Una ingenua abeja se atrevió a hacer su trabajo polinizando la flor más dulce que alguna vez pudo encontrar en su corta vida.

Muchos pensaban que la abeja debía dejar de ser ingenua en pensar que aquella venenosa flor le sería buena para hacer miel.

Que equivocada estaba la abeja que quiso dejar ir los comentarios.

La flor tan atractiva y dulce le insinuó que la polinizara, las advertencias de sus compañeras hicieron eco en su mente y a la primera se negó.

Pero no podía fallarle a la reina en conseguir la miel más dulce de una flor tan preciosa.

Exactamente una semana después, la abeja cegada ante los cumplidos de aquella flor particular la hicieron ceder.

La terminó polinizando ignorando su mente y pensando sentimentalmente... pobre abeja, que yace enferma en el césped ahora.

Mientras la que alguna vez fue una linda flor ahora era horrible y se burlaba de ella.

La pequeña e ingenua abeja que no pudo seguir viva por el veneno de esa flor dulce.

Sus últimos pensamientos antes de ese suceso fueron los que sus amigas las aves y demás abejas le advirtieron.

Ahora, aquella abeja yacía en un prado de flores amarillas en otro lugar.

Sufriendo el dolor de ese vil engaño que le costó todo.