo tiempo para cuestiones menores, debo saber si cuento con vuestro apoyo o no — les dice seriamente.
—Contad con mi espada, majestad — se oye a alguien decir e inmediatamente muchos hombres y mujeres alfas se arrodillan con su arma en la mano en señal de respeto y lealtad.
Casi todo el pueblo se arrodilla ante su majestad, algunos deciden salir de la plaza y no mirar atrás, Mael lo siente por ellos, pero su obligación está con la mayoría de su pueblo. Una vez todos han formado para que Tristán les asigne sus puestos, Kalen se une a él para poner en marcha la defensa de Tarsos.
Mael recorre los pasillos hasta el patio de armas y de ahí a los establos. Apenas siente el aire frío rozando sus mejillas, tiene que llegar hasta Taranis lo antes posible. Cuando entra corriendo en busca de su cabello se encuentra con Marsaly preparada para seguirlo.
—Marsaly, ¿qué haces? —le pregunta Mael.
—Voy con vos. Es mi deber como su protectora y además no pienso dejarlo solo y en estado por esos caminos — le dice la beta, y después se yergue sobre la montura, dando a entender que no hay discusión posible.
—Está bien, pero no te pondrás en peligro. En cuanto lleguemos al puerto, te quedarás en retaguardia — le ordena.
Marsaly no dice nada, simplemente espera a que su príncipe suba a su caballo y salga del establo.
Una vez fuera Mael deja escapar un suspiro de frustración. Su hermano y una guarnición de hombres de palacio lo esperan en la puerta oeste.
—Kalen… — intenta decir.
—No voy contigo hermano, solo te traigo tu escolta y no es negociable. Ni por asomo voy a dejar que recorras el país solo con una doncella — le espeta Kalen antes de que su hermano proteste.
El omega del reino se rinde a la idea de que no estará solo en este cometido y por un momento se siente orgulloso de tener la preocupación de su pueblo y el amor de su hermano sobre él.
****
Es muy extraño. El puerto está inusualmente tranquilo. El muelle principal por lo general, estaría repleto de gente corriendo de aquí para allá, pero en este momento parece un puerto fantasma. Todas las alarmas se encienden en la mente de Taranis. Mira hacia sus generales que están igual de sorprendidos, y les hace una señal de parar.
—Dugan — Llama el alfa a su consejero.
—Majestad.
—¿Estás seguro que es hoy la reunión con Ohm Thitiwat?
—Por supuesto, me lo confirmaron hace días.
—Aquí pasa algo raro. Retrocedamos — les ordena a todos.
—Pero, mi rey… la reunión es ahora, no podemos faltar — balbucea el consejero, sudando, aunque el día es mortalmente frío.
—No veo ninguna nave de Pangea, no hay nadie trabajando en el muelle principal. Esto no es bueno, he dicho que nos retiremos — le replica apretando la mandíbula.
Entonces se da cuenta. Hay arqueros apostados en los tejados de los almacenes adyacentes al muelle. Es una trampa. Taranis mira a Dugan y lo descubre, ese odio brillando en sus ojos negros, una sed de venganza que se hace realidad hoy.
—Dugan, ¿qué has hecho? — le reprocha a su consejero.
—No le debo lealtad al alfa que me tomó y después me tiró a un lado sin miramientos. Mi amor está ahora en otro sitio y hoy es el día Taranis, en el que te arrepientas de cada uno de tus despreciables actos — le suelta con todo el veneno que tiene. —¡Ahora! — grita de repente cabalgando lejos de la comitiva real. Luego, se desata el infierno. Miles de flechas vuelan hacia el rey y sus generales. Intentan por todos los medios protegerse, pero es casi imposible. Taranis ruge sin parar mientras usa su escudo para esquivar las saetas. Como puede se refugia bajo el alero de un edifico en ruinas. Piensa que está perdido, y que no cumplirá la promesa que le hizo a su omega y eso es lo que más le duele. Mael, mi pobre amor, por favor no me llores mucho tiempo, reza pidiéndole a la diosa Luna que se apiade de su esposo. Entonces lo escucha, a lo lejos. Es Mael que lo llama, piensa que quizá ha enloquecido o que ya está muerto y ha ido al cielo. Pero la realidad es otra bien distinta. Su omega cabalga rápidamente hacía él, y no viene solo, una guarnición de palacio viene con él.
Un grupo de soldados logra llegar hasta el rey y sacarlo como puede hasta más allá de la línea de fuego de los arqueros. Mael se tira en sus brazos y llora desesperado.
—Pensé que no llegaría a tiempo, pensé que te perdía — le dice entre sollozos incontrolables.
—Shh, no llores mi omega. ¿Cómo sabías que esto estaba pasando? — le pregunta.
Pero Mael no tiene tiempo de responder a su rey. A lo lejos se oye un estruendo que te deja el cuerpo y el alma temblando. Una horda de guerreros enormes, con cascos y trajes hechos de piel de cordero llega hasta el muelle principal. Y la batalla comienza, soldados de Tasal y de otros reinos enemigos se unen contra los guerreros Ull. Pero eso no es todo, en ese momento un barco enorme con bandera de Pangea atraca a pocos metros del muelle, y de él salen cientos de soldados a unirse a la guerra que se desarrolla ante los ojos asombrados de Taranis y la respiración trabajosa de Mael.
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