Neil Armstrong



― ¿Piensas estar así todo el año?

Lele era bastante bruto para deducir cuándo callarse.

Después de que todos se rieran de ti por haber sido golpeado por una chica y un borrador de pizarra lleno de tiza, es normal que te quedes más tranquilo unas semanas.

De vez en cuando miraba al frente y me estiraba a la derecha para mirar, no a la pizarra, sino a ella. Violeta solía ser de las que más recibían comentarios fastidiosos, pero ya no. Ya no era una simple víctima después de lo que me hizo...

Fue bien merecido, tengo que admitirlo. Ésa fue la primera vez que la tocaba y seguramente sería la última. ¿Pero por qué no se había defendido antes? ¿Es porque no quería? ¿Ese día dijo 'ya basta'?

Ese día estaba sentada en un banco bajo un árbol del patio leyendo un libro pequeño. Casi siempre estaba leyendo. Nosotros estábamos en las gradas esperando que un grupo del otro salón terminara de jugar, sería nuestro turno en diez minutos, pero no tenía ganas de mirar el partido amistoso y mi mirada se desviaba constantemente hacia ella, curioso de saber qué hacía.

― ¿Pasó algo en tu casa?

Enmanuel volteó un segundo para verme. Entrecerré un ojo.

― ¿Qué coño va a estar pasando en mi casa?

―No sé...

― ¿Creen que me volví loco o algo?

― Marico, es que estás raro. No te molestes... –atajó Michel, rascándose un poco la barba que se comenzó a dejar.

― ¿Seguro que no pasó nada... con tu papá?

― Ese guevón sigue por ahí...

― ¿Y tu hermano?

― Lo arrestaron.

Enmanuel puso toda su atención en mí. Lele y Michel se miraron.

― ¿En serio?

― Carajo, no sabía... - soltó Lele, más serio.

― Bueno, eso suele pasar cuando vendes droga.

― Pero eso no es lo que te tiene así.

Era verdad. Enmanuel ya lo sabía. Mi hermano no era una cosa que me preocupara... tanto.

― Pero algo tienes.

― Si tuviera algo, lo sabrían.

― Anda, suelta de una vez.

― ¿Tengo que portarme como un estúpido para que me dejes en paz, Lele?

― ¡Bueno, bueno! Está bien, no pregunto... -Lele se acomodó las rastas para nada. Ya se le despeinarían cuando jugáramos basket.

― Yo sí creo que nos daríamos cuenta si tiene algo de verdad... -opinó Enmanuel- Se pondría histérico como una jeva.

Concordaron y me reí, nervioso. Tenía un problema de ira bastante incómodo. El año pasado le había quebrado a Claudio los lentes... simplemente porque me rozó sin querer la boca con una carpeta, haciendo que regresara un dolor de muelas. Me disculpé mil veces al ver tanta sangre, uno de los cristales se le clavó en la mejilla.

Irónicamente, me ayudaba mucho con las tareas desde ese entonces... a cambio de cierta protección. Claudio ya no me temía y eso me impresionó y gustó mucho.

Pero después de lo de Violeta...

El salón me ignoraba... cuando me di cuenta que lo que realmente pasaba es que ya no estaba llamando su atención.

¿Fastidiar hubiera sido mejor manera de decirlo?

Sin ser yo el que comenzara las burlas, se hicieron raras en clase. Y me fijé más en la gente en ese tiempo que fue pasando.

Claudio jugaba en su Play Station portátil. Michel miraba animes y tips de dibujo desde el teléfono tranquilamente, en vez de apoyarme en lanzar bolsos de la gente. Lele miraba y me mostraba videos de básquet y algunos de fútbol, sin apoyarme en la propuesta de usar el basurero del salón como pelota. Enmanuel se la pasaba viendo cosas de videojuegos de deportes, y algunos de horror que le gustaban mucho, sin inventarse junto a mí apodos nuevos para los profesores y la gente que no nos caía bien.

Los jugadores de fútbol eran un grupo de retrasados, las chicas superputas se ganaban a pulso su verdadero nombre, porque no hacían más que hablar de maquillaje y cuántos chamos tenían a sus pies, criticar a otras mujeres que no se arreglaran tanto como ellas y esas cosas... Tania, por cierto, parecía ser parte del club ahora. Parecía que hacían casting y aceptaban a quienquiera que se riera como una anguila.

Y Violeta se la pasaba sola... menos en los trabajos que a veces tenía con las chica superputas. No se juntaba con el otro grupo de raros del salón... que eran agradables, y tal vez de la misma raza, pero simplemente parecía preferir la soledad.

Cuando notaba que la miraba, se movía en su asiento incómoda y me ignoraba dándome la espalda. Tiempo atrás le hacía muecas estúpidas o le señalaba mis partes para que se molestara –se molestaba muchísimo, y no podía ser más gracioso-, pero simplemente no tenía ganas de hacerlo.

Ella solamente se limitaba a desviar su mirada si se cruzaba con la mía, sin decir una palabra.

En algunas clases nos cambiaban de puesto para 'mejorar la concentración general de la clase'. Pura paja. Simplemente querían que me sentara al frente para poder controlarme mejor. Aunque ya no era necesario, seguían haciéndolo.

Ese cambio de puestos afectaba a todo el mundo, y cuando digo a todo el mundo, es a TODO el mundo.

Violeta quedaba junto a la pared en la primera fila. Yo a su lado. Allí me di cuenta de cuánto leía. Devoraba libros en un solo día. Leía en los descansos, en clases que no eran de su interés... para mí era una proeza. Yo no podía leerme más de 10 páginas sin hartarme y querer lanzar el libro por la ventana.

Tania ya no la buscaba para conversar o pasar tiempo en el recreo juntas, y Violeta se quedaba enfrascada en las páginas. Recordé que el año anterior ella y Lucía eran inseparables, tranquilas, pero siempre conversando y metiendo a Tania en sus discusiones más o menos inteligentes. Ahora Violeta prácticamente no hablaba. Tal vez a mí me pasaría lo mismo si todos mis amigos se fueran del país.

Tuve el impulso de hacer algo por ella. En química, justo mientras pasaban lista y Violeta dijo –Presente-, aproveché en ver qué leía. Había tiempo para hablar, su apellido era el segundo, y el mío de los últimos.

― ¿Cómo es que lees tan rápido? ¿Por qué lees tanto?

Alzó la mirada hacia mí, con desconfianza, con precaución.

― Porque me gusta mucho leer.

‹‹Bueno, descubriste el agua tibia, maricón...›› pero al menos no lo dijo con un sarcasmo desesperante o algo así.

Otro día que Vanessa hablaba bien de un cantante. El reguetón era un género que simplemente servía para que una chama te meneara el culo, pero las chicas superputas y los jugadores de fútbol lo escuchaban todo el tiempo.

― Daddy Ye se la comió con esa canción otra vez...

― Lo que comió fue mierda, para cantar tan mal. -Dije, harto de que hablaran del cantante. Escuché la risa de Violeta a mi lado, y me volteé sorprendido, sonriendo sin querer. ¡Bien!

¿Cómo era la frase? Eran pasos pequeños, pero era un paso... No. Eran pasos... ¿Un paso pequeño para la humanidad? ¿Cómo era? Un paso pequeño hacia... Bueno, de seguro ella sabía cómo era esa frase.

~

Editado el 5 de julio de 2018

20/01/2019 Dibujito hecho por mí .3.

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