4. Mente en blanco


No sé cómo se suponía que debía sentirme después de que alguien me llamara un violador, pero parecía no ser algo muy bueno.

Había pasado un par de días ya, y cada vez que me acordaba me sentía molesto, pero dolido. ¿Qué había hecho para que alguien pensara eso de mí?

Afortunadamente no había muchos momentos para pensar en eso. No después de conseguir una nota en mi pupitre. Sentí que la sangre se me acumuló de golpe en la cara.

Te veo en las gradas

frente al gimnasio

5pm

Pensé que ese tipo de cosas pasaba en las pornos o en las telenovelas románticas, pero no en la vida real. No a chamos como yo.

A esa hora terminaban las actividades extracurriculares y clubs.

Se me saltaron unos latidos al imaginármela a ella, sentada frente al gimnasio esperando. Pero yo sabía que era más posible que el infierno se congelara.

Di una excusa tonta a mis amigos para no irme con ellos. Me quedé un rato vagando por ahí, me comí una empanada, y cerca de la hora entré en pánico.

¿Y si terminaba siendo ella?

Antes de estar sentado en las gradas me limpié la cara, las manos, me peiné como pude e intenté verme presentable. Era algo difícil. Como todos los días, había jugado básket y tenía la camisa medio manchada y arrugada. Esperé un rato allí sintiéndome extraño y perdido. Se supone que los chicos citaban a las chicas...

Un grupo de ellas salió del gimnasio, camino a sus casas. Algunas con el cabello húmedo producto de ducharse, todas con bolsos grandes. Sabía que eran del equipo de animadoras, las clases de yoga y las de gimnasia, porque se terminaban media hora después del entrenamiento de básket.

Doblé la boca a un lado por la amargura de no poder jugar para el equipo, no después de lo que pasó...

Dejé de mirar a esas chicas irse, saqué el teléfono y estaba escogiendo qué juego abrir para pasar el rato, cuando escuché unos pasos, y una chica se plantó frente a mí. Eché una carcajada.

― ¿Qué haces aquí, Tania?

Dejó su bolso de deporte en la grada, cerca de mi pie. Yo estaba sentado en la segunda fila con las piernas estiradas hacia la primera. Tomé impulso y salté hacia el suelo, cayendo a su lado.

― ¿Qué? ‹‹¿Quieres que te viole?›› –apenas me contuve la frase. La hubiera asustado, y hubiera sido justo después de esa acusación sin fundamento. Pero no estaba seguro si quería asustarla y que se fuera.

― Eres un vulgar...

― Y tú... eres rara. ¿Qué quieres?

Eso. Quería saber qué hacía ella allí. Me sentía confundido. ¿Era una especie de broma?

Tania se tocaba las uñas y el cabello, mientras decía pausadamente que yo le gustaba.

Pasaba de sentirme confundido a halagado, otra vez confundido, y finalmente molesto. ¿Es que se estaba burlando? ¿Burlándose de que me gustara su mejor amiga? Pero ella no tenía manera de saberlo ¿no? Tuve el impulso de irme sin más, sentía que ella se lo merecía por lo de haberme llamado potencial violador.

― ¿Por qué no dices nada?

Me había cruzado de brazos sin darme cuenta.

― Bueno, no sé qué decir.

― Estoy esperando que me respondas.

― Supongo que... mi respuesta es que no me gustas a mí.

― Ah...

Ella miró sus manos, y bajó los hombros.

― ¿Ni un poco?

― Ni un poquito. –Me dio lástima ver cómo arrugó el rostro, así que añadí con rapidez:- Es que me gusta alguien más. Y... me gusta mucho.

Ni siquiera yo estaba seguro de eso.

― No te estoy pidiendo que seamos novios.

― Ah... ‹‹¿Qué carajo? ¿Entonces?›› ¿No?

― Coño, Uber. Nada. Me voy.

Me interpuse en su camino, para que no tomara sus cosas.

― Estuve esperando media hora. Al menos termina de hablar.

Entonces, Tania me tomó del cuello de la camisa y me besó. No besaba mal... nada mal.

¿Qué?

Estaba decidiendo si apartarla, cuando ella misma se separó... y me besó otra vez.

