28. Ron


Poesía romántica. Me sentía como un pendejo.

Guardaba los poemas que me parecían adecuados a lo que sentía, a las descripciones de ella. Tal vez los usaría para algo más tarde. Incluso creé una carpeta.

Como si mi cerebro estuviera embotado de palabras... abrí un documento y comenzaron a salir frases como un grifo abierto. No tenían demasiado sentido o continuidad, pero se sentía bien escribir esas cosas.

¿Se las daría algún día? Tal vez...

Mi abuelo estaría orgulloso, pensé. Él es escritor, y se entristeció cuando le dije hace años que no me gustaba leer. Tal vez ahora estaría impresionado de que no leo, pero intento escribir.

Vio estaba en otro Estado visitando a su familia. Esa mañana el gato se estaba comportando extraño, y lo grabé haciendo tonterías para ella.

¡Súbelo a Youtube! 2:22

No, mejor lo subo al Facebook 2:22

Disfruté de la buena atención por unas horas. Ya entendía por qué la gente se la pasaba todo el día ahí.

¿Y si lo que escribí recibía la misma aceptación? No. El pensar que mis amigos vieran eso me hizo sentir estúpido.

Violeta a veces tardaba mucho en responder los mensajes, y se lo comenté.

No ando celoso ni nada, es que ma da curiosidad 2:26

New friends 2:26

: ) 2:26

Les recomiendas las mismas cosas que yo? 2:26

*Que a mí 2:29

Algunas más para niñas... 2:26

XD bueno 2:26

"Mensaje nuevo de: Enmanuel-la"

Qué raro. Abrí el mensaje.

PARTY NOW, BITCH 2:35

Llégate con Lele 2:35

Traigan hielo 2:36

Sir, yes, sir! 2:36

Una hora más tarde estábamos en la puerta del edificio de Enma Lele y yo, habiendo comprado dos bolsas de hielo en la panadería cercana. Lele tenía un gorro gris que dejaba parte de sus dreds al aire.

Y me pegó porque le dije que parecía una media.

En el apartamento nos recibieron Enmanuel y Michel, que ya tenía una cerveza en la mano.

― ¡Coño! Nos hubieran esperado.

― Yo lo hice –se excusó Enma, poniendo el hielo en una cava-, éste es el que no se aguantó.

― ¡Pero si hay que celebrar! Yo recibí dinero, y Enmanuel también.

En la mesa de la sala había tres litros de ron y en el suelo, dos cajas de cerveza. No había nadie aparte de nosotros.

― Tú recibiste dinero, pero yo quiero invitar todo esta vez.

― ¿Y eso?

― Mi mamá va a pasar las navidades en Nueva York con su esposo. Y se sintió mal de dejarme solo, y me dejó una millonada.

― Igual hubiéramos traído.

― Cállate Lele. No vas a traer nada, lo que vas a hacer... -Enmanuel le puso el teléfono en la mano- es elegir qué vamos a comer y en qué cantidad.

Una decisión arriesgada, porque Lele comía como un camión. Pedimos hamburguesas, pizza y todo tipo de cosas que no me imaginaba que comería Violeta.

Enmanuel era un chamo de mucho billete. Su apartamento tenía un piso de madera tan pulido que inspiraba llevar chicas allí en falda, algunas obras de arte –de la tribu donde provenía su madre, círculos tejidos y cosas así- y muebles bonitos y raros. Tenía un Xbox, una computadora increíble, mucho espacio para una fiesta –o para jugar Just Dance- y una suscripción a PornHub.

Enmanuel no quiso hablar sobre su viaje a Portugal, del cual había tenido un regreso anticipado. Su padre vivía allá con el resto de su familia. Se notaba que le había falta la compañía, y me alegré mucho de ir. Era emocionante hablar con Violeta, pero Enmanuel nos necesitaba.

Comenzamos a beber y a comer, mientras nos pasábamos los controles de la consola. Dejamos de jugar Just Dance cuando comenzamos a tropezarnos demasiado con las cosas. Pusimos música, hablamos de chicas, de porno y de estupideces.

A la octava cerveza me sentí mareado, y me sacudí salvajemente en un arranque de energía. Y estornudé en el pecho de Lele.

― ¡Coño, mala mía!

― Mientras no sea chele...

― ¡Mira eso, estás borracho!

― No estoy borracho, Uberón... estoy prendido.

― Ja, prendido –Michel se rió como un idiota, y le echó la culpa al calor. Lo que nos hizo mudarnos al balcón.

El balcón tenía tumbonas y una mesa donde dejar la comida. Arrastramos todo lo que podía comerse y beberse afuera, y subimos el volumen de la música.

Cuando terminamos las cervezas me senté en el suelo, y mis amigos me imitaron con la excusa de que las tumbonas eran incómodas.

Lo que pasa es que nadie quería admitir que temía caerse de ellas.

― No joda, Uber ¿Ya estás rascado?

― Estoy mareado, je... Pero me acuerdo de todo.

― Ajá ¿y qué hiciste? –dijo Enmanuel, terminándose la cerveza con rapidez. -¿Qué has hecho hoy?

― Leí poesía.

¡Maldita sea, cerebro traidor! Estallaron en carcajadas y yo no me podía sentir más pendejo.

― ¿Te le vas a declarar a Avellaneda con poesías?

― No... No sé, vale. –nos servimos Ron con Coca Cola. O más bien, Michel nos sirvió. Era el que menos había tomado y el que corría menos riesgo de romper la mesa, la botella o todo lo que pudiera romperse.

Tomé la mitad de un vaso de un solo trago. Enmanuel hablaba gracioso cuando terminó el suyo.

― ¿Con poesías? ¿En serio?

― Yo la quiero. Quiero decírselo de forma que le guste.

― ¿Y qué? ¿Le echarás un Nerudazo a ver si cae?

― ¿Un qué? –Michel no entendió, y Enmanuel estaba ocupado pidiéndole más ron como para prestar atención.

― Precisamente.

― Hey, Avellaneda –Lele sonaba estúpido intentando imitar mi voz-, sé que tengo años tratándote mal, pero de repente te quiero abrir las nalgas y...

Golpeé a Lele en el pecho, cortándole la respiración un instante.

― ¡Quieto! ¡Quieto! –gritó Enmanuel con demasiado retraso.

― ¡No es así, Leo!

― ¿Qué no? ¿Has hecho algo para que ella...?

― ¡Sí! Hablamos bastante.

― Igual. A veces eres demasiado animal, Uber. Admítelo.

― Bah... -interrumpió Enmanuel. –Ella debería agradecer que alguien al fin se la quiere coger.

Michel se interpuso entre nosotros justo a tiempo, pues me iba a lanzar hacia Enma para obligarlo a retirar eso. Michel tropezó y me enterró la nariz en el estómago.

Lele alzó los brazos para salvar su trago, y Enma ni siquiera entendía lo que acababa de pasar.

― Michel, la chele no es para ti sino para Avellaneda...

Olvidé en tiempo récord el comentario. Casi nada importa cuando tienes alcohol encima. Jugamos cartas –creo que nadie ganó, apenas podía leer los números- hasta que Michel se aburrió y preguntó de nuevo sobre los poemas.

― ¿Qué quieres? ¿Qué te cite uno?

― Si no puedes decirnos a nosotros, no te va a salir con ella, anda, Romeo.

― ¡Anda, levántate!

Me obligaron a levantarme, me alisaron la chaqueta con las manos y me peinaron con restos de hielo. Michel fingió ser Violeta, una Violeta con veinte kilos más y adicción al hentai.

― No me lo sé todo...

― ¡Lo que te acuerdes, Uber!

Tomé aire y...

Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,

te amo directamente sin problemas ni orgullo:

así te amo porque no sé amar de otra manera.

Cuando bajé la mirada –porque no estaba mirando a Michel, sino a las nubes del cielo que se veían tras él por el balcón- vi que Lele se restregaba un ojo, Michel estaba boquiabierto y Enmanuel tenía los ojos tan abiertos que casi parecía hijo de una blanca.

―A cualquier dama decente le gustaría eso.

― ¿Dijiste dama, Lele?

― ¿En serio la quieres? –dijo sin malicia en la voz.

Asentí, mirando el cielo otra vez. Ya se veían algunas estrellas.

― La quiero. Creo que la amo.

Derepente les pareció que lo más interesante era hablar de amor. Enmanuel no seveía interesado. Lele le enviaba mensajes a la novia mientras decía que amarera bonito, Michel tenía curiosidad... Y yo... Yo me sentía perdido.    

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Nota del autor:

Querido lector, espero que te haya ido gustando la historia. Vamos más o menos por la mitad. Dado que Wattpad no permite ser muy gráfico en cuanto a eso, quisiera que te imaginaras que este libro de aproximadamente 200 páginas ya lo estás sosteniendo por la número 140.

Tal vez eso te ayude, tal vez te desespere o te canse saber que aún falta por recorrer, pero dado que en digital es difícil apreciar esas cosas, quería que te imaginaras este momento. Para mí es muy importante el sentir cómo lentamente se va pasando el peso del lado derecho al izquierdo y llegamos a la mitad sin darnos cuenta.

Gracias por leer.

~

Editado el 7 de julio de 2018

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