Bueno ¿por qué no?

Empujé mi lengua y no encontré resistencia, fui violento, impulsivo. Miré alrededor de repente, pero no había nadie que nos mirara. Una última pareja de jugadores de fútbol se iba de los patios de canchas. Tania me besaba como si su vida dependiera de ello. Me tomó de la mano -¿Sus manos estaban calientes, o las mías frías?- y la puso sobre la falda.

Mis dedos temblaron un momento, y sin desaprovechar la oportunidad la toqué y apreté. Siempre me había imaginado cómo era tocar a una chica, esperaba una cachetada en vez de disfrutarlo como debía. Pero ese rechazo nunca llegó. Tania gimió suavemente... y como si eso fuera un suiche, me excité, y apreté aún más.

Puso su mano en mi costado, pero ya no estaba para juegos. Ella no fue allí para confesarme su amor ¿no? Bajé su mano a mi pantalón, y ella con mano experta lo desabrochó y metió la mano dentro, empujándome para sentarme en las gradas. ¡Mierda! Me quedé de piedra mientras sacaba mi miembro del bóxer, más sorprendido que excitado por la naturalidad y la rapidez con que lo hizo.

Alcé la mirada otra vez, nervioso, pero se me olvidó porqué estaba nervioso. Ella me rodeó con su mano y comenzó a masturbarme. Sin darme cuenta estaba gimiendo, y cerré la boca. Tania no parecía nerviosa, o al menos no tanto como yo. Era obvio que lo había hecho antes.

Puse la mano en su muslo y la subí, pasándola por debajo de la falda, sintiendo la textura de su ropa interior. Bajé a su entrepierna, hipnotizado por el descubrimiento y la comencé a tocar con dedos temblorosos.

Cuando sentí las bragas húmedas mi cerebro se apagó. Como si cualquier pensamiento estorbara. Halé la tela hacia abajo y rocé de nuevo con los dedos, hallando dónde introducirlos. Ella tembló y gimió.

Eso despertó algo en mí. Me levanté y la puse de espaldas, y la obligué a apoyarse en las gradas. Había decidido sin pensarlo que no quería verle la cara. Sentí una enorme satisfacción al acorralarla, que se apagó un poco cuando me tomó varios segundos acomodarme, intentando no parecer un estúpido. Cuando sentí que me rodeó apenas, no me aguanté y empujé con fuerza, penetrándola de manera brusca. Ella se tensó.

Temí de repente. No le había preguntado nada... pero ella se comenzó a mover. La sostuve de las nalgas que no veía por no haber apartado la falda. No me importó no ver, se sentía demasiado bien como para pensar en cualquier cosa. Ella gimió de forma distinta, pero no la dejé moverse. No podía controlarme, la sostuve y la guié hasta que no pude más, hasta que mi cuerpo explotó en controlados corrientazos en todo mi cuerpo.

Gruñí con los dientes apretados, ella se había tensado un poco, pero no la solté hasta que la sensación me abandonó, dejándome exhausto y confundido.

Sentí unas gotas de sudor en mi frente. Me aparté de ella, las piernas me flaquearon y me apoyé en las gradas. Me cerré y acomodé el pantalón, ni siquiera me había quitado la chaqueta, tal vez por eso sentía tanto calor. Ella se alzó la braga, acomodó su falda y tomó su bolso.

Me di cuenta que no fui amable. No le había dicho nada. Y también me di cuenta que no lo había hecho con la chica que me gustaba, con la que había imaginado verme ese día... sino con su amiga.

Comencé a pensar, y fue casi doloroso. ¿Qué coño acababa de hacer? ¿Eso había estado bien? Y ni siquiera le vi las tetas...

― Solamente quería... saber cómo sería hacerlo contigo.

― Ah... bueno, ya lo sabes.

Tania tomó su bolso y se fue caminando, como si fuera muy normal que te embistieran en las gradas del colegio... tal vez para ella era normal.

Me rasqué la nariz y el olor que quedaba en mis dedos me inundó el cerebro. No estuve seguro si eso me gustaba o no. No estaba seguro de cómo sentirme.

¿Qué había hecho para que la chica que me acosó de violador me follara?

~

Editado el 5 de julio de 2018

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